En la espesura del bosque nuboso coclesano, en la vertiente Caribe y dentro del Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera baja con fuerza El Tife, un nombre importante para el excursionista panameño.
Acceder a este sitio requiere de una logística perfecta combinada con excelentes condiciones físicas. Para llegar debes ir hasta El Copé de La Pintada. Una vez ahí debes buscar la forma de subir al Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera; los autos 4×4 regulares te pueden dejar en cerro El Calvario, donde hay una cruz.
De ahí en adelante tienes dos opciones:
Caminar desde El Calvario hasta la escuela del caserío de Caño Sucio (8km)
Contratar el único todo terreno que llega a El Limón: Pablito (llega más allá de Caño Sucio y La Rica). Verificando disponibilidad y costos días antes. (Previo 6592-9153)
Dependiendo lo que escoges, lo recomendable es alojarse en la casa azul cabaña donde también puedes contratar el servicio de alimentación y caballo para la carga (sólo de camino para regresar al Calvario, no para el sendero) . La comida es deliciosa, orgánica y a excelente precio. Además, te aseguro que luego de caminar más de 20 km por día no vas a querer cocinar gran cosa.
Bajo Tife
Nos tomó 2 horas y media llegar al Alto Tife. Mis impresiones son: hermoso y difícil; peor si ya has venido caminando desde el Copé. Inicia en potrero, pasando por algunas casas. Se pasa por debajo de un puente colgante en desuso. A medida se van viendo cabañas de penca y palmas de chunga de la comunidad de La Rica, hasta llegar a un aposento en pilotes en medio bosque. Ahí se pagan 2 dólares por persona.
Inicia el ascenso por varias horas hasta que empiezas a pasar por un bosque de roca, sobre raíces. La flora en este sitio es increíble. Uno va bien entretenido y de pronto en medio del jadeo, ves una bromelia tigresa con flores color rojo pasión. Por momentos hay paredes de roca e incluso se aprecian cuevas misteriosas. El terreno aquí es peligroso, un mal paso y puedes caer por una de las grietas pero cuando has llegado a este punto significa que falta poco para llegar al Alto Tife.
Se escuchan gritos y resulta que hemos salido de las subidas. El rugir de la cascada se mete por las venas y se me eriza la piel. Disculpen lo explícito pero qué placer tan intenso ver ésta cascada. Y no es tanto su altura y belleza si no su fuerza imponente, con una caída que te puede matar.
Alto Tife
Grandes rocas resbalosas te dan la bienvenida a este coloso. Es un paraje jurásico, enigmático que en lo personal me trae sentimientos encontrados. Miedo, amor. Dicha, gozo.
Un río potente que cae en la vertiente del Caribe. Increíble porque habíamos entrado caminando por el Pacífico.
Por increíble que parezca, Rey hizo un clavado y luego Pablito; en estos lugares pasa algo, la adrenalina te corre por el cuerpo, uno se desboca, la cascada te llama y aclama. Por momentos pensé que iba a ser imposible entrar al agua, pero ahí estuvimos dentro, disfrutando de sus aguas repletas de minerales.
Nosotros sólo éramos tres: Rey, Juventino, mi persona junto con nuestro guía Pablo, Ilka y Magdiel, nuestro local.
Tomamos camino de regreso y nos internamos en otro trecho que nos llevó luego de una hora y media a Bajo Tife. Desde la altura del sendero se veía un mar. Parecía una enorme laguna color turquesa; la poza de este chorro es desmesurada y el chorro en sí es colosal. Quizá no tanto su altura aunque la lejanía de la orilla a la cascada engaña, pero denota ser una masa de agua terrible, de profundidad que nadie juega averiguar.
Pablito hizo todo el sendero cargando un bote inflable, aquí es donde se dividen los locos de los aventureros normales. Una vez en el chorro lo inflaron y cuando fui a ver ya estaban dando intentos de llegar al chorro. Todos lo intentaron y el que más lejos llegó luego de sacar cálculos físicos fue Juven.
De regreso lo supuesto sería más rápido pero como siempre, un engaño. En el camino topamos una serpiente hermosa y amable que nos saludó con su belleza y seguimos la senda hasta llegar al derrumbe de árboles que habíamos pasado en la mañana. Me adelanté un poco y presentí algo extraño, segundos después se escuchó el rugir de un árbol cuya rama cayó sobre mi hombro derecho. Fue impresionante… De todo lo que puede suceder en el monte, ése es mi mayor miedo. Pero no pasó de ahí.
Salimos a la casa de pilotes ya cayendo la tarde, pasamos el río bajo el puente colgante de noche y llegamos a la casa azul, en pedazos. Nos recibía un baño reconfortante, el poder retirarme las botas, ponerme ropa seca, tomar agua viva y un plato de macarrón (spaguetti) en salsa roja con gallina dura.
Me siento agradecida con mis compañeros de sendero, con quienes caminé por espacios, en silencio e incluso en la oscuridad. A Rey por dejar de lado su cansancio para darme ánimos y ofrecer agua. A Juven por siempre decir que estaba bien bajo su condición y sólo decir «creo que estoy bien» cuando llegamos a la casa de vuelta hecho trizas en una silla de taburete.
Sin duda Tife no es un sendero normal, se puede decir que es uno de los más exigentes de Coclé e incluso de Panamá. Es un hito en la vida del senderista panameño.
Estas líneas como siempre con cariño, de Mariel Ulloa.
A pocos kilómetros de la ciudad de Panamá encontramos una joya de la etnografía cultural panameña: las comunidades Emberá en el Río Chagres.
En esta ocasión fuimos a la más alejada de las comunidades del Río Chagres: Emberá Drúa. Lo escogimos por la belleza que posee Alto Chagres, para nosotros mientras más lejos, mejor.
La rutina inicia abordando una piragua o cayuco, cada quien con sus respectivos salvavidas, indispensable en este tipo de viajes. Para casi todos nuestros viajeros, sería su primera vez en este tipo de transporte acuático, tan común para la etnia Emberá ya que su vida se desenvuelve en torno a los ríos, utilizan la piragua, canoa que construyen con madera de espavé, cedro, cedro espino, y pino amarillo.
Los Emberá del Chagres llevan muchos años dedicándose al turismo sostenible y han logrado posicionarse como un atractivo único para el turista al momento de visitar Panamá.
Las piraguas son piloteadas por un motorista y un indígena que va en la parte delantera indicando por donde tomar, midiendo profundidad y agilizando la piragua cuando se toman partes del río poco profundas.
Inmediatamente se aborda la piragua, empieza una aventura repleta de la más pura felicidad. Ellos, los indígenas, apenas se llega al puerto los puede divisar con su particular vestimenta, algunos utilizan falda de chaquiras y los más tradicionalistas utilizan taparrabos.
Dentro de la piragua todos los viajeros tiene que opinar sobre la hazaña que es dirigir la misma. Cuerpos esbeltos, macizos y de tez ocre dan paso a una habilidad aprendida de sus ancestros.
Cascada Quebrada Bonita
Al cabo de un rato, llegamos a un borde del río, donde luego de pasar un bosque primario de galería, llegamos a una cascada escalonada que llaman «Quebrada Bonita», perfecto sitio para darse un baño en media selva.
De regreso en la piragua, divisamos la playa que se forma a orillas del Río Chagres, el mismo que fue llamado el río de los Lagartos por Cristobal Colón en el año 1502, por la cantidad de cocodrilos que encontró.
Cuando veo sitios como éste lo único que quiero es meterme, así sea me lleve el río, pero toca trabajar complaciendo a quienes conocen este maravilloso lugar por primera vez.
Una vez abordamos nuevamente la piragua, subimos rumbo a la comunidad de Emberá Drúa donde nos reciben con cantos, sonrisas y manos gustozas de nuestra presencia.
Cuando se creó el Parque Nacional Chagres en 1985, ya los indígenas de la etnia Emberá tenían 10 años establecidos en el Área de nombre «2:60» como se llamaba en los mapas del Canal de Panamá; luego de la creación del parque debieron acoplarse a un nuevo estilo de vida impuesto por las normativas del país, dentro de las que se limitaba el uso de tierra agrícola para subsistencia más no para comercio. Iniciaron así un giro 360 dedicándose exclusivamente a la artesanía.
Sin duda, ahora entendemos por qué gran parte de la comunidad está dedicada a la venta de delicadas y ricas artesanías donde el turista al llegar siempre desea haber llevado más efectivo.
¿Cómo cambiar la forma de vida de una cultura en la que esto es normal, para la supervivencia? El turismo fue su respuesta.
Iniciaron este proyecto en el año 1996, de la mano de autoridades locales y dejándose guiar para el éxito. Actualmente siguen funcionando de la misma manera como iniciaron «Tranchichi» o grupo arriero en español. Aquí las ganancias son para todos, desde el niño que toca el instrumento cuando llega el turista hasta las señoras que hacen el delicioso pescado con patacones.
Cuando preguntas a Mateo sobre la influencia del turismo en el lugar, te responde » Turismo ha sido una buena idea para nosotros. Tiene un impacto mínimo al ambiente, pero tiene la sostenibilidad a largo plazo. Más importante que todo, el turismo ha causado una nueva vivencia en nuestra cultura y artes tradicionales. Somos orgullosos de quienes somos. Y somos orgullosos para compartir quienes somos con ustedes, nuestros visitantes. Son ustedes, nuestros turistas, que nos apoyan a vivir sosteniblemente esta vida especial. «
Luego de una interesante charla, bailes y comida, nos dimos un baño en aquel hermoso río cristalino con tonalidades verde aqua. No faltó quien se vistiera de Emberá, las chicas se ataviaron con parumas y chaquiras, así como coronas de flores.. o como yo, que aproveché para hacerme mi tatuaje de jagua.
En ésta ocasión avistamos cormoran neotropical (Phalacrocorax brasilianus), Garza tricolor (Egretta tricolor), de regreso vimos un Osprey (Pandion haliaetus) volando alto sobre el río, un clásico Caracara de cabeza amarilla(Milvago chimachima), una Jacana común (Jacana jacana), y en innumerables veces vimos Martín pescador (Megaceryle torquata) y (Chloroceryle amazona); uno disfruta hasta el último segundo viendo los grandes árboles de aquel bosque primario cuya responsabilidad de preservar cae en nuestros hombros y nuestras cabezas.
Siempre, ampliamente Feliz al ver a nuestros clientes serlo. Somos personas muy sensoriales y sabemos que a todos les fascinó. Alto Chagres siempre deja un buen sabor de boca y unas ganas inmensas de regresar y vivir una experiencia aún más profunda, quizás, chamánica.
Si usted desea conocer este sitio nos puede contactar al whatsapp 6592-9153.
Necesito recordar con detalles. ¿Cuantas veces he escrito sobre este sitio? Cada vez es diferente. Días antes me traumé con una canción de Carla Morrison que se llama «Disfruto» y lo único que me venía a la cabeza era el Salto de los Monos. Tenemos tanto que conservar…
Caminando noté que a veces pasamos desapercibido los grandes árboles, pero dos franceses me hicieron prestar más atención a los colosos del bosque, los Ceiba pentandra que hay por todo el camino, algunas veces con sus raíces tubulares más altas que nosotros.
Acampamos en el llano, cerca de un bonito árbol y al cuidado de las vacas. Temprano, avanzamos. Los monos aulladores advertían de nuestra presencia. Pasamos el río y los rostros felices vieron el árbol más grande del potrero, un Ceiba de quizá 500 años con unas lianas que permiten al excursionista divertirse.
El amanecer nos daba los buenos días con sus rayos de luz sobre el río. Avanzamos la senda hasta llegar a la Poza del Jaguar, procurando ir cargados en electrolitos. La selva es un ecosistema húmedo que requiere preparación y control.
La Poza del Jaguar siempre es un oasis en medio del calor. Tomamos la senda y avanzamos en medio de trochas perdidas, árboles caídos y pasos de animales, hasta llegar a la cascada Solange, que lleva ese nombre en honor a una extranjera que hace un tiempo siendo la más longeva de un grupo, iba coronando la marcha y al llegar agua entonó una melodía en su idioma natal, francés. Al parecer cuando los demás excursionistas llegaron vieron en ella una imagen mágica e icónica y decidieron nombrarle así.
Dicho sea de paso, antes de Solange, en el Guanche se forma un surra surra o tobogán natural, cuya cascada no tenía nombre. El señor Domingo me consultó cual era el nombre y al constatar que no tiene, me dijo que le pusiéramos la «Cascada Domingo», así que ya saben. Lo veo correcto, ya que el Señor Domingo es colonense, trabaja en la ACP con afluentes y cuencas hidrográficas y me parece más que perfecto que una cascada lleve su nombre. Este señor es un guerrero, en un trillo que agota al excursionista más experimentado, él llegó al Salto y regresó. Vale decir que no todo mundo ha llegado al mismo.
Cascada Solange
Acá hay muchísimas plantas, una amante de ellas como yo, se puede entretener en cada esquina. Esta vez vi peperomias, las comunes monstera, los pene de chombo, heliconias exóticas, episcias pecioladas y violetas llegando a color negro, así como diversas calatheas.
Esta vez no corrimos con suerte para ver fauna, aunque si huellas de tapir y nutria, así como excrementos de pequeños felinos. Un par de borrigueros ameiba festiva y las adoradas Dendrobates auratus morfo verde.
Llegamos al campamento, limpiamos el área, reacomodamos un alacrán y Rey junto a los chicos armó el refugio. Decidimos que sólo bajaríamos al Verde Esmeralda cuyo caudal estaba muy fuerte e imposible de nadar en él, su corriente arrastraría, el río estaba claro y en su cauce, pero sabíamos que estaba muy fuerte para subir al salto, algunos exploradores agradecieron pues estaban exhaustos.
Pasamos una tarde amena entre chorizos, bollos y café, algunos chicos hicieron pasta y sopa.
Nuestro guía: Rey Aguilar aprovechó la tarde para explicar la importancia de una fogata en la selva y de cómo poder hacer una bajo condiciones extrema, con lluvia, humedad contundente en un sitio como la Sierra Llorona de Portobelo.
La fogata es foco de calor, enfocándonos en que somos seres ancestrales, el fuego nos aviva el alma, nos hace sentir confortables y confiados. Las antiguas reuniones en torno a fogatas habrían marcado la evolución social.
El fuego no sólo sirve para cocinar alimentos y ahuyentar depredadores, sino que además permite implementar actividades sociales al caer la noche, cuando ya han llegado a su fin las labores de la jornada para garantizar la subsistencia.
Sitio de campamento
«Las vigilias en torno al fuego son universalmente momentos para formar vínculos, transmitir información sobre el grupo, distraerse y compartir emociones» Polly Wiessner, profesora de antropología.
Cayó la noche, calló el campamento. Asomé mi cabeza varias veces durante la noche, la luna estaba en cuarto creciente, faltando poco para estar llena. Una llovizna leve en la madrugada y supe que el río estaría perfecto.
Desayunamos, emprendimos corto ascenso al Salto de los Monos, la más alta de Colón y una de las más altas del país. Por siempre será emocionante estar ahí. Llegar y ver cómo el excursionista se pierde en sentimientos, nada más importa, que el momento presente. Nadar, escalar, gritar, no importa nada. Es necesario disfrutar de la manera que sea más cómoda. Quizá regresas, quizá más nunca lo hagas.
Al bajar, decidimos aprovechar el tiempo y pasar al Verde Esmeralda, que ahora se encontraba apaciguado y perfecto, con su particular profundidad.
Recogimos todo y dejamos todo como si nadie hubiese estado ahí, hicimos el tiempo perfecto a la salida y aprovechamos para un último chapuzón.
Al ir llegando al Dos Bocas vimos que del otro lado iba una crecida y desde ese momento decidimos poner en marcha el Plan B: rápido en las bajadas y planos hasta salir a los llanos para tomar un área sin río. El cansancio era inminente, hubo cambio de mochilas, mucho caballerosidad, esta vez hubo hasta cambio de calzados.
Quizás no preveían que afuera nos estarían esperando los caballos para caminar la última hora sin mochilas.
Conversamos con los locales y nos dicen que es seguro pasar el río pues está turbio pero en su cauce. Y así lo hicimos.
Al salir, una deliciosa cena nos esperaba, y las cervezas que nos ayudan siempre a ir más rápido al pensar en ellas.
Chorro Verde Esmeralda
Grupo completo
Agradecida con cada uno de los excursionistas que nos acompañó a caminar la Sierra Llorona de Portobelo, nosotros no olvidamos a ninguna persona que hace esta senda. Por su preparación, inversión y determinación a la hora de caminar.
Confiamos en que el buen juicio del excursionista que decide emprender la difícil marcha hasta el Salto de los Monos comprenda el amor por los bosques vírgenes y su importancia en el ecosistema, donde no cabe la mano del hombre, más que para admirar su belleza.
Las fotografías son propiedad de Enlodados.com, Daniel Molinar, Domingo Molinar, Sorhay Bambu, Rey Aguilar.
En una reciente exploración en las áreas boscosas de la Costa Arriba de Colón, se logró recorrer otro brazo del río y luego de mucho análisis de mapas y satélite, se logró coronar la cima del Salto de los Monos.
Para lograrlo sólo fueron Rey y Ramsés, quienes poseen gran experiencia y resistencia caminando selva.
Rey posee el conocimiento nato. Se crió cerca de montaña y potreros, caminando siempre en solitario, desde los 7 años, buscando vacas y caballos, cosechando en el camino y encendiendo fogata para así cocinar, donde se encontrara.
OrquÃdeaBromelia Guzmania spruceiAraña alimentándose de una rana.Dendrophidion percarinatum
Pero quien iba a saber que en un futuro ese conocimiento le iba a ser provechoso, al momento de tener orientación en selva. Y es que aparte de los cursos de rescate y supervivencia, lo autodidacta le sobra.
A Ramsés lo conocimos hace más de 8 a años en Chicá de Campana, siendo casi un niño, se caminaba desde ahí hasta Buena Vista de Chame, tiene ventosas en los pies.
Me cuentan los chicos (que ninguno se anima a escribir) que llegaron al sitio de camping en 2 horas (que generalmente toma 6) e iniciaron la exploración hasta una cascada vírgen a la que quisieron nombrar «El Tapir» por la gran cantidad de huellas de éste salvaje animal que se toparon en el camino.
Era una niñita cuando de mi pueblo salÃamos en la parte trasera de los pickups a darnos un baño al Arraijancito, eso pasaba cada fin de semana. Algunas de las veces mi familia iba tan emocionada que cargaban una enorme paila, llebavan un saco de arroz y el rÃo proveÃa las sardinas.
En aquel rÃo conocà a los militares del ARMY que practicaban en los alrededores. Más no puedo olvidar aquel puente rodeado por helechos y musgos, por el cual solo pasaban los jeep de los gringos. Si acaso unos 2 en todo el rato que nos pasamos ahÃ.
De aguas claras, mis primos y yo aprendimos a nadar ahÃ. No faltó quien casi se ahogara por pendejadas de chiquillo, esas donde se acerca el lobo en broma hasta que cuando llega nadie hace caso.
Un dÃa, el camión de abastos de mi tÃo se trabó en la loma, estuvimos largo rato esperando a ver si mi tÃo lograba sacarlo, pero fue imposible; y si no fuese por unos militares puertoriqueños que andaban cerca de ahà en un bunker, que halaron el camión con un jeep harto en lodo, hubiesemos tenido que regresar a pie.
Para mi ver a esa gente era cosa de otro mundo, yo querÃa ser como ellos, que aparecÃan por el rÃo y los veÃamos cuando ya estaban cerquita; y andar en el monte vestida militar cargando armas…
Puntuales arrancamos a la provincia de Coclé, esta vez estaríamos bien al norte, justo en el límite entre La Pintada y Olá, que son divididos por el Río Grande.
Visitamos Chorro Alto en Bajo Grande, que con un río colgante divide a Olá de Coclé de La Pintada, por medio del Río Grande.
Chorro Alto impresiona, no por gusto tiene ese nombre. Es una cascada imponente y con mucha fuerza; es de acceso fácil con calma y llegan autos 4×4 sin problemas, aunque lo que hay que caminar es «nada» en comparación con otros sitios. Para entrar se debe pasar por una casa de familia en la cual pedimos el permiso correspondiente para entrar por su terreno y pagamos la colaboración a la misma, que mantiene los alrededores limpios de desechos.
Bocota abierta. Inspeccionamos el área, montamos la hamaca, dejamos una Leptodeira annulata que necesitaba una vida mejor en el área apartada del chorro y procedimos a entrar a sus frías y profundas aguas.
El día estuvo soleado, un tiempo hermoso nos regaló aquel domingo. El agua estaba que congelaba y así nos fuimos nadando hasta donde cae el chorro. Si te ubicas directo en el chorro te puedes dar un mal golpe.
Luego emprendimos una pequeña caminata hacia el Chorro Grande de Ojo de Agua en el Río Zapillo, que le pertenece al distrito de La Pintada de Coclé. El camino es nivel fácil, aunque para una persona sin experiencia le puede tomar más tiempo.
Ojo de Agua es imponente, sus aguas caen con tanta fuerza que el río te puede llevar. En verano es común que los locales hagan clavados exuberantes pero en época lluviosa cuando el río está sobre cargado en agua, es mejor ver el chorro desde la orilla, sobre todo porque no se ven las rocas que están allí en lo profundo, con las que te puedes golpear si no conoces.
El chorro es un espectáculo de la Naturaleza, que deja boquiabierto a cualquiera. Estar ahí es como una película de misterio combinada con aventura, guarda una magia singular.
Nosotros lo disfrutamos desde la orilla, el Río Zapillo es muy hermoso y en verano abundan las pozas de agua perfectas para bucear y nadar de forma espléndida.
Terminado nuestro recorrido y felices porque ya llenaríamos nuestras panzas de comida de verdad. Cuando íbamos en el bus, vimos una enorme tarántula cruzando la calle ( son una de las especies de arácnidos más grandes del mundo). Imposible no admirarla, nos detuvimos para observarla mejor.
Encaminados luego de haber llenado nuestras panzas, tomamos la ruta de La Pintada que va por la comunidad de Piedras Gordas donde nos detuvimos en Hacienda La Esmeralda de la familia Quiroz, donde degustamos unas deliciosas naranjas valencianas; algunos de los chicos se convirtieron en el terror frutal de las naranjas, comían y llevaban, todo un éxtasis frutal.
Y así concluimos otra aventura más. Agradecemos a quienes depositan su confianza en nosotros para pasar un día ameno, de la mano de la Naturaleza, en comunión con nuestro medio ambiente.
Jordanal es un poblado que le pertenece a Cirí Grande de Capira, en los límites con la provincia de Coclé; tanto así que la mayoría de sus pobladores acceden al sitio desde el Valle de Antón pero curiosamente tiene acceso también por Altos del María (acceso privado) y por Chorrera.
La gente que le habita es de carácter amable y servicial. Actualmente buscan incursionar en el turismo ya que posee hermosos ríos y montañas además de ese ambiente campesino panameño tan particular.
Esta vez planeamos ir hasta uno de los atractivos más inhóspitos del sitio, la cascada de Jordanal pues así le llaman los lugareños. Ya sabíamos que sería extremo pues cuando uno pregunta a un local que tan difícil es llegar y te responden que está lejos, es porque lo está; de menos te dicen que «está cerquita».
Apenas íbamos en el 4×4 y no faltó quien tuviese miedo, tocó recordar que éste es el transporte que decenas de personas utilizan a diario para salir de las montañas en Capira, el único medio de transporte en aquellos lugares donde el plastificado progreso no ha llegado y hacen falta calles y puentes.
Una vez en el pueblo emprendimos la marcha que desde el momento inicial sabíamos sería en ascenso constante, en el camino se nos unieron locales adultos, niños y un curioso perrito.
Una vez dentro de la selva el camino se puso tedioso para los de menos experiencia, siempre subiendo, constantes curvas, árboles enormes de un bosque primario magnífico, alta humedad, plantas extrañas, muchas raíces que hacen de escalera en parte del sendero nivel moderado.
Vimos tucanes, aves de brillantes colores, ranas exóticas, ardillas miniatura correr por las ramas de los árboles, y mientras los locales nos decían que faltaba poco, una nueva loma se nos presentaba.
Pristimantis gaigei juvenil Fotografía de Ana Chérigo
Lo que habíamos calculado se demoraría 2 horas, tomó 3, hasta llegar a la cascada por una situación de falta de preparación por parte de algún participante. Es ésta la razón crucial por la que hacemos una ficha técnica en la cual indicamos el nivel de dificultad del terreno. Como siempre decimos, si usted viene a una gira, nosotros haremos lo imposible para que llegue al destino, aquí todo mundo llega, en calma y con paciencia pero eso algunas veces incurre es más tiempo e inversión.
Sin embargo, la emoción de lograr llegar a un sitio como éste fue tanta, tenía años sin ir a un lugar tan inmaculado, sin rastro alguno de basura, la selva en su punto álgido. Llegamos en un momento en que la niebla bajó al río y cubrió toda la paila de agua, por cierto profunda y de color verdeaqua.
¡Wow! A veces uno se hace una idea de un sitio y cuando llegas te decepcionas, no porque sea poco atractivo, si no porque simplemente la foto que viste tenía mucha edición o realmente no era lo que te esperabas. Este NO fue el caso. Pocas veces me ha pasado que llego a una cascada y el respeto a la belleza del lugar es tanta que ni me pongo a nadar. Esta vez fue así, primero por eso y segundo por miedo a los calambres.
Los chicos aprovecharon y hasta hicieron clavados, el agua estaba realmente fría, pero eso se nos olvidó.
HabÃa estado averiguando la manera de regresar hace rato. Tuve un excelente profesor de fÃsica de la etnia guna (una eminencia) en la escuela secundaria y fue con quien conocà este lugar; creo que nos llevó como modo de taller de cuerdas para que la gente se llevara mejor y funcionó.
Aunque escriba mucho acá, nunca he sido exactamente extrovertida, pero ese viaje me obligó a socializar más con mis compañeros, era una obligación tender la mano, apoyarte sobre el otro, ofrecer agua, cargar la mochila del cansado. Eso me marcó de por vida. El senderismo es terapia para el alma y el corazón y te obliga a conocer la parte más sensible de la gente.
Fue mi primera caminata en la selva, tenÃa 16 años y me costó. Me costó mucho. A tal punto que en uno de los senderos me dió un golpe de calor. Todo esto me marcó a un nivel que al cabo de los años decidà dedicarme a interpretar la naturaleza de manera independiente, como guÃa de turismo ecológico.
Durante muchos siglos los seres humanos hemos usado nuestro poder e inteligencia para destruir o modificar la naturaleza, para robarle espacio a otras especies y constituirnos en el centro de la evolución. Pero hay un lugar en el que seguimos siendo seres indefensos y vulnerables, y donde nuestro instinto de sobrevivencia más primitivo (ese que traemos desde los primeros días del Homo Erectus) puede salvarnos. Un lugar de peligros y leyes inexorables: la selva. – Irving Bennett, Explorador panameño.
Habíamos planeado esto con tiempo, venimos realizando este viaje desde el año 2011, pero ésta vez lo hicimos cuadriculado; todo bajo completo control, justo como debe ser al planear meterse en la selva en un mes como julio.
La selva del P. N Portobelo conlleva muchos elementos que si no conoces, es mejor ni atreverse: el río es impetuoso y se divide en variados afluentes; no existe camino marcado; tratándose de la Sierra Llorona, la humedad es contundente y así como los árboles de ceiba (Ceiba pentandra) de hasta 60 metros de alto, desarrollan raíces tabulares, a veces la tierra cede tanto que se caen, esto pasa a diario. Así como es posible ver reptiles inofensivos, es posible ver reptiles muy venenosos. También es área de escorpiones y bichos que más adelante detallaré. Sin dejar de lado que es una de las áreas del país con más existencia de felinos comprobada.
La lista de implementos era larga, pero funcional y necesaria; recomendamos no exceder las 15 libras y dormir en hamacas, lo cual se le hace bastante difícil a quien no está acostumbrado.
El grupo que nos acompañaría sería de 16 personas, bastante grande para nuestro gusto. Partiendo de ahí, sabíamos que el recorrido sería más lento.
Como siempre, revisamos la hoja cartográfica antes de partir, la misma ya va en la mente pues el área para nosotros es como la palma de la mano, hemos podido conocerla muy bien. Tiempo atrás, Rey y yo habíamos planteado crear una nueva ruta para que la ruta vieja se la comiera la selva, cosa que ya está sucediendo. Teníamos en mente cambiar la ruta en una parte donde aparece un acantilado.
A eso de las 10:30 pm arribamos en Guanche e inmediatamente nos bajamos del autobús, empezó a chispear. Nos despedimos de nuestro conductor estrella no sin antes advertir que de no salir antes del anochecer del domingo, estuviese alerta. Iniciamos la típica caminata por la trocha hasta donde acamparíamos.
El Tuira, El Chucunaque, los rÃos más potentes de Panamá, se encuentran en esta provincia, y está enmarcada por las áreas inclinadas de las serranÃas de San Blas, Bagre, Pirre y del Sapo.
La emoción me invadÃa, hace meses que venÃa con la idea de visitar esta provincia. En un principio la idea era ir hasta Paya, último pueblo antes de entrar en territorio colombiano, muy lejano y peligroso a causa de la guerrilla.
Pasamos asà mismo por las oficinas de ANAM en busca de información y a avisar que nos dirigÃamos al parque, resultó gracioso que nuestro guÃa, con el que habÃamos coordinado por nuestra cuenta, resultó ser uno de los guÃas de más confianza de este parque nacional.
Y claro, en el caso de no ser estudiantes y pagar como “nacionalesâ€, el precio por entrar al parque es de $3 y por noche en el refugio es de $10.00. En el caso de acampar se pagan $2 por estudiante y $5 por nacional. Extranjeros pagan $5 la entrada al parque y $15 por alojamiento por noche, $10 por acampar.
La mayorÃa de mis compañeros se durmieron en plena piragua, creo que algunos roncaban a causa del cansancio del viaje, al menos llevábamos más de 24 horas despiertos. Personalmente la sola idea de saber que estaba en este lado del paÃs no me dejaba dormir para nada, hubiese sido para mà un pecado estar allà y no ver lo que a mi lado pasaba.
De un momento a otro pasamos una curva y entramos en terreno del rÃo Tuira. Más adelante el rÃo se redujo, estábamos en uno de los afluentes: rÃo Pirre, de pronto apareció el poblado de el Real de Santa MarÃa, corregimiento ubicado dentro del distrito de Pinogana.
Una vez en el Real, tenÃamos entendido que nos obligarÃamos a caminar aproximadamente 5 horas hasta llegar a Rancho FrÃo, pero gracias al ingenio de nuestro guÃa, contactó un camión que nos llevarÃa hasta Pirre 1.
Aprovechamos para tomar un almuerzo que nos cayó de maravilla pues fue nuestra primera comida verdadera del dÃa. Dejamos algunas donaciones traÃdas desde la ciudad y abordamos el camión; pasamos sobre un rÃo, luego por varios poblados y el aeropuerto de El Real. La calle de dividió en dos y tomamos a la derecha, nos dijo el guÃa que por la otra calle se llega a Colombia de manera muy fácil.
Iniciamos la caminata y a cada canto de ave, nuestro guÃa nos decÃa cual ave era, demasiado emocionante; nos detuvimos en una casa, la última que verÃamos. Nuestro guÃa saludó y aprovechamos para tomar unas deliciosas pipas y comprar algunos plátanos que nos vendió la señora de la casa.
En el camino hacia Rancho FrÃo distinguimos árboles gigantescos, pero hubo uno que casi me saca lágrimas, un Ceiba pentandra, sus raÃces tabulares eran increÃbles, y su dosel se perdÃa en el infinito, definitivamente un centenario que ha sobrevivido al tiempo y ha sido respetado.
Aceleramos paso bajo la lluvia torrencial y llegamos al refugio de ANAM exactamente en 2 horas. Ordenamos las maletas dentro del refugio y nos fuimos hacia “La Cascadaâ€â€¦ si, aún no tiene nombre esa cascada. En media hora luego de pasar por un sendero, estábamos caminando sobre el rÃo y llegamos. Era hermosa, de aguas claras y con un chorro diagonal que caÃa con fuerza en la poza.
A la mañana siguiente y luego de haber dormido largo y tendido, nos levantamos algo tarde para subir hacia el mirador. Al estar desayunando pudimos escuchar guacamayas que pasaban despavoridas graznando y avisando su llegada; salà corriendo a ver si podÃa fotografiar alguna pero ya iban lejos, nos dijeron que son guacamayas rojas que generalmente andan por el refugio.
Para mi fue muy emocionante el momento pues las guacamayas son aves casi extintas y la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) le otorgó al Panamá el segundo lugar de la región mesoamericana en su “lista roja†de especies de guacamayas amenazadas.
La lluvia empezó nuevamente y nos refrescó. Al llegar al primer mirador de Rancho Plástico fue poco lo que pudimos ver, pues las nubes tapaban el contorno de los árboles que a lo lejos se veÃan, supimos que lo que allá estaba era El Real y que con buen tiempo es posible ver algunas casas, el rÃo Tuira, asà como el hormigón, y claro, el dosel del bosque desde lo alto.
Nos desviamos del sendero para ver un ave SaltarÃn Cabecidorado o Manakin (Pipra erythrocephala) que habitaba en esa área, solo fue necesario prestar un poco de atención y allà estaba el pequeñÃn descansando en una rama. Más adelante vimos un Tucán picoiris (Ramphastos sulfuratus)y un Jacamar (Galbula ruficauda).
Entre insectos por doquier y mucha lluvia, seguimos el camino hasta llegar al segundo mirador de Rancho Plástico desde el cual vimos cerro Pirre en todo su esplendor, ese cerro de 1,569 m.s.n.m., uno de los dominantes del área en biodiversidad, lleno de neblina a causa de la lluvia que acababa de caer.
No era nuestro deseo que la lluvia parara y asà lo fue, nos acompañó en todo momento, estábamos en el área más lluviosa del paÃs, una de las regiones más lluviosas del planeta ya que se encuentra dentro del Chocó Biogeográfico (área más lluviosa del planeta), con precipitaciones que pueden superar los 8,000mm anuales y en donde prácticamente, no hay estación seca. La temperatura varÃa según la altitud entre 17° y 35 °C.
Al bajar y pasar nuevamente por el primer mirador la neblina habÃa desaparecido y aunque estaba nublado, el paisaje era mÃstico y nuboso, fue posible ver gran parte del paisaje de El Real de Santa MarÃa desde esa altura.
Avanzamos en dirección al refugio y nos topamos con una Lagartija crestada (Corytophanes cristatus) que intentó mimetizarse entre la hojarasca pero por suerte la vimos.
Partimos directo al muelle de Mercadeo y emprendimos nuevamente el viaje en piragua de regreso a Yaviza. En ese trayecto vimos gran cantidad de animales, sobre todo aves, monos y algunos perezosos en lo alto de los árboles. La mañana estaba en su esplendor, el sol arreciaba y los animales, calmados, lo aprovechaban.
Al llegar a Yaviza un bus nos esperaba, antes de las 3 de la tarde estuvimos de regreso en la ciudad de Panamá, con una experiencia hermosa en el corazón.
Quedamos en regresar pronto y ponerle nombre a “La Cascadaâ€; la próxima vez que vaya espero poder hacerlo por un tiempo más largo. Confiamos en que ustedes, lectores, se les transmitan las ganas de visitar este patrimonio natural.
Personalmente no pude sentir más paz, juro que uno de los momentos más felices fue cuando el espÃritu de la tierra me llamó a entrar en el rÃo al lado de la estación, al recostarme en el agua y sentir las gotas cayendo sobre mi rostro, lo único que pude decirle a Lurys fue “este es uno de los momentos más felices de mi vidaâ€.
Agradezco a los asistentes por todo el apoyo, quórum y entusiasmo. A nuestros guÃa Isaac Pizarro , y a Edilberto González por toda la información, al representante de Yaviza: Enrique Lloren, por información de itinerario.