A pocos metros de la carretera, vÃa Colón, a unos 18 kilómetros de la ciudad de Panamá, está la Finca Agroforestal Las Conchas, un destino verde y cultural.
Finca Agroforestal Las Conchas tiene mucho que ofrecer, entre ellos su nombre que proviene de la gran cantidad de conchas, más bien fósiles, lo que nos indica que Panamá emergió del mar hace millones de años.
Hace 21 años(al 2020), los agricultores que trabajaban la tierra de forma clandestina en la comunidad de Chilibrillo, corregimiento de Chilibre, decidieron organizarse para sacarle un mejor provecho a la actividad y obtener mejores ingresos económicos.
Desde la ciudad de Panamá, debes conducir aproximadamente 100Km para llegar a este parque. Posee 35,929 hectáreas y fue creado en el año 1976 pero se conoce muy poco de sus montañas, rÃos, vegetación. Por su importancia histórica se valoriza más el lado marino pues en su interior se encuentra uno de los puertos más importantes naturales más bellos de todo el Caribe, la BahÃa de Portobelo, bautizada asà por Cristóbal Colón en el año 1502, en su cuarto y último viaje al Nuevo Mundo. Las fortificaciones que se conservan rodeando la ensenada fueron declaradas por la UNESCO en el año 1980 Sitio del Patrimonio Mundial.
La topografÃa del parque es muy complicada. Su punto más alto es Cerro Bruja, con 979 metros de altitud, situado en la divisoria de aguas continentales. Los cerros Pan de Azúcar y Palmas y una estrecha franja montañosa dentro del lÃmite norte de la cuenca del Canal de Panamá.
Protege la cabecera y cuencas hidrográficas de los rÃos más importantes de la región como el Cascajal, Guanche, Piedras, Iguana, el Iguanita y el Brazuelo.
Nuestra misión serÃa caminar por la selva hasta llegar al Salto de los Monos, uno de los más altos del paÃs y el más alto de la provincia de Colón, con 74 metros de altura. El team Enlodados se preparó con semanas de anticipación para esta aventura, todo estaba listo para emprender una excursión que resultó siendo más de lo que esperábamos.
Una vez en Sabanitas nos fuimos al supermercado a comprar los enseres necesarios para la expedición. Todos traÃan su agua, elemento de suma importancia para una caminata de esta magnitud; algunos cenaron a esa hora pues el tiempo nos habÃa traicionado.
Nos fuimos rumbo a Guanche en donde iniciarÃa la aventura. En medio de la oscuridad de las 12 medianoche bajamos del bus panel y preparamos todo para iniciar a caminar, si, ¡a esa hora!
Creo que por la hora, lo fresco de la noche y la emoción, nadie sentÃa si quiera el peso de las mochilas.
Pasamos por un potrero en el que ya el lodo se hacÃa presente. Al salir de allà bordeamos el rÃo Guanche, caminamos justo al lado del rÃo, casi sin darnos cuenta de su precensia por la oscuridad de la noche. Nos topamos con una zarigüeya que nos veÃa desde un árbol.
Caminamos aproximadamente una hora hasta el lugar en donde debÃamos acampar, allà desempacamos y armamos las carpas. Los muchachos prefirieron dormir a la intemperie ya que la humedad era horrible, incluso se bañaron en el rÃo Guanche a esas horas de la noche, buscando que se los llevara “Madre Aguaâ€.
A la mañana siguiente nos preparamos para lo que realmente serÃa el inicio. Arreglamos todo y distribuimos peso. La caminata inició fresca a eso de las 7am y lo primero que tuvimos que hacer fue cruzar el rÃo Guanche, amplio, y de aguas claras.
Luego pasamos por otro potrero, en donde el paisaje era exuberante, la neblina coronaba las cimas de las montañas, el verde del pasto era increÃble y estábamos en frente del cerro Pan de Azúcar.
Éste árbol Ceiba (Ceiba pentandra) es impresionante, no tanto por la altura si no por lo ancho de su tronco o base, que mide aproximadamente 6 metros y tiene más de 400 años.
Ya sudábamos y algunos fueron hasta el rÃo a lavarse el rostro para continuar caminando por senderos de helechos que nos raspaban la piel, subiendo y bajando de troncos caÃdos, putrefactos. Al borde del Guanche Ãbamos, precioso de aguas verdes y profundidades perfectas. Algunos caÃmos, otros caminaban invictos. De pronto nos encontrábamos con quebradas, charcos o pozos de lodo. La dificultad se hizo mayor cuando el terreno se tornó quebrado y fue necesario subir y bajar algunas pequeñas pendientes.
Esta sierra está conectada con Cerro Bruja, que lleva este nombre, según ciertas versiones de leyendas, donde la más conocida es que hace 30 años varias personas intentaron subir este cerro, le dieron la vuelta a la montaña y no lograron salir del lugar.
El calor agobiante de la selva, y el peso de las bolsas nos tenÃan sofocados pero a la vista estaba una pequeña caÃda de agua revoltosa en la que los guÃas nos dejaron refrescarnos por un rato. Luego avanzamos sobre la selva que a cada paso se volvÃa más espesa, de bosque muy húmero tropical; vimos heliconias, bromelias, hongos de todos los tamaños y formas, notamos árboles del dosel de hasta 20 metros o más, algunos con lianas. Llevábamos más de 3 horas caminando.
Faltaba poco para llegar a la cascada “Solangeâ€, nombre que le dieron en honor a una señora francesa que hizo esta misma expedición, con el CEI. Allà descansamos y nos metimos a la caÃda de agua pues luego de allà serÃa poco lo que faltaba para llegar al refugio.
Continuamos caminando, el cansancio era notable pero la felicidad y las ansias de llegar eran mayores, si lo que habÃamos visto hasta el momento era hermoso, lo que faltaba por ver era prometedor.
En el último tramo antes de llegar al refugio, “la cosa se puso buenaâ€, fue necesario pasar al lado de un panal de abejas, luego subirnos a un árbol algo elevado, pasar sobre este caminando de lado con tal de no caernos al vacÃo, para luego bajar a otro tronco y finalmente al suelo. Pero en poco tiempo estuvimos en el refugio, en donde desempacamos y descansamos felices por haber llegado.
Era mediodÃa, almorzamos algo ligero y armamos el camping y hamacas, cocinamos lo que serÃa la cena, que graciosamente fue demasiado creativa pues se nos olvidó la sal; y nos fuimos rumbo a buscar “El Salto de los Monosâ€, que según nuestros guÃas, se encontraba a más o menos media hora del refugio.
Nos divertimos tanto como las fuerzas nos lo permitieron, nos tomó casi una hora desde el refugio hasta el salto, pero todo habÃa valido la pena. Los guÃas instalaron una soga para subir el salto y llegar a otra poza de agua profunda en la que decidimos tirarnos. Hicimos wetrappel y clavados. El agua era verde cristalina, completamente limpia, solo de recordarlo me causa ansias de regresar. Un total fenómeno de la naturaleza.
Este parque nos sorprendió, es una maravilla. Panamá tiene lugares increÃbles, inexplorados, fenómenos naturales e indescriptibles. Para mi es imposible transmitirles todo lo que se siente ante algo de esta naturaleza pero basta incitarlos a seguir conociendo este Istmo, que aunque pequeño, guarda en lo más profundo de sus selvas lugares impresionantes.
La caminata exige muy buenas condiciones fÃsicas, es bastante lo que hay que caminar y la humedad es constante. Si deseas hacer esta travesÃa contácteme a info@enlodados.com para una próxima aventura.
En la terminal tomamos el autobús de Chame sin ningún percance. Luego de poco menos de 20 kilómetros de recorrido, llegamos a Sorá, pueblo de personas amables rodeado de belleza exuberante de montaña, con un clima casi siempre fresco y delicioso. Muy cerca de esta comunidad se encuentra el complejo de casas de campo “Altos del MarÃa†al cual para acceder es necesario poseer permiso si no eres residente.
La vista, grandiosa. Filipinas de Sorá nos recibió con salpiques verdes y azules, un lugar tranquilo, lleno de aves semilleras, y de fondo, como para matizar, el inconfundible cerro ChichibalÃ, que marca los lÃmites entre los distritos de Chame y Capira.
De ahà pasamos a la siguiente cascada luego de subir una loma imperceptible. Divisamos un salto de unos 15 metros de altura, muy hermoso y con un pilón de agua fresca y frÃa.
Estuvimos ahà hasta no muy tarde por el mismo inconveniente del transporte. Caminamos de vuelta y vimos el pickup pero se dirigÃa hacia montaña adentro, no hacia Sorá. Decidimos empezar a caminar un poco y más adelante nos encontramos con cazadores furtivos y muchos perros dispuestos a cazar.
En nuestra caminata vimos la construcción de una próxima finca Melo en el área de Filipinas, luego de subir y bajar algunas lomas, nos topamos con una hermosa serpiente Pseustes poecilonotus de más de un metro, mejor conocida como «pajarera» que cruzaba apacible la carretera de piedras y aprovechamos para sacarle algunas fotos a ese divino ejemplar.
Spilotes pullatus
Más adelante escuchamos un auto, el mismo 4×4 que habÃamos visto hace tiempo venir bajando de la montaña y aprovechamos para pedirle el “bote†hasta Sorá, que muy amablemente nos cedieron, siempre y cuando  pudieran ir guidando de las ventanas del auto pues dentro estaba repleto de gente, y asà fue como llegamos a Sorá a buena hora y felices de la aventura del dÃa.
De regreso nos bajamos en el Nanzal y aprovechamos para caminar hasta Los Cajones, otra maravilla natural del área, pero ya se hacÃa tarde y empezaba a llover, asà que decidimos dejar esta aventura para luego.
Seguimos dándonos cuenta que nunca dejaremos de recorrer Panamá y sus senderos, sus rincones escondidos que guardan secretos y leyendas. Solo basta preguntar y siempre los lugareños te van a señalar con el dedo o con la boca algún lugar perfecto a visitar.
Tomamos un bus en la Terminal de Albrook, Panamá- Colón Corredor e  increÃblemente en menos de 40 minutos estábamos en el Rey de Sabanitas, pero decidimos irnos hasta la Terminal de la ciudad de Colón para tomar el bus hacia Portobelo desde allÃ.
Dimos un paseo por las ruinas y la iglesia del cristo negro, conocimos un mono cariblanco  y caminamos hasta el puerto del Fuerte de Santiago de la Gloria (las ruinas que están en la entrada del pueblo, mirando hacia la bahÃa) donde tomamos un bote, cuyo precio  fue de 25 dólares por las dos, Evelin y yo, ida y vuelta.
Hay un espacio racional donde se puede acampar y dejar las cosas personales, no hay agua disponible. Playa Huertas es genial para hacer buceo, con mucho cuidado, pues se han visto barracudas y anguilas morenas en variadas ocasiones.
El mar es bastante tranquilo y no hay muchas olas, por lo que dificultarÃa el surf. En los alrededores hay monos aulladores, en la fauna de la playa se pueden ver pelÃcanos grandes pescando, cangrejos, peces saltadores, entre otros.
A la hora indicada nos fueron a buscar, sin minutos de retraso. Llegamos a Portobelo y pernoctamos en un restaurante al lado del puerto donde nos atendieron como reinas, con comida deliciosa y nos consiguieron que dos señores nos llevaran hasta la Ciudad de Panamá muy amablemente.