Los Pozos Termales de Silla Pando.

A 12 km de Volcán se encuentra la entrada a los Pozos Termales de Silla Pando. Para llegar, es necesario ir en una camioneta 4×4, y aun así hay que maniobrar con cuidado.

Durante el trayecto se puede disfrutar de un cielo hermoso, un entorno montañoso, verdes pastizales y una gran cantidad de ganado de pura raza, tanto lechero como de carne de primera calidad.

Llevábamos 15 minutos de camino y aún no veíamos los pozos ni escuchábamos el río. “Qué raro”, pensamos. Pero más adelante nos encontramos con un grupo de trabajadores limpiando la hierba a machete, y les preguntamos si estábamos bien encaminados. Nos dijeron que aún faltaban unos 10 minutos más.

Nos dimos cuenta de que habíamos llegado al ver un pequeño letrero que indicaba: “Cuida los árboles”.

Divisamos de inmediato el primer pozo y nos dispusimos a encontrar los demás, ya que teníamos entendido que eran tres pozos. Sin embargo, caminamos bastante por las veredas del río y no encontramos nada más.

El río estaba devastado; se notaba que recientemente hubo una crecida de sus aguas. Había muchas ramas esparcidas por todas partes.

Decidimos probar la temperatura del río con los pies y ¡WOW! No lo soportamos. El agua estaba increíblemente fría.

Regresamos al pozo termal y decidimos tomar un baño en las aguas del río que pasan a un lado. Fue el agua más fría en la que me he bañado en toda mi vida. Temblábamos, y si nos movíamos dentro del agua, sentíamos cómo ésta penetraba en nuestra piel, como si tuviéramos calambres por todo el cuerpo. ¡Era algo increíble! Pero luego nos aclimatamos, y fue muy delicioso.

Nos metimos uno a uno al pozo termal. Estaba bastante caliente, tanto que yo no me atrevía a entrar. Evelin, Max y Alain se metieron primero y comenzaron a tratar de convencerme, pero para mí era demasiado caliente. Al final me convencieron y entré con cuidado. Al principio sentía que se me quemaba la piel, pero después de un minuto ya me había acostumbrado.

Ya en la tarde nos fuimos muy alegres y relajados. Tiempo después supe que los otros pozos están mucho más lejos, en un área indígena, y que están contaminados. Además, el área en general está bastante deforestada, sobre todo a causa de la ganadería. Cerca de ahí también había una hermosa cascada, que fue desviada para la construcción de una hidroeléctrica.

“El mundo no va a sobrevivir mucho más tiempo como cautivo de la humanidad.”
—Daniel Quinn

Rí­o Sereno, Chiriquí

Al atardecer de aquel día se nos ocurrió dar un paseo por la carretera que conduce hacia Río Sereno; yo no pensé que fuese a ser nada espectacular, pero a medida que avanzábamos se iban viendo espectaculares cerros, fincas, montañas, hermosa vegetación, clima templado y fresco, y partes cubiertas por neblina.

De repente, el cielo se tornó rosado, así que bajamos en la entrada de los pozos termales para disfrutar del paisaje, tomarnos fotos, y luego regresamos a Volcán esperando la mañana para completar el viaje a Río Sereno.

Río Sereno queda a 45 km de la comunidad de Volcán, dentro del distrito de Renacimiento. En el camino se disfrutan hermosas vistas: cerros repletos de vacas, la neblina increíble que cubre la calle y los alrededores. Alain tuvo que manejar con mucho cuidado, pues la carretera tiene muchas curvas. Todos en silencio disfrutamos de la belleza de este lugar.

En el trayecto vimos un pequeño chorro; bajamos un rato y luego seguimos, no sin antes tomar algunas fotos de unas vacas que parecían estar posando para nosotros.

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Más adelante vimos algunas fincas cafetaleras repletas de actividad y muchos Ngäbe-Buglé trabajando arduamente. Algunas de estas fincas son: Finca Hartmann, Finca Eleta y Café Durán.

Al llegar al pueblo de Río Sereno, fue bastante curioso sentir cómo el clima cambiaba radicalmente: de lo templado que habíamos sentido durante todo el camino, pasamos a un calor casi insoportable.

Lo primero que vimos al llegar fue un lago, una reserva de agua construida con fines agropecuarios que, según dicen, tiene una superficie de 70,000 m², y es un afluente del río Sereno.

Río Sereno es un pueblo tranquilo. Hay una pequeña calle de piedras sueltas por la que, caminando, puedes llegar a Costa Rica; de hecho, nosotros visitamos una cantina costarricense.

Allí los carros ya tienen placas de Costa Rica, e incluso pudimos percatarnos de que los lugareños utilizan más los comercios del lado costarricense que los de Panamá.

Ya de regreso, nos fuimos a los pozos termales de Silla Pando… pero eso ya es otro artículo.

Sitio Barriles, vestigios del pasado…

Después de un rico paseo por las tierras de Cerro Punta, nos dirigimos emocionados a la comunidad de Caizán, en Volcán, en busca del Sitio Arqueológico Barriles, donde durante los últimos 100 años se han descubierto piezas arqueológicas que intentan develar el misterio de las antiguas civilizaciones que poblaron las faldas del Volcán Barú.

Un lugar con una historia impresionante y muestras fehacientes de la existencia de una cultura ancestral que habitó la región entre los años 300 y 600 d.C.

Teníamos apenas una idea de lo que íbamos a encontrar. Barriles es un museo al aire libre, un jardín temático donde se pueden ver distintos petroglifos con numerosos dibujos inexplicables y misteriosos. Observamos una gran variedad de figuras esculpidas en piedra. El grabado en las rocas fue una de las primeras formas de comunicar: convertir ideas en símbolos, expresar palabras a través de dibujos.

Entre las piezas encontradas había metates, estatuas de caciques llevados en andas por sus súbditos, cerámicas de alto y bajo relieve, y petroglifos o grabados en piedra, entre los que destaca un mapa que representa el cráter del Volcán Barú y que se extiende hasta Punta Burica, así como líneas que identifican los antiguos asentamientos humanos en ambas vertientes de la cordillera.

Bajamos por una escalera en forma de caracol y, a medida que descendíamos, íbamos viendo cerámicas incrustadas en las paredes de tierra. Al pie de la escalera, estábamos rodeados por tres paredes de tierra en las que se asomaban piezas de cerámica: algunas rotas, otras enteras; algunas pintadas, otras sin pintar.

Nos contaron que, cuando estaban excavando en este lugar y comenzaron a aparecer muchas piezas, decidieron suspender los trabajos y mantener el sitio tal como está hoy, para proteger las vasijas y todos los artefactos de su posible destrucción por el contacto con el aire. Aún hay muchas piezas por descubrir.

Caminamos un poco por el lugar y encontramos algunas cosas curiosas: vimos guineos rojos, heliconias gigantes, bambúes que crecen hasta 3 pulgadas al día y la Palma del Viajero, cuyas falanges de inmensas hojas siempre crecen de norte a sur.

También vimos una roca magnética que hace que una brújula se vuelva loca, y otra que, al mojarse, revela todos sus diseños escondidos.

Visitamos un museo pequeño e interesante con artefactos que demuestran que el sitio estuvo habitado por diferentes culturas, incluyendo la maya, que llegó en plan de guerra, destruyendo todo lo que había antes. Este es el único lugar en Panamá donde existen vestigios y evidencia de la presencia de la cultura maya.

Se dice que los primeros hallazgos se dieron en 1947, cuando Pedro Corella, junto a su esposa Elisa Serracín de Corella, encontraron rocas talladas en forma cilíndrica, parecidas a un barril, por lo que a esta cultura se le llamó “Barriles”. Además, se descubrieron algunas estatuas de piedra.

Otra versión del origen de estos hallazgos sugiere que este pudo haber sido un sitio ceremonial de una cultura originaria de Asia y África.

Cabe destacar que el Sitio Barriles forma parte de 60 hectáreas de la finca propiedad de los esposos Edna Houx y José Luis Landau, quienes, tras un convenio con el INAC, se convirtieron en custodios de los objetos encontrados, los cuales en varias ocasiones han estado amenazados por personas ajenas que han intentado robar las piezas.

El señor Landau nos llevó al museo y nos explicó uno a uno los objetos arqueológicos. También nos mostró el lugar donde se realizaron las últimas excavaciones en 2001, por estudiantes de la Universidad Libre de Berlín y la Universidad Humboldt. Nos comentó que esa investigación sirvió para señalar la posible causa de la desaparición de la cultura de Barriles: una crisis provocada por movimientos sísmicos que los obligó a emigrar.

Recorrimos parte de la finca y pudimos saludar y tocar a las vacas y terneros; fue una hermosa experiencia.

Pero, según la familia Landau, aunque el INAC y la Autoridad de Turismo de Panamá les han brindado apoyo logístico a través de seminarios sobre cómo atender a los turistas que visitan el lugar, la realidad con el INAC ha sido otra. Nos comentaron que nunca han recibido apoyo económico de esta institución, y que el trabajo ha sido un esfuerzo propio.

Visitar el Sitio Barriles fue una experiencia mágica y misteriosa que nos hizo retroceder en el tiempo y tratar de comprender aquellas antiguas culturas llenas de sabiduría que nos dejaron este legado, para tener una idea mínima de cómo era el mundo para ellos.

¡Los Chorros del Valle de Antón!

Estando en el Valle, decidimos ir a conocer los chorros o cascadas más representativos. Por costumbre, debíamos ir al Chorro de las Mozas, le advertí­ a mis amigos que el río estaría bastante sucio, a lo que no hicieron caso: la típica necedad de verlo en vivo.

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En efecto llegamos y estaba muy sucio a lo que decidimos caminar por su orilla hasta ver los chorros, lastimosamente, muchos de los desechos del Valle de Antón han ido a parar ahí­ e incluso es utilizado para sacar materiales como arenilla y tierra.

Forma parte de las leyendas del Valle de Antón. Cuentan que aquí­ tres hermanas se suicidaron al mismo tiempo por el amor que sentían hacia el mismo hombre, amor que era ignorado por él, ya que había sido embrujado por la hechicera más grande del pueblo, y se dice que cada una de las hermanas se convirtió en un chorro, que ahora forman lo que es: El Chorro de las Mozas.

Cómo llegar: Tome la vía que conduce a Cabañas Potosí­ hasta el final y verás la entrada hacia Las Mozas, en este momento (2015) el lugar ha sido arreglado, limpiado y está bajo la administración de personas encargadas de mantenerlo en buenas condiciones, tiene un costo de admisión de 3$


Al salir no había transporte y decidimos caminar, en eso venía un carro transportador de caballos y se nos ocurrió sacar la mano y el señor conductor paró, subimos y juro que no es nada fácil viajar en ese transporte, los tres nos golpeamos en cada salto hasta llegar a una parada en la que tomamos un bus de ruta que nos dejó en La Piedra Pintada (fue muy divertido)

Subimos el sendero que ya conocíamos, pasamos por el Chorro el Escondido y seguimos el sendero que conduce a la India Dormida, pero al ver el Chorro de los Enamorados, no pudimos contener las ganas de darnos un vigorizante y frío baño.

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Chorro “El Escondido”.
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Chorro “Los Enamorados” estación seca.
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“Los Enamorados” visto desde arriba.
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Este sendero es de belleza exuberante. En él se pueden ver más de cuatro pequeños chorros, de los cuales los dos primeros son perfectos para darse un buen baño. Si sigues el camino, puedes subir a La India Dormida o llegar a las comunidades que existen detrás del cerro.

Existe otra cascada, llegando a la Piedra del Sapo, llamada “Cascada del Sapo”. Se le conoce así porque en su parte superior sobresale un petroglifo en forma de sapo o rana. Este petroglifo tiene un área de unos tres metros cuadrados y cubre toda la parte superior de la piedra.

El Chorro de los Enamorados es una caída de agua donde se practica rappel para principiantes. Es un poco profundo, así que hay que tener algo de cuidado. El primero en lanzarse fue Max, como siempre, el más osado. Luego me acerqué; quería sentir el chorro cayendo sobre mi cabeza… ¡masajes naturales nos ofrece la naturaleza!

Salimos del Sendero de la Piedra Pintada y otro señor nos llevó hasta el mercado, donde tomamos un bus El Valle – San Carlos. Ya era tarde y no había buses hacia la ciudad, así que en San Carlos tomamos un taxi “pirata”. Los buses desde El Valle de Antón hacia la ciudad de Panamá salen hasta las 6 de la tarde.

¡Visiten los chorros, les encantarán!

Un paseo por Volcán, Bugaba, Chiriquí

Vivir frente al Volcán Barú, levantarte y verlo todos los días, debe ser una experiencia magnífica. Es el punto más alto de Panamá y el volcán más alto del sur de América Central, con una altitud de 3,475 msnm, ubicado dentro de la Cordillera de Talamanca.

Se trata de un volcán dormido, localizado al sur de la división continental, en el oeste de la provincia de Chiriquí. Está rodeado por una fértil área de tierras altas, alimentada por los ríos Chiriquí y Caldera. Las ciudades de Volcán y Cerro Punta se encuentran en el lado oeste, mientras que Boquete se sitúa al este.

Volcán es un corregimiento del distrito de Bugaba, en la provincia de Chiriquí, República de Panamá. El nombre del corregimiento proviene del valle rodeado de montañas ubicado en las faldas del Volcán Barú.

Históricamente, Volcán fue poblado por las familias Duncan y Lambert, quienes, por su ascendencia suiza, influyeron de manera trascendental en la arquitectura de la región. En Volcán es posible encontrar diversos estilos de viviendas: cabañas, casas de madera, y construcciones de cemento, muchas de ellas con chimenea.

Por esta razón, al corregimiento de Volcán se le conoce en Panamá como “La Pequeña Suiza”, ya que en esa región se establecieron emigrantes provenientes de dicho país, quienes innovaron en la zona con su característico estilo de techos triangulados y construcción en madera, en lugar del tradicional cemento. Además, la similitud del paisaje con el del país europeo refuerza este apodo tan distintivo.

Los primeros pobladores de origen suizo se dedicaron a la ganadería, al cultivo del café y a la instalación de aserraderos. Inicialmente Volcán era un enorme valle conocido como Hato Volcán. Entre las maderas preciosas que despertaron la fiebre por la madera en Volcán podemos mencionar el Cedro, el Quira, Bambito, Guayacán, Baco (Magnolia), Ratón Colorado, Caoba, Mamecillos o Robles (Encinos), entre otras.

En la cima se puede ver el Océano Pacifico y el Océano Atlántico en un día claro y que a veces se forma escarcha, algo lógico pues se han reportado temperaturas de hasta 0 ºC.

En Volcán se puede visitar el Balneario La Fuente, un lugar que fue creado hace más de 20 años para la recreación de los lugareños.

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Gran producción agrícola.

En el pueblo hay innumerables hostales a buen precio. Puedes crear un circuito para visitar cualquiera de los magníficos sitios de los alrededores.

En alguna de nuestras visitas, inventamos quedarnos afuera de la casa, haciendo una barbacoa y tomándonos algunos refrescos, pero el frío no lo permitió, ya que era verano y la brisa nos obligó a entrar, que dicho de paso, estaba hecha a cabalidad con el clima, con techo de madera, pues de lo contrario la brisa no deja dormir.

Cerca de la casa de nuestro amigo Ruppie, nos fuimos a caminar a una de las fincas cafetaleras: La Florentina, solo a satisfacer nuestras ansias de sentir el clima, nos dispusimos a caminar lo más posible y nos topamos con unos hermosos pinos que parecían sequoias y un puente por donde pasaba el río Chiriquí­ Viejo con todo su poder. Unos caballos pastaban cerca del río y muy cerca de nosotros pasó un colibrí garganta rubí­ (Archilochus colubris). Pude disfrutar de ver innumerables veces los gorriones chiricanos a los que les dicen “Tio Chicho”. A nuestro lado, pasaban indígenas de la etnia Ngäbe Buglé.

Roberto( Ruppie) decidió irse a vivir a Volcán y aprovecha lo fértil de la tierra para sembrar gran cantidad de productos de los que se abastecen y venden una buena cantidad. Nosotros pagamos la visita ayudándoles a recoger las fresas! Jaja.

El eje de la economía se basa en la agricultura, ganadería y el turismo. Aunque podemos encontrar fábricas de embutidos que distribuyen sus productos a nivel nacional al igual que fábricas productoras de alimentos para equinos, truchas y aves. En Volcán hay de todo.

Volcán Barú visto desde Paso Ancho.

Bahía de Portobelo, Parque Nacional Portobelo

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Al mediodía de un día de semana, arrancamos para Colón con nuestro amigo Alain, proveniente de la Polinesia Francesa. Pasamos por las esclusas de Miraflores y nos detuvimos a tomar un par de fotos. Nos demoramos más de una hora y media en llegar a Sabanitas, ya que en ese tiempo la carretera hacia Colón estaba malísima y llena de cráteres, a causa de los grandes camiones… ¡Qué pena con Alain! Estaba consternado con el desorden del tráfico.

Pero todo mejoró cuando llegamos al Rey de Sabanitas. Ya después de ahí, ¡todo fue contento y hermosura! Empezamos a ver la costa, y Alain nos decía que esa parte de Panamá es muy parecida a su país… Más adelante vimos varios estuarios bajo puentes, algunas fincas con montañas a lo lejos y disfrutamos del paisaje de playa desde el auto.

Llegamos a la Iglesia del Cristo Negro de Portobelo, que encierra un silencio sepulcral, rodeada de imágenes antiguas, donde la devoción se remonta a los tiempos de la colonia, cuando se cuenta que un 21 de octubre de 1658 llegó a la playa de Portobelo la imagen del Cristo Negro. Solo son suposiciones, ya que todavía no se tienen referencias históricas precisas sobre este tema, pero por algunos cálculos intuitivos se puede decir que la imagen lleva en Portobelo más de dos siglos.

Nos contaron que hay varias versiones del origen de la imagen del Cristo Negro, entre las cuales podemos mencionar las principales:

La caja y la tormenta: Algunos cuentan que un barco que se dirigía a Cartagena de Indias, cada vez que intentaba zarpar de Portobelo, se desataba una violenta tormenta, obligándoles a regresar al puerto. En el quinto intento, la tripulación estuvo a punto de naufragar, por lo que decidieron aligerar la carga tirando por la borda una enorme y pesada caja que llevaban en su bodega. Luego de esto, el barco pudo navegar sin problema. Seguidamente, unos pescadores encontraron la caja y cuando la abrieron, vieron que era una imagen del Nazareno. La llevaron al pueblo y la colocaron en la iglesia.

La caja y la epidemia: Otra leyenda cuenta que unos pescadores encontraron una caja flotando en el mar durante una epidemia. Dentro estaba el Cristo, y lo colocaron en la iglesia. Casi inmediatamente, la epidemia se acabó y los enfermos se recuperaron rápidamente.

La equivocación de imágenes: Una tercera leyenda asegura que la Iglesia de Taboga (una isla del Pacífico) ordenó la imagen de un Jesús Nazareno a un proveedor en España. Por otra parte, la Iglesia de Portobelo le solicitó al mismo artesano una imagen de San Pedro. Se produjo una equivocación al enviar las imágenes, y el San Pedro terminó en la iglesia de Taboga y el Nazareno en Portobelo. Todos los esfuerzos para tratar de subsanar la equivocación resultaron infructuosos, pues siempre ocurría algo que impedía al Nazareno abandonar el pueblo. De esta manera, la comunidad interpretó las dificultades como un mensaje divino y desistió de la idea de intercambiar las imágenes. Incluso en los gozos dedicados a la devoción cantan: “En Portobelo te quedaste, como signo de tu amor…”.

Es lógico que todas estas devociones estén acompañadas de ciertos mitos que para la gente son como norma de vida. Por tal razón, las conferencias episcopales, los obispos de cada diócesis y, en casos más concretos, los párrocos, deben permanecer en silencio frente a los mitos del pueblo respecto a las devociones, que como tales son aceptadas por la Iglesia.

Salimos de la iglesia y nos dirigimos donde había una venta de molas, collares, pulseras y artículos hechos a mano por los indígenas kunas que emigran de San Blas hacia Portobelo para vender sus productos.

Vimos en otro punto de venta un mono cariblanco que estaba amarrado con una cuerda; nos acercamos para tocarlo y nos tomamos algunas fotos con el tan fotogénico animalito.

La Bahía de Portobelo fue descubierta por Cristóbal Colón el 2 de noviembre de 1502, durante su cuarto viaje a América. Está rodeada de fortificaciones que, en la época de la colonia —siglos XVI, XVII y XVIII—, fueron utilizadas para defenderse de los cruentos ataques de los piratas. Esto se debía al auge que tuvo la región por el oro, la plata y las mercancías que la corona española traía desde América del Sur.

Caminamos hacia el Fuerte Batería de San Jerónimo, donde se refugiaron los españoles durante los ataques del pirata Henry Morgan en junio de 1668. En ese entonces, Portobelo albergaba grandes riquezas que resultaron tentadoras para Morgan, quien antes de atacar Panamá —capital de la Castilla de Oro—, asaltó por sorpresa esta ciudad. Con una tropa de 460 hombres, logró tomar Portobelo. Hoy en día, el fuerte es patrimonio cultural y es utilizado por los lugareños para jugar fútbol, entre otras actividades.

Logramos entrar en uno de los calabozos, comúnmente llamados mazmorras, ubicadas justo debajo del Fuerte Batería de San Jerónimo. Al regresar del viaje, investigué un poco más sobre el tema y encontré que en el Fuerte de San Lorenzo, en la desembocadura del río Chagres, también existen mazmorras o galerías subterráneas en las cuales estuvieron recluidos personajes importantes durante la colonización española.

No logré encontrar información sobre quién estuvo encarcelado en el calabozo que visitamos, pero nos pareció impresionante estar allí, en el mismo lugar donde personas vivieron calamidades y sufrieron condenas. Curiosamente, al revisar las fotografías, notamos que en una de ellas, en la pared del calabozo, se distinguía la forma de un rostro: parecía un colonizador renacentista o un pirata, con bigote incluido.

Caminamos por las calles del pueblo hasta llegar a otro fuerte: Santiago de la Gloria. En el camino nos encontramos con una perrita muy cariñosa que se tiró al piso tratando de llamar nuestra atención.

Según se cuenta, Francis Drake decía que este fuerte superaba en artillería al famoso Castillo de San Felipe. Santiago de la Gloria está ubicado en la entrada de Portobelo, y desde allí las baterías defensivas tenían una vista estratégica para dominar a los piratas que intentaban invadir el puerto.

Al llegar al fuerte, se puede caminar entre las ruinas y los cañones, y observar la garita donde, según la historia, Morgan degolló al centinela.

Portobelo representaba para España un centro con mejores condiciones que Nombre de Dios, que hasta entonces había sido utilizado como base de operaciones en el Caribe.

Fue hermoso compartir nuestra historia con un extranjero que vive en uno de los países más bellos del mundo, y que para él, Panamá es un precioso rincón de Centroamérica. Es significativo, considerando que muchas veces nosotros mismos, quienes tenemos el privilegio de ser llamados panameños, no sabemos apreciar lo que tenemos.

Ascenso Cerro Picacho de La Laguna de San Carlos

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Cómo llegar

Conduce por la Carretera Interamericana hasta la entrada de la comunidad de Las Lajas de Coronado, un poco antes de llegar al Mall de Coronado. Hay un supermercado llamado “Las Lajas” y debes entrar por la carretera que se encuentra al lado del súper. En Waze puedes colocar: Laguna de San Carlos ¡y listo!

Si te aventuras en autobús, pide la parada en Las Lajas; ahí encontrarás los busitos que dicen “Laguna”.

Desde que vienes por la Interamericana, si prestas atención, puedes ver el Picacho. Justo antes de llegar a Coronado, si miras hacia la derecha, se ve una cadena montañosa; de esos cerros, el puntiagudo y más alto es el Picacho.

En el camino hacia la laguna también se puede observar. Su cima imponente tiene una altitud de 1,182.33 msnm y se encuentra exactamente en las coordenadas N8°37.648’ W080°02.839, dentro de la Cordillera Central.

Tuvimos la osadía de ir en transporte público. Una vez en el mini súper de la entrada de Las Lajas, esperamos unos veinte minutos que aprovechamos para conversar con personas que estaban en la parada. Algunos nos dijeron que subir el Picacho sería muy peligroso, que estaba lleno de serpientes, e incluso hubo quien nos comentó que vivía en las faldas del cerro y también se dirigía hacia allá. Nos preguntaron si teníamos experiencia subiendo cerros, pues el Picacho es muy alto y tal vez en su cima podría faltarnos el aire. En total, pensamos: ¡exageraciones de los lugareños!

Llegamos al pueblo de La Laguna, y el busito se adentró en el follaje de los árboles. Sentimos que estábamos cerca. El conductor nos señaló por dónde debíamos subir y fue entonces cuando, frente a nuestros ojos, apareció la laguna: grande, redonda y misteriosa. Una brisa helada recorrió nuestros cuerpos. El viento golpeaba los cerros y luego provocaba pequeñas ondas en el agua del inmenso lago de color verdoso.

Estuvimos media hora tomando fotos, admirando el lugar y organizando el ascenso. En eso, se nos acercó un señor trigueño y de estatura baja. Pensé que iba a cobrarnos alguna cuota, pero, muy por el contrario, nos preguntó cuáles eran nuestros objetivos en el lugar y nos contó varias historias acerca de la laguna.

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Nos dijo que el origen de la fuente que mantiene llena la laguna no ha sido determinado, pero se ha demostrado que sus tranquilas aguas albergan tilapia, sargentos, carpa común, entre otras especies de peces.

Una de las historias más significativas y misteriosas fue la de hace unos 30 años:

“Unos extranjeros llegaron a la laguna investigando su profundidad, fauna y flora. Para sorpresa de ellos, al entrar un buzo, se encontró con una cueva de la cual sacó un plato y un vaso de oro. Al salir a la superficie, le mostró a su compañero lo que había encontrado y este, emocionado, le pidió que regresara a buscar más piezas de esa vajilla de oro, pues seguramente habría muchos objetos más ¡de mucho valor!. Discutieron un rato el asunto y el buzo accedió a entrar de nuevo, pero lo que encontró fue la muerte, pues nunca más volvió a aparecer. Se perdió en las profundidades de la laguna… por su avaricia.”

Emprendimos nuestra caminata, y no habían pasado ni 15 minutos de subida cuando ya estábamos algo cansados. Caminamos un poco más y vimos a lo lejos extrañas formaciones de rocas gigantes. Íbamos en camino recto y, de pronto, un niño venía en dirección contraria. Nos dijo que estábamos en el camino equivocado. Nos pareció muy gracioso encontrarnos con él justo antes de habernos perdido.

Muy amable, nos indicó el camino correcto. Era un sendero confuso, pues no había manera de distinguirlo fácilmente; el monte estaba muy crecido. Llegamos a pensar que, nuevamente, estábamos perdidos. Sentimos algo de miedo, pues la hierba era alta, pero unos instantes después vislumbramos un sendero mejor marcado.

Subimos, nos arrastramos; el camino hacia el Picacho es una vereda angosta por donde solo caben los pies. Esa misma vereda puede desmoronarse en cualquier momento, por lo que se requiere mucha precaución.

Nos arrastramos durante 45 minutos hasta llegar a un claro inclinado desde donde pudimos ver el hermoso pico. Seguimos ascendiendo, ahora sobre pequeñas piedras sueltas, y en ese momento vi una serpiente. Advertí a mis compañeros, y Evelin entró en pánico, lo que nos retrasó unos 15 minutos mientras la convencíamos de continuar.

Llegamos a una gran roca desde la cual la laguna se veía pequeña en comparación con su tamaño real. Desde allí también vislumbramos Altos del María, y en el horizonte, Altos de Campana, la India Dormida, y la costa del Pacífico desde Punta Chame hasta Playa Blanca. Don Florentino nos dijo que en un día despejado incluso se puede ver el Lago Gatún.

Nos quedamos allí arriba aproximadamente una hora, merendando y disfrutando del paisaje. Admiramos lo bello de nuestro país desde ese punto, expuestos al aire y al cielo.

Subir toma alrededor de una hora y media, o hasta dos horas a paso medio. Una persona en buena condición física puede descender el cerro en una hora o menos.

Después de descansar, bajamos el cerro con algo de dificultad, incluyendo un par de caídas. Al llegar a la laguna, no pudimos resistir las ganas de darnos un baño, y así fue: nos metimos al agua con ropa y sentimos cómo la laguna nos quitaba todos los males.

No hay palabras suficientes para describir este ascenso más que ¡HERMOSO!
¡Atrévete a hacerlo! Pero siempre con mucho cuidado, y recuerda: no interfieras con la naturaleza.
No te lleves más que las fotos, baja tu basura y no molestes a los animales.

Aquel Hermoso Río: Balneario Las Huacas, Chame.

La verdad es que desde niña lo conocí por el nombre de “Río de Sorá”. Iba con mi familia unas dos veces al año, ya que un tío de esos postizos pasaba cerca del río al trasladarse a su trabajo en la Finca de Orquídeas Loma Linda.

Para llegar, se debe entrar por la calle que está después de la entrada hacia Altos del María (donde está un restaurante Pío Pío). Detrás de un minisúper están los autobuses, y si vas en carro, solo hay que seguir la calle. Después de pasar un puente de acero, hay que prestar atención hasta ver la entrada hacia “Hacienda Loma Linda”. Luego se cruza un puente sobre el río, el cual no aguanta más de 10 toneladas, ¡y listo! Allí está el río.

Recuerdo que al río llegaban las vacas a tomar agua. También que en algunas partes estaba bastante hondo. Me aprendí de memoria el lugar en el que había una gran piedra y, un poco más allá, una roca alta desde la cual los lugareños hacían sus clavados. Enfrente, un cerro muy frondoso adornaba el paisaje.

Regresé al mismo río nueve años después de la última vez. Aún sigue siendo bello, pero ya no hay tanta corriente. Hay que caminar bastante para encontrar los jacuzzis naturales. Hay más piedras de lo que recordaba, ya no hay vacas, y el cerro que se veía en frente está completamente seco y deforestado.

Aquel día nos fuimos Evelin, Max, Israel y yo hasta la entrada en Chame de lo que es “Altos del María”. Allí desayunamos algo leve y tomamos una chivita detrás de un minisúper. Media hora después ya estábamos en el puente sobre el río.

Yo era la guía, pero no recordaba muy bien el camino, así que andaba con mucha cautela. Pero al avanzar un poco más, recordé todo y preparé mi tienda de campaña. Recorrimos los bordes del río hasta que encontramos un charco perfecto para pasarla tranquilos. Más tarde acompañé a Max a hacer sus típicos clavados: de águila, clavado de ñeque invertido, entre otros 😀

También atrapamos gusarapos (renacuajos) en un recipiente de plástico, los observamos y luego los devolvimos a su hábitat.

Dimos una vuelta tratando de encontrar un lugar donde vendieran algo de comida, pero no hallamos nada, solo una pequeña tienda donde vendían enseres muy básicos.

A lo lejos se veían árboles de guayacán, ¡amarillitos!

De regreso, tuvimos que caminar un poco hasta encontrar una chiva (bus), pero fue una caminata fresca y agradable, disfrutando del paisaje del lugar, repleto de montañas, algunas casas de barro, el humo de los fogones… todo ese ambiente riquísimo.

Un lindo río para pasar una tarde tranquila en familia, ubicado en Buena Vista de Chame.

El Cráter de un Volcán Habitado

El Valle de Antón es, sin duda, uno de mis lugares favoritos en todo Panamá. Es un rincón que guarda, en un solo espacio, casi todo lo que alimenta mi espíritu. Aquí las montañas se alzan como guardianas silenciosas, los senderos serpentean entre ríos y quebradas, y las cascadas cantan su eterna melodía.

Es un paraíso rebosante de historia y vida: vestigios arqueológicos, una biodiversidad sorprendente, un orquideario que desborda color y fragancia, y, como si fuera poco, un serpentario que despierta la curiosidad por las criaturas más misteriosas de nuestro bosque.

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En El Valle de Antón puedes encontrar una amplia variedad de opciones de alojamiento que se adaptan a todos los gustos y presupuestos. Desde acogedoras posadas familiares hasta espacios para acampar bajo las estrellas. También es posible alquilar bicicletas para recorrer sus senderos o, si prefieres un paseo más tradicional, en algunas esquinas aún se pueden encontrar caballos listos para cortos recorridos entre paisajes de ensueño.

Uno de los lugares más emblemáticos del pueblo es el Mercado de Artesanías. Allí, los sentidos se despiertan con los colores y aromas: puestos repletos de productos locales, frutas jugosas, vegetales recién cosechados, plantas verdes y flores en plena floración. Pero lo que realmente cautiva son las artesanías. Estatuillas talladas en piedra de jabón, tejidos que parecen haber atrapado el sol en sus hilos, hamacas que invitan a descansar, pulseras tejidas a mano, mesas rústicas de madera y todo tipo de creaciones en bambú.

La cerámica, con sus vivos colores, enciende la imaginación. Los animalitos de barro parecen cobrar vida entre los estantes, mientras los tradicionales sombreros “pintados”, estatuas y balcones tallados tientan nuestras manos como los dulces lo hacen con los niños.

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Puedes incluso conocer a grandes artistas de la pintura, como Soto y Santana, que con una técnica muy avanzada, logran reproducir características particulares de cada animal que pintan, sobre todo las aves, a las que estudian antes de dibujarlas.

En El Valle los chorros o cascadas más fáciles de conocer son: El Chorro de las Mozas, El Macho; dentro de la Piedra Pintada, encontramos El Escondido, El Chorro Los Enamorados, Salto del Sapo.

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La Piedra Pintada, es enorme. Una gran roca que se desprende de un cerro.

Nuestro guía, de unos 10 años y de nombre Víctor, tomó una rama y con ella empezó a explicar el significado de este petroglifo, que nos hizo dar un paseo imaginario por el mapa de la región. Las leyendas locales dicen que los indígenas dormían alrededor de la Gran Piedra para celebrar ritos y que esconde un tesoro vigilado por un ente quien es su guardián. El niño se sabía perfectamente bien la historia y no dudamos de su procedencia. De La Piedra Pintada se puede seguir el sendero homologado y conocer los chorros.

El zoológico Níspero, el Orquideario de APROVACA, el Mariposario y mi favorito: El Serpentario Maravillas Tropicales, en donde el herpetólogo Mario Urriola y su equipo de trabajo rescatan y protegen estos interesantes animales.

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Otro de nuestros temas favoritos, como ustedes, queridos lectores saben, son las montañas o “cerros”, como los conocemos en Panamá. El Valle de Antón al ser un “valle” o cráter gigante de un volcán extinto, naturalmente encontramos una cantidad de cerros de singular orografía que invitan a caminar por sus trochas. El cerro India Dormida, El Cerro Gaital, El Cerro Pajita, Cerro Caracoral, Cerro Cariguana.

Miradores: El mirador antes de bajar hacia el Valle de Antón y El mirador de la Cruz, antes de llegar a Alto de la Estancia.

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En el Chorro el Macho tienen el Canopy, se trata de un paseo sostenido por cables deslizándose por la copa de los Árboles logrando una vista del gran bosque, tienen varios circuitos, uno por encima del Chorro El Macho. También posee una piscina temática, a la que llaman La Represa, donde te puedes quedar todo el día si quieres disfrutando de un baño de aguas frías provenientes de la Quebrada Amarilla.

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Uno de los sitios más populares del Valle de Antón son Los Pozos Termales. La última vez que los visitamos, la entrada costaba solo $2 e incluía la experiencia de un facial de barro, ideal para relajarse y conectar con la tierra. Es importante llevar vestido de baño para poder disfrutar plenamente de sus aguas minerales. (Actualmente, este sitio se encuentra cerrado, pero vale la pena estar atentos a su reapertura).

Y aún hay más por descubrir. Justo detrás de la iglesia del pueblo se encuentra un pequeño museo con valiosa información sobre la historia geológica y arqueológica del Valle. Este lugar es un tesoro escondido que complementa la experiencia natural con conocimiento y contexto cultural.

Además, ahora el Valle cuenta con un moderno Centro de Visitantes, cuya propuesta recuerda al Biomuseo de la ciudad de Panamá. Allí se narra con detalle la historia geológica de esta región única, y los visitantes pueden disfrutar de un cortodocumental proyectado en una pequeña sala de cine. Es un espacio educativo e inspirador que enriquece aún más la visita a este mágico lugar.

Cómo llegar

Ascenso Cerro La Cruz, Parque Nacional Altos de Campana

Mis primeras veces en Campana, fueron en solitario. Me tomaba el tiempo de irme hasta la piquera de Capira y esperar la “chiva” de Menchaca. Alguna de esas veces me tocó regresar en la parte trasera de un camión lleno de estiércol ya que en ese tiempo (2007-2008) después de las 6 de la tarde era difícil conseguir transporte.

Desde cuando uno viene por la carretera de Chorrera, hasta Capira puedes ir viendo el Parque Nacional Altos de Campana y sus cerros, con simplemente prestar un poco de atención puedes ver Cerro Campana (1,007 m.s.n.m), y  Cerro Trinidad (969 m.s.n.m).

Cuando vas encaminado en la carretera hacia Altos de Campana, puedes ver a lo lejos el paisaje sacado de algún capitulo de “Heidi”, las formaciones rocosas, la Bahía de Chame, con sus impresionantes manglares que cubren la boca del río del mismo nombre y que crean una forma que para mi es como una pata de gallina.

Cómo llegar:

Antes de iniciar tu caminata debes…

Es necesario pasar por la caseta de Mi Ambiente, Antiguo ANAM, registrarte y dar por hecho que vas a estar en los senderos. El costo por entrada al parque para persona nacional es de 3$ y extranjeros 5$. Para acampar debes pagar 5$ por camping (actualmente deshabilitado 2022)  y hay varios sitios donde puedes hacerlo. No te salgas de los senderos pues te puedes perder.

Geomorfología

Se trata de una extensión de la formación Ígnea del volcán del Valle de Antón. Su pasada acción volcánica queda claramente reflejada en su quebrado relieve en el que se observan espectaculares acantilados, campos de lava, capas volcánicas y otras numerosas manifestaciones que hablan de un pasado geológico súper intenso.

Cerro La Cruz: entre neblina, barro y biodiversidad

Desde el Cerro La Cruz se observa la cuenca del Canal de Panamá, donde nacen ríos como el Trinidad, Cirí, Chame, Perequeté y Caimito. Las temperaturas oscilan entre 20 °C y 24 °C, con precipitaciones que superan los 2,500 mm al año. Es un entorno natural privilegiado.

El acceso al sendero está justo donde se ubica una finca con un curioso nombre: “NO ESTOY”, visible desde la carretera. Allí se dejan los autos y comienza la caminata.

La primera vez que fui, en 2007, llovía y había neblina. Caminamos sin una ruta clara, solo siguiendo la intuición y el entusiasmo de la aventura. El bosque olía a corteza húmeda y tierra viva.

Tras un breve descanso en unas bancas, continuamos el ascenso. Subimos, bajamos, volvimos a subir. Nos rodeaba una biodiversidad impresionante: 26 especies de plantas endémicas, 200 tipos de árboles, 342 arbustos, 267 aves (48 migratorias), 62 anfibios y 86 reptiles. Solo vimos insectos, probablemente por el ruido que hacíamos, pero la sensación de estar en medio de tanta vida fue inolvidable.

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Perdidos en el camino correcto: la Cruz en la cima

Más adelante nos topamos con un letrero pequeño, borroso e indescifrable. Estaba justo entre dos caminos. Yo sugerí tomar el de la izquierda, que ascendía aún más. A medida que subíamos, el clima se volvió más templado y húmedo, y la luz se fue apagando bajo el dosel de los árboles. El lodo era ya un fango profundo, hasta que nos dimos cuenta: no había más camino. Nos habíamos equivocado. Sin embargo, no cundió el pánico. Aparentemente, íbamos rumbo al Cerro Campana, uno de los más altos de la región.

De regreso, Evelin resbaló y cayó. Soltamos carcajadas. Un minuto después, y por burlón, fui yo quien cayó en el mismo sitio. Max se mantuvo firme, como si el lodo no lo afectara.

Volvimos al letrero y esta vez tomamos el sendero de la derecha. A poco andar, vislumbramos unas barandas verdes oxidadas que descendían. Nadie parecía haberlas usado en mucho tiempo, pero ya estábamos lo suficientemente sucios como para tomarlo como un juego. Prácticamente nos deslizamos por ellas hasta llegar a un claro.

Era febrero, pero allá arriba el rocío lo empapa todo. Seguimos subiendo, ya con la meta cerca. Trepamos sobre piedras húmedas, y entonces la vimos: la Cruz. En lo alto, sobre un peñón final.

Ya había dos jóvenes allí. Subimos con cuidado, no sin advertir: no intentes ese ascenso si no tienes experiencia en escalada, y mucho menos si vas solo.

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Casi llegando a la Cruz.
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Vista desde La Cruz
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La vista desde el cielo

Desde La Cruz (N 8º 41.169′ W 79º 55.173′), a 900 metros sobre el nivel del mar, se contemplan no solo vistas imponentes de la cuenca del Canal, sino también un panorama majestuoso de la Bahía de Chame, enmarcada por la Punta Chame.

Al mirar alrededor, un escalofrío recorre el cuerpo: te sientes en la cima del mundo. Desde esa roca coronada por la cruz, lo visible es tan vasto que uno cree haber llegado al cielo.

El viento golpeaba fuerte. Nos quedamos largos minutos en silencio, simplemente contemplando. La belleza del lugar nos dejó sin palabras. Luego de dos horas allí, iniciamos el descenso, tan ligeros de espíritu que ni sentimos el cansancio.

Han pasado los años, y por lo menos tres veces al año volvemos a subirlo. Ya es una tradición, un relajo… pero jamás deja de silenciarnos el alma esa vista desde la gran roca de la cruz.

En el Parque Nacional Campana no solo está el Sendero La Cruz, hay 4 senderos más que también son muy interesantes: Sendero La Rana Dorada, Sendero Panamá, Sendero Podocarpus, Sendero Zamora.

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Mapa interactivo del área.

Camping

En el sendero Podocarpus, la vista para acampar es simplemente hermosa. Personalmente, me gusta caminar hasta encontrar el sitio perfecto, y por eso acampamos en la parte baja del Cerro La Cruz. Fue una experiencia magnífica: el frío de la tarde, la noche y la madrugada es algo que me encanta profundamente.

Durante la noche, escuchamos una gran variedad de animales merodeando, entre ellos búhos y pequeños felinos. Esa cercanía con la naturaleza, tan cruda y real, te recuerda que estás siendo testigo de un mundo intacto.

En este lado del parque es esencial llevar suficiente agua y todo lo necesario para una buena fogata. También es importante llevar una lona o cubierta para el camping, por si llueve, y optar por comida ligera. Si tienes la posibilidad de llevar una estufa de camping, mucho mejor, ya que encender una fogata en un terreno tan húmedo no es tarea sencilla.

Lo demás es disfrute puro para los sentidos.

Una guía de turismo ecológico en Panamá, dedicada a descubrir ríos, montañas, senderos y aventuras en la naturaleza. Ideal para los amantes del aire libre y la exploración rural.