El Charco Azul se encuentra cerrado ya que presenta un problema de contaminación de las áreas verdes y no está permitido pasar. Fue una buena decisión de la Alcaldía de Chame ya que en el mismo se encuentra la toma de agua de Sajalices y ya la comunidad se veía afectada, a pesar de que para llegar es necesario caminar hasta 2 horas y media, visitantes rompían las tuberías y se bañaban en la toma de agua. Estamos en espera que Ministerio de Ambiente establezca un sendero por Campana para acceder, mientras tanto, no se puede pasar ya que es cuidada su entrada por guardaparques y policía ecológica so pena de multa de hasta 600$
A veces las ganas de ver verde me invaden tanto que tengo por necesidad buscarlo. Aunque viva en un lugar donde hay muchos árboles, para mí la necesidad de recorrer Panamá se escapa de mi cuerpo, va más allá de mi corazón y se aferra a mi alma. Si no lo hago, puedo deprimirme, lo he comprobado.
Hace poco nos atrevimos a buscar el trillo que conduce a la cima del cerro Trinidad de Capira, uno de los más altos del área y que forma parte del Parque Nacional Altos de Campana. Era carnavales, y para dicha nuestra no tuvimos problemas con el transporte. Nos fuimos en bus colectivo sin ningún problema.
Tomamos un bus Panamá-Capira (Lídice). Preguntamos al conductor dónde tomar las “chivas” (buses) de Trinidad y él amablemente nos dijo que en un Mini Súper desde el cual salen todas las chivas que van hacia esos pueblos.
Al llegar a la parada nos encontramos con un sinfín de muchachos que también esperaban chivas para dirigirse a distintos puntos a pasar sus carnavales como retiro espiritual con sus iglesias.
Luego de esperar algún tiempo llegó una chiva de “El Chileno”, un pueblo que queda más allá de nuestro destino y por ende pasaba por Trinidad. Nos subimos en la chiva, que en realidad viene siendo un antiguo auto de la Cruz Roja y que ahora cumple con la función de transporte.
Íbamos apretados y contentos, algunos hasta se colgaban atrás de la chiva. Tras pasar por varias lomas con un lindo paisaje, llegamos a nuestro destino: un teléfono público.
El conductor nos dijo que el señor de la casa al lado conocía el trillo del cerro. Fuimos a preguntarle, pero nos dio indicaciones confusas sobre varias entradas y no entendimos bien. En otra casa, un hombre que limpiaba herraduras nos indicó un camino poco marcado por donde la gente se metía.
Desorientados, entramos por ese camino lleno de monte, plataneras, helechos y lajas gigantescas. El sendero desapareció y tuvimos que improvisar.
Mi compañero tomó una rama gruesa y abrió un camino que nos llevó a una laja alta para subir. Él se quitó las zapatillas y subió. Mientras yo esperaba, sentí un picor fuerte; unas hormigas rojas y grandes me cubrían la pierna. Me quité rápido las zapatillas y corrí a un lado, sintiendo que las hormigas me buscaban.
Le tiré mis zapatillas y mochila y empecé a subir. Llegamos a otra roca y luego a una laja aún más alta. Subió con mucho cuidado, casi sin lugares donde apoyar el pie, pero lo logró. Me dijo que el camino se complicaría, con más lajas difíciles.
Intenté subir varias veces, pero no pude; necesitaba una cuerda, era imposible para mí. Finalmente, llegamos a una tubería y decidimos regresar a la carretera para preguntar por otro sendero, porque pensamos que ese camino no era el correcto.
Un señor que limpiaba su patio nos ofreció llevarnos a la cima por 25 dólares cada uno. Nos dijo que tomaría 4 horas y que necesitaríamos cuerdas, porque subir por bejucos, como intentamos, era peligroso. También mencionó un chorro refrescante en Aguacate Arriba, cerca de donde estábamos.
Tomamos una chiva hasta el Cruce y caminamos preguntando por el chorro, pero nadie sabía nada; solo nos dijeron que “por allá abajo está el río”.
El sol estaba muy fuerte; sentía los rayos traspasar mi gorra. Vi un kiosco y corrí por un refresco, pero no había luz. Me dijeron que vendían cerveza bajo un toldo. Caminamos un poco más y ahí estaba la cerveza, que en ese calor se volvió mi mejor refresco.
Una chiva subía montaña arriba, corrimos con la cerveza para subir. Le dije a la gente del toldo que les pagaría al regresar. No sabíamos a dónde íbamos ni dónde bajarnos, ni el niño pasajero sabía el destino. Le golpeé el techo y la chiva paró. Me bajé y pregunté dónde quedaba Aguacate; el conductor me miró y me dijo: “Súbase adelante”.
Me subí y le dije que quería ir al chorro. Respondió que estaba lejos y en mal estado, pero conocía a alguien que nos podía guiar. Después de un rato, se detuvo y llamó a un señor que descansaba en una hamaca para que nos acompañara. El conductor, muy amable, no nos cobró nada.
Bajamos y saludamos al señor, de unos 55 años, rostro cordial, quien nos pidió que lo siguiéramos. Entró a su casa, buscó un machete y comenzamos la marcha. Pasamos por un campo improvisado de fútbol, charcos, quebradas y árboles caídos por las lluvias recientes. Al poco tiempo, el camino se cerró y nos dijo: “hasta aquí llego yo”. Nos explicó que el camino era lo feo, pero el chorro era bonito.
Le dimos su pago y nos advirtió que bajaríamos por unos bejucos con mucho cuidado. Ah, y que él tenía 73 años. Le dije a mi compañero: ¡mira cómo la naturaleza lo mantiene en forma!
¡Vaya belleza! Un chorro de unos 6 metros de altura donde el agua, al golpear la roca, formaba un arcoíris. Me metí al agua y me quitó el calor tremendo que tenía. Un jacuzzi natural solo para mí, ¡qué egoísta! Después de un rato, mi compañero entró y compartimos la merienda que habíamos llevado, además de una agradable conversación en ese jacuzzi personal. Creemos que este chorro no tiene nombre, ¿habrá que ponérselo?
Al salir del chorro vimos chachalacas (Ortalis cinereiceps) y tucancillos verdes (Aulacorhynchus prasinus). Caminamos por las lomas hasta llegar al Cruce, lo cual me pareció increíble por la distancia recorrida. Esperamos casi media hora una chiva en una tienda con sodas frías, donde conocimos a unos jóvenes que serían nuestros guías en la verdadera expedición al cerro Trinidad.
Sin problema llegamos a Capira, con una experiencia más y la satisfacción de haber conocido un lugar fantástico.
Los invito a empezar a caminar. Hay lugares hermosos, cerca de la ciudad y accesibles. Solo hace falta ganas de caminar, conocer, improvisar, interactuar y disfrutar de la belleza que ofrece nuestro Panamá. No te conformes con ver esos cerros desde lejos, lo mejor es acercarse lo más posible.
El nombre Calobre se originó ya que así se llamaba un cacique del área. Este distrito está formado por doce corregimientos: Calobre, Barnizal, Chitra, El Cocla, El Potrero, La Laguna, La Raya de Calobre, La Tetilla, La Yeguada, Las Guías, Mojarás y San José.
En Calobre, una de las principales actividades es la cosecha de sandía, gran parte de la cual es exportada al extranjero. Se dice que es la mejor de Panamá, gracias a las condiciones de la tierra, algo árida, de este distrito.
Justo en la carretera, mucho antes de llegar al pueblo, vimos un anuncio con imágenes que indicaba los lugares turísticos que se pueden encontrar en este bello distrito: El Salto Bejucal, el río San Juan, la laguna La Yeguada, Los Sandiales y los Pozos Termales de Calobre. Tratamos de encontrar los que nos fuera posible, y nos interesamos especialmente por llegar a los pozos termales. Sin embargo, al parecer, estos tienen un acceso complicado.
Justo debajo de un puente, en el corregimiento de Tetilla, se encuentra el Salto El Bejucal. Es un imponente chorro de agua que, iracundo, rompía con fuerza gracias a su caudal de invierno, lo que hacía que el agua se tornara turbia. Nadie se estaba bañando en ese momento, y preferimos no tomar el riesgo. Está rodeado de abundante vegetación, y el lugar es muy bonito, a pesar de estar justo debajo del puente.
Pocas personas conocen el salto ya que por su ubicación estratégica es muy difícil darse cuenta que se encuentra semejante maravilla. Tampoco hay ninguna señalización, recomiendo preguntar en la carretera luego de 30 minutos de haber salido de San Francisco de la Montaña.
Río San Juan
Al salir del Salto, seguimos en la carretera hasta ver el Río San Juan, al que vislumbramos sólo desde un puente y el tiempo no nos dio para bajar.
Se apreciaban extrañas formaciones rocosas, quizás causadas por la erosión del tiempo y definitivamente una acción volcánica antigua. El Río San Juan forma parte importante de Calobre ya que sus aguas son desviadas hacia la quebrada las Lajas, que a su vez es el único afluente de la Laguna La Yeguada, para aumentar el volumen de agua utilizable hacia la generación de energía eléctrica.
Para llegar a Calobre se puede ir por dos rutas: desde Santiago, pasando por San Francisco de la Montaña y luego desviándose hacia Calobre, esto te toma un tiempo de 45 minutos. Si vienes por la carretera Interamericana puedes tomar la vía que conduce hacia el Jaguito en el Roble y esto te toma un tiempo de 1 hora y 20 minutos hasta llegar a Calobre. Desde la ciudad de Panamá es aproximadamente 3 horas y 15 minutos. “Calobre es un paraíso por conocer”.
Hace algún tiempo estuvimos en el área de Santa Fe de Veraguas y pudimos conocer uno de los lugares de mayor impacto ecológico cercano al Parque Nacional Santa Fe: Alto de Piedra, ubicado en la vía que conduce a Guabal y atraviesa el parque.
Para llegar a Alto de Piedra, es necesario partir desde Santa Fe de Veraguas y seguir las señalizaciones, muy bien marcadas a lo largo del pueblo, que conducen sin pérdida hasta la parte alta del lugar. Desde allí es muy fácil observar y disfrutar de una vista espectacular del parque nacional y sus alrededores, además de una buena panorámica del pueblo.
A lo largo de la carretera también se pueden observar quebradas y ríos; allí se encuentra además la torre de comunicación del área.
La carretera ha sido asfaltada hasta Guabal y se encuentra en condiciones óptimas para un buen viaje. De igual forma, se pueden tomar “chivas” (autos 4×4 que simulan autobuses) desde Alto de Piedra, Calobévora o Guabal, o taxis que cobran $5 desde el centro de Santa Fe hasta el Alto.
Es ahí donde se encuentra el colegio de Alto de Piedra y, un poco más allá de la carretera, se ve un letrero que anuncia la llegada a Alto de Piedra y a algunas cabañas espectaculares y muy cómodas, las únicas del lugar. Estas cabañas cuentan con una vista impresionante del dosel del bosque y un frío lago lleno de carpas y patos que lo adornan, donde se puede disfrutar de un placentero paseo en botes de pedales.
Al lado de las cabañas hay un “jorón” o bar que durante el día funciona como cafetería exclusiva del espectacular Café Tute, ofrecen comidas criollas y, por la noche, se convierte en un espacio de diversión.
En una de nuestras tantas caminatas bajo la lluvia, nos metimos por un sendero desconocido y llegamos a una loma algo escarpada desde la cual pudimos ver gran parte del parque nacional. Allí nos encontramos con un hermoso gavilán blanco que descansaba al atardecer en la rama de un árbol grande; pudimos acercarnos lo suficiente para tomarle fotos hasta que finalmente el ave voló hacia la espesura del bosque. Fue un momento espectacular.
La cantidad de animales que es posible ver a simple vista, es infinita. Vimos desde bandadas de aves, águilas y tucanes, hasta ranas arborícolas cerca de nuestra cabaña y muchos insectos de colores espectaculares y formas increíbles a los cuales no pudimos evitar sacarles algunas fotos.
Corydalidae
Hace muy poco, la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP) y la Cámara de Turismo de Veraguas informaron que en la región veragüense ya existen dos rutas ecoturísticas: la primera, llamada Ruta de la Fe y Ecológica (Santiago – Atalaya – San Francisco – Santa Fe), y la segunda, la Ruta Fluvial y Verde (Santiago – Río de Jesús – Soná – Parque Coiba).
Este centro y sus cabañas formarán parte de esta ruta, por lo que decidimos conocer un poco de lo que ofrece o ofrecerá.
Una vez más, fuimos a Alto de Piedra y esta vez pudimos visitar varios de sus ríos y hermosas cascadas, una de ellas de casi 20 metros de altura; luego de atravesar un sendero enlodado y húmedo, con nubosidad y muchas aves revoloteando, al lado de árboles encantados, repletos de musgo.
Hay caminatas cortas de aproximadamente dos horas y media en las que se puede llegar a las tres cascadas de Alto de Piedra, conocidas como el primer brazo del río Bulabá, así como a una serranía con un corredor biológico destacado llamado “La Serranías del Tute”. En las cabañas antes mencionadas también se ofrecen tours guiados por Ariel Peña a precios módicos.
El clima en Alto de Piedra es espléndido y el paisaje completamente verde y diferente; es uno de los lugares del parque donde se practica más el avistamiento de aves. Las noches son bastante amenas: el Búho Blanquinegro y el Nictibio Común nos acompañan para entretenernos.
Alto de Piedra representa la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Santa Fe, y muchas personas desconocen el gran paraíso que esconde.
En el Cerro Mariposa, punto más alto de este sector, se puede observar la flora y fauna endémica del área, y cuando el día está despejado, incluso se pueden ver simultáneamente el Mar Caribe y el Océano Pacífico.
Este lugar recibió su nombre por su altura y ubicación geográfica. Su historia comienza en la década de los 70, cuando se creó un colegio agrícola destinado a la siembra de hortalizas y la cría de animales, que posteriormente se convirtió en un colegio de educación básica general.
Cabe destacar que la ANAM está promoviendo la docencia en conjunto con la Fundación Héctor Gallego, la Cooperativa de Turismo y el colegio de Alto de Piedra, para proteger este valioso patrimonio natural.
Recomiendo enormemente que, si te gusta la aventura, al llegar a Santa Fe de Veraguas recorras primero los alrededores del pueblo y luego te dirijas directamente a Alto de Piedra, donde podrás armar un itinerario lleno de innumerables aventuras en los paisajes generosos que rodean este lugar. ¡Ah! Y no olvides llevar mucho repelente para mosquitos.
Andando por las laderas de las montañas de Veraguas, nos encontramos con el Salto de San Francisco, ubicado dentro de la encantadora comunidad de San Francisco de la Montaña, fundada en 1621, a 16 kilómetros de la ciudad de Santiago.
Se dice que los fundadores de este pueblo fueron Fray Pedro Gaspar Rodríguez y Valderas, miembro de la orden de Santo Domingo, conocido como el “Apóstol de los Guaimíes”. Él estableció el poblado con el objetivo de concentrar a los aborígenes de la región y convertirlos a la fe católica.
Luego de visitar la antigua iglesia de San Francisco, algunos moradores nos recomendaron conocer el Salto.
¿Dónde queda El Salto? La ubicación es sencilla: partiendo desde la iglesia de San Francisco, debes tomar el camino que pasa por detrás de ella, hacia la izquierda, hasta llegar al IDAAN. Luego, sigue hacia la derecha hasta encontrar una cancha improvisada de fútbol. Justo después hay un jorón, y frente a él se encuentra El Salto.
Es un paisaje que te deja sin palabras al instante: chorros de agua que caen en una olla natural de aguas mansas, las cuales continúan su curso hasta un río lleno de piedras. A su alrededor, se disfruta de abundante vegetación y árboles frutales que acompañan el trayecto del río.
El Salto forma parte de la quebrada Honda, y generalmente la gente disfruta de sus aguas refrescantes durante el verano, ya que en invierno el caudal es demasiado fuerte y pueden ocurrir accidentes.
En el balneario también hay bancas donde los visitantes pueden hacer picnic y pasar un buen rato disfrutando de una hermosa vista. Es importante llevar provisiones, ya que no hay establecimientos de comida cerca del área.
Aunque en verano los chorros del salto pueden estar casi secos, nada impide disfrutar de las aguas del balneario, incluso con mayor seguridad.
Cuando vayas a San Francisco de la Montaña es un deber pasar por el Salto. Recuerda siempre que lo que llevas de basura, te lo debes traes contigo y no dejar nada en el río.
La verdad es que en estas fiestas patrias buscaba tranquilidad, algún lugar de esos donde nadie te conoce, donde solo la brisa te acompaña y el cantar de las aves te despierta: Santa Fe de Veraguas.
Como siempre, es mejor tomar nota antes de llegar al sitio. Averigüé sobre los lugares de alojamiento que tiene este poblado y encontré varios para escoger, a precios muy módicos. Nos decidimos por uno en el centro, perfecto para desplazarse: el Hotel Santa Fe. El trato fue bueno, las habitaciones muy limpias, al igual que los baños. No tenía televisión, pero no fue necesario, y el aire acondicionado tampoco hizo falta, ya que el clima aquí es perfecto.
En cuanto a la forma de llegar, hay varias opciones. Si vas en auto, tienes dos rutas: la primera es entrando por la comunidad de El Jagüito en Coclé (a 10 minutos de pasar Aguadulce), pasando por Calobre y desviándote hacia San Francisco de la Montaña. Desde allí, hay una sola carretera que conduce hasta Santa Fe.
La otra opción es manejar hasta Santiago y luego tomar la Avenida Polidoro Pinzón, que está a la derecha antes del puente vehicular. Desde allí hasta Santa Fe son aproximadamente 57 kilómetros de carretera, que también pasa por San Francisco de la Montaña. En cualquiera de las dos rutas, las vistas durante el trayecto son verdaderamente espectaculares.
En caso de hacer el viaje en autobús, la manera más fácil es tomar un autobús Santiago–Panamá en la terminal de Albrook y llegar hasta la terminal de buses de Santiago. Allí puedes tomar otro autobús o una “chiva” que te llevará hasta Santa Fe. En este caso, las chivas son muy cómodas. El horario de autobuses en Santa Fe es de 5:00 a. m. a 7:00 p. m.
El inconveniente de llegar sin auto es que una vez en el poblado, resulta difícil desplazarse de un lugar a otro, a menos que utilices taxis, ya que las distancias entre sitios son algo largas. Santa Fe tiene muchísimos rincones por recorrer, pero eso no debe desanimarte. Una vez allí, puedes tomar algún transporte local que te lleve a diferentes sitios de interés. Además, cuentan con una terminal de autobuses propia, muy bonita y adecuada, con asientos para esperar.
Luego de aproximadamente una hora y media de carretera adornada por paisajes hermosos, y después de cruzar los antiguos puentes sobre el río Gatú y el célebre río Santa María, es increíble encontrar un lugar tan completo como este. Hay restaurantes —destacando los de la cooperativa “La Esperanza de los Campesinos”— así como algunos minisúper pertenecientes a la misma cooperativa, entre muchas otras opciones.
Hay un mercado donde se pueden adquirir frutas de temporada, artesanías a muy buen precio, así como sombreros pintados o típicos a precios realmente módicos —los más baratos que he visto, para ser sincera. Tienen una gran variedad de canastas de paja, bolsas de henequén, vestidos tradicionales ngäbe-buglé y un sinfín de artículos interesantes.
Lo único con lo que tuvimos algo de dificultad fue encontrar hielo, ya que a veces el agua del lugar no es muy limpia y algunas tiendas prefieren no venderlo. El lugar que más lo distribuye es un mini súper de dueños asiáticos llamado Mini Súper Santa Fe, ubicado a la entrada del pueblo.
Santa Fe fue uno de los primeros pueblos fundados en el istmo de Panamá. Su historia comienza cuando el capitán Francisco Vázquez estableció varias ciudades en la provincia de Veraguas en el año 1558, incluyendo a Santa Fe.
Este distrito está conformado por ocho corregimientos: Santa Fe, Calovébora, El Alto, El Cuay, El Pantano, Gatuncito, Río Luis y Rubén Cantú. El clima del distrito de Santa Fe es de tipo subtropical.
Entre los puntos más altos del distrito se destacan el Cerro Negro, con una altitud de 1,518 metros sobre el nivel del mar, y el Cerro Chicu, que alcanza los 1,764 metros. El distrito cuenta con una superficie total de 1,921 km².
La popularidad de Santa Fe, tanto a nivel nacional como internacional, se debe en gran parte al trabajo organizativo de los campesinos liderado por el sacerdote Jesús Héctor Gallego, quien desapareció en el año 1971, víctima de una operación del Organismo de Seguridad de Inteligencia Militar de los Estados Unidos, con la complicidad de militares panameños y algunos lugareños de Santa Fe. ¿Su “delito”? Organizar a los campesinos para que fueran protagonistas de su propio desarrollo y lucharan contra las injusticias sociales.
El padre Héctor Gallego inició su labor organizando a las comunidades campesinas para que tomaran conciencia de su poder colectivo, reclamaran mejores pagos por su trabajo y obtuvieran un precio justo por sus productos. Trabajó hombro a hombro con ellos en el campo, durmió en sus chozas, compartió sus preocupaciones y se convirtió en uno más entre ellos.
Esta labor le costó la vida. El 9 de junio de 1971, durante el gobierno de Omar Torrijos Herrera, tres hombres en un jeep se presentaron en la casa donde Gallego dormía. Lo sacaron por la fuerza, lo golpearon y lo secuestraron. Desde ese día, nunca más se supo de él.
A pesar de su desaparición, dejó como legado la Cooperativa Padre Héctor Gallego, que él mismo bautizó como “La Esperanza de los Campesinos”. Hasta el día de hoy, esta cooperativa sigue funcionando y su Tienda Cooperativa es una de las más surtidas del lugar, dirigida por campesinos e indígenas.
Los guías locales han establecido senderos que llevan al visitante hasta el Cerro Tute, y se ha construido una calle que llega casi hasta la cima. En 1993, fue instituido como Sitio Histórico Turístico por el Consejo Municipal de Santa Fe.
Durante nuestra visita a Santa Fe, fue algo difícil acceder a ciertos lugares debido a que fuimos en plena época lluviosa. Aun así, pudimos tomar nota de cómo llegar a los sitios y descubrir nuevos puntos de interés para el ecoturismo.
Ya habíamos escuchado que Santa Fe es hogar de un excelente café orgánico de altura, conocido por su aroma y sabor únicos. Sin embargo, probarlo fue una experiencia completamente distinta. Estando en el encantador poblado de Alto de Piedra, bajo la frescura de su clima, en una cantina que por las mañanas funciona como fonda, pedimos un Café Tute. Y juro, en voz alta, que es el mejor café que he probado en mi vida. No sé si fue el momento mágico, acompañado por una décima sonando de fondo, lo que me hizo pedir uno tras otro, pero no puedo negar que su sabor era sencillamente perfecto.
Café Tute es una pequeña fábrica administrada también por la cooperativa local de agricultores. Esta cooperativa ofrece excursiones a la granja orgánica, seguidas de una visita guiada por la planta de procesamiento. El Café El Tute es 100% arábico, y visitarlo sin probarlo sería un pecado. Además, vale la pena llevarse algunos paquetes, ya que en la ciudad de Panamá es muy difícil de encontrar, a pesar de que actualmente se exporta a países de Europa y Estados Unidos.
La Cooperativa de Servicios Múltiples La Esperanza de los Campesinos también exporta su café a Alemania y busca expandirse a Italia, Francia y Japón. Es increíble cómo lo que comenzó con la visión del desaparecido sacerdote Héctor Gallego, hoy haya llegado tan lejos. En sus inicios, solo contaba con 25 pequeños productores como socios.
Es importante destacar que en Santa Fe existe una gran producción de orquídeas. Tanto es así que, desde hace varios años, durante el mes de agosto se celebra una Exposición y Competencia de Orquídeas, a la que asisten expositores, concursantes, vendedores y visitantes de todo el país.
En esta región montañosa se han identificado más de 300 familias y variedades diferentes de orquídeas, aunque aún quedan muchas por descubrir. Esto se debe a que la zona conserva bosques vírgenes, donde estas especies han prosperado intactas.
En Panamá se han registrado unas 1,500 variedades de orquídeas, y Santa Fe alberga alrededor del 30% de esta diversidad. Este distrito tiene la mayor población del país de orquídeas de la variedad Pleurothallis, cuyas flores se asemejan a insectos. También abundan las Miltoniopsis, conocidas por sus pétalos en forma de mariposa.
Además, en la región se ha redescubierto una especie que se creía extinta, la Hepidendrum escaligarii, y se han encontrado especies aún no registradas por la ciencia.
En Santa Fe existen 22 orquidearios, instalados en patios de viviendas, donde los cultores les dedican tiempo y devoción para que las especies puedan florecer. Tuvimos la oportunidad de visitar uno de estos orquidearios, ubicado detrás de la casa de la señora Berta de Castrellón, directora de organización de la feria, amante de las aves y las orquídeas, con quien me sentí muy identificada.
Su esposo nos invitó muy amablemente a pasar y ver las diferentes orquídeas que tienen. En este caso, eran pocas, pero nos extendieron una cordial invitación a la feria de agosto de 2011, donde ellos exponen con mayor variedad. Este orquideario está situado en la carretera que conduce al puente sobre el río Bulabá, y hay un letrero que indica su entrada. Curiosamente no nos cobraron la entrada, aunque suponemos que cuando hay más producción de orquídeas quizás soliciten una colaboración. Para más información, también pueden llamar al 954-0910.
Entre otros de los lugares que visitamos estuvieron Alto de Piedra y el corregimiento de El Pantano. Luego de cruzar el puente sobre el río Bulabá, a unos cinco minutos de carretera, vimos una entrada hacia un camino de increíble lodo, con un letrero que indicaba: “Sendero El Chilagre, vía a Narices, bosque de Chilagres, ríos y petroglifos”.
Instintivamente, entramos por aquel camino lodoso y caminamos más de un kilómetro entre lomas. La tierra nos llegaba hasta las rodillas. Fue entonces cuando, por ir muy rápido, tropecé con una piedra, vi estrellitas… y hasta hoy llevo la cicatriz de esa caída. Fue un buen susto: me salió bastante sangre y caminar de regreso fue un suplicio. De pronto, surgió entre el camino de fango y piedras el transporte más indicado y soñado: una “gallinera”, como le llaman algunos.
Son esos medios de transporte comunitarios que operan donde los autobuses normales no llegan. Una camioneta doble cabina, modificada con asientos para los pobladores y una tracción de otro mundo.
Subimos al transporte y nos agarramos con fuerza para mantenernos en el mismo lugar donde nos habíamos sentado. Entre lomas, montañas azuladas, un cielo opaco, naranjas regadas por los suelos de las casas del camino y miradas sorprendidas dentro del volquete, finalmente llegamos a El Pantano, donde se bajó la mayoría de las personas.
Cuando íbamos saliendo, nos quedamos sorprendidos al ver un río de aguas verdes cristalinas corriendo bajo un puente rural. Era un espectáculo fuera de lugar, pues en época de invierno es muy raro ver los ríos así de limpios.
Me fui a limpiar la herida al hotel y salimos nuevamente, pero esta vez fue a otra parte del Pantano. Justo luego de pasar el puente Bulaba entramos por una carretera empinada hacia la izquierda y encontramos la entrada hacia el famoso Salto Bermejo que visitaremos sin falta en verano. Fuimos hasta donde termina la carretera asfaltada, donde también hay una vista espectacular de la montaña y donde pudimos observar muchas aves.
Igualmente se encuentran muchos lugares que sirven como balneario:
El Salto de Venado en la comunidad de el Salto, que se disfruta sobre todo en los meses de invierno con algo de peligrosidad;
Para relajarse y disfrutar de la belleza circundante, puede alquilar un flotador por $5,00, y flotar por el Rio Bulabá hasta que se una al río Santa María. El viaje dura cerca de 75 minutos y pasa por una serie de rápidos, donde termina en el río Santa María. Para la renta del flotador, puede contactar a William Abrego (teléfono. 6583 5944);
El Salto el Bermejo en el río Bermejo, de unos 10 kilómetros de longitud que nace sobre la Cordillera Central y termina en el Río Bulabá y su avance forma al pasar hermosas caídas de aguas, muchas sin nombre e inexploradas.
Los más osados pueden subir mil 375 metros hasta llegar al cerro Mariposa, en donde se pueden observar tucanes, pavas negras, entre otros animales del lugar.
Hay caminatas cortas de dos horas y media en las que se llega a las tres cascadas de Alto de Piedra. La antigua mina de oro de Cocuyo es otro punto propicio para visitar, aunque dicen que este recorrido podría tomar hasta una semana.
No cabe duda de que Santa Fe es un lugar repleto de chorros, cascadas, saltos y balnearios donde el visitante puede divertirse y disfrutar plenamente de la naturaleza, cuidando sus beneficios y respetándola, más aún cuando es en este lugar en donde se tiene uno de los parque nacionales más importantes del país.
Y es que el Parque Nacional Santa Fe fue establecido mediante el Decreto Ejecutivo N.º 147 del 11 de diciembre de 2001, publicado en la Gaceta Oficial N.º 24,460 del 28 de diciembre de 2001, y ocupa una superficie de 72,269.75 hectáreas. Aproximadamente un 28.48% de esta superficie pertenece a la vertiente del Pacífico, y el restante 71.52% a la vertiente del Caribe.
Esta área protegida se encuentra ubicada en las tierras altas de la cordillera central de Panamá, dentro de los distritos de Santa Fe y Calobre, en la provincia de Veraguas.
La elevación máxima del parque se encuentra en un cerro sin nombre, que alcanza los 1,964 metros sobre el nivel del mar. El bosque siempre verde es el más extenso del Parque Nacional Santa Fe, y ocupa más del 95 % de la superficie. Este bosque posee un dosel compuesto por especies de árboles que, sorprendentemente, permanecen con hojas durante todo el año, aunque también se mezclan con especies de hoja caduca.
Algunas de las especies vegetales presentes en el área incluyen:
Amarillo (Terminalia amazonia)
Ollito (Eschweilera sp.)
Bateo (Carapa guianensis)
Mollejo (Virola sp.)
Guabo (Inga sp.)
Berbacillo (Brosimum sp.)
En cuanto a las flores, destacan las de la familia de las orquídeas, que tienen una gran importancia para la conservación de la biodiversidad.
El parque se caracteriza por un clima fresco, vastas zonas de bosques vírgenes, y una altísima biodiversidad: en él se reproduce el 51.3% de los mamíferos del país, algunos de ellos en peligro de extinción como:
el jaguar (Panthera onca)
el macho de monte (Tapirus bairdii)
el manatí (Trichechus manatus)
También habitan en el parque:
el mono cariblanco (Cebus capucinus) el puma (Puma concolor) la nutria (Lontra longicaudis) el murciélago (Hylonycteris underwoodi)
Existe un gran número de especies de aves —cerca de 300— que potencialmente habitan el área, ya que son características de la cordillera central. Entre las especies migratorias altitudinales registradas destacan el ave-sombrilla cuellinuda (Cephalopterus glabricollis) y el campanero tricarunculado (Procnias tricarunculatus), ambos muy sensibles a la alteración de su hábitat.
Además, esta región es uno de los pocos sitios donde se han registrado ejemplares de la estrella garganta ardiente (Selasphorus ardens), un colibrí endémico de Panamá, localizado exclusivamente en las tierras altas del occidente del país. Esta ave, por su rango tan limitado, es extremadamente vulnerable a la deforestación. La presencia de esta especie fue una de las razones por las que el Cerro Tute fue declarado área clave para la conservación de aves.
También se pueden observar otras especies como el trogón colirrayado, el carpintero olividorado, el picochato gorgiblanco y aves más comunes como la tángara de monte gorgiamarilla, el mosquerito cejirrufo, la tángara de monte común, la parula tropical, el gavilán barreteado y varios colibríes como el colicerda verde, gorra nivosa y pico de hoz puntiblanco.
Las noches en Alto de Piedra son particularmente amenas, acompañadas por el canto del búho blanquinegro y el misterioso nictibio común.
Es importante resaltar la presencia de 12 especies migratorias norteñas, una migratoria sureña y ocho especies migratorias altitudinales.
Por otro lado, sitios como Alto de Piedra y el Cerro San Antonio presentan una biodiversidad comparable a la encontrada en las tierras altas de Chiriquí.
Herpetofauna
En cuanto a los reptiles y anfibios, se han observado especies regionales endémicas como:
la rana de cristal (Cochranella spinosa)
la rana pardusca (Pristimantis pardalis)
la rana arlequín (Atelopus varius)
la iguana verde (Iguana iguana)
la salamandra (Bolitoglossa colonnea)
la boa constrictor (Boa constrictor)
Hidrografía
Esta área protegida incluye la parte alta de la cuenca del río Santa María y toda la zona montañosa del norte de Veraguas, abarcando desde el límite con la Comarca Ngäbe-Buglé hasta las fronteras con las provincias de Colón y Coclé, y conectando con el Parque Nacional Omar Torrijos Herrera.
Existen seis cuencas hidrográficas importantes. Entre los ríos que desembocan en el océano Pacífico están:
Santa María
San Pablo
San Pedro
Y entre los que desembocan en el Atlántico se encuentran:
Veraguas Caté Belén Calovébora Concepción Caloveborita Luis Grande
Además de todo lo mencionado, en el pueblo de Santa Fe se respira un aire de paz profunda, fraternidad y una fuerte devoción católica, representada por una hermosa iglesia ubicada en pleno centro del pueblo. Justo en frente, hay una cancha donde los jóvenes pasan las tardes practicando deportes. También hay varios parques donde las personas conversan tranquilamente, disfrutando del clima perfecto. Incluso, encontramos un pequeño parque dedicado a la “heroica gesta del Cerro Tute”.
En el centro del pueblo, admiramos la estatua del Padre Héctor Gallego, quien se convirtió en un líder entre los campesinos de Santa Fe.
Hay múltiples opciones de hospedaje con precios accesibles —por debajo de los 25 dólares por noche— entre ellos:
Hotel El Sol de Santa Fe
Hostal La Quía
Hotel Tierra Libre
Cabañas Alto de Piedra, que recomiendo por la belleza de sus alrededores (puede contactarse al número 6873-1348 con la Sra. Alcida Solís).
En cuanto a restaurantes, destacan varios administrados por la Cooperativa La Esperanza de los Campesinos, donde se ofrece comida criolla deliciosa a precios realmente módicos (por debajo de los $2.00). También se puede comer en el Hotel Tierra Libre, que ofrece emparedados y picadas; en Rostizados Pollos Kimberly; y en la pizzería ubicada detrás de la terminal.
Nos despedimos de este fantástico lugar con un poco de tristeza, pero con la esperanza de volver. Deseamos regresar para visitar las fascinantes cascadas, chorros y cerros que guardan tantos secretos y leyendas… para poder contarlos y lograr que más personas se enamoren del verde de Panamá. Que se sientan, como nosotros, inspirados a cuidar de sus montañas, sus bosques y su magia natural.
Hace poco emprendimos una travesía hacia el Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera (PNGDOTH), un tesoro natural enclavado en las tierras altas de la Cordillera Central, en el distrito de La Pintada, comunidad de El Copé, provincia de Coclé. La entrada al parque se encuentra a pocos minutos después de pasar Penonomé, antes de llegar a El Caño, tomando el desvío por la comunidad de La Candelaria.
Este parque fue creado mediante el Decreto Ejecutivo N.º 18 del 31 de julio de 1986 y forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), con el propósito de resguardar la extraordinaria biodiversidad de la región central panameña. Además, su relevancia histórica es innegable: lleva el nombre del General Omar Torrijos Herrera, ya que en su interior se encuentra el Cerro Marta, donde se estrelló la avioneta en la que perdió la vida el general. Hoy día, este espacio también forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano.
El acceso se da por la carretera que nace en el kilómetro 167 de la Vía Interamericana, a la altura de la comunidad de La Candelaria. Desde allí se recorren aproximadamente 28 kilómetros hasta llegar a El Copé, y luego se continúa hacia el norte en dirección a la comunidad de Barrigón. Desde este punto, parte un camino empedrado de 5 km que asciende hasta el cerro El Calvario, ya dentro del parque. Este tramo final requiere vehículo 4×4 debido a sus condiciones.
Los buses solo llegan al Chorro las Yayas, enclavado en las faldas del parque. Pero es fácil contactar con los taxis 4×4. Generalmente por un costo aprox de 20$ el viaje.
La temperatura es muy agradable entre 18 y 29 grados.
Cubre una extensión de 25,275 hectáreas y dentro de sus límites se encuentran siete comunidades: El Potroso, Las Peñitas, El Tigre, La Rica, El Guabal, Río Blanco y Caño Sucio. En sus alrededores se encuentran los poblados de El Copé, Barrigón, La Junta, Cerro Hueco, Belencillo, Aguas Blancas, Bateales y Palmarazo.
Protege las cabeceras de los ríos más importantes de la región coclesana: río San Juan, el río Belén y el Concepción en la vertiente caribeña; y el río Grande, el río Marta y el río Nombre de Dios en la vertiente del Pacífico. En su territorio sobresalen los cerros Negro (1408 metros), Peña Blanca (1314 metros), Blanco (1192 metros) y Cerro Marta (1046 metros).
En el año de 1986 la superficie del parque era de seis mil hectáreas, sin embargo, la misma fue ampliada según criterios ecológicos en el año de 1996 a 25,275 hectáreas, con el propósito de incorporar tierras que requerían su conservación y protección.
Por seguridad, dejamos el auto y seguimos a pie.
Al llegar a el Copé vimos una primera entrada hacia el Cerro Marta, seguimos y encontramos otra entrada directo al parque. Fue un recorrido de media hora hasta llegar al Centro de Visitantes. Pasamos por la comunidad de Barrigón, también por la entrada del Chorro las Yayas, incluso pasamos sobre un riachuelo y unos minutos después estábamos en la oficina de control y monitoreo ambiental de Anam, en la cual no había nadie y nos tomamos el beneplácito de seguir, algo un poco extraño pues en este puesto laboran dos guarda parques por turno y es donde debe hacerse el pago de la entrada.
La vista era impresionante, se veía lo recorrido desde la carretera Interamericana, vastas montañas, un paisaje increíble en donde se puede apreciar casi todo el Copé y el Océano Pacífico.
Minutos después nos topamos con el responsable de Anam y nos dio el permiso de seguir, nos explicó de dejar el auto en el centro de visitantes en caso de subir al Cerro el Calvario.
Hicimos lo establecido y empezamos la caminata hacia El Calvario, que bien tiene su nombre pues subíamos y subíamos, nos demoramos aproximadamente 30 minutos hasta llegar a la cima. En el camino pudimos disfrutar de la diversidad de flora del parque. El cerro se encuentra a 912 metros sobre el nivel del mar y es unos de los pocos sitios donde en días claros se pueden observar los dos mares, y efectivamente tuvimos la dicha de ver el Mar Caribe y el Océano Pacífico. Ya que el sol era incandescente y radiante.
Fue impresionante ver la majestuosidad del Cerro Marta, en el cual cayó la avioneta en donde murió el general Omar Torrijos, motivo por el cual el parque lleva su nombre. A lo lejos vislumbramos las comunidades de Coclesito, San Juan de Turbe, Boca de Toabre incluso Coclé del Norte.
En la parte más elevada del parque, se desarrollan bosques pluviales montanos bajos y a medida que se desciende están los bosques pluviales y húmedos premontano, y los muy húmedos tropicales.
Se cree que de las 2 mil 604 especies de plantas y 552 especies de vertebrados terrestres que se encuentran en la provincia, la mayoría tiene presencia en el parque. Existe también una gran diversidad de especies endémicas o propias de estos bosques, unas 60 muestras han sido recolectadas dentro de la zona montañosa. Según los estudios científicos, el área se originó por la alternancia de las actividades volcánicas y sedimentarias que caracterizaron la formación del istmo de Panamá.
Monolena glabra
Se observan exuberantes helechos arbóreos, palmas, enormes árboles como el guayacán y jacaranda, musgos, muchas orquídeas, bromelias, heliconias, anturios, algunas plantas endémicas como la selaginelas, scheffleras, la emblemática Monolena glabra y el árbol copé, nativo del parque.
También posee la planta carnívora (Drossera capillaris) característica de los suelos pobres en nutrientes. Se encuentra la única zamia epifita en el mundo y sus hojas asemejan la de una palma.
Solo en aves se pueden observar aproximadamente 350 especies diferentes, el colibrí pico de hoz, por su diseminada presencia, ha sido escogido como ave símbolo del parque. El Ave Sombrilla (Cephalopterus glabricollis) que según la actualización de la Lista Roja de la UICN de Especies Amenazadas, de su estatus de ‘Vulnerable’ pasó a estar ‘En Peligro’; anualmente los observadores de aves se dirigen a este parque en busca de poderse encontrar con esta ave e incluirla en su lista de “lifebirds”.
Bajando del Calvario, toqué una planta con pelos urticantes. Después, llegamos al centro de visitantes, donde pagamos la entrada y disfrutamos de su mirador, patio y senderos.
Recorrimos varios senderos: el de la Rana (2 km), los Helechos (800 m, accesible) y el Cuerpo de Paz (2 h, más exigente).
Cerca del parque hay cascadas como Tife Alto y Bajo, que requieren logística y excelente condición física, pues Tife implica caminar más de 30 km.
Alto Tife
Personalmente hemos tenido la dicha de ver un jaguarundi detrás de la cabaña, también zarigüeya gris, ardillas enanas (Microsciurus sp).
Nos retiramos del centro de visitantes y fuimos directo al Chorro las Yayas a relajarnos bajo sus frías aguas.
Como leen y ven, el Parque Nacional Omar Torrijos posee todo en un solo lugar, es un sitio excepcional, lleno de vida silvestre, muy bien conservado, y esperando ser visitado.
Decidimos irnos en búsqueda de los “Algarrobos”, un charco del cual todo el pueblo de Chicá se enorgullece.
Chicá se encuentra en la provincia de Panamá, distrito de Chame, cerca del Parque Nacional Altos de Campana, por el cual entramos. Nos fuimos directo al mirador de Los Mandarinos, en el poblado, el cual queda después de pasar la escuela pública del lugar.
A eso de las 7 a.m. ya estábamos allí, y nos recibieron dos hermosos tucanes que jugaban volando sobre los árboles, haciendo paradas sobre algunas ramas. Una ardilla blanca nos confundió al hacernos pensar que era un mono; unas eufonías coroniamarillas buscaban entre unas ramas pedazos para hacer su nido; una reinita amarilla se burlaba de nosotros desde el árbol de mandarinas. De repente, una elenia penachuda se posó justo sobre nuestras cabezas esperando ser fotografiada, mientras un gavilán de ojos rojos descansó en una rama del árbol de enfrente por bastante tiempo.
Parecía como si el tiempo se hubiese detenido en ese instante, y los animales desearan saludarnos sin miedo. Le alquilamos los binoculares al señor de Los Mandarinos y vimos el Cerro Negro, el Cerro Picacho, Buena Vista de Chame, Bejuco, Altos del María, la Finca de Orquídeas Loma Linda, y también una curiosa casita que parecía tener una hortaliza al frente.
Vimos un puente rural y un señor nos dijo que era por ahí, y agregó que solo eran 15 minutos caminando hasta Los Algarrobos. Iniciamos la caminata sin nada de equipo, pues no estaba en nuestros planes enlodarnos.
Y caminamos más de 15 minutos a buen paso. Vimos algún caballo, alguna ardilla, y seguimos caminando hasta llegar a un punto donde el camino se dividía. Karla y Max caminarían por la derecha, Leo y yo por la izquierda, y si veíamos el río, gritábamos para avisar. ¡Vaya modo!
Al entrar por nuestro camino, Leo y yo vimos de cerca la casa que ya habíamos observado llena de hortalizas desde el mirador. De repente, pasó un señor con dos caballos y nos dijo que estábamos a punto de llegar a Buena Vista—habíamos caminado mucho. También nos informó que Los Algarrobos estaba en el otro camino. Así que caminamos de vuelta, y justo venía Max a buscarnos, pues había encontrado el río… que en realidad era un charquito poco profundo, en el que nos dimos un baño pensando que eran Los Algarrobos.
Un rato después, pasó otro señor en su caballo y nos dijo que Los Algarrobos estaba cerca de allí, que nos daríamos cuenta al verlo. Entonces, decidimos caminar un poco más.
Íbamos todos mojados sobre las piedras y, de repente, una serpiente pequeña me pasó entre las piernas. Nos asustamos, y más yo—lo admito—pues la serpiente prácticamente me rozó.
Con algo de miedo seguimos caminando, y empezamos a oír agua cayendo. De pronto, el camino se terminó y apareció una hermosa caída de agua: una charca visiblemente profunda que invitaba al esparcimiento. Sin pensarlo mucho, mandamos a Karla adelante a probar la profundidad… ¡y estaba honda, oh sí! El agua era fresca, verdosa… pero hicimos tanta revoltura que la dejamos color chocolate. El chorro era de unos tres metros, y hasta allá fuimos a darnos unos buenos masajes naturales.
Más tarde llegaron unos lugareños e hicieron tremendos clavados en el charco. Unos niños aprendían a nadar y nos contaron sus aventuras; debe ser muy divertido vivir en un lugar como Chicá.
De regreso vimos un centenar de sapitos negros saltando de un lado a otro, huyendo de nosotros. Parecían haber pasado recién una etapa de su metamorfosis. También nos topamos con chinches rojos y un “meracho” (Basiliscus basiliscus).
Este es solo uno más de esos lugares que ni siquiera imaginamos que existen, especialmente para los capitalinos. Es hermoso ver cómo los lugareños de Chicá se preocupan por sus ríos y quebradas, sin miedo a invitarnos a ellos, confiando en nuestro sentido de responsabilidad con el medio ambiente. Tantas especies en un solo día es mágico verlas en su estado silvestre, pero ellas mismas saben cuándo no recibirán ningún daño y salen a mostrarnos sus virtudes.
La Reserva Forestal La Yeguada es un lugar que se queda permanente en la mente de quien lo visita.
Llegar es bastante fácil: una vez en Aguadulce, exactamente 15 minutos después se encuentra la entrada del Jaguito, en el Roble, Coclé. La Yeguada está ubicada en el distrito de Calobre, desde el Jaguito te toma 1 hora y media en carretera, 72.8 kilómetros.
Hay otra opción manejando hacia Santiago y luego entrar por la carretera hacia San Francisco, luego desviarse a Calobre y de ahí a La Yeguada, lo cual toma mucho más tiempo si vienes desde la ciudad de Panamá, pero es muy conveniente si vienes del interior del país. Toma más o menos 1 hora y 20 minutos, con 65.8 km.
También conocida como Chitra-Calobre, es una reserva forestal que protege la cuenca hidrográfica de La Laguna, misma que provee de energía hidráulica a la hidroeléctrica. Es un complejo volcánico masivo localizado en la provincia de Veraguas, en Panamá, justo al norte de la península de Azuero.
Tiene una altura de 1,297 metros sobre el nivel del mar y su última erupción fue hace unos 1,625 años. La cuenca hidrográfica de La Yeguada es de 638 km², ubicada en la Reserva Forestal La Yeguada de 70.9 km². La profundidad promedio de la laguna es de 5.2 metros, siendo la máxima de 6.5 metros. Sus coordenadas geográficas son aproximadamente: 7°40′N, 81°30′W.
Ya íbamos bastante exhaustos de tanto andar en carretera hasta que vimos un letrero que decía “18 kilómetros La Yeguada”. Nos pusimos felices, y de ahí en adelante solo fueron curvas, montañas; a lo lejos divisamos los Picachos de Olá, a otro lado las lejanas montañas de Santa Fe, volcanes viejos que se encuentran en la cordillera norte de Veraguas. Nos detuvimos en un precipicio a tomar fotos y observar la belleza natural de este lugar lleno de magia.
Más adelante, pinos y musgo nos rodeaban, sentíamos que estábamos cerca y, en efecto, vimos la caseta de la ANAM y un patio de pinos precioso donde había varios carros y tiendas de acampar y, al fondo: la laguna de La Yeguada.
Emocionados, empezamos a armar las tiendas. El área es sumamente limpia y plana. Cuenta con una letrina rudimentaria. El lugar está ubicado en un pinar que se plantó hace más de treinta años. Ya no está permitido realizar fogatas.
Descansamos un rato y nos fuimos dispuestos a darnos un chapuzón en la laguna, pero al estar en ella nos dio un poco de miedo y nos dimos un baño en las orillas. Observamos que los lugareños sí nadan hasta una torre en donde descansan cormoranes y que queda bastante lejos de la orilla. Nos sentamos a escuchar el viento y nos sentimos honrados de estar allí.
Cocinamos festivamente de todo un poco. Buscamos leña y de hacer la fogata, que como siempre, le toma 5 minutos. Comimos pan pita con queso, luego hicimos coditos con tulip y hongos. Fue divertida la logística para cocinar casi de noche. Luego bajamos a observar el anochecer. Pinos infinitos, los pájaros incesantes en su canto, águilas excitadas en su bullicio. Inhalé una bocanada del aire purificador, capturé el paisaje y lo encerré en los recuerdos placenteros…
La laguna es el cráter de un volcán primitivo, que algunas personas dicen que sigue activo. Creada en 1967, la reserva forestal forma parte de la cuenca que provee energía hidráulica a la hidroeléctrica de La Yeguada.
Es de tipo estratovolcán, y se desviaron las aguas del río San Juan hacia la quebrada Las Lajas, único afluente de la laguna, para aumentar el volumen de agua utilizable para la generación de energía eléctrica.
Esta Reserva Forestal recoge una de las experiencias más antiguas de reforestación con Pinus caribaea en Centroamérica, la cual se inició a fines de la década de 1960 y ahora cuenta con más de 2,000 hectáreas plantadas. Parte de los pinos fueron sembrados durante el gobierno del general Omar Torrijos. La laguna, que originalmente tenía 1.0 km², aumentó a 1.125 kilómetros cuadrados al culminarse las obras de cierre de un vaso mayor.
La carretera que sube a la laguna ha sido asfaltada y está en excelentes condiciones para todo tipo de autos. Está bajo el control de la ANAM: pagamos $5 por persona, con lo cual se permite acampar, utilizar el baño y acceder a áreas recreativas como la cascada El Desvío.
Al día siguiente, luego de un delicioso desayuno, subimos a la cascada, de unos 35 metros de espectacular caída, y la contemplamos embelesados hasta que superamos el frío y nos pudimos meter. Escalamos y nos sentamos en su caída a darnos masajes naturales.
Después de ese vigorizante baño, nos fuimos a La Represa, de donde cae el agua que se desvió hacia la cascada. La Represa es un río embalsado pero limpio, con una profundidad perfecta para los adultos y con el agua cristalina.
Veraguas tiene hermosos lugares, llenos de naturaleza virgen dispuesta a ser explorada; montañas de verdes intensos esperando ser coronadas.
Un poquito más lejos y bien planificado no cuesta mucho: acampar es lo mejor. Convivir con la naturaleza siempre es una experiencia formidable.
El Majagua es un río de la República de Panamá, ubicado en la provincia de Chiriquí, al occidente del país. Su naciente se encuentra dentro de la cuenca hidrográfica del Volcán Barú y constituye un curso de agua permanente.
Para llegar al lugar, se debe tomar una chiva directa a la terminal de David, y luego hacer un trasbordo tomando un autobús con destino a Dolega o a Boquete, ya que ambos pasan por el balneario. El Balneario Majagua está situado en un área conocida como Portachuelo, ubicada entre David y Dolega.
Al llegar al balneario, nos encontramos con un bohío que, según cuentan, tiene más de 50 años en ese lugar. Aunque el río estaba algo seco, su nivel era adecuado para darse un buen baño.
En ese momento, el río era solo para nosotros. Con el paso de las horas, llegaron algunos estudiantes de un colegio de David; al parecer, es común que grupos escolares visiten el sitio.
Los jóvenes se subían a la cascada con facilidad y hacían apuestas para ver quién era el más valiente y se lanzaba primero.
Me comentaron que, antes de la construcción del bohío, no existía carretera de acceso, y que originalmente el área era un pequeño cerro que, con los años y la erosión, fue cediendo. Las lluvias también han tenido un gran impacto en la zona; en algunas ocasiones, el agua ha llegado hasta el bohío. Tristemente, algunas personas han fallecido en el río, y cada año sus familiares regresan al sitio para lanzar flores blancas en su memoria.
El Majagua es un lugar tranquilo, ideal para compartir con amigos o en familia.
Una guía de turismo ecológico en Panamá, dedicada a descubrir ríos, montañas, senderos y aventuras en la naturaleza. Ideal para los amantes del aire libre y la exploración rural.