Hace poco visite junto a un grupo de amigas, una isla que venía rondando en mi cabeza hace muchos años, ya que mi abuela paterna vivió su infancia allí: Otoque.
Salimos temprano rumbo a Punta Chame, donde comenzamos el día con un delicioso desayuno en un restaurante frente al mar. Esta zona siempre me resulta muy curiosa: destaca por sus vibrantes colores en los locales, la variedad de restaurantes y hostales, y, por supuesto, la impresionante vista que ofrece del lado Pacífico y de las montañas del Parque Nacional Altos de Campana.
Mientras saboreábamos el café, Mateo ya estaba preparando la lancha. Todo indicaba que nos esperaba un gran día.



Subimos a la lancha con un mar tranquilo, bordeando la punta para luego dirigirnos a Otoque. El paseo es genial. El mar profundo y azul eléctrico.
Llegamos a la isla tan temprano que no había nadie a la vista. Las olas golpeaban con fuerza a esa hora de la mañana mientras nos acercábamos a la costa. Desde la lancha, los colores del pueblo de Otoque Occidente resaltaban entre el paisaje. Nuestro guía y lanchero, Mateo, nos explicó que en este lado de la isla vive, en su mayoría, gente mayor o descendientes de los primeros pobladores. Es un lugar muy tranquilo.
Al salir de Otoque Occidente, continuamos el recorrido bordeando la costa en dirección a Isla Boná. En el camino, recordé la lucha ambientalista de hace algunos años por la protección de este lugar, hogar de los piqueros de patas azules. Se lo mencioné a Mateo, sin imaginar que tendríamos la suerte de verlos. Él soltó una risa al escucharme y, con una sonrisa confiada, me dijo: “Claro que los veremos”.


Y ocurrió de inmediato. Al llegar a Boná —esa gran isla de piedra— comenzamos a avistar enormes tijeretas o fragatas magníficas (Fregata magnificens) en pleno cortejo, junto a los famosos piqueros de patas azules (Sula nebouxii) por doquier. Todo ello sin olvidar a los clásicos piqueros pardos (Sula leucogaster).
Fue un sueño hecho realidad: observar a estos animales en reproducción, con esas patas azules brillantes de los machos, sus curiosos rituales de apareamiento y decenas de ejemplares repartidos por toda la isla.
Boná estuvo en peligro hace algunos años, cuando la Alcaldía de Taboga —entonces bajo la administración de Ramón Ramos— firmó un contrato de arrendamiento con la empresa Bona Pacific Corp. para la construcción de un proyecto de almacenamiento y despacho de combustible y derivados del petróleo.
Frente a esta amenaza, grupos ambientalistas panameños alzaron la voz y emprendieron una intensa lucha para proteger el área. Gracias a sus esfuerzos, las islas Boná, Estivá e islotes aledaños, ubicados en el Golfo de Panamá, distrito de Taboga, fueron finalmente declarados como Áreas Protegidas por el Ministerio de Ambiente (MiAMBIENTE).
En la resolución firmada por el ministro Milciades Concepción, se establece que el objetivo del Refugio de Vida Silvestre Isla Boná es conservar, proteger y restaurar los ecosistemas terrestres y marinos dentro de sus límites, como hábitats clave de aves marinas, comunidades coralinas, peces y cetáceos.
Bordeando la isla, nos sorprendió un túnel natural formado en la roca, por el que atraviesa el mar. Desde ahí, se podía observar la salida del agua y, a lo lejos, hermosas playas de arena blanca que enmarcan esta joya natural.



Luego, Mateo nos llevó a conocer algunas zonas de la isla que en su momento fueron utilizadas para la extracción de arena negra y blanca. Hoy en día, estas áreas conservan vestigios de esa actividad: grandes estructuras abandonadas, grúas oxidadas, torres de observación, enormes tubos que desembocan en el mar, y restos de tuberías y piezas de hierro que evocan un pasado industrial casi olvidado.
Más adelante, nos acercamos a Otoque Oriente, un poblado con aproximadamente 1,200 habitantes, en su mayoría pescadores artesanales y pequeños agricultores. Está conformado por tres sectores: Tatalao, El Puerto y Carate. Otoque Oriente destaca por su colorido y su iglesia de arquitectura colonial, que resalta como un punto emblemático visible desde la costa. También llama la atención su muelle, completamente abandonado, que parece contar historias de un tiempo más activo.


Varias veces nos topamos con personas que iban en cayuco, en la faena diaria, no muy lejos de la costa.
Antes de la llegada de los conquistadores españoles a comienzos del siglo XVI, esta región y sus alrededores estaban habitados pacíficamente por pueblos indígenas. Caciques como Careta, Tatalao y Estivá lucharon con valentía en tierra firme, liderando a sus comunidades en una feroz resistencia que causó a los españoles importantes pérdidas en embarcaciones y soldados.
Sin embargo, la devastación de los pueblos originarios fue tan severa que fue necesario repoblar la zona con indígenas traídos desde Centroamérica, la actual Colombia y el Caribe. Muchos de estos llegaron a Otoque procedentes de Cubagua. A pesar de los esfuerzos de las nuevas leyes españolas de la época por proteger a los indígenas, las epidemias, los castigos y los ataques provocaron casi su desaparición total en esta zona.
Otoque también fue escenario de algunas de las primeras exploraciones españolas en el continente, realizadas por figuras como Pizarro, Gaspar de Espinoza y Pedrarias. Más tarde, en la isla se fundaron dos poblados, separados por el cerro central: Otoque Occidente y Otoque Oriente. Con el tiempo, Otoque Oriente creció más en términos económicos, poblacionales y educativos.
Históricamente, entre ambas comunidades han existido rivalidades marcadas por diferencias económicas, raciales y de acceso a la educación. Afortunadamente, en los últimos años estas tensiones han disminuido notablemente. Aunque aún persisten ciertas puyas entre los poblados, ya no representan un motivo de preocupación.
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De ahí, Mateo nos llevó a una playa amplia, de arena blanca y agua turquesa. Nos ofreció equipo de snorkel y cervezas muy frías. El sol era trepidante y aprovechamos para escalar una isleta y también hacer snorkel. Vimos variados peces coloridos, entre esos un hermoso pargo dorado.





Las chicas se divirtieron amarradas a una tabla de bodyboard sobre las olas, una modalidad parecida al wakeboard. Luego le pedí a Mateo llevarnos a otro sitio a hacer snorkel pero vimos poco. Por supuesto, esto depende de la temporada, de hecho entre julio y octubre es común ver cetáceos.
Llegamos a Punta Chame con esta excelente experiencia y con ganas de regresar. Importante recalcar que en la Punta es fácil conseguir almuerzo, existen variados locales con todo tipo de precios.



En Otoque también se realiza pesca deportiva y de arpón. El Océano Pacífico es fuerte y hermoso, sus paradisíacas islas y su cercanía se convierten en un lugar que no debes dejar de conocer.
Recomendaciones:
- Solo sube a la lancha si tienen salvavidas. Aquí sólo pueden ser 6 personas por lancha.
- No olvides el bloqueador solar.
- Zapatos de agua.
- Lleva agua o bebidas rehidratantes
- Lleva snacks o algo ligero de comer.
Si deseas hacer el mismo trip que nosotros, contacta a Abraham Mateo; es un excelente guía, conoce el Área como nadie, datos curiosos muy buenos, historia y es un excelente lanchero. Whatsapp 6217-7302 previa cita y abono.