Nadie imaginaría que un día de playa, con un sol radiante y un ambiente perfecto, podría tornarse gris por la aparición de un animal venenoso.
Sí, y lamentablemente las circunstancias no fueron las mejores para la víctima, ya que el dolor era intenso y nadie podía aliviárselo en ese momento. Sin embargo, agradecemos que, dentro de todo, esas mismas circunstancias nos escogieran a nosotros para brindarle la asistencia necesaria.
Una clienta ya se encontraba saliendo del agua. La mitad del grupo practicaba snorkel, mientras el resto disfrutaba en la orilla de la calidez del mar Caribe. Al parecer, la joven decidió salir del agua, y justo en ese momento pisó algo que de inmediato le provocó un dolor agudo que, con el paso de los minutos, fue aumentando en intensidad.
De ese grupo me llamaron, ya que me encontraba en el agua con quienes hacían snorkel en el arrecife, y fui a ver qué sucedía. Al observar su pie, pensé que se trataba de una picadura de erizo de mar. Sin embargo, no se veían espinas incrustadas, aunque sí se notaban claramente tres incisiones o punzadas en el talón. Tampoco parecía ser una raya, ya que habíamos visto casos similares antes y no coincidía con las características. Concluimos entonces que, probablemente, fue un erizo que picó y se retiró, por lo que supusimos que el dolor disminuiría con el tiempo.
De inmediato administré cetirizina, y al ver que el dolor no cedía, también le dimos ibuprofeno. Colocamos una hamaca y trasladamos a nuestra clienta hasta un lugar más tranquilo, donde por momentos el dolor disminuía, pero luego volvía a intensificarse. Esto ocurrió alrededor de las 2:00 p.m., y nuestra lancha debía recogernos a las 3:00 p.m., así que decidimos mantener la calma y esperar.
Los síntomas estaban bajo control. El dolor permanecía localizado en el talón, sin extenderse. Esto indicaba que se trataba de una reacción sintomática, ya que no presentó desmayo, vómito, alteración de la presión ni mareos.
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