Los recuerdos de momentos especiales se graban en la memoria como postales vivas. En mi caso, no solo recuerdo paisajes: también los olores, sabores e incluso los estados de ánimo que me acompañaban. Siempre llevo canciones en la cabeza, como si fueran parte del equipaje; una de ellas es Wicked Game de Chris Isaak, que me sigue como una melodía de fondo en mis caminatas.
Este cerro está ubicado en la provincia de Coclé, en el encantador Valle de Antón, un lugar donde la oferta turística parece no tener fin. Aquí, la naturaleza y la aventura se entrelazan en cada rincón, regalando experiencias únicas para quienes buscan reconectar con lo esencial.
El ascenso al cerro Cariguana es una experiencia que se adapta a tus posibilidades. Si cuentas con un buen 4×4 y un conductor experimentado, puedes llegar hasta la caseta donde inician los pinos. Si no, puedes dejar el auto al inicio del camino de piedras y empezar la caminata desde ahí; los taxis también te pueden dejar en ese punto.
Desde la entrada del camino de piedras, la caminata toma aproximadamente una hora y media, aunque, como siempre, depende de la condición física de cada persona. Si subes en 4×4 hasta la caseta, desde allí solo te tomará unos 30 minutos llegar a la cima.
Todo el sendero es de ascenso, pero agradable: rodeado de árboles que ofrecen sombra y un ambiente fresco. Al final, se abre una llanura rocosa que te conduce a un impresionante precipicio, por lo que es recomendable llevar protección solar.
La vista desde la cima es simplemente espectacular, una de las mejores del Valle de Antón, solo comparable con la del Cerro India Dormida. Desde aquí se observa el río Antón y se distinguen claramente las imponentes Tres Marías: el Cerro Pajita, el Cerro Gaital y el Cerro Caracoral.
¡Wow! Una gira espectacular. Aunque nuestros amigos siempre buscan caminos más difíciles, disfrutaron La India Dormida como nunca antes. Flor del Aire nos acogió y nos regaló un clima espectacular que nos permitió gozar de la vista.
Comenzamos subiendo el Cerro La India Dormida para recorrerlo completo, desde los pies hasta la cabeza. En su pecho, los chicos se inventaron la idea de tomar el café de la mañana, lo que fue un disfrute para todos.
Foto de Rey Aguilar
En la cima comprendimos que el Valle de Antón es, en verdad, “El Cráter de un Volcán Habitado”, hogar de gente amable y un pueblo pintoresco.
Desde allí avistamos los cerros circundantes: Cerro Gaital, Cerro Pajita, Cerro Caracoral, conocidos como Las Tres Marías; además del Cerro Cariguana, y a lo lejos, el Cerro Picacho y las montañas de Valle Chiquito.
Desde allá arriba pudimos ver el Mar Pacífico y las montañas penonomeñas, así como el Parque Eólico en el distrito de Aguadulce.
Descendimos por la cabellera de la India, llamada “Flor del Aire”, que cuenta con algunos saltos de agua fría para reponerse. Nos bañamos en el Chorro de los Enamorados y luego caminamos hacia La Piedra Pintada, una gran roca que se desprende de un cerro, donde se conserva claramente un mapa antiguo del área (petroglifo). Y como es normal, y el hambre apremiaba, nos fuimos a almorzar.
La cerecita del pastel fue nuestra visita al Serpentario Maravillas-Tropicales Centro de Rescate y Reubicación, donde pudimos disfrutar de una amena charla informativa por parte del biólogo herpetólogo Mario Urriola, quien nos deleitó con información valiosa para el aprendizaje y la conservación de estos interesantes animales; conversación que también se dió en medio de unas tazas de café. Luego pudimos conocer a Lola, nuestra amistosa amiga pitón.
Consideramos que, gracias a Dios, a la Naturaleza y al conocimiento adquirido por personas experimentadas y estudiosas de estos temas, esta gira fue un éxito. Agradecemos de corazón a cada uno de los que nos acompañaron en esta aventura.
Nos llena de orgullo saber que están movidos por la curiosidad, y que dentro de cada uno arde la llama del interés por saber, entender y aprender sobre la función que cumple cada ser vivo en el ecosistema, por el bienestar nuestro y de las futuras generaciones. Hoy, somos personas con un nuevo conocimiento.
El Chorro Macho se ha convertido en un icono del Valle de Antón, siendo su imagen representación del lugar, de la misma forma que la India Dormida.
Para llegar, debes manejar desde el centro del Valle hasta el fondo, donde está señalizada la calle que conduce al lugar, sin posibilidad de perderse. El autobús se puede tomar en cualquier parada cercana al centro, en la ruta La Mesa. También hay muchos taxis disponibles. Caminar desde el centro del Valle hasta la entrada del Chorro el Macho es una buena opción si cuentas con tiempo.
El atractivo del lugar es mágico. Al llegar, te ofrecen unos “palos” que sirven como bastones naturales para trekking, y si quieres, puedes ir con un guía, aunque no es necesario, pues todo está perfectamente señalizado para llegar al chorro por senderos naturales. Si eres amante de los puentes colgantes, aquí los encontrarás por todos lados; son el nexo de comunicación desde la entrada hasta este fenómeno natural.
El Valle de Antón tiene un clima tropical húmedo con más de 2500 mm de lluvia anual.
El chorro, con una caída de unos 30 metros, está rodeado de leyendas que lo llaman encantado. Los puentes colgantes cruzan la Quebrada Amarilla.
La entrada cuesta $3.50 por persona. Aunque se puede disfrutar del chorro desde un mirador, no está permitido bañarse. El lugar es privado.
El río Guayabo es el principal afluente del río Antón; nace en el cerro Pajita y tiene afluente la Quebrada Amarilla que nace en la ladera norte del Cerro Gaital, en donde se encuentra el Chorro el Macho.
Al salir del mirador del Chorro el Macho, puedes disfrutar del canopy, un paseo por cables sobre la copa de los árboles con vista al bosque, lanzarte sobre el chorro y sentir la adrenalina, o visitar la Represa, una piscina natural para relajarte rodeado de naturaleza.
Ubicado detrás de la Iglesia de San José. La admisión es de $1 por persona.
El arquitecto Julio Jiménez de Alba, amante de esta comunidad, elaboró el plano; el ingeniero Ramón Arias C. dirigió su ejecución; y el constructor Leonidas Rodríguez, junto a un grupo de jóvenes valleros, trabajó con amor y entusiasmo hasta su feliz culminación.
Se colocó la primera piedra el 3 de febrero de 1992 y fue inaugurado el 3 de julio de 1993, con la bendición del Arzobispo de Panamá en ese momento, Monseñor Marcos Gregorio McGrath, siendo madrina la vallera Abrahana Rivera de Valdés.
El museo está distribuido en seis secciones, donde se destacan las exhibiciones de Arte Precolombino, Arte Religioso, Etnografía de los siglos XIX y XX, Artesanía, Arte Pictórico y Geología.
Algunas de las piezas fueron donadas por familias descendientes de los primeros habitantes de El Valle. Según un manual sobre la historia del museo, la cerámica de Panamá está a la par de las mejores del continente americano.
Quien llega a El Valle de Antón y observa su mapa, se da cuenta de que está dentro de un volcán. El museo, fiel a su vocación cultural, busca dar a conocer más sobre el origen de este volcán, conforme a lo que hasta ahora revela la ciencia geológica.
A través de cinco murales, el visitante recorre los capítulos de esta evolución: la Deriva de los Continentes, la Creación del Istmo, la Formación del Volcán El Valle, la Formación y Drenaje del Lago, y finalmente, Fotos Aéreas de El Valle.
Este volcán es hoy un hogar. Desde hace once mil años, personas han vivido, luchado y prosperado aquí. Es un lugar de clima agradable y seguro, ya que no ha tenido erupciones volcánicas en miles de años.
Está abierto al público los domingos, en horario de 10:00 a.m. a 2:00 p.m. Si llega y está cerrado, el Sr. David Rankins, administrador del lugar, quien vive en la casa de enfrente, se acercará para abrirle.
Si va en bus, el pasaje cuesta alrededor de 5 dólares hasta el museo. Debe tomar un autobús de la ruta Panamá–El Valle desde la Terminal de Albrook.
El museo lo podrá ver entre la biblioteca pública y la iglesia de ese mismo lugar, en la vía central. A unos 500 metros después del mercado público.
Una de las cosas que más me llaman la atención al ver las montañas es la neblina que se forma en la cima, me encanta, ver esto crea en mí unas ganas irracionales de llegar y tocarla, de explorar, de enterarme por mi misma qué es lo que hay allá arriba.
Pajita, Gaital y Caracoral visto desde cerro India Dormida
El Cerro Gaital es uno de esos que llaman grandemente la atención. Cuando se llega al Valle de Antón, es posible verlo desde casi cualquier punto. Forma parte de las “Tres Marías”, pues se encuentra en medio de Cerro Pajita y Cerro Caracol. El Gaital es el más grande de los tres e incluso es el más alto del Valle de Antón, ya que tiene 1,185 metros sobre el nivel del mar y 335 hectáreas.
Hace algún tiempo intenté subir por un trillo que se encuentra frente al cerro, cerca del Primer Ciclo de El Valle, pero nunca lo encontré y la visita quedó pendiente. Fue hasta hace poco, con unos amigos y muchas ganas, que logramos llegar a la cima del Gaital.
Para comenzar, hay que llegar al Valle de Antón y luego desplazarse hasta la comunidad de La Mesa. Es posible hacerlo en un vehículo 4×4, tomando un taxi doble cabina o incluso en bus, ya que los de la ruta La Mesa te dejan cerca del inicio del sendero.
Primer ascenso al Gaital: Will, Gaby, Mariel, Karla y Lissy. Año 2010
El camino comienza en la caseta de ANAM, donde generalmente se paga una entrada de 2 dólares (dato de 2010), ya que esta área es un Monumento Natural. Sin embargo, parece que entre semana no siempre hay personal en la caseta.
El Monumento Natural Cerro Gaital (MNCG) fue establecido legalmente mediante el Decreto Ejecutivo N.º 96 del 9 de julio de 2001. Posteriormente, mediante la Resolución AG-0748-2012 del 28 de diciembre de 2012 (Gaceta Oficial 27223 del 8 de febrero de 2013), se modificaron los límites del área protegida, quedando con una superficie de 511.69 hectáreas.
Cabe destacar que el sendero estaba limpio y muy bien acondicionado; incluso nos encontramos con dos personas que, con rastrillos, limpiaban las hojas para mantener el camino despejado.
Apenas comenzamos a caminar, vimos epífitas variadas, bananas rojas, zamias, hongos en las esquinas, heliconias, begonias, mucho musgo, helechos por doquier y muchos letreros de prohibiciones. También escuchamos el canto de distintas aves.
Se dice que en este cerro solía encontrarse la rana dorada y unas 100 especies de orquídeas, incluyendo la flor nacional: la Peristeria elata (Flor del Espíritu Santo).
Hojas circinadas
En el camino hay 3 estaciones antes de llegar al mirador, en donde se puede descansar o aprovechar para merendar, hay bancas, y se disfruta del dosel de los árboles del Bosque muy húmedo premontano y Bosque muy húmedo tropical.
Antes de dirigirnos a nuestro destino, estuve averiguando si era necesario subir con un guía experimentado y si el camino estaba marcado. El sendero está muy bien marcado hasta el mirador que se encuentra tres minutos luego de pasar la estación de las Heliconias y hay un letrero que lo recalca pero, luego inicia un ascenso escabroso que es mejor realizar con guía experimentado y equipo de rescate.
Recomiendo enormemente que si visitas el Monumento Natural Cerro Gaital con niños o adultos mayores, personas con problemas cardiacos o de vértigo, deben quedarse en el mirador pues después de pasarlo, el camino se torna difícil.
Ahí empieza lo bueno. La vista en el mirador es eminente, se ve gran parte del cráter del Valle de Antón, algunas de las montañas que lo rodean, también se ve la finca Toledano.
La brisa soplaba fuerte y nos balanceábamos en la estructura de madera del mirador, mientras buscábamos el camino, pues nos parecía increíble que hasta allí llegara el Gaital.
Montaña arriba se divisaba algo parecido a una varilla, como para una bandera. Se veía lejos, pero no perdimos tiempo y tomamos rumbo hacia ella.
Max, como siempre adelantado, nos llevaba ventaja y lo veíamos luchando por subir un camino rocoso y empinado. Cuando llegamos a ese punto, la neblina ya nos alcanzaba y parecía que iba a llover. Llevábamos una cuerda, pero al parecer la ANAM ha colocado cables para ayudar a las personas que desean llegar a la cima.
Este tramo logró ponerme los pelos de punta. Cuando fue mi turno, no sabía de dónde agarrarme ni dónde poner el pie. Buscaba seguridad, y a mi lado solo veía un precipicio lleno de árboles, y del otro lado, otro precipicio.
En ese momento sentí miedo. La neblina nos alcanzaba y veíamos cómo corría sobre nuestras cabezas. Me aferré con fuerza al cable y subí. Detrás venía Leyda, gritando que siguiéramos, pues quería almorzar en la cima.
Pisamos terreno más seguro y vimos heliconias extrañas, centímetros de musgos, bromelias gigantes, licopodios, flores de labios ardientes, helechos arbóreos, muchas hojas circinadas… y de pronto, un ave motmot posada sobre la rama de un árbol, a nuestra misma altura, mirándonos fijamente sin moverse. Logramos ver una serpiente —al parecer una boa— aunque nunca alcanzamos a ver su cabeza. Fue un momento muy emotivo.
El camino estaba mojado y lleno de lodo negro; tuvimos que deslizarse por debajo de algunos árboles. Gabriela y Karla ya se habían caído en varias partes. La humedad era alta y el olor constante a vegetación en descomposición saturaba nuestro olfato. Vimos la misma forma de la montaña: una línea oblicua a un lado y otra al otro, y nosotros en medio.
Nos agarramos de troncos delgados, algunos con pequeñas e hirientes espinas; otros, al apretarlos, se deshacían en nuestras manos, chorreando agua. En un momento, el sendero terminó y vimos una pared de roca para escalar con un cable negro que, al parecer, sería nuestra ayuda, y así fue en tres o cuatro partes hasta que llegamos a la cima. Literalmente, la subida no es difícil, pero hay que hacerlo con extremo cuidado, pantalones largos, buenas suelas, y es muy necesario llevar agua.
En la cima hay un espacio limpio para sentarse, merendar o disfrutar del paisaje. Se puede ver casi todo el Valle de Antón. Durante nuestra visita, pudimos contemplar el océano Pacífico, el Cerro Pajita justo al frente, Cerro la India Dormida, Punta Chame, Coronado, todo el pueblo del Valle, la galera de Toledano, el Área del Cerro Picacho y mucho más.
También hay una estructura de cemento que, al parecer, funcionó en algún momento como estación VHF. Fue construida alrededor de 1982 por radioaficionados que eligieron el Gaital porque estaban convencidos de que sería un excelente punto para instalar una repetidora de VHF. En esa época, subir el Gaital podía tomar hasta seis horas.
Desde la cima se escuchaban las gallinas de la galera de Toledano, a 1185 msnm, lo cual nos causó gracia. Sacamos nuestro almuerzo y disfrutamos contentos por el ascenso. Algunos se subieron encima de la caseta de VHF y se echaron a dormir un rato. Desde esa altura se veía perfectamente el sendero del Cerro Pajita, y nos quedaron ganas de subirlo.
El Cerro Gaital lo subimos en 2 horas y lo bajamos en 1 hora y 20 minutos, aunque generalmente se tarda unas 3 horas en subir. Recomiendo hacerlo en la mañana, cuando está fresco y es más fácil ver animales.
El descenso fue otra historia: quedamos completamente enlodados. No había manera de evitarlo, y si no nos enlodábamos, corríamos el riesgo de caer de las paredes que bajábamos con ayuda del cable. Las vistas eran preciosas; lo que no vimos en el ascenso para cuidar nuestras espaldas, ahora lo veíamos de frente. La cadena montañosa voraz, la forma del cerro en una “V” entrelazada, repleta de árboles sin un solo espacio vacío.
Al llegar a la caseta de ANAM, caminamos un poco y tomamos un bus desde La Mesa que nos dejó en el centro del Valle. Luego fuimos a quitarnos el lodo en el sendero de la Piedra Pintada y sus chorros.
Recuerda como siempre, 0 basura, lo que llevas a la cima lo traes contigo, no ensucies, Valora.
“Para conocer la naturaleza, hay que empezar por respetarla”. Esta es la bienvenida al Serpentario Maravillas Tropicales.
El sitio funciona como centro de investigación desde hace más de 20 años. Su programa de rescate animal acoge a los ofidios que ya no pueden atender sus propietarios originales y a los que se encuentran desamparados fuera de su hábitat. Es un lugar sorprendente en el cual se puede aprender de manera interactiva con estos interesantes reptiles.
Los animales rescatados participan de los programas educativos, de conservación y de investigación del refugio, que no solo recibe serpientes, sino que también auxilia a otros animales, como cocodrilos, caimanes y perezosos.
Encontrar el lugar es fácil: al entrar al Valle de Antón hay que fijarse a la derecha de la calle y verás el letrero que indica la entrada hacia el serpentario (entrando por la primera estación de gasolina).
El punto rojo es el serpentario
Costo: Al llegar, pasamos por un sendero adecuado con flores y plantas del bosque tropical y vimos la tiendita de cobro, allí pagamos 4$ cada uno. Dejamos que se retirara el grupo que atendían y con ansias esperamos nuestro turno.
Herpetólogo Mario Urriola, propietario del serpentario Maravillas Tropicales.
Al entrar, nos atendió Mario, quien nos contó cómo inició este centro de rescate, exhibición y conservación de especies. Funciona también como refugio para reptiles que han sido abandonados tras ser adoptados como mascotas. Algunas personas llevan sus serpientes al lugar porque crecieron demasiado, y otras las encuentran en sus casas y, en lugar de matarlas, llaman al serpentario para que un experto las capture.
Luego, se realiza una revisión del animal. Si tras las evaluaciones e investigaciones se confirma que no tiene enfermedades, es reubicado en un lugar seguro, tanto para los humanos como para la propia especie.
En este lugar se trabaja de forma voluntaria y con mucho amor por estos fascinantes reptiles, utilizando los recursos disponibles para mantenerlos en buen estado y en un hábitat adecuado.
Pudimos observar especies de gran tamaño, como la Boa constrictor (Boa constrictor), y otras como la Boa arco iris (Epicrates cenchria). También vimos de cerca a la impresionante y venenosa Toboba de pestañas (Bothriechis schlegelii), conocida también como Terciopelo de pestañas o Víbora amarilla.
Tuvimos la oportunidad de ver tanto la coral verdadera como la falsa coral, además de otras especies como la víbora Equis (Bothrops asper), la Patoca (Porthidium lansbergii) y la Mano de Piedra (Atropoides mexicanus).
Víbora de pestañas
Visitante con Congo, la pitón bola domesticada para ser mascota de compañía.
En el serpentario puedes aprender a diferenciar entre una coral verdadera y una falsa, así como a identificar si una serpiente es venenosa o no, observando su color, tamaño, forma de los ojos e incluso sus orificios nasales.
Es importante recalcar que solo con buena actitud y respeto puedes tener la oportunidad de tocar alguno de estos animales, especialmente si muestras verdadero interés en aprender. Sin embargo, no es obligatorio hacerlo si no te sientes cómodo.
El serpentario está abierto de lunes a viernes, de 8:30 a.m. a 4:00 p.m., y los sábados y domingos de 8:30 a.m. a 5:30 p.m.
Hace poco pudimos tomar un curso de manejo de serpientes venenosas y no venenosas, con el Biólogo Mario Urriola, hemos posteado de igual forma las fotos.
Hace unas semanas visitamos el Valle de Antón y descubrimos varios lugares poco conocidos, entre ellos el orquideario APROVACA (Asociación de Productores de Orquídeas de El Valle y Cabuya). Esta asociación sin fines de lucro, fundada el 15 de marzo de 2001, se dedica a conservar especies nativas y proteger orquídeas endémicas en peligro de extinción, contribuyendo así a la conservación de la biodiversidad de la región y de Panamá.
Panamá alberga al menos 1,500 especies de orquídeas, siendo uno de los países con mayor diversidad en el mundo. Sin embargo, la destrucción de bosques tropicales, acelerada por el crecimiento económico, está amenazando su hábitat. En el Valle, algunos habitantes arrancan ilegalmente orquídeas en peligro para venderlas debido a su situación económica, poniendo en riesgo estas especies locales.
Variadas Phalaenopsis
La asociación se sostiene gracias a donaciones de personas y embajadas interesadas en el proyecto.
Al llegar, nos atendieron muy bien y nos mostraron los animales que dañan las orquídeas, maquetas con insectos y muchas mariposas hermosas. Recorrimos las diferentes áreas, que aunque pequeñas, cumplen con lo necesario para satisfacer la curiosidad.
Cuentan con un espacio dedicado a la flor símbolo nacional de Panamá: la flor del Espíritu Santo. Fue la primera vez que la vimos de cerca, una orquídea exótica de color blanco hueso, con una figura parecida a una palomita lista para volar. Fue muy emocionante poder verla e incluso tocarla, ya que, aunque es un símbolo nacional, es raro tenerla tan cerca.
Flor del espíritu santo o Peristeria elata
Es importante destacar que las orquídeas son plantas epífitas, es decir, crecen sobre árboles o ramas usándolos como soporte, pero sin parasitarlos. Aunque crecen de forma independiente, a veces pueden desarrollarse tan apretadamente que dañan la planta anfitriona.
La orquídea es una de las flores más exquisitas y fascinantes del mundo, y muchos países la han adoptado como símbolo nacional, incluyendo Panamá. Se dice que en 1856 fue la primera vez que se cultivó una orquídea.
En APROVACA venden algunas orquídeas horticulturales para la propagación y diseminación al público por precios accesibles. El local está abierto de 9:00 AM a 5:00 PM todos los días incluso los fines de semana y los días festivos. También ofrecen servicio de hostal.
El cerro La India Dormida tiene una altitud aproximada de 860 a 900 m s. n. m.
Iniciamos el ascenso por el sendero de la Piedra Pintada, donde varios niños del área se ofrecieron como guías o para cuidar el auto. Decidimos ir con Dorindo, un niño de unos 10 años que cargaba sacos de mangos. Intentamos ayudarlo, pero el peso (unas 25 libras) nos agotó rápidamente. Nos turnamos hasta que se encontró con un familiar y le entregó la carga.
El camino atraviesa un bosque y pasa junto a chorros como Los Escondidos, Los Enamorados y el Salto del Sapo. Dorindo avanzaba ágil, saltando piedras y trepando árboles, mientras nosotros lo seguíamos con cuidado, ya que algunos tramos eran resbalosos.
Vista desde la cima del cerro India Dormida.
Llegamos a la Piedra del Sapo, donde una señora bajaba con los zapatos en la mano, vestida para trabajar. En lugar de seguir recto, Dorindo tomó un sendero a la izquierda y nos dijo que apenas íbamos a mitad de camino. Al disculparnos por no poder seguir su ritmo, nos contó que vive detrás del cerro y camina ese sendero todos los días para ir y volver del colegio, al igual que la señora que vimos, quien hace ese recorrido diario para llegar al pueblo a trabajar.
Subimos una loma empinada y, tras cinco minutos más, llegamos entre piedras sueltas al cráter del volcán extinto del Valle de Antón. La vista era hermosa y gratificante. Dorindo nos advirtió que al atardecer aparecían duendes y no debíamos demorarnos mucho.
Nos contó una de las versiones de la leyenda de la India Dormida: Piria, hija del cacique y esposa del Sol, protegía el astro y la llama de la vida. El guerrero Montevil se enamoró de ella, pero fue rechazado porque su alma y cuerpo pertenecían al Sol. Obsesionado, dejó de comer y dormir, hasta que logró convertirse en cacique para acercarse a Piria. Aun así, ella lo rechazó. Enfurecido, Montevil mandó matar al padre de Piria y luego intentó violarla.
Ella, desesperada, huyó hasta caer rendida al borde de un acantilado. En ese momento, los rayos del Sol iluminaron su cuerpo y la convirtieron en piedra, formando las montañas. Montevil, al ver esto, se desmayó, y el Sol transformó su lamento en el sonido del agua fluyendo, condenándolo a sufrir eternamente por el amor que no pudo tener.
Existen otras versiones e incluso una novela, ya que esta montaña ha sido la inspiración de poetas y escritores.
Otra versión cuenta que Flor del Aire, hija del cacique Urracá, se enamoró de un soldado español. Yaraví, un fuerte guerrero indígena que la amaba, al ver que ella no le correspondía, se suicidó frente a ella y su pueblo. Arrepentida y dolida, Flor del Aire decide renunciar al español para no traicionar a los suyos. Vagó por las montañas llorando su destino, hasta que murió mirando al cielo. Su silueta quedó inmortalizada en la montaña como símbolo de su verdadero amor.
En otra ocasión decidimos subir la India Dormida por los pies —es decir, por el final— y bajar por la cabellera, pasando por los chorros y la Piedra Pintada.
Comenzamos la caminata desde La Cruz, cerca de Altos de la Estancia. A simple vista, el sendero parecía no estar marcado y era bastante empinado, con alta dificultad debido a los precipicios que encontramos casi de inmediato. Sin embargo, al avanzar y aligerar el paso, notamos que el camino se volvía más uniforme, lo que nos permitió continuar sin mayores problemas.
Nos encontramos en las pantorrillas del cerro y ya estuvimos disfrutando de magnificas vistas del cráter del Valle de Antón. Bajo un sol trepidante seguimos el camino y luego de casi una hora, nos encontramos en la cintura u ombligo de la India Flor de Aire.
Evelin se nos unió esta vez, casi acabadita de llegar del Norte y para ella fue un toque difícil regresar al hiking, pero la emoción, combinados con los lazos fuertes de amistad y el regalo tan grande que la Naturaleza nos entregaba, la hizo llegar sin problemas al final de la jornada.
Evelin y Rey subiendo por las piernas de La India.
En el camino nos encontramos con unos chicos que habían subido por el sector de la comunidad de El Hato, es decir, por la “cintura” de la India Dormida.
Nos desviamos ligeramente del sendero y pasamos muy cerca de una cruz de madera ubicada en lo alto del cerro, en una zona que colinda con las comunidades situadas detrás de la India. Luego enfrentamos una bajada muy empinada, que descendimos con precaución, evaluando la mejor forma de hacerlo. Optamos por el lado derecho, avanzando con mucho cuidado, hasta escalar nuevamente y llegar a la garganta de la India.
Cerca de la Cruz de la comunidad trasera al cerro.
Mariel por las pantorrillas de La India Dormida.
Cráter casi completo del Valle de Antón.
Cascada Los Enamorados.
Divisamos la cabeza y en pocos minutos llegamos. El recorrido desde Altos de la Estancia hasta el Chorro Los Enamorados, en la Piedra Pintada, nos tomó unas tres horas. Finalizamos con un refrescante baño bajo los rayos del sol, como un regalo mágico de la Madre Naturaleza.
El Cerro La India Dormida es uno de esos lugares donde se disfruta tanto el destino como el camino. Su trayecto, lleno de mitos y leyendas, invita a imaginar duendes, elfos o incluso al indio guardián del tesoro de la Piedra Pintada. A lo largo del sendero, sus chorros aparecen estratégicamente, y puedes elegir entre tres rutas según el tiempo y las vistas que prefieras disfrutar.
Tiempo:
Por La Piedra Pintada, en buenas condiciones físicas, puede tomarte una hora y media hacer el ascenso, casi lo mismo de bajada.
Por La Cruz de Alto de La Estancia, toma de tres horas a tres horas y media dependiendo de tus condiciones físicas; deberás tener especial cuidado en los precipicios, importante llevar zapatillas adecuadas, nada de “converse” ni “crocs”.
Una excelente actitud, llevar gorra y tener muchísimo cuidado si empieza a llover, en ese caso, No suba por favor.
Estando en el Valle, decidimos ir a conocer los chorros o cascadas más representativos. Por costumbre, debíamos ir al Chorro de las Mozas, le advertí a mis amigos que el río estaría bastante sucio, a lo que no hicieron caso: la típica necedad de verlo en vivo.
En efecto llegamos y estaba muy sucio a lo que decidimos caminar por su orilla hasta ver los chorros, lastimosamente, muchos de los desechos del Valle de Antón han ido a parar ahí e incluso es utilizado para sacar materiales como arenilla y tierra.
Forma parte de las leyendas del Valle de Antón. Cuentan que aquí tres hermanas se suicidaron al mismo tiempo por el amor que sentían hacia el mismo hombre, amor que era ignorado por él, ya que había sido embrujado por la hechicera más grande del pueblo, y se dice que cada una de las hermanas se convirtió en un chorro, que ahora forman lo que es: El Chorro de las Mozas.
Cómo llegar: Tome la vía que conduce a Cabañas Potosí hasta el final y verás la entrada hacia Las Mozas, en este momento (2015) el lugar ha sido arreglado, limpiado y está bajo la administración de personas encargadas de mantenerlo en buenas condiciones, tiene un costo de admisión de 3$
Al salir no había transporte y decidimos caminar, en eso venía un carro transportador de caballos y se nos ocurrió sacar la mano y el señor conductor paró, subimos y juro que no es nada fácil viajar en ese transporte, los tres nos golpeamos en cada salto hasta llegar a una parada en la que tomamos un bus de ruta que nos dejó en La Piedra Pintada (fue muy divertido)
Subimos el sendero que ya conocíamos, pasamos por el Chorro el Escondido y seguimos el sendero que conduce a la India Dormida, pero al ver el Chorro de los Enamorados, no pudimos contener las ganas de darnos un vigorizante y frío baño.
Chorro “El Escondido”.
Chorro “Los Enamorados” estación seca.
“Los Enamorados” visto desde arriba.
Este sendero es de belleza exuberante. En él se pueden ver más de cuatro pequeños chorros, de los cuales los dos primeros son perfectos para darse un buen baño. Si sigues el camino, puedes subir a La India Dormida o llegar a las comunidades que existen detrás del cerro.
Existe otra cascada, llegando a la Piedra del Sapo, llamada “Cascada del Sapo”. Se le conoce así porque en su parte superior sobresale un petroglifo en forma de sapo o rana. Este petroglifo tiene un área de unos tres metros cuadrados y cubre toda la parte superior de la piedra.
El Chorro de los Enamorados es una caída de agua donde se practica rappel para principiantes. Es un poco profundo, así que hay que tener algo de cuidado. El primero en lanzarse fue Max, como siempre, el más osado. Luego me acerqué; quería sentir el chorro cayendo sobre mi cabeza… ¡masajes naturales nos ofrece la naturaleza!
Salimos del Sendero de la Piedra Pintada y otro señor nos llevó hasta el mercado, donde tomamos un bus El Valle – San Carlos. Ya era tarde y no había buses hacia la ciudad, así que en San Carlos tomamos un taxi “pirata”. Los buses desde El Valle de Antón hacia la ciudad de Panamá salen hasta las 6 de la tarde.
El Valle de Antón es, sin duda, uno de mis lugares favoritos en todo Panamá. Es un rincón que guarda, en un solo espacio, casi todo lo que alimenta mi espíritu. Aquí las montañas se alzan como guardianas silenciosas, los senderos serpentean entre ríos y quebradas, y las cascadas cantan su eterna melodía.
Es un paraíso rebosante de historia y vida: vestigios arqueológicos, una biodiversidad sorprendente, un orquideario que desborda color y fragancia, y, como si fuera poco, un serpentario que despierta la curiosidad por las criaturas más misteriosas de nuestro bosque.
En El Valle de Antón puedes encontrar una amplia variedad de opciones de alojamiento que se adaptan a todos los gustos y presupuestos. Desde acogedoras posadas familiares hasta espacios para acampar bajo las estrellas. También es posible alquilar bicicletas para recorrer sus senderos o, si prefieres un paseo más tradicional, en algunas esquinas aún se pueden encontrar caballos listos para cortos recorridos entre paisajes de ensueño.
Uno de los lugares más emblemáticos del pueblo es el Mercado de Artesanías. Allí, los sentidos se despiertan con los colores y aromas: puestos repletos de productos locales, frutas jugosas, vegetales recién cosechados, plantas verdes y flores en plena floración. Pero lo que realmente cautiva son las artesanías. Estatuillas talladas en piedra de jabón, tejidos que parecen haber atrapado el sol en sus hilos, hamacas que invitan a descansar, pulseras tejidas a mano, mesas rústicas de madera y todo tipo de creaciones en bambú.
La cerámica, con sus vivos colores, enciende la imaginación. Los animalitos de barro parecen cobrar vida entre los estantes, mientras los tradicionales sombreros “pintados”, estatuas y balcones tallados tientan nuestras manos como los dulces lo hacen con los niños.
Puedes incluso conocer a grandes artistas de la pintura, como Soto y Santana, que con una técnica muy avanzada, logran reproducir características particulares de cada animal que pintan, sobre todo las aves, a las que estudian antes de dibujarlas.
La Piedra Pintada, es enorme. Una gran roca que se desprende de un cerro.
Nuestro guía, de unos 10 años y de nombre Víctor, tomó una rama y con ella empezó a explicar el significado de este petroglifo, que nos hizo dar un paseo imaginario por el mapa de la región. Las leyendas locales dicen que los indígenas dormían alrededor de la Gran Piedra para celebrar ritos y que esconde un tesoro vigilado por un ente quien es su guardián. El niño se sabía perfectamente bien la historia y no dudamos de su procedencia. De La Piedra Pintada se puede seguir el sendero homologado y conocer los chorros.
Otro de nuestros temas favoritos, como ustedes, queridos lectores saben, son las montañas o “cerros”, como los conocemos en Panamá. El Valle de Antón al ser un “valle” o cráter gigante de un volcán extinto, naturalmente encontramos una cantidad de cerros de singular orografía que invitan a caminar por sus trochas. El cerro India Dormida, El Cerro Gaital, El Cerro Pajita, Cerro Caracoral, Cerro Cariguana.
Miradores: El mirador antes de bajar hacia el Valle de Antón y El mirador de la Cruz, antes de llegar a Alto de la Estancia.
En el Chorro el Macho tienen el Canopy, se trata de un paseo sostenido por cables deslizándose por la copa de los Árboles logrando una vista del gran bosque, tienen varios circuitos, uno por encima del Chorro El Macho. También posee una piscina temática, a la que llaman La Represa, donde te puedes quedar todo el día si quieres disfrutando de un baño de aguas frías provenientes de la Quebrada Amarilla.
Uno de los sitios más populares del Valle de Antón son Los Pozos Termales. La última vez que los visitamos, la entrada costaba solo $2 e incluía la experiencia de un facial de barro, ideal para relajarse y conectar con la tierra. Es importante llevar vestido de baño para poder disfrutar plenamente de sus aguas minerales. (Actualmente, este sitio se encuentra cerrado, pero vale la pena estar atentos a su reapertura).
Y aún hay más por descubrir. Justo detrás de la iglesia del pueblo se encuentra un pequeño museo con valiosa información sobre la historia geológica y arqueológica del Valle. Este lugar es un tesoro escondido que complementa la experiencia natural con conocimiento y contexto cultural.
Además, ahora el Valle cuenta con un moderno Centro de Visitantes, cuya propuesta recuerda al Biomuseo de la ciudad de Panamá. Allí se narra con detalle la historia geológica de esta región única, y los visitantes pueden disfrutar de un cortodocumental proyectado en una pequeña sala de cine. Es un espacio educativo e inspirador que enriquece aún más la visita a este mágico lugar.
Cómo llegar
Una guía de turismo ecológico en Panamá, dedicada a descubrir ríos, montañas, senderos y aventuras en la naturaleza. Ideal para los amantes del aire libre y la exploración rural.