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Lago La Arenosa, Chorrera

El lago de La Arenosa es un destino muy cercano a la ciudad de Panamá, ubicado en el distinguido distrito de Chorrera, famoso por sus tradiciones y sus exquisitas comidas.

Pertenece al embalse del Lago Gatún, construido entre 1910 y 1914 por el represamiento del río Chagres, con la finalidad de almacenar suficiente cantidad de agua para que los barcos de alto calado pudieran transitar por esta vía durante la operación del Canal de Panamá.

El acceso al embalse se puede realizar a través de la comunidad de Gamboa, corregimiento de Cristóbal, distrito de Colón, provincia de Colón, o por la comunidad de Arenosa, corregimiento de Iturralde, distrito de La Chorrera, lugar del que hablaremos en este artículo.

Para llegar, debe manejar hasta la comunidad de El Espino, en el distrito de La Chorrera. En este punto encontrará un letrero con una flecha que indica la ruta que se debe tomar. Debe conducir en esa dirección durante aproximadamente una hora y, luego de desviarse en la entrada de Cerro Cama, llegará al lago de La Arenosa.

Si no tiene vehículo propio, es fácil tomar un busito de la ruta Arenosa–La Chorrera, que se estacionan cerca del parque Feuillet, a un costado de las oficinas del IDAAN de La Chorrera. Estos buses cobran alrededor de un dólar por pasaje.

En la vía hacia La Arenosa, el paisaje es muy agradable: fincas de ganado vacuno y caballos, plantaciones de piñas, pinos y palmeras rodean el camino.

Es el lugar ideal para los amantes de la pesca y la montaña, ya que ambos ambientes se combinan ofreciendo al visitante vistas placenteras. Un muelle da la bienvenida a los visitantes. Puedes venir equipado con tus implementos para pescar y olvidarte de todo. En todo caso, los guías ofrecen no solo la embarcación, sino también cañas de pescar, botes y carnadas.

Antes de las 9:00 a.m., ya están piloteando los botes que se encuentran anclados en el lugar. Se puede contratar una lancha que te lleva a los mejores sitios de pesca por no más de $50. Se dice que en el lago hay sábalo real de hasta 25 libras.

Los boteros también ofrecen recorridos por el lago a precios muy módicos. La recompensa es genial, así como las fotografías espectaculares que puedes capturar.

Al llegar a la comunidad fue fácil conseguir comida, pues hay un establecimiento que se dedica a la venta de pescado fresco y comidas criollas —delicioso, por cierto. También hay un kiosco donde puedes abastecerte de refrescos o snacks.

Vimos una curiosa capilla justo antes de llegar al lago, adornada con flores y muy bien cuidada.

Generalmente, la gente disfruta sentarse en el muelle, mientras el sol o la lluvia lo permitan, ya que no tiene techo. Sin embargo, a un costado del lago hay un jorón donde puedes contemplar la vista y disfrutar de una cerveza bien fría.

Muchas personas van a las orillas del lago a hacer picnic, ya sea cerca del muelle o en otros espacios del terreno que rodea el lago. En caso de que desees hacer esto, procura llevar una carpa, ya que en el lago no hay cabañas para refugiarse en caso de un aguacero.

Si deseas nadar, es recomendable hacerlo lo más cerca posible del muelle, ya que otras áreas tienen espesas concentraciones de algas, que pueden ser peligrosas para nadadores y provocar accidentes.
En mi caso, no me atreví, porque le tengo miedo al agua en la que no veo el fondo. Sin embargo, los niños del área se tiraban y jugaban con confianza: expertos nadadores, como buenos nativos del lugar.

Un lugar para disfrutar en familia, con amigos o en pareja.
Los invitamos a visitar este sitio donde, sin duda, pasarán un momento ameno.

Cómo llegar

arenosa

Camino del Oleoducto, Parque Nacional Soberanía

Hace algún tiempo estuvimos por el camino del Oleoducto, o Pipeline Road como es mayormente conocido.

Con Lurys y Carlos fui a caminar este sendero ubicado en Gamboa, luego de pasar el puente principal de la localidad, a 18 kilómetros —o media hora— del centro de la ciudad de Panamá, en las riberas del Canal de Panamá, dentro del Parque Nacional Soberanía.

Fuimos temprano para poder apreciar más animales. Al llegar, nos equivocamos de camino, pero nuestra sorpresa fue mayor al encontrarnos con un antiguo búnker que data de la Segunda Guerra Mundial, escondido entre la selva. Digo “escondido” porque yo no lo noté a primera vista, pero Carlos sí.

Bunker

Una vez en el camino correcto, iniciamos lo que serí­a 2km hasta llegar a la entrada del Panamá Rainforest Discovery Center donde hay una torre para avistar aves y animales.

Un poco después de haber pasado,­ llegamos a la entrada del camino en donde de inmediato apareció un guarda parques de Anam para cobrarnos la entrada; le preguntamos si era posible pasar del límite que ellos imponen y nos dijeron que no habría problemas. El pago fue de un dólar por ser estudiantes, pero la entrada para nacionales vale 2 dólares y 3 dólares para extranjeros.

En el mapa ubicado en la entrada se indicaba que debíamos cruzar varios puentes sobre ríos, y que el recorrido hasta el río Agua Salud, donde termina el Camino del Oleoducto, era de 17 kilómetros. También decía que el tiempo estimado de caminata, ida y vuelta, era de 8 horas, con cuatro pendientes pronunciadas o de dificultad.

Notamos que, aunque el Camino del Oleoducto oficialmente termina en el río Agua Salud, el sendero continúa hasta llegar al lago Gatún. Sin embargo, para llegar hasta allá es necesario caminar muchísimo más: cerca de 26 kilómetros de ida, y lógicamente, la misma distancia de regreso.

En el mismo letrero estaban marcadas las isoyetas en el mapa, acompañadas de una leyenda que especificaba las diferentes zonas: área de ferrocarril, zona de uso para visitantes y observación de aves, y zona de conservación de la biodiversidad para investigación científica y personal autorizado.

El primer puente estaba sobre la quebrada Juan Grande, y allí vimos un letrero que marcaba los 2 kilómetros que ya habíamos recorrido. Aún se conservan los viejos letreros de INRENARE, que era el Instituto de Recursos Naturales Renovables, y que hoy día ha sido reemplazado por ANAM (Autoridad Nacional del Ambiente).

No llevábamos más de 15 minutos caminando cuando, de pronto, sobre el dosel aparecieron unos lindos tucanes de Swainson (Ramphastos swainsonii), que con su particular canto dejaban claro que eran los dueños del lugar. Algo gracioso —y trágico a la vez— es que muchas personas creen que los tucanes solo son aves bonitas y coloridas, pero la verdad es que son depredadores: se alimentan de huevos y pichones de otras aves. Pero bueno, así es la naturaleza. Lo cierto es que los tucanes, sin duda, son aves hermosas.

Tucan de Swainson
Batará lineado

Al seguir caminando, vimos unas bonitas bancas de madera a un lado del camino, y poco después apareció otro puente, esta vez sobre el río Frijolito, que indicaba que habíamos recorrido 4.1 kilómetros.

Nos encontramos con unas jóvenes que iban en bicicleta, pero se bajaron en una pendiente y continuaron caminando con la bicicleta en andas. De pronto escuchamos el bullicio de un Hormiguerito alipunteado (Microrhopias quixensis). Avanzamos un poco más, y el canto de otra ave llamó nuestra atención. Nos asomamos a un lado del sendero para intentar identificarlos, mirando hacia la parte alta de los árboles, pero fue Lurys quien los vio primero en la parte baja del bosque, casi al nivel del suelo. Estaban muy tranquilos, jugando y dejándose fotografiar. Eran varias parejas de Batará lineado (Cymbilaimus lineatus).

Un rato después, el camino se volvió un poco más cerrado. Las orillas parecían podadas, y en la parte superior florecían centenares de la llamativa “flor de labios ardientes” (Psychotria). Del otro lado del sendero me llamó la atención una flor grande y amarilla, parecida a un Costus; también vimos más heliconias y unas flores que parecían piñuelas.

Otro puente, esta vez sobre el río Frijoles, nos indicaba que estábamos a 4.6 kilómetros de recorrido. El río tenía un color chocolate, quizás por las recientes lluvias, y se dividía en dos corrientes. En este punto vimos, por primera vez, la inmensa tubería del Oleoducto.

Se dice que este camino fue construido durante la Segunda Guerra Mundial por soldados de los Estados Unidos, con el propósito de dar mantenimiento a un oleoducto por el cual se planeaba transportar petróleo en caso de un bombardeo al Canal de Panamá. Aunque la infraestructura nunca llegó a usarse para ese fin, el ejército estadounidense continuó dando mantenimiento a la carretera hasta pocos años antes de retirar sus tropas del país.

Avanzamos unos minutos más y llegamos al puente del río La Seda, a 4.9 kilómetros del inicio. A un lado del camino encontramos un arbusto con frutas rojas parecidas a pequeñas manzanas; especulamos si serían comestibles o venenosas.

Poco después, tuvimos un encuentro espectacular: un hermoso trogón gorginegro (Trogon rufus) estaba posado sobre una rama justo frente a nosotros. Aprovechamos para tomarle varias fotos. El ave parecía convencida de que no la habíamos visto, pues no se movió en absoluto mientras seguíamos nuestro camino.

Unos pasos más adelante, me adelanté un poco y noté una ave pequeña que no pude identificar de inmediato. Al levantar la cámara y enfocar, me emocioné al descubrir que era un saltarín coroniceleste (Pipra coronata), una de mis aves favoritas. Sin embargo, el sonido del disparo de la cámara lo asustó y se fue volando. No lo volví a ver.

En el suelo, una hoja saltó de pronto y resultó ser un sapito del bosque (Rhinella alata), perfectamente camuflado con la hojarasca. Vimos muchos durante el trayecto, incluso tomamos algunos en la mano para observarlos de cerca.

Entre heliconias y vegetación espesa llegamos al río Limbo, donde un letrero de ANAM advertía que ese era el límite de visitas autorizadas. Como habíamos avisado al guarda parques, decidimos continuar hasta donde nos fuera posible. El aviso también mencionaba que más adelante se desarrollaban proyectos de conservación, como el de la reintroducción del águila harpía (Harpia harpyja), ave nacional de Panamá. Ver una hubiese sido un sueño.

Durante buena parte del recorrido habíamos escuchado a lo lejos a los monos aulladores, pero no los habíamos visto. Fue justo después del río Limbo cuando, entre los árboles, distinguimos a uno que nos advertía su presencia y luego se ocultaba entre las ramas. Pronto descubrimos que era una familia completa de monos aulladores (Alouatta palliata), descansando y alimentándose en la copa de los árboles.

Mono Aullador

Avanzamos con los sentidos agudizados. Llamé a Carlos para que viera un enorme grillo posado sobre una rama, pero él insistía en que era una mantis religiosa. Tras una breve discusión, nos dimos cuenta de que ambos teníamos razón: sobre una hoja estaba el grillo, y sobre otra, una mantis religiosa inmóvil que parecía observarnos fijamente.

De pronto, Lurys quedó petrificada. Al preguntarle qué le pasaba, vimos que una oruga cubierta de pelos caminaba lentamente sobre su brazo, luego sobre su hombro y cuello. Ella seguía inmóvil mientras nosotros, sin perder la oportunidad, intentábamos sacarle la mejor foto. Finalmente, tomamos la oruga con cuidado y la colocamos sobre una hoja cercana.

Más adelante, notamos un trillo y Carlos nos retó a entrar. Lo hicimos sin pensarlo mucho. Comenzamos a ver carriolas tiradas en el suelo, y más adelante lo que parecían ser llaves de agua oxidadas. Caminamos un poco más y encontramos la estructura de una casa abandonada, con varios cuartos y hasta un mueble de cocina, perforado por impactos de bala. También había un barril, varillas y alambres en las esquinas. El bosque había comenzado a tragarse por completo el lugar.

Seguimos el sendero que llegaba hasta una quebrada y, sobre una rama a un lado, estaba posado un anolis que intentaba mimetizarse. Lurys y yo nos quedamos allí lavándonos las manos mientras Carlos siguió el sendero y me llamó para mostrarme una garza tigre (Tigrisoma lineatum), que caminaba pacientemente sin notar nuestra presencia, pero al percibirnos, alzó vuelo.

Garza Tigre

Regresamos al camino original y nos topamos con unos científicos que realizaban estudios en el área. Avanzamos, me adelanté un poco y al ver frente a mí una inmensa telaraña busqué a la araña. En ese preciso instante cayó una abeja en la red y una araña gigante y peluda saltó casi de inmediato y se la llevó a una hoja-escondite, donde seguramente la devoró.

Entretenidos observábamos todo lo que se movía cuando, de pronto, Lurys susurró: “miraaaa”. Al fijarnos, vimos un hermoso oso hormiguero (Tamandua mexicana) que cruzaba el camino con calma e ingresaba al bosque. Logramos alcanzarlo y tomarle algunas fotos, aunque él no parecía muy contento y nos mostró sus garritas. Fue muy emocionante, jamás habíamos visto uno en su estado natural.

Oso Hormiguero

Unas mariposas posaban demasiado tranquilas sobre una rama, en perfecta simetría. Discutimos si eran reales o si alguien las había colocado allí como broma. Sin más, tomamos una de ellas y descubrimos que estaban hechas de masilla e hilos, cuidadosamente enganchadas en los árboles.

Más adelante, nos encontramos con las dos biólogas que habíamos visto pasar antes. Nos explicaron que eran parte de un proyecto sobre depredación, en el que colocaban mariposas falsas para observar cuánto tiempo tardaban en desaparecer, y así estudiar los depredadores del área.

Íbamos ya por Loma Badiola, una pendiente bastante pronunciada. Recordé que alguna vez escuché:
“Por los predios de Loma Badiola, un águila harpía atacó a un ciclista y le hirió los hombros al intentar llevárselo.”
Entonces, era cierto lo de la reintroducción del águila harpía en la zona.

Llegamos al puente sobre el río Mendoza, a 8.8 kilómetros del inicio. Habíamos caminado bastante. Cada puente estaba más deteriorado que el anterior. Luego de seguir caminando y cruzar varias pendientes empinadas, alcanzamos el puente sobre el río Sirystes, a los 9.5 kilómetros.

Otro tucán daba saltitos sobre un árbol Nazareno, mientras el hambre nos atacaba. Nos detuvimos a merendar y tomar agua, ya que pensábamos seguir caminando un poco más. Avanzábamos, subíamos lomas que parecían no terminar, siempre acompañados por una mariposa Morpho, o quizás varias, pues vimos muchísimas.

Después de un buen rato subiendo una loma, decidimos detenernos. Descansamos un poco y luego emprendimos el regreso, ya que no podíamos quedarnos mucho más —corríamos el riesgo de volver de noche. Habíamos caminado casi 12 kilómetros, y nos faltó poco para llegar al río Macho y luego al Agua Salud, que hubiesen completado los 17 km.

Carlos siguió un rato más el camino, pero regresó pronto diciendo que todo seguía igual y no se veían puentes.

Nos comimos casi todo lo que nos quedaba y emprendimos el regreso, como se dice en buen panameño: “a balazo”. Mi rodilla derecha empezó a fallar, y en los descensos sentí molestias.

En el puente sobre el río Frijoles nos encontramos con un ave Momoto Rufo (Baryphthengus martii). Antes de las 4:30 p.m. ya habíamos salido del Camino del Oleoducto.

Este sendero es uno de los mejores sitios de Panamá —y del mundo— para la observación de aves. También destaca por su historia, que se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Cada año se realiza aquí el conteo navideño de aves organizado por la Sociedad Audubon. En 1996, en un solo día, se censaron 525 especies de aves, un verdadero récord mundial.

En el Parque Nacional Soberanía viven 105 especies de mamíferos, como el venado (Odocoileus virginianus), ñeque (Dasyprocta punctata), varios tipos de monos, mapache (Procyon lotor), gato solo, manadas de saínos (Tayassu tajacu), y hasta jaguares (Panthera onca). También hay 79 especies de reptiles, 55 de anfibios, 36 peces de agua dulce como el sábalo pipón (Brycon petrosum) y el barbudo (Rhandia magnesi), además de más de 1,300 especies de plantas. En ciertas épocas del año, es posible incluso escuchar al jaguar cerca del Discovery Center.

Este sendero es apto para personas de todas las edades hasta el río Limbo; a partir de allí, es necesario tener buenas condiciones físicas para continuar. Es muy importante llevar suficiente agua y comida, así como repelente para mosquitos, y también es buena idea llevar un capote, ya que esta es una zona de bosque lluvioso. Es indispensable usar zapatillas cómodas o, en época lluviosa, botas de caucho.

El camino está abierto al público todos los días, de 6:00 a.m. a 4:00 p.m.

La ANAM limita el acceso de automóviles por seguridad, ya que algunos puentes están deteriorados. Solo se permite la entrada a las camionetas del Instituto Smithsonian y del Fondo Peregrino. El resto de los visitantes debe recorrerlo a pie. La mayor parte del sendero se encuentra dentro del Parque Nacional Soberanía, y las autoridades lo utilizan también para patrullar esta área protegida.

Cerca y hermoso. Buscar a los animales en su hábitat natural suele ser más emocionante que verlos enjaulados. La naturaleza nos da sorpresas increíbles. Muchas veces recorremos largas distancias para ver ciertas especies, sin saber que, muy cerca, tenemos un paraíso forestal lleno de vida.

El Parque Nacional Soberanía es el más cercano a la ciudad de Panamá, y con solo activar los sentidos, es fácil encontrarse con una gran variedad de animales.

Acceso general al parque y Camino del Oleoducto (Pipeline Road)

Según las autoridades del parque:

  • Extranjeros: B/. 5.00
  • Panameños: B/. 3.00
  • Estudiantes nacionales: B/. 1.00
  • Jubilados: B/. 1.50

Estos precios corresponden al permiso general para ingresar y recorrer los senderos, incluido el Camino del Oleoducto.


Rainforest Discovery Center (torre de observación)

El centro privado ubicado junto a la entrada del Pipeline Road cobra entrada adicional:

  • Extranjeros: aprox. $20
  • Panameños (tasas nacionales reducidas pueden estar disponibles)

En resumen:

ConceptoPrecio
Permiso del Parque Nacional Soberanía (Pipeline Road)Extranjeros: B/. 5.00<br>Nacionales: B/. 3.00<br>Estudiantes: B/. 1.00<br>Jubilados: B/. 1.50
Entrada al Rainforest Discovery Center (opcional)~ USD 20 (por persona apertura)<br>Tarifa nacional puede ser menor

Detalles útiles:

  • El Camino del Oleoducto forma parte del parque y no requiere entradas adicionales más allá del permiso general
  • Si deseas subir a la torre de observación, usar los senderos y áreas del centro de visitantes privado, deberás pagar costo adicional pipelineroad.org.
  • Algunos visitantes han reportado beneficios en tarifas por ser nacionales o negociar directamente en taquilla

Rancho Frío, Parque Nacional Darién

Este parque se ubica a 325 kilómetros de la ciudad de Panamá. Es el parque nacional más grande de la República de Panamá, con una extensión de 5,970 km². Fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1981 y Reserva de la Biosfera en 1983. Es considerado el segundo pulmón natural más importante de América, después de la selva del Amazonas.

Puerto de Yaviza

Es importante destacar que Darién es la provincia más grande de la República de Panamá, con una extensión de 11,896 km², un área comparable al tamaño de la isla de Jamaica. Limita al este con Colombia, lo cual debería convertirla en una de las provincias más estratégicas e importantes del país.

Sin embargo, no es un secreto que Darién es también la provincia más olvidada del territorio panameño, a pesar de su rica cultura e incalculable valor biológico. Su ubicación fronteriza la expone a múltiples desafíos: el paso constante de personas desplazadas provenientes de Suramérica, la tala indiscriminada de sus maderas preciosas, la caza de su fauna silvestre, así como la presencia de enfermedades endémicas, epidemias y altos índices de desnutrición en varias de sus comunidades.

La agricultura local también enfrenta dificultades, ya que las condiciones de transporte —en su mayoría fluvial y marítimo— limitan la distribución de los productos y reducen las oportunidades de ingreso, en un contexto donde el desempleo es generalizado. Aun así, no se puede pasar por alto que los programas de vigilancia sanitaria implementados en Darién han sido clave para contener el avance de la fiebre aftosa desde Sudamérica, funcionando como un verdadero muro de contención para evitar la propagación hacia el norte del continente.

El nombre “Darién” proviene de la lengua del pueblo indígena Cueva, una tribu que habitaba la región y fue exterminada por los conquistadores durante el siglo XVI.

Habitan tres grupos indígenas precolombinos: los Gunas, que residen en comunidades tradicionales como Paya y Púcuro, al pie del sagrado cerro Tacarcuna; los Emberá, habitantes ribereños del Chocó; y los Wounaan, cultural y lingüísticamente cercanos a los Emberá.

Los ríos más caudalosos del país, el Tuira y el Chucunaque, atraviesan esta provincia, enmarcada por las imponentes serranías de San Blas, Bagre, Pirre y del Sapo.

Navegando Chucunaque

La emoción me invadía. Hacía meses que venía con la idea de visitar esta provincia. En un principio, el plan era llegar hasta Paya, el último pueblo antes de entrar en territorio colombiano, una zona muy remota y considerada peligrosa debido a la pasada presencia de la guerrilla.

Busqué mucha información y me puse en contacto con personas que ya hubieran visitado el parque: muy pocos. Supuse que el miedo frena el entusiasmo de quienes desean conocerlo pero no se sienten seguros, ya sea por el conflicto o por la inmensidad del área. Revisando el mapa, no pude evitar notar que el parque está ubicado a pocos kilómetros de la frontera con Colombia.

También pasamos por las oficinas de ANAM en busca de información y para notificar que nos dirigíamos al parque. Resultó curioso que el guía con quien ya habíamos coordinado por nuestra cuenta fuera, precisamente, uno de los guías más confiables y reconocidos del Parque Nacional Darién.

Una vez todo estuvo listo, nos organizamos y partimos 11 personas junto con el guía, saliendo desde la Terminal de Albrook a las tres de la madrugada con rumbo al Darién.

Los precios del transporte son accesibles: desde la ciudad de Panamá hasta Metetí cuesta $9; y hasta Yaviza, $14. En nuestro caso —y como debe hacerlo todo aquel que se dirija hacia el Parque Nacional Darién—, era necesario registrarse en la oficina de ANAM en Metetí. Allí efectuamos el pago por el alojamiento y la entrada al parque. Pagamos $1 cada uno por la entrada (por ser estudiantes) y $5 por noche por persona para alojarnos en el refugio de Rancho Frío, el primer refugio de ANAM dentro del parque. Por supuesto, es muy importante que si van en grupo de estudiantes, lleven su carné vigente que los respalde. (año 2011)

SENAFRONT Metetí

Y claro, en el caso de no ser estudiantes y pagar como “nacionales”, el precio por entrar al parque es de $3.00, y por noche en el refugio, $10.00. En caso de acampar, se pagan $2.00 por estudiante y $5.00 por nacional. Los extranjeros pagan $5.00 por la entrada al parque, $15.00 por noche de alojamiento, y $10.00 si desean acampar. (VERIFICAR)

Todo iba de maravilla, aunque tuvimos algunos contratiempos con el transporte, ya que fue necesario hacer trasbordo en Agua Fría. A partir de allí, todo fue espléndido. Esperamos con entusiasmo que ANAM abriera a las 9:00 a.m. en Metetí y nos registramos sin inconvenientes.

Mientras estábamos allí, tuvimos la suerte de presenciar una pequeña muestra de la biodiversidad del lugar: llegó una familia de monos aulladores (Alouatta palliata), vimos algunos loros frentirrojos e incluso descubrimos un nido de colibrí.

Luego, tomamos un autobús hacia Yaviza, con un costo de $5.00 por persona.

Yaviza. Puente sobre Río Chucunaque

En Yaviza termina la carretera Panamericana; es allí donde inicia el famoso Tapón del Darién, que abarca las comarcas indígenas de Guna Yala, Madugandí, Wargandí, Emberá-Wounaan, así como los distritos de Chimán y el este de Chepo, todos en Panamá, y el norte de los departamentos del Chocó y Antioquia, al oeste del Golfo de Urabá en Colombia.

En esta piragua pagamos $5.00 cada uno. El recorrido duró una hora y media en medio de las aguas de los ríos Chucunaque y Tuira, hasta llegar a El Real de Santa María. Estos ríos son de gran importancia, pues constituyen un medio de comunicación clave en la provincia del Darién y la comarca Emberá-Wounaan, ya que sus diversos afluentes conectan las principales localidades ribereñas.

Para algunos del grupo era la primera vez que subían a una piragua, lo que hizo de esta una experiencia completamente nueva. El paisaje dominante era exuberante y desconocido para nosotros. El río Chucunaque, imponente y de aguas color chocolate, nos pasaba en dirección contraria; íbamos río arriba por esa carretera líquida. En el trayecto, vimos pasar familias enteras remando en sus piraguas, principalmente de la etnia Emberá-Wounaan. También vimos a varios policías regresando, quién sabe qué misión.

La mayoría de mis compañeros se durmieron en plena piragua; creo que algunos incluso roncaban, agotados por el viaje. Llevábamos más de 24 horas sin dormir. Personalmente, la sola idea de saber que estaba en esta remota región del país no me permitía cerrar los ojos. Para mí, hubiese sido un pecado estar allí y no observar todo lo que pasaba a mi alrededor.

El río Chucunaque mide 231 km, es muy ancho y constituye el principal afluente del río Tuira, el segundo río más extenso de Panamá. Junto con el río Balsas, el Chucunaque y el Tuira forman una cuenca hidrográfica de 10,664.42 km², la mayor del país.

El Chucunaque nace cerca del Cerro Grande, en la Serranía del Darién, en la frontera entre las comarcas indígenas Guna Yala y Wargandí. Fluye hacia el sureste hasta la localidad de Uala, cabecera de Wargandí, y continúa en esa dirección recibiendo diversos afluentes: el Artigartí, Mortí, Chiatí, Membrillo, Metetí, Ucurgantí, Marragantí, Turquesa y Chico. Al llegar a la localidad de Yaviza, el río cambia su curso hacia el suroeste y finalmente llega a El Real de Santa María, donde se une con el río Tuira.

En la piragua rumbo a el Real
Samuel, Juan y yo, los únicos despiertos.

De pronto, a lo lejos, comenzamos a ver un cerro. El guía me tocó el hombro y me dijo que era el imponente cerro Pirre, uno de los más altos de la región y muy interesante por la gran cantidad de especies endémicas que habitan en él. Los árboles cuipo (Cavanillesia platanifolia), descomunales, se divisaban a lo largo de todo el recorrido. Vimos un caimán tomando el sol a orillas del río; el cielo nos favoreció, aquel día las nubes parecían en tercera dimensión. El panorama era digno de una película jurásica.

Cabe destacar que Darién posee montañas de considerable altura, entre las que sobresalen:


  • Cerro Tacarcuna (1,875 m s. n. m.)


  • Cerro Piña (1,581 m s. n. m.)


  • Cerro Pirre (1,569 m s. n. m.)


  • Cerro Nique (1,550 m s. n. m.)


  • Cerro Chucantí (1,430 m s. n. m.)


  • Cerro Tanela (1,415 m s. n. m.)


  • Altos del Quía (1,361 m s. n. m.)

(Otras montañas como Pavarandó, Armila y Sapo no tenían sus alturas especificadas en la fuente original).

En un momento, al tomar una curva, entramos en el terreno del río Tuira. Más adelante, el cauce se redujo: estábamos en uno de sus afluentes, el río Pirre. De pronto apareció el poblado de El Real de Santa María, un corregimiento ubicado dentro del distrito de Pinogana.

Una vez en El Real, sabíamos que nos esperaba una caminata de aproximadamente cinco horas hasta llegar a Rancho Frío. Pero, gracias al ingenio de nuestro guía, consiguió contactar un camión que nos llevaría hasta Pirre 1.

Aprovechamos para tomar un almuerzo que nos cayó de maravilla, pues fue nuestra primera comida “real” del día. Dejamos algunas donaciones traídas desde la ciudad y abordamos el camión. Pasamos sobre un río, luego por varios poblados y por el aeropuerto de El Real. Al llegar a una bifurcación, tomamos la vía de la derecha. El guía nos comentó que por la otra calle se puede llegar a Colombia con bastante facilidad.

Luego de eso llegamos a Pirre 1, donde nos encontramos con el señor Alberto Pizarro, guardaparques de ANAM, quien nos esperaba con un four-wheel y se encargó de llevar nuestras maletas. De inmediato emprendimos la caminata hacia Rancho Frío. Definitivamente, nuestro guía Isaac Pizarro fue una maravilla. De no haber sido por él, hubiéramos tenido que caminar desde El Real hasta el refugio de Rancho Frío con el cansancio acumulado, cargando mochilas pesadas durante más de cinco horas.

El cerro Pirre se veía cada vez más cerca, gigantesco y ¡azul! debido a la densidad de su vegetación. Solo un espacio sin árboles rompía su verdor, se trataba de un derrumbe de tierra.

Iniciamos la caminata, y a cada canto de ave, nuestro guía nos decía qué especie era. ¡Demasiado emocionante! Nos detuvimos en una casa, la última que veríamos en el camino. El guía saludó a los moradores y aprovechamos para tomar unas deliciosas pipas y comprar algunos plátanos que nos vendió la señora de la casa.

Llegando al Real de Santa María

Al fondo, cerro Pirre

En el camino hacia Rancho Frío distinguimos árboles gigantescos, pero hubo uno que casi me saca lágrimas, un Ceiba pentandra, sus raíces tabulares eran increíbles, y su dosel se perdía en el infinito, definitivamente un centenario que ha sobrevivido al tiempo y ha sido respetado.

Pasamos por muchas quebradas, vimos monos aulladores, y de pronto la lluvia comenzó a caer, lo que nos animó aún más. La lluvia siempre es bienvenida, pues refresca el alma, y qué mejor lugar que la selva para quitarnos el fogaje. El camino era enredado y se perdía entre diferentes senderos.

Aceleramos el paso bajo la lluvia torrencial y llegamos al refugio de ANAM exactamente en dos horas. Ordenamos las maletas dentro del refugio y nos dirigimos hacia “La Cascada”… sí, aún no tiene nombre esa cascada. En media hora, luego de atravesar un sendero, estábamos caminando sobre el río y llegamos. Era hermosa, de aguas claras y con un chorro diagonal que caía con fuerza en la poza.

"La Cascada" foto del website de ANAM
La Cascada

Pensé en tirarme por el surra surra al día siguiente, cuando volviéramos más temprano a la cascada con las cámaras. Tenía algo de miedo, pues últimamente me han estado dando calambres en el agua, y no quise arriesgarme. Sin embargo, al día siguiente me arrepentí de no haberlo hecho.

El refugio era exactamente como lo imaginé: de madera, amplio por dentro, con dos espacios separados disponibles, un baño, un retrete, una llave de agua y una cocina con estufa. A nuestra disposición teníamos colchones; podíamos usar los camarotes o poner los colchones en el piso. Elegimos esta última opción, revisamos que no hubiera ningún animalillo en el suelo, y nos acomodamos.

En la cocina, ANAM pone a disposición ollas, platos, vasos y hasta cubiertos, en caso de no llevarlos. A un lado del refugio corre un río calmado.

Obviamente es necesario llevar comida, preferiblemente enlatada, ya que luego de pasar El Real de Santa María no hay lugares donde adquirir enseres. También es muy importante llevar suficiente agua potable, ya que, aunque en la estación de Rancho Frío hay agua, no es potable.

A la mañana siguiente, luego de haber dormido largo y tendido, nos levantamos un poco tarde para subir hacia el mirador. Mientras desayunábamos, pudimos escuchar guacamayas que pasaban despavoridas, graznando y avisando su llegada. Salí corriendo a ver si podía fotografiar alguna, pero ya se habían alejado. Nos dijeron que son guacamayas rojas, que generalmente andan por la zona del refugio.

Para mí, fue un momento muy emocionante, pues las guacamayas son aves casi extintas. La Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) otorgó a Panamá el segundo lugar en la región mesoamericana en su “lista roja” de especies de guacamayas amenazadas.

Además, esta especie ha sido declarada en riesgo por la Convención Internacional de Especies Salvajes de Flora y Fauna en Peligro de Extinción (CITES, por sus siglas en inglés), que prohíbe su comercialización como forma de protegerla de la destrucción de su hábitat, lo que ha provocado la eliminación de sus lugares de anidación. Aquí en Panamá, estas especies se encuentran, en muy pocas cantidades, en el área de Cerro Hoya, en la provincia de Los Santos, así como en Veraguas y Darién.

Guacamayas
Mi foto de las guacamayas.

La misión del segundo día sería subir al mirador llamado Rancho Plástico. Iniciamos la caminata y, al poco tiempo, vimos una curiosa rana: Rhinella alata, endémica de Panamá, Colombia y Venezuela. Luego de superar algunas lomas, entramos en la selva húmeda tropical, un sendero poco marcado rodeado de vegetación tupida. Nos topamos con una bandada de monos araña (Ateles fusciceps) que, enfurecidos, nos arrojaban palos desde lo alto del bosque.

Vimos distintos árboles, entre los que destacaban el árbol de Jagua (Genipa americana), cuipos (Cavanillesia platanifolia), guayacán (Tabebuia guayacan), ceiba (Ceiba pentandra), cedro amargo (Cedrela odorata), espinoso (Parkinsonia aculeata), almendro (Dipteryx oleífera), guarumo (Cecropia obtusifolia), algarrobo (Hymenaea courbaril) y olimos el bálsamo (Myroxylum balsamum), una madera muy apreciada actualmente. También notamos muchos higuerón (Ficus citrifolia), espavé (Anacardium excelsum) y nazareno (Peltogyne purpurea). Además, vimos cícadas, estas últimas “sumamente” amenazadas y en peligro de extinción debido a su lento crecimiento. Tanto así que hay coleccionistas que las compran a precios muy altos en el mercado negro.

La lluvia volvió y nos refrescó. Al llegar al primer mirador de Rancho Plástico, pudimos ver muy poco, ya que las nubes cubrían el contorno de los árboles que se divisaban a lo lejos. Supimos que allí estaba El Real y que, con buen tiempo, es posible distinguir algunas casas, el río Tuira, así como la zona de El Hormigón, y, por supuesto, el dosel del bosque desde lo alto.

Decidimos seguir hacia el siguiente mirador. Para llegar, debíamos avanzar media hora más, además de las dos horas que ya llevábamos caminando. En el sendero nos encontramos con varias ranas Dendrobates auratus, caracoles de tierra entre la hojarasca y pegados a los árboles. En un momento, un alacrán casi pica a una compañera; además, vimos muchas hormigas sompopo y algunos ciempiés.

Nos desviamos del sendero para observar un ave Saltarín Cabecidorado o Manakin (Pipra erythrocephala) que habitaba en esa zona. Solo fue necesario prestar un poco de atención y allí estaba el pequeñín descansando en una rama. Más adelante, vimos un tucán picoiris (Ramphastos sulfuratus) y un jacamar (Galbula ruficauda).

Es importante destacar que en esta área se pueden encontrar una gran cantidad de aves, especialmente algunas especies endémicas del Cerro Pirre y dentro del parque, como el subepalo bello (Margarornis bellulus), la tangara nuquiverde (Tangara fucosa), el águila arpía, el halcón peregrino, la guacamaya azul (Ara ararauna), la guacamaya verde (Ara ambigua), y el loro moña amarilla (Amazona ochrocephala). También habitan allí el autillo serranero, el colibrí copetivioleta, el colibrí pirreño, el solitario variado, la reinita de Pirre, la clorofonia cuellidorada, la tangara azulidorada, la tangara de monte de Pirre y el pinzón carilucio, entre muchos otros. Se han censado hasta 450 especies de aves dentro de este parque nacional.

Saltarín o Manakin (Pipra erythrocephala)

Aunque no vimos muchos mamíferos, es importante destacar que en el parque coexisten siete mamíferos endémicos, como el arador darienita (Orthogeomys dariensis) y la zorra de cuatro ojos (Marmosops invictus). Más de 56 especies amenazadas o en peligro de extinción en el resto del continente mantienen poblaciones viables en Darién. Entre ellas se encuentran el águila arpía (Harpia harpyja), que alberga su población más importante a nivel mundial, el tapir (Tapirus bairdii), y las cinco especies de felinos: el jaguar (Panthera onca), el puma (Puma concolor), el manigordo (Leopardus pardalis), el tigrillo (Leopardus wiedii) y el tigrillo congo (Leopardus yagouaroundi).

Entre insectos por doquier y mucha lluvia, seguimos el camino hasta llegar al segundo mirador de Rancho Plástico, desde donde pudimos ver el cerro Pirre en todo su esplendor. Ese cerro, de 1,569 m.s.n.m., es uno de los puntos dominantes en biodiversidad de la zona, cubierto de neblina por la lluvia que acababa de caer.

II Mirador de Rancho Plástico

El frío nos entumeció, y no sabíamos cómo provocar calor. La vista era increíble, sublime. Me sentía anonadada de estar frente al famoso cerro Pirre, de origen volcánico, grande entre los grandes del Darién. Al principio, cuando planeábamos visitar el Parque Nacional Darién, teníamos pensado subir este cerro, pero nunca imaginamos que para llegar al filo se necesitan tres días caminando en la selva, lo que sería toda una verdadera aventura que, sin duda, haremos cuando tengamos más tiempo.

I mirador desde donde se ve El Real

Dendrobates auratus

No deseábamos que la lluvia parara, y así fue; nos acompañó en todo momento. Estábamos en el área más lluviosa del país, una de las regiones más lluviosas del planeta, ya que forma parte del Chocó Biogeográfico —la zona más húmeda del mundo— con precipitaciones que pueden superar los 8,000 mm anuales y donde prácticamente no existe estación seca. La temperatura varía según la altitud, entre 17 °C y 35 °C.

Al bajar y pasar nuevamente por el primer mirador, la neblina ya había desaparecido y, aunque estaba nublado, el paisaje se veía místico y cubierto de nubes. Desde esa altura, pudimos apreciar gran parte del panorama de El Real de Santa María.

Continuamos nuestro camino rumbo al refugio y nos encontramos con una lagartija crestada (Corytophanes cristatus) que intentaba mimetizarse entre la hojarasca, pero por suerte logramos verla.

Corytophanes cristatus

Entre caídas y resbalones llegamos un poco tarde al refugio; nos bañamos en el río que pasa al lado de la estación. Debido a tanta lluvia, el río se creció y fue imposible ir a “La Cascada”, así que nos quedamos sin fotos y yo sin haberme tirado por ella.

La comida ya estaba lista: un arroz con coco que nos había preparado el señor Alberto, ¡estuvo delicioso! Entrada la noche, disfrutamos un postre improvisado: un bizcocho con leche condensada que se peleó entre todos. Luego nos fuimos a descansar, aunque lo que quedó fue una partida de dominó acompañada de cuentos de miedo sobre la “Madre Agua”, el espíritu que te llama al río y desapareces para siempre. Nuestro guía logró que Lurys, Kari y yo nos pusiéramos las pijamas al revés.

A las 5 de la madrugada estábamos listos para partir. Solo tomamos un té de hierba de limón, nos colocamos las mochilas y caminamos durante dos rápidas horas de regreso a Pirre 1, donde nos esperaba un camión que nos llevaría hasta El Real.

Partimos directo al muelle de Mercadeo y emprendimos nuevamente el viaje en piragua rumbo a Yaviza. Durante el trayecto vimos gran cantidad de animales, sobre todo aves, monos y algunos perezosos en lo alto de los árboles. La mañana estaba en su esplendor, el sol arreciaba y los animales, calmados, lo aprovechaban.

Al llegar a Yaviza, un bus nos esperaba; antes de las 3 de la tarde ya estábamos de regreso en la ciudad de Panamá, con una experiencia hermosa guardada en el corazón.

Tres días en la selva del Darién no fueron suficientes. El peligro del que tanto nos hablaron nunca lo sentimos estando en el parque, y de haberlo sentido, hubiéramos tomado el riesgo. A pesar de todos los retenes que tuvimos que pasar, no hubo ningún problema; por el contrario, fuimos tratados de muy buena manera por los oficiales de SENAFRONT. De alguna manera, el miedo de los ciudadanos a la guerrilla y las adversidades de la selva han contribuido a que este lugar conserve un endemismo tan grande, lejos de las manos humanas.

La satisfacción reflejada en los rostros de mis compañeros de expedición era inmensa. Estoy segura de que todos tienen un gran deseo de regresar al Darién, cueste lo que cueste.

Quedamos en regresar pronto y ponerle nombre a “La Cascada”; la próxima vez que vaya, espero poder quedarme por más tiempo. Confiamos en que a ustedes, lectores, se les transmitan las ganas de visitar este patrimonio natural.

Personalmente, no pude sentir más paz. Juro que uno de los momentos más felices fue cuando el espíritu de la tierra me llamó a entrar al río junto a la estación. Al recostarme en el agua y sentir las gotas caer sobre mi rostro, lo único que pude decirle a Lurys fue: “este es uno de los momentos más felices de mi vida”.

Información y recomendaciones para visitar el Parque Nacional Darién

  • Estaciones científicas:
    Dentro del parque existen tres estaciones científicas importantes:


    • Cana



    • Cerro Pirre o Rancho Frío (visitada en este viaje), ubicada a 14 km de El Real.



    • Estación de Cruce de Mono, en las faldas del Cerro de Pirre, accesible únicamente con piragua (2 o 3 horas) hasta Boca de Cupe, y luego una caminata de 5 horas hasta la estación.



  • Acceso al parque:
    Si vas en auto, debes manejar hasta Metetí, registrarte en ANAM, pagar las tarifas correspondientes y continuar hacia Yaviza, donde contactarás al guía autorizado.
    ANAM no permite la entrada al parque sin un guía autorizado por ellos. Escríbeme para la información de nuestro guía.



  • Provisiones:
    Lleva suficiente comida y agua, pues aunque en Darién es fácil conseguir verduras, es mejor llevar todo lo demás.
    En Metetí están los últimos bancos y cajeros automáticos; es crucial llevar dinero en efectivo.


  • Equipo recomendado:


    • Zapatillas o botas altas y cómodas, ya que el camino es largo y con quebradas, especialmente en invierno.



    • Repelente para mosquitos, ya que hay gran cantidad de insectos.



    • Linterna, ya que no hay luz eléctrica en el refugio.



    • Sábana o frazada, porque ANAM provee colchones pero no sábanas.



    • Artículos personales.



    • Botiquín con antiinflamatorios, pastillas para fiebre, vendas, curitas, gasas, alcohol, agua oxigenada, pastillas para deshidratación, confites frutales para bajones de azúcar, termómetro, etc.



    • Filtradores o pastillas purificadoras de agua (puritabs).



    • Algo para encender fuego (encendedor), y guarda todo en bolsas plásticas para protegerlo de la lluvia.



    • Cámara con protección.


  • Otros consejos importantes:


    • Aunque ANAM dispone de un vehículo fourwheel para algunos casos, puede ser incómodo para personas de la tercera edad y niños, ya que se deben hacer tramos largos caminando.



    • Lleva un salvavidas personal, pues normalmente no se usan en las piraguas disponibles.



    • Las piraguas no pueden tomarse después de las 5 de la tarde, según las normas de SENAFRONT, por seguridad. En ese caso, se puede quedar en algún hostal en Yaviza y salir al día siguiente.



    • Es recomendable visitar el parque en grupos de más de 8 personas para reducir costos. Ir pocas personas resulta caro, ya que hay que pagar al guía, ANAM, transporte, piragua (alquiler $10 a $15 por día), gasolina (8 galones mínimo) y conductor.



    • Cuidado con la basura: ANAM puede imponer multas.



    • ¡Lleva muchas ganas de pasarla excelente!


Grupo Completo ( fotografía de Raiza Segundo)

Agradezco profundamente a todos los asistentes por su apoyo, quórum y entusiasmo durante esta aventura. Un especial reconocimiento a nuestros guías Isaac Pizarro y Edilberto González por toda la valiosa información compartida, así como al representante de Yaviza, Enrique Lloren, por su ayuda con el itinerario.

El Parque Nacional Darién es, sin duda, una joya invaluable de nuestro país y del mundo. Es un paraíso exótico y exuberante que debemos proteger con compromiso y responsabilidad. Nos sentimos privilegiados de contar con una reserva de esta magnitud en nuestro territorio.

Es tiempo de decir basta a la deforestación de nuestros bosques; reforestar y conservar es la palabra clave. Aún tenemos la oportunidad de vivir en armonía con la naturaleza, preservando este legado para las generaciones futuras.

El aire puro del Darién purifica el alma y renueva el espíritu.

Ascenso al punto más alto de Panamá: Volcán Barú, Chiriquí

¿Qué es la Paz?
Para mí la paz es silencio, exactamente ese silencio que se siente en la cima de las montañas.

Desde hace muchísimo tiempo deseaba hacer este ascenso, pero las circunstancias no lo habían permitido; incluso me atrevo a decir que fue casi imposible.

Al principio éramos quince personas interesadas en llegar a la cima, y al final solo fuimos tres. Inicié con el entrenamiento desde enero e intentaba recargar baterías y practicar cada vez que podía. Me asustaron mucho respecto a las condiciones físicas, así que me informé leyendo blogs y todo lo que encontrara sobre el Volcán Barú. Hablé con todos los que lo habían subido y estaban entre mis contactos. Mi propósito era, precisamente, no pasarla mal por falta de preparación.

Entre más artículos leía, más me asustaba. En cada uno decía que era un ascenso casi imposible, que mucha gente no llegaba a la cima, que algunos sufrían de mal de altura, que otros no aguantaban y se desmayaban en el camino, que el frío, que las condiciones…

Corrí mucho, caminé cada vez que el tiempo me lo permitía, me metí a un gimnasio e hice mucho cardio, dejé de tomar alcohol y empecé a comer frutas. Todo esto como parte de un arduo entrenamiento, y aun así me sentía nerviosa de no poder lograr subir el Volcán.

Justo un par de horas antes de salir de casa, me llamó un joven de la universidad que se nos unía, pues a él también sus amigos le habían quedado mal. Siendo él de Boquete, conocía muy bien el camino.

El guía fue otro dilema: algunos nos cobraban cifras exorbitantes, otros no estaban disponibles o no subían en esa época.

Hicimos reservaciones en el Hostal Las Heliconias (507-7715643), en el centro del pueblo de Volcán.

Aquel día era viernes. Llegamos muy temprano a Volcán, buscamos el hotel, desayunamos, hicimos las compras de insumos para llevar en el ascenso, luego descansamos y salimos un rato más para “aclimatarnos”.

Todo iba de maravilla. Conversamos por buen rato con Nariño Aizpurúa, quien ha subido el Volcán Barú 338 veces y nos dio los mejores tips. Nos habló de apariciones en el camino, del mal de altura, de lo importante del equipaje, el agua, entre otras cosas. Llegó la mañana y Nariño nos llevó hasta las faldas del volcán en Paso Ancho. Iniciamos el ascenso a eso de las 6:30 a.m. Pensábamos hacerlo a las 5:30 a.m., pero nos retrasamos un poco.

En la entrada del parque pagamos a ANAM 5 dólares cada uno, y más tarde nos dimos cuenta de que habíamos sido estafados, pues el precio real de la entrada era de 3 dólares para panameños y 5 dólares para extranjeros. Ni siquiera tenemos el rostro ni la piel de extranjeros.

Cabe destacar que llevamos lo necesario. Mi maleta no pasaba de las 15 libras. Llevé mi sleeping bag (bolsa para dormir), una muda de ropa entre la que tenía 1 abrigo de algodón y uno térmico, un pantalón de algodón para dormir, 1 par de guantes, 2 pares de calcetines y las botas de hiking. Algunas personas prefieren no llevar ropa por el peso, pero recomiendo llevar una muda extra, pues es difícil deducir el estado del clima en este lugar y es posible que de un momento a otro llueva, te mojes y quedes sin ropa para dormir.

Nos habíamos puesto de acuerdo para llevar solo una tienda de campaña en la que dormiríamos los dos, ahora seríamos 3 en una tienda de campaña de dos personas, pues Edén se nos unía. Creo que dormir en la cima no requiere de mucha comodidad, basta con llevar algo donde meterse; menos peso, mejor. Más gente, más calor en el frío de la cima.

Entre lo que llevamos para comer: barras de chocolate, 3 litros de agua cada uno, jugo de uva y naranja, pan de pasas, queso amarillo, galletas de chocolate, café, sopa china de vaso, tasajo, jamón del diablo, manzanas. Llevamos también algunas cosas que, aunque serían un poco innecesarias por el peso, nos sirvieron de mucho, como una lata de melocotón y también algo fuerte para el frío, me refiero a ron.

Lo más importante es el agua. Es necesario tomarla aun si no se siente la necesidad, aun si no tienes sed. Se pierde mucha energía y el cuerpo tiende a deshidratarse.

El Volcán Barú está situado sobre la Cordillera de Talamanca y posee una extensión territorial de 14,322 hectáreas. El punto más alto del parque es el Volcán Barú con una altura de 3,475 msnm. Además, es el punto máximo de la República de Panamá.

En el área protegida se localizan bosques muy húmedos montanos y húmedos montanos bajos que no se encuentran en ningún otro lugar de Panamá. También hay bosques pluviales montanos bajos, pluviales montanos, muy húmedos montanos bajos y pluviales premontanos. Las temperaturas medias anuales fluctúan desde los 20 grados centígrados en su parte más baja, hasta menos de 10 grados en la cumbre.

La caminata se inicia en donde termina la carretera de asfalto en las faldas del volcán a 1,925 msnm, en un bosque húmedo montano bajo del Parque Nacional Volcán Barú. Luego de caminar 15 minutos por las faldas, entramos al bosque a eso de las 7 a.m., pasamos algunas lomas hasta llegar a un claro que estaba lleno de basura, y como aún no estábamos cansados, decidimos seguir en la marcha. Nos acompañaba el canto del enigmático jilguero solitario carinegro (Myadestes melanops), un violín creciente que nos seguía el paso.

Subimos una empinada loma llena de polvo y tierra hasta llegar a una pared de roca por la que, si no fuera por Edén, no nos habríamos dado cuenta de que era el camino. Subimos por las rocas “escalando” y descansamos en un claro desde donde vimos parte del pueblo de Volcán y algunas montañas, un paisaje hermoso que nos daba la bienvenida a lo que sería un ascenso de bellezas para admirar. Edén me confirmó que ya habíamos pasado “La 45”, aquella loma de tierra, empinada, por la que acabamos de subir y que logra sacarle el aire a muchas personas. Me lo escondió, pues yo, de tanto leer, ya sabía que esa loma sería difícil. Eran las 9:00 a.m.

Allí comimos manzana y granola. Observamos que la vegetación empezaba a cambiar: helechos, hongos, líquenes y musgos por todos lados. Durante el recorrido se puede encontrar una gran variedad de especies de animales y plantas, así como rocas y algunos árboles de diferentes formas, jamás vistas en otro lugar.

Decidimos seguir caminando por una de las pocas bajadas que recuerdo, hasta llegar al “Ojo de Agua” o “El Posito”, única fuente de agua del camino. Eran las 9:30 a.m.

Allí recogimos toda el agua que pudimos. Edén nos confirmó que el agua no requería de filtro y decidimos tomarla así mismo como la ofrece la montaña, en su estado virgen (aún no me ha pasado nada por haberla tomado). Estaba deliciosa, juraría que fue el agua más fresca que he probado en mi vida. Nos metimos en la cuevita a tomarnos fotos. Dicen que en las noches el área del Ojo de Agua es terreno de algunos búhos.

Nos topamos con un grupo de hombres que venía bajando del volcán y también iban a abastecerse de agua. Fueron las únicas personas que vimos en todo el camino.

Avanzamos por el Bosque Encantado, llamado así pues es donde mayormente las personas pierden el curso y se extravían. También es allí donde supuestamente se desarrollan gran cantidad de apariciones sobrenaturales; se dice que “los duendes” suelen perder a las personas.

Un poco más adelante nos detuvimos pues nos dio hambre, así que aprovechamos para “almorzar”: jugo de uva, pan de pasitas con queso, chocolate, entre otras cosas… ¡Avanzada!

Nos encontramos con un camino repleto de piedras grandes que parecían estar sueltas, pero que estaban muy firmes: El Derrumbe. De allí en adelante, el camino de rocas comenzó a transformarse en uno de arenilla, en una sola subida. El bosque desapareció, ya no había árboles; el clima cambió, la temperatura bajó y, a pesar de estar bajo el sol, no sentía calor. Es por ello que ahora estoy insolada. Por lo tanto, es buena idea llevar bloqueador solar.

Esta es la parte más difícil del ascenso al Volcán, es allí en donde generalmente algunas personas empiezan a tener dolores de cabeza, mareos y algunos desisten al ver lo que les espera. Por eso es bueno tener una buena marcha antes de llegar a esta área, para que quede el resto del día para subir.

En este punto ya uno se encuentra a 2,500 metros sobre el nivel del mar y es posible tener mal de altura, pero es mejor sacar eso de la mente y no hacerlo una condición psicológica, pues puede afectar. Algo que nos enseña este ascenso es a trabajar en cuerpo y mente de una manera conjunta y unificada. A cualquiera le puede dar mal de altura, incluso a personas en increíbles condiciones físicas, pero obviamente lo mejor es ir con una mentalidad positiva.

Mientras subía me detuve a ver lo que dejaba atrás. El paisaje es sublime, eminente, se puede ver la misma cordillera de Talamanca y todo lo recorrido. La vegetación se compone por líquenes y flores de altura.

Me adelanté un poco y empecé a escuchar un sonido parecido a un leve rugido. Le grité a los muchachos que cerca había algún animal y solté carcajadas al darme cuenta de que no era otra cosa que el fuerte aleteo de un colibrí Estrella Centellante (Selasphorus scintilla) que volaba como loco alrededor de mi cabeza.

Más de 250 especies de aves han sido censadas en el parque, entre ellas el bellísimo quetzal (Pharomachrus mocinno), el espectacular aguilillo blanco y negro (Spizastur melanoleucus), que sobrevuela las paredes acantiladas del área protegida, y los colibríes vertrinegro (Eupherusa nigriventris) y el orejivioláceo pardo (Collibri delphinae). También están presentes especies endémicas de la Cordillera de Talamanca como la reinita carinegra (Basileuterus melanogenys), el zeledonia (Zeledonia coronata), el pinzón musliamarillo (Pselliophorus tibialis) y la pava negra (Chamaepetes unicolor).

Las cinco especies de felinos que viven en Panamá están aquí también presentes, siendo el puma o león venado (Puma concolor) el más abundante entre ellos. Otros mamíferos que poseen poblaciones estables en el Parque Nacional Volcán Barú son el amenazado ratón de agua (Rheomys underwoodi), el gato de espinas o puercoespín (Sphiggurus mexicanus) y una gran cantidad de murciélagos con especies como Artibeus aztecus y Lasiurus borealis.

Luego de caminar un poco más, el aire era ralo y cada 30 pasos debía parar un minuto para luego seguir. Ya tenía cansado al guía preguntándole cuánto nos faltaba para llegar, incluso llegué a darme cuenta de que me estaba engañando con sus respuestas. En este tramo hicimos varias paradas de urgencia para ir al “baño”, también nos comimos los melocotones, y aproveché para tomar innumerables fotos del paisaje. Una roca tenía una inscripción que me alentaba: estábamos a 3,090 msnm, verifiqué en mi reloj y era cierto. Cada 30 metros que avanzábamos tomaba fotos del paisaje y allí mismo descansaba. El panorama era increíble y la neblina nos perseguía; en algún momento llegué a pensar que llovería, pero no fueron más que amenazas.

Y de pronto, ¡el cable! ¡El famoso cable! Ahora lo veía en vivo y en directo y me produjo una sensación espeluznante: son de 20 a 25 metros de cable sobre un terreno de arenilla, y si ese cable no está bien puesto, ¡moriste! Nosotros preferimos tomar el lado izquierdo por donde hay un caminito y seguir marcha arriba con más seguridad.

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Ya veíamos la entrada del Cráter, aceleramos el paso con ganas de llegar rápido, eran las 2 de la tarde y Edén nada más me decía: “Ya lo lograste” hasta que finalmente vimos la enorme roca llamada la “Cueva del duende” y a su paso, el Cráter. Lo más emocionante era que la cima estaba a la vista, vimos las antenas y escuchamos el motor de los four wheel que estaban allá arriba.

El Cráter es grande, unas 3 canchas de baloncesto. Allí es donde uno recuerda que realmente está en un volcán y que es potencialmente activo. El volcán ha tenido cuatro episodios eruptivos en los últimos 1600 años, en particular la más reciente erupción unos 400-500 años atrás. Diversas otras erupciones se ocasionaron en los anteriores 10,000 años. Varios enjambres sísmicos se dieron en el siglo XX y un enjambre reciente ocurrió en el año 2006 que puede servir como recordatorio de un inquieto terreno tectónico.

Sentí el frío de lleno, intenté ponerme los guantes pero sentía que mis dedos no se movían, estaban entumecidos así que me puse dos pares de guantes y un abrigo.

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Aún faltaba por recorrer unos supuestos 20 minutos según Edén que, si bien es cierto, a su paso lo lograba en 15 minutos; para mí fue una hora más de camino.

Finalmente llegamos a la cima a las 4:10 pm. Dejamos las maletas cerca de un nicho de la Virgen de Guadalupe y fuimos rumbo a la cruz. La neblina y el viento eran increíbles, casi no se veía nada alrededor, prácticamente el paisaje era solo neblina. Edén me dijo que me pegara a las rocas pues debíamos escalar un poquito y con una ráfaga de viento fuerte podría ocurrir un accidente. Me dio un poco de vértigo y sentí miedo; si él se apartaba mucho, me daba más miedo, no veía nada debajo, solo la sensación de haber un precipicio profundo que quién sabe dónde terminaría.

La cruz ya estaba ahí, sentí la gloria combinada con el miedo. El viento era cada vez más fuerte; de un solo tiro, mi compañero se montó en la punta de la cruz. A mí me daba vértigo solo verlo, y el viento más fuerte aún. Él estaba por encima del punto más alto de la República de Panamá, a 3475 msnm. Edén recomendó esperar que bajara un poco la neblina para bajar a las antenas.

Habían pasado 8 horas desde que iniciamos el ascenso, ninguno de los tres se sentía cansado, más bien felices. No sé si fue el frío o la emoción de haber llegado.

El frío era tremendo y el viento más fuerte. Buscamos al policía que vive en la cima y, gracias a Nariño, el policía nos dio alojamiento por esa noche en la cima. Dormimos en un cuarto repleto de switchs de las antenas, y tenía muchísimo frío aún con toda la ropa que tenía puesta.

Cenamos sopa china de vaso, tan fortificante que me cayó al estómago mejor que el caviar más caro del mundo. Me tomé toda el agua, hicimos café, comimos galletas con atún y, ya más entrada la noche, bebimos un poco de vino. Los muchachos disfrutaron de la TV del policía viendo lucha libre y fútbol, y yo salí un rato a ver las luces y la luna que, como regalo del cielo, era la luna más brillante y más grande del año en todo el país. El frío me ganó y entré ahora para dormir, pero nos quedamos hablando hasta que el sueño nos venció.

A la mañana siguiente, luego de un desayuno compuesto de pan, tasajo y café, nos fuimos de nuevo a la cruz a tomar más fotos y a ver si el clima nos dejaba ver un poco más el paisaje. Antes pude ver un Mirlo Negruzco (Turdus nigrescens), ave que suele habitar la cima.

Debido a lo angosto del Istmo de Panamá, es posible ver el Océano Pacífico y el Mar Caribe desde la cima del volcán en un día claro, aunque nosotros no tuvimos la suerte. Se ha reportado en la cima una caída ocasional de nieve granulada, donde la temperatura mínima es inferior a 0 °C; la formación de escarcha es muy frecuente.

Desde allí pude ver el pueblo de Volcán, parte de Bugaba, Río Sereno, el Río Chiriquí Viejo, las Lagunas de Volcán, etc. Lo demás queda para una próxima visita que espero sea muy pronto.

El descenso fue relativamente menos complicado y rápido. Cuando íbamos por el área del derrumbe nos deslizamos por la arenilla y me apresuré pues estaba sedienta, hasta que llegamos al Ojo de Agua y ¡vi la luz! Descansé mis pies ya que me dolían los dedos de tanto contacto entre el pie y el haz de la zapatilla. Mientras estuvimos allí vimos llegar una Candelita Collareja (Myioborus torquatus) tomando un baño en el Ojo de Agua. Más adelante nos topamos con unas codornices entre el follaje.

A la cima se puede llegar también por el poblado de Boquete, incluso es posible hacerlo en auto 4×4 o four wheel; se dice que la vista desde el camino de Volcán es más gratificante. De igual forma, algún día deseo hacerlo por Boquete para probar.

Nos encontramos con una pareja que venía subiendo en la que el míster le gritaba a la esposa fuertemente que se apresurara y que era muy lenta, me dio coraje, ella estaba muy rezagada de él. Con gente así no recomiendo a nadie subir, asegúrate de hacerlo con amigos que te apoyen en todo momento.

Al llegar a las faldas nos esperaba Nariño y nos fuimos a bañar pues estábamos muy sucios y casi nos quedamos sin bus en Volcán. Llegamos a la ciudad de Panamá a las 4 de la madrugada.

Hasta ahora, en mi vida este ascenso ha sido el más emocionante y espero poder hacerlo muchísimas veces más si sigo con vida. Es algo que todo panameño que puede y que su cuerpo se lo permite, debe hacer. No solamente por la gratitud de llegar a la cima, sino por el placer de disfrutar la montaña, de ver el paisaje, de escuchar, ver, oler, poner todos los sentidos en contacto con la naturaleza.

Recomiendo enormemente entrenar aunque sea 1 mes y medio antes del ascenso y va a ser un éxito. De no hacerlo, puedes pasarla mal.

¡Ah! Una última cosa, ¡baja la basura! Si cuando estás subiendo sientes que te pesa la basura, al menos déjala en bolsas que puedas identificar en el camino, ponla en un lugar estratégico y cuando bajas te la llevas, es muy fácil y estarías contribuyendo a mantener limpio uno de los parques nacionales más importantes del país creado mediante el Decreto N° 40 del 24 de junio de 1976.

Queda darles las gracias a los que me acompañaron y a quien considero un padre de montaña, Nariño Aizpurúa, por habernos dado su incondicional apoyo y consejos.

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Camino de Plantación o Plantation Road, P. N. Soberanía

Es uno de los lugares preferidos por las personas que aman hacer avistamiento de aves. Se encuentra dentro del parque nacional Soberanía, a media hora en auto desde la ciudad de Panamá.

Para poder llegar es necesario conducir hacia Gamboa y prestando atención a las señales que indican la entrada del Camino de Plantación. Se puede llegar en autobús tomándolo en la terminal de Albrook, Ruta Gamboa en Bahía D, y bajándose en la entrada del sendero.

Ruta de Metrobus desde Terminal de Albrook

5:15 am 7:50-10:20-12:30-2:40pm y el último a las 4:40pm

Sábados 9:00-12:00 y el último 4:35

Domingos 8:00-12:00 y el último 4:10

El Camino de Plantación tiene una longitud de aproximadamente 7 kilómetros que se caminan en 3 o 4 horas de ida y vuelta.

Este camino es muy famoso pues se ve gran cantidad de aves, sobre todo en las horas de la mañana y en la tarde, también es posible ver monos titis y aulladores.

Si te interesan las plantas, el camino de Plantación (como su nombre lo indica) es tu lugar. En él encontrarás una gran variedad de vegetación: árboles imponentes, arbustos, plantas herbáceas, helechos, inflorescencias, e incluso algunas especies están identificadas con letreros que indican sus nombres. Las veces que he ido he podido observar numerosos ejemplares de nazareno (Peltogyne purpurea), cuipo (Cavanillesia platanifolia), zamias, muchas lianas y hongos por doquier.

Este lugar tiene un aire muy exótico. Se dice que fue una carretera construida durante la edificación del Canal de Panamá, en 1910, para conectar la antigua población de “Imperio” con la zona de “Las Cascadas Plantation”. A lo largo del sendero aún pueden encontrarse vestigios de lo que fueron plantaciones de cacao, café y los preciados árboles de caucho (Castilla elastica), esta última una especie exótica introducida en Panamá.

No presenta dificulta de terreno ya que es llano desde principio a fin, pero es bueno ir en zapatillas de buena suela por la cantidad de piedras redondas que pueden molestar tus pies. Buenísimo para visitar en familia y detenerse en alguna de las bancas que se encuentran en el camino a merendar.

También  se puede recorrer con bicicletas, si es su preferencia. El sendero se puede complementar con una visita a la cascada que se encuentra casi al final, el sendero termina en una intersección que lo une con el Camino de Cruces.

Alguna vez estuve por el camino con amigos, vimos unas lianas, y probamos a guindarnos como Tarzan, estuvimos en eso bastante tiempo, la liana siempre pudo con nuestro peso.

Se dice que este camino y su selva secundaria era utilizado por militares estadounidenses para entrenar militares latinos.

Purple fruitcrow o Querula purpurata

La entrada tiene un valor $3.00 USD para adultos nacionales y $5.00 USD para adultos extranjeros aunque a veces no hay nadie en la entrada.

Recuerda, la basura es tuya, llévatela!

Ascenso al Monumento Natural Cerro Gaital, Valle de Antón

Una de las cosas que más me llaman la atención al ver las montañas es la neblina que se forma en la cima, me encanta, ver esto crea en mí­ unas ganas irracionales de llegar y tocarla, de explorar, de enterarme por mi misma qué es lo que hay allá arriba.

Pajita, Gaital y Caracoral visto desde cerro India Dormida

El Cerro Gaital es uno de esos que llaman grandemente la atención. Cuando se llega al Valle de Antón, es posible verlo desde casi cualquier punto. Forma parte de las “Tres Marías”, pues se encuentra en medio de Cerro Pajita y Cerro Caracol. El Gaital es el más grande de los tres e incluso es el más alto del Valle de Antón, ya que tiene 1,185 metros sobre el nivel del mar y 335 hectáreas.

Hace algún tiempo intenté subir por un trillo que se encuentra frente al cerro, cerca del Primer Ciclo de El Valle, pero nunca lo encontré y la visita quedó pendiente. Fue hasta hace poco, con unos amigos y muchas ganas, que logramos llegar a la cima del Gaital.

Para comenzar, hay que llegar al Valle de Antón y luego desplazarse hasta la comunidad de La Mesa. Es posible hacerlo en un vehículo 4×4, tomando un taxi doble cabina o incluso en bus, ya que los de la ruta La Mesa te dejan cerca del inicio del sendero.

Primer ascenso al Gaital: Will, Gaby, Mariel, Karla y Lissy. Año 2010

El camino comienza en la caseta de ANAM, donde generalmente se paga una entrada de 2 dólares (dato de 2010), ya que esta área es un Monumento Natural. Sin embargo, parece que entre semana no siempre hay personal en la caseta.

El Monumento Natural Cerro Gaital (MNCG) fue establecido legalmente mediante el Decreto Ejecutivo N.º 96 del 9 de julio de 2001. Posteriormente, mediante la Resolución AG-0748-2012 del 28 de diciembre de 2012 (Gaceta Oficial 27223 del 8 de febrero de 2013), se modificaron los límites del área protegida, quedando con una superficie de 511.69 hectáreas.

Cabe destacar que el sendero estaba limpio y muy bien acondicionado; incluso nos encontramos con dos personas que, con rastrillos, limpiaban las hojas para mantener el camino despejado.

Apenas comenzamos a caminar, vimos epífitas variadas, bananas rojas, zamias, hongos en las esquinas, heliconias, begonias, mucho musgo, helechos por doquier y muchos letreros de prohibiciones. También escuchamos el canto de distintas aves.

Se dice que en este cerro solía encontrarse la rana dorada y unas 100 especies de orquídeas, incluyendo la flor nacional: la Peristeria elata (Flor del Espíritu Santo).

Hojas circinadas

En el camino hay 3 estaciones antes de llegar al mirador, en donde se puede descansar o aprovechar para merendar, hay bancas, y se disfruta del dosel de los árboles del Bosque muy húmedo premontano y Bosque muy húmedo tropical.

Antes de dirigirnos a nuestro destino, estuve averiguando si era necesario subir con un guí­a experimentado y si el camino estaba marcado. El sendero está muy bien marcado hasta el mirador que se encuentra tres minutos luego de pasar la estación de las Heliconias y hay un letrero que lo recalca pero, luego inicia un ascenso escabroso que es mejor realizar con guía experimentado y equipo de rescate.

Recomiendo enormemente que si visitas el Monumento Natural Cerro Gaital con niños o adultos mayores, personas con problemas cardiacos o de vértigo, deben quedarse en el mirador pues después de pasarlo, el camino se torna difícil.

Ahí­ empieza lo bueno. La vista en el mirador es eminente, se ve gran parte del cráter del Valle de Antón, algunas de las montañas que lo rodean, también se ve la finca Toledano.

La brisa soplaba fuerte y nos balanceábamos en la estructura de madera del mirador, mientras buscábamos el camino, pues nos parecía increíble que hasta allí llegara el Gaital.

Montaña arriba se divisaba algo parecido a una varilla, como para una bandera. Se veía lejos, pero no perdimos tiempo y tomamos rumbo hacia ella.

Max, como siempre adelantado, nos llevaba ventaja y lo veíamos luchando por subir un camino rocoso y empinado. Cuando llegamos a ese punto, la neblina ya nos alcanzaba y parecía que iba a llover. Llevábamos una cuerda, pero al parecer la ANAM ha colocado cables para ayudar a las personas que desean llegar a la cima.

Este tramo logró ponerme los pelos de punta. Cuando fue mi turno, no sabía de dónde agarrarme ni dónde poner el pie. Buscaba seguridad, y a mi lado solo veía un precipicio lleno de árboles, y del otro lado, otro precipicio.

En ese momento sentí miedo. La neblina nos alcanzaba y veíamos cómo corría sobre nuestras cabezas. Me aferré con fuerza al cable y subí. Detrás venía Leyda, gritando que siguiéramos, pues quería almorzar en la cima.

Pisamos terreno más seguro y vimos heliconias extrañas, centímetros de musgos, bromelias gigantes, licopodios, flores de labios ardientes, helechos arbóreos, muchas hojas circinadas… y de pronto, un ave motmot posada sobre la rama de un árbol, a nuestra misma altura, mirándonos fijamente sin moverse. Logramos ver una serpiente —al parecer una boa— aunque nunca alcanzamos a ver su cabeza. Fue un momento muy emotivo.

El camino estaba mojado y lleno de lodo negro; tuvimos que deslizarse por debajo de algunos árboles. Gabriela y Karla ya se habían caído en varias partes. La humedad era alta y el olor constante a vegetación en descomposición saturaba nuestro olfato. Vimos la misma forma de la montaña: una línea oblicua a un lado y otra al otro, y nosotros en medio.

Nos agarramos de troncos delgados, algunos con pequeñas e hirientes espinas; otros, al apretarlos, se deshacían en nuestras manos, chorreando agua. En un momento, el sendero terminó y vimos una pared de roca para escalar con un cable negro que, al parecer, sería nuestra ayuda, y así fue en tres o cuatro partes hasta que llegamos a la cima. Literalmente, la subida no es difícil, pero hay que hacerlo con extremo cuidado, pantalones largos, buenas suelas, y es muy necesario llevar agua.

En la cima hay un espacio limpio para sentarse, merendar o disfrutar del paisaje. Se puede ver casi todo el Valle de Antón. Durante nuestra visita, pudimos contemplar el océano Pacífico, el Cerro Pajita justo al frente, Cerro la India Dormida, Punta Chame, Coronado, todo el pueblo del Valle, la galera de Toledano, el Área del Cerro Picacho y mucho más.

También hay una estructura de cemento que, al parecer, funcionó en algún momento como estación VHF. Fue construida alrededor de 1982 por radioaficionados que eligieron el Gaital porque estaban convencidos de que sería un excelente punto para instalar una repetidora de VHF. En esa época, subir el Gaital podía tomar hasta seis horas.

Desde la cima se escuchaban las gallinas de la galera de Toledano, a 1185 msnm, lo cual nos causó gracia. Sacamos nuestro almuerzo y disfrutamos contentos por el ascenso. Algunos se subieron encima de la caseta de VHF y se echaron a dormir un rato. Desde esa altura se veía perfectamente el sendero del Cerro Pajita, y nos quedaron ganas de subirlo.

El Cerro Gaital lo subimos en 2 horas y lo bajamos en 1 hora y 20 minutos, aunque generalmente se tarda unas 3 horas en subir. Recomiendo hacerlo en la mañana, cuando está fresco y es más fácil ver animales.

El descenso fue otra historia: quedamos completamente enlodados. No había manera de evitarlo, y si no nos enlodábamos, corríamos el riesgo de caer de las paredes que bajábamos con ayuda del cable. Las vistas eran preciosas; lo que no vimos en el ascenso para cuidar nuestras espaldas, ahora lo veíamos de frente. La cadena montañosa voraz, la forma del cerro en una “V” entrelazada, repleta de árboles sin un solo espacio vacío.

Al llegar a la caseta de ANAM, caminamos un poco y tomamos un bus desde La Mesa que nos dejó en el centro del Valle. Luego fuimos a quitarnos el lodo en el sendero de la Piedra Pintada y sus chorros.

mapa de como llegar al gaital

Recuerda como siempre, 0 basura, lo que llevas a la cima lo traes contigo, no ensucies, Valora.

Parque Municipal Summit, Panamá

Quien viva en la ciudad de Panamá y no haya ido al Parque Municipal Summit, no puede decir que es verdaderamente panameño. Summit es un clásico en la vida familiar panameña, un orgullo nacional y una joya que bien merece ser mostrada a los visitantes extranjeros.

Recuerdo con claridad cada vez que, en excursiones escolares, nos llevaban a Summit. Siempre era emocionante solo pensar que vería al lagarto Juancho, al majestuoso águila harpía, e inventaría mil juegos con mis amigas en el parque central. Después, venía el momento de almorzar, rodeadas de abejas que ya nos parecían parte del paisaje, casi como amigas cariñosas.

El parque, por supuesto, ha evolucionado. Hoy se puede disfrutar mucho más: hay una buena cantidad de animales propios de la selva panameña, plantas en exhibición, y una abundancia de árboles que refrescan la vista y el espíritu. Es un entorno distinto, fuera del bullicio de la ciudad. Lo mejor es que cada año se lucha y se invierte más para asegurar que estos animales tengan un refugio en condiciones óptimas.

taira en summit

Este jardín botánico y zoológico, con más de 250 hectáreas de extensión total —de las cuales 55 corresponden al jardín botánico—, se encuentra en las afueras de la ciudad de Panamá, en el corregimiento de Ancón, en el kilómetro 18 de la carretera Gaillard que conduce a la población de Gamboa.

Llegar es muy fácil: desde la ciudad de Panamá se debe conducir hacia las riberas del Canal y continuar en dirección a Gamboa. Es importante tomar la carretera donde se encuentra el puesto de ANAM del Parque Nacional Soberanía, y cinco minutos después verás la entrada al zoológico. Realmente, no tiene pérdida.

Si decides ir en autobús, es aún más sencillo. Solo tienes que llegar a la Terminal de Albrook y tomar un bus con dirección a Gamboa (algunos dicen “Summit”). La parada de estos buses está saliendo por el restaurante Niko’s Café, en el área de comidas de la Terminal. Una vez a bordo, en aproximadamente 45 minutos estarás disfrutando del parque. Así de fácil.

Les cuento que este parque no siempre tuvo las funciones que hoy conocemos. Fue creado en el año 1923 bajo el nombre de “La Granja Experimental Summit” por la antigua Compañía del Canal de Panamá. Su objetivo original era probar la adaptación de especies de plantas de distintas partes del mundo al clima tropical de nuestro país, convirtiéndose así en un centro de investigación científica para el desarrollo de la biología tropical y la horticultura. Se dice incluso que fue la puerta de entrada de la teca en América.

Más adelante, en 1960, se creó dentro del Jardín Botánico un pequeño zoológico, que fue creciendo hasta convertirse en lo que es hoy: un hogar para más de 300 animales. En 1979, con la firma de los Tratados Torrijos-Carter, el jardín pasó a manos panameñas, siendo administrado por el MIDA-RENARE como parte del Parque Nacional Soberanía.

Hoy en día, el Parque Municipal Summit es administrado por la Alcaldía de Panamá, que desde 1985 cumple con la importante función de conservar y dar a conocer la biodiversidad de las plantas y animales de nuestro país.

Actualmente alberga alrededor de 45 especies animales propias de la fauna panameña. De ese total, 17 son aves, seis reptiles y 22 mamíferos. Uno de sus principales atractivos es el Águila Harpía, ave nacional de Panamá, que cuenta con un refugio especialmente diseñado para ella. Justo al lado, hay un centro de exhibición donde se proyectan películas e información educativa tanto para niños como para adultos.

El Jardín Botánico, por su parte, cuenta con más de 4 mil especies de plantas. Su centro interactivo permite al visitante conocer aspectos sobre su biología, hábitat y hábitos reproductivos. Se puede recorrer senderos rodeados de vegetación y observar tanto la colección de animales como de plantas. Además, el parque ofrece áreas para días de campo, baños, parques infantiles, asientos techados, ranchos para reuniones, una sala de proyecciones, un pequeño museo de animales disecados y un kiosco para refrescarse. Incluso se puede llegar a un chorro caminando por uno de los senderos —la caminata no toma más de 20 minutos.

Como parte de su innovación, el Parque Municipal Summit ha creado un refugio para el jaguar, otro de los grandes protagonistas del lugar. Para llegar a su recinto, es necesario caminar por un sendero interactivo donde se encuentra información educativa sobre esta majestuosa especie. Es realmente emocionante poder observar al jaguar a través de un vidrio transparente, en condiciones que respetan su bienestar.

Cabe destacar que, además de los animales en exhibición, es común ver especies sueltas como monos y ñeques. También es posible encontrarse con aves en libertad como trogones, gavilanes, momotos y hasta tucanes de diferentes especies. La experiencia se vuelve así aún más natural y enriquecedora.

Sobra decirlo, pero te invito a visitar el Parque Summit. En lugar de caminar en un centro comercial, camina en medio de la naturaleza. En vez de ver ropa, observa la vida que habita en nuestro país. Y sobre todo: cuida lo que la naturaleza te dio.

Aquí tienes los precios de entrada actualizados para el Parque Municipal Summit (Panamá), vigentes según las últimas fuentes oficiales:

  • Niños hasta 5 años: Entrada gratuita
  • Panameños y residentes (a partir de 6 años): B/. 2.00
  • Extranjeros: B/. 5.00
  • Jubilados: B/. 1.00

Horarios de atención

Desde el 1 de julio de 2025, el parque opera de miércoles a domingo, de 8:30 a.m. a 4:30 p.m.


Resumen:

VisitantePrecio de entrada
Niños (≤ 5 años)Gratis
Panameños / Residentes (≥ 6 años)B/. 2.00
ExtranjerosB/. 5.00
JubiladosB/. 1.00

Dato curioso: muy cerca del Summit, a pie o en auto, es posible llegar a un mirador donde se ven dos pequeñas lagunas que son perfectas para hacer avistamiento de aves. Luego de cruzar la línea del ferrocarril, se debe caminar al fondo y al terminarse la carretera, hay que ir hacia la izquierda y de inmediato verá las lagunas 🙂

Alto de Piedra en Santa Fe de Veraguas

Hace algún tiempo estuvimos en el área de Santa Fe de Veraguas y pudimos conocer uno de los lugares de mayor impacto ecológico cercano al Parque Nacional Santa Fe: Alto de Piedra, ubicado en la vía que conduce a Guabal y atraviesa el parque.

Para llegar a Alto de Piedra, es necesario partir desde Santa Fe de Veraguas y seguir las señalizaciones, muy bien marcadas a lo largo del pueblo, que conducen sin pérdida hasta la parte alta del lugar. Desde allí es muy fácil observar y disfrutar de una vista espectacular del parque nacional y sus alrededores, además de una buena panorámica del pueblo.

A lo largo de la carretera también se pueden observar quebradas y ríos; allí se encuentra además la torre de comunicación del área.

La carretera ha sido asfaltada hasta Guabal y se encuentra en condiciones óptimas para un buen viaje. De igual forma, se pueden tomar “chivas” (autos 4×4 que simulan autobuses) desde Alto de Piedra, Calobévora o Guabal, o taxis que cobran $5 desde el centro de Santa Fe hasta el Alto.

Es ahí donde se encuentra el colegio de Alto de Piedra y, un poco más allá de la carretera, se ve un letrero que anuncia la llegada a Alto de Piedra y a algunas cabañas espectaculares y muy cómodas, las únicas del lugar. Estas cabañas cuentan con una vista impresionante del dosel del bosque y un frío lago lleno de carpas y patos que lo adornan, donde se puede disfrutar de un placentero paseo en botes de pedales.

Al lado de las cabañas hay un “jorón” o bar que durante el día funciona como cafetería exclusiva del espectacular Café Tute, ofrecen comidas criollas y, por la noche, se convierte en un espacio de diversión.

En una de nuestras tantas caminatas bajo la lluvia, nos metimos por un sendero desconocido y llegamos a una loma algo escarpada desde la cual pudimos ver gran parte del parque nacional. Allí nos encontramos con un hermoso gavilán blanco que descansaba al atardecer en la rama de un árbol grande; pudimos acercarnos lo suficiente para tomarle fotos hasta que finalmente el ave voló hacia la espesura del bosque. Fue un momento espectacular.

La cantidad de animales que es posible ver a simple vista, es infinita. Vimos desde bandadas de aves, águilas y tucanes, hasta ranas arborícolas cerca de nuestra cabaña y muchos insectos de colores espectaculares y formas increíbles a los cuales no pudimos evitar sacarles algunas fotos.

Corydalidae

Hace muy poco, la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP) y la Cámara de Turismo de Veraguas informaron que en la región veragüense ya existen dos rutas ecoturísticas: la primera, llamada Ruta de la Fe y Ecológica (Santiago – Atalaya – San Francisco – Santa Fe), y la segunda, la Ruta Fluvial y Verde (Santiago – Río de Jesús – Soná – Parque Coiba).

Este centro y sus cabañas formarán parte de esta ruta, por lo que decidimos conocer un poco de lo que ofrece o ofrecerá.

Una vez más, fuimos a Alto de Piedra y esta vez pudimos visitar varios de sus ríos y hermosas cascadas, una de ellas de casi 20 metros de altura; luego de atravesar un sendero enlodado y húmedo, con nubosidad y muchas aves revoloteando, al lado de árboles encantados, repletos de musgo.

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Hay caminatas cortas de aproximadamente dos horas y media en las que se puede llegar a las tres cascadas de Alto de Piedra, conocidas como el primer brazo del río Bulabá, así como a una serranía con un corredor biológico destacado llamado “La Serranías del Tute”. En las cabañas antes mencionadas también se ofrecen tours guiados por Ariel Peña a precios módicos.

El clima en Alto de Piedra es espléndido y el paisaje completamente verde y diferente; es uno de los lugares del parque donde se practica más el avistamiento de aves. Las noches son bastante amenas: el Búho Blanquinegro y el Nictibio Común nos acompañan para entretenernos.

Alto de Piedra representa la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Santa Fe, y muchas personas desconocen el gran paraíso que esconde.

En el Cerro Mariposa, punto más alto de este sector, se puede observar la flora y fauna endémica del área, y cuando el día está despejado, incluso se pueden ver simultáneamente el Mar Caribe y el Océano Pacífico.

Este lugar recibió su nombre por su altura y ubicación geográfica. Su historia comienza en la década de los 70, cuando se creó un colegio agrícola destinado a la siembra de hortalizas y la cría de animales, que posteriormente se convirtió en un colegio de educación básica general.

Cabe destacar que la ANAM está promoviendo la docencia en conjunto con la Fundación Héctor Gallego, la Cooperativa de Turismo y el colegio de Alto de Piedra, para proteger este valioso patrimonio natural.

Recomiendo enormemente que, si te gusta la aventura, al llegar a Santa Fe de Veraguas recorras primero los alrededores del pueblo y luego te dirijas directamente a Alto de Piedra, donde podrás armar un itinerario lleno de innumerables aventuras en los paisajes generosos que rodean este lugar. ¡Ah! Y no olvides llevar mucho repelente para mosquitos.

El Parque Natural Metropolitano, Ciudad de Panamá

Este parque natural se encuentra en la provincia de Panamá y es considerado el pulmón de la ciudad capital, ocupa una superficie de 265 hectáreas (1,159.43 m2) y es de fácil acceso, se dice que es uno de los pocos parques naturales dentro del área metropolitana en Latinoamérica.

CÓMO LLEGAR
Se puede acceder muy fácilmente desde cualquier punto del centro de la ciudad, por ejemplo tomando la ví­a Ricardo J. Alfaro (Tumba Muerto) y desviándose a la Avenida Juan Pablo II o el Camino de la Amistad se llega fácilmente al Centro de Visitantes del Parque. (Usa waze o Maps si andas en auto.

Otra manera fácil de llegar es tomando un autobús hasta la Universidad de Panamá sede del “domo”, y caminar hasta el centro de visitantes del parque, esto le toma unos 10 minutos.

El parque fue creado mediante la ley 8 del 5 de julio de 1985, el “Pulmón de la Ciudad Capital” así­ es llamado por su posición en la ribera occidental del río Curundú, antiguo rí­o Hondo. Surgió como un sustrato de tierras que probablemente protegían junto a zonas deforestadas, islas o refugios de bosque tropical, usadas como haciendas ganaderas, cuyas raíces se extraen de 1974; cuando se realizaban planes para el empleo del suelo del Canal antes que se firmaran los Tratados Torrijos-Carter.

Durante la presencia norteamericana y en virtud del Tratado Hay-Bunau Varilla, del 18 de noviembre de 1903, se entregaron al Gobierno de Estados Unidos todas las tierras y aguas comprendidas cinco millas a ambos lados del Canal Interoceánico para la construcción, operación, protección y mantenimiento de la vía acuática. Al encontrarse dentro de este territorio las tierras que hoy conforman el Parque Natural Metropolitano, también pasaron a la administración estadounidense. A partir de fragmentos de bosques que habían persistido desde tiempos coloniales (e incluso precolombinos), la regeneración natural condujo a la restauración de bosques naturales.

En el website del P. N. Metropolitano afirman que “si hubiésemos vivido en la ciudad de Panamá durante la época de la colonia, hubiéramos encontrado, en lo que hoy es el Parque Natural Metropolitano, un panorama muy distinto.

Desde la ciudad de Panamá partían las caravanas cargadas con oro y plata provenientes de Sudamérica, rumbo a la población de Venta de Cruces, a orillas del río Chagres. Desde allí, los tesoros eran transportados en pequeñas embarcaciones hasta la ciudad de Portobelo, uno de los pocos puertos del Nuevo Mundo autorizados para recibir los galeones reales.

El viajero que salía desde la ciudad de Panamá pasaba cerca de lo que hoy conocemos como el Parque Natural Metropolitano en su trayecto hacia Venta de Cruces. Sin embargo, los paisajes que contemplaban los viajeros del siglo XVII eran muy distintos a los de hoy. En aquel entonces, el recorrido estaba rodeado por áreas destinadas al ganado, terrenos de cultivo, zonas de descanso y un rico bosque natural.

El 5 de Junio de 1988, Día Mundial del Ambiente, se inauguró el Parque Natural Metropolitano. Un año más tarde, se crearon tres coordinaciones: la de Protección, la de Educación Ambiental y la de Mantenimiento.

xenops bayo en el PNM

En 1989, el área del Parque Natural Metropolitano se convirtió en centro de entrenamiento para las Fuerzas de Defensa de Panamá. Estas restringieron el acceso de los visitantes a fin de evitar conflictos, la Alcaldesa del distrito de Panamá y Presidenta del Patronato, de ese entonces, Lic. Jilma Noriega de Jurado, ordenó el cierre del Parque al público.

Actualmente el Parque Natural Metropolitano, cuenta con un Plan de Manejo y un Plan Operativo. El Parque es administrado por un Director General, figura que fue introducida en 1998.

Aunado con el Parque Camino de Cruces y el Parque Nacional Soberanía conforman un corredor biológico que se extiende a lo largo del margen occidental del Canal de Panamá, contribuyendo así­ al amortiguamiento de la Cuenca canalera.

Aunque el Parque Nacional Metropolitano se encuentra en la ciudad es sorprendente que es hogar de 227 especies de aves, 45 especies de mamíferos, 36 especies de reptiles y 14 especies de anfibios.

El parque cuenta con senderos mágicos en donde con solo caminar cinco minutos, se empieza a notar la diferencia, comienzas a ver aves increíbles, como el Motmot.

trogón en el PNM

Los Senderos:

Mirador los Caobos altura 72 m.s.n.m. en donde hemos podido avistar hermosos trogones

Mirador los Trinos altura 45 m.s.n.m desde el cual se pueden ver los tucanes sobrevolando y en el que podrás observar los diferentes estratos de este hermoso bosque, además de poder escuchar las diferentes melodías que interpretan las aves que habitan el parque;

Mirador Cerro Cedro altura 150 m.s.n.m. el cual ofrece las mejor vista: Las Esclusas de Miraflores, El Puente Centenario, Parque Nacional Camino de Cruces, Clayton, Albrook, Toda la ciudad de Panamá antigua y moderna, Puente de las Américas, La Calzada de Amador, Isla Taboga, Puerto Balboa, Aeropuerto Marcos Gelaberth.

Sendero Los Momótides distancia: 0.7 Km. y su nombre se debe al “Momoto Coroniazulado”, (Momotus momota) una hermosa y especial ave que frecuenta este sitio. Su recorrido dura 30 minutos aproximadamente y se puede observar gran variedad de aves y animales;

Sendero Los Caobos distancia: 1.1 Km. a 72 m.s.n.m el cual recibe su nombre por la existencia de algunos ejemplares de la muy escasa especie forestal caobo y constituye el sendero de mayor exigencia a nivel físico, ya que tiene pendientes pronunciadas escalonadas, que bien vale la pena recorrer por su exuberante flora y por haber sido escogido como una de las áreas de mayor posibilidad de observación de aves del Parque;

Camino el Mono Tití­ distancia: 1.1 Km. en donde hemos sido perseguidos por los monos tratando de arrojarnos alguna cosa o de orinarnos las cabezas y el cual está ubicada la primera grúa instalada a nivel mundial (1990), por el Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian (STRI), para estudiar  el dosel del bosque y la biodiversidad de especies.

un gato solo por la cienaguita PNM

Tarifas de entrada

Nacionales / Residentes de Panamá:

  • Adultos: B/. 1.00
  • Niños (3 a 17 años): B/. 0.50
  • Jubilados: B/. 0.50

Extranjeros:

  • Adultos, universitarios y jubilados extranjeros: USD 4.00
  • Niños (3 a 17 años) extranjeros: USD 2.00

Membresías del Hiking Club

Ideales para quienes visitan frecuentemente: acceso anticipado desde las 6:30 a.m., carné de identificación y descuentos.

PlanAdultoJubilado / Estudiante
TrimestralUSD 30USD 20
SemestralUSD 50USD 30
AnualUSD 75USD 50

Horarios

  • Entrada general:
    Lunes a domingo de 7:00 a.m. a 4:30 p.m. (incluido feriados)
  • Miembros del Hiking Club:
    Entrada desde 6:30 a.m. a 4:00 p.m. los siete días de la semana

Información adicional

  • Es obligatorio reservar con al menos 2 días de anticipación, ya que hay cupos limitados por horario. El pago se realiza por adelantado mediante Yappy o en efectivo en el Centro de Visitantes, siguiendo los protocolos actuales.
  • El parque cuenta con senderos bien señalizados, miradores panorámicos y áreas para observar fauna y flora local.

Resumen de precios:

  • Panameños / Residentes: USD 1 (adulto), USD 0.50 (niño/jubilado)
  • Extranjeros: USD 4 (adulto), USD 2 (niño)
  • Membresías: desde USD 30 trimestral hasta USD 75 anual

El Cerro Ancón, Ciudad de Panamá

Estando en el centro de la ciudad de Panamá, se puede ver el cerro Ancón desde casi cualquier punto, y lo reconocemos al instante cuando vemos en la altura una bandera panameña inmensa y ondeante.

Y aunque está­ a la vista de todo el mundo, muy pocos se interesan en subirlo, saber más de su historia y de los secretos que guarda un patrimonio histórico.

Antes de 1904, el cerro Ancón era un lugar de recreación. Pero además de su función recreativa, desde el traslado de la ciudad de Panamá la Vieja a lo que hoy conocemos como el Casco Antiguo, el cerro y sus manantiales abastecían de agua a los habitantes.

Sin embargo, cuando los estadounidenses asumieron la construcción del Canal, ya no se podía pasear ni extraer agua del lugar. El cerro quedó bajo la jurisdicción de los Estados Unidos como parte de la Zona del Canal de Panamá durante gran parte del siglo XX.

Alrededor del cerro existían varios ríos y quebradas, siendo los más importantes el río Hondo (actualmente río Cáceres), que lo bordeaba y era frecuentado por bañistas, y el río Grande, ubicado más lejos en el área de La Boca, rodeado de sembradíos y ganado.

Con el establecimiento de la nueva ciudad en el Casco Antiguo, uno o dos soldados eran asignados a la cima del cerro para vigilar la ciudad. Incluso se llegó a proponer la construcción de fortificaciones en su cima, pero nunca se concretaron.

Durante la época del fallido Canal francés, cuando se construyó el primer hospital del proyecto —el Hospital Ancón—, se empezó a notar que el cerro estaba deforestado y con poca vegetación.

La tradición de pasear y recolectar agua del cerro llegó a su fin en 1903, cuando los estadounidenses asumieron los trabajos del Canal y procedieron a sanear toda la ciudad. Todos los pozos, manantiales y lugares donde pudiera estancarse agua fueron clausurados.

En esa época se levantaron más edificaciones en los alrededores del cerro, como el Hospital Gorgas, el edificio de la Administración del Canal y la residencia del administrador.

Desde 1977, con la firma de los Tratados Torrijos–Carter, Panamá retomó el control del cerro y de toda la Zona del Canal. Una de sus primeras acciones simbólicas fue izar una gran bandera en la cima del cerro, como acto de reafirmación de la soberanía panameña sobre el territorio que antes conformaba la Zona del Canal.

Actualmente, el cerro ocupa una extensión de 4,826 hectáreas. En su punto más elevado ondea desde hace más de 30 años la bandera de Panamá, como símbolo del triunfo de la lucha por la soberanía nacional.

En las zonas más altas del cerro se encuentran la antigua residencia del Gobernador de la Zona del Canal y Quarry Heights, que fue la sede del Comando Sur. El nombre “Quarry Heights” proviene de una antigua cantera, cuya huella es visible en un costado del cerro. El cerro Ancón también alberga un búnker subterráneo abandonado que pertenecía al Comando Sur.

Al viajar hacia Arraiján por el lado de La Boca, puede observarse una parte del cerro con una superficie rocosa lisa, como si hubiera sido cortada. Esto se debe a la masiva extracción de roca que alteró su configuración geológica. Durante cinco años, la Comisión del Canal Ístmico —bajo administración estadounidense— extrajo unos 3.2 millones de yardas cúbicas de roca de la cantera del Cerro Ancón, utilizando dinamita y excavadoras para remover grandes bloques de piedra.

El cerro Ancón también tiene el atractivo de ser hogar de perezosos, armadillos, venados, ñeques y un sinnúmero de aves. En total, se estima que alberga 68 especies de animales: 15 mamíferos, 39 aves, 9 especies de reptiles y 5 tipos de anfibios. Además, cada año migran más de un millón de aves rapaces hacia el sur, aprovechando las corrientes térmicas del aire, y se realiza un conteo anual desde la cima del cerro.

En la cima también se puede apreciar una estatua de Amelia Denis de Icaza, quien expresó con orgullo y melancolía, a través de su poesía al cerro Ancón, su angustia por los cambios que sufrió este lugar.

El cerro Ancón, siendo el punto más alto del área metropolitana, recibe diariamente unas 100 personas que suben caminando o en vehículo para disfrutar de una vista panorámica de la ciudad de Panamá, el Puente de las Américas, las esclusas de Miraflores y otros puntos importantes del Canal. También, muchos aprovechan sus faldas para hacer ejercicio o entrenamientos al aire libre.

En la cima también se encuentran antenas de comunicación. El cerro cuenta con un pequeño camino vehicular, habilitado únicamente durante el día, que también es recorrido por quienes lo visitan a pie para observar su flora y fauna.

En 1909 se instalaron en las faldas del cerro los primeros sismógrafos de Panamá, que también fueron de los primeros en toda Latinoamérica. Posteriormente, en 1914, fueron trasladados a la Comisión del Canal, y en 1976 pasaron a manos de la Universidad de Panamá.

Actualmente, el cerro Ancón está bajo la administración de la Unidad Administrativa de Bienes Revertidos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), entidad encargada de su mantenimiento y vigilancia. También participan activamente en su conservación la Asociación Panameña para la Conservación de la Naturaleza (ANCON) y los residentes del área.

El pasado 18 de mayo, el Consejo Municipal aprobó la creación de un patronato para el cerro Ancón. Este organismo será responsable de su conservación, la regulación del uso del suelo y del establecimiento de un marco legal más sólido que garantice su protección.

El patronato estará conformado por representantes del Consejo Municipal, residentes de la zona, organizaciones privadas, el MEF, la Alcaldía de Panamá y ANCON.

La bandera que ondea en la cima del cerro Ancón es del tamaño de una cancha de baloncesto y es la única en todo el país que no se baja de su asta a las 6:00 p.m., como lo establece la ley. En su lugar, se ilumina con luces rojas y azules que la destacan incluso en la oscuridad. Esta iluminación fue realizada por expertos de la empresa Phillips, con el patrocinio de Unión Fenosa.

Es importante recalcar que el cerro Ancón es un área protegida y reserva natural del Distrito de Panamá, conforme a lo dispuesto en el Acuerdo Municipal N.° 157 del 31 de julio de 2001, adoptado por el Consejo Municipal de Panamá. En su artículo 3 se prohíbe expresamente cazar, talar, quemar, recolectar o destruir recursos naturales, así como cualquier actividad que atente contra el buen uso de esta reserva, de acuerdo con lo establecido en el artículo 2 del mismo acuerdo.

Además, el cerro Ancón fue declarado Patrimonio Histórico Nacional mediante el Decreto Ejecutivo N.° 104 del 22 de octubre de 2003, con motivo de la celebración del Centenario de la República de Panamá. Desde antes, la Ley N.° 21 del 2 de julio de 1997 ya le había otorgado la categoría de área verde urbana.

Para quienes deseen subir caminando, se puede acceder desde el centro turístico Mi Pueblito, donde se debe preguntar por la escalera roja que conduce al cerro. El ascenso toma entre 30 a 40 minutos y es una experiencia interactiva y muy enriquecedora.

También es posible llegar en carro tomando la carretera que se encuentra detrás del edificio de la Administración del Canal; desde allí, las señalizaciones lo guían hasta la cima.

Motivos sobran para visitar el cerro Ancón: está cerca de la ciudad, es de fácil acceso y representa un símbolo natural, histórico y cultural invaluable. No dejemos que este patrimonio se pierda. Aunque no lo sea para todos ante la ley, lo es ante nuestros ojos. Debemos valorarlo, cuidarlo y recordarlo siempre: por mucho tiempo no fue nuestro, aún estando en nuestro propio territorio, y hace ya años que regresó a nuestras manos para conservarlo y disfrutarlo.