
La verdad es que desde niña lo conocí por el nombre de “Río de Sorá”. Iba con mi familia unas dos veces al año, ya que un tío de esos postizos pasaba cerca del río al trasladarse a su trabajo en la Finca de Orquídeas Loma Linda.
Para llegar, se debe entrar por la calle que está después de la entrada hacia Altos del María (donde está un restaurante Pío Pío). Detrás de un minisúper están los autobuses, y si vas en carro, solo hay que seguir la calle. Después de pasar un puente de acero, hay que prestar atención hasta ver la entrada hacia “Hacienda Loma Linda”. Luego se cruza un puente sobre el río, el cual no aguanta más de 10 toneladas, ¡y listo! Allí está el río.
Recuerdo que al río llegaban las vacas a tomar agua. También que en algunas partes estaba bastante hondo. Me aprendí de memoria el lugar en el que había una gran piedra y, un poco más allá, una roca alta desde la cual los lugareños hacían sus clavados. Enfrente, un cerro muy frondoso adornaba el paisaje.
Regresé al mismo río nueve años después de la última vez. Aún sigue siendo bello, pero ya no hay tanta corriente. Hay que caminar bastante para encontrar los jacuzzis naturales. Hay más piedras de lo que recordaba, ya no hay vacas, y el cerro que se veía en frente está completamente seco y deforestado.

Aquel día nos fuimos Evelin, Max, Israel y yo hasta la entrada en Chame de lo que es “Altos del María”. Allí desayunamos algo leve y tomamos una chivita detrás de un minisúper. Media hora después ya estábamos en el puente sobre el río.
Yo era la guía, pero no recordaba muy bien el camino, así que andaba con mucha cautela. Pero al avanzar un poco más, recordé todo y preparé mi tienda de campaña. Recorrimos los bordes del río hasta que encontramos un charco perfecto para pasarla tranquilos. Más tarde acompañé a Max a hacer sus típicos clavados: de águila, clavado de ñeque invertido, entre otros 😀
También atrapamos gusarapos (renacuajos) en un recipiente de plástico, los observamos y luego los devolvimos a su hábitat.
Dimos una vuelta tratando de encontrar un lugar donde vendieran algo de comida, pero no hallamos nada, solo una pequeña tienda donde vendían enseres muy básicos.
A lo lejos se veían árboles de guayacán, ¡amarillitos!
De regreso, tuvimos que caminar un poco hasta encontrar una chiva (bus), pero fue una caminata fresca y agradable, disfrutando del paisaje del lugar, repleto de montañas, algunas casas de barro, el humo de los fogones… todo ese ambiente riquísimo.
Un lindo río para pasar una tarde tranquila en familia, ubicado en Buena Vista de Chame.