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Caminando por Aguacate Arriba, Capira

A veces las ganas de ver verde me invaden tanto que tengo por necesidad buscarlo. Aunque viva en un lugar donde hay muchos árboles, para mí la necesidad de recorrer Panamá se escapa de mi cuerpo, va más allá de mi corazón y se aferra a mi alma. Si no lo hago, puedo deprimirme, lo he comprobado.

Hace poco nos atrevimos a buscar el trillo que conduce a la cima del cerro Trinidad de Capira, uno de los más altos del área y que forma parte del Parque Nacional Altos de Campana. Era carnavales, y para dicha nuestra no tuvimos problemas con el transporte. Nos fuimos en bus colectivo sin ningún problema.

Tomamos un bus Panamá-Capira (Lídice). Preguntamos al conductor dónde tomar las “chivas” (buses) de Trinidad y él amablemente nos dijo que en un Mini Súper desde el cual salen todas las chivas que van hacia esos pueblos.

Al llegar a la parada nos encontramos con un sinfín de muchachos que también esperaban chivas para dirigirse a distintos puntos a pasar sus carnavales como retiro espiritual con sus iglesias.

Luego de esperar algún tiempo llegó una chiva de “El Chileno”, un pueblo que queda más allá de nuestro destino y por ende pasaba por Trinidad. Nos subimos en la chiva, que en realidad viene siendo un antiguo auto de la Cruz Roja y que ahora cumple con la función de transporte.

Íbamos apretados y contentos, algunos hasta se colgaban atrás de la chiva. Tras pasar por varias lomas con un lindo paisaje, llegamos a nuestro destino: un teléfono público.

El conductor nos dijo que el señor de la casa al lado conocía el trillo del cerro. Fuimos a preguntarle, pero nos dio indicaciones confusas sobre varias entradas y no entendimos bien. En otra casa, un hombre que limpiaba herraduras nos indicó un camino poco marcado por donde la gente se metía.

Desorientados, entramos por ese camino lleno de monte, plataneras, helechos y lajas gigantescas. El sendero desapareció y tuvimos que improvisar.

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Mi compañero tomó una rama gruesa y abrió un camino que nos llevó a una laja alta para subir. Él se quitó las zapatillas y subió. Mientras yo esperaba, sentí un picor fuerte; unas hormigas rojas y grandes me cubrían la pierna. Me quité rápido las zapatillas y corrí a un lado, sintiendo que las hormigas me buscaban.

Le tiré mis zapatillas y mochila y empecé a subir. Llegamos a otra roca y luego a una laja aún más alta. Subió con mucho cuidado, casi sin lugares donde apoyar el pie, pero lo logró. Me dijo que el camino se complicaría, con más lajas difíciles.

Intenté subir varias veces, pero no pude; necesitaba una cuerda, era imposible para mí. Finalmente, llegamos a una tubería y decidimos regresar a la carretera para preguntar por otro sendero, porque pensamos que ese camino no era el correcto.

Un señor que limpiaba su patio nos ofreció llevarnos a la cima por 25 dólares cada uno. Nos dijo que tomaría 4 horas y que necesitaríamos cuerdas, porque subir por bejucos, como intentamos, era peligroso. También mencionó un chorro refrescante en Aguacate Arriba, cerca de donde estábamos.

Tomamos una chiva hasta el Cruce y caminamos preguntando por el chorro, pero nadie sabía nada; solo nos dijeron que “por allá abajo está el río”.

El sol estaba muy fuerte; sentía los rayos traspasar mi gorra. Vi un kiosco y corrí por un refresco, pero no había luz. Me dijeron que vendían cerveza bajo un toldo. Caminamos un poco más y ahí estaba la cerveza, que en ese calor se volvió mi mejor refresco.

Una chiva subía montaña arriba, corrimos con la cerveza para subir. Le dije a la gente del toldo que les pagaría al regresar. No sabíamos a dónde íbamos ni dónde bajarnos, ni el niño pasajero sabía el destino. Le golpeé el techo y la chiva paró. Me bajé y pregunté dónde quedaba Aguacate; el conductor me miró y me dijo: “Súbase adelante”.

Me subí y le dije que quería ir al chorro. Respondió que estaba lejos y en mal estado, pero conocía a alguien que nos podía guiar. Después de un rato, se detuvo y llamó a un señor que descansaba en una hamaca para que nos acompañara. El conductor, muy amable, no nos cobró nada.

Bajamos y saludamos al señor, de unos 55 años, rostro cordial, quien nos pidió que lo siguiéramos. Entró a su casa, buscó un machete y comenzamos la marcha. Pasamos por un campo improvisado de fútbol, charcos, quebradas y árboles caídos por las lluvias recientes. Al poco tiempo, el camino se cerró y nos dijo: “hasta aquí llego yo”. Nos explicó que el camino era lo feo, pero el chorro era bonito.

Le dimos su pago y nos advirtió que bajaríamos por unos bejucos con mucho cuidado. Ah, y que él tenía 73 años. Le dije a mi compañero: ¡mira cómo la naturaleza lo mantiene en forma!

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¡Vaya belleza! Un chorro de unos 6 metros de altura donde el agua, al golpear la roca, formaba un arcoíris. Me metí al agua y me quitó el calor tremendo que tenía. Un jacuzzi natural solo para mí, ¡qué egoísta! Después de un rato, mi compañero entró y compartimos la merienda que habíamos llevado, además de una agradable conversación en ese jacuzzi personal. Creemos que este chorro no tiene nombre, ¿habrá que ponérselo?

Al salir del chorro vimos chachalacas (Ortalis cinereiceps) y tucancillos verdes (Aulacorhynchus prasinus). Caminamos por las lomas hasta llegar al Cruce, lo cual me pareció increíble por la distancia recorrida. Esperamos casi media hora una chiva en una tienda con sodas frías, donde conocimos a unos jóvenes que serían nuestros guías en la verdadera expedición al cerro Trinidad.

Sin problema llegamos a Capira, con una experiencia más y la satisfacción de haber conocido un lugar fantástico.

Los invito a empezar a caminar. Hay lugares hermosos, cerca de la ciudad y accesibles. Solo hace falta ganas de caminar, conocer, improvisar, interactuar y disfrutar de la belleza que ofrece nuestro Panamá. No te conformes con ver esos cerros desde lejos, lo mejor es acercarse lo más posible.

Camino de Plantación o Plantation Road, P. N. Soberanía

Es uno de los lugares preferidos por las personas que aman hacer avistamiento de aves. Se encuentra dentro del parque nacional Soberanía, a media hora en auto desde la ciudad de Panamá.

Para poder llegar es necesario conducir hacia Gamboa y prestando atención a las señales que indican la entrada del Camino de Plantación. Se puede llegar en autobús tomándolo en la terminal de Albrook, Ruta Gamboa en Bahía D, y bajándose en la entrada del sendero.

Ruta de Metrobus desde Terminal de Albrook

5:15 am 7:50-10:20-12:30-2:40pm y el último a las 4:40pm

Sábados 9:00-12:00 y el último 4:35

Domingos 8:00-12:00 y el último 4:10

El Camino de Plantación tiene una longitud de aproximadamente 7 kilómetros que se caminan en 3 o 4 horas de ida y vuelta.

Este camino es muy famoso pues se ve gran cantidad de aves, sobre todo en las horas de la mañana y en la tarde, también es posible ver monos titis y aulladores.

Si te interesan las plantas, el camino de Plantación (como su nombre lo indica) es tu lugar. En él encontrarás una gran variedad de vegetación: árboles imponentes, arbustos, plantas herbáceas, helechos, inflorescencias, e incluso algunas especies están identificadas con letreros que indican sus nombres. Las veces que he ido he podido observar numerosos ejemplares de nazareno (Peltogyne purpurea), cuipo (Cavanillesia platanifolia), zamias, muchas lianas y hongos por doquier.

Este lugar tiene un aire muy exótico. Se dice que fue una carretera construida durante la edificación del Canal de Panamá, en 1910, para conectar la antigua población de “Imperio” con la zona de “Las Cascadas Plantation”. A lo largo del sendero aún pueden encontrarse vestigios de lo que fueron plantaciones de cacao, café y los preciados árboles de caucho (Castilla elastica), esta última una especie exótica introducida en Panamá.

No presenta dificulta de terreno ya que es llano desde principio a fin, pero es bueno ir en zapatillas de buena suela por la cantidad de piedras redondas que pueden molestar tus pies. Buenísimo para visitar en familia y detenerse en alguna de las bancas que se encuentran en el camino a merendar.

También  se puede recorrer con bicicletas, si es su preferencia. El sendero se puede complementar con una visita a la cascada que se encuentra casi al final, el sendero termina en una intersección que lo une con el Camino de Cruces.

Alguna vez estuve por el camino con amigos, vimos unas lianas, y probamos a guindarnos como Tarzan, estuvimos en eso bastante tiempo, la liana siempre pudo con nuestro peso.

Se dice que este camino y su selva secundaria era utilizado por militares estadounidenses para entrenar militares latinos.

Purple fruitcrow o Querula purpurata

La entrada tiene un valor $3.00 USD para adultos nacionales y $5.00 USD para adultos extranjeros aunque a veces no hay nadie en la entrada.

Recuerda, la basura es tuya, llévatela!

Parque Nacional Coiba, Veraguas (le dimos la vuelta a la isla).

Realmente no sé por dónde iniciar. Para poder ir a Coiba tuve suficientes inconvenientes, tantos que a última hora no sabía a quién llevar de acompañante a la isla, debía elegir, y entre tantas personas deseosas de conocer este paraíso, definitivamente elegí al adecuado: mi compañero de curso Samuelito, quien festivamente me acompañó sin saber lo que nos deparaba este viaje.

Al salir de la ciudad de Panamá, ese jueves, a las 11:30 p.m., tomamos rumbo por el Puente de las Américas, en donde nos encontramos con un tráfico sin justificación. De la ciudad de Panamá a Arraiján nos demoramos más de una hora, que nos sirvió para empezar a interactuar con compañeros de la excursión. Al llegar al Súper Extra de Arraiján tuvimos otro inconveniente: el bus en el que viajábamos tuvo un fallo mecánico, y finalmente nos encaminamos hacia el interior a eso de las 3:30 de la madrugada.

Nos abastecimos de lo posible en el Súper 99 de Santiago, ya que sabíamos que en Coiba no existen tiendas ni mucho menos supermercados. A eso de las 7:30 a.m. tomamos calle hacia Soná, de ahí hacia Santa Catalina, y nos desviamos en dirección a Playa Banco, que forma parte de la franja de amortiguamiento del Parque Nacional Coiba.

La isla de Coiba se encuentra en las coordenadas 07°25′58.8″N, 81°45′57.6″O, situada en los distritos de Montijo y Soná, en la provincia de Veraguas, Océano Pacífico. Es un Parque Nacional que fue declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1980. Su superficie es de 270,125 hectáreas, de las que 216,543 son marinas.

Creado por Decreto Ejecutivo en el año 1991, el Parque Nacional Coiba está constituido por varias islas, de las cuales la más grande es Coiba, que con 50,314 hectáreas es la isla más grande del Pacífico centroamericano. También están Jicarón (2,002 ha), Jicarita (125 ha), Canal de Afuera (240 ha), Afuerita (27 ha), Pájaros (45 ha), Uva (257 ha), Brincanco (330 ha), Coibita (242 ha), y muchas otras que forman las 53,582 hectáreas de territorios insulares.

Salimos de Playa Banco a eso de las 10:15 a.m., y luego de dos horas en lancha, viendo la isla a lo lejos, de pronto se acercaron cuatro delfines a saludar y se metieron al agua para no dejarse ver más. Luego de esa emocionante escena, llegamos a la estación de ANAM llamada “La 12”, al mediodía.

Desde que tengo conocimiento de Coiba, siempre supe que era sublime, pero nunca imaginé que me podía quedar con la bocota abierta. Mi primera impresión fue: salvaje, demasiado salvaje, y eso que apenas estábamos conociendo el área menos verde del parque. Es un parque físicamente virgen, pues paradójicamente la conservación de este archipiélago se debe, básicamente, a que desde el año 1919 hasta 2004 la isla Coiba fue utilizada como una colonia penal por el gobierno panameño.

Después de un movimiento ambientalista que envolvió a muchas personas y distintos gremios, se logra el estatus legal para esta área mediante la Ley No. 44 del 26 de julio de 2004, que “Crea el Parque Nacional Coiba”, la cual regula el funcionamiento de esta área protegida, donde se establece, entre otras cosas, a esta zona como Patrimonio Nacional.

El agua en la playa de la estación era turquesa, con tonalidades azules y amarillas. El fondo, de arena blanca, sin corales ni algas, era una delicia, que de no haber sido porque tenía que bajar maletas, me hubiera zambullido antes de desembarcar.

Al llegar a la isla fuimos directo a apuntarnos en la lista de visitas de la ANAM. Ellos procedieron a ubicarnos en nuestras habitaciones, muy cómodas, con aire acondicionado, agua limpia para bañarse, sábanas limpias y almohadas. En la estación también hay un campo llano para quienes desean acampar y, de igual forma, es muy cómodo. Incluso hay regaderas para quienes deseen.

Recorrimos los alrededores, fuimos al área de “Tito”, el cocodrilo, pero no se encontraba ya que la marea estaba baja. Entramos al centro de exhibición de MarViva, observamos restos de una ballena, y al tomarme fotos con ella, a insistencia de mi compañero, casi me cae uno encima, lo que me costó el primer recordatorio de la isla: una raspada en la rodilla.

Comimos algo y fuimos a dar el primer tour, que sería hacia la Isla Granito de Oro. No conté exactamente el tiempo para llegar desde “La 12” hasta allá, pero calculo que fue menos de media hora en lancha. Esto sí que fue impresionante. Pasamos al lado de muchos islotes, algunos repletos de árboles gigantes, otros con un solo árbol. El mar azul oscuro y profundo… tratamos de ver algún delfín, pero no tuvimos suerte. Logramos ver muchos peces voladores que, increíblemente, parecían colibríes volando sobre el mar.

Ya había visto muchas veces en fotos la isla Granito de Oro y la reconocí al instante. Es realmente impresionante: el agua en ella era celeste tornasol, destellaban colores inimaginables, la arena blanca y tan menuda. Tiramos todo y fuimos corriendo a tomarnos fotos donde pudiéramos, y acelerados también nos quitamos la ropa y nos metimos al mar. Dejamos las cosas lejos del agua, pero en la arena.

Luego de media hora de snorkel, en donde pude ver peces loro, peces globo que me perseguían como perros, y algunos otros peces casi transparentes, decidí salir para tomar fotos desde afuera a la gente que se encontraba en la playa. ¡Vaya sorpresa me llevé al darme por enterado de que la marea, en esa media hora, había subido tan rápido que logró mojarme la cámara y otros implementos! Por suerte, había llevado otra de repuesto.

Pero ni eso pudo con la alegría de estar en este paraíso. Juan Pablo, nuestro guía, nos había advertido de no hacer snorkel en cierta parte ya que era posible encontrarnos con tiburones, y en ese lado la corriente de agua es muy fuerte.

Los mares de Coiba son conocidos tradicionalmente por su abundante pesca, ya que albergan especies como el tiburón ballena (Rhincodon typus), el tiburón tigre (Galeocerdo cuvier), la manta raya (Manta birostris), el dorado (Coryphaena hippurus) y el atún de aleta amarilla (Thunnus albacares). También es el hábitat de cuatro especies de cetáceos: la enorme ballena jorobada o yubarta (Megaptera novaeangliae), la orca (Orcinus orca), el delfín moteado tropical (Stenella attenuata) y el delfín mular (Tursiops truncatus). En las aguas del parque y zonas contiguas se ha observado la presencia ocasional de 19 especies adicionales de cetáceos que se encuentran en el Pacífico panameño. Algunos cetáceos son posibles de ver, sobre todo en los meses de agosto a noviembre.

Nos atrevimos a llegar hasta una roca y logramos ver peces hermosos de diversos colores y formas. Salimos del agua un rato a bañarnos de sol. Me dormí un rato, pues estaba cansada del ajetreo del viaje, y al despertar, el agua nuevamente llegaba a mis pies. Los cangrejos me rodeaban por doquier, y mi compañero no estaba por ningún lado. Alarmada, me fui a meter al agua a buscarlo y no lo veía. Por un momento me asusté; pensé, graciosamente, que se lo había comido un tiburón o que simplemente había ido a caminar. Por suerte, lo encontré tirado sobre la arena, roncando, del otro lado de la playa.

Nos fuimos de Isla Granito de Oro , pero rumbo a Isla Coibita o Ranchería. Esta isla era mucho más grande que Granito de Oro, con palmeras inmensas en sus bordes, mar invitante de una manera increíble, pero no pudimos bajar del bote. Juan Pablo logró leer un cartel que decía: “Propiedad de Fundación Pacific Wild Life Refuge. Se prohíbe el ingreso a esta propiedad a los directivos, trabajadores o empleados del Smithsonian Tropical Research Institute. Se prohíbe la remoción de este letrero.” Al parecer, estaba prohibida la entrada no solo para el Smithsonian, así que se prefirió no bajar.

Llegamos nuevamente a las cabañas de ANAM. Me fui a dar un baño y comer algo leve mientras esperaba la cena. Salía de la ducha cuando me empezaron a llamar: era que Tito, el famoso cocodrilo, acababa de llegar.

Fui corriendo con la cámara a apreciar a tan hermoso bicho. Tito ya estaba casi en la orilla; la gente de ANAM lo llamaba y él, un poco sumiso, lo pensaba. Algunas personas tenían miedo, y era obvio, pues Tito mide más de dos metros de longitud y tiene tremendas fauces. Un joven de ANAM lo llamó y Tito se acercó. Luego buscaron un pescado y Tito salió a la orilla; se lo tiraron y el lagarto, orondo, lo tragó de un solo tajo, como solo él sabe hacer. Me quedé buen rato admirándolo de cerca. Luego llegó mucha gente y me fui a recostar un rato. Después de una hora en mi habitación salí de nuevo, y aún Tito estaba inmóvil en el mismo sitio.

Al día siguiente nos levantamos muy temprano, tomamos nuestro desayuno y nos subimos al bote. Ya sabíamos que el día iba a ser exhaustivo, pues le daríamos la vuelta completa a la isla sin saber cuánto tiempo nos tomaría, ya que esto dependía del mar y las peripecias del botero, quien demostró ser un experto.

Pasamos bordeando la isla, que demostró lo salvaje, bárbara y perfecta que es. Todo es verde en Coiba. Eran las siete de la mañana y los cerros se veían a lo lejos, repletos de neblina pesada. El mar retumbaba contra la costa a lo lejos, estaba un poco bravo, y en el bote todos en silencio, observando tanta belleza. Se dice que más del 80 % de la isla está cubierta por vegetación original; posee manglares y cativales de significativa magnitud.

En la isla de Coiba, las colinas costeras con elevaciones inferiores a los cien metros predominan en el norte y sudeste, mientras que en el resto, las colinas de poca elevación, que apenas superan los 200 metros sobre el nivel del mar, constituyen el paisaje dominante. Únicamente en el sector central hay una cadena de colinas donde se encuentran los puntos más altos: el cerro de La Torre, con 416 msnm, y el cerro de San Juan, con 406 msnm.

Pasamos al lado de algunos islotes. Yo estaba sentada en la proa del bote junto con otra pasajera. Empezamos a asustarnos cuando el bote comenzó a saltar de manera brusca. El botero nos mandó a bajar y obedecimos. Me senté encima de un cooler en medio del bote, pues ya no quedaban puestos. Me puse los audífonos, escuchando Explosions in the Sky, extasiada de tanta belleza. Pero de pronto el bote empezó a saltar más fuerte. Ya ni la cámara podía estabilizar. Me reía al principio, pero luego de diez minutos en lo mismo, mi rostro y el de los demás empezaron a cambiar: ya no era normal.

El botero estaba muy serio, así como nuestro guía. Había señoras en el bote que estaban muy asustadas. Yo no sabía de dónde agarrarme. Me halaban por el salvavidas. El bote seguía saltando y nosotros pensando que saldríamos volando de él. Nuestros cuerpos estaban más en el aire que en el asiento. Fue una experiencia demasiado extrema. Las costas que rodean Coiba tienen fama de estar llenas de tiburones y animales marinos salvajes. Luego de esto supimos que esa área de la isla es muy peligrosa, pues allí el mar es muy fuerte.

Mientras estábamos en esto, se veían unas formaciones rocosas sacadas del mundo de las hadas. Vi un puente natural que era interceptado por el mar. Era un paisaje inimaginable, algo fuera de este mundo.

Pasada la tormenta vino la calma. El mar se aquietó y fue entonces cuando fuimos nuevamente visitados por delfines. Eran muchos. Salían de todas partes. El señor del bote apagó el motor y cada vez los delfines se acercaban más. Pasaron justo al lado haciendo gracias y seguidos desde el cielo por muchas aves. Se alejaron hacia un cardumen de peces.

Ciertamente no recuerdo cuánto tiempo llevábamos en el mar. Vimos a lo lejos la isla Jicarón, que se encuentra al sur de Coiba, y mucho más adelante divisamos el hermoso islote Barco Quebrado, que me engañó buen rato, pues al verlo de lejos supuse que era algún crucero. Tiene el nombre bien puesto. Dicen que en esta área se pueden ver bandadas de guacamayas rojas (Ara macao).

Barco Quebrado
Islote Barco Quebrado

Luego de algún tiempo más en bote, llegamos hasta una playa de la Bahía Damas, cercana a manglares. Los primeros en bajar del bote quedaron con los pies llenos de lama y golpeados por las piedras. En la Bahía Damas se localiza un arrecife de coral con más de 135 hectáreas de extensión, el segundo más grande del Pacífico tropical americano.

Salimos de la playa caminando hacia los manglares. Vimos algunos riachuelos que caían desde el follaje en lo alto y llegamos a la entrada del sendero Los Pozos.

En Coiba se han censado 1,450 especies de plantas vasculares, con la presencia de abundantes ejemplares de ceiba (Ceiba pentandra), panamá (Sterculia apetala), espavé (Anacardium excelsum), tangará (Carapa guianensis) y cedro espino (Bombacopsis quinatum).

A los Pozos Termales llegamos caminando media hora desde la entrada. En el sendero pudimos ver muchas huellas de ñeque y venado corzo. Más adelante, uno de los compañeros del viaje, Abel, agarró una serpiente como si fuera de su familia. Luego de acariciarla, me la pasó; era una bejuquilla gris. La dejé ir y seguimos caminando hasta llegar a los pozos. Vimos también un gavilán caminero en un árbol.

Juan Pablo, nuestro guía, nos contó que estos tres pozos fueron, en el tiempo de la dictadura, utilizados exclusivamente por Manuel Antonio Noriega. Nos llevamos una sorpresa al darnos cuenta de que el pozo que normalmente es usado por los visitantes estaba vacío; es el que tiene el agua a menor temperatura en comparación con los otros pozos, así que no quedó más remedio que probar los otros. El segundo pozo tiene el agua caliente, pero perfecta para relajarse. El tercer y último pozo es realmente caliente; puedo decir que parece agua acabada de hervir.

El primero en meterse al segundo pozo fue mi compañero, seguido por Glenda y luego yo. El agua estaba deliciosa, y aunque el fondo estaba lleno de limo, fue espléndido bañarse allí. Al salir me sentí mucho más fresca, eso sí, con mucha sed, y no quería gastar toda el agua que había llevado, ya que aún nos faltaba mucho por recorrer.

De pronto escuchamos un cantar de aves en el cielo y, al subir la vista, pudimos ver unas guacamayas rojas que pasaban. Lastimosamente estaban lejos de mi cámara. Coiba es el único sitio de Panamá en el que hoy se pueden observar bandadas en libertad de los amenazados guacamayos rojos, casi extintos en el territorio continental.

Conseguimos una navaja y mi compañero procedió a montarse a una palma, de la que bajó todas las pipas que había. Todos quedamos hidratados, ya que las pipas estaban cargadas de agua. Es muy bueno tener un amigo que sepa subir palmas…

Caminando de regreso por el sendero vimos algunos colibríes y muchos semilleros cejiamarillos, que fueron identificados de inmediato por Juan Pablo y Abel. La cantidad de cangrejos en la playa era inmensa. Ya el botero nos esperaba para ir hacia el antiguo penal de Coiba.

Supe que desde el año 1993, y con la colaboración de la Agencia Española de Cooperación (AECI), se halla una estación biológica en el parque, que hasta la fecha ha censado 36 especies de mamíferos, 147 de aves y 39 especies de anfibios y reptiles, con un alto grado de endemismo. Entre los mamíferos destacan el ñeque de Coiba (Dasyprocta coibae) y el mono aullador de Coiba (Alouatta palliata coibensis), y entre las aves, el colaespina de Coiba (Cranioleuca dissita).

Luego de media hora en el mar, estábamos allí, en el lado de la antigua Penitenciaría de Coiba, cerca de Punta Damas, que cumplió con ese propósito desde el año 1919 hasta el 2004, y que fue bautizada como “Colonia Penal de Coiba” por el Dr. Belisario Porras.

Cuesta mucho escribir esta parte. Al llegar tenía los pelos de punta; hacía muchísimo tiempo que quería conocer este lugar. Bajamos en lo que era un antiguo muelle, del que solo quedan las añejas pilastras, y caminamos hacia unos ranchos para digerir algo antes de empezar el recorrido.

De pronto sentí a alguien detrás de mí y, al mirar, eran tres perros que me velaban la comida. Les di algo y lancé la frase al aire, preguntándoles a los perros a quién pertenecían. Me contestó una voz humana: un cabo de la Policía Nacional que, muy amable, respondió que esos eran algunos de los perros que utilizaban los reos cuando aún estaban en Coiba para ir de cacería. Son perros muy cariñosos y se nota que han tenido una vida agotadora.

El cabo dijo que empezaríamos el recorrido cuando quisiéramos. Fue él mismo quien nos explicó cada esquina del penal y respondió una a una mis preguntas curiosas.

Luego de pasar por un puente de tablas de madera, entramos a una celda espeluznante: era la celda de castigo, utilizada cuando los reos intentaban escaparse, mataban o violaban a otro. Había muchas frases escritas en las paredes, vestigios del tiempo que tuvieron los presos para distraerse. Le decían “la Jaula”, y ciertamente lo era, pues desde afuera de los barrotes se sentía un ambiente de encierro hostil. Cada celda estaba construida para seis reos, pero en ella convivían más de una veintena. El cabo dijo que en esta celda se encerraba a cualquier preso, sin importar el delito, edad, o lo que hubiera hecho dentro del penal. La cantidad de barrotes oxidados destilaba un círculo terrorífico, en donde quién sabe cuántas personas se doblegaron a su suerte rodeadas de perversión.

Los únicos que eran separados eran los que pertenecían a alguna banda. Y en efecto, luego de salir de estas celdas, entramos a una que perteneció a la famosa banda “Los Perros de San Joaquín”, una banda que aún hoy día atemoriza en la capital y que guarda muchas leyendas e historias aterradoras. En esta edificación, por cada una de las celdas había espacio para nueve reos y un retrete.

Entramos al edificio central, “La Penitenciaría”, que fue uno de los primeros construidos en la isla. Las paredes allí fueron erigidas con simetría total, cemento puro, sólido y fuerte. Allí pagaron condena los primeros políticos republicanos, y fueron mezclados con homicidas.

En el penal también había una capilla, utilizada solo en el “día de los presos”, el único día en que se oficializaba una misa. Los homosexuales estaban en una celda aparte y ofrecían servicios como lavar y secar ropa. El área de comida estaba separada de todo lo demás, y los reos eran llamados con una campana. El que no llegaba cuando la campana sonaba, no comía. Es importante decir que la comida en el penal no era buena. A pesar de que a los reos se les cedieron muchas cabezas de ganado, estas no eran distribuidas adecuadamente. En el penal se comía muy poco, y tanto así fue que esta fue una de las causas del cierre de la cárcel, ya que muchos reos sufrían de desnutrición, sin contar con la gran cantidad de torturas que se dieron en ella, sobre todo en la época del militarismo.

Subiendo una larga escalera se llega al área donde vivían los policías, quienes tenían su cocina, dormitorio y teléfono. Allí arriba también había una cancha para juegos, utilizada para partidos entre reos y policías. Desde el único teléfono en la isla llamé a mi madre y le avisé que todo estaba bien.

Notamos un cementerio improvisado, donde las lápidas tenían escrito “En memoria de” pero sin terminación. El cabo nos contó que este cementerio era utilizado para los reos que morían y cuyos familiares no los reclamaban. Esto era simplemente porque sacar el cadáver de la isla costaba 100 dólares, más algunos gastos de envío, entonces muchas familias preferían mandar a hacerles una misa y dejarlo todo así. Hoy en día se sabe que en ese cementerio quizás puedan estar los restos de algunas personas que fueron asesinadas durante la dictadura. Como Coiba era un área inaccesible, se aprovechaba esa condición. Según el documental “La Isla del Diablo”, se vieron llegar a la isla muchos cadáveres con ropa militar, incluso una mujer que llamaron “la India Gringa”, que fue enterrada en el penal junto con un niño.

Se dice que luego de algunas excavaciones, de lo que al principio eran nueve lápidas, se sacaron 58 esqueletos, de los cuales fueron identificados: Floyd Britton (idealista revolucionario panameño, masacrado a palos, arrastrado por caballos y torturado por los esbirros del general Omar Torrijos), Cecilio Hazelwood (enemigo de los militares) y Gerardo Olivares. Aquello causó un alboroto a nivel nacional. Muchos culpables cayeron, otros ya habían muerto, pero gracias a la Comisión de Paz, las cruces de Britton y Hazelwood tienen hoy un nombre. Lástima que las 56 tumbas restantes aún vagan sin identidad en Coiba.

Fue “La Masacre de Coiba” lo que mayormente llamó la atención de los organismos de derechos humanos. Un día cualquiera del año 1998, en Playa Brava, cerca del penal de Playa Hermosa, se enfrentaron la banda “Los Perros de San Joaquín” contra “Los Chukis”. Varios de “los Perros de San Joaquín” intentaron escaparse. Se untaron diésel en el cuerpo supuestamente para espantar a los tiburones, y justo cuando iban a salir, llegaron “los Chukis” a arruinarles el plan. Agarraron a “los Perros de San Joaquín” y los amarraron de pies y manos. Solo uno pudo escapar nadando.

Los pusieron sobre un árbol caído y a uno de ellos le quitaron la cabeza con un hacha; a otro lo machetearon y tiraron su cabeza al mar. A los demás también los decapitaron, los hicieron pedacitos y lanzaron sus restos al océano. Se dice que el que huyó nunca fue capturado. El cabo nos dijo que esa no fue la primera decapitación en Coiba… fue simplemente la única de la que se enteró la prensa.

Algunos reos que eran de confianza, o a quienes se les había reducido la condena por buena conducta o labores dentro del penal, como agricultura o procesamiento de aceite de coco, eran distribuidos en otros campos construidos en la isla. Había más de 20 campamentos en todo Coiba, y los reos que vivían en ellos se encargaban de conseguir alimento por sus propios medios. Muchos de los que sabían labrar la tierra o manejar ganado fueron enviados a esos campamentos.

Hoy día se sabe que en la isla de Coiba hay más de 4,000 cabezas de ganado que ya están salvajes, pues fueron dejadas allí luego del cierre del penal. Hay vacas, búfalos, toros y otros rumiantes que han sido imposibles de sacar por su estado de salvajismo. Igualmente permanecen caballos, que en su momento eran utilizados para trabajos pesados.

El antiguo penal de Coiba ahora está siendo reconstruido para que nunca sea olvidado por las futuras generaciones. Lo que anteriormente funcionó como aeropuerto también está siendo restaurado y pasará a formar parte del Servicio Aeronaval de Panamá, para vigilancia de las costas.

Justo en el penal, mi cámara no dio más: su batería recargable murió, y ya no pude tomar más fotografías. Pero la aventura continuó.

Al llegar en la tarde a las cabañas de ANAM, lejos de querer descansar, nos metimos en la playa a darnos un delicioso baño mientras hacíamos snorkel. De este lado no vimos casi ningún pez, pero luego de una larga plática en la playa, un guardaparques de ANAM nos advirtió que, a menos de 80 metros de donde nos bañábamos, se encontraba Titín, el otro cocodrilo que suele rondar la isla. Conversamos un rato más en la orilla, pero con esa paranoia de que en cualquier momento Titín podría aparecer. Finalmente, nos enteramos de que se había desviado. Hubiera sido realmente extremo tener que huir de él.

Por la noche, el jefe encargado de ANAM en Coiba ofreció proyectar una película sobre la isla, producida por MarViva. Fue muy placentera y educativa.

Al día siguiente, luego del desayuno, recogimos nuestras cosas para salir de la isla. Pero antes, el botero se ofreció a llevarnos por uno de los senderos cercanos al campo base de ANAM. Caminamos aproximadamente entre 45 minutos y una hora hasta llegar a un precioso mirador desde el cual se podía ver parte de la isla, el muelle, y el mar infinito.

El señor botero nos instó a seguir caminando hasta llegar a otro mirador más improvisado, donde se observaba parte del oeste de la isla, así como a lo lejos las Islas Secas y una entrada de agua que habíamos visitado anteriormente para observar tortugas carey. En Coiba llegan a desovar al menos tres especies de tortugas marinas. Al bajar del sendero, nos llamó la atención ver, en un comején, el cráneo de algún animal.

Salimos de Coiba, pero aún no terminaba la experiencia. Juan Pablo tuvo la idea de llevarnos a una playa en la Isla Canal de Afuera, y valió la pena. Parte de la playa estaba llena de arrecifes de coral. Cabe destacar que hasta la fecha se han identificado en esta superficie protegida 69 especies de peces marinos, 12 de equinodermos, 45 de moluscos y 13 de crustáceos.

Fui la primera en entrar al agua y pude ver un gran pez loro y muchos otros peces grandes. Luego de un buen rato haciendo snorkel sentí que algo me picó y salí de inmediato. Aún no sé qué fue, pero me picó en varias partes del cuerpo.

Nos fuimos de Isla Canal de Afuera y desembarcamos en la isla de Bahía Onda. Allí nos refrescamos durante aproximadamente una hora, y luego partimos hacia Playa Banco para concluir el paseo. Antes de eso, bajamos en Playa Azul, una playa preciosa, de aguas turquesas tibias y arena blanca y suave.

Actualmente, el Parque Nacional Coiba cumple un papel vital dentro del Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este Tropical (CMAR), que enlaza cinco parques nacionales: la Isla del Coco en Costa Rica, Isla Coiba en Panamá, Malpelo y Gorgona en Colombia, y Galápagos en Ecuador. Este corredor abarca unas 211 millones de hectáreas, incluyendo zonas económicas exclusivas de cuatro países, formando una red esencial para la conservación de la biodiversidad marina del Pacífico.

Para llegar al Parque Nacional Coiba hay varias opciones:
Puedes unirte a algún grupo turístico que ofrezca un paquete todo incluido, generalmente entre 250 y 300 dólares por persona. Todo depende de lo que se incluya, aunque la mayoría de estos tours no recorren toda la isla por razones de seguridad.

También es posible ir en auto por la carretera Interamericana hacia el interior del país, desviarse en Santiago hacia Soná y luego seguir hasta playa Santa Catalina. Desde allí, puedes preguntar cómo llegar a Playa Banco. En esta playa hay muchos boteros dispuestos a llevarte a Coiba, pero los precios varían entre 200 y 300 dólares. Es recomendable negociar.

Importante: antes de llegar a la isla debes comunicarte con ANAM y hacer la reservación de las cabañas o informar que acamparás un día específico. Las reglas en Coiba son muchas y las reservaciones deben hacerse con semanas de anticipación.
Si tienes un yate o bote y deseas llegar por tus propios medios, se paga 50 dólares por embarcación; supongo que por yate el costo sería mayor.

En caso de viajar en bus:
Debes tomar un bus Panamá – Santiago en la Terminal de Albrook, luego bajarte en la Terminal de Santiago de Veraguas, tomar un bus hacia Soná y, desde Soná, otro hacia Playa Banco o alguna comunidad cercana. Recuerda que preguntando se llega a Roma.
También es posible tomar un bus en Santiago hacia Puerto Mutis y desde allí negociar con un botero por un buen precio.

Nuestro viaje desde Playa Banco hasta Coiba duró dos horas, pero eso depende del estado del mar.
En ANAM se cobra una entrada de 3 dólares por persona nacional y 10 dólares por extranjero. Si vas con un tour operador, es probable que esos pagos ya estén incluidos.
El precio por cabaña es de 10 dólares por noche.

Recomendación esencial:
En Coiba no encontrarás establecimientos comerciales de ningún tipo, así que debes llevar contigo toda la comida y provisiones necesarias para la duración de tu estadía.

La isla Coiba ha permanecido lejos de los ojos y manos codiciosas del hombre, como si ella misma fuera uno más de esos tesoros míticos que bucaneros de todas las pelambres fueron a enterrar en sus playas de arenas coralinas.

Visitar el Parque Nacional Coiba es una experiencia jurásica que transforma tus sentidos, te hace sentir como en el Edén. Coiba es prácticamente un paraíso virgen. Pocas personas conocen un lugar con tanta belleza natural e inexplorada… y es muy posible que así permanezca.

Parque Municipal Summit, Panamá

Quien viva en la ciudad de Panamá y no haya ido al Parque Municipal Summit, no puede decir que es verdaderamente panameño. Summit es un clásico en la vida familiar panameña, un orgullo nacional y una joya que bien merece ser mostrada a los visitantes extranjeros.

Recuerdo con claridad cada vez que, en excursiones escolares, nos llevaban a Summit. Siempre era emocionante solo pensar que vería al lagarto Juancho, al majestuoso águila harpía, e inventaría mil juegos con mis amigas en el parque central. Después, venía el momento de almorzar, rodeadas de abejas que ya nos parecían parte del paisaje, casi como amigas cariñosas.

El parque, por supuesto, ha evolucionado. Hoy se puede disfrutar mucho más: hay una buena cantidad de animales propios de la selva panameña, plantas en exhibición, y una abundancia de árboles que refrescan la vista y el espíritu. Es un entorno distinto, fuera del bullicio de la ciudad. Lo mejor es que cada año se lucha y se invierte más para asegurar que estos animales tengan un refugio en condiciones óptimas.

taira en summit

Este jardín botánico y zoológico, con más de 250 hectáreas de extensión total —de las cuales 55 corresponden al jardín botánico—, se encuentra en las afueras de la ciudad de Panamá, en el corregimiento de Ancón, en el kilómetro 18 de la carretera Gaillard que conduce a la población de Gamboa.

Llegar es muy fácil: desde la ciudad de Panamá se debe conducir hacia las riberas del Canal y continuar en dirección a Gamboa. Es importante tomar la carretera donde se encuentra el puesto de ANAM del Parque Nacional Soberanía, y cinco minutos después verás la entrada al zoológico. Realmente, no tiene pérdida.

Si decides ir en autobús, es aún más sencillo. Solo tienes que llegar a la Terminal de Albrook y tomar un bus con dirección a Gamboa (algunos dicen “Summit”). La parada de estos buses está saliendo por el restaurante Niko’s Café, en el área de comidas de la Terminal. Una vez a bordo, en aproximadamente 45 minutos estarás disfrutando del parque. Así de fácil.

Les cuento que este parque no siempre tuvo las funciones que hoy conocemos. Fue creado en el año 1923 bajo el nombre de “La Granja Experimental Summit” por la antigua Compañía del Canal de Panamá. Su objetivo original era probar la adaptación de especies de plantas de distintas partes del mundo al clima tropical de nuestro país, convirtiéndose así en un centro de investigación científica para el desarrollo de la biología tropical y la horticultura. Se dice incluso que fue la puerta de entrada de la teca en América.

Más adelante, en 1960, se creó dentro del Jardín Botánico un pequeño zoológico, que fue creciendo hasta convertirse en lo que es hoy: un hogar para más de 300 animales. En 1979, con la firma de los Tratados Torrijos-Carter, el jardín pasó a manos panameñas, siendo administrado por el MIDA-RENARE como parte del Parque Nacional Soberanía.

Hoy en día, el Parque Municipal Summit es administrado por la Alcaldía de Panamá, que desde 1985 cumple con la importante función de conservar y dar a conocer la biodiversidad de las plantas y animales de nuestro país.

Actualmente alberga alrededor de 45 especies animales propias de la fauna panameña. De ese total, 17 son aves, seis reptiles y 22 mamíferos. Uno de sus principales atractivos es el Águila Harpía, ave nacional de Panamá, que cuenta con un refugio especialmente diseñado para ella. Justo al lado, hay un centro de exhibición donde se proyectan películas e información educativa tanto para niños como para adultos.

El Jardín Botánico, por su parte, cuenta con más de 4 mil especies de plantas. Su centro interactivo permite al visitante conocer aspectos sobre su biología, hábitat y hábitos reproductivos. Se puede recorrer senderos rodeados de vegetación y observar tanto la colección de animales como de plantas. Además, el parque ofrece áreas para días de campo, baños, parques infantiles, asientos techados, ranchos para reuniones, una sala de proyecciones, un pequeño museo de animales disecados y un kiosco para refrescarse. Incluso se puede llegar a un chorro caminando por uno de los senderos —la caminata no toma más de 20 minutos.

Como parte de su innovación, el Parque Municipal Summit ha creado un refugio para el jaguar, otro de los grandes protagonistas del lugar. Para llegar a su recinto, es necesario caminar por un sendero interactivo donde se encuentra información educativa sobre esta majestuosa especie. Es realmente emocionante poder observar al jaguar a través de un vidrio transparente, en condiciones que respetan su bienestar.

Cabe destacar que, además de los animales en exhibición, es común ver especies sueltas como monos y ñeques. También es posible encontrarse con aves en libertad como trogones, gavilanes, momotos y hasta tucanes de diferentes especies. La experiencia se vuelve así aún más natural y enriquecedora.

Sobra decirlo, pero te invito a visitar el Parque Summit. En lugar de caminar en un centro comercial, camina en medio de la naturaleza. En vez de ver ropa, observa la vida que habita en nuestro país. Y sobre todo: cuida lo que la naturaleza te dio.

Aquí tienes los precios de entrada actualizados para el Parque Municipal Summit (Panamá), vigentes según las últimas fuentes oficiales:

  • Niños hasta 5 años: Entrada gratuita
  • Panameños y residentes (a partir de 6 años): B/. 2.00
  • Extranjeros: B/. 5.00
  • Jubilados: B/. 1.00

Horarios de atención

Desde el 1 de julio de 2025, el parque opera de miércoles a domingo, de 8:30 a.m. a 4:30 p.m.


Resumen:

VisitantePrecio de entrada
Niños (≤ 5 años)Gratis
Panameños / Residentes (≥ 6 años)B/. 2.00
ExtranjerosB/. 5.00
JubiladosB/. 1.00

Dato curioso: muy cerca del Summit, a pie o en auto, es posible llegar a un mirador donde se ven dos pequeñas lagunas que son perfectas para hacer avistamiento de aves. Luego de cruzar la línea del ferrocarril, se debe caminar al fondo y al terminarse la carretera, hay que ir hacia la izquierda y de inmediato verá las lagunas 🙂

El Parque Natural Metropolitano, Ciudad de Panamá

Este parque natural se encuentra en la provincia de Panamá y es considerado el pulmón de la ciudad capital, ocupa una superficie de 265 hectáreas (1,159.43 m2) y es de fácil acceso, se dice que es uno de los pocos parques naturales dentro del área metropolitana en Latinoamérica.

CÓMO LLEGAR
Se puede acceder muy fácilmente desde cualquier punto del centro de la ciudad, por ejemplo tomando la ví­a Ricardo J. Alfaro (Tumba Muerto) y desviándose a la Avenida Juan Pablo II o el Camino de la Amistad se llega fácilmente al Centro de Visitantes del Parque. (Usa waze o Maps si andas en auto.

Otra manera fácil de llegar es tomando un autobús hasta la Universidad de Panamá sede del “domo”, y caminar hasta el centro de visitantes del parque, esto le toma unos 10 minutos.

El parque fue creado mediante la ley 8 del 5 de julio de 1985, el “Pulmón de la Ciudad Capital” así­ es llamado por su posición en la ribera occidental del río Curundú, antiguo rí­o Hondo. Surgió como un sustrato de tierras que probablemente protegían junto a zonas deforestadas, islas o refugios de bosque tropical, usadas como haciendas ganaderas, cuyas raíces se extraen de 1974; cuando se realizaban planes para el empleo del suelo del Canal antes que se firmaran los Tratados Torrijos-Carter.

Durante la presencia norteamericana y en virtud del Tratado Hay-Bunau Varilla, del 18 de noviembre de 1903, se entregaron al Gobierno de Estados Unidos todas las tierras y aguas comprendidas cinco millas a ambos lados del Canal Interoceánico para la construcción, operación, protección y mantenimiento de la vía acuática. Al encontrarse dentro de este territorio las tierras que hoy conforman el Parque Natural Metropolitano, también pasaron a la administración estadounidense. A partir de fragmentos de bosques que habían persistido desde tiempos coloniales (e incluso precolombinos), la regeneración natural condujo a la restauración de bosques naturales.

En el website del P. N. Metropolitano afirman que “si hubiésemos vivido en la ciudad de Panamá durante la época de la colonia, hubiéramos encontrado, en lo que hoy es el Parque Natural Metropolitano, un panorama muy distinto.

Desde la ciudad de Panamá partían las caravanas cargadas con oro y plata provenientes de Sudamérica, rumbo a la población de Venta de Cruces, a orillas del río Chagres. Desde allí, los tesoros eran transportados en pequeñas embarcaciones hasta la ciudad de Portobelo, uno de los pocos puertos del Nuevo Mundo autorizados para recibir los galeones reales.

El viajero que salía desde la ciudad de Panamá pasaba cerca de lo que hoy conocemos como el Parque Natural Metropolitano en su trayecto hacia Venta de Cruces. Sin embargo, los paisajes que contemplaban los viajeros del siglo XVII eran muy distintos a los de hoy. En aquel entonces, el recorrido estaba rodeado por áreas destinadas al ganado, terrenos de cultivo, zonas de descanso y un rico bosque natural.

El 5 de Junio de 1988, Día Mundial del Ambiente, se inauguró el Parque Natural Metropolitano. Un año más tarde, se crearon tres coordinaciones: la de Protección, la de Educación Ambiental y la de Mantenimiento.

xenops bayo en el PNM

En 1989, el área del Parque Natural Metropolitano se convirtió en centro de entrenamiento para las Fuerzas de Defensa de Panamá. Estas restringieron el acceso de los visitantes a fin de evitar conflictos, la Alcaldesa del distrito de Panamá y Presidenta del Patronato, de ese entonces, Lic. Jilma Noriega de Jurado, ordenó el cierre del Parque al público.

Actualmente el Parque Natural Metropolitano, cuenta con un Plan de Manejo y un Plan Operativo. El Parque es administrado por un Director General, figura que fue introducida en 1998.

Aunado con el Parque Camino de Cruces y el Parque Nacional Soberanía conforman un corredor biológico que se extiende a lo largo del margen occidental del Canal de Panamá, contribuyendo así­ al amortiguamiento de la Cuenca canalera.

Aunque el Parque Nacional Metropolitano se encuentra en la ciudad es sorprendente que es hogar de 227 especies de aves, 45 especies de mamíferos, 36 especies de reptiles y 14 especies de anfibios.

El parque cuenta con senderos mágicos en donde con solo caminar cinco minutos, se empieza a notar la diferencia, comienzas a ver aves increíbles, como el Motmot.

trogón en el PNM

Los Senderos:

Mirador los Caobos altura 72 m.s.n.m. en donde hemos podido avistar hermosos trogones

Mirador los Trinos altura 45 m.s.n.m desde el cual se pueden ver los tucanes sobrevolando y en el que podrás observar los diferentes estratos de este hermoso bosque, además de poder escuchar las diferentes melodías que interpretan las aves que habitan el parque;

Mirador Cerro Cedro altura 150 m.s.n.m. el cual ofrece las mejor vista: Las Esclusas de Miraflores, El Puente Centenario, Parque Nacional Camino de Cruces, Clayton, Albrook, Toda la ciudad de Panamá antigua y moderna, Puente de las Américas, La Calzada de Amador, Isla Taboga, Puerto Balboa, Aeropuerto Marcos Gelaberth.

Sendero Los Momótides distancia: 0.7 Km. y su nombre se debe al “Momoto Coroniazulado”, (Momotus momota) una hermosa y especial ave que frecuenta este sitio. Su recorrido dura 30 minutos aproximadamente y se puede observar gran variedad de aves y animales;

Sendero Los Caobos distancia: 1.1 Km. a 72 m.s.n.m el cual recibe su nombre por la existencia de algunos ejemplares de la muy escasa especie forestal caobo y constituye el sendero de mayor exigencia a nivel físico, ya que tiene pendientes pronunciadas escalonadas, que bien vale la pena recorrer por su exuberante flora y por haber sido escogido como una de las áreas de mayor posibilidad de observación de aves del Parque;

Camino el Mono Tití­ distancia: 1.1 Km. en donde hemos sido perseguidos por los monos tratando de arrojarnos alguna cosa o de orinarnos las cabezas y el cual está ubicada la primera grúa instalada a nivel mundial (1990), por el Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian (STRI), para estudiar  el dosel del bosque y la biodiversidad de especies.

un gato solo por la cienaguita PNM

Tarifas de entrada

Nacionales / Residentes de Panamá:

  • Adultos: B/. 1.00
  • Niños (3 a 17 años): B/. 0.50
  • Jubilados: B/. 0.50

Extranjeros:

  • Adultos, universitarios y jubilados extranjeros: USD 4.00
  • Niños (3 a 17 años) extranjeros: USD 2.00

Membresías del Hiking Club

Ideales para quienes visitan frecuentemente: acceso anticipado desde las 6:30 a.m., carné de identificación y descuentos.

PlanAdultoJubilado / Estudiante
TrimestralUSD 30USD 20
SemestralUSD 50USD 30
AnualUSD 75USD 50

Horarios

  • Entrada general:
    Lunes a domingo de 7:00 a.m. a 4:30 p.m. (incluido feriados)
  • Miembros del Hiking Club:
    Entrada desde 6:30 a.m. a 4:00 p.m. los siete días de la semana

Información adicional

  • Es obligatorio reservar con al menos 2 días de anticipación, ya que hay cupos limitados por horario. El pago se realiza por adelantado mediante Yappy o en efectivo en el Centro de Visitantes, siguiendo los protocolos actuales.
  • El parque cuenta con senderos bien señalizados, miradores panorámicos y áreas para observar fauna y flora local.

Resumen de precios:

  • Panameños / Residentes: USD 1 (adulto), USD 0.50 (niño/jubilado)
  • Extranjeros: USD 4 (adulto), USD 2 (niño)
  • Membresías: desde USD 30 trimestral hasta USD 75 anual

Iglesia de San Francisco de la Montaña, Veraguas

Hace algunos días tuve la grandiosa oportunidad de conocer la Iglesia de San Francisco de la Montaña, ubicada en un hermoso valle entre las montañas veragüenses, a tan solo 16 kilómetros de la ciudad de Santiago.

En realidad, me dirigía hacia Santa Fe de Veraguas, pero como el camino pasa obligatoriamente por el poblado de San Francisco, decidí dedicar unas horas de mi tiempo a conocer esta joya histórica, una verdadera reliquia con más de un siglo de existencia.

Era día feriado y no tuve la suerte de encontrarla abierta, así que solo pude admirarla desde afuera. Sin embargo, luego de pasar algunos días en Santa Fe, y al tener que transitar nuevamente por la misma carretera, decidí regresar a la iglesia con optimismo… y efectivamente, esta vez sí estaba abierta.

Este monumento histórico, fundado en 1621, fue declarado “Patrimonio Nacional” en 1937 mediante la Ley 29 del 28 de enero, y actualmente se encuentra en proceso de evaluación para ser incluido como “Patrimonio Cultural de la Humanidad” por la UNESCO.

En cuanto a la manera de llegar, hay variadas: en caso de ir en auto tienes dos opciones para llegar a San Francisco de La Montaña, la primera es entrando por la comunidad del Jaguito en Cocle (10 minutos luego de pasar Aguadulce), pasas por Calobre y te desvías hacia San Francisco de la Montaña.

La otra opción es manejar hasta Santiago y luego tomar la Avenida Polidoro Pinzón que esta a la derecha antes del puente vehicular. De allí­ hasta San Francisco de la Montaña son aproximadamente 16 kilómetros de carretera.

Como distrito, San Francisco está dividido en seis corregimientos: San Francisco cabecera, Corral Falso, Los Hatillos, Remance, San Juan y San José. Tiene una población de más de 10 mil habitantes, quienes se dedican principalmente a la agricultura, el comercio y la ganadería.

Al entrar, pude sentir inmediatamente esa paz de parroquia, que en este caso más bien sería una capilla. La imaginé mucho más grande, pues la verdad solo la había visto en fotos. Estaba realmente emocionada.

Para el visitante casual, es un modesto poblado de gente dedicada a los trabajos del campo, con hermosos balnearios, una brisa deliciosa que baja de las montañas, y una iglesia antigua en la que reposan más de cinco mil piezas talladas a mano en las maderas más preciosas de la región, alojadas en los altares barrocos más antiguos del continente, algunos pintados exquisitamente, otros forrados en láminas de oro.

La parroquia mide apenas 26 metros de largo por 12 de ancho, y atrae cada año a cientos de turistas y visitantes deseosos de contemplar sus nueve espectaculares altares, su púlpito de madera tallada y conocer, así, un poco de nuestra historia e identidad.

Los documentos históricos nos permiten saber que la primera iglesia de San Francisco de la Montaña comenzó a construirse en el año 1630 por Fray Adrián de Santo Tomás, cuando San Francisco era apenas un conjunto de chozas de paja que contaba con una población de 30 indígenas.

Pero el poblado fue creciendo. En 1691 ya tenía 50 habitantes. En 1736, era un pueblo grande con más de 100 casas y 800 habitantes. Para el año 1756, contaba con 2,277 habitantes, dos curas, un sacristán mayor, siete notables con sus familias, 33 esclavos, 28 pobladores españoles y mestizos, y 208 familias indígenas.

Se presume que fue en el año 1773 cuando se empezaron a construir los altares barrocos y que el periodo de esplendor de la iglesia se dio probablemente entre 1864 y 1865, cuando San Francisco de la Montaña llegó a convertirse en la capital de Veraguas, en virtud de una ley impuesta por el coronel Vicente Olarte Galindo.

A pesar de su limitada población y lejanía de los principales centros urbanos, San Francisco de la Montaña destacaba por la fertilidad de sus tierras y por su cercanía a las ricas minas de oro veragüenses.

La Iglesia Católica mantenía enormes campos de cultivo en esta área, así como varios cientos de cabezas de ganado. Los altares de la iglesia fueron ideados como un libro abierto, con el propósito de impresionar a los nativos y adoctrinarlos en la fe.

Y es que San Francisco de la Montaña no es un sitio cualquiera. Lugar hermoso de noches perfectas, donde la sabana se besa con la cordillera, fue construido sobre una historia fascinante que aún no ha sido escrita.

Los altares de la iglesia, confeccionados en madera fina y cubiertos en partes con oro de 23 quilates, presentan escenas bíblicas, efigies de santos, soportes, dragones y abundante follaje. Estos son: el Altar Mayor, el Altar del Santo Cristo, el Altar de San José, el Altar de la Purísima, el Altar de las Ánimas, el Altar de Santa Bárbara, el Altar de la Virgen del Rosario y el Altar de San Antonio. Cada uno es más bello que el otro.

El sitio donde se ubica la comunidad y su templo pertenece a una región húmeda y selvática, cuyos fenómenos naturales pudieron influir en las lluvias y en el nacimiento de abundantes cursos de agua que, según se cree, dieron origen al nombre de Veraguas.

Fue el misionero de la orden dominica Fray Pedro Gaspar Rodríguez y Valderas quien fundó, en 1621, el poblado de San Francisco de la Montaña con aborígenes guaimíes de la zona, convirtiéndolo en uno de los centros poblados más ricos de esta región, gracias a su cercanía con las grandes minas de oro que le dieron fama a la zona como el “Potosí de Tierra Firme”.

Durante el siglo XVIII, los franciscanos establecieron los servicios religiosos para la comunidad guaimí. Siempre con el objetivo de adoctrinar en la fe cristiana, organizaron un calendario de festividades, tanto civiles como religiosas, en las que, hasta la fecha, están presentes las tradiciones folclóricas indígenas. Estas celebraciones incluyen el uso del vestido tradicional, el idioma autóctono, la música interpretada con instrumentos originarios y, en algunas rancherías, la típica vivienda vernácula.

Al ingresar en las naves del templo, se descubre cómo el colorido estilo de vida del pueblo indígena, así como la exuberancia de la vegetación que lo rodea, se transforman en hábiles tallas de vivos colores, realzadas por efectos de luz y sombra debido al lujoso laminado en oro que adorna esculturas cubiertas de ramas y flores.

Así nace el lenguaje del arte mestizo, mediante el cual el nativo —como el más distinguido teólogo— expresa su admirable capacidad de interpretar los conceptos religiosos y estéticos cristianos. Guiado por su maestro, el misionero franciscano, crea retratos de santos e imágenes dentro de un orden simbólico, donde el arte se convierte en el medio a través del cual la divinidad se comunica con sus fieles.

Los nueve altares de San Francisco, el púlpito, los candelabros y el hoy restaurado bautisterio conforman el conjunto más significativo del barroco popular en Panamá. Al sur, en el área del presbiterio, se encuentran: el altar de La Pasión; el majestuoso altar mayor dedicado a San Francisco, con sus 480 piezas exquisitamente talladas, doradas y policromadas; y el altar de La Purísima.

A la entrada por la puerta oeste está situado el altar de San Antonio, seguido por el altar de la Virgen del Carmen, y más adelante el altar de San José. Ingresando por la puerta este, se ubica el altar dedicado a las Ánimas del Purgatorio; le sigue el altar de la Virgen del Rosario, y culmina la secuencia con el altar de Santa Bárbara, el único retablo que posee puertas pintadas en ambos lados, narrando la historia de la santa.

El púlpito, hecho de madera de cedro, se encuentra en la nave central entre los altares de Santa Bárbara y la Virgen del Rosario. Llama especialmente la atención la base o columna que sostiene la tribuna: una cariátide —o indiátide—, esculpida con facciones de chola, envuelta en hojas de acanto y flores.

La Capilla Bautismal se ubica en la esquina entre la puerta central y la puerta este. En su interior se encuentra una espectacular pila bautismal tallada en piedra, que lleva esculpida la fecha de 1727. En un nicho dentro de esta capilla se aprecia una escultura de madera de San Juan bautizando a Jesús, con los pies dentro de un río.

Hace un par de siglos, San Francisco de la Montaña fue capital del antiguo Ducado de Veraguas. Fundado formalmente en 1621 por el sacerdote Gaspar Rodríguez y Valderas, su verdadero origen se ha perdido en la memoria del tiempo. Esta región, rica en el oro codiciado por los españoles, fue visitada por primera vez en 1501. Durante más de cien años, los conquistadores fueron derrotados una y otra vez en batallas que jamás serán contadas, y de las que solo sobreviven nombres legendarios transmitidos de generación en generación, como el del invencible cacique Urracá.

Resultado del encuentro entre América y Europa, y ubicada en una provincia donde nacieron algunas de las tradiciones que hoy nos definen como nación, San Francisco de la Montaña conserva un valioso legado indígena y español: altares churriguerescos en su iglesia, desde donde nos observan infinidad de rostros indígenas tallados hace más de trescientos años; sofisticados quesos y tradicionales postres en los que se mezclan los frutos más autóctonos con especias exóticas; amplios ríos cuyas aguas aún arrastran el oro de las montañas donde nacen; y una historia que puede escucharse, si se presta suficiente atención, en las formaciones rocosas de sus balnearios, en las esquinas dormidas del pueblo colonial y en el murmullo del viento, que deja una huella imborrable.

Durante muchos años se ha especulado sobre las razones que llevaron a los colonizadores españoles a construir un templo tan elaborado en un poblado tan remoto.

En su momento, la doctora Reina Torres de Araúz describió esta iglesia como “un prodigio de manifestación estética y fe cristiana”, y se preguntaba “cómo era posible que se hubiera producido en este apartado rincón de la geografía istmeña”.

Algunos aseguran que no se trata de una iglesia, sino de una capilla privada erigida en los terrenos de un acaudalado hacendado. Sin embargo, numerosos testimonios escritos explican con claridad la razón de ser de esta magnífica iglesia.

Aunque en el año 1937 la iglesia fue declarada “Monumento Nacional” y se realizaron algunos esfuerzos por conservarla, reconstruyendo algunas de sus ya ruinosas paredes, las obras no fueron bien ejecutadas. Como consecuencia, en la madrugada del 2 al 3 de noviembre de 1944, la torre del campanario se derrumbó. El resto del templo habría corrido la misma suerte, de no haber sido por la intervención de la doctora Reina Torres de Araúz, quien luchó incansablemente por su restauración.

Parte de esta historia nos la compartió amablemente una joven que hace las veces de guía, explicando una a una las obras talladas y pintadas en la capilla. Cada imagen que llamaba nuestra atención era detalladamente descrita por ella, quien también nos comentó que la iglesia aún se utiliza ocasionalmente para celebrar misas, algo que considera peligroso e inadecuado, ya que acelera el desgaste de este valioso patrimonio.

Nos habló también sobre una pintura que fue robada hace más de 30 años y que aún no ha sido recuperada. Sin embargo, el espacio donde estaba ubicada se mantiene intacto, con la esperanza de que algún día vuelva a su lugar original.

Al contemplar este maravilloso ejemplo de arte barroco popular americano —conformado por los altares, retablos y el púlpito de esta pequeña iglesia del siglo XVIII— es inevitable preguntarse cómo fue posible que en un rincón tan apartado de la geografía istmeña surgiera semejante prodigio de expresión estética y fe cristiana. Hoy, con los altares recuperados como parte de nuestro patrimonio histórico, nos queda el testimonio de un estilo de vida que, en tierras americanas, adquirió matices propios del indigenismo y el criollismo.

Así, este templo se convierte en un verdadero relicario por las joyas que alberga. En él, la sensibilidad indígena quedó plasmada con fuerza sobre los moldes del barroco español, como resultado de un auténtico mestizaje artístico.

No esperes más para conocer los patrimonios y monumentos de tu país.
Es injusto que, al entrar a un lugar histórico, uno se tope con más extranjeros que con nativos.

Tómate tu tiempo, haz el espacio para viajar un poco más allá y dar fe de que todo esto existe, de que la historia aún está grabada en las paredes de un lugar tan mágico como la Iglesia de San Francisco de la Montaña.

Horarios para visitar este monumento: 10:00 A.m. a 6:00 P.m. Martes a Domingo
Casa Cural: Tel. 954.21.41

El distrito de Boquete, en Chiriquí

Si hay un lugar encantador, ese es Boquete. Con sus vistas montañosas y la diversidad de rostros que se mezclan en el ambiente, formando una auténtica mezcolanza de razas. El lugar es tan encantador que muchas personas sueñan con habitarlo, y muchas ya lo han hecho realidad.

Por sus veredas deambulan los indígenas Ngäbe, quienes dominan la zona, ya que son ellos los principales dedicados a la agricultura y a traer las deliciosas frutas, legumbres y, por supuesto, el café a este poblado.

Es increíble también que, en Boquete, muchas veces encontremos más extranjeros que panameños, ya que muchos han escogido este lugar como sitio de descanso o retiro.

Fundado el 11 de abril de 1911, Boquete fue inicialmente poblado por habitantes de distritos vecinos, a quienes se sumaron inmigrantes suizos, yugoslavos, suecos, alemanes y norteamericanos. Esto ha dado lugar a que la población de Boquete esté compuesta por tres grupos principales: los indígenas de las montañas, que trabajan principalmente en los cafetales; los pobladores panameños no indígenas; y, en tercer lugar, los inmigrantes extranjeros provenientes de Europa y Estados Unidos.

Sus fincas, granjas y casas reflejan la influencia de los estilos arquitectónicos de esas regiones de Europa Central. Desde hace años, estas tierras han atraído no solo a personas que buscan terreno para cultivar, sino que también han sido consideradas uno de los mejores lugares para una segunda vivienda o para disfrutar de la jubilación.

BOQUETE2

Para llegar a Boquete, es necesario manejar hasta David, Chiriquí, y luego conducir aproximadamente 46 km, lo que toma alrededor de 40 minutos. Desde la Carretera Interamericana, viniendo de Panamá, debe tomar hacia la derecha en el cruce donde se encuentra el centro comercial Terronal. Justo frente está el tradicional supermercado chiricano Súper Barú. En el camino hacia Boquete se pueden disfrutar bonitos parajes. Justo antes de llegar al pueblo, verá a la derecha un mirador desde el cual podrá contemplar un majestuoso valle atravesado por el río Caldera.

Boquete es un distrito con una superficie de 488.4 km² y una población de 18,555 habitantes. Este distrito es conocido por su clima templado, a diferencia de gran parte del país, debido a que se encuentra ubicado en lo alto de la Cordillera Central.

Es muy interesante que el nombre “Boquete” proviene de la topografía de la entrada a la capital del distrito, que consiste en una abertura o “boquete” que da paso a un valle rodeado por montañas.

Río Caldera

Este lugar es uno de los destinos turísticos más nuevos y pujantes del país, con una enorme abundancia de recursos naturales, tales como montañas cubiertas de bosques primarios y secundarios, una fauna importante y muy diversa, arroyos y quebradas de aguas cristalinas, ríos impetuosos, un majestuoso volcán, parques nacionales y reservas forestales.

Entre las atracciones turísticas se encuentran majestuosos paisajes de montaña, rafting y kayak de clase mundial, golf, excursiones a fincas de café, observación de aves, senderismo, paseos a caballo, un tour de canopy sobre los árboles, comunidades residenciales, clima primaveral durante todo el año y una población muy amistosa.

El distrito de Boquete limita al norte con la provincia de Bocas del Toro; al oeste, con los distritos de Bugaba y Dolega; al sur, con los distritos de Dolega y David; y al este, con el distrito de Gualaca. Boquete está dividido en seis corregimientos: Bajo Boquete (cabecera del distrito), Alto Boquete, Jaramillo, Los Naranjos, Caldera y Palmira.

La temperatura promedio es de 20ºC durante todo el año, presentando dos tipos de clima: templado muy húmedo de altura, con lluvias copiosas superiores a los 60 mm anuales, y tropical húmedo.


Según estudios arqueológicos, el área cercana al Volcán Barú fue lugar de las primeras sociedades agrícolas y cacicazgos, fechados entre los años 300 a.C. y 600 d.C. En Caldera se encuentran diversos petroglifos que atestiguan la presencia de estas aldeas en la región. El señor Roberto Barú de Sairé, conocido como el primero en subir al Volcán Barú, es una figura importante en Panamá, por lo cual el volcán lleva su nombre en honor a él.

Durante la colonización española, el distrito de Boquete, junto con el resto de las Tierras Altas, quedó casi aislado debido a la topografía accidentada de la zona, lo que permitió que los indígenas Ngäbe del centro del país y los miskitos del Caribe centroamericano usaran el área como refugio.

En 1950 comenzó a celebrarse el Festival del Café, un evento realizado de manera intermitente por la comunidad para resaltar el principal producto agrícola del distrito. Entre los cafés más reconocidos del área están Café Ruiz y Kotowa Coffee.

El 9 de abril de 1970 ocurrió una grave inundación que causó daños materiales colosales, afectando a uno de cada tres habitantes del distrito y la muerte de ocho personas. Debido a este suceso, la feria fue suspendida hasta el año siguiente. La zona inició un rápido proceso de recuperación, y en 1973 el Festival del Café se transformó en la Feria de las Flores y del Café.

Entre los principales ríos del distrito se encuentran el río Caldera (que forma la frontera con el distrito de Gualaca) y el río Caldera (afluente del río Chiriquí) que atraviesa el distrito. Otros ríos importantes son el río Palo Alto, río Los Valles, río Cochea, río Colga, río Papayal y río Agua Blanca.

Definitivamente, visitar la provincia de Chiriquí y no recorrer un poco el distrito de Boquete deja un gran vacío en la experiencia de esta hermosa provincia.

¿Qué hacer en Boquete 2025?

  • Biblioteca de Boquete.
  • Finca Lérida Coffee Estate.
  • Centro de eventos y Teatro comunitario de Boquete.
  • Sendero el Pianista.
  • Sendero los Quetzales.
  • Parque Internacional La Amistad.

Trogón Colipizarra/ Slaty-tailed Trogon/ Trogon Massena

La palabra griega trogon, significa “mordisqueando” y y se refiere al hecho que estas aves roen agujeros en los árboles o en termiteros para construir sus nidos.

Conocido también como trogón grande, es una ave de la familia Trogonidae, familia de los quetzales. Habita en la selva húmeda y desciende a áreas adyacentes semiabiertas, bosques húmedos de tierras bajas, bosques secundarios maduros, plantaciones de cacao; es esta la razón por la que con frecuencia nos encontramos con esta ave en lugares cercanos a la ciudad como el Parque Metropolitano, Pipeline Road, Plantation Road e incluso en el Camino de Cruces, por mencionar lugares bastante visitados.

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Esta ave me parece interesante y tranquila pero sinceramente creo que nunca le he llegado a sacar buenas fotos, al trogón le encanta estar en lugares sombreados. Los que he visto tienen siempre las plumas delanteras un poco arrancadas; son de buen tamaño, miden alrededor de 30 cm y pesa 145 g. Su cola es de un gris oscuro uniforme y las coberturas de las alas de lejos parecen ser grises, pero realmente son un fino entrelazado de negro y blanco.

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Como en muchas aves, presentan diformismo sexual, los machos en general presentan un plumaje más llamativo que el de las hembras. Por ello se expresa con o sin dimorfismo sexual, según machos y hembras compartan el colorido de sus plumajes. El macho tiene el dorso, la cabeza y el pecho de color verde, el bajo vientre rojo y el pico naranja. La hembra posee un dorso, cabeza y pecho de color gris oscuro, abdomen rojo y el pico es parcialmente anaranjado ya que la parte superior de la mandíbula negra. Los inmaduros son parecidos a los adultos respectivos, pero con las timoneras laterales más puntiagudas y con las barras y un pedacito de la punta de color blanco opaco; en los machos la parte superior del pecho es gris y las coberteras alares son mucho más oscuras que en el caso de las de los adultos.

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Su dieta se basa en insectos y frutas; su dieta y hábitos arbóreos se ven reflejados en su pico ancho y patas débiles. Aunque su vuelo es rápido, suelen evitar volar hasta pequeñas distancia. Normalmente se posa erguido y sin movimiento. Atrapa en el follaje orugas, saltamontes y otros insectos, así como lagartijas pequeñas. En algunas ocasiones sigue tropas de monos o bandadas de “caciques “  y captura los insectos que escapan de ellos. Aunque es principalmente solitario, excepto durante la época de cría.

Esta ave siempre es emocionante verla pues en cuanto a mi respecta, aparece en el momento menos esperado, en medio del follaje profundo, con su colorido y sus enormes ojos.

El Serpentario Maravillas Tropicales del Valle de Antón.

Para conocer la naturaleza, hay que empezar por respetarla”. Esta es la bienvenida al Serpentario Maravillas Tropicales.

El sitio funciona como centro de investigación desde hace más de 20 años. Su programa de rescate animal acoge a los ofidios que ya no pueden atender sus propietarios originales y a los que se encuentran desamparados fuera de su hábitat. Es un lugar sorprendente en el cual se puede aprender de manera interactiva con estos interesantes reptiles.

Los animales rescatados participan de los programas educativos, de conservación y de investigación del refugio, que no solo recibe serpientes, sino que también auxilia a otros animales, como cocodrilos, caimanes y perezosos.

Encontrar el lugar es fácil: al entrar al Valle de Antón hay que fijarse a la derecha de la calle y verás el letrero que indica la entrada hacia el serpentario (entrando por la primera estación de gasolina).

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El punto rojo es el serpentario

Costo: Al llegar, pasamos por un sendero adecuado con flores y plantas del bosque tropical y vimos la tiendita de cobro, allí­ pagamos 4$ cada uno. Dejamos que se retirara el grupo que atendían y con ansias esperamos nuestro turno.

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Herpetólogo Mario Urriola, propietario del serpentario Maravillas Tropicales.

Al entrar, nos atendió Mario, quien nos contó cómo inició este centro de rescate, exhibición y conservación de especies. Funciona también como refugio para reptiles que han sido abandonados tras ser adoptados como mascotas. Algunas personas llevan sus serpientes al lugar porque crecieron demasiado, y otras las encuentran en sus casas y, en lugar de matarlas, llaman al serpentario para que un experto las capture.

Luego, se realiza una revisión del animal. Si tras las evaluaciones e investigaciones se confirma que no tiene enfermedades, es reubicado en un lugar seguro, tanto para los humanos como para la propia especie.

En este lugar se trabaja de forma voluntaria y con mucho amor por estos fascinantes reptiles, utilizando los recursos disponibles para mantenerlos en buen estado y en un hábitat adecuado.


Pudimos observar especies de gran tamaño, como la Boa constrictor (Boa constrictor), y otras como la Boa arco iris (Epicrates cenchria). También vimos de cerca a la impresionante y venenosa Toboba de pestañas (Bothriechis schlegelii), conocida también como Terciopelo de pestañas o Víbora amarilla.

Tuvimos la oportunidad de ver tanto la coral verdadera como la falsa coral, además de otras especies como la víbora Equis (Bothrops asper), la Patoca (Porthidium lansbergii) y la Mano de Piedra (Atropoides mexicanus).

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Víbora de pestañas
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Visitante con Congo, la pitón bola domesticada para ser mascota de compañía.

En el serpentario puedes aprender a diferenciar entre una coral verdadera y una falsa, así como a identificar si una serpiente es venenosa o no, observando su color, tamaño, forma de los ojos e incluso sus orificios nasales.

Es importante recalcar que solo con buena actitud y respeto puedes tener la oportunidad de tocar alguno de estos animales, especialmente si muestras verdadero interés en aprender. Sin embargo, no es obligatorio hacerlo si no te sientes cómodo.

El serpentario está abierto de lunes a viernes, de 8:30 a.m. a 4:00 p.m., y los sábados y domingos de 8:30 a.m. a 5:30 p.m.


Hace poco pudimos tomar un curso de manejo de serpientes venenosas y no venenosas, con el Biólogo Mario Urriola, hemos posteado de igual forma las fotos.

Orquideario del Valle de Antón.

Hace unas semanas visitamos el Valle de Antón y descubrimos varios lugares poco conocidos, entre ellos el orquideario APROVACA (Asociación de Productores de Orquídeas de El Valle y Cabuya). Esta asociación sin fines de lucro, fundada el 15 de marzo de 2001, se dedica a conservar especies nativas y proteger orquídeas endémicas en peligro de extinción, contribuyendo así a la conservación de la biodiversidad de la región y de Panamá.

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Panamá alberga al menos 1,500 especies de orquídeas, siendo uno de los países con mayor diversidad en el mundo. Sin embargo, la destrucción de bosques tropicales, acelerada por el crecimiento económico, está amenazando su hábitat. En el Valle, algunos habitantes arrancan ilegalmente orquídeas en peligro para venderlas debido a su situación económica, poniendo en riesgo estas especies locales.

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Variadas Phalaenopsis

La asociación se sostiene gracias a donaciones de personas y embajadas interesadas en el proyecto.

Al llegar, nos atendieron muy bien y nos mostraron los animales que dañan las orquídeas, maquetas con insectos y muchas mariposas hermosas. Recorrimos las diferentes áreas, que aunque pequeñas, cumplen con lo necesario para satisfacer la curiosidad.

Cuentan con un espacio dedicado a la flor símbolo nacional de Panamá: la flor del Espíritu Santo. Fue la primera vez que la vimos de cerca, una orquídea exótica de color blanco hueso, con una figura parecida a una palomita lista para volar. Fue muy emocionante poder verla e incluso tocarla, ya que, aunque es un símbolo nacional, es raro tenerla tan cerca.

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Flor del espí­ritu santo o Peristeria elata

Es importante destacar que las orquídeas son plantas epífitas, es decir, crecen sobre árboles o ramas usándolos como soporte, pero sin parasitarlos. Aunque crecen de forma independiente, a veces pueden desarrollarse tan apretadamente que dañan la planta anfitriona.

La orquídea es una de las flores más exquisitas y fascinantes del mundo, y muchos países la han adoptado como símbolo nacional, incluyendo Panamá. Se dice que en 1856 fue la primera vez que se cultivó una orquídea.

En APROVACA venden algunas orquídeas horticulturales para la propagación y diseminación al público por precios accesibles. El local está abierto de 9:00 AM a 5:00 PM todos los días incluso los fines de semana y los días festivos. También ofrecen servicio de hostal.