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El Antiguo Camino Real, Parque Nacional Chagres

Camino Real del lado del Lago Alajuela, dentro del Parque Nacional Chagres.

Confieso que nunca posteo los lugares que visito como giras de campo en la Universidad, pues uno nunca termina enterándose de cómo llegó al lugar, a partir de qué contactos, ni cuanto fue en realidad el costo, entre otras cosas; pero hace algún tiempo visité parte del Antiguo Camino Real junto con la excelente profesora de historia de Panamá, Edilsa Agudo y ella muy amable me cedió toda la información pues es realmente interesante para cualquier panameño visitar parte de este camino histórico del que muy poco se conoce.

Iniciamos nuestro recorrido muy temprano, encontrándonos con el investigador Christian Strassnig, quien sería nuestro guía y quien lleva a cabo un proyecto de turismo, arqueología y desarrollo sostenible en áreas aledañas al Camino Real que empezó en mayo de 2008, y que pretende rastrear, georreferenciar y hacer prospecciones exploratorias del curso de esta ruta.

Es casi seguro escuchar hablar del Camino de Cruces o saber algo al respecto pero comúnmente no sabemos de qué se trata del Camino Real. Bueno, éste fue construido mucho antes del Camino de Cruces casi para cumplir la misma función: comunicar Atlántico con Pacífico por medio de una vía terrestre entre la ciudad de Panamá, en el lado Pacífico del istmo, y Nombre de Dios y Portobelo, en el Atlántico. Fueron los españoles quienes iniciaron esta ruta en el siglo XVI, para su propio beneficio ya que así abastecían de artículos europeos los mercados americanos y enviaban a España los metales más preciosos procedentes del Perú.

Mientras esperábamos nuestra piragua y nos poníamos los chalecos salvavidas, llegaron al puerto de Nuevo Vigía dos individuos con una boa inmensa tratando de venderla al mejor postor, nos dio mucha lástima y vergüenza pues estaba maltratada y con varios golpes lo que hizo que algún compañero de la gira se atreviera a cargarla para tomarse alguna foto.

Tomamos nuestra piragua a motor e iniciamos una travesía por medio del resplandeciente lago Alajuela, que parece un espejo de cualquier objeto que sobre él flote.

Luego de aproximadamente 20 minutos de paseo, viendo las avionetas que practicaban en el cielo, cercanas a Calzada Larga, nos bajamos en una orilla del lago y de inmediato nos explicaron lo poco marcado que quedaba del antiguo camino, que con el oleaje del lago y la erosión ha ido perdiendo su marca. Allí pudimos ver que las piedras sobre el suelo fueron colocadas verticalmente formando una superficie plana y entre las piedras había una solución sólida como cascajos o cemento que lo sostenía.

Una compañera del grupo se topó con una herradura carcomida por el tiempo, señal de que por ahí pasaban mulas y carretas cargadas de quien sabe qué, plata y oro, se dice que cargaban hasta con 220 libras cada una. Nuestro guía, advirtió de dejar el objeto en el mismo lugar para un próximo descubrimiento por otro explorador.

Nos fuimos por la misma senda del camino, en la vía marcada por aquellas rocas, mientras el guía nos contaba que en Calzada Larga hallaron un tramo, pero hace poco se cortó una calle y se destruyó mucho. A partir de allí, hacia la ciudad de Panamá, hay mucha intervención. Varios proyectos de construcción podrían destruir para siempre los tramos del Camino Real más cercanos a la ciudad, como ya pasó en partes del Corredor Norte y otras áreas.

Abordamos nuevamente la piragua y nos fuimos a otro borde del Camino Real, esta vez caminamos hasta la sombra de un árbol y allí tuvimos una muy entretenida clase de historia.

El camino tenía unos 80 kilómetros de distancia, 3 pies de ancho. En 1572 y en 1573, el famoso pirata Francis Drake saqueó la población de Nombre de Dios y los españoles decidieron mover el puerto de Nombre de Dios a la fortificación de Portobelo. De esta manera se tuvo que modificar el camino original en su paso por Boquerón.

El camino se usó intensamente, pero los continuos problemas durante la estación lluviosa llevarían a la creación de una nueva ruta. Así en 1569, el Virrey del Perú, Francisco de Toledo, ordenó construir un nuevo camino que tendría una parte terrestre (de ciudad Panamá hasta la población cruces) y después una parte fluvial, aprovechando el río Chagres.

Vestigios del Camino Real están en los alrededores del lago Alajuela, formado en la década de 1930 al represar el río Chagres para ampliar la red de abastecimiento hídrico del Canal de Panamá. El lago, ubicado en el corregimiento de Chilibre (Panamá), abarca además los corregimientos de San Juan y Salamanca, en Colón.

La antigua Venta de Chagres es ahora una franja de tierra que permanece bajo el agua del lago casi todo el año, quedando expuesta únicamente al final de la temporada seca, para desaparecer otra vez en julio.

Supimos que bajo la vegetación, el suelo y el agua del lago se dan abundantes hallazgos precolombinos que revelan la vida de las poblaciones antes de la llegada de los españoles. Hay máquinas de moler y vasijas de cerámicas.

En algunos sitios se conserva un camino empedrado, clavos, herraduras, espuelas y puntas de lanzas de uno de los primeros pueblos que habitó en América hace 12 mil años de antigüedad. Pero, sobre todo, aseguró el investigador, hay una historia muy interesante y apasionante en unos ochenta kilómetros que aún se pueden recuperar en el campo. Lo lamentable es que treinta kilómetros se han perdido bajo los suburbios de la ciudad de Panamá.

Caminamos por lo que sería otra parte del Camino Real, pero esta vez, cubierto por vegetación; casi ninguno de nosotros había avistado un caimán que descansaba sobre un tronco en el lago, pero al ver el alboroto de la gente, el animal se fue.

Una vez en la piragua, fuimos directo a la comunidad de la Tranquilla, en donde nos recibieron con un almuerzo de dioses: almejas y arroz blanco, que nos llenó de contento al enterarnos de que aún no había terminado la gira pues un grupo de jóvenes nos esperaba para ofrecernos un baile típico que resultó muy agradable par cada uno de los espectadores.

Luego de reposar y disfrutar de la visita a esta comunidad, nos encaminamos en la piragua rumbo a las cuevas del lago Alajuela, toda una experiencia extrema. Al salir de las cuevas, fuimos al Abrigo de Roca, un lugar mágico, lleno de misticismo en donde los antiguos pobladores se refugiaban y que poco a poco fue perdiendo su arco hasta formarse lo que queda hoy en día.

Al salir de las cuevas nos subimos en las piraguas, por última vez en el recorrido y ya íbamos rumbo al puerto cuando en pleno lago Alajuela a un compañero se le cayó la zapatilla al lago y tuvimos que dar la vuelta para irla a buscar, por suerte la zapatilla flotó y la pudo rescatar, realmente fue muy gracioso.

Antes de irnos a la ciudad, visitamos el mirador de la represa Madden y pasamos un rato ameno.

Ésta fue una gira espléndida y es posible que tú la hagas también si así lo decides, Christian la planifica seguido, avísanos para pasarte el contacto.

Ojalá y todos estos esfuerzos no sean en vano y en un futuro no muy lejano se logre hacer del Camino Real un parque nacional o una reserva protegida.

Más fotos

Caminando el Parque Nacional Soberanía: Sendero de Plantación hasta Venta de Cruces (ida y vuelta a pie)

Aquel día no tenía ni la menor idea de lo que se me venía encima. Nos encontrarnos en la Terminal de Albrook a eso de las 6am y a las 6.30 ya estábamos comprando algo para desayunar y abordar el primer bus de Gamboa.

Antes de eso quisimos ir a buscar algo de comer para llevar, y como no queríamos perder el bus, ya que estos en fin de semana salen cada dos horas (2011), al pasar por una esquina vimos un señor vendiendo empanadas y de eso nos abastecimos, y agua.

Llegamos al Camino de Plantación a eso de las 8:30 am.

Escogimos entrar por Plantación y no por el lado de la carretera Forestal (donde está la verdadera entrada del Camino de Cruces), ya que en este último lugar es muy difícil tomar autobús.

Apenas entramos al Camino de Plantación vimos tres monos aulladores (Alouatta palliata) dándonos los buenos días. La entrada para nosotros fue 1$ por ser estudiantes. Para generales, la entrada es 3$ y extranjeros 5$.

Mono aullador.

El inicio de la caminata fue fresco, vimos muchas aves y algunos ñeques; hay bancas de cemento en el trayecto, al principio del sendero algunos árboles marcados con su nombre. Cuipo (Cavallinesia platanifolia), Barrigón (Pseudobombax septenatum), Nazareno (Peltogyne purpurea), Guayacán (Tabebuia guayacan).

Ave Plain xenops

Entre las aves que se dejaron ver a lo largo del recorrido estuvieron: el cuclillo faisán (Dromococcyx phasianellus) —¡nuevo para mí!—, el trogón colipizarra (Trogon massena), el tucán pico iris (Ramphastos sulfuratus), momótides (Momotus momota), loros coroniamarillos (Amazona ochrocephala), un Plain Xenops (Xenops minutus). Al inicio del sendero vimos un trepatroncos chocolate (Xiphorhynchus susurrans), varios hormigueritos alipunteados (Microrhopias quixensis) y a lo lejos, un saltador gorguianteado (Saltator maximus). También me pareció ver un mielero verde. Y, por supuesto, muchas tángaras, espigueros, semilleros, entre otras aves.

Manakin

Bordeamos una quebrada hasta donde termina el Camino de Plantación, que son aproximadamente 5 km, hasta llegar a un herbazal alto de paja canalera (Saccharum spontaneum), donde el bosque desaparece por un rato e inicia nuevamente en la señalización del Camino de Cruces.

Descansamos un rato en el punto donde se encuentra la intersección que separa ambos caminos. Comimos “algo” y, al poco tiempo, seguimos; no podíamos demorarnos demasiado en las paradas, ya que teníamos exactamente las horas del día para completar el recorrido de ida y vuelta. Observamos un rato el mapa y avanzamos.

Al entrar en el Camino de Cruces, no había un sendero marcado: lo que había era un revoltijo de hojas por todos lados, puestos de cazadores y un par de letreros que confirmaban que íbamos bien.

Aquí el bosque cambia: se vuelve más denso, en momentos te rodea de manera rotunda, invade la respiración con su olor a materia putrefacta. Más adelante, el bosque se cierra aún más; es una selva que deja de ser sendero para convertirse en paredes altas, con apenas un metro de espacio entre ellas para caminar. El suelo, cubierto de hojas, parecía dispuesto a sorprendernos con una serpiente en cualquier momento. Los monos, molestos y enfurecidos, nos trataban de lanzar sus excrementos y orina.

Anolis

Vimos aulladores, cariblancos (Cebus capucinus) y escuchamos monos tití (Saguinus geoffroyi). Nos topamos en variadas ocasiones con ñeques (Dasyprocta punctata), gato solo (Nasua narica), chachalacas (Ortalis cinereiceps) y hasta me pareció ver una liebre de monte.

Arboles de gran tamaño y con amplias raíces, tuvimos la dicha de ver el enigmático árbol de vela (Parmentiera cereifera), llamado así­ porque sus frutos asemejan a una vela de cera y el cual es difícil de encontrar.

Fruto del árbol de vela

La cantidad de insectos era infinita y estaban por todos lados, recostarse en el suelo significaba salir con quien sabe cuantos aguijones en el cuerpo, me mantuve en movimiento pues no quiero volver a saber de los tórsalos por un buen tiempo.

Llegó un momento en que me sentí agotada, la humedad estaba jugando con mis sentidos y con mi cuerpo, el sudor no se hizo esperar y estuvo presente en todo momento. Casi no nos detuvimos pues teníamos pensado llegar antes de las 1pm a Venta de Cruces.

La naturaleza se torna iracunda, desbordante de flora y fauna. Creo que en una próxima visita iré con más gente. Ya casi al final, logré ver que algunos árboles estaban marcados con cinta naranja, lo que ayudaba a no perderse.

Recuerdo que, siendo niña, escuché en las noticias que algunas personas se perdían en este sendero. Incluso recuerdo que todo un grupo de estudiantes se extravió junto a un profesor de un colegio privado, y pasaron una noche entera allí.

Había pequeñas quebradas y agua empozada, pero nada como para darse un baño o beber.

Para mi fue asfixiante pasar por ciertas partes en las que las paredes aparecían; recordemos que el Parque Nacional Camino de Cruces fue en la antigüedad un camino de la época de dominación española, Camino Real, que unía los núcleos de población de Panamá y Nombre de Dios, en Colón.

Passiflora vitifolia

Por allá, por el siglo XVI, en el año 1519, los colonizadores españoles terminaron de construir una ruta que unía el mar Caribe con el océano Pacífico. El camino era sumamente estrecho, hecho de piedras de distintos tamaños que aún se encuentran allí, enclavadas en la tierra, con una firmeza que ha desafiado el paso del tiempo.

En aquella época predominaba la esclavitud. Los primeros en ser utilizados como mano de obra fueron los pueblos indígenas nativos. Luego, los españoles introdujeron esclavos africanos, traídos desde distintos lugares del continente, a quienes se les trataba incluso peor que a las mulas. Se les encadenaba durante las largas horas de trabajo en el Camino de Cruces, donde los latigazos eran frecuentes ante cualquier descuido.

El Camino de Cruces era una vía tan común en su tiempo como hoy lo es la carretera Interamericana. Sin embargo, era sumamente estrecho; en aquella época medía aproximadamente metro y medio de ancho, con precipicios en algunos tramos y curvas peligrosas.

Era transitado en ambos sentidos: desde el río Chagres hacia la ciudad de Panamá y viceversa. Desde el pueblo de Chagres, se viajaba río arriba en cayucos, remados por esclavos de gran fortaleza física. No cualquier hombre podía realizar esa labor: quienes lo hacían poseían una contextura imponente. Se cuenta que, en muchas ocasiones, los indígenas eran asesinados por no cumplir con la exigencia física requerida. Los africanos remaban contra la corriente hasta llegar a Venta de Cruces. Desde allí, con la mercancía a cuestas o cargada en mulas, caminaban hasta la ciudad de Panamá, recorriendo una distancia de aproximadamente 60 millas.

El Camino de Cruces vivió una época de gran prosperidad al servir como ruta para el traslado de tesoros provenientes de Sudamérica —especialmente del Perú— hacia el Atlántico, donde eran cargados en galeones rumbo a España.

Recuerdo que mi profesora de historia me compartió un texto de un viajero procedente de Massachusetts, quien escribió:

“Exteriorizo el sentimiento unánime de los pasajeros, a quienes he oído expresarse, y es —diciéndolo con temor a Dios y por el amor al hombre, a unos y a todos— que bajo ninguna circunstancia vengan por esta ruta. No tengo que decir nada sobre las otras, pero no vengan por esta”.

Ya se imaginarán cómo debió haber sido el Camino de Cruces en su época de oro: imponente, extenuante y cargado de historia.

Mitad del camino. Finalización del Camino de Plantación.

Y claro, los ladrones no tardaron en enterarse del tránsito de oro, plata y joyas preciosas procedentes de distintos territorios colonizados en América que eran enviados a España. Estos maleantes se dedicaron a atacar a los viajeros que intentaban llegar al lado atlántico.

Sin embargo, con el declive del poderío español, esta vía fue perdiendo su uso y prácticamente desapareció, borrada por el paso del tiempo, el clima y la selva, que todo lo invade.

Desde Las Cruces hasta la ciudad de Panamá, el trayecto tomaba un día de viaje a lomo de mula. Cada mula se alquilaba por $15 diarios, sin incluir el equipaje. Debido a los continuos robos de oro y piedras preciosas cometidos por asaltantes, se formó una especie de milicia privada, dirigida por un antiguo militar llamado Ran Runnels. Este organizó un cuerpo bien entrenado que no dudaba en linchar a cualquier ladrón sin mayores contemplaciones. Fue esta medida extrema la que logró poner fin a la ola de asaltos contra los viajeros.

Imagínense la historia tan grande que tiene este lugar, incluyendo las batallas que seguramente se dieron entre viajeros y malhechores… ¿quién sabe cuántos habrán muerto allí?

Esas paredes, fuertemente construidas, aún permanecen intactas. Ni los bruscos cambios del siglo XVI hasta nuestros días han logrado derribarlas.

Y como todo en la vida, tuvo su final. Con la inauguración del Ferrocarril de Panamá, el 28 de enero de 1855, vino el abandono total del Camino de Cruces. Aun así, su memoria sigue viva por la enorme importancia que tuvo en el desarrollo de Panamá durante más de tres siglos. No olvidemos que incluso el pirata Henry Morgan usó esta ruta para cruzar el istmo y atacar la ciudad de Panamá.

Al llegar al kilómetro diez, me desesperaba. Necesitaba algo dulce que me diera fuerzas, comida, más agua… pero debíamos racionar la poca que teníamos, para poder tomar algo al llegar y al regresar.

Por momentos parecía que iba a llover, y sentíamos que se acercaban los aulladores. La selva nos hablaba. Las aves estaban por todos lados, pero no se dejaban ver, a pesar de que teníamos los sentidos agudizados y preparados para cualquier cosa.

Por otro lado, nos encontramos con varios letreros de la Policía Nacional que marcaban las fases del camino, ya que utilizan esta ruta para entrenamientos. Pudimos leer:
“Fase 2: No van muy lejos los de adelante si los de atrás caminan bien”,
“Fase 3: No se preocupen, algún día llegan”
y finalmente,
“Fase 4: Los felicito, llegar es la misión.”

Pensé: “Vaya, parece que estamos haciendo un entrenamiento de la Policía Nacional.”

Finalmente, vimos un letrero que indicaba que solo faltaba kilómetro y medio para llegar a Venta de Cruces, a orillas del río Chagres, y en cuestión de minutos… ¡llegamos!

Me tiré al suelo sin ganas de comer, solo quería agua. Intenté comerme una empanada, pero no me pasó por la boca: estaba fría y mala. Luego de refrescarnos un poco, movimos un tronco que estaba en la orilla, dejamos la mitad dentro del agua y la otra mitad fuera, y sobre él nos trepamos para enfriar nuestros cuerpos cansados. No podíamos quedarnos mucho tiempo; primero, porque en cualquier momento podía aparecer un cocodrilo, y segundo, porque debíamos caminar otras cuatro horas para regresar hasta la carretera de Gamboa.

Al frente veíamos el inmenso río Chagres, que parecía un mar bravío, y a lo lejos, el Hotel Gamboa Rainforest Resort.

El área de Venta de Cruces es apta para acampar —con mucho cuidado, eso sí— ya que, por su cercanía al río, seguramente es una zona de tránsito frecuente de animales. Vimos puestos de cazadores, lo que me indignó profundamente, pues esto demuestra que no se protege adecuadamente este sendero tan importante para la biodiversidad del parque nacional, que cuenta con más de 4,590 hectáreas paralelas a las riberas del Canal de Panamá.

Algo que notamos —por nuestra hambre— es que en todo el camino hay muy pocos árboles frutales. Incluso dijimos que volveríamos para sembrar algunos, ya que creemos firmemente que los árboles frutales en senderos transitados son de gran valor para los visitantes.

El valor de este parque es inmenso: histórico, geográfico, ambiental. Sin embargo, paradójicamente, es uno de los parques de los que menos estudios y conocimientos existen, a pesar de haber sido declarado zona protegida en 1980, mediante el Decreto Ejecutivo N.º 13 del 27 de mayo… hace ya mucho tiempo.

Cabe destacar que la dificultad del sendero es baja: no hay muchas pendientes ni grandes lomas. Sin embargo, es clave tener buena resistencia, ya que la distancia, el calor y la humedad te hacen perder muchos líquidos. Por ello es fundamental llevar reservas de agua suficientes y usar botas adecuadas para senderismo.

Parte del sendero hacia Venta de Cruces

Al caminar de vuelta me sentía más relajada. Ya sabía lo que me esperaba: la distancia, el clima, los peligros. Sinceramente, conocer todo eso me hacía sentir más segura. Decidimos acelerar el paso y tratar de regresar en tres horas y media, pero fue imposible. Me hacía falta comida y agua. Para que se hagan una idea: llegué a tomar agua recogida de las hojas, de la lluvia que había caído poco antes en algunas partes del sendero.

Íbamos en una maratón contra todo, desafiando al tiempo, tratando de llegar antes de las 6:00 p.m. a la carretera de Gamboa para poder volver a nuestras casas. Pero en ciertos tramos tuvimos que detenernos a descansar y comernos las empanadas malas. Aunque no estaban buenas, al final seguían siendo comida.

Al pasar por las quebradas, me detuve a lavarme la cara y los brazos, que estaban llenos de picaduras de bichos. Los monos cariblancos volvieron a aparecer, esta vez más enfurecidos que antes. Hacían sonidos extraños, como el gruñido de un perro cuando está peleando.

Cuando llegamos a la intersección del Camino de Cruces con el Sendero de Plantación, nos alegramos mucho: ahora solo faltaban cinco kilómetros más. Ya habíamos recorrido cinco anteriormente, lo que daba un total de casi 25 kilómetros caminados ese día por la selva tropical húmeda del Parque Nacional Soberanía.

El recorrido por el Camino de Plantación hasta la carretera de Gamboa, para mí, fue efímero. Mi única meta era llegar antes de que anocheciera, y así fue. Salimos del sendero a las 5:30 p.m., cansados pero felices por semejante hazaña.

De todos los parques nacionales de Panamá que he recorrido, este fue en el que más animales he visto.

La diversidad de plantas es fenomenal: un verdadero paraíso para cualquier botánico o amante de las plantas. También lo es para quienes se interesan en conocer, de cerca, aquello que han leído en los libros de historia de la República, sobre esa época de colonización tan importante para nuestra cultura.

Soberania-National-Park-Map

Les recomiendo enormemente formar parte alguna vez de una excursión a través del Camino de Cruces, que incluya un bote de vuelta a Gamboa luego de llegar a Venta de Cruces de modo tal que puedan disfrutar del sendero en su totalidad, prestando atención a cada cosa que en la selva se pueden encontrar.

Camino de Plantación o Plantation Road, P. N. Soberanía

Es uno de los lugares preferidos por las personas que aman hacer avistamiento de aves. Se encuentra dentro del parque nacional Soberanía, a media hora en auto desde la ciudad de Panamá.

Para poder llegar es necesario conducir en la vía hacia Gamboa y prestando atención a las señales que indican la entrada del Camino de Plantación. Se puede llegar en autobús tomándolo en la terminal de Albrook, Ruta Gamboa en Bahía D, y bajándose en la entrada del sendero.

Ruta de Metrobus desde Terminal de Albrook

5:15 am 7:50-10:20-12:30-2:40pm y el último a las 4:40pm

Sábados 9:00-12:00 y el último 4:35

Domingos 8:00-12:00 y el último 4:10

El Camino de Plantación tiene una longitud de aproximadamente 7 kilómetros que se caminan en 3 o 4 horas de ida y vuelta.

Este camino es muy famoso pues se ve gran cantidad de aves, sobre todo en las horas de la mañana y en la tarde, también es posible ver monos titis y aulladores.

Si te interesan las plantas, el camino de Plantación (como su propio nombre lo dice) es tu lugar. Gran cantidad de vegetación, árboles grandes, arbustos y plantas herbáceas, helechos, inflorescencias; incluso algunas especies han sido marcadas con sus nombres para ser reconocidas. Las veces que he ido he podido notar muchos Nazareno (Peltogyne purpurea), Cuipo (Cavallinesia platanifolia), zamias, muchas lianas, hongos por doquier.

Este lugar es muy exótico, se dice que fue una carretera hecha durante la construcción del Canal de Panamá en 1910 para unir la población de “Imperio” hasta “las Cascadas Plantation”. A lo largo del camino aún se pueden encontrar vestigios de lo que fueron plantaciones de cacao, café y los preciados árboles de caucho (Castilla elastica), ésta ultima, especie exótica introducida en Panamá.

No presenta dificulta de terreno ya que es llano desde principio a fin, pero es bueno ir en zapatillas de buena suela por la cantidad de piedras redondas que pueden molestar tus pies. Buenísimo para visitar en familia y detenerse en alguna de las bancas que se encuentran en el camino a merendar. También se puede recorrer con bicicletas, si es su preferencia. El sendero se puede complementar con una visita a la cascada que se encuentra casi al final, el sendero termina en una intersección que lo une con el Camino de Cruces.

Alguna vez estuve por el camino con amigos, vimos unas lianas, y probamos a guindarnos como Tarzan, estuvimos en eso bastante tiempo, la liana siempre pudo con nuestro peso.

Se dice que este camino y su selva secundaria era utilizado por militares estadounidenses para entrenar militares latinos.

Purple fruitcrow o Querula purpurata

La entrada tiene un valor $3.00 USD para adultos nacionales y $5.00 USD para adultos extranjeros aunque a veces no hay nadie en la entrada.

Recuerda, la basura es tuya, ¡llévatela!