Caminando por Aguacate Arriba, Capira, Panamá
marzo 13, 2011 • Chorros y Cascadas, Provincia de Panamá, Vegetación • Comments
A veces las ganas de ver verde me invade tanto que tengo por necesidad que buscarlo. Aunque viva en un lugar donde hay muchos árboles, para mà la necesidad de recorrer Panamá se escapa de mi cuerpo, va más allá de mi corazón y se aferra a mi alma. Si no lo hago puedo deprimirme, lo he comprobado.
Hace poco nos atrevimos a buscar el trillo que conduce a la cima del cerro Trinidad de Capira, uno de los más altos del área y que forma parte del Parque Nacional Altos de Campana. Era carnavales, y para dicha de nosotros no tuvimos problemas con el transporte. Nos fuimos en bus colectivo sin ningún problema.
Tomamos un bus Panamá-Capira (LÃdice). Preguntamos al conductor donde tomar las “chivas†(buses) de Trinidad y el amablemente nos dijo que en un Mini Súper desde el cual salen todas las chivas que van hacia esos pueblos.
Al llegar a la parada nos encontramos con un sin fin de muchachos que también esperaban chivas para dirigirse a distintos puntos a pasar sus carnavales como retiro espiritual con sus iglesias.
Luego de esperar algún tiempo llegó una chiva de “El Chileno†un pueblo que queda más allá de nuestro destino y por ende pasaba por Trinidad. Nos subimos en la chiva, que en realidad viene siendo un antiguo auto de la Cruz Roja y que ahora cumple con la función de transporte.
Ãbamos apretados y contentos, unos señores hasta se guindaron de la parte de atrás de la chiva. Luego de pasar por algunas lomas, con un excelente paisaje, que se colaba por las rendijas de la chiva, llegamos a nuestro destino que graciosamente era un teléfono público.
El conductor de la chiva nos dijo que el señor que vivÃa en la casa al lado del teléfono, sabÃa el trillo del cerro. Bien mandados fuimos a esa casa y preguntamos por el señor que nos dio una dirección tan extraña del trillo del cerro que no entendimos. Nos habló de más de tres entradas hacia distintos trillos y realmente no entendimos, asà que fuimos hasta otra casa en donde un señor que limpiaba las herraduras de sus caballos nos dijo que el veÃa que la gente se metÃa por ahÃ… (Un camino nada marcado).
Desorientados fuimos y nos metimos “por ahÆel camino aquel que no era más que monte y más monte, nos llegaba a la cintura, habÃan muchas plataneras, helechos, lajas gigantescas, y uno que otro árbol de naranja. De pronto lo que para nosotros era un camino mÃnimamente marcado, desapareció. ¿Y ahora? A improvisar.
Mi compañero tomó una rama gruesa y empezó a abrir un camino confuso que nos llevó a una laja alta por la que parecÃa que tendrÃamos que subir. Él se quitó las zapatillas y subió. Mientras yo esperaba abajo sentà que algo me picó tan fuertemente que grité al instante, miré hacia mis pies y eran unas hormigas rojas y gigantes que estaban por toda mi pierna, me quité las zapatillas más rápido que ligero y corrà hacia un lado y juro que sentà que las hormigas buscaban mis pies.
Le tiré mis zapatillas, mi mochila y procedà a subir, no fue tan difÃcil, ya estábamos en otra roca y serÃa necesario subir otra laja aún más alta que la anterior. Hicimos lo mismo y llegamos a otra roca, cuando vimos que la siguiente laja era aún más alta. Subimos con cautela y se demoró bastante tomando en cuenta cada lugar donde pisarÃa, casi no habÃan huecos donde poner el pie, pero él lo logró. Me dijo que de allà en adelante serÃa muy difÃcil pero se veÃa que seguÃa un camino y luego otra laja más. Yo no pude, lo intenté muchas veces y fue un fallo, necesitaba una cuerda, me era imposible, tendrÃa que convertirme en mono o ser tan ágil y eso me era realmente imposible.
Llegamos hasta una tuberÃa y de allà nos regresamos a la carretera principal a preguntar si habÃa otro trillo pues pensamos que efectivamente el que habÃamos tomado era incorrecto.
Otro señor que limpiaba el patio de su casa nos dijo que él nos llevaba a la cima por 25 dólares cada uno, nos tomarÃa 4 horas llegar hasta lo más alto del cerro y necesitarÃamos cuerdas pues subir por bejucos (como lo habÃamos hecho nosotros) era muy peligroso. También nos dijo que en Aguacate Arriba, muy cerca de donde estábamos habÃa un chorro refrescante para que nuestro dÃa no fuera en vano.
Tomamos una chiva que nos llevó hasta el Cruce y empezamos a caminar hasta donde pudiéramos, preguntando a la gente del lugar sobre el chorro de Aguacate Arriba y nadie sabÃa nada. Solo nos dijeron que “por alláaa abajo ta’ el rÃoâ€.
El Sol estaba candente, sentÃa que los rayos traspasaban mi gorra y llegaban a mi cerebro, casi convirtiéndolo en cenizas. A lo lejos vi un “kiosco†y corrà en busca de un refresco, cuando llegué la joven me dijo que no habÃa luz, recordé en ese momento que estaba casi en medio de la nada (en cuanto a servicios se refiere), pero me dijo que en el toldo vendÃan cerveza. Caminamos un poco más y allà estaba el toldo con más de mil cervezas a mi disposición, en ese momento la vi como un refresco más. Qué calor hacÃa.
Y venÃa una chiva que iba montaña arriba y corrimos con todo y cerveza a subir, le dije a la gente del toldo que les daba la botella al regreso. No sabÃamos ni para donde Ãbamos, donde bajarnos, nada, y el niño que iba de pasajero tampoco sabÃa donde quedaba nuestro destino, asà que le metàun puñete al techo del transporte y la chiva se detuvo. Me bajé y hablé con el conductor preguntándole dónde quedaba Aguacate, me miro con cara que “que ingenua eres†y me dijo: “súbase adelanteâ€.
Me subà y le dije que querÃa ir al chorro, respondió que el chorro estaba lejos y que estaba muy feo, pero que él conocÃa a alguien que nos podÃa guiar. Recorrido un tiempo se detuvo y con voz ronca y ondeante llamó a un señor que estaba recostado en su hamaca y le dijo que nos guiara al chorro. Este conductor amable no nos cobró ni un peso.
Bajamos, saludamos al señor de unos 55 años con rostro cordial y nos dijo que lo siguiéramos, entró a su casa y buscó un machete. Iniciamos la marcha, pasamos por un campo improvisado de fútbol y luego de pasar varias veces por charcos, quebradas y muchos árboles tumbados en el camino a causa del último invierno, el camino se tornó cerrado y luego de un tiempo nos dijo “jasta aquà llego yoâ€. Nos dijo que lo feo era el camino, pero que el chorro era bonito. Le dimos su salve del dÃa ($$) y mencionó que tendrÃamos que bajar por unos bejucos con mucho cuidado hasta llegar al chorro, Ah! Y que él solo tenÃa 73 años… Vaya, le dije a mi compañero, ¡para que veas como la naturaleza te mantiene en forma!
¡Vaya belleza! un chorro de aproximadamente 6 metros de alto y en donde reventaba el agua contra la roca habÃa un arco iris. Me metà al agua que me quito la calor tan tremenda que tenÃa. Un jacuzzi natural para mà sola, ¡qué egoÃsta! Al cabo de un rato mi compañero entró al agua y compartimos la merienda que habÃamos llevado, además de una afable conversación en aquel jacuzzi personal. Creemos que este chorro no tiene nombre, ¿habrá que ponérselo?
Al salir del chorro vimos unas chachalacas (Ortalis cinereiceps), y unos tucancillos verdes (Aulacorhynchus prasinus). Caminamos por esas lomas hasta llegar al Cruce, lo que fue bastante, a mi me pareció increÃble haber caminado tanto. Esperamos una chiva por casi media hora en una tienda en donde sà tenÃan sodas frÃas, donde conocimos unos jóvenes que serán nuestros guÃas en la verdadera expedición al cerro Trinidad.
Sin ningún problema llegamos a Capira con una experiencia más y con la satisfacción de haber conocido un lugar tan fantástico.
Queda por decir que los invito a empezar a caminar. Hay lugares tan cerca de la ciudad, tan accesibles y hermosos… Lo único que hace falta es tener las ganas de caminar, de conocer, de improvisar, interactuar, y sobre todo disfrutar de tanta belleza que ofrece nuestro Panamá. No te conformes con ver esos cerros desde lejos, tratar de llegar lo más cerca posible es lo mejor.