Tengo una tÃÂa que es maestra y hace mucho tiempo le tocó trabajar en áreas de difÃÂcil acceso, Cacao era uno de los poblados más cercanos a la civilización pues se encontraba cercano a Capira, a unas 3 horas y media en caballo para salir a la carretera Interamericana. Ella trabajaba en Bajo Bonito, mucho más lejos que Cacao, en donde aún hoy es difÃÂcil llegar.
Ahora ir a Cacao toma un tiempo de aproximadamente una hora y quince minutos desde el distrito de Chorrera, da lo mismo en auto o en bus de ruta.
En Cacao, el rÃÂo del mismo nombre ondea las veredas del lugar, en donde te metas lo verás, cada casa tiene de patio el rÃÂo.
En este caso fui con mi prima Deylis, hija de mi tÃÂa que trabajó por estos lugares hace más de 24 años y nunca dejó de visitarlos por sus encantos.
En Cacao podemos encontrar una escuela, kioscos, un centro de salud, un terreno para las ferias que se hacen en enero, algunos toldos tÃÂpicos o “jardines”, iglesias, etc.
Cabe destacar que este corregimiento fue regido por Victoriano Lorenzo en 1889, quien fuera lÃÂder indigenista, prócer y mártir de nuestra patria, ya que fue en Cacao donde residió por mucho tiempo con su familia.
Pasamos sobre el rÃÂo muchas veces pues asàel camino lo exigÃÂa, estábamos justo debajo de un cerro sin nombre, preguntamos a la gente que pasaba y nos decÃÂan que allá no habÃÂa nada, ÿNADA? Si esto es preciosoââ¬Â¦
El clima en el lugar es cálido con mucha brisa en el verano y fuertes corrientes de agua en los rÃÂos sobre el invierno. A pesar de que es un poblado que se encuentra luego de pasar algunas pendientes, no tiene una altura elevada.
Cada pueblo tiene su encanto y en el distrito de Capira aún podemos encontrar muchos lugares inexplorados y encantadores para pasarla bien en familia a la orilla de un refrescante rÃÂo en donde la brisa siempre acaricia nuestras almas.
Realmente no sé por dónde iniciar. Para poder ir a Coiba tuve suficientes inconvenientes, tantos que a última hora no sabía a quién llevar de acompañante a la isla, debía elegir, y entre tantas personas deseosas de conocer este paraíso, definitivamente elegí al adecuado: mi compañero de curso Samuelito, quien festivamente me acompañó sin saber lo que nos deparaba este viaje.
Al salir de la ciudad de Panamá, ese jueves, a las 11:30 p.m., tomamos rumbo por el Puente de las Américas, en donde nos encontramos con un tráfico sin justificación. De la ciudad de Panamá a Arraiján nos demoramos más de una hora, que nos sirvió para empezar a interactuar con compañeros de la excursión. Al llegar al Súper Extra de Arraiján tuvimos otro inconveniente: el bus en el que viajábamos tuvo un fallo mecánico, y finalmente nos encaminamos hacia el interior a eso de las 3:30 de la madrugada.
Nos abastecimos de lo posible en el Súper 99 de Santiago, ya que sabíamos que en Coiba no existen tiendas ni mucho menos supermercados. A eso de las 7:30 a.m. tomamos calle hacia Soná, de ahí hacia Santa Catalina, y nos desviamos en dirección a Playa Banco, que forma parte de la franja de amortiguamiento del Parque Nacional Coiba.
La isla de Coiba se encuentra en las coordenadas 07°25′58.8″N, 81°45′57.6″O, situada en los distritos de Montijo y Soná, en la provincia de Veraguas, Océano Pacífico. Es un Parque Nacional que fue declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1980. Su superficie es de 270,125 hectáreas, de las que 216,543 son marinas.
Creado por Decreto Ejecutivo en el año 1991, el Parque Nacional Coiba está constituido por varias islas, de las cuales la más grande es Coiba, que con 50,314 hectáreas es la isla más grande del Pacífico centroamericano. También están Jicarón (2,002 ha), Jicarita (125 ha), Canal de Afuera (240 ha), Afuerita (27 ha), Pájaros (45 ha), Uva (257 ha), Brincanco (330 ha), Coibita (242 ha), y muchas otras que forman las 53,582 hectáreas de territorios insulares.
Salimos de Playa Banco a eso de las 10:15 a.m., y luego de dos horas en lancha, viendo la isla a lo lejos, de pronto se acercaron cuatro delfines a saludar y se metieron al agua para no dejarse ver más. Luego de esa emocionante escena, llegamos a la estación de ANAM llamada “La 12”, al mediodía.
Desde que tengo conocimiento de Coiba, siempre supe que era sublime, pero nunca imaginé que me podía quedar con la bocota abierta. Mi primera impresión fue: salvaje, demasiado salvaje, y eso que apenas estábamos conociendo el área menos verde del parque. Es un parque físicamente virgen, pues paradójicamente la conservación de este archipiélago se debe, básicamente, a que desde el año 1919 hasta 2004 la isla Coiba fue utilizada como una colonia penal por el gobierno panameño.
Después de un movimiento ambientalista que envolvió a muchas personas y distintos gremios, se logra el estatus legal para esta área mediante la Ley No. 44 del 26 de julio de 2004, que “Crea el Parque Nacional Coiba”, la cual regula el funcionamiento de esta área protegida, donde se establece, entre otras cosas, a esta zona como Patrimonio Nacional.
El agua en la playa de la estación era turquesa, con tonalidades azules y amarillas. El fondo, de arena blanca, sin corales ni algas, era una delicia, que de no haber sido porque tenía que bajar maletas, me hubiera zambullido antes de desembarcar.
Al llegar a la isla fuimos directo a apuntarnos en la lista de visitas de la ANAM. Ellos procedieron a ubicarnos en nuestras habitaciones, muy cómodas, con aire acondicionado, agua limpia para bañarse, sábanas limpias y almohadas. En la estación también hay un campo llano para quienes desean acampar y, de igual forma, es muy cómodo. Incluso hay regaderas para quienes deseen.
Recorrimos los alrededores, fuimos al área de “Tito”, el cocodrilo, pero no se encontraba ya que la marea estaba baja. Entramos al centro de exhibición de MarViva, observamos restos de una ballena, y al tomarme fotos con ella, a insistencia de mi compañero, casi me cae uno encima, lo que me costó el primer recordatorio de la isla: una raspada en la rodilla.
Comimos algo y fuimos a dar el primer tour, que sería hacia la Isla Granito de Oro. No conté exactamente el tiempo para llegar desde “La 12” hasta allá, pero calculo que fue menos de media hora en lancha. Esto sí que fue impresionante. Pasamos al lado de muchos islotes, algunos repletos de árboles gigantes, otros con un solo árbol. El mar azul oscuro y profundo… tratamos de ver algún delfín, pero no tuvimos suerte. Logramos ver muchos peces voladores que, increíblemente, parecían colibríes volando sobre el mar.
Ya había visto muchas veces en fotos la isla Granito de Oro y la reconocí al instante. Es realmente impresionante: el agua en ella era celeste tornasol, destellaban colores inimaginables, la arena blanca y tan menuda. Tiramos todo y fuimos corriendo a tomarnos fotos donde pudiéramos, y acelerados también nos quitamos la ropa y nos metimos al mar. Dejamos las cosas lejos del agua, pero en la arena.
Luego de media hora de snorkel, en donde pude ver peces loro, peces globo que me perseguían como perros, y algunos otros peces casi transparentes, decidí salir para tomar fotos desde afuera a la gente que se encontraba en la playa. ¡Vaya sorpresa me llevé al darme por enterado de que la marea, en esa media hora, había subido tan rápido que logró mojarme la cámara y otros implementos! Por suerte, había llevado otra de repuesto.
Pero ni eso pudo con la alegría de estar en este paraíso. Juan Pablo, nuestro guía, nos había advertido de no hacer snorkel en cierta parte ya que era posible encontrarnos con tiburones, y en ese lado la corriente de agua es muy fuerte.
Los mares de Coiba son conocidos tradicionalmente por su abundante pesca, ya que albergan especies como el tiburón ballena (Rhincodon typus), el tiburón tigre (Galeocerdo cuvier), la manta raya (Manta birostris), el dorado (Coryphaena hippurus) y el atún de aleta amarilla (Thunnus albacares). También es el hábitat de cuatro especies de cetáceos: la enorme ballena jorobada o yubarta (Megaptera novaeangliae), la orca (Orcinus orca), el delfín moteado tropical (Stenella attenuata) y el delfín mular (Tursiops truncatus). En las aguas del parque y zonas contiguas se ha observado la presencia ocasional de 19 especies adicionales de cetáceos que se encuentran en el Pacífico panameño. Algunos cetáceos son posibles de ver, sobre todo en los meses de agosto a noviembre.
Nos atrevimos a llegar hasta una roca y logramos ver peces hermosos de diversos colores y formas. Salimos del agua un rato a bañarnos de sol. Me dormí un rato, pues estaba cansada del ajetreo del viaje, y al despertar, el agua nuevamente llegaba a mis pies. Los cangrejos me rodeaban por doquier, y mi compañero no estaba por ningún lado. Alarmada, me fui a meter al agua a buscarlo y no lo veía. Por un momento me asusté; pensé, graciosamente, que se lo había comido un tiburón o que simplemente había ido a caminar. Por suerte, lo encontré tirado sobre la arena, roncando, del otro lado de la playa.
Nos fuimos de Isla Granito de Oro , pero rumbo a Isla Coibita o Ranchería. Esta isla era mucho más grande que Granito de Oro, con palmeras inmensas en sus bordes, mar invitante de una manera increíble, pero no pudimos bajar del bote. Juan Pablo logró leer un cartel que decía: “Propiedad de Fundación Pacific Wild Life Refuge. Se prohíbe el ingreso a esta propiedad a los directivos, trabajadores o empleados del Smithsonian Tropical Research Institute. Se prohíbe la remoción de este letrero.” Al parecer, estaba prohibida la entrada no solo para el Smithsonian, así que se prefirió no bajar.
Llegamos nuevamente a las cabañas de ANAM. Me fui a dar un baño y comer algo leve mientras esperaba la cena. Salía de la ducha cuando me empezaron a llamar: era que Tito, el famoso cocodrilo, acababa de llegar.
Fui corriendo con la cámara a apreciar a tan hermoso bicho. Tito ya estaba casi en la orilla; la gente de ANAM lo llamaba y él, un poco sumiso, lo pensaba. Algunas personas tenían miedo, y era obvio, pues Tito mide más de dos metros de longitud y tiene tremendas fauces. Un joven de ANAM lo llamó y Tito se acercó. Luego buscaron un pescado y Tito salió a la orilla; se lo tiraron y el lagarto, orondo, lo tragó de un solo tajo, como solo él sabe hacer. Me quedé buen rato admirándolo de cerca. Luego llegó mucha gente y me fui a recostar un rato. Después de una hora en mi habitación salí de nuevo, y aún Tito estaba inmóvil en el mismo sitio.
Al día siguiente nos levantamos muy temprano, tomamos nuestro desayuno y nos subimos al bote. Ya sabíamos que el día iba a ser exhaustivo, pues le daríamos la vuelta completa a la isla sin saber cuánto tiempo nos tomaría, ya que esto dependía del mar y las peripecias del botero, quien demostró ser un experto.
Pasamos bordeando la isla, que demostró lo salvaje, bárbara y perfecta que es. Todo es verde en Coiba. Eran las siete de la mañana y los cerros se veían a lo lejos, repletos de neblina pesada. El mar retumbaba contra la costa a lo lejos, estaba un poco bravo, y en el bote todos en silencio, observando tanta belleza. Se dice que más del 80 % de la isla está cubierta por vegetación original; posee manglares y cativales de significativa magnitud.
En la isla de Coiba, las colinas costeras con elevaciones inferiores a los cien metros predominan en el norte y sudeste, mientras que en el resto, las colinas de poca elevación, que apenas superan los 200 metros sobre el nivel del mar, constituyen el paisaje dominante. Únicamente en el sector central hay una cadena de colinas donde se encuentran los puntos más altos: el cerro de La Torre, con 416 msnm, y el cerro de San Juan, con 406 msnm.
Pasamos al lado de algunos islotes. Yo estaba sentada en la proa del bote junto con otra pasajera. Empezamos a asustarnos cuando el bote comenzó a saltar de manera brusca. El botero nos mandó a bajar y obedecimos. Me senté encima de un cooler en medio del bote, pues ya no quedaban puestos. Me puse los audífonos, escuchando Explosions in the Sky, extasiada de tanta belleza. Pero de pronto el bote empezó a saltar más fuerte. Ya ni la cámara podía estabilizar. Me reía al principio, pero luego de diez minutos en lo mismo, mi rostro y el de los demás empezaron a cambiar: ya no era normal.
El botero estaba muy serio, así como nuestro guía. Había señoras en el bote que estaban muy asustadas. Yo no sabía de dónde agarrarme. Me halaban por el salvavidas. El bote seguía saltando y nosotros pensando que saldríamos volando de él. Nuestros cuerpos estaban más en el aire que en el asiento. Fue una experiencia demasiado extrema. Las costas que rodean Coiba tienen fama de estar llenas de tiburones y animales marinos salvajes. Luego de esto supimos que esa área de la isla es muy peligrosa, pues allí el mar es muy fuerte.
Mientras estábamos en esto, se veían unas formaciones rocosas sacadas del mundo de las hadas. Vi un puente natural que era interceptado por el mar. Era un paisaje inimaginable, algo fuera de este mundo.
Pasada la tormenta vino la calma. El mar se aquietó y fue entonces cuando fuimos nuevamente visitados por delfines. Eran muchos. Salían de todas partes. El señor del bote apagó el motor y cada vez los delfines se acercaban más. Pasaron justo al lado haciendo gracias y seguidos desde el cielo por muchas aves. Se alejaron hacia un cardumen de peces.
Ciertamente no recuerdo cuánto tiempo llevábamos en el mar. Vimos a lo lejos la isla Jicarón, que se encuentra al sur de Coiba, y mucho más adelante divisamos el hermoso islote Barco Quebrado, que me engañó buen rato, pues al verlo de lejos supuse que era algún crucero. Tiene el nombre bien puesto. Dicen que en esta área se pueden ver bandadas de guacamayas rojas (Ara macao).
Islote Barco Quebrado
Luego de algún tiempo más en bote, llegamos hasta una playa de la Bahía Damas, cercana a manglares. Los primeros en bajar del bote quedaron con los pies llenos de lama y golpeados por las piedras. En la Bahía Damas se localiza un arrecife de coral con más de 135 hectáreas de extensión, el segundo más grande del Pacífico tropical americano.
Salimos de la playa caminando hacia los manglares. Vimos algunos riachuelos que caían desde el follaje en lo alto y llegamos a la entrada del sendero Los Pozos.
En Coiba se han censado 1,450 especies de plantas vasculares, con la presencia de abundantes ejemplares de ceiba (Ceiba pentandra), panamá (Sterculia apetala), espavé (Anacardium excelsum), tangará (Carapa guianensis) y cedro espino (Bombacopsis quinatum).
A los Pozos Termales llegamos caminando media hora desde la entrada. En el sendero pudimos ver muchas huellas de ñeque y venado corzo. Más adelante, uno de los compañeros del viaje, Abel, agarró una serpiente como si fuera de su familia. Luego de acariciarla, me la pasó; era una bejuquilla gris. La dejé ir y seguimos caminando hasta llegar a los pozos. Vimos también un gavilán caminero en un árbol.
Juan Pablo, nuestro guía, nos contó que estos tres pozos fueron, en el tiempo de la dictadura, utilizados exclusivamente por Manuel Antonio Noriega. Nos llevamos una sorpresa al darnos cuenta de que el pozo que normalmente es usado por los visitantes estaba vacío; es el que tiene el agua a menor temperatura en comparación con los otros pozos, así que no quedó más remedio que probar los otros. El segundo pozo tiene el agua caliente, pero perfecta para relajarse. El tercer y último pozo es realmente caliente; puedo decir que parece agua acabada de hervir.
El primero en meterse al segundo pozo fue mi compañero, seguido por Glenda y luego yo. El agua estaba deliciosa, y aunque el fondo estaba lleno de limo, fue espléndido bañarse allí. Al salir me sentí mucho más fresca, eso sí, con mucha sed, y no quería gastar toda el agua que había llevado, ya que aún nos faltaba mucho por recorrer.
De pronto escuchamos un cantar de aves en el cielo y, al subir la vista, pudimos ver unas guacamayas rojas que pasaban. Lastimosamente estaban lejos de mi cámara. Coiba es el único sitio de Panamá en el que hoy se pueden observar bandadas en libertad de los amenazados guacamayos rojos, casi extintos en el territorio continental.
Conseguimos una navaja y mi compañero procedió a montarse a una palma, de la que bajó todas las pipas que había. Todos quedamos hidratados, ya que las pipas estaban cargadas de agua. Es muy bueno tener un amigo que sepa subir palmas…
Caminando de regreso por el sendero vimos algunos colibríes y muchos semilleros cejiamarillos, que fueron identificados de inmediato por Juan Pablo y Abel. La cantidad de cangrejos en la playa era inmensa. Ya el botero nos esperaba para ir hacia el antiguo penal de Coiba.
Supe que desde el año 1993, y con la colaboración de la Agencia Española de Cooperación (AECI), se halla una estación biológica en el parque, que hasta la fecha ha censado 36 especies de mamíferos, 147 de aves y 39 especies de anfibios y reptiles, con un alto grado de endemismo. Entre los mamíferos destacan el ñeque de Coiba (Dasyprocta coibae) y el mono aullador de Coiba (Alouatta palliata coibensis), y entre las aves, el colaespina de Coiba (Cranioleuca dissita).
Luego de media hora en el mar, estábamos allí, en el lado de la antigua Penitenciaría de Coiba, cerca de Punta Damas, que cumplió con ese propósito desde el año 1919 hasta el 2004, y que fue bautizada como “Colonia Penal de Coiba” por el Dr. Belisario Porras.
Cuesta mucho escribir esta parte. Al llegar tenía los pelos de punta; hacía muchísimo tiempo que quería conocer este lugar. Bajamos en lo que era un antiguo muelle, del que solo quedan las añejas pilastras, y caminamos hacia unos ranchos para digerir algo antes de empezar el recorrido.
De pronto sentí a alguien detrás de mí y, al mirar, eran tres perros que me velaban la comida. Les di algo y lancé la frase al aire, preguntándoles a los perros a quién pertenecían. Me contestó una voz humana: un cabo de la Policía Nacional que, muy amable, respondió que esos eran algunos de los perros que utilizaban los reos cuando aún estaban en Coiba para ir de cacería. Son perros muy cariñosos y se nota que han tenido una vida agotadora.
El cabo dijo que empezaríamos el recorrido cuando quisiéramos. Fue él mismo quien nos explicó cada esquina del penal y respondió una a una mis preguntas curiosas.
Luego de pasar por un puente de tablas de madera, entramos a una celda espeluznante: era la celda de castigo, utilizada cuando los reos intentaban escaparse, mataban o violaban a otro. Había muchas frases escritas en las paredes, vestigios del tiempo que tuvieron los presos para distraerse. Le decían “la Jaula”, y ciertamente lo era, pues desde afuera de los barrotes se sentía un ambiente de encierro hostil. Cada celda estaba construida para seis reos, pero en ella convivían más de una veintena. El cabo dijo que en esta celda se encerraba a cualquier preso, sin importar el delito, edad, o lo que hubiera hecho dentro del penal. La cantidad de barrotes oxidados destilaba un círculo terrorífico, en donde quién sabe cuántas personas se doblegaron a su suerte rodeadas de perversión.
Los únicos que eran separados eran los que pertenecían a alguna banda. Y en efecto, luego de salir de estas celdas, entramos a una que perteneció a la famosa banda “Los Perros de San Joaquín”, una banda que aún hoy día atemoriza en la capital y que guarda muchas leyendas e historias aterradoras. En esta edificación, por cada una de las celdas había espacio para nueve reos y un retrete.
Entramos al edificio central, “La Penitenciaría”, que fue uno de los primeros construidos en la isla. Las paredes allí fueron erigidas con simetría total, cemento puro, sólido y fuerte. Allí pagaron condena los primeros políticos republicanos, y fueron mezclados con homicidas.
En el penal también había una capilla, utilizada solo en el “día de los presos”, el único día en que se oficializaba una misa. Los homosexuales estaban en una celda aparte y ofrecían servicios como lavar y secar ropa. El área de comida estaba separada de todo lo demás, y los reos eran llamados con una campana. El que no llegaba cuando la campana sonaba, no comía. Es importante decir que la comida en el penal no era buena. A pesar de que a los reos se les cedieron muchas cabezas de ganado, estas no eran distribuidas adecuadamente. En el penal se comía muy poco, y tanto así fue que esta fue una de las causas del cierre de la cárcel, ya que muchos reos sufrían de desnutrición, sin contar con la gran cantidad de torturas que se dieron en ella, sobre todo en la época del militarismo.
Subiendo una larga escalera se llega al área donde vivían los policías, quienes tenían su cocina, dormitorio y teléfono. Allí arriba también había una cancha para juegos, utilizada para partidos entre reos y policías. Desde el único teléfono en la isla llamé a mi madre y le avisé que todo estaba bien.
Notamos un cementerio improvisado, donde las lápidas tenían escrito “En memoria de” pero sin terminación. El cabo nos contó que este cementerio era utilizado para los reos que morían y cuyos familiares no los reclamaban. Esto era simplemente porque sacar el cadáver de la isla costaba 100 dólares, más algunos gastos de envío, entonces muchas familias preferían mandar a hacerles una misa y dejarlo todo así. Hoy en día se sabe que en ese cementerio quizás puedan estar los restos de algunas personas que fueron asesinadas durante la dictadura. Como Coiba era un área inaccesible, se aprovechaba esa condición. Según el documental “La Isla del Diablo”, se vieron llegar a la isla muchos cadáveres con ropa militar, incluso una mujer que llamaron “la India Gringa”, que fue enterrada en el penal junto con un niño.
Se dice que luego de algunas excavaciones, de lo que al principio eran nueve lápidas, se sacaron 58 esqueletos, de los cuales fueron identificados: Floyd Britton (idealista revolucionario panameño, masacrado a palos, arrastrado por caballos y torturado por los esbirros del general Omar Torrijos), Cecilio Hazelwood (enemigo de los militares) y Gerardo Olivares. Aquello causó un alboroto a nivel nacional. Muchos culpables cayeron, otros ya habían muerto, pero gracias a la Comisión de Paz, las cruces de Britton y Hazelwood tienen hoy un nombre. Lástima que las 56 tumbas restantes aún vagan sin identidad en Coiba.
Fue “La Masacre de Coiba” lo que mayormente llamó la atención de los organismos de derechos humanos. Un día cualquiera del año 1998, en Playa Brava, cerca del penal de Playa Hermosa, se enfrentaron la banda “Los Perros de San Joaquín” contra “Los Chukis”. Varios de “los Perros de San Joaquín” intentaron escaparse. Se untaron diésel en el cuerpo supuestamente para espantar a los tiburones, y justo cuando iban a salir, llegaron “los Chukis” a arruinarles el plan. Agarraron a “los Perros de San Joaquín” y los amarraron de pies y manos. Solo uno pudo escapar nadando.
Los pusieron sobre un árbol caído y a uno de ellos le quitaron la cabeza con un hacha; a otro lo machetearon y tiraron su cabeza al mar. A los demás también los decapitaron, los hicieron pedacitos y lanzaron sus restos al océano. Se dice que el que huyó nunca fue capturado. El cabo nos dijo que esa no fue la primera decapitación en Coiba… fue simplemente la única de la que se enteró la prensa.
Algunos reos que eran de confianza, o a quienes se les había reducido la condena por buena conducta o labores dentro del penal, como agricultura o procesamiento de aceite de coco, eran distribuidos en otros campos construidos en la isla. Había más de 20 campamentos en todo Coiba, y los reos que vivían en ellos se encargaban de conseguir alimento por sus propios medios. Muchos de los que sabían labrar la tierra o manejar ganado fueron enviados a esos campamentos.
Hoy día se sabe que en la isla de Coiba hay más de 4,000 cabezas de ganado que ya están salvajes, pues fueron dejadas allí luego del cierre del penal. Hay vacas, búfalos, toros y otros rumiantes que han sido imposibles de sacar por su estado de salvajismo. Igualmente permanecen caballos, que en su momento eran utilizados para trabajos pesados.
El antiguo penal de Coiba ahora está siendo reconstruido para que nunca sea olvidado por las futuras generaciones. Lo que anteriormente funcionó como aeropuerto también está siendo restaurado y pasará a formar parte del Servicio Aeronaval de Panamá, para vigilancia de las costas.
Justo en el penal, mi cámara no dio más: su batería recargable murió, y ya no pude tomar más fotografías. Pero la aventura continuó.
Al llegar en la tarde a las cabañas de ANAM, lejos de querer descansar, nos metimos en la playa a darnos un delicioso baño mientras hacíamos snorkel. De este lado no vimos casi ningún pez, pero luego de una larga plática en la playa, un guardaparques de ANAM nos advirtió que, a menos de 80 metros de donde nos bañábamos, se encontraba Titín, el otro cocodrilo que suele rondar la isla. Conversamos un rato más en la orilla, pero con esa paranoia de que en cualquier momento Titín podría aparecer. Finalmente, nos enteramos de que se había desviado. Hubiera sido realmente extremo tener que huir de él.
Por la noche, el jefe encargado de ANAM en Coiba ofreció proyectar una película sobre la isla, producida por MarViva. Fue muy placentera y educativa.
Al día siguiente, luego del desayuno, recogimos nuestras cosas para salir de la isla. Pero antes, el botero se ofreció a llevarnos por uno de los senderos cercanos al campo base de ANAM. Caminamos aproximadamente entre 45 minutos y una hora hasta llegar a un precioso mirador desde el cual se podía ver parte de la isla, el muelle, y el mar infinito.
El señor botero nos instó a seguir caminando hasta llegar a otro mirador más improvisado, donde se observaba parte del oeste de la isla, así como a lo lejos las Islas Secas y una entrada de agua que habíamos visitado anteriormente para observar tortugas carey. En Coiba llegan a desovar al menos tres especies de tortugas marinas. Al bajar del sendero, nos llamó la atención ver, en un comején, el cráneo de algún animal.
Salimos de Coiba, pero aún no terminaba la experiencia. Juan Pablo tuvo la idea de llevarnos a una playa en la Isla Canal de Afuera, y valió la pena. Parte de la playa estaba llena de arrecifes de coral. Cabe destacar que hasta la fecha se han identificado en esta superficie protegida 69 especies de peces marinos, 12 de equinodermos, 45 de moluscos y 13 de crustáceos.
Fui la primera en entrar al agua y pude ver un gran pez loro y muchos otros peces grandes. Luego de un buen rato haciendo snorkel sentí que algo me picó y salí de inmediato. Aún no sé qué fue, pero me picó en varias partes del cuerpo.
Nos fuimos de Isla Canal de Afuera y desembarcamos en la isla de Bahía Onda. Allí nos refrescamos durante aproximadamente una hora, y luego partimos hacia Playa Banco para concluir el paseo. Antes de eso, bajamos en Playa Azul, una playa preciosa, de aguas turquesas tibias y arena blanca y suave.
Actualmente, el Parque Nacional Coiba cumple un papel vital dentro del Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este Tropical (CMAR), que enlaza cinco parques nacionales: la Isla del Coco en Costa Rica, Isla Coiba en Panamá, Malpelo y Gorgona en Colombia, y Galápagos en Ecuador. Este corredor abarca unas 211 millones de hectáreas, incluyendo zonas económicas exclusivas de cuatro países, formando una red esencial para la conservación de la biodiversidad marina del Pacífico.
Para llegar al Parque Nacional Coiba hay varias opciones: Puedes unirte a algún grupo turístico que ofrezca un paquete todo incluido, generalmente entre 250 y 300 dólares por persona. Todo depende de lo que se incluya, aunque la mayoría de estos tours no recorren toda la isla por razones de seguridad.
También es posible ir en auto por la carretera Interamericana hacia el interior del país, desviarse en Santiago hacia Soná y luego seguir hasta playa Santa Catalina. Desde allí, puedes preguntar cómo llegar a Playa Banco. En esta playa hay muchos boteros dispuestos a llevarte a Coiba, pero los precios varían entre 200 y 300 dólares. Es recomendable negociar.
Importante: antes de llegar a la isla debes comunicarte con ANAM y hacer la reservación de las cabañas o informar que acamparás un día específico. Las reglas en Coiba son muchas y las reservaciones deben hacerse con semanas de anticipación. Si tienes un yate o bote y deseas llegar por tus propios medios, se paga 50 dólares por embarcación; supongo que por yate el costo sería mayor.
En caso de viajar en bus: Debes tomar un bus Panamá – Santiago en la Terminal de Albrook, luego bajarte en la Terminal de Santiago de Veraguas, tomar un bus hacia Soná y, desde Soná, otro hacia Playa Banco o alguna comunidad cercana. Recuerda que preguntando se llega a Roma. También es posible tomar un bus en Santiago hacia Puerto Mutis y desde allí negociar con un botero por un buen precio.
Nuestro viaje desde Playa Banco hasta Coiba duró dos horas, pero eso depende del estado del mar. En ANAM se cobra una entrada de 3 dólares por persona nacional y 10 dólares por extranjero. Si vas con un tour operador, es probable que esos pagos ya estén incluidos. El precio por cabaña es de 10 dólares por noche.
Recomendación esencial: En Coiba no encontrarás establecimientos comerciales de ningún tipo, así que debes llevar contigo toda la comida y provisiones necesarias para la duración de tu estadía.
La isla Coiba ha permanecido lejos de los ojos y manos codiciosas del hombre, como si ella misma fuera uno más de esos tesoros míticos que bucaneros de todas las pelambres fueron a enterrar en sus playas de arenas coralinas.
Visitar el Parque Nacional Coiba es una experiencia jurásica que transforma tus sentidos, te hace sentir como en el Edén. Coiba es prácticamente un paraíso virgen. Pocas personas conocen un lugar con tanta belleza natural e inexplorada… y es muy posible que así permanezca.
El que viva en la ciudad de Panamá y no haya ido al Parque Municipal Summit, no es panameño. Summit es un clásico dentro de la familia panameña, un orgullo y una joya que mostrar para los extranjeros.
Recuerdo claramente todas las veces que en excursiones escolares me llevaban a Summit y siempre era emocionante el solo pensar en que verÃÂa a el lagarto Juancho, al águila arpÃÂa y que inventarÃÂa muchÃÂsimos juegos con mis amigas en el parque del centro y que luego de eso comerÃÂamos nuestro almuerzo acompañado de abejas por todas partes que ya nos parecÃÂan cariñosas.
Claramente el parque evolucionó, ahora se puede disfruta de mucho más, hay una buena cantidad de animales de la selva panameña y plantas de exhibición, muchÃÂsimos árboles que refrescan la vista y el espÃÂritu en un ambiente distinto fuera de la ciudad y sobre todo cada año se lucha y se invierte más en que estos animales tengan un refugio en buenas condiciones.
Este jardÃÂn botánico y zoológico, con más de 250 hectáreas de extensión total, de las cuales 55 corresponden al jardÃÂn botánico, se encuentra en las afueras de la ciudad de Panamá, en el corregimiento de Ancón, en el km. 18 de la carretera Gaillard que conduce a la población de Gamboa.
Hoy en dÃÂa el Parque Municipal Summit es administrado por la AlcaldÃÂa de Panamá que desde 1985 cumple con la función principal de conservar y dar a conocer la biodiversidad de las plantas y animales de nuestro paÃÂs.
Cuenta con alrededor de 45 especies de animales propios de la fauna panameña. De ese total, 17 son aves, seis reptiles y 22 son mamÃÂferos. Uno de los principales atractivos del lugar es el ÃÂguila ArpÃÂa, que siendo el ave nacional del paÃÂs, cuenta con un refugio hermoso y a su lado un centro de exhibición en donde se proyectan pelÃÂculas e información a niños y adultos acerca de esta ave.
Para innovar el Parque Municipal Summit, le ha creado un refugio a Jaguar, que es otro de los principales atractivos. Para llegar al refugio es necesario caminar por un sendero interactivo en donde se logra ir leyendo información del mismo. Es realmente emocionante ver el Jaguar desde un vidrio transparente.
Queda de más invitarte a visitar el parque Summit, en vez de ir a caminar al Mall, ve a caminar a Summit, en vez de ver ropa, ve a ver los animales que viven en tu paÃÂs. Y recuerda, cuida lo que la naturaleza te dio.
Dato curioso: muy cerca del Summit, a pie o en auto, es posible llegar a un mirador donde se ven dos pequeñas lagunas que son perfectas para hacer avistamiento de aves. Luego de cruzar la lÃÂnea del ferrocarril, se debe caminar al fondo y al terminarse la carretera, hay que ir hacia la izquierda y de inmediato verá las lagunas 🙂
Hace algún tiempo estuvimos en el área de Santa Fe de Veraguas y pudimos conocer uno de los lugares de mayor impacto ecológico cercano al Parque Nacional Santa Fe: Alto de Piedra, ubicado en la vía que conduce a Guabal y atraviesa el parque.
Para llegar a Alto de Piedra, es necesario partir desde Santa Fe de Veraguas y seguir las señalizaciones, muy bien marcadas a lo largo del pueblo, que conducen sin pérdida hasta la parte alta del lugar. Desde allí es muy fácil observar y disfrutar de una vista espectacular del parque nacional y sus alrededores, además de una buena panorámica del pueblo.
A lo largo de la carretera también se pueden observar quebradas y ríos; allí se encuentra además la torre de comunicación del área.
La carretera ha sido asfaltada hasta Guabal y se encuentra en condiciones óptimas para un buen viaje. De igual forma, se pueden tomar “chivas” (autos 4×4 que simulan autobuses) desde Alto de Piedra, Calobévora o Guabal, o taxis que cobran $5 desde el centro de Santa Fe hasta el Alto.
Es ahí donde se encuentra el colegio de Alto de Piedra y, un poco más allá de la carretera, se ve un letrero que anuncia la llegada a Alto de Piedra y a algunas cabañas espectaculares y muy cómodas, las únicas del lugar. Estas cabañas cuentan con una vista impresionante del dosel del bosque y un frío lago lleno de carpas y patos que lo adornan, donde se puede disfrutar de un placentero paseo en botes de pedales.
Al lado de las cabañas hay un “jorón” o bar que durante el día funciona como cafetería exclusiva del espectacular Café Tute, ofrecen comidas criollas y, por la noche, se convierte en un espacio de diversión.
En una de nuestras tantas caminatas bajo la lluvia, nos metimos por un sendero desconocido y llegamos a una loma algo escarpada desde la cual pudimos ver gran parte del parque nacional. Allí nos encontramos con un hermoso gavilán blanco que descansaba al atardecer en la rama de un árbol grande; pudimos acercarnos lo suficiente para tomarle fotos hasta que finalmente el ave voló hacia la espesura del bosque. Fue un momento espectacular.
La cantidad de animales que es posible ver a simple vista, es infinita. Vimos desde bandadas de aves, águilas y tucanes, hasta ranas arborícolas cerca de nuestra cabaña y muchos insectos de colores espectaculares y formas increíbles a los cuales no pudimos evitar sacarles algunas fotos.
Corydalidae
Hace muy poco, la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP) y la Cámara de Turismo de Veraguas informaron que en la región veragüense ya existen dos rutas ecoturísticas: la primera, llamada Ruta de la Fe y Ecológica (Santiago – Atalaya – San Francisco – Santa Fe), y la segunda, la Ruta Fluvial y Verde (Santiago – Río de Jesús – Soná – Parque Coiba).
Este centro y sus cabañas formarán parte de esta ruta, por lo que decidimos conocer un poco de lo que ofrece o ofrecerá.
Una vez más, fuimos a Alto de Piedra y esta vez pudimos visitar varios de sus ríos y hermosas cascadas, una de ellas de casi 20 metros de altura; luego de atravesar un sendero enlodado y húmedo, con nubosidad y muchas aves revoloteando, al lado de árboles encantados, repletos de musgo.
Hay caminatas cortas de aproximadamente dos horas y media en las que se puede llegar a las tres cascadas de Alto de Piedra, conocidas como el primer brazo del río Bulabá, así como a una serranía con un corredor biológico destacado llamado “La Serranías del Tute”. En las cabañas antes mencionadas también se ofrecen tours guiados por Ariel Peña a precios módicos.
El clima en Alto de Piedra es espléndido y el paisaje completamente verde y diferente; es uno de los lugares del parque donde se practica más el avistamiento de aves. Las noches son bastante amenas: el Búho Blanquinegro y el Nictibio Común nos acompañan para entretenernos.
Alto de Piedra representa la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Santa Fe, y muchas personas desconocen el gran paraíso que esconde.
En el Cerro Mariposa, punto más alto de este sector, se puede observar la flora y fauna endémica del área, y cuando el día está despejado, incluso se pueden ver simultáneamente el Mar Caribe y el Océano Pacífico.
Este lugar recibió su nombre por su altura y ubicación geográfica. Su historia comienza en la década de los 70, cuando se creó un colegio agrícola destinado a la siembra de hortalizas y la cría de animales, que posteriormente se convirtió en un colegio de educación básica general.
Cabe destacar que la ANAM está promoviendo la docencia en conjunto con la Fundación Héctor Gallego, la Cooperativa de Turismo y el colegio de Alto de Piedra, para proteger este valioso patrimonio natural.
Recomiendo enormemente que, si te gusta la aventura, al llegar a Santa Fe de Veraguas recorras primero los alrededores del pueblo y luego te dirijas directamente a Alto de Piedra, donde podrás armar un itinerario lleno de innumerables aventuras en los paisajes generosos que rodean este lugar. ¡Ah! Y no olvides llevar mucho repelente para mosquitos.
CÃMO LLEGAR
He ido tantas veces al parque metropolitano que ya perdàla cuenta y es que se puede acceder muy fácilmente desde cualquier punto del centro de la ciudad, por ejemplo tomando la vÃa Ricardo J. Alfaro (Tumba Muerto) y desviándose a la Avenida Juan Pablo II o el Camino de la Amistad se llega fácilmente al Centro de Visitantes del Parque. (Usa waze o Maps si andas en auto)
Otra manera fácil de llegar es tomando un autobús hasta la Universidad de Panamá sede del “domo”, y caminar hasta el centro de visitantes del parque, esto le toma unos 10 minutos.
El parque fue creado mediante la ley 8 del 5 de julio de 1985, el “Pulmón de la Ciudad Capital” asà es llamado por su posición en la ribera occidental del rÃo Curundú, antiguo rÃo Hondo. Surgió como un sustrato de tierras que probablemente protegÃan junto a zonas deforestadas, islas o refugios de bosque tropical, usadas como haciendas ganaderas, cuyas raÃÂces se extraen de 1974; cuando se realizaban planes para el empleo del suelo del Canal antes que se firmaran los Tratados Torrijos-Carter.
El 5 de Junio de 1988, DÃa Mundial del Ambiente, se inauguró el Parque Natural Metropolitano. Un año más tarde, se crearon tres coordinaciones: la de Protección, la de Educación Ambiental y la de Mantenimiento.
En 1989, el área del Parque Natural Metropolitano se convirtió en centro de entrenamiento para las Fuerzas de Defensa de Panamá. Ãstas restringieron el acceso de los visitantes a fin de evitar conflictos, la Alcaldesa del distrito de Panamá y Presidenta del Patronato, de ese entonces, Lic. Jilma Noriega de Jurado, ordenó el cierre del Parque al público.
Actualmente el Parque Natural Metropolitano, cuenta con un Plan de Manejo y un Plan Operativo. El Parque es administrado por un Director General, figura que fue introducida en 1998.
Aunado con el Parque Camino de Cruces y el Parque Nacional SoberanÃÂa conforman un corredor biológico que se extiende a lo largo del margen occidental del Canal de Panamá, contribuyendo asàal amortiguamiento de la Cuenca canalera.
Aunque el Parque Nacional Metropolitano se encuentra en la ciudad es sorprendente que es hogar de 227 especies de aves, 45 especies de mamÃferos, 36 especies de reptiles y 14 especies de anfibios.
El parque cuenta con senderos mágicos en donde con solo caminar cinco minutos, se empieza a notar la diferencia, comienzas a ver aves increÃbles, como el Motmot.
Los Senderos:
Mirador los Caobos altura 72 m.s.n.m. en donde hemos podido avistar hermosos trogones
Mirador los Trinos altura 45 m.s.n.m desde el cual se pueden ver los tucanes sobrevolando y en el que podrás observar los diferentes estratos de este hermoso bosque, además de poder escuchar las diferentes melodÃas que interpretan las aves que habitan el parque;
Sendero Los Momótides distancia: 0.7 Km. y su nombre se debe al “Momoto Coroniazulado”, (Momotus momota) una hermosa y especial ave que frecuenta este sitio. Su recorrido dura 30 minutos aproximadamente y se puede observar gran variedad de aves y animales;
Sendero Los Caobos distancia: 1.1 Km. a 72 m.s.n.m el cual recibe su nombre por la existencia de algunos ejemplares de la muy escasa especie forestal caobo y constituye el sendero de mayor exigencia a nivel fÃsico, ya que tiene pendientes pronunciadas escalonadas, que bien vale la pena recorrer por su exuberante flora y por haber sido escogido como una de las áreas de mayor posibilidad de observación de aves del Parque;
Camino el Mono Titàdistancia: 1.1 Km. en donde hemos sido perseguidos por los monos tratando de arrojarnos alguna cosa o de orinarnos las cabezas y el cual está ubicada la primera grúa instalada a nivel mundial (1990), por el Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian (STRI), para estudiar el dosel del bosque y la biodiversidad de especies.
Uno de los principales objetivos del Parque ha sido el educar a los habitantes de la ciudad de Panamá sobre la conservación del medio ambiente desarrollando actividades que contribuyen a crear una conciencia conservacionista que invita a la recuperación y buen uso de los recursos naturales.
El monitoreo de especies de fauna silvestre es una herramienta de gestión ambiental utilizada en la actualidad, para determinar variaciones en el ecosistema, con la finalidad de conocer la distribución y el desplazamiento de la fauna silvestre dentro del área Protegida. El monitoreo de flora, brinda un panorama sobre la diversidad de animales que pueden será encontrados dentro del Parque y que dependen de estas especies vegetales.
Tarifas
Adultos nacionales: $1.00 / Niños y jubilados ¢0.50
Adultos extranjeros $4.00/ Niños 2.00
Niños menores de 3 años no pagan
A lo largo de tiempo, esta fuente de información constituye una herramienta para conocer el estado de conservación de las especies, la identificación de zonas de mayor presión y los posibles factores externos que afecten en algún grado a sus poblaciones.
La eliminación de áreas naturales para el desarrollo urbanÃstico, industrial, gubernamental y el desarrollo de actividades turÃsticas han obligado a la fauna silvestre a desplazarse hacia nuevos sitios en busca de un hábitat favorable. Desafortunadamente; para muchos animales, en su trayecto no encuentran espacios naturales seguros para ubicarse y terminan en áreas urbanas causando molestias e inconvenientes que les pueden causar hasta la muerte.
Este programa depende de donaciones en dinero o en especie, para poder ayudar en la alimentación o en cuidados especiales a los animales que llegan al PNM.
No me creerán si les digo que en una sola mañana he logrado ver más de 6 especies exóticas de aves, monos titÃÂ, gato solo en grandes cantidades, tortugas por doquier, árboles de tamaños increÃbles, insectos de diseños sorprendentes.
Inventa un dÃa irte al sendero de los Momótides y ¡prueba! Proponte ir en busca del momoto coroniazulado, date la vuelta varias veces por el sendero hasta encontrarlo y lograr fotografiarlo. Tenlo por seguro que te volverás un fanático del parque, más que del cine o de los centros comerciales.
Aprovechemos los recursos naturales que tenemos en Panamá¡, estas razones hacen del Parque Natural Metropolitano un sitio Ãnico en el mundo, constituye un tesoro natural inmerso en la cosmopolita ciudad de Panamá.
El Parque Natural Metropolitano recomienda ¡Silencio! y tener la vista y oÃÂdos bien abiertos, estar pendiente del mÃnimo movimiento en la copa de los árboles y del sotobosque para disfrutar la naturaleza que habita.
Estando en el centro de la ciudad de Panamá, se puede ver el cerro Ancón desde casi cualquier punto, y lo reconocemos al instante cuando vemos en la altura una bandera panameña inmensa y ondeante.
Antes de 1904, el cerro Ancón era un lugar de distracción. Pero además de recreativo, desde el traslado de la ciudad de Panamá la Vieja a lo que es hoy el Casco Antiguo, el cerro y sus manantiales proveÃÂan a los habitantes de agua.
Sin embargo, cuando los norteamericanos se ocuparon de la construcción del Canal, ya no se podÃÂa ni pasear ni sacar agua. Estuvo bajo la potestad de losàEstados Unidos como parte de laàZona del Canal de Panamá, durante gran parte del siglo XX.
Alrededor del cerro habÃÂan varios rÃÂos y quebradas; los más importantes: el rÃÂo Hondo (ahora rÃÂo Cáceres) que lo bordeaba, y donde la gente se bañaba, y el rÃÂo Grande que quedaba un poco más lejos, por el área de La Boca, y estaba lleno de sembradÃÂos y de ganado.
Con la nueva ciudad en el Casco Antiguo, uno o dos soldados fueron asignados a la cima para funcionar como vigÃÂas de la ciudad. Incluso se propuso construir fortificaciones en el cerro pero nunca se realizaron.
La tradición de pasear y sacar agua del cerro llegó a su fin cuando en 1903 los norteamericanos se ocuparon de los trabajos canaleros y para ello sanearon toda la ciudad. Todos los pozos, manantiales y lugares donde se podrÃÂa empozar agua fueron clausurados.
Para este tiempo se construyeron más edificaciones en los alrededores del cerro como el Hospital Gorgas, el edificio de la Administración del Canal, la residencia del administrador.
Desdeà1977, con losàTratados Torrijos ââ¬â Carter, Panamá retomó el control del cerro y de toda la zona del Canal y una de sus primeras acciones fue izar una granàbandera en la cima del cerro, como sÃÂmbolo de la reafirmación de la antigua Zona del Canal como territorio panameño.
Actualmente el cerro ocupa una extensión de terreno de 4,826 hectáreas, y en su punto más elevado ondea desde hace 33 años la bandera de Panamá, como uno de los primeros sÃÂmbolos del triunfo de la lucha por la plena soberanÃÂa.
En las zonas más altas se encuentra la antigua residencia del Gobernador de la Zona del Canal, y Quarry Heights, antigua locación del Comando Sur. El nombre de Quarry Heights proviene de la antiguaàcantera que es visible desde un lado del cerro. El cerro Ancón posee un búnkeràsubterráneo abandonado, que pertenecÃÂa al Comando Sur.
Cuando uno va hacia Arraiján por el lado de la Boca, se puede ver una parte del cerro que es de roca lisa, como si alguien hubiese cortado ese lado con un cuchillo y se la hubiese llevado. La masiva extracción de roca en el cerro modificó la configuración geológica del lugar donde operó la mencionada cantera, lo cual se puede apreciar a simple vista; aàlo largo de un perÃÂodo de 5 años, la Comisión del Canal Istmico, que en ese tiempo pertenecÃÂa a los Estados Unidos, extrajo 3.2 millones de yardas cúbicas de roca de la referida cantera en el Cerro Ancón. La extracción se llevó a cabo con dinamita y excavadoras, removiendo largos bloques de roca.
Actualmente, el cerro Ancón está bajo la administración de la Unidad Administrativa de Bienes Revertidos del Ministerio de EconomÃÂa y Finanzas (MEF), quien se encarga de su mantenimiento y vigilancia. Otros que participan de esta labor son la Asociación Panameña para la Conservación de la Naturaleza (ANCON) y los residentes del área.
El pasado 18 de mayo, el Consejo Municipal aprobó la creación de un patronato para el cerro Ancón, que se encargará de su conservación, el manejo del suelo, y de la creación de un marco legal que lo proteja, más allá del existente.
El patronato lo formarÃÂa un representante del Consejo Municipal, del grupo de residentes, organismos privados, el MEF, la AlcaldÃÂa y ANCON.
La bandera que ondea en la cima es del tamaño de una cancha de baloncesto y es la única bandera que no es bajada de su asta a las 6 de la tarde como lo indica la ley, por el contrario se le encienden unas luces rojas y azules que la iluminan y deslumbran. La iluminación de la bandera estuvo a cargo de expertos de la empresa Phillips con el patrocinio de la empresa Union Fenosa.
Es muy importante recalcar que el Cerro Ancón es un área protegida y reserva natural del Distrito de Panamá de conformidad con lo dispuesto en el Acuerdo Municipal Nð 157 de 31 de julio de 2001, adoptado por el Consejo Municipal de Panamá. En el artÃÂculo 3 de dicho Acuerdo se dispuso que quede prohibido cazar, talar, quemar, recolectar o destruir los recursos naturales, asàcomo cualquier otra actividad que atente contra el buen uso de la reserva natural, de acuerdo a lo establecido en el artÃÂculo 2 del presente Decreto Municipal.
El Cerro Ancón fue declarado Patrimonio Histórico Nacional, mediante Decreto Ejecutivo Nð 104 de 22 de octubre de 2003, con ocasión de la celebración del Centenario de la República de Panamá. La Ley Nð 21 de 2 de julio de 1997 asignó al Cerro Ancón la categorÃÂa de área verde urbana.
Para llegar caminando se debe ir hasta el centro Mi Pueblito y allÃÂ preguntar por la escalera roja que conduce hacia el cerro, en una interactiva caminata de aproximadamente 30 a 40 minutos.
Es suficiente para invitarlos a visitar el cerro Ancón, tan cerca de la ciudad y con toda la accesibilidad. No dejemos que se pierda este Patrimonio, que aunque no lo sea ante la ley, lo es ante nuestros ojos, debemos valorar que por mucho tiempo no fue nuestro, estando en nuestro propio territorio y hace mucho tiempo que regresó a nuestras manos para que lo conservemos y visitemos.
Andando por las laderas de las montañas de Veraguas, nos encontramos con el Salto de San Francisco, ubicado dentro de la encantadora comunidad de San Francisco de la Montaña, fundada en 1621, a 16 kilómetros de la ciudad de Santiago.
Se dice que los fundadores de este pueblo fueron Fray Pedro Gaspar Rodríguez y Valderas, miembro de la orden de Santo Domingo, conocido como el “Apóstol de los Guaimíes”. Él estableció el poblado con el objetivo de concentrar a los aborígenes de la región y convertirlos a la fe católica.
Luego de visitar la antigua iglesia de San Francisco, algunos moradores nos recomendaron conocer el Salto.
¿Dónde queda El Salto? La ubicación es sencilla: partiendo desde la iglesia de San Francisco, debes tomar el camino que pasa por detrás de ella, hacia la izquierda, hasta llegar al IDAAN. Luego, sigue hacia la derecha hasta encontrar una cancha improvisada de fútbol. Justo después hay un jorón, y frente a él se encuentra El Salto.
Es un paisaje que te deja sin palabras al instante: chorros de agua que caen en una olla natural de aguas mansas, las cuales continúan su curso hasta un río lleno de piedras. A su alrededor, se disfruta de abundante vegetación y árboles frutales que acompañan el trayecto del río.
El Salto forma parte de la quebrada Honda, y generalmente la gente disfruta de sus aguas refrescantes durante el verano, ya que en invierno el caudal es demasiado fuerte y pueden ocurrir accidentes.
En el balneario también hay bancas donde los visitantes pueden hacer picnic y pasar un buen rato disfrutando de una hermosa vista. Es importante llevar provisiones, ya que no hay establecimientos de comida cerca del área.
Aunque en verano los chorros del salto pueden estar casi secos, nada impide disfrutar de las aguas del balneario, incluso con mayor seguridad.
Cuando vayas a San Francisco de la Montaña es un deber pasar por el Salto. Recuerda siempre que lo que llevas de basura, te lo debes traes contigo y no dejar nada en el río.
Hace algunos dÃÂas, tuve la grandiosa oportunidad de conocer la Iglesia de San Francisco de la Montaña, ciertamente un valle entre las montañas veragüenses, a tan sólo 16 kilómetros de la ciudad de Santiago.
Realmente me dirigÃÂa hacia Santa Fe de Veraguas, pero como para llegar allá se pasa obligatoriamente por el poblado de San Francisco, decidàdedicarle unas horas de mi tiempo a conocer una reliquia más que centenaria.
Este monumento histórico fundado en 1621, fue declarado “Patrimonio Nacional” en 1937, mediante la Ley 29 de 28 de enero, y actualmente se encuentra bajo estudio para ser incluido como “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la UNESCO.
La otra opción es manejar hasta Santiago y luego tomar la Avenida Polidoro Pinzón que esta a la derecha antes del puente vehicular. De allàhasta San Francisco de la Montaña son aproximadamente 16 kilómetros de carretera.
Para el visitante casual, es un modesto poblado de gente dedicada a los trabajos del campo, con hermosos balnearios, una brisa deliciosa que baja de las montañas y una iglesia antigua en la que reposan más de cinco mil piezas talladas a mano en las maderas más preciosas de la región y alojadas en los altares barrocos más antiguos del continente, algunos pintados exquisitamente, otros forrados en láminas de oro.
La Parroquia mide apenas 26 metros de largo por 12 de ancho y atrae cada año a cientos de turistas y visitantes, deseosos de contemplar sus nueve espectaculares altares, su púlpito de madera tallada y conocer asÃÂ, un poco de nuestra historia e identidad.
Los documentos históricos nos permiten saber que la primera iglesia de San Francisco de la Montaña se empezó a construir en el año 1630 por Fray Adrián de Santo Tomás, cuando San Francisco era apenas un conjunto de chozas de paja que contaba con una población de 30 indÃÂgenas.
Pero el poblado fue creciendo. En 1691, ya tenÃÂa 50 habitantes. En 1736, era un pueblo grande de más de 100 casas y 800 habitantes. En el año 1756, tenÃÂa 2,277 habitantes, dos curas, un sacristán mayor, siete notables con sus familias, 33 esclavos, 28 pobladores españoles y mestizos, y 208 familias indÃÂgenas.
Se presume que fue en el año 1773 que se empezaron a construir los altares barrocos y que el periodo de esplendor de la iglesia llegarÃÂa probablemente entre 1864 y 1865, año en el que San Francisco de la Montaña llegó a convertirse en la capital de Veraguas, en virtud de una ley impuesta por el Coronel Vicente Olarte Galindo.
A pesar de su limitada población y lejanÃÂa de los principales centros urbanos, San Francisco de la Montaña destacaba por la fertilidad de sus tierras y por su cercanÃÂa a las ricas minas de oro veragüenses.
La iglesia católica mantenÃÂa enormes campos de cultivo en esta área, asàcomo varios cientos de cabezas de ganado. Los altares de la iglesia fueron ideados como un libro abierto con los que se trataba de impresionar a los nativos y adoctrinarlos en la fe.
Y es que San Francisco de la Montaña no es un sitio cualquiera. Lugar hermoso de noches perfectas, donde la sabana se besa con la cordillera, fue construido sobre una historia fascinante que no ha sido aún escrita.
El sitio donde se ubica la comunidad y su templo pertenece a una región húmeda y selvática, cuyos fenómenos pudieron influir en las lluvias y nacimiento de abundantes cursos de aguas que dan el nombre de Veraguas.
Durante el siglo XVIII, los franciscanos establecieron los servicios religiosos para la comunidad de los guaimÃÂes. Siempre con el objetivo de adoctrinarlos en la fe cristiana, organizaron un calendario de fiestas, tanto civiles como religiosas, en las cuales, hasta la fecha, están involucradas las tradiciones folklóricas aborÃÂgenes, incluyendo el vestido, las lenguas, la música con sus instrumentos autóctonos y teniendo como fondo, en algunas rancherÃÂas, su tÃÂpica vivienda vernácula.
Al entrar a las naves del templo descubrimos cómo el colorido de la forma de vida de este poblado indÃÂgena, asàcomo la exuberancia de la vegetación que los rodea se convierten en hábil talla de rico colorido con efectos de luz y sombra por la presencia del lujoso laminado de oro en esculturas envueltas en ramas y flores.
El púlpito es de madera de cedro y se localiza en la nave central entre los altares de Santa Bárbara y la Virgen del Rosario. Llama la atención la base o columna sobre la cual se sostiene la tribuna por ser una cariátide o indiátide, por sus facciones de chola, envuelta en hojas de acanto y flores.
La capilla Bautismal hace esquina entre la puerta central y la puerta este. Dentro de ella hay una espectacular pila bautismal tallada en piedra con la fecha esculpida de 1727. En un nicho, dentro de esta capilla, se encuentra una talla en madera de San Juan bautizando a Jesús con sus pies dentro de un rÃÂo.
Hace un par de siglos capital del Ducado de Veraguas, San Francisco de la Montaña fue fundado formalmente en 1621 por el sacerdote Gaspar RodrÃÂguez y Valderas, aunque la verdadera fecha de su origen se ha perdido para siempre. Región muy rica en el oro codiciado por los españoles que se acercaron al sitio en 1501 y que durante más de cien años fueron derrotados una y otra vez en batallas que jamás serán contadas y de las que sólo quedan los nombres legendarios que se han repetido por generaciones, como ese del jamás vencido cacique Urracá.
Durante muchos años se ha especulado sobre las razones que llevaron a los colonizadores españoles a construir un templo tan elaborado en un poblado tan remoto.
Hay quienes aseguran que en realidad no es una iglesia, sino una capilla privada construida en los terrenos de un rico hacendado. Pero la verdad es que hay numerosos testimonios escritos que explican perfectamente la razón de ser de esta iglesia.
Parte de esto nos contó amablemente una joven que sirve de guÃÂa y explica una a una las obras talladas y pintadas en la capilla. Cada imagen que llamaba nuestra atención era explicada pacientemente por la joven, quien nos contó que la iglesia aún sigue usándose para algunas misas, lo cual es peligroso e inaudito pues esto produce un desgaste del patrimonio.
Nos habló acerca de una pintura que fue robada hace más de 30 años y aún no ha sido recuperada, pero guardan el espacio intacto por si algún dÃÂa la recuperan.
De esta forma, el templo se convierte en un verdadero relicario por las joyas que guarda. Aquàla sensibilidad aborigen quedó marcada en hondos caracteres sobre los moldes del barroco español, como productos se un autentico mestizaje artÃÂstico.
No esperes más para conocer los patrimonios y monumentos de tu paÃÂs. Es injusto que al entrar a un lugar histórico, uno se tope más con extranjeros que con nativos.
Tomate tu tiempo, saca el momento para viajar un poquito más allá y dar fe de que todo esto existe, de que la historia está plegada aún en las paredes de un lugar tan mágico como la Iglesia de San Francisco de la Montaña.
Horarios para visitar este monumento: 10:00 A.m. a 6:00 P.m. Martes a Domingo
Casa Cural: Tel. 954.21.41
Si hay un lugar encantador, ese es Boquete. Con sus vistas montañosas y la diversidad de rostros que se mezclan en el ambiente, formando una auténtica mezcolanza de razas. El lugar es tan encantador que muchas personas sueñan con habitarlo, y muchas ya lo han hecho realidad.
Por sus veredas deambulan los indígenas Ngäbe, quienes dominan la zona, ya que son ellos los principales dedicados a la agricultura y a traer las deliciosas frutas, legumbres y, por supuesto, el café a este poblado.
Es increíble también que, en Boquete, muchas veces encontremos más extranjeros que panameños, ya que muchos han escogido este lugar como sitio de descanso o retiro.
Fundado el 11 de abril de 1911, Boquete fue inicialmente poblado por habitantes de distritos vecinos, a quienes se sumaron inmigrantes suizos, yugoslavos, suecos, alemanes y norteamericanos. Esto ha dado lugar a que la población de Boquete esté compuesta por tres grupos principales: los indígenas de las montañas, que trabajan principalmente en los cafetales; los pobladores panameños no indígenas; y, en tercer lugar, los inmigrantes extranjeros provenientes de Europa y Estados Unidos.
Sus fincas, granjas y casas reflejan la influencia de los estilos arquitectónicos de esas regiones de Europa Central. Desde hace años, estas tierras han atraído no solo a personas que buscan terreno para cultivar, sino que también han sido consideradas uno de los mejores lugares para una segunda vivienda o para disfrutar de la jubilación.
Para llegar a Boquete, es necesario manejar hasta David, Chiriquí, y luego conducir aproximadamente 46 km, lo que toma alrededor de 40 minutos. Desde la Carretera Interamericana, viniendo de Panamá, debe tomar hacia la derecha en el cruce donde se encuentra el centro comercial Terronal. Justo frente está el tradicional supermercado chiricano Súper Barú. En el camino hacia Boquete se pueden disfrutar bonitos parajes. Justo antes de llegar al pueblo, verá a la derecha un mirador desde el cual podrá contemplar un majestuoso valle atravesado por el río Caldera.
Boquete es un distrito con una superficie de 488.4 km² y una población de 18,555 habitantes. Este distrito es conocido por su clima templado, a diferencia de gran parte del país, debido a que se encuentra ubicado en lo alto de la Cordillera Central.
Es muy interesante que el nombre “Boquete” proviene de la topografía de la entrada a la capital del distrito, que consiste en una abertura o “boquete” que da paso a un valle rodeado por montañas.
Este lugar es uno de los destinos turísticos más nuevos y pujantes del país, con una enorme abundancia de recursos naturales, tales como montañas cubiertas de bosques primarios y secundarios, una fauna importante y muy diversa, arroyos y quebradas de aguas cristalinas, ríos impetuosos, un majestuoso volcán, parques nacionales y reservas forestales.
Entre las atracciones turísticas se encuentran majestuosos paisajes de montaña, rafting y kayak de clase mundial, golf, excursiones a fincas de café, observación de aves, senderismo, paseos a caballo, un tour de canopy sobre los árboles, comunidades residenciales, clima primaveral durante todo el año y una población muy amistosa.
El distrito de Boquete limita al norte con la provincia de Bocas del Toro; al oeste, con los distritos de Bugaba y Dolega; al sur, con los distritos de Dolega y David; y al este, con el distrito de Gualaca. Boquete está dividido en seis corregimientos: Bajo Boquete (cabecera del distrito), Alto Boquete, Jaramillo, Los Naranjos, Caldera y Palmira.
La temperatura promedio es de 20ºC durante todo el año, presentando dos tipos de clima: templado muy húmedo de altura, con lluvias copiosas superiores a los 60 mm anuales, y tropical húmedo.
Según estudios arqueológicos, el área cercana al Volcán Barú fue lugar de las primeras sociedades agrícolas y cacicazgos, fechados entre los años 300 a.C. y 600 d.C. En Caldera se encuentran diversos petroglifos que atestiguan la presencia de estas aldeas en la región. El señor Roberto Barú de Sairé, conocido como el primero en subir al Volcán Barú, es una figura importante en Panamá, por lo cual el volcán lleva su nombre en honor a él.
Durante la colonización española, el distrito de Boquete, junto con el resto de las Tierras Altas, quedó casi aislado debido a la topografía accidentada de la zona, lo que permitió que los indígenas Ngäbe del centro del país y los miskitos del Caribe centroamericano usaran el área como refugio.
En 1950 comenzó a celebrarse el Festival del Café, un evento realizado de manera intermitente por la comunidad para resaltar el principal producto agrícola del distrito. Entre los cafés más reconocidos del área están Café Ruiz y Kotowa Coffee.
El 9 de abril de 1970 ocurrió una grave inundación que causó daños materiales colosales, afectando a uno de cada tres habitantes del distrito y la muerte de ocho personas. Debido a este suceso, la feria fue suspendida hasta el año siguiente. La zona inició un rápido proceso de recuperación, y en 1973 el Festival del Café se transformó en la Feria de las Flores y del Café.
Entre los principales ríos del distrito se encuentran el río Caldera (que forma la frontera con el distrito de Gualaca) y el río Caldera (afluente del río Chiriquí) que atraviesa el distrito. Otros ríos importantes son el río Palo Alto, río Los Valles, río Cochea, río Colga, río Papayal y río Agua Blanca.
Definitivamente, visitar la provincia de Chiriquí y no recorrer un poco el distrito de Boquete deja un gran vacío en la experiencia de esta hermosa provincia.
¿Qué hacer en Boquete 2025?
Biblioteca de Boquete.
Finca Lérida Coffee Estate.
Centro de eventos y Teatro comunitario de Boquete.
La verdad es que en estas fiestas patrias buscaba tranquilidad, algún lugar de esos donde nadie te conoce, en donde solo la brisa te acompaña y el cantar de las aves te despierta: Santa Fe de Veraguas.
En caso de hacer el viaje en autobús la manera más fácil es tomar un Santiago- Panamá en la terminal de autobuses de Albrook y llegar hasta la terminal de buses de Santiago y allàtomar otro autobús o ââ¬Åchivaââ¬Â que te llevará hasta Santa Fe, en este caso las chivas son muy cómodas. El horario de autobuses en Santa Fe es de 5:00 AM a 7:00 PM.
Santa Fe fue uno de los primeros pueblos que se fundaron en el Istmo de Panamá. Su historia comienza cuando el CapitánàFrancisco Vázquez estableció varias ciudades de la provincia de Veraguas en 1558, incluyendo a Santa Fe.
La popularidad de Santa Fe, nacional e internacionalmente, se debe al trabajo organizativo de los campesinos por el SACERDOTE JESÃÅ¡S HÃâ°CTOR GALLEGO, quien desapareció en elàaño 1971, por el Organismo de Seguridad de Inteligencia Militar de los Estados Unidos, con la complicidad de Militares Panameños y lugareños de Santa Fe, por el solo hecho de organizar a los campesinos, para que fueran protagonistas de su propio desarrollo y lucharan contra las injusticias.
Los guÃÂas locales han establecido senderos que llevan al visitante por el Cerro Tute y se ha construÃÂdo una calle que llega casi a la cima. Fue instituido como Sitio Histórico TurÃÂstico, por el Consejo Municipal de Santa Fe, en 1993.
Subimos al transporte y nos agarramos fuerte para poder mantenernos en el mismo lugar donde nos habÃÂamos sentado; entre lomas, la misma sierra, verdes azulados, un cielo azul opaco, naranjas regadas por los suelos de las casas del camino y miradas sorprendidas dentro del volquete, llegamos a el Pantano en donde se bajaron la mayorÃÂa de las personas. Al ir saliendo nos quedamos sorprendidos al ver un rÃÂo de aguas verdes cristalinas que corrÃÂa debajo de un puente rural, un poco fuera de lugar pues con el invierno es muy raro ver los rÃÂos limpios.
El Salto el Bermejo en el rÃÂo Bermejo, de unos 10 kilómetros de longitud que nace sobre la Cordillera Central y termina en el RÃÂo Bulabá y su avance forma al pasar hermosas caÃÂdas de aguas, muchas sin nombre e inexploradas.
Los más osados pueden subir mil 375 metros hasta llegar al cerro Mariposa, en donde se pueden observar tucanes, pavas negras, entre otros animales del lugar.
Hay caminatas cortas de dos horas y media en las que se llega a las tres cascadas de Alto de Piedra. La antigua mina de oro de Cocuyo es otro punto propicio para visitar, aunque dicen que este recorrido podrÃÂa tomar hasta una semana.
No cabe duda de que Santa Fe es un lugar repleto de chorros, cascadas, saltos y balnearios donde el visitante puede divertirse y disfrutar plenamente de la naturaleza, cuidando sus beneficios y respetándola, más aún cuando es en este lugar en donde se tiene uno de los parque nacionales más importantes del paÃÂs.
Y es que el Parque Nacional Santa Fe fue establecido mediante el Decreto Ejecutivo Nú 147 de 11 de diciembre de 2001, publicado en Gaceta Oficial No. 24,460 de 28 de diciembre de 2001 y ocupa una superficie de 72,269.75 hectáreas. Aproximadamente un 28.48% de la superficie del parque pertenece a la vertiente PacÃÂfica y un 71.52% a la vertiente del Caribe. Esta área protegida se encuentra ubicada en las tierras altas de la cordillera central del paÃÂs, dentro de los distritos de Santa Fe y Calobre en la provincia de Veraguas.
Asàmismo se pueden apreciar el Trogón Colirrayado, el Carpintero Olividorado, el Picochato Gorgiblanco, otras aves posibles son: la Tangara de Monte Gorgiamarilla, el Mosquerito Cejirrufo, la Tangara de Monte Común, la Parula Tropical, el Gavilán Barreteado y los colibrÃÂes Colicerda Verde, Gorra Nivosa y Pico de Hoz Puntiblanco. Las noches en Alto de Piedra son bastante amenas: el Búho Blanquinegro y el Nictibio Común nos esperan.
Además de todo lo mencionado, en el pueblo de Santa Fe se respira un aire de mucha paz, fraternidad, y una creencia muy apegada al catolicismo que incluye una linda iglesia en todo el centro del pueblo y justo en frente una cancha en donde los jóvenes pasan las tardes haciendo deportes. Hay varios parques en donde las personas acostumbran conversar pacÃÂficamente y disfrutando del clima perfecto. Incluso pudimos notar un parquecito diminuto dedicado a la ââ¬Åheroica gesta del Cerro Tuteââ¬Â.
En el centro del pueblo admiramos la estatua del padre Gallegos que paso a ser un lÃÂder entre los campesinos de Santa Fe.
Hay varios lugares para hospedarse con precios por debajo de los 25 dólares por noche: Hotel el Sol de Santa Fe, Hostal la Quia, Hotel Tierra Libre, Cabañas Alto De Piedra (las cuales recomiendo por la belleza de sus alrededores, puede llamar al número 68731348 Sra. Alcida SolÃÂs).
Nos despedimos de este fantástico lugar con un poco de tristeza, pero siempre con la esperanza de que tendremos vida para poder regresar y poder visitar en el próximo viaje las fascinantes cascadas , chorros y cerros que guardan tantos secretos y leyendas, para poder publicarlas y que cada dÃÂa más gente se enamore de las montañas, del verde de Panamáââ¬Â¦ Y que se sientan inspirados a cuidar de ella.
Una guía de turismo ecológico en Panamá, dedicada a descubrir ríos, montañas, senderos y aventuras en la naturaleza. Ideal para los amantes del aire libre y la exploración rural.