Cómo llegar
Conduce por la Carretera Interamericana hasta la entrada de la comunidad de Las Lajas de Coronado, un poco antes de llegar al Mall de Coronado. Hay un supermercado llamado “Las Lajas” y debes entrar por la carretera que se encuentra al lado del súper. En Waze puedes colocar: Laguna de San Carlos ¡y listo!
Si te aventuras en autobús, pide la parada en Las Lajas; ahí encontrarás los busitos que dicen “Laguna”.
Desde que vienes por la Interamericana, si prestas atención, puedes ver el Picacho. Justo antes de llegar a Coronado, si miras hacia la derecha, se ve una cadena montañosa; de esos cerros, el puntiagudo y más alto es el Picacho.
En el camino hacia la laguna también se puede observar. Su cima imponente tiene una altitud de 1,182.33 msnm y se encuentra exactamente en las coordenadas N8°37.648’ W080°02.839, dentro de la Cordillera Central.
Tuvimos la osadía de ir en transporte público. Una vez en el mini súper de la entrada de Las Lajas, esperamos unos veinte minutos que aprovechamos para conversar con personas que estaban en la parada. Algunos nos dijeron que subir el Picacho sería muy peligroso, que estaba lleno de serpientes, e incluso hubo quien nos comentó que vivía en las faldas del cerro y también se dirigía hacia allá. Nos preguntaron si teníamos experiencia subiendo cerros, pues el Picacho es muy alto y tal vez en su cima podría faltarnos el aire. En total, pensamos: ¡exageraciones de los lugareños!
Llegamos al pueblo de La Laguna, y el busito se adentró en el follaje de los árboles. Sentimos que estábamos cerca. El conductor nos señaló por dónde debíamos subir y fue entonces cuando, frente a nuestros ojos, apareció la laguna: grande, redonda y misteriosa. Una brisa helada recorrió nuestros cuerpos. El viento golpeaba los cerros y luego provocaba pequeñas ondas en el agua del inmenso lago de color verdoso.
Estuvimos media hora tomando fotos, admirando el lugar y organizando el ascenso. En eso, se nos acercó un señor trigueño y de estatura baja. Pensé que iba a cobrarnos alguna cuota, pero, muy por el contrario, nos preguntó cuáles eran nuestros objetivos en el lugar y nos contó varias historias acerca de la laguna.
Nos dijo que el origen de la fuente que mantiene llena la laguna no ha sido determinado, pero se ha demostrado que sus tranquilas aguas albergan tilapia, sargentos, carpa común, entre otras especies de peces.
Una de las historias más significativas y misteriosas fue la de hace unos 30 años:
“Unos extranjeros llegaron a la laguna investigando su profundidad, fauna y flora. Para sorpresa de ellos, al entrar un buzo, se encontró con una cueva de la cual sacó un plato y un vaso de oro. Al salir a la superficie, le mostró a su compañero lo que había encontrado y este, emocionado, le pidió que regresara a buscar más piezas de esa vajilla de oro, pues seguramente habría muchos objetos más ¡de mucho valor!. Discutieron un rato el asunto y el buzo accedió a entrar de nuevo, pero lo que encontró fue la muerte, pues nunca más volvió a aparecer. Se perdió en las profundidades de la laguna… por su avaricia.”
Emprendimos nuestra caminata, y no habían pasado ni 15 minutos de subida cuando ya estábamos algo cansados. Caminamos un poco más y vimos a lo lejos extrañas formaciones de rocas gigantes. Íbamos en camino recto y, de pronto, un niño venía en dirección contraria. Nos dijo que estábamos en el camino equivocado. Nos pareció muy gracioso encontrarnos con él justo antes de habernos perdido.
Muy amable, nos indicó el camino correcto. Era un sendero confuso, pues no había manera de distinguirlo fácilmente; el monte estaba muy crecido. Llegamos a pensar que, nuevamente, estábamos perdidos. Sentimos algo de miedo, pues la hierba era alta, pero unos instantes después vislumbramos un sendero mejor marcado.
Subimos, nos arrastramos; el camino hacia el Picacho es una vereda angosta por donde solo caben los pies. Esa misma vereda puede desmoronarse en cualquier momento, por lo que se requiere mucha precaución.
Nos arrastramos durante 45 minutos hasta llegar a un claro inclinado desde donde pudimos ver el hermoso pico. Seguimos ascendiendo, ahora sobre pequeñas piedras sueltas, y en ese momento vi una serpiente. Advertí a mis compañeros, y Evelin entró en pánico, lo que nos retrasó unos 15 minutos mientras la convencíamos de continuar.
Llegamos a una gran roca desde la cual la laguna se veía pequeña en comparación con su tamaño real. Desde allí también vislumbramos Altos del María, y en el horizonte, Altos de Campana, la India Dormida, y la costa del Pacífico desde Punta Chame hasta Playa Blanca. Don Florentino nos dijo que en un día despejado incluso se puede ver el Lago Gatún.
Nos quedamos allí arriba aproximadamente una hora, merendando y disfrutando del paisaje. Admiramos lo bello de nuestro país desde ese punto, expuestos al aire y al cielo.
Subir toma alrededor de una hora y media, o hasta dos horas a paso medio. Una persona en buena condición física puede descender el cerro en una hora o menos.
Después de descansar, bajamos el cerro con algo de dificultad, incluyendo un par de caídas. Al llegar a la laguna, no pudimos resistir las ganas de darnos un baño, y así fue: nos metimos al agua con ropa y sentimos cómo la laguna nos quitaba todos los males.
No hay palabras suficientes para describir este ascenso más que ¡HERMOSO!
¡Atrévete a hacerlo! Pero siempre con mucho cuidado, y recuerda: no interfieras con la naturaleza.
No te lleves más que las fotos, baja tu basura y no molestes a los animales.