Navegando un dÃa por internet me encontré con una cabaña que alquilaban en Chicá, cerca del P.N. Campana, pequeñita y bonita; en el post habÃan varias fotos de la cabaña pero también habÃan fotos de unas cascadas que en mi vida, jamás habÃa visto.
Me propuse contactar al dueño de la cabaña, ya sea para alquilarla y por supuesto, también preguntarle cómo llegar a esas cascadas. Al mostrarle las fotos a mis compañeros, quedaron asombrados y no faltó uno que dijo “eso no es en Panamáâ€. Realmente, nunca habÃamos visto ese lugar y no sabÃamos de su existencia, estando tan cerca de la ciudad de Panamá.
Asà que contacté a Ãngel, quien muy amablemente me comentó que éstas cascadas están muy cerca de los terrenos de su familia, casi que dentro y que muy poca gente sabe de su existencia, en efecto, de paso me invitó a conocerlas, asà que le pusimos fecha de cumpleaños al acontecimiento, su única advertencia fue “hay que caminar bastanteâ€.
El dÃa fue un domingo bien temprano, nos preparamos para ir en la búsqueda del chorro. Esta vez me acompañaron Juan, Carlos y Anselmo.
Cerca del pueblo nos encontramos con Ãngel, al que seguimos hasta su casa, en donde dejamos el auto y él fue a preparar su caballo. La idea serÃa él en el caballo y nosotros a pie. Mientras esperábamos bajo la sombra de un árbol, un jovencito nos saludó y dijo que serÃa nuestro guÃa, que Ãngel nos alcanzaba más adelante.
Asà iniciamos la caminata, que empezó en bajadas resbalosas pero seguras. Un terreno fácil que a medida que avanzábamos se fue convirtiendo en lodo y el olor a materia putrefacta invadÃa nuestras narices. Pasamos algunos riachuelos y seguimos el camino que incluÃa pequeñas pendientes seguida de bajadas interminables lo cual nos puso a pensar en el regreso y la subida de esas lomas empinadas.
Por momentos pasábamos al lado de las vacas en sus potreros, se nos quedaban mirando tan curiosas, las habÃan jersey, cebú y angus. El lodo se incrementó y las vistas del paisaje se hicieron intensas. Nos detuvimos a tomar fotos de los cerros Buena Vista y El cerro Picacho, cuando en el camino apareció Ãngel a galope de un lindo caballo. Nos invitó a regresar a una cabaña no muy lejana en donde la vista era mucho más impresionante.
Subimos otra loma y llegamos a la hermosa cabaña de nombre “Hacienda Don Emilioâ€, hecha en su totalidad de madera y en efecto, sobre una colina en donde la vista de los alrededores es fenomenal. Vimos varios de los cerros más representativos de Chame, como los ya mencionados, además del peñón de Buena Vista de Chame, cerro Los Monos, la Hacienda Loma Linda, dedicada al cultivo de orquÃdeas y con el larga vista vimos nuestro destino, el chorro “Saca Lágrimasâ€.
Al seguir el camino, nuevamente tuvimos que lidiar con el lodo casi movedizo porque sin cuidado nos podÃa llegar al tobillo. Al salir de esta loma, llegamos a una planicie rodeada de arbustos y árboles a los lados, como quien dice: el mismo monte. Salimos a un potrero que atravesamos hasta llegar a un árbol de mango. De ahà en adelante el camino se tornó más difÃcil, la hierba estaba muy alta y cortante. Ãngel me ofreció su caballo y asà continuamos por otro tramo, pasando al lado de las vacas que nos miraban con miedo. De entre los matorrales habÃan unos con espinas que con descuido, te podÃa destruir las manos; un árbol barrigón dominaba el paisaje y ya no tan lejos, con varios chorros que caÃan en picada, y escondido entre una pared de roca, el Saca Lágrimas.
Ãngel, el caballo y yo nos adelantamos mientras mis compañeros luchaban entre los matorrales. Al llegar a un bajo, dejamos el caballo suelto y seguimos a pie pues el camino se tornaba demasiado quebrado y ahora deberÃamos buscar la manera de llegar al chorro. Cuando los muchachos nos alcanzaron, vimos que estaban cortados en piernas y brazos por la maleza.
El camino se cerró por la hierba alta y los árboles putrefactos sobre el suelo, la humedad estaba intensa pero en frente estaba el chorro, ya estábamos ahÃ, solo faltaba saltar unas rocas y disfrutar.
SonreÃmos felices por haber llegado, y descansamos un rato antes de meternos al agua. Pudimos notar que grandes rocas se encuentran suspendidas sobre otras, como si hace mucho tiempo hubiese ocurrido un terremoto  o derrumbe que las hubiese puesto de esa manera. Me atrevo a decir que mide más de 40 metros de altura, hasta donde la vista alcanza, porque al verlo de lejos se nota que arriba de estas cascadas hay otras.
Según nos contaron, le pusieron “el Saca Lágrimas†ya que la gente acostumbraba buscar camarones en el rÃo, pero en la parte alta de la cascada era donde más camarones habÃan y en la oscuridad de la noche, se hacÃa muy difÃcil subirla. Por supuesto que también por la dificultad para llegar al lugar caminando y aparte de eso por la forma de las caÃdas de agua.
Esta cascada también es conocida con el nombre “La Mula”, ya que, según dicen, allà una mula se desbarrancó matando a su dueño, y asà lo conoce la gente de Buena Vista de Chame.
LÃneas de agua caÃan desde lo más alto formando pequeños pozos, el verde combinaba y las rocas gigantescas, me hicieron pensar en cuantas maravillas más como esta habrán. Nos cuentan que el caudal estaba bajo y que más entrado el invierno, la fuerza de la cascada se vuelve impenetrable y encantadora desde lo lejos.
Aprovechamos y nos dimos un baño en cada caÃda de agua, habÃa una para cada uno. Las aguas cristalinas se partÃan y refractaban los rayos del sol. Un perrito cazador nos acompañó toda la distancia y no paraba de ladrar sin razón aparente.
Ramsés, que nos habÃa guiado desde un principio nos contó que éste era su lugar secreto, nos dimos cuenta de su agilidad caminando sobre las rocas, como si tuviese ventosas, saltaba de una a otra. Nos dijo que rÃo abajo habÃan unos buenos charcos, más grandes que estos para darnos un buen chapuzón y accedimos a caminar en busca de ellos.
Asà fuimos por la ribera del rÃo y en efecto nos fuimos encontrando con varios charcos y caÃdas de agua, por momentos preferimos arrastrarnos antes que caernos, las rocas resbalosas pueden causar un accidente fatal.
En una de las bajadas, uno de los compañeros prefirió tirar sus zapatillas barranco arriba para usar mejor sus manos, pero la zapatilla se fue rÃo abajo en un remolino de agua y más nunca apareció. La buscaron pero fue en vano, el rÃo se tragó la zapatilla.
Las inmensas rocas seguÃan despertándome dudas de cómo llegaron hasta ahÃ. Colosales, formaban escalones naturales que por momentos nos ayudaban a bajar. De pronto nos topamos con un chorro bastante alto, también de cascada escalonada y con unas lajas en el charco que semejaban placas de cemento y no más de 20 metros más adelante la Naturaleza nos calló la boca, una caÃda de agua inmensa detenÃa nuestra caminata por el rÃo, El Salto del Duende,  que según he escuchado pertenece a Buena Vista de Chame, y de quien sabe cuantos metros, pero muy alta, indicaba que hasta aquà llegábamos.
Nos acercamos al precipicio que me dio escalofrÃos, vértigo; un mal paso y nos Ãbamos abajo sin vuelta atrás. Ramsés ya iba bajando sosteniéndose de rocas, bejucos y ramas. Más tarde bajaron Ãngel y Carlos, pero solo lograron llegar hasta un lado del chorro, más no bajar al charco, ya que eso incluÃa mojar todo y al menos Carlos llevaba equipo fotográfico. El perro al ver que sus dueños estaban abajo, casi se tira por el precipicio para alcanzarlos pero Anselmo lo detuvo, yo aproveché ese tiempo y me sumergà en las aguas del chorro escalonado sin nombre. Queda pendiente visitar el Salto del Duende desde el camino de Buena Vista de Chame.
El regreso fue hasta cómico. Subimos por un camino que al parecer hace mucho tiempo no usaban, asà que estaba muy cerrado y a 45° sobre el suelo. Salimos a un terreno lleno de helechos, cercano al potrero en donde pasé a caballo con la hierba cortante.
Ãngel nos instó a seguir mientras él esperaba a Ramsés que se habÃa adelantado a buscar al caballo que habÃan dejado suelto. Caminamos un poco y vimos el caballo amarrado y comiendo bajo un árbol, gritamos a Ãngel durante largo rato y nos sentamos a descansar hasta que apareció y seguimos loma arriba.
Esta vez se salvó Carlos, al que le dio un calambre y le cedimos el caballo. Ya cuando habÃamos dejado atrás las primeras lomas, nos topamos con una serpiente pajarera (Pseustes poecilonotus), que pasaba tranquila al lado de un potrero.
En total caminamos aproximadamente 3 horas desde Chicá hasta la Cascada Saca Lagrimas y nos tomó casi el mismo tiempo hacerlo de regreso.
Las lomas parecÃan interminables pero finalmente salimos a la calle pavimentada y degustamos unos deliciosos bollos de maÃz con agua bien frÃa, justo lo que necesitábamos.
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Gracias a Ãngel y Ramsés por guiarnos en esta expedición, que fue fenomenal. A Carlos, Juan y Anselmo por esas ganas interminables de caminar, de conocer y explorar. Valió la pena la caminata con muchas recompensas en el camino, otro lugar más de esos que casi nadie, además de los lugareños conoce, y que vale la pena compartir, aunque sea para saber que existen.
Yo accedà gustosa a mis deseos de caminar. Y ahora que es tan grande la felicidad de que disfruto, que ante el temor de perder la Naturaleza, ya que la dicha no es perpetua en este mundo, recurro a la preocupación por compartir esta pasión y ojalá y se transmita de buena manera a cada persona que me lee, que un dÃa no lo piensen mucho y empiecen su caminar.
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