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Camino del Oleoducto, Parque Nacional Soberanía

Hace algún tiempo estuvimos por el camino del Oleoducto, o Pipeline Road como es mayormente conocido.

Con Lurys y Carlos fui a caminar este sendero ubicado en Gamboa, luego de pasar el puente principal de la localidad, a 18 kilómetros —o media hora— del centro de la ciudad de Panamá, en las riberas del Canal de Panamá, dentro del Parque Nacional Soberanía.

Fuimos temprano para poder apreciar más animales. Al llegar, nos equivocamos de camino, pero nuestra sorpresa fue mayor al encontrarnos con un antiguo búnker que data de la Segunda Guerra Mundial, escondido entre la selva. Digo “escondido” porque yo no lo noté a primera vista, pero Carlos sí.

Bunker

Una vez en el camino correcto, iniciamos lo que serí­a 2km hasta llegar a la entrada del Panamá Rainforest Discovery Center donde hay una torre para avistar aves y animales.

Un poco después de haber pasado,­ llegamos a la entrada del camino en donde de inmediato apareció un guarda parques de Anam para cobrarnos la entrada; le preguntamos si era posible pasar del límite que ellos imponen y nos dijeron que no habría problemas. El pago fue de un dólar por ser estudiantes, pero la entrada para nacionales vale 2 dólares y 3 dólares para extranjeros.

En el mapa ubicado en la entrada se indicaba que debíamos cruzar varios puentes sobre ríos, y que el recorrido hasta el río Agua Salud, donde termina el Camino del Oleoducto, era de 17 kilómetros. También decía que el tiempo estimado de caminata, ida y vuelta, era de 8 horas, con cuatro pendientes pronunciadas o de dificultad.

Notamos que, aunque el Camino del Oleoducto oficialmente termina en el río Agua Salud, el sendero continúa hasta llegar al lago Gatún. Sin embargo, para llegar hasta allá es necesario caminar muchísimo más: cerca de 26 kilómetros de ida, y lógicamente, la misma distancia de regreso.

En el mismo letrero estaban marcadas las isoyetas en el mapa, acompañadas de una leyenda que especificaba las diferentes zonas: área de ferrocarril, zona de uso para visitantes y observación de aves, y zona de conservación de la biodiversidad para investigación científica y personal autorizado.

El primer puente estaba sobre la quebrada Juan Grande, y allí vimos un letrero que marcaba los 2 kilómetros que ya habíamos recorrido. Aún se conservan los viejos letreros de INRENARE, que era el Instituto de Recursos Naturales Renovables, y que hoy día ha sido reemplazado por ANAM (Autoridad Nacional del Ambiente).

No llevábamos más de 15 minutos caminando cuando, de pronto, sobre el dosel aparecieron unos lindos tucanes de Swainson (Ramphastos swainsonii), que con su particular canto dejaban claro que eran los dueños del lugar. Algo gracioso —y trágico a la vez— es que muchas personas creen que los tucanes solo son aves bonitas y coloridas, pero la verdad es que son depredadores: se alimentan de huevos y pichones de otras aves. Pero bueno, así es la naturaleza. Lo cierto es que los tucanes, sin duda, son aves hermosas.

Tucan de Swainson
Batará lineado

Al seguir caminando, vimos unas bonitas bancas de madera a un lado del camino, y poco después apareció otro puente, esta vez sobre el río Frijolito, que indicaba que habíamos recorrido 4.1 kilómetros.

Nos encontramos con unas jóvenes que iban en bicicleta, pero se bajaron en una pendiente y continuaron caminando con la bicicleta en andas. De pronto escuchamos el bullicio de un Hormiguerito alipunteado (Microrhopias quixensis). Avanzamos un poco más, y el canto de otra ave llamó nuestra atención. Nos asomamos a un lado del sendero para intentar identificarlos, mirando hacia la parte alta de los árboles, pero fue Lurys quien los vio primero en la parte baja del bosque, casi al nivel del suelo. Estaban muy tranquilos, jugando y dejándose fotografiar. Eran varias parejas de Batará lineado (Cymbilaimus lineatus).

Un rato después, el camino se volvió un poco más cerrado. Las orillas parecían podadas, y en la parte superior florecían centenares de la llamativa “flor de labios ardientes” (Psychotria). Del otro lado del sendero me llamó la atención una flor grande y amarilla, parecida a un Costus; también vimos más heliconias y unas flores que parecían piñuelas.

Otro puente, esta vez sobre el río Frijoles, nos indicaba que estábamos a 4.6 kilómetros de recorrido. El río tenía un color chocolate, quizás por las recientes lluvias, y se dividía en dos corrientes. En este punto vimos, por primera vez, la inmensa tubería del Oleoducto.

Se dice que este camino fue construido durante la Segunda Guerra Mundial por soldados de los Estados Unidos, con el propósito de dar mantenimiento a un oleoducto por el cual se planeaba transportar petróleo en caso de un bombardeo al Canal de Panamá. Aunque la infraestructura nunca llegó a usarse para ese fin, el ejército estadounidense continuó dando mantenimiento a la carretera hasta pocos años antes de retirar sus tropas del país.

Avanzamos unos minutos más y llegamos al puente del río La Seda, a 4.9 kilómetros del inicio. A un lado del camino encontramos un arbusto con frutas rojas parecidas a pequeñas manzanas; especulamos si serían comestibles o venenosas.

Poco después, tuvimos un encuentro espectacular: un hermoso trogón gorginegro (Trogon rufus) estaba posado sobre una rama justo frente a nosotros. Aprovechamos para tomarle varias fotos. El ave parecía convencida de que no la habíamos visto, pues no se movió en absoluto mientras seguíamos nuestro camino.

Unos pasos más adelante, me adelanté un poco y noté una ave pequeña que no pude identificar de inmediato. Al levantar la cámara y enfocar, me emocioné al descubrir que era un saltarín coroniceleste (Pipra coronata), una de mis aves favoritas. Sin embargo, el sonido del disparo de la cámara lo asustó y se fue volando. No lo volví a ver.

En el suelo, una hoja saltó de pronto y resultó ser un sapito del bosque (Rhinella alata), perfectamente camuflado con la hojarasca. Vimos muchos durante el trayecto, incluso tomamos algunos en la mano para observarlos de cerca.

Entre heliconias y vegetación espesa llegamos al río Limbo, donde un letrero de ANAM advertía que ese era el límite de visitas autorizadas. Como habíamos avisado al guarda parques, decidimos continuar hasta donde nos fuera posible. El aviso también mencionaba que más adelante se desarrollaban proyectos de conservación, como el de la reintroducción del águila harpía (Harpia harpyja), ave nacional de Panamá. Ver una hubiese sido un sueño.

Durante buena parte del recorrido habíamos escuchado a lo lejos a los monos aulladores, pero no los habíamos visto. Fue justo después del río Limbo cuando, entre los árboles, distinguimos a uno que nos advertía su presencia y luego se ocultaba entre las ramas. Pronto descubrimos que era una familia completa de monos aulladores (Alouatta palliata), descansando y alimentándose en la copa de los árboles.

Mono Aullador

Avanzamos con los sentidos agudizados. Llamé a Carlos para que viera un enorme grillo posado sobre una rama, pero él insistía en que era una mantis religiosa. Tras una breve discusión, nos dimos cuenta de que ambos teníamos razón: sobre una hoja estaba el grillo, y sobre otra, una mantis religiosa inmóvil que parecía observarnos fijamente.

De pronto, Lurys quedó petrificada. Al preguntarle qué le pasaba, vimos que una oruga cubierta de pelos caminaba lentamente sobre su brazo, luego sobre su hombro y cuello. Ella seguía inmóvil mientras nosotros, sin perder la oportunidad, intentábamos sacarle la mejor foto. Finalmente, tomamos la oruga con cuidado y la colocamos sobre una hoja cercana.

Más adelante, notamos un trillo y Carlos nos retó a entrar. Lo hicimos sin pensarlo mucho. Comenzamos a ver carriolas tiradas en el suelo, y más adelante lo que parecían ser llaves de agua oxidadas. Caminamos un poco más y encontramos la estructura de una casa abandonada, con varios cuartos y hasta un mueble de cocina, perforado por impactos de bala. También había un barril, varillas y alambres en las esquinas. El bosque había comenzado a tragarse por completo el lugar.

Seguimos el sendero que llegaba hasta una quebrada y, sobre una rama a un lado, estaba posado un anolis que intentaba mimetizarse. Lurys y yo nos quedamos allí lavándonos las manos mientras Carlos siguió el sendero y me llamó para mostrarme una garza tigre (Tigrisoma lineatum), que caminaba pacientemente sin notar nuestra presencia, pero al percibirnos, alzó vuelo.

Garza Tigre

Regresamos al camino original y nos topamos con unos científicos que realizaban estudios en el área. Avanzamos, me adelanté un poco y al ver frente a mí una inmensa telaraña busqué a la araña. En ese preciso instante cayó una abeja en la red y una araña gigante y peluda saltó casi de inmediato y se la llevó a una hoja-escondite, donde seguramente la devoró.

Entretenidos observábamos todo lo que se movía cuando, de pronto, Lurys susurró: “miraaaa”. Al fijarnos, vimos un hermoso oso hormiguero (Tamandua mexicana) que cruzaba el camino con calma e ingresaba al bosque. Logramos alcanzarlo y tomarle algunas fotos, aunque él no parecía muy contento y nos mostró sus garritas. Fue muy emocionante, jamás habíamos visto uno en su estado natural.

Oso Hormiguero

Unas mariposas posaban demasiado tranquilas sobre una rama, en perfecta simetría. Discutimos si eran reales o si alguien las había colocado allí como broma. Sin más, tomamos una de ellas y descubrimos que estaban hechas de masilla e hilos, cuidadosamente enganchadas en los árboles.

Más adelante, nos encontramos con las dos biólogas que habíamos visto pasar antes. Nos explicaron que eran parte de un proyecto sobre depredación, en el que colocaban mariposas falsas para observar cuánto tiempo tardaban en desaparecer, y así estudiar los depredadores del área.

Íbamos ya por Loma Badiola, una pendiente bastante pronunciada. Recordé que alguna vez escuché:
“Por los predios de Loma Badiola, un águila harpía atacó a un ciclista y le hirió los hombros al intentar llevárselo.”
Entonces, era cierto lo de la reintroducción del águila harpía en la zona.

Llegamos al puente sobre el río Mendoza, a 8.8 kilómetros del inicio. Habíamos caminado bastante. Cada puente estaba más deteriorado que el anterior. Luego de seguir caminando y cruzar varias pendientes empinadas, alcanzamos el puente sobre el río Sirystes, a los 9.5 kilómetros.

Otro tucán daba saltitos sobre un árbol Nazareno, mientras el hambre nos atacaba. Nos detuvimos a merendar y tomar agua, ya que pensábamos seguir caminando un poco más. Avanzábamos, subíamos lomas que parecían no terminar, siempre acompañados por una mariposa Morpho, o quizás varias, pues vimos muchísimas.

Después de un buen rato subiendo una loma, decidimos detenernos. Descansamos un poco y luego emprendimos el regreso, ya que no podíamos quedarnos mucho más —corríamos el riesgo de volver de noche. Habíamos caminado casi 12 kilómetros, y nos faltó poco para llegar al río Macho y luego al Agua Salud, que hubiesen completado los 17 km.

Carlos siguió un rato más el camino, pero regresó pronto diciendo que todo seguía igual y no se veían puentes.

Nos comimos casi todo lo que nos quedaba y emprendimos el regreso, como se dice en buen panameño: “a balazo”. Mi rodilla derecha empezó a fallar, y en los descensos sentí molestias.

En el puente sobre el río Frijoles nos encontramos con un ave Momoto Rufo (Baryphthengus martii). Antes de las 4:30 p.m. ya habíamos salido del Camino del Oleoducto.

Este sendero es uno de los mejores sitios de Panamá —y del mundo— para la observación de aves. También destaca por su historia, que se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Cada año se realiza aquí el conteo navideño de aves organizado por la Sociedad Audubon. En 1996, en un solo día, se censaron 525 especies de aves, un verdadero récord mundial.

En el Parque Nacional Soberanía viven 105 especies de mamíferos, como el venado (Odocoileus virginianus), ñeque (Dasyprocta punctata), varios tipos de monos, mapache (Procyon lotor), gato solo, manadas de saínos (Tayassu tajacu), y hasta jaguares (Panthera onca). También hay 79 especies de reptiles, 55 de anfibios, 36 peces de agua dulce como el sábalo pipón (Brycon petrosum) y el barbudo (Rhandia magnesi), además de más de 1,300 especies de plantas. En ciertas épocas del año, es posible incluso escuchar al jaguar cerca del Discovery Center.

Este sendero es apto para personas de todas las edades hasta el río Limbo; a partir de allí, es necesario tener buenas condiciones físicas para continuar. Es muy importante llevar suficiente agua y comida, así como repelente para mosquitos, y también es buena idea llevar un capote, ya que esta es una zona de bosque lluvioso. Es indispensable usar zapatillas cómodas o, en época lluviosa, botas de caucho.

El camino está abierto al público todos los días, de 6:00 a.m. a 4:00 p.m.

La ANAM limita el acceso de automóviles por seguridad, ya que algunos puentes están deteriorados. Solo se permite la entrada a las camionetas del Instituto Smithsonian y del Fondo Peregrino. El resto de los visitantes debe recorrerlo a pie. La mayor parte del sendero se encuentra dentro del Parque Nacional Soberanía, y las autoridades lo utilizan también para patrullar esta área protegida.

Cerca y hermoso. Buscar a los animales en su hábitat natural suele ser más emocionante que verlos enjaulados. La naturaleza nos da sorpresas increíbles. Muchas veces recorremos largas distancias para ver ciertas especies, sin saber que, muy cerca, tenemos un paraíso forestal lleno de vida.

El Parque Nacional Soberanía es el más cercano a la ciudad de Panamá, y con solo activar los sentidos, es fácil encontrarse con una gran variedad de animales.

Acceso general al parque y Camino del Oleoducto (Pipeline Road)

Según las autoridades del parque:

  • Extranjeros: B/. 5.00
  • Panameños: B/. 3.00
  • Estudiantes nacionales: B/. 1.00
  • Jubilados: B/. 1.50

Estos precios corresponden al permiso general para ingresar y recorrer los senderos, incluido el Camino del Oleoducto.


Rainforest Discovery Center (torre de observación)

El centro privado ubicado junto a la entrada del Pipeline Road cobra entrada adicional:

  • Extranjeros: aprox. $20
  • Panameños (tasas nacionales reducidas pueden estar disponibles)

En resumen:

ConceptoPrecio
Permiso del Parque Nacional Soberanía (Pipeline Road)Extranjeros: B/. 5.00<br>Nacionales: B/. 3.00<br>Estudiantes: B/. 1.00<br>Jubilados: B/. 1.50
Entrada al Rainforest Discovery Center (opcional)~ USD 20 (por persona apertura)<br>Tarifa nacional puede ser menor

Detalles útiles:

  • El Camino del Oleoducto forma parte del parque y no requiere entradas adicionales más allá del permiso general
  • Si deseas subir a la torre de observación, usar los senderos y áreas del centro de visitantes privado, deberás pagar costo adicional pipelineroad.org.
  • Algunos visitantes han reportado beneficios en tarifas por ser nacionales o negociar directamente en taquilla