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Cascada Kiki (Qui Qui)y Romelio 2023

Bien, no es la más alta del país pero si es una de ellas, en caída libre. Para llegar manejas con waze hasta Soloy, ¡427km! o tomas un autobús en la terminal de Albrook, te vas hasta David y ahí tomas un bus que diga Soloy, PERO, te va a tomar mucho más tiempo.

La carretera desde la Interamericana hasta Soloy está en pedazos. Difícil para un auto sedán.

Una vez en Soloy, con cuidado. Deberás procurar sentirte familiarizado en un área rural e indí­gena, ya que estarás dentro de la comarca Ngabe Buglé, del lado de Besiko. Ahora bien, si fuiste en auto sedán, debes buscar un sitio donde dejar el auto y preguntar donde está la ruta de Banco o Cerro Banco y ahí­ solicitar que te dejen en la entrada de la cascada, la cual, tiene 2 entradas. Si andas en 4×4, sigue la ruta de Cerro Banco y toma la entrada que prefieras.

Ahora, en ambos accesos, la entrada a la cascada tiene un costo de 5$, el primer acceso te lleva directo a la cascada en descenso vertiginoso pero más rápido y también tiene acceso a la cascada Romelio.

El segundo acceso es el que está luego de pasar la escuela de Banco y al entrar debes realizar un sendero arbolado, pasar un río y luego accedes a la cascada Kiki, en un post anterior expliqué por qué se llama KIKI.

Puedes contactar al restaurante “Mro”(6431-6089), donde también ofrecen tours, alimentación, parking.

En esta ocasión también fui a modo ritual en celebración de mis 35 años (¡oh sí­!) y siempre, siempre va a ser una excelente idea acudir a este templo natural bajo cualquier excusa.

Kiki guarda una leyenda relacionada con una maestra que falleció ahí­ al ir a recoger una flor, por un sueño que había tenido, justo después de conocer su nombramiento como educadora fuera de la comarca. Yo, también soy educadora.

Como siempre y como buen guí­a de turismo, aunque vaya con amigos, uno desea que la gente entienda, aprenda, amen el sitio igual que uno pero a veces no se puede. Cada quien con sus emociones e inspiraciones.

Pero para quienes leen e interesa, me voy a concentrar en otra cosa: orografí­a e historia geológica.

Besiko, Comarca Ngabe Bugle:

En la Comarca Ngäbe Buglé predominan las colinas y cerros bajos, con elevaciones que oscilan entre los 400 y 1.000 msnm, producto del levantamiento de cuencas sedimentarias por empujes verticales. En el lado Caribe de la Comarca se localizan tierras bajas inundables derivadas de acumulaciones sedimentarias de origen marino.

Cascada Kiki

En contraposición a esto, el eje montañoso que divide ambas vertientes de la Comarca está formado por montañas y macizos de origen volcánico, que en conjunto conforman tanto la cordillera chiricana como la cordillera central.

Sus montañas en su mayorí­a están compuestas de roca volcánica y plutónica afectada por fenómenos intrusivos y que cubren la mayor parte de la comarca Ngäbe-Buglé. Forman valles profundos en disposición norte-sur con fuertes pendientes horadadas por ríos de carácter torrencial, de gran poder erosivo y cortos por la poca distancia entre su nacimiento y su desembocadura.

Curiosamente, esta área contiene varias enormes cascadas con más de 100 metros de altura desde su base. También conocimos la cascada Romelio, tomando un camino cercano a Kiki. Conserva este nombre por ser el de uno de los primeros moradores del área.

Romelio es igual o más alta que Kiki y su caída libre es vertiginosa, peligrosa. La mayorí­a de la gente no baja, solo llegan al mirador. El camino hacia allá es completamente bajo el sol y cruzando unas fincas con vacas. Los mismos 5$ con los que entras a Kiki, te permiten conocer Romelio.

Cascada Romelio

Emberá Drúa, una experiencia enriquecedora, en media selva panameña. P. N. Chagres

A pocos kilómetros de la ciudad de Panamá, se oculta una joya viva de nuestra etnografía cultural: las comunidades Emberá del Río Chagres.

Esta vez visitamos Emberá Drúa, la más alejada de todas. La escogimos por la belleza profunda del Alto Chagres. Para nosotros, mientras más remoto, más auténtico. Cada encuentro con estas comunidades es un abrazo a nuestras raíces y a la sabiduría ancestral que aún late con fuerza en la selva panameña.

La rutina inicia abordando una piragua o cayuco, cada quien con sus respectivos salvavidas, indispensable en este tipo de viajes. Para casi todos nuestros viajeros, sería su primera vez en este tipo de transporte acuático, tan común para la etnia Emberá ya que su vida se desenvuelve en torno a los ríos, utilizan la piragua, canoa que construyen con madera de espavé, cedro, cedro espino, y pino amarillo.

Los Emberá del Chagres llevan años dedicándose al turismo sostenible, consolidándose como un tesoro cultural vivo en el corazón de Panamá.

La travesía comienza al abordar la piragua, guiada por dos expertos: un motorista y un guía Emberá que, desde la proa, mide la profundidad y marca el rumbo. Desde ese momento, se desata una aventura llena de dicha y asombro.

En el puerto, los Emberá nos reciben con su vestimenta tradicional: algunos con faldas de chaquiras, otros con taparrabos, preservando con orgullo la herencia de sus ancestros.

Durante el recorrido, no hay viajero que no admire la destreza con que maniobran la embarcación. Cuerpos firmes, curtidos por el río y el sol, encarnan generaciones de conocimiento que fluyen con el agua y el viento.

Cascada Quebrada Bonita

Al poco tiempo, llegamos a la orilla del río y, tras cruzar un bosque primario de galería, alcanzamos la hermosa cascada escalonada conocida como Quebrada Bonita, un rincón perfecto para refrescarse en medio de la selva.

De regreso en la piragua, divisamos la playa que se forma a orillas del majestuoso río Chagres, llamado “el río de los Lagartos” por Cristóbal Colón en 1502, debido a los cocodrilos que encontró en sus aguas.

Al ver estos paisajes, lo único que deseo es sumergirme, dejarme llevar por el río… pero toca guiar y compartir la magia con quienes descubren este lugar por primera vez.

Subimos rumbo a la comunidad Emberá Drúa, donde nos reciben con cantos, sonrisas y manos cálidas que celebran nuestra llegada con auténtico orgullo ancestral.

Cuando se creó el Parque Nacional Chagres en 1985, los Emberá ya llevaban una década asentados en el área conocida como “2:60” en los antiguos mapas del Canal. La nueva normativa ambiental los obligó a transformar su estilo de vida: se restringió el uso agrícola para comercio, permitiendo solo cultivos de subsistencia.

Así nació una transformación profunda: dejaron atrás la agricultura comercial y abrazaron la artesanía como medio de vida. Hoy, sus delicadas creaciones son el alma de la comunidad. El visitante que llega siempre lamenta no haber traído más efectivo para llevarse un pedazo de esta cultura viva.

¿Cómo se adapta una cultura ancestral a nuevas reglas sin perder su esencia? La respuesta fue el turismo comunitario.

Desde 1996, con apoyo de autoridades locales, nació el proyecto “Tranchichi”, palabra que en español significa “arriero”. En este modelo colectivo, todos ganan: desde el niño que toca un instrumento al recibir al visitante, hasta las mujeres que cocinan con amor ese pescado fresco con patacones. Un ejemplo vivo de resistencia, adaptación y orgullo cultural.

Cuando le preguntas a Mateo sobre el impacto del turismo, responde con orgullo:
“El turismo ha sido una buena idea para nosotros. Tiene un impacto mínimo en el ambiente y ofrece sostenibilidad a largo plazo. Pero lo más importante es que ha traído nueva vida a nuestra cultura y a nuestras artes tradicionales. Estamos orgullosos de quiénes somos, y felices de compartirlo con ustedes, nuestros visitantes. Son ustedes quienes nos ayudan a vivir de forma sostenible esta vida tan especial.”

Luego de una amena charla, bailes llenos de alegría y una comida deliciosa, nos refrescamos en las aguas cristalinas del río, teñidas de un verde aqua hipnótico. Algunas personas se vistieron con parumas y chaquiras, coronas de flores… y yo, aproveché para tatuarme con jagua, como parte del ritual simbólico de conexión con esta cultura ancestral.

Durante esta visita, avistamos aves que parecían salidas de un libro sagrado: el cormorán neotropical (Phalacrocorax brasilianus), la garza tricolor (Egretta tricolor), un majestuoso osprey (Pandion haliaetus) sobrevolando el río, el caracara de cabeza amarilla (Milvago chimachima), la jacana común (Jacana jacana), y martines pescadores (Megaceryle torquata y Chloroceryle amazona) que nos acompañaron casi todo el trayecto.

Disfrutamos cada instante, bajo la sombra de los árboles del bosque primario. Un recordatorio vivo de que la responsabilidad de proteger esta belleza no es solo de ellos, sino también nuestra.

Alto Chagres siempre deja un buen sabor de boca y unas ganas inmensas de regresar y vivir una experiencia aún más profunda, quizás, chamánica.

Si usted desea conocer este sitio nos puede contactar al whatsapp 6592-9153.

Los nietos del Sol

Escrito de Luisita Aguilera P.

En las tierras feraces y montuosas del Darién, Famosas por sus ricas minas de oro, por su lagunas en donde habían espíritus malignos; por sus bosques inmensos de preciosas maderas, llenos de aves de multicolor plumaje y de animales de todas las especies; por sus selvas y sus ríos correntosos y profundos, poblados por seres fantásticos que se ocultan ya en un ave de exótica apariencia, ya en una flor de brillantes matices, ora en una mariposa de irisados colores, vivía en tiempos así­ perdidos en la memoria de la gente, un anciano y sabio Nele a quien el dios sol amaba mucho por sus puras costumbres y las buenas obras que diariamente hacía en el ejercicio de su ministerio.

Deseaba el sol hacerle un regalo, pero quería que fuera algo que agradara realmente a quien le rendía un culto tan devoto y reverente.

  • ¿Qué cosa deseas más en esta vida?, di­jole una tarde en que, según su costumbre, el Nele hací­ale un sacrificio.

Todo cuanto pidas te lo concederé.

Grande es tu poder, ¡Oh Sol!, contestó aquel, mas soy indigno de tus favores.

  • Tu humildad me place. Dime lo que deseas.

De momento el Nele nada supo contestar. “ Dame tiempo para reflexionar”, imploró.

Asintió el sol, y el Nele se puso a pensar en lo que solicitaría. Si pido algo para mí­, se dijo, es perder el presente divino. Muchos inviernos pesan sobre mi cuerpo, y son ya muy pocas las lunas que me restan en la tierra. Es mejor que otro tenga lo que mi edad y mis achaques no me permitirán gozar. Más debo escoger bien a la persona para quien debe ser el obsequio. Si se lo otorgo a uno solo, siguió pensando, los demás de la tribu lo envidiarán; el celestial regalo será motivo de riñas y discordias. ¿Cómo he de hacer para que todos queden satisfechos? Tal vez lo mejor sería solicitar algo que hombres y mujeres por igual y al mismo tiempo puedan complacerse. Pero ¿Qué podrá ser aquello?

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Pensando y pensando, llegó a su mente una idea que le pareció de maravillas. Preguntaré a la divinidad, musitó, si el regalo que desea ofrecerme puedo solicitarlo para la tribu.

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