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Monumento Natural Cerro Gaital y el Manantial: Pozo Azul

La logística fue tremenda. A pocos días del trip, nuestra seguridad era del 50%, así que nos fuimos unos días antes a hacer gestiones, y la montaña nos recibió con lluvia cerrada. Aun así, logramos recabar la información necesaria. Tomamos una carretera llena de curvas en un terreno difícil, que solo se atreven a manejar los locales.

Entendí por qué, al preguntarles a otros conductores de 4×4, nadie quería ir para allá. Uno de los temas que más nos preocupó fue la lluvia, pues en esta área los ríos crecen de manera descomunal. Pero, tras algunas conversaciones con la Madre Tierra, se nos concedió el viaje.

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Nos topamos en Albrook de madrugada y nos fuimos rumbo al poblado central, donde nos esperaba nuestro 4×4. Los chicos del grupo iban felices en la parte de atrás; lo sé porque hasta la cabina se escuchaban sus risotadas a gritos. Llegamos a lo que parecía “la nada” y entramos por el trillo que días antes habíamos demarcado.

Creo que cada quien iba con sus propias expectativas de lo que habían visto en fotos, pero nadie se imaginaba siquiera la dificultad del sitio. Nos sorprendió de súbito con una cachetada visual que nos dejó con la quijada caída. Sabía que era hermoso, pero no lo imaginé tan desbocado. (Primera gira a Pozo Azul, año 2016)

Todo favoreció, pero lo más importante en esta área es el clima, que nos regaló un día hermoso. Agradecí ampliamente a las fuerzas de la Naturaleza por permitirnos disfrutar de tan sublime sitio.

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La gente se puso en modo exploración y subieron hasta una quinta cascada, desde donde divisamos una sexta. El agua del río es celeste con toques verde aqua, evidentemente rica en minerales—seguro contiene cobre, manganeso o hierro—lo que le da ese color. Nosotros llamamos “Manantial” a este tipo de sitio. Ese mismo río baja hacia un cañón, donde se va expandiendo en un viaje corto y rápido que desemboca en el Pacífico.

Nos llena de orgullo saber que, aunque hace años hubo planes para construir una hidroeléctrica, la fuerza del pueblo pudo más. Aunque eso implicaba seguir sin electricidad, prefirieron eso antes que ver su río destruido. Gracias a ellos, hoy conocemos este magnífico sitio.

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El tiempo se nos hizo corto, pero al mediodía nos movilizamos a un sitio más “civilizado” para dirigirnos al cerro Gaital. A pesar de la neblina que casi siempre cubre la cima, la experiencia fue extrema y grandiosa. Algunos lo describen como una vivencia en la que es necesario utilizar al 100% todos los sentidos. La vegetación de altura, las epífitas y el musgo hacen de este cerro un lugar lleno de magia.

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Bajamos entrada la noche, con los sonidos del bosque a tutiplén, los animales en su mayor apogeo.

Una experiencia singular, que nos hizo saltar el corazón de alegría por todas las maravillas vistas en un solo día.

Ascenso al Monumento Natural Cerro Gaital, Valle de Antón

Una de las cosas que más me llaman la atención al ver las montañas es la neblina que se forma en la cima, me encanta, ver esto crea en mí­ unas ganas irracionales de llegar y tocarla, de explorar, de enterarme por mi misma qué es lo que hay allá arriba.

Pajita, Gaital y Caracoral visto desde cerro India Dormida

El Cerro Gaital es uno de esos que llaman grandemente la atención. Cuando se llega al Valle de Antón, es posible verlo desde casi cualquier punto. Forma parte de las “Tres Marías”, pues se encuentra en medio de Cerro Pajita y Cerro Caracol. El Gaital es el más grande de los tres e incluso es el más alto del Valle de Antón, ya que tiene 1,185 metros sobre el nivel del mar y 335 hectáreas.

Hace algún tiempo intenté subir por un trillo que se encuentra frente al cerro, cerca del Primer Ciclo de El Valle, pero nunca lo encontré y la visita quedó pendiente. Fue hasta hace poco, con unos amigos y muchas ganas, que logramos llegar a la cima del Gaital.

Para comenzar, hay que llegar al Valle de Antón y luego desplazarse hasta la comunidad de La Mesa. Es posible hacerlo en un vehículo 4×4, tomando un taxi doble cabina o incluso en bus, ya que los de la ruta La Mesa te dejan cerca del inicio del sendero.

Primer ascenso al Gaital: Will, Gaby, Mariel, Karla y Lissy. Año 2010

El camino comienza en la caseta de ANAM, donde generalmente se paga una entrada de 2 dólares (dato de 2010), ya que esta área es un Monumento Natural. Sin embargo, parece que entre semana no siempre hay personal en la caseta.

El Monumento Natural Cerro Gaital (MNCG) fue establecido legalmente mediante el Decreto Ejecutivo N.º 96 del 9 de julio de 2001. Posteriormente, mediante la Resolución AG-0748-2012 del 28 de diciembre de 2012 (Gaceta Oficial 27223 del 8 de febrero de 2013), se modificaron los límites del área protegida, quedando con una superficie de 511.69 hectáreas.

Cabe destacar que el sendero estaba limpio y muy bien acondicionado; incluso nos encontramos con dos personas que, con rastrillos, limpiaban las hojas para mantener el camino despejado.

Apenas comenzamos a caminar, vimos epífitas variadas, bananas rojas, zamias, hongos en las esquinas, heliconias, begonias, mucho musgo, helechos por doquier y muchos letreros de prohibiciones. También escuchamos el canto de distintas aves.

Se dice que en este cerro solía encontrarse la rana dorada y unas 100 especies de orquídeas, incluyendo la flor nacional: la Peristeria elata (Flor del Espíritu Santo).

Hojas circinadas

En el camino hay 3 estaciones antes de llegar al mirador, en donde se puede descansar o aprovechar para merendar, hay bancas, y se disfruta del dosel de los árboles del Bosque muy húmedo premontano y Bosque muy húmedo tropical.

Antes de dirigirnos a nuestro destino, estuve averiguando si era necesario subir con un guí­a experimentado y si el camino estaba marcado. El sendero está muy bien marcado hasta el mirador que se encuentra tres minutos luego de pasar la estación de las Heliconias y hay un letrero que lo recalca pero, luego inicia un ascenso escabroso que es mejor realizar con guía experimentado y equipo de rescate.

Recomiendo enormemente que si visitas el Monumento Natural Cerro Gaital con niños o adultos mayores, personas con problemas cardiacos o de vértigo, deben quedarse en el mirador pues después de pasarlo, el camino se torna difícil.

Ahí­ empieza lo bueno. La vista en el mirador es eminente, se ve gran parte del cráter del Valle de Antón, algunas de las montañas que lo rodean, también se ve la finca Toledano.

La brisa soplaba fuerte y nos balanceábamos en la estructura de madera del mirador, mientras buscábamos el camino, pues nos parecía increíble que hasta allí llegara el Gaital.

Montaña arriba se divisaba algo parecido a una varilla, como para una bandera. Se veía lejos, pero no perdimos tiempo y tomamos rumbo hacia ella.

Max, como siempre adelantado, nos llevaba ventaja y lo veíamos luchando por subir un camino rocoso y empinado. Cuando llegamos a ese punto, la neblina ya nos alcanzaba y parecía que iba a llover. Llevábamos una cuerda, pero al parecer la ANAM ha colocado cables para ayudar a las personas que desean llegar a la cima.

Este tramo logró ponerme los pelos de punta. Cuando fue mi turno, no sabía de dónde agarrarme ni dónde poner el pie. Buscaba seguridad, y a mi lado solo veía un precipicio lleno de árboles, y del otro lado, otro precipicio.

En ese momento sentí miedo. La neblina nos alcanzaba y veíamos cómo corría sobre nuestras cabezas. Me aferré con fuerza al cable y subí. Detrás venía Leyda, gritando que siguiéramos, pues quería almorzar en la cima.

Pisamos terreno más seguro y vimos heliconias extrañas, centímetros de musgos, bromelias gigantes, licopodios, flores de labios ardientes, helechos arbóreos, muchas hojas circinadas… y de pronto, un ave motmot posada sobre la rama de un árbol, a nuestra misma altura, mirándonos fijamente sin moverse. Logramos ver una serpiente —al parecer una boa— aunque nunca alcanzamos a ver su cabeza. Fue un momento muy emotivo.

El camino estaba mojado y lleno de lodo negro; tuvimos que deslizarse por debajo de algunos árboles. Gabriela y Karla ya se habían caído en varias partes. La humedad era alta y el olor constante a vegetación en descomposición saturaba nuestro olfato. Vimos la misma forma de la montaña: una línea oblicua a un lado y otra al otro, y nosotros en medio.

Nos agarramos de troncos delgados, algunos con pequeñas e hirientes espinas; otros, al apretarlos, se deshacían en nuestras manos, chorreando agua. En un momento, el sendero terminó y vimos una pared de roca para escalar con un cable negro que, al parecer, sería nuestra ayuda, y así fue en tres o cuatro partes hasta que llegamos a la cima. Literalmente, la subida no es difícil, pero hay que hacerlo con extremo cuidado, pantalones largos, buenas suelas, y es muy necesario llevar agua.

En la cima hay un espacio limpio para sentarse, merendar o disfrutar del paisaje. Se puede ver casi todo el Valle de Antón. Durante nuestra visita, pudimos contemplar el océano Pacífico, el Cerro Pajita justo al frente, Cerro la India Dormida, Punta Chame, Coronado, todo el pueblo del Valle, la galera de Toledano, el Área del Cerro Picacho y mucho más.

También hay una estructura de cemento que, al parecer, funcionó en algún momento como estación VHF. Fue construida alrededor de 1982 por radioaficionados que eligieron el Gaital porque estaban convencidos de que sería un excelente punto para instalar una repetidora de VHF. En esa época, subir el Gaital podía tomar hasta seis horas.

Desde la cima se escuchaban las gallinas de la galera de Toledano, a 1185 msnm, lo cual nos causó gracia. Sacamos nuestro almuerzo y disfrutamos contentos por el ascenso. Algunos se subieron encima de la caseta de VHF y se echaron a dormir un rato. Desde esa altura se veía perfectamente el sendero del Cerro Pajita, y nos quedaron ganas de subirlo.

El Cerro Gaital lo subimos en 2 horas y lo bajamos en 1 hora y 20 minutos, aunque generalmente se tarda unas 3 horas en subir. Recomiendo hacerlo en la mañana, cuando está fresco y es más fácil ver animales.

El descenso fue otra historia: quedamos completamente enlodados. No había manera de evitarlo, y si no nos enlodábamos, corríamos el riesgo de caer de las paredes que bajábamos con ayuda del cable. Las vistas eran preciosas; lo que no vimos en el ascenso para cuidar nuestras espaldas, ahora lo veíamos de frente. La cadena montañosa voraz, la forma del cerro en una “V” entrelazada, repleta de árboles sin un solo espacio vacío.

Al llegar a la caseta de ANAM, caminamos un poco y tomamos un bus desde La Mesa que nos dejó en el centro del Valle. Luego fuimos a quitarnos el lodo en el sendero de la Piedra Pintada y sus chorros.

mapa de como llegar al gaital

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