Lo prometido es deuda y quedamos con Menchaca en dar a conocer su hermosa finca, ubicada al final de Chicá, bajando la calle que conduce hacia Bajo del RÃÂo, a mano derecha.
Con paisajes chameros y árboles frutales, nos recibe ParaÃÂso Escondido, un sitio para pasarla relajado,àacampando o acostado en una hamaca, disfrutando de un sancocho o un arroz con guandú.
Abajo nos esperan las cascadas El Guabitoày la del Buey, que constituye un cañón de decenas de cascadas y charcos.
En la noche, amarre bien su casa de camping, pues el viento sopla fuerte. Imprescindible siempre una buena fogata, con ramas secas y fáciles de conseguir en los alrededores de la finca.
No olvides el chocolate caliente o el vino; los malvaviscos o picadas, pues el espectáculo nocturno te espera. Miles de luces del lado PacÃÂfico se encienden y apagan en un baile singular.
Allá a lo lejos, Coronado, con su ahora selva de cemento y acá abajo El Nanzal de donde salen de los ranchos, el humo de los fogones.
Decidimos irnos en búsqueda de los “Algarrobos”, un charco del cual todo el pueblo de Chicá se enorgullece.
Chicá se encuentra en la provincia de Panamá, distrito de Chame, cerca del Parque Nacional Altos de Campana, por el cual entramos. Nos fuimos directo al mirador de Los Mandarinos, en el poblado, el cual queda después de pasar la escuela pública del lugar.
A eso de las 7 a.m. ya estábamos allí, y nos recibieron dos hermosos tucanes que jugaban volando sobre los árboles, haciendo paradas sobre algunas ramas. Una ardilla blanca nos confundió al hacernos pensar que era un mono; unas eufonías coroniamarillas buscaban entre unas ramas pedazos para hacer su nido; una reinita amarilla se burlaba de nosotros desde el árbol de mandarinas. De repente, una elenia penachuda se posó justo sobre nuestras cabezas esperando ser fotografiada, mientras un gavilán de ojos rojos descansó en una rama del árbol de enfrente por bastante tiempo.
Parecía como si el tiempo se hubiese detenido en ese instante, y los animales desearan saludarnos sin miedo. Le alquilamos los binoculares al señor de Los Mandarinos y vimos el Cerro Negro, el Cerro Picacho, Buena Vista de Chame, Bejuco, Altos del María, la Finca de Orquídeas Loma Linda, y también una curiosa casita que parecía tener una hortaliza al frente.
Vimos un puente rural y un señor nos dijo que era por ahí, y agregó que solo eran 15 minutos caminando hasta Los Algarrobos. Iniciamos la caminata sin nada de equipo, pues no estaba en nuestros planes enlodarnos.
Y caminamos más de 15 minutos a buen paso. Vimos algún caballo, alguna ardilla, y seguimos caminando hasta llegar a un punto donde el camino se dividía. Karla y Max caminarían por la derecha, Leo y yo por la izquierda, y si veíamos el río, gritábamos para avisar. ¡Vaya modo!
Al entrar por nuestro camino, Leo y yo vimos de cerca la casa que ya habíamos observado llena de hortalizas desde el mirador. De repente, pasó un señor con dos caballos y nos dijo que estábamos a punto de llegar a Buena Vista—habíamos caminado mucho. También nos informó que Los Algarrobos estaba en el otro camino. Así que caminamos de vuelta, y justo venía Max a buscarnos, pues había encontrado el río… que en realidad era un charquito poco profundo, en el que nos dimos un baño pensando que eran Los Algarrobos.
Un rato después, pasó otro señor en su caballo y nos dijo que Los Algarrobos estaba cerca de allí, que nos daríamos cuenta al verlo. Entonces, decidimos caminar un poco más.
Íbamos todos mojados sobre las piedras y, de repente, una serpiente pequeña me pasó entre las piernas. Nos asustamos, y más yo—lo admito—pues la serpiente prácticamente me rozó.
Con algo de miedo seguimos caminando, y empezamos a oír agua cayendo. De pronto, el camino se terminó y apareció una hermosa caída de agua: una charca visiblemente profunda que invitaba al esparcimiento. Sin pensarlo mucho, mandamos a Karla adelante a probar la profundidad… ¡y estaba honda, oh sí! El agua era fresca, verdosa… pero hicimos tanta revoltura que la dejamos color chocolate. El chorro era de unos tres metros, y hasta allá fuimos a darnos unos buenos masajes naturales.
Más tarde llegaron unos lugareños e hicieron tremendos clavados en el charco. Unos niños aprendían a nadar y nos contaron sus aventuras; debe ser muy divertido vivir en un lugar como Chicá.
De regreso vimos un centenar de sapitos negros saltando de un lado a otro, huyendo de nosotros. Parecían haber pasado recién una etapa de su metamorfosis. También nos topamos con chinches rojos y un “meracho” (Basiliscus basiliscus).
Este es solo uno más de esos lugares que ni siquiera imaginamos que existen, especialmente para los capitalinos. Es hermoso ver cómo los lugareños de Chicá se preocupan por sus ríos y quebradas, sin miedo a invitarnos a ellos, confiando en nuestro sentido de responsabilidad con el medio ambiente. Tantas especies en un solo día es mágico verlas en su estado silvestre, pero ellas mismas saben cuándo no recibirán ningún daño y salen a mostrarnos sus virtudes.
Mis primeras veces en Campana, fueron en solitario. Me tomaba el tiempo de irme hasta la piquera de Capira y esperar la “chiva” de Menchaca. Alguna de esas veces me tocó regresar en la parte trasera de un camión lleno de estiércol ya que en ese tiempo (2007-2008) después de las 6 de la tarde era difícil conseguir transporte.
Desde cuando uno viene por la carretera de Chorrera, hasta Capira puedes ir viendo el Parque Nacional Altos de Campana y sus cerros, con simplemente prestar un poco de atención puedes ver Cerro Campana (1,007 m.s.n.m), y Cerro Trinidad (969 m.s.n.m).
Cuando vas encaminado en la carretera hacia Altos de Campana, puedes ver a lo lejos el paisaje sacado de algún capitulo de “Heidi”, las formaciones rocosas, la Bahía de Chame, con sus impresionantes manglares que cubren la boca del río del mismo nombre y que crean una forma que para mi es como una pata de gallina.
Cómo llegar:
Antes de iniciar tu caminata debes…
Es necesario pasar por la caseta de Mi Ambiente, Antiguo ANAM, registrarte y dar por hecho que vas a estar en los senderos. El costo por entrada al parque para persona nacional es de 3$ y extranjeros 5$. Para acampar debes pagar 5$ por camping (actualmente deshabilitado 2022)Â y hay varios sitios donde puedes hacerlo. No te salgas de los senderos pues te puedes perder.
Geomorfología
Se trata de una extensión de la formación Ígnea del volcán del Valle de Antón. Su pasada acción volcánica queda claramente reflejada en su quebrado relieve en el que se observan espectaculares acantilados, campos de lava, capas volcánicas y otras numerosas manifestaciones que hablan de un pasado geológico súper intenso.
Cerro La Cruz: entre neblina, barro y biodiversidad
Desde el Cerro La Cruz se observa la cuenca del Canal de Panamá, donde nacen ríos como el Trinidad, Cirí, Chame, Perequeté y Caimito. Las temperaturas oscilan entre 20 °C y 24 °C, con precipitaciones que superan los 2,500 mm al año. Es un entorno natural privilegiado.
El acceso al sendero está justo donde se ubica una finca con un curioso nombre: “NO ESTOY”, visible desde la carretera. Allí se dejan los autos y comienza la caminata.
La primera vez que fui, en 2007, llovía y había neblina. Caminamos sin una ruta clara, solo siguiendo la intuición y el entusiasmo de la aventura. El bosque olía a corteza húmeda y tierra viva.
Tras un breve descanso en unas bancas, continuamos el ascenso. Subimos, bajamos, volvimos a subir. Nos rodeaba una biodiversidad impresionante: 26 especies de plantas endémicas, 200 tipos de árboles, 342 arbustos, 267 aves (48 migratorias), 62 anfibios y 86 reptiles. Solo vimos insectos, probablemente por el ruido que hacíamos, pero la sensación de estar en medio de tanta vida fue inolvidable.
Perdidos en el camino correcto: la Cruz en la cima
Más adelante nos topamos con un letrero pequeño, borroso e indescifrable. Estaba justo entre dos caminos. Yo sugerí tomar el de la izquierda, que ascendía aún más. A medida que subíamos, el clima se volvió más templado y húmedo, y la luz se fue apagando bajo el dosel de los árboles. El lodo era ya un fango profundo, hasta que nos dimos cuenta: no había más camino. Nos habíamos equivocado. Sin embargo, no cundió el pánico. Aparentemente, íbamos rumbo al Cerro Campana, uno de los más altos de la región.
De regreso, Evelin resbaló y cayó. Soltamos carcajadas. Un minuto después, y por burlón, fui yo quien cayó en el mismo sitio. Max se mantuvo firme, como si el lodo no lo afectara.
Volvimos al letrero y esta vez tomamos el sendero de la derecha. A poco andar, vislumbramos unas barandas verdes oxidadas que descendían. Nadie parecía haberlas usado en mucho tiempo, pero ya estábamos lo suficientemente sucios como para tomarlo como un juego. Prácticamente nos deslizamos por ellas hasta llegar a un claro.
Era febrero, pero allá arriba el rocío lo empapa todo. Seguimos subiendo, ya con la meta cerca. Trepamos sobre piedras húmedas, y entonces la vimos: la Cruz. En lo alto, sobre un peñón final.
Ya había dos jóvenes allí. Subimos con cuidado, no sin advertir: no intentes ese ascenso si no tienes experiencia en escalada, y mucho menos si vas solo.
Casi llegando a la Cruz.
Vista desde La Cruz
La vista desde el cielo
Desde La Cruz (N 8º 41.169′ W 79º 55.173′), a 900 metros sobre el nivel del mar, se contemplan no solo vistas imponentes de la cuenca del Canal, sino también un panorama majestuoso de la Bahía de Chame, enmarcada por la Punta Chame.
Al mirar alrededor, un escalofrío recorre el cuerpo: te sientes en la cima del mundo. Desde esa roca coronada por la cruz, lo visible es tan vasto que uno cree haber llegado al cielo.
El viento golpeaba fuerte. Nos quedamos largos minutos en silencio, simplemente contemplando. La belleza del lugar nos dejó sin palabras. Luego de dos horas allí, iniciamos el descenso, tan ligeros de espíritu que ni sentimos el cansancio.
Han pasado los años, y por lo menos tres veces al año volvemos a subirlo. Ya es una tradición, un relajo… pero jamás deja de silenciarnos el alma esa vista desde la gran roca de la cruz.
En el Parque Nacional Campana no solo está el Sendero La Cruz, hay 4 senderos más que también son muy interesantes: Sendero La Rana Dorada, Sendero Panamá, Sendero Podocarpus, Sendero Zamora.
Mapa interactivo del área.
Camping
En el sendero Podocarpus, la vista para acampar es simplemente hermosa. Personalmente, me gusta caminar hasta encontrar el sitio perfecto, y por eso acampamos en la parte baja del Cerro La Cruz. Fue una experiencia magnífica: el frío de la tarde, la noche y la madrugada es algo que me encanta profundamente.
Durante la noche, escuchamos una gran variedad de animales merodeando, entre ellos búhos y pequeños felinos. Esa cercanía con la naturaleza, tan cruda y real, te recuerda que estás siendo testigo de un mundo intacto.
En este lado del parque es esencial llevar suficiente agua y todo lo necesario para una buena fogata. También es importante llevar una lona o cubierta para el camping, por si llueve, y optar por comida ligera. Si tienes la posibilidad de llevar una estufa de camping, mucho mejor, ya que encender una fogata en un terreno tan húmedo no es tarea sencilla.
Lo demás es disfrute puro para los sentidos.
Una guía de turismo ecológico en Panamá, dedicada a descubrir ríos, montañas, senderos y aventuras en la naturaleza. Ideal para los amantes del aire libre y la exploración rural.