Archivo de la categoría: Vegetación

Orquideario del Valle de Antón.

Hace unas semanas visitamos el Valle de Antón y descubrimos varios lugares poco conocidos, entre ellos el orquideario APROVACA (Asociación de Productores de Orquídeas de El Valle y Cabuya). Esta asociación sin fines de lucro, fundada el 15 de marzo de 2001, se dedica a conservar especies nativas y proteger orquídeas endémicas en peligro de extinción, contribuyendo así a la conservación de la biodiversidad de la región y de Panamá.

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Panamá alberga al menos 1,500 especies de orquídeas, siendo uno de los países con mayor diversidad en el mundo. Sin embargo, la destrucción de bosques tropicales, acelerada por el crecimiento económico, está amenazando su hábitat. En el Valle, algunos habitantes arrancan ilegalmente orquídeas en peligro para venderlas debido a su situación económica, poniendo en riesgo estas especies locales.

aprovaca orquídea, aniversario

Variadas Phalaenopsis

La asociación se sostiene gracias a donaciones de personas y embajadas interesadas en el proyecto.

Al llegar, nos atendieron muy bien y nos mostraron los animales que dañan las orquídeas, maquetas con insectos y muchas mariposas hermosas. Recorrimos las diferentes áreas, que aunque pequeñas, cumplen con lo necesario para satisfacer la curiosidad.

Cuentan con un espacio dedicado a la flor símbolo nacional de Panamá: la flor del Espíritu Santo. Fue la primera vez que la vimos de cerca, una orquídea exótica de color blanco hueso, con una figura parecida a una palomita lista para volar. Fue muy emocionante poder verla e incluso tocarla, ya que, aunque es un símbolo nacional, es raro tenerla tan cerca.

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Flor del espí­ritu santo o Peristeria elata

Es importante destacar que las orquídeas son plantas epífitas, es decir, crecen sobre árboles o ramas usándolos como soporte, pero sin parasitarlos. Aunque crecen de forma independiente, a veces pueden desarrollarse tan apretadamente que dañan la planta anfitriona.

La orquídea es una de las flores más exquisitas y fascinantes del mundo, y muchos países la han adoptado como símbolo nacional, incluyendo Panamá. Se dice que en 1856 fue la primera vez que se cultivó una orquídea.

En APROVACA venden algunas orquídeas horticulturales para la propagación y diseminación al público por precios accesibles. El local está abierto de 9:00 AM a 5:00 PM todos los días incluso los fines de semana y los días festivos. También ofrecen servicio de hostal.

Lí­dice, Trinidad, El Cruce: Capira

Hace una semana que estando en Chorrera tomándonos el clásico chicheme ( bebida panameña) y nos pusimos a pensar qué lugar cercano visitar. Tomamos el mapa y decidimos un lugar hermoso, muy poco visitado: Capira y sus montañas, el valle de Lídice, el Cerro Trinidad y la nueva carretera que conduce hacia Cacao.
Lídice es solo uno de los poblados que están en las faldas del Cerro Trinidad de 969 metros sobre el nivel del mar, así mismo como el Cruce detrás del cerro.
Entramos justo después de pasar el puente que le sigue a la panadería Cesarín en el corazón de Capira, a orilla de la calle.
Luego de cinco minutos de recorrido en la carretera hacia Lí­dice, ya el paisaje cambiaba. El verde toma su lugar en este lugar, a medida que avanzas se va viendo Cerro Trinidad desde distintas esquinas, el clima cambia a fresco y puro.
Lí­dice es uno de los trece corregimientos del distrito de Capira de Panamá. La comunidad se encuentra en las faldas del Cerro Trinidad, en un Valle de tierras fértiles y llanas, serpenteado por el rí­o Perequeté, tiene una superficie de 44.4 km² y limita con los siguientes corregimientos: al norte con Caimito; al sur con Campana al este con Capira cabecera; al oeste con el Cacao.
Desde principios del siglo XIX estas fueron utilizadas para pastear al ganado entregando en diezmo a la Parroquia de San Isidro. Su nombre original era el “Potrero”, por inquietud de los moradores se ordena el cambio del nombre de Potrero por el de “Lídice”. Este nombre es un homenaje a Lídice comunidad de Checoslovaquia destruida el 4 de junio de 1942 por orden de Adolfo Hitler. La ONU, decretó que en cada país debía haber un pueblo, calle, plaza o edificio que llevara este nombre en memoria de sus habitantes y le toco a Capira. La forma de este cerro es enigmática, casi siempre tapado por las nubes que lo cubren en la cima. Tiene unos picos impresionantes que sobresalen en la cordillera central que a partir de allí reducen la altitud de sus cumbres, para dar paso a las colinas.
Los ríos y quebradas más importantes del valle de Lídice y alrededores son Río Trinidad, Caimito, Caimitillo, Rí­o Bollo, Perequeté, Quebrada Murciélago, Cerro Pelao, Cecilia, Ballestera, Caña Blanca y la Chapa.
Sus comunidades son Caimitillo, Majara, Felipina, el Murciélago, el Coco, las Tablitas, el Bongo, San Isidro, San José, Pueblo Nuevo, Pedregal, Barraza, la Pela Diente, los Duendes, el Creo, Don Bosco y La 31 de octubre, fecha de fundación del corregimiento de Lídice el 31 de octubre de 1943.
Lí­dice es hoy en día uno de los corregimientos más importantes del distrito de Capira. El fértil valle produce distintos rubros como naranja, café, yuca, ñame y otros.
Las vistas desde Lí­dice son hermosas, el clima es fresco, a lo lejos se ve el cerro Trinidad como el rey de la región. En las tardes el sol pasa por detrás de su cima y refleja su sombra en el pueblo.
Luego de pasar Lí­dice, se ve un precioso paisaje, parecido al que se ve desde Campana: punta chame, algunas islas, parte de Capira, Cermeño, entre otros lugares.
Justo cuando pasamos por la comunidad de San Isidro, vimos la nueva carretera que conduce hasta Cacao y otra hasta el Cruce, esta carretera fue echa en el año 2009 y está en perfectas condiciones. Tomamos la calle de la izquierda y seguimos recto, llego un momento en que la calle nos llevaba directo al cerro, estábamos ahí debajo de él, de pronto podíamos ver del otro lado: Cacao, Caimitillo, Aguacate Arriba; seguimos el camino hasta llegar a un lugar que le llaman El Cruce, en donde la carretera se divide hacia Trinidad, Cacao y Aguacate. Allí preguntamos cual era la comunidad que seguía y si el carro pasaba por la carretera, un señor muy amablemente nos dijo que si se podía seguir hasta llegar a la carretera pavimentada de Cacao y desde allá­ salir a la carretera Panamericana.
Hicimos caso y seguimos el camino, cada vez la carretera era más difícil y de piedras sueltas, decidimos arriesgarnos a seguir, hasta que tuvimos la gran sorpresa de encontrarnos con un río sobre el cual habí­a que pasar, así que dimos la vuelta y decidimos regresar, pues ese río es solo para carros con doble tracción, se veía bastante fuerte.
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Hace una semana, estando en Chorrera tomándonos el clásico chicheme (bebida panameña), nos pusimos a pensar qué lugar cercano visitar. Tomamos el mapa y decidimos un lugar hermoso, muy poco visitado: Capira y sus montañas, el valle de Lídice, el Cerro Trinidad y la nueva carretera que conduce hacia Cacao.

Entramos justo después de pasar el puente que le sigue a la panadería Cesarín, en el corazón de Capira, a orilla de la calle.

Lídice es solo uno de los poblados que están en las faldas del Cerro Trinidad, de 969 metros sobre el nivel del mar, así mismo como el Cruce detrás del cerro.

Luego de cinco minutos de recorrido en la carretera hacia Lídice, ya el paisaje cambiaba. El verde toma su lugar en este sitio, y a medida que avanzas se va viendo el Cerro Trinidad desde distintas esquinas; el clima cambia a fresco y puro.

Lídice es uno de los trece corregimientos del distrito de Capira de Panamá. La comunidad se encuentra en las faldas del Cerro Trinidad, en un valle de tierras fértiles y llanas, serpenteado por el río Perequeté. Tiene una superficie de 44.4 km² y limita con los siguientes corregimientos: al norte con Caimito; al sur con Campana; al este con Capira cabecera; al oeste con El Cacao.

Desde principios del siglo XIX estas tierras fueron utilizadas para pastar al ganado, entregando en diezmo a la Parroquia de San Isidro. Su nombre original era “El Potrero”, pero por inquietud de los moradores se ordenó el cambio del nombre por el de “Lídice”. Este nombre es un homenaje a Lídice, comunidad de Checoslovaquia destruida el 4 de junio de 1942 por orden de Adolfo Hitler. La ONU decretó que en cada país debía haber un pueblo, calle, plaza o edificio que llevara este nombre en memoria de sus habitantes, y le tocó a Capira.

Desde una loma antes de mi casa, se puede ver el Cerro Trinidad, así como desde muchos puntos de Arraiján. Cuando uno va en la carretera Arraiján – Chorrera, puedes ir viendo cómo aparece y desaparece entre las curvas. Incluso en el centro de Chorrera, justo cuando uno va en la carretera central, mirando hacia el frente se ve claramente el Cerro Trinidad. La forma de este cerro es enigmática, casi siempre tapado por las nubes que lo cubren en la cima. Tiene unos picos impresionantes que sobresalen en la cordillera central, la cual a partir de allí reduce la altitud de sus cumbres para dar paso a las colinas.

Los ríos y quebradas más importantes del valle de Lídice y alrededores son: río Trinidad, Caimito, Caimitillo, río Bollo, Perequeté, quebrada Murciélago, Cerro Pelao, Cecilia, Ballestera, Caña Blanca y la Chapa.

Sus comunidades son: Caimitillo, Majara, Felipina, El Murciélago, El Coco, Las Tablitas, El Bongo, San Isidro, San José, Pueblo Nuevo, Pedregal, Barraza, La Pela Diente, Los Duendes, El Creo, Don Bosco y La 31 de Octubre, fecha de fundación del corregimiento de Lídice el 31 de octubre de 1943.

Lídice es hoy en día uno de los corregimientos más importantes del distrito de Capira. El fértil valle produce distintos rubros como naranja, café, yuca, ñame y otros.

Las vistas desde Lídice son hermosas, el clima es fresco, y a lo lejos se ve el Cerro Trinidad como el rey de la región. En las tardes, el sol pasa por detrás de su cima y refleja su sombra en el pueblo.

Luego de pasar Lídice, se observa un precioso paisaje, parecido al que se ve desde Campana: Punta Chame, algunas islas, parte de Capira, Cermeño, entre otros lugares.

Justo cuando pasamos por la comunidad de San Isidro, vimos la nueva carretera que conduce hasta Cacao y otra hasta El Cruce. Esta carretera fue construida en el año 2009 y está en perfectas condiciones. Tomamos la calle de la izquierda y seguimos recto. Llegó un momento en que la calle nos llevaba directo al cerro; estábamos allí, debajo de él. De pronto podíamos ver del otro lado: Cacao, Caimitillo, Aguacate Arriba. Seguimos el camino hasta llegar a un lugar que le llaman El Cruce, donde la carretera se divide hacia Trinidad, Cacao y Aguacate. Allí preguntamos cuál era la comunidad que seguía y si el carro podía pasar por la carretera. Un señor muy amablemente nos dijo que sí se podía seguir hasta llegar a la carretera pavimentada de Cacao y desde allí salir a la carretera Panamericana.

Hicimos caso y seguimos el camino; cada vez la carretera era más difícil y de piedras sueltas. Decidimos arriesgarnos a continuar, hasta que tuvimos la gran sorpresa de encontrarnos con un río que había que cruzar. Así que dimos la vuelta y decidimos regresar, pues ese río es solo para carros 4×4; se veía bastante fuerte.

De regreso tuvimos un par de problemas de tracción, pero finalmente logramos continuar. En el camino nos encontramos con el señor que nos había ayudado con las indicaciones. Iba caminando hacia fuera en busca de un transporte que lo llevara hasta Capira con su familia. Le dimos el aventón y, de paso, conseguimos un guía para pronto ir a subir el Cerro Trinidad, que será una nueva exploración de un cerro casi inexplorado, considerado intocable por muchos desde la distancia.

Capira es, sin duda alguna, una perla de Panamá, con sus valles, montañas y ríos que deslumbran a quienes recorren sus caminos. Algunas veces no hay calles pavimentadas, pero siempre vale la pena aventurarse. Siempre más allá, y mientras más lejos llegas, más hermoso se pone.

Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera

Hace poco emprendimos una travesía hacia el Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera (PNGDOTH), un tesoro natural enclavado en las tierras altas de la Cordillera Central, en el distrito de La Pintada, comunidad de El Copé, provincia de Coclé. La entrada al parque se encuentra a pocos minutos después de pasar Penonomé, antes de llegar a El Caño, tomando el desvío por la comunidad de La Candelaria.

Este parque fue creado mediante el Decreto Ejecutivo N.º 18 del 31 de julio de 1986 y forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), con el propósito de resguardar la extraordinaria biodiversidad de la región central panameña. Además, su relevancia histórica es innegable: lleva el nombre del General Omar Torrijos Herrera, ya que en su interior se encuentra el Cerro Marta, donde se estrelló la avioneta en la que perdió la vida el general. Hoy día, este espacio también forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano.

El acceso se da por la carretera que nace en el kilómetro 167 de la Vía Interamericana, a la altura de la comunidad de La Candelaria. Desde allí se recorren aproximadamente 28 kilómetros hasta llegar a El Copé, y luego se continúa hacia el norte en dirección a la comunidad de Barrigón. Desde este punto, parte un camino empedrado de 5 km que asciende hasta el cerro El Calvario, ya dentro del parque. Este tramo final requiere vehículo 4×4 debido a sus condiciones.

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Los buses solo llegan al Chorro las Yayas, enclavado en las faldas del parque. Pero es fácil contactar con los taxis 4×4. Generalmente por un costo aprox de 20$ el viaje.

La temperatura es muy agradable entre 18 y 29 grados.

Cubre una extensión de 25,275 hectáreas y dentro de sus límites se encuentran siete comunidades: El Potroso, Las Peñitas, El Tigre, La Rica, El Guabal, Río Blanco y Caño Sucio. En sus alrededores se encuentran los poblados de El Copé, Barrigón, La Junta, Cerro Hueco, Belencillo, Aguas Blancas, Bateales y Palmarazo.

Protege las cabeceras de los ríos más importantes de la región coclesana: río San Juan, el río Belén y el Concepción en la vertiente caribeña; y el río Grande, el río Marta y el río Nombre de Dios en la vertiente del Pacífico. En su territorio sobresalen los cerros Negro (1408 metros), Peña Blanca (1314 metros), Blanco (1192 metros) y Cerro Marta (1046 metros).

En el año de 1986 la superficie del parque era de seis mil hectáreas, sin embargo, la misma fue ampliada según criterios ecológicos en el año de 1996 a 25,275 hectáreas, con el propósito de incorporar tierras que requerían su conservación y protección.

Por seguridad, dejamos el auto y seguimos a pie.

Al llegar a el Copé vimos una primera entrada hacia el Cerro Marta, seguimos y encontramos otra entrada directo al parque. Fue un recorrido de media hora hasta llegar al Centro de Visitantes. Pasamos por la comunidad de Barrigón, también por la entrada del Chorro las Yayas, incluso pasamos sobre un riachuelo y unos minutos después estábamos en la oficina de control y monitoreo ambiental de Anam, en la cual no había nadie y nos tomamos el beneplácito de seguir, algo un poco extraño pues en este puesto laboran dos guarda parques por turno y es donde debe hacerse el pago de la entrada.

La vista era impresionante, se veía lo recorrido desde la carretera Interamericana, vastas montañas, un paisaje increíble en donde se puede apreciar casi todo el Copé y el Océano Pacífico.

Minutos después nos topamos con el responsable de Anam y nos dio el permiso de seguir, nos explicó de dejar el auto en el centro de visitantes en caso de subir al Cerro el Calvario.

Hicimos lo establecido y empezamos la caminata hacia El Calvario, que bien tiene su nombre pues subíamos y subíamos, nos demoramos aproximadamente 30 minutos hasta llegar a la cima. En el camino pudimos disfrutar de la diversidad de flora del parque. El cerro se encuentra a 912 metros sobre el nivel del mar y es unos de los pocos sitios donde en días claros se pueden observar los dos mares, y efectivamente tuvimos la dicha de ver el Mar Caribe y el Océano Pacífico. Ya que el sol era incandescente y radiante.

Fue impresionante ver la majestuosidad del Cerro Marta, en el cual cayó la avioneta en donde murió el general Omar Torrijos, motivo por el cual el parque lleva su nombre. A lo lejos vislumbramos las comunidades de Coclesito, San Juan de Turbe, Boca de Toabre incluso Coclé del Norte.

En la parte más elevada del parque, se desarrollan bosques pluviales montanos bajos y a medida que se desciende están los bosques pluviales y húmedos premontano, y los muy húmedos tropicales.

Se cree que de las 2 mil 604 especies de plantas y 552 especies de vertebrados terrestres que se encuentran en la provincia, la mayoría tiene presencia en el parque. Existe también una gran diversidad de especies endémicas o propias de estos bosques, unas 60 muestras han sido recolectadas dentro de la zona montañosa. Según los estudios científicos, el área se originó por la alternancia de las actividades volcánicas y sedimentarias que caracterizaron la formación del istmo de Panamá.

Monolena glabra

Se observan exuberantes helechos arbóreos, palmas, enormes árboles como el guayacán y jacaranda, musgos, muchas orquídeas, bromelias, heliconias, anturios, algunas plantas endémicas como la selaginelas, scheffleras, la emblemática Monolena glabra y el árbol copé, nativo del parque.

También posee la planta carnívora (Drossera capillaris) característica de los suelos pobres en nutrientes. Se encuentra la única zamia epifita en el mundo y sus hojas asemejan la de una palma.

Solo en aves se pueden observar aproximadamente 350 especies diferentes, el colibrí­ pico de hoz, por su diseminada presencia, ha sido escogido como ave símbolo del parque. El Ave Sombrilla (Cephalopterus glabricollis) que según la actualización de la Lista Roja de la UICN de Especies Amenazadas, de su estatus de ‘Vulnerable’ pasó a estar ‘En Peligro’; anualmente los observadores de aves se dirigen a este parque en busca de poderse encontrar con esta ave e incluirla en su lista de “lifebirds”.

Bajando del Calvario, toqué una planta con pelos urticantes. Después, llegamos al centro de visitantes, donde pagamos la entrada y disfrutamos de su mirador, patio y senderos.

Recorrimos varios senderos: el de la Rana (2 km), los Helechos (800 m, accesible) y el Cuerpo de Paz (2 h, más exigente).

Cerca del parque hay cascadas como Tife Alto y Bajo, que requieren logística y excelente condición física, pues Tife implica caminar más de 30 km.

Alto Tife
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Personalmente hemos tenido la dicha de ver un jaguarundi detrás de la cabaña, también zarigüeya gris, ardillas enanas (Microsciurus sp).

Nos retiramos del centro de visitantes y fuimos directo al Chorro las Yayas a relajarnos bajo sus frías aguas.

Como leen y ven, el Parque Nacional Omar Torrijos posee todo en un solo lugar, es un sitio excepcional, lleno de vida silvestre, muy bien conservado, y esperando ser visitado.

Playa Tortuguilla, Colón

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En la misma vía hacia el Fuerte San Lorenzo se encuentra Playa Tortuguilla, una hermosa playa de aguas cristalinas y tranquilas, bordeada por manglares y selva del Parque Nacional San Lorenzo. Es ideal para nadar o hacer snorkel por sus arrecifes y rica biodiversidad.

Recomendamos visitarla si deseas explorar la Costa Abajo de Colón. En el camino puedes pasar por las esclusas de Gatún, Sherman y Shelter Bay Marina, un puerto con restaurante, bar, duchas, lavandería, internet y más.

Para ingresar, debes pasar por ANAM y pagar $2 por persona, lo cual incluye el acceso al fuerte y la playa. Justo antes de llegar al fuerte, una flecha amarilla a la derecha señala la entrada. Son unos 10 minutos en carro por calle de tierra (accesible para sedanes), o puedes caminar unos 30 minutos para disfrutar del bosque tropical, los manglares y su fauna.

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Naturaleza y Aventura en Playa Tortuguilla

En el camino hacia Playa Tortuguilla se pueden observar ñeques, aves y gatos solos, y escuchar los potentes aullidos de los monos, que suenan como rugidos de león. Esta zona protegida forma parte del Parque Nacional San Lorenzo, hogar de jaguares, ocelotes, boas, cocodrilos y más de 420 especies de aves y 36 de anfibios.

También hay historia: en la ruta se aprecian antiguas baterías militares utilizadas por EE.UU. durante la Primera Guerra Mundial, como parte del sistema de defensa del Canal de Panamá.

La playa suele estar vacía, sobre todo entre semana. Sus aguas verde azuladas invitan a nadar, hacer snorkel y explorar. Cerca de la orilla a veces se ven peces y medusas, y hay un pozo artificial donde nadan peces de colores. En verano, aves rapaces llegan a posarse en los árboles, haciendo del lugar un paraíso para la observación de fauna.

Conocida localmente como Playa Batata, esta joya ecológica, aunque pequeña, guarda una belleza única con la desembocadura de un río cristalino y una biodiversidad impresionante.

Dentro del Parque Nacional San Lorenzo también se encuentran otras playas como Chivivi y Diablo. Muchas familias disfrutan pescar en las orillas de los manglares.

En Playa Tortuguilla es posible acampar pagando $8 por carpa en ANAM. Dormir rodeado de tres hábitats —manglar, playa y bosque— es una experiencia inolvidable.

Es importante llevar comida, bebidas y todo lo necesario, ya que no hay comercios cerca. No olvides recoger tu basura para proteger a los animales del área.

Compartimos estos lugares para que los disfrutes y los cuides. Así podrán seguir siendo un tesoro natural para futuras generaciones.

El acceso es únicamente en auto, ya que no hay transporte público dentro del parque y no existen comunidades en esta área protegida.

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En nuestra siguiente visita al Parque Nacional San Lorenzo sí tuvimos la suerte de ver monos aulladores, y por aquí les dejamos las fotos. Fue muy emocionante estar a pocos metros de ellos. Acababa de llover y salieron felices, aunque territoriales, a darnos la bienvenida a Tortuguilla.

También, a lo lejos y bajo la lluvia, observamos a una anguila que, desesperada, saltaba tratando de regresar al mar que con fuerza la había arrojado a la orilla.

Reserva Forestal La Yeguada y Cascada El Desvío.

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La Reserva Forestal La Yeguada es un lugar que se queda permanente en la mente de quien lo visita.

Llegar es bastante fácil: una vez en Aguadulce, exactamente 15 minutos después se encuentra la entrada del Jaguito, en el Roble, Coclé. La Yeguada está ubicada en el distrito de Calobre, desde el Jaguito te toma 1 hora y media en carretera, 72.8 kilómetros.

Hay otra opción manejando hacia Santiago y luego entrar por la carretera hacia San Francisco, luego desviarse a Calobre y de ahí a La Yeguada, lo cual toma mucho más tiempo si vienes desde la ciudad de Panamá, pero es muy conveniente si vienes del interior del país. Toma más o menos 1 hora y 20 minutos, con 65.8 km.

También conocida como Chitra-Calobre, es una reserva forestal que protege la cuenca hidrográfica de La Laguna, misma que provee de energía hidráulica a la hidroeléctrica. Es un complejo volcánico masivo localizado en la provincia de Veraguas, en Panamá, justo al norte de la península de Azuero.

Tiene una altura de 1,297 metros sobre el nivel del mar y su última erupción fue hace unos 1,625 años. La cuenca hidrográfica de La Yeguada es de 638 km², ubicada en la Reserva Forestal La Yeguada de 70.9 km². La profundidad promedio de la laguna es de 5.2 metros, siendo la máxima de 6.5 metros. Sus coordenadas geográficas son aproximadamente: 7°40′N, 81°30′W.

Ya íbamos bastante exhaustos de tanto andar en carretera hasta que vimos un letrero que decía “18 kilómetros La Yeguada”. Nos pusimos felices, y de ahí en adelante solo fueron curvas, montañas; a lo lejos divisamos los Picachos de Olá, a otro lado las lejanas montañas de Santa Fe, volcanes viejos que se encuentran en la cordillera norte de Veraguas. Nos detuvimos en un precipicio a tomar fotos y observar la belleza natural de este lugar lleno de magia.

Más adelante, pinos y musgo nos rodeaban, sentíamos que estábamos cerca y, en efecto, vimos la caseta de la ANAM y un patio de pinos precioso donde había varios carros y tiendas de acampar y, al fondo: la laguna de La Yeguada.

Emocionados, empezamos a armar las tiendas. El área es sumamente limpia y plana. Cuenta con una letrina rudimentaria. El lugar está ubicado en un pinar que se plantó hace más de treinta años. Ya no está permitido realizar fogatas.

Descansamos un rato y nos fuimos dispuestos a darnos un chapuzón en la laguna, pero al estar en ella nos dio un poco de miedo y nos dimos un baño en las orillas. Observamos que los lugareños sí nadan hasta una torre en donde descansan cormoranes y que queda bastante lejos de la orilla. Nos sentamos a escuchar el viento y nos sentimos honrados de estar allí.

Cocinamos festivamente de todo un poco. Buscamos leña y de hacer la fogata, que como siempre, le toma 5 minutos. Comimos pan pita con queso, luego hicimos coditos con tulip y hongos. Fue divertida la logística para cocinar casi de noche. Luego bajamos a observar el anochecer. Pinos infinitos, los pájaros incesantes en su canto, águilas excitadas en su bullicio. Inhalé una bocanada del aire purificador, capturé el paisaje y lo encerré en los recuerdos placenteros…

La laguna es el cráter de un volcán primitivo, que algunas personas dicen que sigue activo. Creada en 1967, la reserva forestal forma parte de la cuenca que provee energía hidráulica a la hidroeléctrica de La Yeguada.

Es de tipo estratovolcán, y se desviaron las aguas del río San Juan hacia la quebrada Las Lajas, único afluente de la laguna, para aumentar el volumen de agua utilizable para la generación de energía eléctrica.

Esta Reserva Forestal recoge una de las experiencias más antiguas de reforestación con Pinus caribaea en Centroamérica, la cual se inició a fines de la década de 1960 y ahora cuenta con más de 2,000 hectáreas plantadas. Parte de los pinos fueron sembrados durante el gobierno del general Omar Torrijos. La laguna, que originalmente tenía 1.0 km², aumentó a 1.125 kilómetros cuadrados al culminarse las obras de cierre de un vaso mayor.

La carretera que sube a la laguna ha sido asfaltada y está en excelentes condiciones para todo tipo de autos. Está bajo el control de la ANAM: pagamos $5 por persona, con lo cual se permite acampar, utilizar el baño y acceder a áreas recreativas como la cascada El Desvío.

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Al día siguiente, luego de un delicioso desayuno, subimos a la cascada, de unos 35 metros de espectacular caída, y la contemplamos embelesados hasta que superamos el frío y nos pudimos meter. Escalamos y nos sentamos en su caída a darnos masajes naturales.

Después de ese vigorizante baño, nos fuimos a La Represa, de donde cae el agua que se desvió hacia la cascada. La Represa es un río embalsado pero limpio, con una profundidad perfecta para los adultos y con el agua cristalina.

Veraguas tiene hermosos lugares, llenos de naturaleza virgen dispuesta a ser explorada; montañas de verdes intensos esperando ser coronadas.

Un poquito más lejos y bien planificado no cuesta mucho: acampar es lo mejor. Convivir con la naturaleza siempre es una experiencia formidable.

¡Que les vaya excelente en su visita!

Mapa de cómo llegar

Emberá Drua, Parque Nacional Chagres

Esta vez fuimos a un lugar inimaginable, tuvimos la dicha de por primera vez, pasar sobre las aguas del río Chagres, el más grande afluente de la República de Panamá.

Entramos por la Cabima, que esta situado en la carretera hacia las Cumbres, nos detuvimos en el Restaurante Pio Pio de la Cabima y preguntamos por donde llegar a Puerto Corotú.

Tomamos la carretera justo a mano izquierda de frente a dicho restaurante  y fuimos preguntando hasta llegar a la monstruosa fábrica de Cemento Bayano, verdaderamente desagradable y de ahí seguimos hasta ver las señalizaciones de Parque Nacional Chagres y Puerto Corotú.

Llegamos al gigante árbol de Corotú, característico de que estábamos en el puerto del Lago Madden conocido mejor como Lago Alajuela.

Una vez allí preguntamos por Iván, con el cual había hablado solo por teléfono móvil y lo imaginaba como guía turístico de alguna empresa o parecido, cuando él salio a nuestro encuentro iba ataviado solo por un taparrabo y una falda de chaquiras. Nos puso en contacto con Miromel, un indígena Emberá que no hablaba nada de español.

De repente apareció un señor en 4weel con uniforme de la ANAM a cobrarnos la entrada al Parque Nacional Chagres y a reprendernos por no haber parado la garita, nada visible. El costo por entrar a este Parque Nacional es increíblemente de 5 dólares por persona panameña (luego supimos que eran 3$).

Entre señas y gestos Miromel nos indico que nos subiéramos a la piragua, un medio de transporte tradicional de los indígenas para llegar a sus hogares, de unos 6 metros de largo por menos de un metro de ancho. Miromel nos preguntó qué queríamos hacer primero y cual era nuestro itinerario.

Nos cuentan que en los años 70 el señor Emiliano Caisamo salio del Darién con su familia hacia la ciudad de Panamá, para buscar progreso en cuanto al recurso económico ya que su producción agrícola y ventas era pésimo. Las condiciones de pago y por otro lado los colombianos contrabandistas clandestinos eran un peligro para sus hijas y esposas y hasta para sus propias vidas.

Es por esta situación que llegan a Panamá en la década de los 70 y luego con el pasar de los años funda la comunidad Embera Drúa acompañado por sus hijos y bisnietos que fueron su tercera generación. En ese entonces el trabajo agrícola no estaba limitado, ni el uso de la tierra, pero posteriormente el 2 de octubre de 1984, se crea el Parque Nacional Chagres y se limita la agricultura y el uso de la tierra ya no daba para el comercio solo para la subsistencia, así que Emiliano Caisamo decide empezar con la artesanía.

AMPYME, la Autoridad de Panamá para micro, pequeñas y medianas empresas, les está dando la formación en estas áreas y los está ayudando a registrarse legalmente en el proyecto de turismo, lo que demuestra que son una comunidad muy organizada de la cual están muy orgullosos.

Lo que ofrecen es turismo ecológico y cultural. La parte cultural es que los visitantes descubren e interactúan con los indígenas, la parte ecológica, significa aprender  acerca de la selva, y todo ello sucede de manera de bajo impacto para el entorno natural y sus formas de vida. Los visitantes van para experimentar la naturaleza, pero no se pueden tomar las plantas o los animales.

Miromel metía una larga vara dentro del agua para verificar la profundidad y Mario, que manejaba la máquina, la movía de un lado para el otro  y no arrastrarla. En un momento la cosa se puso extrema, tuvimos que dejar todo dentro de la piragua y ayudar a moverlo entre los rápidos que nos atacaban por un lado. Un momento verdaderamente extremo.

Decidimos ir primero al chorro y UFF! vaya experiencia, después de caminar un poco por la selva llegamos a la preciosura de lugar, sacado de una película de hadas.  Max y su mamá estaban muy emocionados, al igual que Karla en la que se veían los ojos de felicidad, Andrés con ganas de meterse al agua y Leo y yo tomando fotos como locos para dejar la cámara y tirarnos al agua!

A lo largo de la orilla del río Chagres, se pueden ver cocodrilos, caimanes, nutria de río, aves como loros, guacamayas, tucanes, martín pescador, entre muchos más.

Nos bañamos en las aguas del Chagres bajo ese esplendoroso chorro, todo fue un contento, me caí y casi me parto un dedo, pero no importó, Max también se dio algún golpe que no pasó a más, andábamos tan emocionados que no veíamos donde poníamos los pies. Después de casi una hora y cuando ya se acercaban algunos extranjeros, Miromel nos dijo que sería mejor retirarnos. Llenos de felicidad y regocijo, emprendimos la marcha a seguir por lo que nos esperaba pues no íbamos ni por la mitad.

Nos recibieron con bailes en la comunidad. Tomamos asiento en algunos bancos y esperamos por más. Iván nos empezó a explicar todo acerca de sus costumbres y tradiciones, historia, modo de vida, nos dijo hasta cómo hacían sus vestiduras y algo muy curioso fue ver el “brassier” de la joven indígena del que colgaban monedas de 5 y 25 centavos panameños y relucían contra los rayos del sol. El rey de la comunidad se le llama “Noko”, y el curandero Elías. El Noko es quien da permiso para todo, hasta para las fiestas y tomar bebidas alcohólicas.

Es importante destacar que tienes que llevar tu propia agua, ya que el agua usada en la comunidad no es filtrada. También es importante llevar billetes de denominaciones bajas como 1 dólar o 5 dólares ya que hay dificultades con grandes cuentas.

Una joven se acerco con un plato de pescado el cual estaba delicioso y fresco, acabado de sacar del Chagres, con plátanos fritos en su punto.

Después de eso nos fuimos con el botánico y los extranjeros subiendo una loma, vimos un mono araña en alguna de las casas, pasamos por los puestos donde venden las artesanías con precios geniales para tan magnificas obras.

Llegamos al sendero y ahí el señor nos explicó una a una las plantas que tenía y sus funciones. Nos dió a probar algo así como una rama de un arbusto y al instante, la boca nos picaba, era una sensación extraña como si la lengua estuviese dormida.

Dice él que tiene la cura del cáncer y muchas otras enfermedades, no vende ninguna planta, la única manera de que te cure es prácticamente yendo a vivir algún tiempo allá.

El Tour incluye: – transporte en piragua ida y vuelta aproximadamente 40 minutos de ida y 35 minutos de regreso, – Visita a la Cascada del Indio en la que te puedes quedar el tiempo que plazcas, – Bienvenida de los Emberá Drúa con cantos y bailes y su Rey al frente, – Charla informativa de todas las actividades diarias de los Emberá y su etnografía por categorías- Un delicioso plato de pescado frito (tilapia) con plátanos, – Bailes tradicionales por las mujeres del pueblo, – Bailes tradicionales interactivos para el público, – Visita al jardín botánico en donde se explica cada una de las plantas curativas y sus funciones, – Puedes bañarte de nuevo en el río de aguas cristalinas, – Te llevan a ver caimanes, aves, iguanas en plenas funciones. Entre muchas otras cosas más ofrecen tatuajes de jagua, el cual hasta el día de hoy aún tengo, duran aproximadamente 1 semana y son muy característicos de estos indígenas, se dice que esta pintura limpia la piel, ya que es de origen vegetal y es sacada de un árbol llamado Jagua (Genipa americana).

También se puede pasar la noche para vivir una experiencia más amena y despertar con los sonidos de la selva. Ofrecen tours de Avistamiento de aves, fotografía extrema, pescar, kayak, y hasta hacer trekking.

Algunos hablan español, otros solo la lengua Emberá y están aprendiendo el español, cabe destacar que también tienen su escuela en la cual da clases una maestra proporcionada por el Ministerio de Educación.

Queda la memoria de una experiencia única dentro de un lugar increíble en donde la naturaleza perdura, en donde la etnografía es respetada, en donde la vida te la da la Naturaleza y nada más.

Un paraíso en Panamá.

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La Toza, Natá

Guayavital, parte de Rí­o Chico

Los senderos de Panamá son hermosos. El sol que nos ilumina es distinto; dan ganas de salir siempre y sentir el olor característico del campo, lleno de personas que sí saben tratar bien. Cada vez que me siento a escribir, veo antes las fotografías que tomé y me digo: ¡Wow! Yo estuve ahí. Mi país es divino, ¡no tengo que ir a ningún lado más! Aquí hay de todo lo que uno puede disfrutar realmente: aguas deliciosas con temperaturas perfectas, caídas de agua hermosas, playas con colores tornasolados, montañas de formas increíbles, cielo y tierra combinados en un solo paisaje. Hasta los lugares más áridos son bellos y tienen algo que aportar a nuestros ojos.

La semana pasada estuvimos en La Toza, una comunidad del distrito de Natá de los Caballeros, en Coclé. Nuestro propósito aquel día era llegar hasta el Chorro de los Duendes, al cual solo se puede acceder en un vehículo 4×4, y eso era justo lo que nos faltaba, así que decidimos quedarnos en La Toza.

Fanshi, nuestro amigo de Natá, nos llevó a conocer a su familia, que nos recibió con gran alegría y nos ofreció varias opciones de lugares para visitar cerca de allí. Escogimos un sitio bastante cercano a la casa de la abuela, un lugar tan poco conocido que le llaman “el río de la abuela”… que es, en realidad, una parte del río Chico, uno de los principales afluentes de Natá.

Entramos por la calle que conduce a las Huacas del Quije y nos desviamos en la entrada de La Toza. A partir de ahí, el asfalto terminó y comenzó una vía empedrada. Disfrutamos de hermosas vistas; al frente se alzaban los Picachos de Olá, que resguardan maravillosos senderos. La Toza es limítrofe entre Coclé y Veraguas, y es una zona bastante árida, donde en verano el sol golpea con fuerza. A nuestro lado pasaban bueyes tirando carretas en las que viajaban niños muy cómodamente sentados. Los Picachos de Olá se veían cada vez más cerca, con sus picos perfectos y su verde uniforme.

Al llegar a la casa de la abuela, nos emocionamos: cocinaban un chicheme que se veía delicioso, y mis amigos terminaron descansando en hamacas. Fanshi se adelantó a casa de un tío y lo seguimos. Tras pasar un cañaveral, llegamos a un bajo donde tenían un trapiche. Un niño ayudaba a su abuelo, quien le enseñaba cómo introducir la caña en la máquina. Fanshi nos regaló raspadura recién hecha.

Desde la casa nos encaminamos al río, a unos 20 minutos bajo un sol ardiente. Cruzamos alambres de púas varias veces hasta que por fin lo vimos. Había pequeñas caídas de agua, y una olla profunda que nos transmitió cierto respeto. Fanshi nos propuso quedarnos o seguir hasta una poza ideal para nadar.

Avanzamos un poco más y encontramos un lugar impresionante, como sacado de la película The Beach, pero en versión río. Una pared de piedra caliza enmarcaba una poza de aguas oscuras y profundas, con zonas aptas para nadar.

Mantis religiosa

Instalamos todo: estufa, música y buen ánimo. El agua fría estaba llena de vida: sardinas que incluso mordían, camarones, libélulas, lagartijas y aves cantando. De pronto, ¡PUM!, Fanshi se lanzó al agua y salió riendo. Luego fue Max, que tras dudar, también se tiró. Salió sonriente, aunque con un golpe en la pierna que lo dejó quieto un buen rato.

Instalamos la estufa en un punto privilegiado: el río pasaba a ambos lados y nosotros justo en medio. ¡Un verdadero placer! Nos turnamos para cocinar: milanesas con tortillas, chicken tenders y el infaltable ceviche de Leo, que fue el deleite del almuerzo.

Mientras comíamos, Fanshi nos contaba leyendas del lugar. La tarde fue cayendo, el sol se despidió lentamente y el ambiente se llenó de calma.

Nos retiramos con los sentidos llenos y regresamos a casa de la abuela, donde nos esperaba un delicioso chicheme hecho en fogón. De camino, no resistimos tomar más fotos de los imponentes Picachos de Olá, que nos siguen llamando. ¡Prometemos visitarlos pronto!

Isla Iguana, Pení­nsula de Azuero

Estuvimos en Lajaminas, un pueblo pintoresco, de esos que caracterizan a Los Santos, una provincia tan típica de nuestro país. Fueron unas cuatro horas y media de viaje —entre paradas— y llegamos de madrugada. El camino era fantasmagórico, rodeado de potreros y sin un solo poste de luz.

Ya instalados en la casa, pude sentir ese calor de hogar santeño.
La casa de Vladimir es preciosa, decorada con esmero por su mamá. Bellos adornos engalanaban el patio, junto a pequeñas flores, y qué decir del interior: mosaicos de arcilla que le daban vistosidad, y hasta un mueble con un techito hecho de tejas (¡qué vidajena soy!).

Después de acomodarnos, nos sentamos a conversar un rato. Mientras hablábamos, escuché el bramar lejano de alguna vaca en la oscuridad.

A la mañana siguiente, desayunamos y salimos a recorrer los alrededores con la señora Oderay, la mamá de Vladimir. Muy amable, nos llevó a conocer su rancho Río Viejo, ubicado en la parte alta de un terreno desde el cual se apreciaba una vista panorámica de Lajaminas. Corría una brisa riquísima… ¡cómo extraño la hamaca!

En el rancho había unos graciosos cerdos y tres vacas que eran como mascotas: Doris, Argentina y Barbie. Fuimos a verlas de cerca. Eran inofensivas, pero Doris era tan grande y gorda que no nos atrevimos a tocarla.

De regreso a la casa fuimos a tumbar naranjas. Recogimos tantas que en cada comida preparábamos refresco natural.
Después de eso, tomamos rumbo a Isla Iguana. ¡Por fin! Qué ansiosa estaba.

Nos llevó Bolocho, un amable señor amigo de la familia, que también trabaja en Isla Iguana con la ANAM. ¡Qué dicha! El costo del viaje fue de 60 dólares, que es más o menos lo usual, a menos que se quiera regatear.

Ya en la lancha, todo fue un suspiro. A solo siete kilómetros de la costa, en unos 20 minutos, ya estábamos del otro lado: Isla Iguana. En un parpadeo, Vladimir se tiró al agua —¡aún no habíamos encallado!—, pero el agua era tan verde turquesa, tan invitante… El fondo se veía clarito, sin dificultad.
En el cielo azul revoloteaban las famosas tijeretas y fragatas que habitan la isla. Son, sin duda, las dueñas del lugar.

Hace un par de años se instaló un centro de visitantes a cargo de la ANAM en El Crial, la playa más grande, que mira hacia la costa. El centro cuenta con un guarda parques y tiene como objetivo controlar el flujo de turistas, buzos y campistas que llegan a disfrutar del área protegida. La entrada cuesta B/.4.00 por persona, y se paga directamente en el centro.

Bolocho me contó que, con algo de suerte, es posible ver ballenas jorobadas, cachalotes, delfines, e incluso tiburón ballena, orcas y yubartas. Estos animales emigran desde las frías aguas del Polo Norte y Sur hacia los cálidos mares tropicales para aparearse, y su espectáculo marino puede apreciarse cada año desde la isla.
Rogué por ver alguno… pero creo que con la emoción me hubiese muerto si lo lograba.

Entre septiembre y diciembre también anidan tortugas, y aunque las iguanas verdes y negras que habitan la isla son bastante tímidas y difíciles de ver, los merachos sí se dejaron ver sin miedo, ¡esos no le temen a nada!

Exageraría si dijera que vimos un millón de cangrejos ermitaños, mangotes, kikirikakiris, el fantasma y los concholí, pero lo cierto es que ¡parecían millones! Había que mirar bien la arena para no pisar alguno. Había de todos los tamaños y colores.

La isla está completamente deshabitada, y es un área protegida. Allí se encuentra el arrecife de coral más grande del Golfo de Panamá, con unas 16 hectáreas. Hay multas por pisar los corales o intentar llevártelos. Tampoco está permitido alimentar a los animales, y se debe tener especial cuidado con no dejar basura: hay que llevarla de vuelta a tierra firme.
Incluso los yates tienen reglas específicas: no pueden encallar cerca de la playa ni mucho menos sobre los corales.

Había leído que el mar en verano se pone bravo, pero tuvimos suerte: Playa El Crial estaba serena. En la orilla vimos pasar cuatro peces grandes y grises, tan cerca que parecía que nos vigilaban. Isla Iguana alberga 11 especies de coral con unos 4,800 años y más de 500 especies de peces.

Leo infló una cama inflable para una sesión de fotos con Becerro, mientras Livia y Vlad se ofrecieron a guiarnos por los senderos. Nos lavamos los pies en una vieja llave de agua y empezamos la caminata hacia el Faro.

Por el camino, vimos merachos y escuchamos con atención a ver si aparecía algo más, pero quien dominaba eran los cangrejos: cientos salían a nuestro paso con sus crujidos inesperados. Los árboles tenían raíces extrañas, como restos de un antiguo manglar. Pasamos también por un cráter, herencia de los bombardeos de práctica de los años 40, cuando los estadounidenses usaron la isla como campo de tiro. Un contraste inquietante en medio de tanta belleza natural.

En Isla Iguana aún quedan cráteres visibles de bombas lanzadas por militares estadounidenses en los años 40. Algunas nunca explotaron, y hace pocos años detonaron dos de las más grandes de forma controlada. En el centro de visitantes de ANAM hay un mapa interactivo que muestra claramente estos vestigios.

La Playa del Faro nos sorprendió: más hermosa e imponente que Playa Crial. Estrecha, con un mar bravo, rocas negras, cactus misteriosos y aves sobrevolando el cielo. Nos sentamos en una piedra cubierta de babosas marinas, curiosas y lentas, que parecían saludarnos con sus antenas.

En el camino de regreso vimos árboles de naranjilla, guácimo, marañón curazao, ciruela, guayaba, coco y más. En la zona costera de Isla Iguana hay más de 400 hectáreas de manglar, dominadas por mangle rojo, blanco, negro y salado.

Desde el centro de visitantes disfrutamos una vista increíble y conversamos con un guarda parque, quien nos contó que recientemente vieron un cachalote y una iguana negra. Isla Iguana fue declarada Refugio de Vida Silvestre en 1980 gracias a la comunidad de Pedasí y la organización CIPA-Panamá, que evitaron su privatización. Hoy forma parte del Refugio Pablo Arturo Barrios, donde se permite la pesca artesanal, pero se prohíbe la pesca de arrastre.

Al salir del centro de visitantes tomamos el Sendero de Anidación, rodeado de palmeras. En un punto el olor a excremento era fuerte: las fragatas anidaban allí. Hacían un sonido gutural y los machos, con su globo rojo inflado bajo el pico, mostraban señales de apareamiento. Fue increíble verlas tan de cerca.

Ya en alta mar, Bolocho dio la orden de lanzar las cañas. A los pocos minutos, Vlad casi pesca un atún, pero se escapó. Más adelante, Leo atrapó uno de unas 4 libras y lo celebramos como un gol. Luego, sentí un tirón fuerte en el nylon que casi me corta los dedos: ¡otro atún! Leo lo sacó también. Pescamos dos y nos sentíamos campeones. Bolocho solo se reía de nuestra emoción.

El sol se despedía con sus últimos destellos, redondo y anaranjado. Regresamos felices, con pescado fresco y una experiencia que sin duda quiero repetir. Isla Iguana es un paraíso accesible que muchos panameños aún no conocen. ¡Anímate a ir!


Información útil:

  • Puedes ir y volver el mismo día, pero si decides quedarte, hay un refugio junto al centro de visitantes o puedes acampar en la arena.
  • Se permiten fogatas, solo con leña de playa. No cortes ramas ni árboles, aunque estén secos.
  • Hay un pozo detrás de la casa del guardaparque, pero el agua no es potable. Lleva tu propia agua y comida. En Pedasí puedes conseguir todo, incluso repelente.

¿Cómo llegar?

  • En avión: Desde Ciudad de Panamá a Chitré (35 min).
  • En auto: 4 horas por la Panamericana hasta Chitré, luego 1 hora más a Pedasí pasando por Las Tablas.
  • Desde Pedasí, ve a Playa El Arenal y toma una lancha (20 min) hasta Isla Iguana.

Pedasí es el punto más cercano con hospedajes, restaurantes y alquiler de botes. También puedes quedarte en Las Tablas y moverte desde allí.

Salto del Harino en Las Lajas de Chame

Escondido en la comunidad de Las Lajas de Chame se encuentra un chorro que es casi conocido solo por los lugareños. En épocas de invierno suele estar un poco sucio pero ya en el verano cambia un poco la tonalidad del agua.

Tiene un salto increíble de unos 12 metros de altura desde el cual los jovencitos hacen mortales clavados con tal destreza que te logran poner los pelos de punta.

El rí­o el Harino tiene la particularidad de que sus rocas son lajas que van formando escaleras naturales que son utilizadas para bajar a la parte cóncava donde la gente se baña.

Ciertamente no es recomendable para personas de la tercera edad y hay que tener mucho cuidado al bajar pues hay partes en las que prácticamente hay que escalar, de manera tal que tampoco es fácil llevar coolers o cosas pesadas.

Es conocido por ser el chorro al que llegó el cantante Justin Bieber, cosa que nadie esperaba que sucediera en ese momento.

El chorro esta situado en la comunidad de las Lajas de Chame, justamente antes de llegar a el Rey de Coronado, a la mano derecha hay una calle al lado de un mini súper, se entra por ahí y unos 10 minutos más adelante a mano derecha la Escuela Las Lajas, después a la izquierda verá una gallera abandonada y una callecita de piedras al lado, se entra por ahí y siga hasta llegar al patio de una casa.

Recomendación: NUNCA dejar el auto a la deriva, hable con los vecinos del área y pague por el servicio de parking.

Las Misteriosas Lagunas de Volcán

Entre cuentos y leyendas, siempre me llamaron la atención las famosas lagunas. Había escuchado que eran hermosas, pero también misteriosas.

Las Lagunas están ubicadas en el corregimiento de Volcán, distrito de Bugaba, provincia de Chiriquí, aproximadamente a 45 km al noroeste de la ciudad de David y a 2 km al suroeste del poblado de Volcán. La temperatura media anual en la zona es de 14 °C. Estas dos lagunas se encuentran a una altitud de aproximadamente 1,200 metros sobre el nivel del mar.

Cuando llegamos, nos esperaba un trayecto algo largo, por lo que es recomendable ir en un vehículo 4×4. Al llegar a la entrada, todo estaba inundado debido a que había llovido durante tres días. Aun así, seguimos nuestro camino; el sol radiante nos permitía apreciar lo hermoso que es el pueblo.

Las lagunas de Volcán se encuentra dentro de una zona de antiguas calderas volcánicas que se caracterizan por: los basaltos-andesitas, cenizas, tobas aglomeradas y lavas. Dale clic al mapa

Consideradas como un área natural de gran importancia, tanto por su biodiversidad como por el hecho de que las mismas constituyen el único humedal pantanoso que existe en las tierras altas de Panamá, y el quinto de este tipo en toda la región centroamericana.

Entre las especies de mamíferos que se pueden encontrar en la zona están el venado corzo, el conejo pintado y los ñeques. También se pueden observar zarigüeyas, armadillos, ardillas rojas, conejos muletos, entre otros.

Pero nuestro recorrido no terminaba allí. Luego de quince minutos de caminata, finalmente llegamos a la conocida “Laguna Grande”.

La zona, denominada Humedal Lagunas de Volcán, incluye los bosques adyacentes y abarca una extensión total de 1.43 kilómetros cuadrados.

La Laguna Menor tiene una superficie de 135,258 metros cuadrados (13.52 hectáreas) y una profundidad máxima de 3.5 metros; mientras que la Laguna Mayor cubre 173,435 metros cuadrados (17.34 hectáreas) y alcanza una profundidad máxima de 9.6 metros.

Hay quienes afirman que este lugar no es más que el cráter abandonado de un antiguo volcán que alguna vez existió.

El sitio es ideal para visitar y contemplar la naturaleza, gracias a la gran variedad de aves propias de las tierras altas chiricanas. Durante el trayecto, se puede disfrutar de la belleza del bosque primario que rodea la zona, así como de la agradable brisa y la temperatura fresca del lugar.

Además, es una excelente zona para la pesca, ya que en sus aguas habita la tilapia, especie introducida por militares panameños en la década de 1980.

Luego de una tarde maravillosa en la laguna, puedo afirmar que es un lugar sumamente relajante, donde basta con dejarse llevar por el entorno: lo que ves, lo que sientes. Es un destino perfecto para disfrutar en pareja, con familia o amigos.

Es fundamental aprender a valorar la gran riqueza natural que representan las Lagunas de Volcán y sus bosques circundantes. Del mismo modo, debemos preocuparnos por su conservación, ya que lamentablemente se evidencia cierto grado de contaminación, producto del comportamiento irresponsable de algunos visitantes.