
A las 8:00p.m. Arrancó el bus desde la Terminal de Albrook hacia Bocas del Toro, 10 horas de viaje frÃas o mas bien congeladas y solo acompañada por un abrigo y mis propias ideas. Lo que me complacÃa era pensar que en pocas horas verÃa a mamá, después de varios meses, la felicidad me embargaba más por ello, que por el destino. Ella es profesora de difÃcil acceso.
Hace poco habÃa sido victima de un robo, asà que habÃa perdido mi cédula., mi otra preocupación era, que al llegar a la garita, pasara algo por no poseer la identificación.
El guardia entro al bus, mandó prender las luces y alertaron de despertarnos todos y sacar nuestras identificaciones, habÃa algunos extranjeros, sobre todo norteamericanos, lo que hizo que él se concentrase en ellos. Saque mi viejo carné de seguro social, el carné de la universidad, incluso también mis fichas de seguro…me sentÃa algo nerviosa. Me hice la dormida, el guardia me toco el hombro, le mostré mi mano…me dijo OK, y se marchó. Lo que vio fue la parte trasera de mi carné de seguro social. Uff, que alivio.
Trate de dormir, pero con el frÃo incesante me fue imposible, me dedique a mirar las estrellas y en tiempos, cerraba los ojos. En un momento el bus empezó a hacer que cabeceara, daba seguidos frenazos, lo que hizo que me despertara completamente y prestara atención, trate de recordar la carretera en mi última visita a esta provincia, hermosa la vista.

A las 6 casi en punto llegué a Almirante, seguà las indicaciones de mi mamá y tome un taxi donde me dejó el bus diciéndole que me llevara a Bocas Marine: una de las piqueras de taxis – lanchas.
Allà vi que dos de mis acompañantes extranjeros del bus iban también para Isla Colón y se unieron a mi, pensando que yo sabÃa más que ellos.
El cielo era rosado viejo mañanero, a lo lejos, se veÃan caserÃos, aves marinas, el agua mojaba mis maletas y mi rostro, en la lancha también iban personas a trabajar, con saco y corbata, asà mismo como en cualquier autobús de la ciudad.
Al llegar me despedà de mis compañeros canadienses y seguà mi camino, llamé a mi mamá y ella estaba a la vuelta. Le di un gran abrazo y entonces miré a los alrededores la belleza del lugar.
Hoteles, hoteles, hoteles, supermercados pintorescos, edificios públicos incrustados en el mar, el agua verde esmeralda, al fondo de donde me dejo la lancha, se veÃan las estrellas de mar y diferentes peces.
Desayuné en una fonda de las pocas que quedan en la isla, y fuimos a la residencia. Mi mamá se fue a trabajar y yo descansé del viaje hasta cuando ella regresase.
Salimos a dar una vuelta por el pueblo, ella me mostró los lugares de más interés, la iglesia, restaurantes, bares, pizzerÃas, heladerÃas, el Banco Nacional, mucho más bonito que algunos en la ciudad. Fuimos al antiguo muelle donde vi un ferry por primera vez en mi vida: llevaba basura, cajetas de comida, bajaban carros, etc.

Ciertamente pude notar la presencia extranjera en el lugar y podrÃa asegurar que habÃan muchos mas forasteros que panameños. Entré a un supermercado pues me dio algo de sed y fue entonces que recordé la fama que tiene la isla de ser cara. La botellita me salio nada mas y nada menos que en 1.50 USD. No quise imaginar a cuanto estaba en los restaurantes.
Caminé hasta la piquera de taxis marinos y me senté un rato comiéndome un helado mientras leÃa y mi mamá ya habÃa regresado a la residencia, algún extranjero se sentó a mi lado y me hizo conversa, en Isla Colón todo el mundo es amigo. Después llego un nativo y entabló conversación con el extranjero y la verdad es que no pude entender nada, cortésmente le pregunte de donde nació su idioma y el me contó que su idioma es el Guari Guari y aun no esta verificada como una lengua oficial, básicamente se habla solo en Bocas del Toro y se trata de una lengua hibrida entre el inglés y el español con elementos de la lengua de los indÃgenas guaimÃ.
En Isla Colón puedes ver desde gallinas y perros correteando en calles sin pavimentar, hasta cajeros automáticos y tiendas de artÃculos para el surf en cada esquina.
Ese dÃa disfruté de lo que es el centro de la Isla, cómodo y placentero, ya en la noche me fui al bar Wari Wari a tomarme algo y disfrutar del paisaje y el pasar de las personas.
Al dÃa siguiente me quedé en casa, camine por el pueblo, entre otras cosas. Andaba sola asà que no me atrevà a llegar muy lejos; pero el siguiente dÃa no soporte y tomé un bus y me fui a dar un paseo por la Playa de Boca de Drago. En el camino, vi las casas de los indÃgenas, abandonadas en la miseria y llenas de niños con caras mustias, del bus se bajaron unos 10 indÃgenas que iban a trabajar en los diferentes sitios turÃsticos de la isla. Los autobuses se toman en el parque central y demora alrededor de una hora llegar a Boca del Drago.

Después de pasar por una carretera que bordea la isla, llegué a Boca de Drago. Es el punto del archipiélago más cercano a tierra firme, con varias pequeñas playas y senderos arbolados. Cuando Cristóbal Colón arribó a Panamá desde Costa Rica, el primer lugar que el visitó fue Bocas del Drago, entrando por la que hoy es conocida como la BahÃa de Almirante (Caribaró para los indÃgenas), por el canal que separa la isla Colón de tierra firme.
Analicé el mar, hice auto fotos. Este lugar se aprovecha al máximo, es una de esas playas en donde ves el fondo de lo lejos, color verdoso claro, en donde los destellos del sol te hacen ver aún más sereno el océano, arena dorada, arrecifes donde poder disfrutar del snorkel o el buceo, y un lindo restaurante donde poder disfrutar de platos caribeños.
Allà llegaron varios tours en lanchas de las cuales se bajaban extranjeros a la playa y se ubicaban a tomar el sol o a leer, vi a muy pocos bañarse.
El hospedaje en la isla es generalmente simple y natural. No hay ningún edificio alto de cemento aquÃ. La arquitectura caribeña de su capital es lo primero que se nota al arribar, siendo una parte importante de nuestra cultura. El énfasis está en la naturaleza y la vida en concordia con la tierra. La comida es sencilla, pero abundante y la vida nocturna es relajada y generalmente consiste en mirar la puesta del sol y disfrutar de una cena sustancial o tomarte algunos tragos en los bares de surfers.
Bocas del Toro no es para todo el mundo. La gente amante de resorts sin duda se aburrirá de la vida nocturna tranquila y los hoteles sin servicios extra. Sin embargo, si está buscando algo diferente, un lugar que ofrece belleza natural, un estilo de vida serena y cortes, vida salvaje y deportes acuáticos sensacionales. Bocas podrÃa ser ese lugar para ti.
Ya de regreso a la ciudad, salimos mamá y yo a eso de las 3 de la tarde de la isla, a esa hora no hay buses que vayan directo a la ciudad, asà que un señor muy amable se ofreció a llevarnos hasta David, ChiriquÃ, un viaje de mas o menos 4 horas, repleto de bellos paisajes, precipicios por los cuales comprendà los frenazos del bus cuatro noches antes, la carretera hacia Bocas del Toro estaba llena de derrumbes y calles por la mitad, tubos inmensos fuera de lugar, hasta algo de miedo me dio.
El señor nos llevo a la comunidad de Miramar donde nos tomamos unas bonitas fotos en la costa. El bosque en la carretera es hermoso, frió y tupido, grandes elevaciones de cerros, hermosos rÃos y claro está, la razón es que pasábamos por la Cordillera Central. En el camino también está la Represa la Fortuna donde se puede disfrutar del bello paisaje. Llegamos a David y tomamos un bus a la ciudad.
Bocas del Toro es, definitivamente, uno de esos lugares mágicos de nuestro paÃs a los que cualquier panameño deberá ir aunque sea una sola vez en su vida.
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