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Hiking Trails and Trips in Panama

En la espesura del bosque nuboso coclesano, en la vertiente Caribe y dentro del Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera baja con fuerza El Tife, un nombre importante para el excursionista panameño.

Acceder a este sitio requiere de una logística perfecta combinada con excelentes condiciones físicas. Para llegar debes ir hasta El Copé de La Pintada. Una vez ahí debes buscar la forma de subir al Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera; los autos 4×4 regulares te pueden dejar en cerro El Calvario, donde hay una cruz.


De ahí en adelante tienes dos opciones:

  • Caminar desde El Calvario hasta la escuela del caserío de Caño Sucio (8km)
  • Contratar el único todo terreno que llega a El Limón: Pablito (llega más allá de Caño Sucio y La Rica). Verificando disponibilidad y costos días antes. (Previo 6592-9153)

Dependiendo lo que escoges, lo recomendable es alojarse en la casa azul cabaña donde también puedes contratar el servicio de alimentación y caballo para la carga (sólo de camino para regresar al Calvario, no para el sendero) . La comida es deliciosa, orgánica y a excelente precio. Además, te aseguro que luego de caminar más de 20 km por día no vas a querer cocinar gran cosa.

Nos tomó 2 horas y media llegar al Alto Tife. Mis impresiones son: hermoso y difícil; peor si ya has venido caminando desde el Copé. Inicia en potrero, pasando por algunas casas. Se pasa por debajo de un puente colgante en desuso. A medida se van viendo cabañas de penca y palmas de chunga de la comunidad de La Rica, hasta llegar a un aposento en pilotes en medio bosque. Ahí se pagan 2 dólares por persona.

Inicia el ascenso por varias horas hasta que empiezas a pasar por un bosque de roca, sobre raíces. La flora en este sitio es increíble. Uno va bien entretenido y de pronto en medio del jadeo, ves una bromelia tigresa con flores color rojo pasión. Por momentos hay paredes de roca e incluso se aprecian cuevas misteriosas. El terreno aquí es peligroso, un mal paso y puedes caer por una de las grietas pero cuando has llegado a este punto significa que falta poco para llegar al Alto Tife.

Se escuchan gritos y resulta que hemos salido de las subidas. El rugir de la cascada se mete por las venas y se me eriza la piel. Disculpen lo explícito pero qué placer tan intenso ver ésta cascada. Y no es tanto su altura y belleza si no su fuerza imponente, con una caída que te puede matar.


Grandes rocas resbalosas te dan la bienvenida a este coloso. Es un paraje jurásico, enigmático que en lo personal me trae sentimientos encontrados. Miedo, amor. Dicha, gozo.

Un río potente que cae en la vertiente del Caribe. Increíble porque habíamos entrado caminando por el Pacífico.

Por increíble que parezca, Rey hizo un clavado y luego Pablito; en estos lugares pasa algo, la adrenalina te corre por el cuerpo, uno se desboca, la cascada te llama y aclama. Por momentos pensé que iba a ser imposible entrar al agua, pero ahí estuvimos dentro, disfrutando de sus aguas repletas de minerales.

Nosotros sólo éramos tres: Rey, Juventino, mi persona junto con nuestro guía Pablo, Ilka y Magdiel, nuestro local.

Tomamos camino de regreso y nos internamos en otro trecho que nos llevó luego de una hora y media a Bajo Tife. Desde la altura del sendero se veía un mar. Parecía una enorme laguna color turquesa; la poza de este chorro es desmesurada y el chorro en sí es colosal. Quizá no tanto su altura aunque la lejanía de la orilla a la cascada engaña, pero denota ser una masa de agua terrible, de profundidad que nadie juega averiguar.

Pablito hizo todo el sendero cargando un bote inflable, aquí es donde se dividen los locos de los aventureros normales. Una vez en el chorro lo inflaron y cuando fui a ver ya estaban dando intentos de llegar al chorro. Todos lo intentaron y el que más lejos llegó luego de sacar cálculos físicos fue Juven.

De regreso lo supuesto sería más rápido pero como siempre, un engaño. En el camino topamos una serpiente hermosa y amable que nos saludó con su belleza y seguimos la senda hasta llegar al derrumbe de árboles que habíamos pasado en la mañana. Me adelanté un poco y presentí algo extraño, segundos después se escuchó el rugir de un árbol cuya rama cayó sobre mi hombro derecho. Fue impresionante… De todo lo que puede suceder en el monte, ése es mi mayor miedo. Pero no pasó de ahí.

Salimos a la casa de pilotes ya cayendo la tarde, pasamos el río bajo el puente colgante de noche y llegamos a la casa azul, en pedazos. Nos recibía un baño reconfortante, el poder retirarme las botas, ponerme ropa seca, tomar agua viva y un plato de macarrón (spaguetti) en salsa roja con gallina dura.

Me siento agradecida con mis compañeros de sendero, con quienes caminé por espacios, en silencio e incluso en la oscuridad. A Rey por dejar de lado su cansancio para darme ánimos y ofrecer agua. A Juven por siempre decir que estaba bien bajo su condición y sólo decir «creo que estoy bien» cuando llegamos a la casa de vuelta hecho trizas en una silla de taburete.

Sin duda Tife no es un sendero normal, se puede decir que es uno de los más exigentes de Coclé e incluso de Panamá. Es un hito en la vida del senderista panameño.

Estas líneas como siempre con cariño, de Mariel Ulloa.

A pocos kilómetros de la ciudad de Panamá encontramos una joya de la etnografía cultural panameña: las comunidades Emberá en el Rí­o Chagres.

En esta ocasión fuimos a la más alejada de las comunidades del Río Chagres: Emberá Drúa. Lo escogimos por la belleza que posee Alto Chagres, para nosotros mientras más lejos, mejor.

La rutina inicia abordando una piragua o cayuco, cada quien con sus respectivos salvavidas, indispensable en este tipo de viajes. Para casi todos nuestros viajeros, sería su primera vez en este tipo de transporte acuático, tan común para la etnia Emberá ya que su vida se desenvuelve en torno a los ríos, utilizan la piragua, canoa que construyen con madera de espavé, cedro, cedro espino, y pino amarillo.

Los Emberá del Chagres llevan muchos años dedicándose al turismo sostenible y han logrado posicionarse como un atractivo único para el turista al momento de visitar Panamá.

Las piraguas son piloteadas por un motorista y un indígena que va en la parte delantera indicando por donde tomar, midiendo profundidad y agilizando la piragua cuando se toman partes del río poco profundas.

Inmediatamente se aborda la piragua, empieza una aventura repleta de la más pura felicidad. Ellos, los indígenas, apenas se llega al puerto los puede divisar con su particular vestimenta, algunos utilizan falda de chaquiras y los más tradicionalistas utilizan taparrabos.

Dentro de la piragua todos los viajeros tiene que opinar sobre la hazaña que es dirigir la misma. Cuerpos esbeltos, macizos y de tez ocre dan paso a una habilidad aprendida de sus ancestros.

Cascada Quebrada Bonita

Al cabo de un rato, llegamos a un borde del río, donde luego de pasar un bosque primario de galería, llegamos a una cascada escalonada que llaman «Quebrada Bonita», perfecto sitio para darse un baño en media selva.

De regreso en la piragua, divisamos la playa que se forma a orillas del Río Chagres, el mismo que fue llamado el río de los Lagartos por Cristobal Colón en el año 1502, por la cantidad de cocodrilos que encontró.

Cuando veo sitios como éste lo único que quiero es meterme, así sea me lleve el río, pero toca trabajar complaciendo a quienes conocen este maravilloso lugar por primera vez.

Una vez abordamos nuevamente la piragua, subimos rumbo a la comunidad de Emberá Drúa donde nos reciben con cantos, sonrisas y manos gustozas de nuestra presencia.

Cuando se creó el Parque Nacional Chagres en 1985, ya los indígenas de la etnia Emberá tenían 10 años establecidos en el Área de nombre «2:60» como se llamaba en los mapas del Canal de Panamá; luego de la creación del parque debieron acoplarse a un nuevo estilo de vida impuesto por las normativas del país, dentro de las que se limitaba el uso de tierra agrícola para subsistencia más no para comercio. Iniciaron así­ un giro 360 dedicándose exclusivamente a la artesanía.

Sin duda, ahora entendemos por qué gran parte de la comunidad está dedicada a la venta de delicadas y ricas artesanías donde el turista al llegar siempre desea haber llevado más efectivo.

¿Cómo cambiar la forma de vida de una cultura en la que esto es normal, para la supervivencia? El turismo fue su respuesta.

Iniciaron este proyecto en el año 1996, de la mano de autoridades locales y dejándose guiar para el éxito. Actualmente siguen funcionando de la misma manera como iniciaron «Tranchichi» o grupo arriero en español.
Aquí­ las ganancias son para todos, desde el niño que toca el instrumento cuando llega el turista hasta las señoras que hacen el delicioso pescado con patacones.

Cuando preguntas a Mateo sobre la influencia del turismo en el lugar, te responde » Turismo ha sido una buena idea para nosotros. Tiene un impacto mínimo al ambiente, pero tiene la sostenibilidad a largo plazo. Más importante que todo, el turismo ha causado una nueva vivencia en nuestra cultura y artes tradicionales. Somos orgullosos de quienes somos. Y somos orgullosos para compartir quienes somos con ustedes, nuestros visitantes. Son ustedes, nuestros turistas, que nos apoyan a vivir sosteniblemente esta vida especial. «

Luego de una interesante charla, bailes y comida, nos dimos un baño en aquel hermoso rí­o cristalino con tonalidades verde aqua. No faltó quien se vistiera de Emberá, las chicas se ataviaron con parumas y chaquiras, así­ como coronas de flores.. o como yo, que aproveché para hacerme mi tatuaje de jagua.

En ésta ocasión avistamos cormoran neotropical (Phalacrocorax brasilianus), Garza tricolor (Egretta tricolor), de regreso vimos un Osprey (Pandion haliaetus) volando alto sobre el río, un clásico Caracara de cabeza amarilla(Milvago chimachima), una Jacana común (Jacana jacana), y en innumerables veces vimos Martín pescador (Megaceryle torquata) y (Chloroceryle amazona); uno disfruta hasta el último segundo viendo los grandes árboles de aquel bosque primario cuya responsabilidad de preservar cae en nuestros hombros y nuestras cabezas.

Siempre, ampliamente Feliz al ver a nuestros clientes serlo. Somos personas muy sensoriales y sabemos que a todos les fascinó. Alto Chagres siempre deja un buen sabor de boca y unas ganas inmensas de regresar y vivir una experiencia aún más profunda, quizás, chamánica.

Si usted desea conocer este sitio nos puede contactar al whatsapp 6592-9153.

Necesito recordar con detalles. ¿Cuantas veces he escrito sobre este sitio? Cada vez es diferente.
Dí­as antes me traumé con una canción de Carla Morrison que se llama «Disfruto» y lo único que me vení­a a la cabeza era el Salto de los Monos. Tenemos tanto que conservar…

Caminando noté que a veces pasamos desapercibido los grandes árboles, pero dos franceses me hicieron prestar más atención a los colosos del bosque, los Ceiba pentandra que hay por todo el camino, algunas veces con sus raíces tubulares más altas que nosotros.

Acampamos en el llano, cerca de un bonito árbol y al cuidado de las vacas.
Temprano, avanzamos. Los monos aulladores advertían de nuestra presencia. Pasamos el río y los rostros felices vieron el árbol más grande del potrero, un Ceiba de quizá 500 años con unas lianas que permiten al excursionista divertirse.

El amanecer nos daba los buenos días con sus rayos de luz sobre el río. Avanzamos la senda hasta llegar a la Poza del Jaguar, procurando ir cargados en electrolitos. La selva es un ecosistema húmedo que requiere preparación y control.

La Poza del Jaguar siempre es un oasis en medio del calor. Tomamos la senda y avanzamos en medio de trochas perdidas, árboles caídos y pasos de animales, hasta llegar a la cascada Solange, que lleva ese nombre en honor a una extranjera que hace un tiempo siendo la más longeva de un grupo, iba coronando la marcha y al llegar agua entonó una melodía en su idioma natal, francés. Al parecer cuando los demás excursionistas llegaron vieron en ella una imagen mágica e icónica y decidieron nombrarle así.

Dicho sea de paso, antes de Solange, en el Guanche se forma un surra surra o tobogán natural, cuya cascada no tenía nombre. El señor Domingo me consultó cual era el nombre y al constatar que no tiene, me dijo que le pusiéramos la «Cascada Domingo», así que ya saben. Lo veo correcto, ya que el Señor Domingo es colonense, trabaja en la ACP con afluentes y cuencas hidrográficas y me parece más que perfecto que una cascada lleve su nombre. Este señor es un guerrero, en un trillo que agota al excursionista más experimentado, él llegó al Salto y regresó. Vale decir que no todo mundo ha llegado al mismo.

Cascada Solange

Acá hay muchísimas plantas, una amante de ellas como yo, se puede entretener en cada esquina. Esta vez vi peperomias, las comunes monstera, los pene de chombo, heliconias exóticas, episcias pecioladas y violetas llegando a color negro, así­ como diversas calatheas.

Esta vez no corrimos con suerte para ver fauna, aunque si huellas de tapir y nutria, así como excrementos de pequeños felinos. Un par de borrigueros ameiba festiva y las adoradas Dendrobates auratus morfo verde.

Llegamos al campamento, limpiamos el área, reacomodamos un alacrán y Rey junto a los chicos armó el refugio. Decidimos que sólo bajaríamos al Verde Esmeralda cuyo caudal estaba muy fuerte e imposible de nadar en él, su corriente arrastraría, el río estaba claro y en su cauce, pero sabíamos que estaba muy fuerte para subir al salto, algunos exploradores agradecieron pues estaban exhaustos.

Pasamos una tarde amena entre chorizos, bollos y café, algunos chicos hicieron pasta y sopa.

Nuestro guí­a: Rey Aguilar aprovechó la tarde para explicar la importancia de una fogata en la selva y de cómo poder hacer una bajo condiciones extrema, con lluvia, humedad contundente en un sitio como la Sierra Llorona de Portobelo.

La fogata es foco de calor, enfocándonos en que somos seres ancestrales, el fuego nos aviva el alma, nos hace sentir confortables y confiados. Las antiguas reuniones en torno a fogatas habrían marcado la evolución social.

El fuego no sólo sirve para cocinar alimentos y ahuyentar depredadores, sino que además permite implementar actividades sociales al caer la noche, cuando ya han llegado a su fin las labores de la jornada para garantizar la subsistencia.

«Las vigilias en torno al fuego son universalmente momentos para formar vínculos, transmitir información sobre el grupo, distraerse y compartir emociones» Polly Wiessner, profesora de antropología.

Cayó la noche, calló el campamento. Asomé mi cabeza varias veces durante la noche, la luna estaba en cuarto creciente, faltando poco para estar llena. Una llovizna leve en la madrugada y supe que el río estarí­a perfecto.

Desayunamos, emprendimos corto ascenso al Salto de los Monos, la más alta de Colón y una de las más altas del país. Por siempre será emocionante estar ahí. Llegar y ver cómo el excursionista se pierde en sentimientos, nada más importa, que el momento presente. Nadar, escalar, gritar, no importa nada. Es necesario disfrutar de la manera que sea más cómoda. Quizá regresas, quizá más nunca lo hagas.

Al bajar, decidimos aprovechar el tiempo y pasar al Verde Esmeralda, que ahora se encontraba apaciguado y perfecto, con su particular profundidad.

Recogimos todo y dejamos todo como si nadie hubiese estado ahí, hicimos el tiempo perfecto a la salida y aprovechamos para un último chapuzón.

Al ir llegando al Dos Bocas vimos que del otro lado iba una crecida y desde ese momento decidimos poner en marcha el Plan B: rápido en las bajadas y planos hasta salir a los llanos para tomar un área sin río. El cansancio era inminente, hubo cambio de mochilas, mucho caballerosidad, esta vez hubo hasta cambio de calzados.

Quizás no preveían que afuera nos estarían esperando los caballos para caminar la última hora sin mochilas.

Conversamos con los locales y nos dicen que es seguro pasar el río pues está turbio pero en su cauce. Y así­ lo hicimos.

Al salir, una deliciosa cena nos esperaba, y las cervezas que nos ayudan siempre a ir más rápido al pensar en ellas.

Grupo completo

Agradecida con cada uno de los excursionistas que nos acompañó a caminar la Sierra Llorona de Portobelo, nosotros no olvidamos a ninguna persona que hace esta senda. Por su preparación, inversión y determinación a la hora de caminar.

Confiamos en que el buen juicio del excursionista que decide emprender la difí­cil marcha hasta el Salto de los Monos comprenda el amor por los bosques vírgenes y su importancia en el ecosistema, donde no cabe la mano del hombre, más que para admirar su belleza.

Las fotografías son propiedad de Enlodados.com, Daniel Molinar, Domingo Molinar, Sorhay Bambu, Rey Aguilar.

En una reciente exploración en las áreas boscosas de la Costa Arriba de Colón, se logró recorrer otro brazo del rí­o y luego de mucho análisis de mapas y satélite, se logró coronar la cima del Salto de los Monos.

Para lograrlo sólo fueron Rey y Ramsés, quienes poseen gran experiencia y resistencia caminando selva.

Rey posee el conocimiento nato. Se crió cerca de montaña y potreros, caminando siempre en solitario, desde los 7 años, buscando vacas y caballos, cosechando en el camino y encendiendo fogata para así cocinar, donde se encontrara.

Pero quien iba a saber que en un futuro ese conocimiento le iba a ser provechoso, al momento de tener orientación en selva. Y es que aparte de los cursos de rescate y supervivencia, lo autodidacta le sobra.

A Ramsés lo conocimos hace más de 8 a años en Chicá de Campana, siendo casi un niño, se caminaba desde ahí hasta Buena Vista de Chame, tiene ventosas en los pies.

Me cuentan los chicos (que ninguno se anima a escribir) que llegaron al sitio de camping en 2 horas (que generalmente toma 6) e iniciaron la exploración hasta una cascada vírgen a la que quisieron nombrar «El Tapir» por la gran cantidad de huellas de éste salvaje animal que se toparon en el camino.

El Tapir
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Se llamaba «El Arraijancito», y los recuerdos que quedan prefiero mantenerlos intactos, pues los inetereses de algunos seres humanos ha ido empañando lo que quedaba de él.

Y hablo como si fuese un ente, porque en él aprendí a amar los cuerpos de agua, en él entendí el poder de la Naturaleza y viví la magia en cada esquina.

Era una niñita cuando de mi pueblo salíamos en la parte trasera de los pickups a darnos un baño al Arraijancito, eso pasaba cada fin de semana. Algunas de las veces mi familia iba tan emocionada que cargaban una enorme paila, llebavan un saco de arroz y el río proveía las sardinas.

En aquel río conocí a los militares del ARMY que practicaban en los alrededores. Más no puedo olvidar aquel puente rodeado por helechos y musgos, por el cual solo pasaban los jeep de los gringos. Si acaso unos 2 en todo el rato que nos pasamos ahí.

De aguas claras, mis primos y yo aprendimos a nadar ahí. No faltó quien casi se ahogara por pendejadas de chiquillo, esas donde se acerca el lobo en broma hasta que cuando llega nadie hace caso.

Un día, el camión de abastos de mi tío se trabó en la loma, estuvimos largo rato esperando a ver si mi tío lograba sacarlo, pero fue imposible; y si no fuese por unos militares puertoriqueños que andaban cerca de ahí en un bunker, que halaron el camión con un jeep harto en lodo, hubiesemos tenido que regresar a pie.


Para mi ver a esa gente era cosa de otro mundo, yo quería ser como ellos, que aparecían por el río y los veíamos cuando ya estaban cerquita; y andar en el monte vestida militar cargando armas…

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Puntuales arrancamos a la provincia de Coclé, esta vez estarí­amos bien al norte, justo en el límite entre La Pintada y Olá, que son divididos por el Río Grande.

Visitamos Chorro Alto en Bajo Grande, que con un río colgante divide a Olá de Coclé de La Pintada, por medio del Rí­o Grande.

Chorro Alto impresiona, no por gusto tiene ese nombre. Es una cascada imponente y con mucha fuerza; es de acceso fácil con calma y llegan autos 4×4 sin problemas, aunque lo que hay que caminar es «nada» en comparación con otros sitios. Para entrar se debe pasar por una casa de familia en la cual pedimos el permiso correspondiente para entrar por su terreno y pagamos la colaboración a la misma, que mantiene los alrededores limpios de desechos.

Bocota abierta. Inspeccionamos el área, montamos la hamaca, dejamos una Leptodeira annulata que necesitaba una vida mejor en el área apartada del chorro y procedimos a entrar a sus frías y profundas aguas.

El dí­a estuvo soleado, un tiempo hermoso nos regaló aquel domingo. El agua estaba que congelaba y así nos fuimos nadando hasta donde cae el chorro. Si te ubicas directo en el chorro te puedes dar un mal golpe.

Luego emprendimos una pequeña caminata hacia el Chorro Grande de Ojo de Agua en el Rí­o Zapillo, que le pertenece al distrito de La Pintada de Coclé. El camino es nivel fácil, aunque para una persona sin experiencia le puede tomar más tiempo.

Ojo de Agua es imponente, sus aguas caen con tanta fuerza que el río te puede llevar. En verano es común que los locales hagan clavados exuberantes pero en época lluviosa cuando el rí­o está sobre cargado en agua, es mejor ver el chorro desde la orilla, sobre todo porque no se ven las rocas que están allí en lo profundo, con las que te puedes golpear si no conoces.

El chorro es un espectáculo de la Naturaleza, que deja boquiabierto a cualquiera. Estar ahí es como una película de misterio combinada con aventura, guarda una magia singular.

Nosotros lo disfrutamos desde la orilla, el Río Zapillo es muy hermoso y en verano abundan las pozas de agua perfectas para bucear y nadar de forma espléndida.

Terminado nuestro recorrido y felices porque ya llenaríamos nuestras panzas de comida de verdad. Cuando íbamos en el bus, vimos una enorme tarántula cruzando la calle ( son una de las especies de arácnidos más grandes del mundo). Imposible no admirarla, nos detuvimos para observarla mejor.

Encaminados luego de haber llenado nuestras panzas, tomamos la ruta de La Pintada que va por la comunidad de Piedras Gordas donde nos detuvimos en Hacienda La Esmeralda de la familia Quiroz, donde degustamos unas deliciosas naranjas valencianas; algunos de los chicos se convirtieron en el terror frutal de las naranjas, comían y llevaban, todo un éxtasis frutal.

Y así concluimos otra aventura más. Agradecemos a quienes depositan su confianza en nosotros para pasar un dí­a ameno, de la mano de la Naturaleza, en comunión con nuestro medio ambiente.

¡Saludos! ¡Amigos Enlodados!

Jordanal es un poblado que le pertenece a Cirí­ Grande de Capira, en los lí­mites con la provincia de Coclé; tanto así que la mayorí­a de sus pobladores acceden al sitio desde el Valle de Antón pero curiosamente tiene acceso también por Altos del María (acceso privado) y por Chorrera.

La gente que le habita es de carácter amable y servicial. Actualmente buscan incursionar en el turismo ya que posee hermosos rí­os y montañas además de ese ambiente campesino panameño tan particular.

Esta vez planeamos ir hasta uno de los atractivos más inhóspitos del sitio, la cascada de Jordanal pues así le llaman los lugareños. Ya sabí­amos que sería extremo pues cuando uno pregunta a un local que tan difícil es llegar y te responden que está lejos, es porque lo está; de menos te dicen que «está cerquita».

Apenas íbamos en el 4×4 y no faltó quien tuviese miedo, tocó recordar que éste es el transporte que decenas de personas utilizan a diario para salir de las montañas en Capira, el único medio de transporte en aquellos lugares donde el plastificado progreso no ha llegado y hacen falta calles y puentes.

Una vez en el pueblo emprendimos la marcha que desde el momento inicial sabíamos serí­a en ascenso constante, en el camino se nos unieron locales adultos, niños y un curioso perrito.

Una vez dentro de la selva el camino se puso tedioso para los de menos experiencia, siempre subiendo, constantes curvas, árboles enormes de un bosque primario magní­fico, alta humedad, plantas extrañas, muchas raí­ces que hacen de escalera en parte del sendero nivel moderado.

Vimos tucanes, aves de brillantes colores, ranas exóticas, ardillas miniatura correr por las ramas de los árboles, y mientras los locales nos decí­an que faltaba poco, una nueva loma se nos presentaba.

Pristimantis gaigei juvenil Fotografí­a de Ana Chérigo

Lo que habíamos calculado se demoraría 2 horas, tomó 3, hasta llegar a la cascada por una situación de falta de preparación por parte de algún participante. Es ésta la razón crucial por la que hacemos una ficha técnica en la cual indicamos el nivel de dificultad del terreno. Como siempre decimos, si usted viene a una gira, nosotros haremos lo imposible para que llegue al destino, aquí­ todo mundo llega, en calma y con paciencia pero eso algunas veces incurre es más tiempo e inversión.

Sin embargo, la emoción de lograr llegar a un sitio como éste fue tanta, tení­a años sin ir a un lugar tan inmaculado, sin rastro alguno de basura, la selva en su punto álgido. Llegamos en un momento en que la niebla bajó al rí­o y cubrió toda la paila de agua, por cierto profunda y de color verdeaqua.

¡Wow! A veces uno se hace una idea de un sitio y cuando llegas te decepcionas, no porque sea poco atractivo, si no porque simplemente la foto que viste tenía mucha edición o realmente no era lo que te esperabas. Este NO fue el caso. Pocas veces me ha pasado que llego a una cascada y el respeto a la belleza del lugar es tanta que ni me pongo a nadar. Esta vez fue así­, primero por eso y segundo por miedo a los calambres.

Los chicos aprovecharon y hasta hicieron clavados, el agua estaba realmente fría, pero eso se nos olvidó.

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Había estado averiguando la manera de regresar hace rato. Tuve un excelente profesor de física de la etnia guna (una eminencia) en la escuela secundaria y fue con quien conocí este lugar; creo que nos llevó como modo de taller de cuerdas para que la gente se llevara mejor y funcionó.

Aunque escriba mucho acá, nunca he sido exactamente extrovertida, pero ese viaje me obligó a socializar más con mis compañeros, era una obligación tender la mano, apoyarte sobre el otro, ofrecer agua, cargar la mochila del cansado. Eso me marcó de por vida. El senderismo es terapia para el alma y el corazón y te obliga a conocer la parte más sensible de la gente.

Foto de Ana Chérigo

Fue mi primera caminata en la selva, tenía 16 años y me costó. Me costó mucho. A tal punto que en uno de los senderos me dió un golpe de calor. Todo esto me marcó a un nivel que al cabo de los años decidí dedicarme a interpretar la naturaleza de manera independiente, como guía de turismo ecológico.

Hablé con varias personas que nos podía llevar; era necesario que el guía fuese Guna. Conversé con uno que cobraba una suma exorbitante, me sentí impotente. También hablé con un chico que nos llevaba de gratis, pero no me dio buena espina, lo gratis nunca es bueno. Hasta que luego de algunas llamadas llegué al indicado: Igua Jiménez y fue lo mejor que nos pudo pasar.

Igua – nombre que solo es el prefijo- tiene 17 años guiando y conoce Guna Yala mejor que nadie. Coincidimos mucho, pues él no es el que prefiere cantidad a calidad. Entre selva y playa, prefiere selva. Repito, dimos con el indicado.

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Durante muchos siglos los seres humanos hemos usado nuestro poder e inteligencia para destruir o modificar la naturaleza, para robarle espacio a otras especies y constituirnos en el centro de la evolución. Pero hay un lugar en el que seguimos siendo seres indefensos y vulnerables, y donde nuestro instinto de sobrevivencia más primitivo (ese que traemos desde los primeros días del Homo Erectus) puede salvarnos. Un lugar de peligros y leyes inexorables: la selva. – Irving Bennett, Explorador panameño.

Habíamos planeado esto con tiempo, venimos realizando este viaje desde el año 2011, pero ésta vez lo hicimos cuadriculado; todo bajo completo control, justo como debe ser al planear meterse en la selva en un mes como julio.

La selva del P. N Portobelo conlleva muchos elementos que si no conoces, es mejor ni atreverse: el río es impetuoso y se divide en variados afluentes; no existe camino marcado; tratándose de la Sierra Llorona, la humedad es contundente y así­ como los árboles de ceiba (Ceiba pentandra) de hasta 60 metros de alto, desarrollan raíces tabulares, a veces la tierra cede tanto que se caen, esto pasa a diario. Así como es posible ver reptiles inofensivos, es posible ver reptiles muy venenosos. También es área de escorpiones y bichos que más adelante detallaré. Sin dejar de lado que es una de las áreas del país con más existencia de felinos comprobada.

La lista de implementos era larga, pero funcional y necesaria; recomendamos no exceder las 15 libras y dormir en hamacas, lo cual se le hace bastante difícil a quien no está acostumbrado.

El grupo que nos acompañaría sería de 16 personas, bastante grande para nuestro gusto. Partiendo de ahí, sabíamos que el recorrido sería más lento.

Como siempre, revisamos la hoja cartográfica antes de partir, la misma ya va en la mente pues el área para nosotros es como la palma de la mano, hemos podido conocerla muy bien. Tiempo atrás, Rey y yo habíamos planteado crear una nueva ruta para que la ruta vieja se la comiera la selva, cosa que ya está sucediendo. Teníamos en mente cambiar la ruta en una parte donde aparece un acantilado.

A eso de las 10:30 pm arribamos en Guanche e inmediatamente nos bajamos del autobús, empezó a chispear. Nos despedimos de nuestro conductor estrella no sin antes advertir que de no salir antes del anochecer del domingo, estuviese alerta. Iniciamos la típica caminata por la trocha hasta donde acamparíamos.

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Finalmente fuimos al Parque Nacional Darién. 😀

Este parque se ubica a 325 kilómetros de la ciudad de Panamá, es el parque nacional más grande de la República de Panamá con 5970 km² y es uno de los lugares del Patrimonio de la Humanidad más importantes de Centroamérica, declarado así en 1981 y como Reserva de la Biosfera en 1983, segundo pulmón natural más importante de América luego de la selva del Amazonas.

Importante es destacar que Darién es la provincia más grande de la República de Panamá, tiene una extensión de 11,896 km², un área del tamaño de la isla de Jamaica. Frontera con el país vecino de Colombia por el este, lo cual debería llevarlo a ser una de las provincias más importantes.

No es para nadie un secreto que el Darién es la provincia más olvidada del territorio panameño, a pesar de poseer tan rica cultura e importancia biológica. Por su condición fronteriza soporta los rigores de los desplazados suramericanos; la depredación de sus maderas preciosas; la persecución de sus animales silvestres; así como la presencia de enfermedades endémicas, epidémicas y desnutrición que dominan a sus moradores en algunas regiones. Las producciones agrícolas darienitas son despreciadas por las difíciles condiciones del transporte, mayoritariamente fluvial y marítimo, con lo cual los ingresos para vivir resultan reducidos, mientras el empleo permanece ausente. Claro que no podemos desconocer el hecho cierto que programas panameños de vigilancia en Darién impiden el avance de la fiebre aftosa suramericana, y constituyen un muro para el traslado de reses vacunas hacia el norte.

El nombre Darién se origina en la lengua hablada por los indígenas Cueva, una tribu indígena que fue exterminada por los Conquistadores a lo largo del siglo XVI.

Tres grupos indígenas precolombinos habitan en el parque nacional Darién: los Kunas, que mantienen poblaciones tradicionales en los poblados de Paya y Púcuro, al pie de la montaña sagrada Cerro Tacarcuna; los Emberá, habitantes tradicionales ribereños del Chocó, y los Wounaan, muy cercanos lingüísticamente y culturalmente a los Emberá.

El Tuira, El Chucunaque, los ríos más potentes de Panamá, se encuentran en esta provincia, y está enmarcada por las áreas inclinadas de las serranías de San Blas, Bagre, Pirre y del Sapo.

La emoción me invadía, hace meses que venía con la idea de visitar esta provincia. En un principio la idea era ir hasta Paya, último pueblo antes de entrar en territorio colombiano, muy lejano y peligroso a causa de la guerrilla.

Busqué mucha información y me puse en contacto con personas que hubiesen visitado el parque: muy pocos. Supuse que el miedo detiene el entusiasmo de gente que desea visitar pero no se sienten seguros a causa de la guerrilla o la grandeza del área los inmiscuye. Busqué en el mapa y no puedo negar que este parque se encuentra a pocos kilómetros de la frontera con Colombia.

Pasamos así mismo por las oficinas de ANAM en busca de información y a avisar que nos dirigíamos al parque, resultó gracioso que nuestro guía, con el que habíamos coordinado por nuestra cuenta, resultó ser uno de los guías de más confianza de este parque nacional.

Una vez estuvo todo listo, nos organizamos y partimos 11 personas, junto con el guía desde la Terminal de Albrook a las tres de la madrugada hacia el Darién.

Los precios de transporte son módicos: de la ciudad de Panamá a Metetí son $9; y hasta Yaviza son $14. En nuestro caso y para todo el que se dirija hacia el parque nacional Darién, es necesario registrarse en ANAM de Metetí, allí efectuamos el pago por alojamiento y entrada al parque; en nuestro caso pagamos 1$ cada uno de entrada del parque (estudiantes) y 5$ c/u por noche por alojamiento en el refugio de Rancho Frío, primer refugio de ANAM dentro del parque nacional Darién. Claro, es muy importante si van en grupo de estudiantes llevar su respectivo carné que lo respalde.

SENAFRONT Metetí

Y claro, en el caso de no ser estudiantes y pagar como “nacionales”, el precio por entrar al parque es de $3 y por noche en el refugio es de $10.00. En el caso de acampar se pagan $2 por estudiante y $5 por nacional. Extranjeros pagan $5 la entrada al parque y $15 por alojamiento por noche, $10 por acampar.

Todo iba de maravilla, a pesar de que tuvimos algunos problemas con el transporte, ya que tuvimos que hacer trasbordo en Aguafría, de allí en adelante todo fue espléndido. Esperamos contentos que abriera ANAM a las 9am en Metetí y nos registramos. Mientras estuvimos allí llegó una familia de monos aulladores (Alouatta palliata), unos loros frentirrojos  y hasta vimos un nido de colibrí. Luego tomamos un autobús,  hacia Yaviza y el precio fue 5$ cada uno.

Muelle de Yaviza

En Yaviza termina la carretera Panamericana, es allí en donde inicia el famoso Tapón del Darién, que abarca las comarcas indígenas de Kuna Yala, Madugandí, Wargandí, Emberá Wounaan, los distritos de Chimán y este de Chepo, todos en Panamá, y el norte de los departamentos del Chocó y Antioquia, al oeste del Golfo de Urabá en Colombia.

En esta piragua pagamos 5 dólares cada uno. Demoramos 1 hora y media en medio de las aguas de los ríos Chucunaque y Tuira, hasta llegar a El Real de Santa María. Estos ríos poseen su importancia porque constituye un medio de comunicación importante en la provincia del Darién y de la Comarca Emberá-Wounaan, ya que los diversos afluentes conectan las principales localidades ribereñas.

Para algunos era la primera vez que se subían a una piragua, por lo tanto era una nueva experiencia. El paisaje dominante, nuevo para nosotros, era exuberante. El Río Chucunaque, imponente y chocolate, nos pasaba en dirección contraria, íbamos río arriba por esa carretera de agua. Vimos pasar familias enteras remando en sus piraguas principalmente Emberá-Wounaan; también a varios policías regresando quien sabe de qué misión.

La mayoría de mis compañeros se durmieron en plena piragua, creo que algunos roncaban a causa del cansancio del viaje, al menos llevábamos más de 24 horas despiertos. Personalmente la sola idea de saber que estaba en este lado del país no me dejaba dormir para nada, hubiese sido para mí un pecado estar allí y no ver lo que a mi lado pasaba.

El Río Chucunaque mide 231 km, es muy ancho y es el principal afluente del río Tuira, segundo mayor del país. Los ríos Tuira, Chucunaque y Balsas forman una cuenca hidrográfica de 10.664,42 km2, que es la mayor de Panamá. El Chucunaque nace cerca del Cerro Grande, en la Serranía del Darién, entre la frontera de las comarcas indígenas de Kuna Yala y Wargandí. Fluye hacia el sureste hasta la localidad de Uala, cabecera de la comarca Wargandí; permanece en dirección sureste recibiendo diversos afluentes (Artigartí, Mortí, Chiatí, Membrillo, Metetí, Ucurgantí, Marragantí, Turquesa y Chico). Al llegar a la localidad de Yaviza, el río cambia al suroeste y llega hasta la localidad de El Real de Santa María, en donde se une con el río Tuira.

En la piragua rumbo a el Real

De pronto a lo lejos, empezamos a ver un cerro, el guía me tocó el hombro y me dijo que era el imponente cerro Pirre, uno de los más altos de la región y muy interesante por la gran cantidad de especies endémicas que en él habitan. Los árboles cuipos, descomunales, se divisaban en todo el recorrido. Vimos un caimán que tomaba sol a orilla del río; el cielo nos favoreció, aquel día las nubes estaban en tercera dimensión, el panorama era sacado de alguna película jurasica.

Cabe destacar que el Darién posee montañas de altura considerable destacando el cerro Tacarcuna (1,875 m.s.n.m.), Piña (1,581 m.s.n.m.), Pirre (1,569 m.s.n.m.), Nique (1,550 m.s.n.m.), Chucantí (1,430 m.s.n.m.), Pavarandó (m.s.n.m.), Armila (m.s.n.m.), Tanela (1,415 m.s.n.m.), Sapo (m.s.n.m.) y Altos del Quía (1,361 m.s.n.m.)

De un momento a otro pasamos una curva y entramos en terreno del río Tuira. Más adelante el río se redujo, estábamos en uno de los afluentes: río Pirre, de pronto apareció el poblado de el Real de Santa María, corregimiento ubicado dentro del distrito de Pinogana.

Una vez en el Real, teníamos entendido que nos obligaríamos a caminar aproximadamente 5 horas hasta llegar a Rancho Frío, pero gracias al ingenio de nuestro guía, contactó un camión que nos llevaría hasta Pirre 1.

Aprovechamos para tomar un almuerzo que nos cayó de maravilla pues fue nuestra primera comida verdadera del día. Dejamos algunas donaciones traídas desde la ciudad y abordamos el camión; pasamos sobre un río, luego por varios poblados y el aeropuerto de El Real. La calle de dividió en dos y tomamos a la derecha, nos dijo el guía que por la otra calle se llega a Colombia de manera muy fácil.

EL REAL de Sta MaríaLuego de eso llegamos a Pirre 1 en donde nos encontramos con el señor Alberto Pizarro (guarda parques de ANAM) que nos esperaba con un fourweel, y se llevó nuestras maletas. De inmediato emprendimos la caminata hacia Rancho Frío. Definitivamente nuestro guía Isaac Pizarro fue una maravilla, de lo contrario, hubiésemos tenido que caminar desde el Real hasta el refugio de Rancho Frío, con un sueño atrasado encima, durante 5 horas con mochilas pesadas en nuestras espaldas.

El cerro Pirre se veía cada vez más cerca, gigantesco y ¡azul! de tanta vegetación tupida, solo un espacio sin vegetación en él, y se trataba de un derrumbe de tierra.

Iniciamos la caminata y a cada canto de ave, nuestro guía nos decía cual ave era, demasiado emocionante; nos detuvimos en una casa, la última que veríamos. Nuestro guía saludó y aprovechamos para tomar unas deliciosas pipas y comprar algunos plátanos que nos vendió la señora de la casa.

Camino a Rancho Frío

En el camino hacia Rancho Frío distinguimos árboles gigantescos, pero hubo uno que casi me saca lágrimas, un Ceiba pentandra, sus raíces tabulares eran increíbles, y su dosel se perdía en el infinito, definitivamente un centenario que ha sobrevivido al tiempo y ha sido respetado.

Pasamos por muchas quebradas, vimos monos aulladores, y de pronto la lluvia empezó a caer y nos animó aún más, la lluvia siempre es bienvenida pues refresca el alma y qué mejor lugar que la selva para quitarnos el fogaje. El camino era enredado y se perdía en diferentes senderos.

Aceleramos paso bajo la lluvia torrencial y llegamos al refugio de ANAM exactamente en 2 horas. Ordenamos las maletas dentro del refugio y nos fuimos hacia “La Cascada”… si, aún no tiene nombre esa cascada. En media hora luego de pasar por un sendero, estábamos caminando sobre el río y llegamos. Era hermosa, de aguas claras y con un chorro diagonal que caía con fuerza en la poza.

"La Cascada" foto del website de ANAM

Pensé en tirarme por el surra surra al día siguiente, cuando volviéramos más temprano a “la cascada” con las cámaras, tenía algo de miedo pues últimamente me han estado dando calambres en agua y no me quise arriesgar, pero al día siguiente me arrepentí de no haberlo hecho.

El refugio era exactamente como lo imaginé: de madera, amplio por dentro, 2 espacios separados disponibles, 1 baño, 1 retrete, una llave de agua, la cocina con estufa. A nuestra disposición teníamos colchones, podíamos usar los camarotes o poner los colchones en el piso, lo último fue nuestra opción, revisamos que no hubiera algún animalillo en el suelo y nos acomodamos. En la cocina ANAM pone a dispocisión ollas, platos, vasos y hasta cubiertos, en caso de no llevarlos. A un lado del refugio, corre un río calmado.

Obviamente es necesario llevar comida, mejor si es enlatada pues luego de pasar El Real de Santa María no hay lugares en donde adquirir enseres. Es muy importante llevar agua, ya que aunque en la estación de Rancho Frío haya, ésta no es potable y puede afectar su salud.

Refugio Rancho Frío

A la mañana siguiente y luego de haber dormido largo y tendido, nos levantamos algo tarde para subir hacia el mirador. Al estar desayunando pudimos escuchar guacamayas que pasaban despavoridas graznando y avisando su llegada; salí corriendo a ver si podía fotografiar alguna pero ya iban lejos, nos dijeron que son guacamayas rojas que generalmente andan por el refugio.

Para mi fue muy emocionante el momento pues las guacamayas son aves casi extintas y la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) le otorgó al Panamá el segundo lugar de la región mesoamericana en su “lista roja” de especies de guacamayas amenazadas.

Además, esta especie ha sido declarada en riesgo por la Convención Internacional de Especies Salvajes de Flora y Fauna en Peligro de Extinción (CITES por sus siglas en inglés), que prohíbe su comercialización como una forma de protegerla de la destrucción de su hábitat, por lo que se han eliminado sus lugares de anidación. Aquí en Panamá estas especies se encuentran, muy pocas, en el área de Cerro Hoya, en la provincia de Los Santos, en Veraguas y Darién.

Guacamayas

La misión del segundo día sería subir al mirador llamado Rancho Plástico. Iniciamos la caminata y al poco tiempo vimos una curiosa rana: Rhinella alata, endémica de Panamá, Colombia y Venezuela. Luego de algunas lomas entramos en la selva húmeda tropical, un sendero poco marcado rodeado de selva tupida. Nos topamos con una bandada de monos araña (Ateles fusciceps) que enfurecidos nos arrojaban palos desde lo alto del bosque.

Vimos distintos árboles de los que destacaban el árbol de Jagua (Genipa americana), cuipos (Cavanillesia platanifolia), Guayacan (Tabebuia guayacan), Ceiba (Ceiba pentandra), Cedro Amargo (Cedrela odorata L.), Espinoso (Parkinsonia aculeata), Almendro (Terminalia catappa), Guarumo (cecropia obtusifolia), Algarrobo (Ceratonia siliqua), olimos el Bálsamo (Myroxylum balsamun) de madera muy apreciada actualmente; notamos muchos Higuerón (Ficus citrifolia), Espavé (Anacardium excelsum), Nazareno (Peltogyne purpurea), también vimos Cícadas éstas últimas «sumamente» amenazadas y en peligro de extinción, porque su crecimiento es muy lento, tanto así que hay coleccionistas que las compran a un precio muy alto en el mercado negro.

Algunos árboles en R.F.

La lluvia empezó nuevamente y nos refrescó. Al llegar al primer mirador de Rancho Plástico fue poco lo que pudimos ver, pues las nubes tapaban el contorno de los árboles que a lo lejos se veían, supimos que lo que allá estaba era El Real y que con buen tiempo es posible ver algunas casas, el río Tuira, así como el hormigón, y claro, el dosel del bosque desde lo alto.

Decidimos seguir hacia el siguiente mirador. Para llegar debíamos avanzar media hora más, aparte de las dos horas que ya llevábamos caminando. En el sendero nos encontramos con varias ranas Dendrobates auratus; caracoles de tierra por la hojarasca y pegados a los árboles. En un momento un alacrán por poco pica a Raiza, además vimos muchas hormigas sompopo y algunos ciempiés.

Rana Dendrobates auratus

Nos desviamos del sendero para ver un ave Saltarín Cabecidorado o Manakin (Pipra erythrocephala) que habitaba en esa área, solo fue necesario prestar un poco de atención y allí estaba el pequeñín descansando en una rama. Más adelante vimos un Tucán picoiris (Ramphastos sulfuratus)y un Jacamar (Galbula ruficauda).

Es importante decir que en ésta área se pueden encontrar gran cantidad de aves, en especial algunas con endemismo en el área de Cerro Pirre y dentro del parque: Subepalo bello (Margarornis bellulus) y la Tángara nuquiverde (Tangara fucosa), el águila arpía, el halcón peregrino, la guacamaya azul (Ara ararauna), la guacamaya verde (Ara ambigua) y el loro moña amarilla (Amazona ochrocephala), Autillo Serranero, Colibrí Copetivioleta, Colibrí Pirreño, Solitario Variado, Reinita de Pirre, Clorofonia Cuellidorada, Tangara Azulidorada, Tangara de Monte de Pirre, Pinzón Carilucio, entre muchos otros. Se han llegado a censar 450 especies de aves dentro de este parque nacional.

Saltarín o Manakin (Pipra erythrocephala)

Aunque no vimos muchos mamíferos, es importante recalcar que coexisten 7 mamíferos endémicos del parque, como el arador darienita (Orthogeomys dariensis) y la zorra de cuatro ojos (Marmosops invictus). Más de 56 especies amenazadas o en peligro de extinción en el resto del continente poseen poblaciones viables en el Darién. Entre ellas el águila harpía (Harpia harpyja), que reúne su más importante población a escala mundial, el tapir (Tapirus bairdii), o las cinco especies de felinos: el jaguar (Panthera onca), el puma (Puma concolor), el manigordo (Leopardus pardalis), el tigrillo (Leopardus wiedii) y el tigrillo congo (Leopardus yagouaroundi).

Algunos insectos en R.F. Darién

Entre insectos por doquier y mucha lluvia, seguimos el camino hasta llegar al segundo mirador de Rancho Plástico desde el cual vimos cerro Pirre en todo su esplendor, ese cerro de 1,569 m.s.n.m., uno de los dominantes del área en biodiversidad, lleno de neblina a causa de la lluvia que acababa de caer.

II Mirador de Rancho Plástico

El frío nos entumeció, no sabíamos de donde provocar calor, la vista era increíble, sublime. Me sentía anonadada de estar en frente del famoso cerro Pirre, de origen volcánico, grande entre los grandes del Darién. En un principio con la idea de ir al parque nacional Darién, teníamos pensado subir este cerro, pero nunca imaginamos que para llegar al filo del mismo, son necesarios 3 días caminando en selva, lo cual sería una verdadera aventura, que de seguro luego con más tiempo haremos.

I mirador desde donde se ve El Real

No era nuestro deseo que la lluvia parara y así lo fue, nos acompañó en todo momento, estábamos en el área más lluviosa del país, una de las regiones más lluviosas del planeta ya que se encuentra dentro del Chocó Biogeográfico (área más lluviosa del planeta), con precipitaciones que pueden superar los 8,000mm anuales y en donde prácticamente, no hay estación seca. La temperatura varía según la altitud entre 17° y 35 °C.

Al bajar y pasar nuevamente por el primer mirador la neblina había desaparecido y aunque estaba nublado, el paisaje era místico y nuboso, fue posible ver gran parte del paisaje de El Real de Santa María desde esa altura.

Avanzamos en dirección al refugio y nos topamos con una Lagartija crestada (Corytophanes cristatus) que intentó mimetizarse entre la hojarasca pero por suerte la vimos.

Lagartija crestada (Corytophanes cristatus)

Entre caídas y resbaladas llegamos un poco tarde al refugio; nos bañamos en el río que pasa al lado de la estación, de tanta lluvia se creció y fue imposible ir a “La Cascada”, nos quedamos sin fotos y yo sin haberme tirado de ella. La comida ya estaba lista, un arroz con coco nos había preparado el señor Alberto, ¡estuvo delicioso! Entrada la noche tomamos un postre improvisado: un bizcocho con leche condensada que fue peleado; luego fuimos a descansar, lo que quedó en una partida de dominó y cuentos de miedo de “MadreAgua”, el espíritu que te llama al río y desapareces por siempre, el guía  logró que Lurys, Kari y yo, nos pusiéramos las piyamas al revés.

A las 5 de la madrugada estábamos listos para partir, solo tomamos un té de hierba de limón, nos pusimos las mochilas a la espalda y caminamos durante dos rápidas horas de regreso a Pirre 1 en donde nos esperaría un camión que nos llevaría hasta El Real.

Partimos directo al muelle de Mercadeo y emprendimos nuevamente el viaje en piragua de regreso a Yaviza. En ese trayecto vimos gran cantidad de animales, sobre todo aves, monos y algunos perezosos en lo alto de los árboles. La mañana estaba en su esplendor, el sol arreciaba y los animales, calmados, lo aprovechaban.

Al llegar a Yaviza un bus nos esperaba, antes de las 3 de la tarde estuvimos de regreso en la ciudad de Panamá, con una experiencia hermosa en el corazón.

Tres días en la selva del Darién no nos fueron suficiente, el peligro del que tanto nos hablaron no lo sentimos jamás estando en el parque y de haberlo sentido hubiésemos tomado el riesgo. A pesar de todos los retenes que tuvimos que pasar, no hubo ningún problema, por el contrario, fuimos tratados de muy buena manera por los oficiales de SENAFRONT. En cierta manera el miedo de los ciudadanos a la guerrilla y las adversidades de la selva, ha sido lo que ha llevado este lugar a tener un endemismo tan grande, lejos de las manos humanas.

La satisfacción reflejada en las caras de mis compañeros de expedición era grande, estoy segura que tienen grandes deseos de regresar al Darién, a costa de lo que sea.

Quedamos en regresar pronto y ponerle nombre a “La Cascada”; la próxima vez que vaya espero poder hacerlo por un tiempo más largo. Confiamos en que ustedes, lectores, se les transmitan las ganas de visitar este patrimonio natural.

Personalmente no pude sentir más paz, juro que uno de los momentos más felices fue cuando el espíritu de la tierra me llamó a entrar en el río al lado de la estación, al recostarme en el agua y sentir las gotas cayendo sobre mi rostro, lo único que pude decirle a Lurys fue “este es uno de los momentos más felices de mi vida”.

Detalles:

– Dentro del parque existen tres estaciones científicas: en Cana, la de Cerro Pirre o Rancho Frío (visitada en este trip), situada a 14 kilómetros de El Real, La Estación de Cruce de mono en las faldas del Cerro de Pirre, a la que se accede con piragua (2 o 3 horas) hasta la población de Boca de Cupe y desde allí se caminan 5 horas hasta la Estación.
– De ir en auto, se debe manejar hasta Meteti, registrarse en ANAM, pagar lo correspondiente y seguir la misma vía hacia Yaviza y allí contactar el guía. ANAM no deja a nadie ir al parque nacional Darién sin un guía autorizado por ellos. Escríbanme para la información de nuestro guía.
– Recuerden llevar comida y agua, esto es muy importante en esta área. En Darién es fácil conseguir verduras pero todo lo demás es mejor llevarlo.
– Recomiendo llevar zapatillas o botas altas y cómodas pues el camino a recorrer es largo y debe pasarse entrando en quebradas, más si es en invierno.
– Repelente para mosquitos, prolifera gran cantidad de insectos.
– Linternas, obviamente no hay luz en el refugio.
– A pesar de que ANAM posee un fourweel para algunos casos, puede ser incómodo para personas de la tercera edad y niños ya que los trechos a caminar son largos.
– En Metetí se encuentran los últimos bancos y cajeros automáticos. Es crucial llevar dinero en efectivo.
– De ser posible, lleve un salvavidas personal ya que normalmente estos no se usan en las piraguas a dispocisión.
– Es recomendable visitar el parque en grupos de más de 8 personas para bajar costos. Ir al parque nacional Darién no es barato en el caso de ir pocas personas, es necesario pagarle al guía por sus servicios, pagar en ANAM, también el transporte Panamá – Metetí – Yaviza. Asimismo pagar por la piragua, o alquilarla, lo cual tiene un precio de 10$ a $15 por día, además de la gasolina de la que es necesario 8 galones, en ciertos casos más. También debe pagársele al conductor de la piragua.
– Llevar sábana o frazada, en ANAM te proveen de colchones, más no de sábanas. Innegablemente debes llevar artículos personales.
– Las piraguas no pueden tomarse luego de las 5 de la tarde, SENAFRONT no lo permite, puede ser peligroso. En ese caso puedes quedarte en algún hostal en Yaviza y salir en la mañana del día siguiente.
– Filtradores de agua o pastillas purificadoras de agua (puritabs).
– Algo con que encender fuego, encendedor. (Todo esto debes llevarlo en bolsitas plásticas por la lluvia).
– Recuerden llevar un botiquín con anti inflamatorios, pastillas para fiebre, vendas, curitas, gasas, alcohol, agua oxigenada para las heridas, pastillas para deshidratación, confites frutales en caso de bajones de azúcar, termómetro. Esto es primordial.
– Cuidado con la basura, ANAM te puede poner una multa 😉
– Cámara con protección.
– Ganas de pasarla excelente.

Ya saben, si necesitan alguna otra información, con gusto les contestaré en info@enlodados.com o http://www.facebook.com/enlodados

Grupo Completo ( fotografía de Raiza Segundo)

Agradezco a los asistentes por todo el apoyo, quórum y entusiasmo. A nuestros guía Isaac Pizarro , y a Edilberto González por toda la información, al representante de Yaviza: Enrique Lloren, por información de itinerario.

El Parque Nacional Darién es otra joya más de nuestro país y del mundo; certera y satisfactoriamente, un paraíso exótico y exuberante que debe ser protegido de la manera correcta. Debemos sentirnos privilegiados de poseer una reserva de esta magnitud en nuestro territorio. Basta ya de deforestación de nuestros bosques, reforestar es la palabra, aún nos queda tiempo de vivir en paz con la naturaleza.

El aire puro purifica el alma…

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