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Senderismo y Turismo Rural en Panama

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¡Hasta que al fin conocí Antón! La tierra en la que son expertos haciendo todas esas golosinas que nos atragantamos cada vez que vamos al interior de la república.

Y fue en Carnavales, esa época en que medio Panamá está en jolgorio y el resto en las playas, sinceramente ni me acordé de la famosa fecha estando en este lugar tan tranquilo.

Nos fuimos en transporte público de la Terminal de Albrook a Antón y luego tomamos una “chiva” hacia Guabas Arriba.

El paisaje se tornó árido, el sol trepidaba, y la chiva levantaba el polvo de la carretera de tierra. Antón pertenece a lo que conocemos como el Arco Seco de Panamá y posee características de sabana tropical.

Dos de nuestros acompañantes de transporte comentaban sobre múltiples apariciones en Antón; hablaban de chivato, toros de ojos rojos, animales extraños, etc.

Una vez llegamos a una intersección del camino, nos bajamos, no sin antes recibir una advertencia del conductor de que en el chorro había una “serpiente gigantesca con cabeza de perro”. Seguimos caminando hasta llegar a la casa. Encontramos algo parecido a una lona y la extendimos en la yerba afuera de la casa, para recostarnos y relajarnos con la sueva brisa del lugar, proveniente de las montañas lejanas de Coclé.

Y así corrió la tarde, en un relajamiento total, casi durmiéndome con la brisa, y de pronto me caminaban encima unas graciosas arañitas de patas largas. La comida deliciosa que prepararon fue el elixir para la relajación.

Ya casi anocheciendo fuimos a visitar al tío Erasmo, a pocos metros de la casa. Nos recibió una vaca que jugaba con un perro en el patio cercado y dentro, en el patio de la casa, una ternera tomaba litros de leche, su comida de la tarde.

Conversamos hasta que oscureció por completo y nos fuimos a casa a ver las estrellas recostados en nuestra lona improvisada. Parece que de este lado de Coclé y por su poca precipitación, hace que la escasa nubosidad de paso a una observación de estrellas increíble. Imagínate un lugar cuyo cielo está absolutamente estrellado. Las nubes son una alfombra  bajo tus pies. Y la oscuridad es tal que en el horizonte solo se distingue la silueta de la luna, bueno… así es Guabas Arriba de Antón.

A la mañana siguiente fuimos a recorrer el lugar, vimos las cosechas, algunas casas de barro adornadas pintorescamente, trapiches para hacer raspadura. Arboles de caracucha, cuipo (Cavanillesia platanifolia), arbustos de saril (Hibiscus sabdariffa), muchas flores silvestres, etc.

Caminamos hasta el río La Estancia, que no posee niveles de contaminación y del que sobresalen formaciones de rocas muy interesantes; lo cruzamos y avanzamos por una ladera. Nos topamos con sembradíos de piña, a lo lejos las montañas de la cordillera saludaban. Seguimos al señor Anselmo, avanzando por senderos y en uno de ellos nos topamos con varias aves “Saltarín”(Chiroxiphia lanceolata).

De pronto estuvimos frente a un río calmado, desde el que bajaba un chorro de agua con fuerza. Se conoce como El Chorro Los Pintos, de aproximadamente 15 metros en su parte más alta. Lo primero que me vino a la cabeza fue aquel mito de la serpiente gigantesca y nos reíamos de aquello, pero un misterio nos rondaba.

Bajamos hasta quedar en frente del magnífico chorro en el que dicen, hay una roca que si te posas sobre ella, el agua te pasa por encima de la cabeza. Tiempo después de haber visitado este chorro, supe por otra persona de Antón, que hay una leyenda que dice que en el chorro hay una cueva en la que habita «el chivato». La verdad ahora esto me causa gracia pues es un lugar verdaderamente lindo y muy chévere para pasar un rato placentero.

En vez de regresar por donde vinimos, la decisión fue contraria y certera, regresamos por el río, corriente abajo, por sus laderas e introduciéndonos en él pues era necesario hacerlo. El río la Estancia es un afluente del río Antón, aquí la cordillera esta cerca de la costa por lo que los ríos son cortos y rápidos.

Nuestra parada fue en el río que anexa las tierras de la familia, allí disfrutamos de un placentero baño, en las pozas geniales que hacen las llamativas lajas.

De regreso a casa, repito, ¡la cena fue excelente! Cabe decir que, cercano a las casas es fácil ver aves como el pájaro carpintero lineado (Dryocopus lineatus) o la Urraca pechinegra (Cyanocorax affinis).

Aquella noche cumplimos con el ritual de ver las estrellas, no sin antes asegurarnos de tener algo con qué arroparnos porque la brisa y el frío eran intensos. Nos maravillamos al ver estrellas que caminaban por todo el cielo, enterándonos luego de que serían satélites o basura espacial.

Al día siguiente fui a conocer el río Las Guabas, más tranquilo y angosto, y es donde también está la toma de agua que distribuye el suministro a la comunidad, en las primeras horas del día y en la tarde.

Vale decir que en Guabas Arriba no hay luz eléctrica, pero tampoco hace mucha falta. Al entrar al río fuimos atacados por sardinitas que nos picaban las extremidades, así que para mayor gozo, caminamos de vuelta al río La Estancia.

Traje toda clase de golosinas antoneras y sobre todo las “cabangas” que nos regaló el tío Natividad. Quiero volver a buscar la serpiente gigante o con cabeza de perro, buscar hasta encontrar los babillos, probar si es verdad que las brujas te pierden en los caminos, etc.

Regresar a la ciudad fue melancólico, pero Antón está ahí, esperando que más gente le visite y se atrevan a recorrer sus tierras y ríos poco explorados.

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