Nadie imaginaría que un día de playa, con un sol radiante y un ambiente perfecto, podría tornarse gris por la aparición de un animal venenoso.
Sí, y lamentablemente las circunstancias no fueron las mejores para la víctima, ya que el dolor era intenso y nadie podía aliviárselo en ese momento. Sin embargo, agradecemos que, dentro de todo, esas mismas circunstancias nos escogieran a nosotros para brindarle la asistencia necesaria.
Una clienta ya se encontraba saliendo del agua. La mitad del grupo practicaba snorkel, mientras el resto disfrutaba en la orilla de la calidez del mar Caribe. Al parecer, la joven decidió salir del agua, y justo en ese momento pisó algo que de inmediato le provocó un dolor agudo que, con el paso de los minutos, fue aumentando en intensidad.

De ese grupo me llamaron, ya que me encontraba en el agua con quienes hacían snorkel en el arrecife, y fui a ver qué sucedía. Al observar su pie, pensé que se trataba de una picadura de erizo de mar. Sin embargo, no se veían espinas incrustadas, aunque sí se notaban claramente tres incisiones o punzadas en el talón. Tampoco parecía ser una raya, ya que habíamos visto casos similares antes y no coincidía con las características. Concluimos entonces que, probablemente, fue un erizo que picó y se retiró, por lo que supusimos que el dolor disminuiría con el tiempo.
De inmediato administré cetirizina, y al ver que el dolor no cedía, también le dimos ibuprofeno. Colocamos una hamaca y trasladamos a nuestra clienta hasta un lugar más tranquilo, donde por momentos el dolor disminuía, pero luego volvía a intensificarse. Esto ocurrió alrededor de las 2:00 p.m., y nuestra lancha debía recogernos a las 3:00 p.m., así que decidimos mantener la calma y esperar.
Los síntomas estaban bajo control. El dolor permanecía localizado en el talón, sin extenderse. Esto indicaba que se trataba de una reacción sintomática, ya que no presentó desmayo, vómito, alteración de la presión ni mareos.
Una de las personas encargadas de administrar la entrada a la playa nos aseguró, sin duda alguna, que se trataba de un “rascasio” y que debíamos encontrar al pez y matarlo, de lo contrario el dolor continuaría. Afirmó que cada vez que el pez se moviera en el agua, la persona afectada sentiría más dolor. Aunque la explicación nos pareció bastante extraña y exótica, no pusimos en duda su experiencia.
A las 3:00 p.m. subimos a la lancha, y el lanchero repitió lo mismo. También lo confirmaron personas del pueblo más cercano, donde desembarcamos. Cabe destacar que en el pueblo de José Pobre nos ofrecieron ayuda con medicina tradicional. Se trataba de un preparado hecho con hojas y un líquido de color oscuro, similar al té. Nos explicaron que es una mezcla de cortezas de árboles utilizada comúnmente para tratar accidentes con animales marinos, serpientes y alacranes. Además, nos ayudaron calentando agua para que la chica pudiera sumergir el pie. Esto alivió el dolor durante un buen rato, aunque ya debíamos abordar nuestro transporte de regreso.
Tan pronto llegamos a Portobelo, llevamos a la joven al centro de salud, donde nos informaron que este tipo de accidentes es muy común en el área oeste de la Costa Arriba, mientras que en el área este se reportan con más frecuencia incidentes relacionados con el pez león.
Notamos a la enfermera y la doctora bastante tranquilas respecto a la situación, aunque se sorprendieron al saber la asistencia que habíamos brindado previamente. Resaltaron la importancia del uso de cetirizina, ya que puede ayudar a contrarrestar reacciones alérgicas, algo crucial en estos casos donde no se sabe si la persona es alérgica a la toxina del animal.
Al preguntarle a nuestra clienta sobre la intensidad del dolor, indicó que era un 10 en una escala del 1 al 10, lo cual era evidente, pues las lágrimas le brotaban. El personal médico procedió a administrarle una inyección para el dolor, y tras 15 minutos, ya se sentía mejor. También le aplicaron la vacuna contra el tétano y le dieron una receta para una inyección adicional al día siguiente, así como una incapacidad médica.
Recuerdo que la doctora comentó: “Ese pez, vieras qué feo es… y mira todo lo que produce. Por suerte, no es muy grave.”
Quiero destacar que esto ocurrió un domingo, en un área apartada del país, y aun así la atención en el Centro de Salud de Portobelo fue espléndida. Nos trataron de forma excelente en todo momento.
Llamé a nuestra cocinera, la señora Albina del restaurante Los Rizos, en Guanche. Le conté lo sucedido y le pedí que nos calentara agua. Al llegar al sitio, tuvimos la dicha de degustar una deliciosa comida caribeña, mientras nuestra clienta introducía su pie en agua caliente —lo más caliente posible en estos casos— ya que la toxina del rascasio es termolábil, es decir, se inactiva con el calor. Para ese momento, el dolor casi había desaparecido y la joven ya podía apoyar el pie.
El rascasio, cuyo nombre científico es Scorpaena isthmensis, también es conocido como pez escorpión. Los pinchazos que provoca se producen mediante los radios espinosos de su aleta dorsal, que están asociados a glándulas venenosas. También posee espinas venenosas en los radios de las aletas pélvicas y anales (no así en las pectorales), y espinas adicionales sobre los opérculos y las órbitas oculares.
Aunque el efecto de la toxina no suele ser grave, sí es muy doloroso, y puede durar horas o incluso días. Existe además el riesgo de infección e inflamación si no se trata adecuadamente.
Dato importante: el rascasio suele enterrarse en la arena, especialmente cerca de manglares o arrecifes, ya que es ahí donde caza.
Recomendación: siempre utilizar calzado para agua al ingresar al mar en zonas de arrecife o manglar.