Todo panameño ha escuchado hablar de Playa Veracruz, y puedo apostar que no siempre han sido buenos comentarios.
Veracruz es un pueblo originalmente pesquero fundado a finales del siglo XIX y que por mucho tiempo ha sido considerado un sitio cercano a la pobreza, hundido en la violencia de bandas rivales y falta de cultura de recolección de desechos. Fuertemente marcada por el crecimiento espontáneo y el precarismo.
Confieso que visité esta playa con frecuencia durante mi niñez, y recientemente he retomado la costumbre en mi vida adulta. Cada vez que regreso, no puedo evitar pensar en el gran potencial turístico que posee, aunque aún no ha sido completamente impulsado ni aprovechado.
Veracruz podría convertirse en la verdadera playa de la Ciudad de Panamá, gracias a su cercanía, accesos convenientes y su proximidad a zonas comerciales como Panamá Pacífico. Además, está rodeada de belleza natural y ofrece escenarios únicos: vistas al Canal de Panamá y sus imponentes buques, la Calzada de Amador, el BioMuseo, el Puente de las Américas visto desde abajo, el Cerro Cabra en Arraiján, y una sorprendente biodiversidad que muchos desconocen.
Hace más de 20 años, Veracruz contaba con dos playas muy populares: Kobbe y Farfán. Lo sé de primera mano, ya que soy oriunda de Arraiján, al igual que toda mi familia. En la actualidad, Kobbe es parte de un complejo hotelero de lujo que restringe el acceso a la playa, a pesar de que la Constitución establece que “las playas, el mar territorial, los puertos, esteros, entre otros, son bienes de aprovechamiento libre y común”.
De hecho, la Resolución 234 del 16 de agosto de 2005, emitida por el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (MIVIOT), establece la obligación de incluir servidumbres de acceso público de al menos 12 metros en proyectos de urbanización colindantes con playas.
Por su parte, Farfán forma parte de la antigua Zona del Canal, antes controlada por el ejército de los Estados Unidos y que fue revertida a Panamá a finales de 1999. Desde entonces, el desarrollo urbano y comercial ha ejercido una gran presión sobre estas zonas costeras, afectando el libre acceso a playas como Kobbe.
Actualmente, el pueblo de Veracruz cuenta con una variada oferta gastronómica frente al mar: restaurantes, discotecas y bares que son los principales atractivos para los visitantes. Sin embargo, la playa en sí permanece en gran parte desolada durante el día y carece de servicios. Aun así, los fines de semana recibe más visitantes, y con el paso del tiempo se ha vuelto más segura, gracias a la presencia constante de patrullas policiales.
Cada vez más personas se acercan a esta tranquila playa para practicar deportes como paddle surf, kayak y vóleibol. La serenidad del lugar y su conexión con la naturaleza lo hacen ideal para actividades al aire libre.
Lamentablemente, el problema de la recolección de desechos persiste, y no es raro encontrar basura en la orilla. En varias ocasiones hemos pasado tardes enteras recogiendo botellas, latas, chancletas y otros residuos. Es una situación que entristece, pero también nos impulsa a actuar con conciencia y responsabilidad.
A pesar de ello, la playa ofrece rincones fascinantes. Hemos caminado a lo largo de la costa hasta llegar al estero, una salida de agua dulce rodeada de formaciones rocosas muy peculiares. Cuando baja la marea, se forma una especie de calzada de arena que permite llegar a una pequeña isleta cercana. Sin embargo, ¡mucho cuidado! La marea puede subir en cualquier momento y es importante no confiarse.
Uno de los detalles más sorprendentes de esta playa es que, mientras te estás bañando, los aviones pasan justo sobre tu cabeza rumbo al aeropuerto de Howard. ¡Es simplemente impresionante! Es curioso cómo solemos admirar estos espectáculos en otros países, sin darnos cuenta de que también suceden aquí, en nuestro propio Panamá.
Cada vez más personas se acercan a esta tranquila playa para practicar deportes como paddle surf, kayak y vóleibol. La serenidad del entorno y su conexión con la naturaleza la convierten en un lugar ideal para disfrutar actividades al aire libre.
Sin embargo, el problema de la recolección de desechos aún persiste, y no es raro encontrar basura en la orilla. En varias ocasiones hemos pasado tardes enteras recogiendo botellas, latas, chancletas y otros residuos. Es una situación que entristece, pero también nos motiva a actuar con más conciencia y responsabilidad.
A pesar de esto, la playa guarda rincones fascinantes. Hemos caminado a lo largo de la costa hasta llegar al estero, una salida de agua dulce rodeada de formaciones rocosas muy singulares. Cuando baja la marea, se forma una especie de calzada de arena que permite llegar a una pequeña isleta cercana. ¡Pero mucho cuidado! La marea puede subir en cualquier momento, y es importante no confiarse.
Uno de los detalles más sorprendentes de esta playa es que, mientras te estás bañando, los aviones pasan justo sobre tu cabeza rumbo al Aeropuerto de Howard. ¡Es simplemente impresionante! Resulta curioso cómo admiramos este tipo de espectáculos en otros países, sin darnos cuenta de que también ocurren aquí, en nuestro propio Panamá.