La dicha de la vida está en lo simple. Algunas montañas las hemos visto mil veces y nos hemos preguntado mil cosas en torno a ellas.
Ayer fue un día espectacular. Hicimos la cima del Cerro Trinidad de Capira, que forma parte del Parque Nacional Altos de Campana. Fue una experiencia única, en donde pudimos disfrutar no solo de la cima, sino del camino y de parte de lo que guarda este espectacular cerro: una gran biodiversidad.
Helechos arbóreos, epifitas, orquídeas, un sinnúmero de animales entre esos coloridas orugas, decenas de insectos, danzantes mariposas y aves para escoger.
Todos en la cima del Trinidad a 900msnm
La humedad contundente y su rica flora, además de las pendientes y barrancos, hace de este sitio un lugar apto para personas con experiencia, ya que requiere de cierto esfuerzo físico, sobre todo en esta época en donde todo está Enlodado.
Por razones de seguridad, nuestro guía optó por dividir el grupo en dos y de esa manera poder disfrutar ampliamente cada uno, de la cima cuyo espacio es reducido. La misma no es fácil de acceder, es crucial hacerlo con un guía experimentado o un guía local. Nosotros habíamos hecho esta cima ya por varios lados, incluso del lado norte y varias veces con la familia Herrera, que son quienes hicieron un escultura de una biblia de cemento que se encuentra en la cima.
Madre Naturaleza nos permite poder disfrutar de cerca de sus maravillas, con organización, seguridad y buena disposición. Todos sucumbimos ante esplendorosa grandeza, dichosos y reinantes pero conscientes de nuestra pequeñez ante tanta maravilla.
Nuestro trip fue el dÃa entero entre la sierra, entre algunas comunidades poco conocidas y algo olvidadas por nuestros gobiernos, donde el lodo domina los caminos, y la brisa y el aire fresco y frÃo se te mete de lleno hasta los pulmones.
Nuestra primera parada fue en el Salto de Manglarito, una magnÃfica e imponente cascada que nos dejó a todos boquiabiertos, su magnitud y fuerza eran descomunales; al verla pensamos en el tiempo que debe haber pasado para que se formara tan particular forma en ella, que baja en un tobogán, parte la roca y se desvÃa en una estruendosa cortina de agua, solo apta para cardÃacos.
Esta vuelta los cupos fueron vistos y desaparecidos, lo cual para nosotros fue emocionante. La familia Enlodados se preparó y además de ir a visitar tan hermoso sitio, también organizamos para llevar donaciones.
Todo empezó el sábado bien temprano, una chiva local capireña nos recogió en la Terminal de Albrook. Con todo arriba, nos encaminamos a lo que sería una experiencia única. Al entrar en la Sierra, nos tocó agarrarnos fuerte de los pasamanos de la «gallinera». Algunos optaron por ir guindados por la parte externa del transporte, así como lo hacen los locales.
Temprano, estuvimos en el primer poblado, conociendo de cerca el caserío. Antes del mediodía, ya estábamos en La Gloria, caminando hacia el chorro y entregando las donaciones. Almorzamos en la casa de Los Ovalle, donde nos hicieron un sancocho.
Al ver la cascada, recordé la primera vez que fui, en época de lluvias habiendo caminado dos horas, con una chica de la comunidad más cercana y evoqué aquel momento en que el tiempo no alcanzó siquiera para echarme un chapuzón.
Durante la Guerra de los Mil DÃas, Capira con Victoriano Lorenzo a la cabeza se convirtió en campo de correrÃas del guerrillero, pasado el conflicto, y ya en la era republicana, Capira demostró pujante crecimiento democrático; más en 1941, el distrito fue eliminado, y surgió en su lugar el de Bejuco que duro hasta 1945.
Nos hemos ido en variadas ocasiones a recorrer parte de esa cordillera y hemos encontrado, maravillados, con hermosos parajes, perfectas cascadas esculpidas en piedra, escondidas cerca de las variadas trochas que se dividen a lo largo de los cerros.
Esta vez, nos fuimos a caminar cerca del Peña Blanca y CirÃ, donde acampamos y fuimos recibidos de manera festiva por viejos amigos y familia adoptiva que viven en este poblado de campesinos. Asà fue como nos hicimos amigos de un niño que nos llevo con ánimo y gran preocupación de que nos gustara el chorro que queda cerca de su casa, un chorro sin nombre al que concurren las familias a lavar culantro y a esparcirse sanamente, pues en esta comunidad muy poco hay bullicio.
Al salir del hermoso chorro, una llovizna de verano nos bañó. Una gente en carro doble tracción venÃan vendiendo pescado rumbo a donde terminara la calle de tosca. Allà a orilla del sendero pudimos disfrutar de una soda frÃa y un pan de dulce, raros por estos lares en donde no hay luz, donde lo que nos parece «normal» no se consigue tan fácilmente.