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Guabas Arriba de Antón, Coclé. Cascada Los Pintos.

¡Hasta que al fin conocí Antón! La tierra en la que son expertos haciendo todas esas golosinas que nos atragantamos cada vez que vamos al interior.

Y fue en Carnavales, esa época en que medio Panamá está en jolgorio y el resto en las playas. Sinceramente, ni me acordé de la famosa fecha estando en este lugar tan tranquilo.

Nos fuimos en transporte público desde la Terminal de Albrook hacia Antón, y luego tomamos una “chiva” hacia Guabas Arriba.

El paisaje se tornó árido, el sol trepidaba, y la chiva levantaba el polvo de la carretera de tierra (2012). Antón pertenece a lo que conocemos como el Arco Seco y posee características de sabana tropical.

Dos de nuestros acompañantes en el transporte comentaban sobre múltiples apariciones en Antón; hablaban del chivato, toros de ojos rojos, animales extraños, etc.

Una vez llegamos a una intersección del camino, nos bajamos, no sin antes recibir una advertencia del conductor de que en el chorro había una “serpiente gigantesca con cabeza de perro”. Seguimos caminando hasta llegar a la casa. Encontramos algo parecido a una lona y la extendimos sobre la hierba afuera de la casa, para recostarnos y relajarnos con la suave brisa del lugar, proveniente de las montañas lejanas de Coclé.

A la mañana siguiente fuimos a recorrer el lugar: vimos las cosechas, algunas casas de barro pintorescamente adornadas, trapiches para hacer raspadura, árboles de caracucha, cuipo (Cavanillesia platanifolia), arbustos de saril (Hibiscus sabdariffa), muchas flores silvestres, etc.

Caminamos hasta el río La Estancia, que no presenta niveles de contaminación y del que sobresalen formaciones de rocas muy interesantes. Lo cruzamos y avanzamos por una ladera. Nos topamos con sembradíos de piña; a lo lejos, las montañas de la cordillera saludaban. Seguimos al señor Anselmo, avanzando por senderos, y en uno de ellos nos topamos con varias aves saltarines (Chiroxiphia lanceolata).

De pronto estuvimos frente a un río calmado, desde el que bajaba un chorro de agua con fuerza. Se conoce como El Chorro Los Pintos, de aproximadamente 15 metros en su parte más alta. Lo primero que me vino a la cabeza fue aquel mito de la serpiente gigantesca, y nos reímos de aquello, pero un misterio nos rondaba.

Bajamos hasta quedar frente al magnífico chorro en el que dicen que hay una roca sobre la cual, si te posas, el agua te pasa por encima de la cabeza. Tiempo después de haber visitado este chorro, supe por otra persona de Antón que existe una leyenda que dice que en el chorro hay una cueva donde habita “el chivato”. La verdad, ahora eso me causa gracia, pues es un lugar verdaderamente hermoso y muy chévere para pasar un rato placentero.

En vez de regresar por donde vinimos, tomamos una decisión contraria —y acertada—: regresamos por el río, corriente abajo, caminando por sus laderas e incluso adentrándonos en el agua, ya que era necesario hacerlo. El río La Estancia es un afluente del río Antón; aquí, la cordillera está cerca de la costa, por lo que los ríos son cortos y rápidos.

De regreso a casa —repito— ¡la cena fue excelente! Cabe destacar que, cerca de las casas, es fácil ver aves como el pájaro carpintero lineado (Dryocopus lineatus) o la urraca pechinegra (Cyanocorax affinis).

Aquella noche cumplimos con el ritual de ver las estrellas, no sin antes asegurarnos de tener algo con qué arroparnos, porque la brisa y el frío eran intensos. Nos maravillamos al ver “estrellas” que se desplazaban por todo el cielo, enterándonos después de que probablemente se trataba de satélites… o basura espacial.

Al día siguiente fui a conocer el río Las Guabas, más tranquilo y angosto. Es también donde se encuentra la toma de agua que distribuye el suministro a la comunidad, durante las primeras horas del día y en la tarde.