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La Hermosa Laguna de San Carlos

He ido tantas veces a la laguna de San Carlos que ya no puedo escribir una historia en especial, pero si se merece un espacio pues es uno de esos lugares a los que jamás se cansa uno de ir.

La primera vez que fuimos nos dio la impresión de que estábamos en un paraje del paraíso, no había nadie, solo nosotros junto a la laguna y su naturaleza en derredor, la yerba era alta y nosotros, abstraídos, buscábamos el sendero al Cerro Picacho.

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En La laguna se puede acampar, pescar, subir el Cerro Picacho, Cerro Sapo o simplemente darte un baño en sus aguas.

Se encuentra a 25 kilómetros de la carretera Interamericana, entrando por la calle que está justo al lado del Mini Super Las Lajas, antes de llegar al Rey de Coronado. De allí­ conduces hasta ver una carretera de piedras a la derecha por la cual debes entrar. Si vas en transporte público, en el mini super antes mencionado puedes tomar un bus y el pasaje es de alrededor de $1.50.

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La laguna posee aproximadamente dos hectáreas de extensión y se alimenta principalmente de corrientes de aguas subterráneas y de algunos chorros de agua que caen al llover.

Siempre hay alguien accesible a contar las historias del lugar; se dice que en el centro de la laguna no hay fondo (leyendas); anteriormente habíamos escrito acerca de las historias de la laguna: Una de las mas significativas y misteriosas de las historias fue la de hace unos 30 años “unos extranjeros llegaron a la laguna investigando su profundidad, fauna y flora, pero para sorpresa de ellos, al entrar el buzo, se encontró con una cueva de la cual sacó un plato y un vaso de oro. Al salir a la superficie, le mostró a su compañero lo que había encontrado y éste emocionado le dijo que entrara otra vez a buscar más de la vajilla de oro, pues de seguro habían muchos objetos!!con mucho valor!! discutieron un rato y el buzo accedió a entrar a ver si encontraba algo más pero lo que encontró fue la muerte pues mas nunca apareció. Se perdió en las profundidades de la laguna por su avaricia.”

El señor Gregorio siempre recibe a sus visitantes con gran ánimo, dispuesto a ayudarles en lo que necesiten o buscando la manera de que se pase el rato más ameno.

También se le conoce como Laguna Grande o la Laguna de Coronado, es fácil de recorrer, mide menos de un kilómetro, así­ que puedes caminar a sus lados y observarla desde los diferentes puntos y tomar excelentes fotos. Nos contaron que se ha cultivado peces y se pueden sacar algunos muy grandes, en las noches las corrientes arrastran grandes camarones de hasta 1 y 2 libras.

Hace poco nos dijeron que tienen un proyecto de ubicar jaulas de peces para una mejor producción, dejando libre gran parte de la laguna para la pesca de los visitantes.

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Hemos llegado a la conclusión de que en algún momento tuvo que haber sido un lugar ritual, por la posición en la que se encuentra.

Alrededor se pueden ver diferentes aves, a veces gavilanes y pequeñas garzas que alegran el lugar con sus sonidos y algunos cormoranes(Phalacrocoracidae) han llegado a hacer de este sitio, su casa. Las ranas que en las noches, se aparean retumbando sonidos increíbles, así como la cigarra que nunca deja de cantar.

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El agua de la laguna siempre es deliciosa para bañarse, de hecho me he sumergido de noche e increíblemente a altas horas la temperatura del agua es tibia, y en horas de la tarde la neblina baja tocando el agua, a tal punto que en ocasiones es difícil ver a la persona que se encuentra a metros de ti. En verano, el viento es tan fuerte que crea pequeñas olas, dando la impresión de estar en el mar.

Actualmente poseen un restaurante con baño en el cual venden pescado de la laguna y algunos de agua salada, delicioso, acompañado con patacones o arroz, a diferentes precios y tamaños. También venden refrescos y en las mañanas se puede degustar de deliciosas hojaldas y café.

Mapa

mapa laguna de san carlos

Entrar a la laguna tiene un costo de 2.00 por persona. Si vas a acampar, depende del tamaño del camping el costo por noche. No se permite la venta de comidas pero si puedes llevar tus enseres y hasta barbacoa. Es importante indicar que está prohibido hacer escándalos.

Recuerda: llevar tu repelente y tu petate o colchoneta para tirarte en sus orillas y carga tu cámara fotográfica pues no te vas a querer perder de tremendo espectáculo.

Los Chorros de Olá.

Después de una visita a Natá de los Caballeros, nuestro guía Fanshi nos reveló que iríamos a los Chorros de Olá, ubicados dentro de la comunidad de Nuestro Amo.

Desde hace casi un año, la carretera está pavimentada, a diferencia de lo que muestran algunas de estas fotos tomadas en 2009, cuando el camino era de tierra y había que cruzar varias quebradas.

A lo lejos, más allá de los campos de cultivo, vislumbramos el chorro como un hilo de agua cayendo entre las montañas. Los trabajadores del arado nos saludaron con un “¡Ejueee!” y levantaron los brazos en señal de alegría.

Hace algunos años, el distrito de Olá era uno de los más pobres de la provincia de Coclé, pero las cosas han ido mejorando. Es una región con paisajes espectaculares, naturaleza abundante y gente muy hospitalaria. Además, es uno de los distritos con menor población, y al estar en una zona montañosa, goza de un clima muy agradable.

Avanzábamos alegres y despreocupados por un paisaje de verdes fulgores, cuando de pronto, a nuestro lado, vimos un toro echado cuidando a sus señoras vacas. Al observar con más atención, notamos que el toro estaba suelto y nos miraba con calma. Aprovechamos el momento para tomarle algunas fotos, asegurándonos de que siguiera cómodamente sentado.

Poco después, Fanshi nos avisó que era momento de bajar y continuar a pie. Seguimos por una calle llena de piedras, bajo un sol estrepitoso. Ya sentíamos el chorro cerca, casi encima. Caminamos unos 15 minutos a paso lento hasta encontrarnos con un poblador, quien nos comentó que esas tierras estaban siendo vendidas y que quizás pronto llegaría inversión extranjera.

Los chorros son producto de una depresión geográfica en donde se fraccionó la tierra creando así­ el curso del río de El Caño, en el cual caen tres hermosas cascadas.

Llegamos al espectáculo natural: uno de los chorros más altos registrados en Panamá (año 2009), con agua todo el año, ubicado a unos 250 metros sobre el nivel del mar y con una caída de aproximadamente 50 metros. Más arriba hay otras caídas. Notamos una especie de túnel formado entre las rocas; se dice que detrás de la cascada hay una cueva, a unos 20 metros de la base, desde donde se puede contemplar el paisaje a través del velo de agua.

El entorno era impresionante, con múltiples tonalidades de verde desplegándose ante nosotros. El chorro era tan imponente que nos dio algo de temor entrar al agua, ya que estaba turbia y no se veía el fondo. Aun así, Fanshi se animó, nadó un poco, descansó sobre una gran piedra —inalcanzable para nosotros—, subió a otra y se alejó.

Max, como siempre, fue “el loco” del grupo. Lo veíamos ir de un lado a otro, saltando entre piedras, inquieto, hasta que de repente apareció en la misma roca desde donde saltaba Fanshi… y se lanzó también.

Pasamos un rato más disfrutando del lugar y luego partimos hacia Natá a comer algo, con la idea muy clara de que pronto volveremos.

Isla Colón, Bocas del Toro

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A las 8:00p.m. Arrancó el bus desde la Terminal de Albrook hacia Bocas del Toro, 10 horas de viaje frías y congeladas solo acompañada por un abrigo y mis propias ideas. Lo que me complacía era pensar que en pocas horas verí­a a mamá, después de varios meses; ella es profesora de difícil acceso.

Trate de dormir, pero con el frío incesante me fue imposible, me dedique a mirar las estrellas y en tiempos, cerraba los ojos. En un momento el bus empezó a hacer que cabeceara, daba seguidos frenazos, lo que hizo que me despertara completamente y prestara atención.

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A las 6 casi en punto llegué a Almirante, seguí­ las indicaciones de mi mamá y tome un taxi donde me dejó el bus diciéndole que me llevara a Bocas Marine: una de las piqueras de taxis – lanchas.

Allí­ vi que dos de mis acompañantes extranjeros del bus iban también para Isla Colón y se unieron a mi, pensando que yo sabía más que ellos.

El cielo era rosado viejo, a lo lejos, se veían caseríos, aves marinas, el agua mojaba mis maletas y mi rostro, en la lancha también iban personas a trabajar, con saco y corbata, igual que en cualquier autobús de la ciudad.

Al llegar me despedí­ de mis compañeros canadienses y seguí­ mi camino, llame a mi mamá y ella estaba a la vuelta. Le di un gran abrazo y entonces admiré la belleza del lugar.

Hoteles, hoteles, hoteles, supermercados pintorescos, edificios públicos incrustados en el mar, el agua verde esmeralda, al fondo de donde me dejo la lancha, se veían las estrellas de mar y peces coloridos.

Desayuné en una fonda de las pocas que quedan en la isla, y fuimos a la residencia. Mi mamá se fue a trabajar y yo descansé del viaje hasta cuando ella regresase.

Salimos a dar una vuelta por el pueblo, ella me mostró los lugares de interés: la iglesia, restaurantes, bares, pizzerías, heladerías, el Banco Nacional, más bonito que algunos en la ciudad de Panamá. Fuimos al antiguo muelle donde vi un ferry por primera vez en mi vida: llevaba basura, cajetas de comida, bajaban carros, etc.

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Ciertamente pude notar la presencia extranjera en el lugar y podría asegurar que habían muchos mas forasteros que panameños. Entré a un supermercado y fue entonces que recordé la fama que tiene la isla de ser cara. La botellita me salió nada mas y nada menos que en 1.50 USD. (2008) No quise imaginar a cuanto estaba en los restaurantes.

Caminé hasta la piquera de taxis marinos y me senté un rato comiéndome un helado mientras leía y mi mamá ya había regresado a la residencia, algún extranjero se sentó a mi lado y me hizo conversa, en Isla Colón todo el mundo es amigo. Después llego un nativo y entabló conversación con el extranjero y la verdad es que no pude entender nada, cortésmente le pregunte de donde nació su idioma y el me contó que el Guari Guari no tiene estatus de lengua oficial, solo se habla en Bocas del Toro y es una lengua hibrida entre el inglés y el español con elementos de la lengua de los indígenas Ngäbe Buglé.

En Isla Colón puedes ver desde gallinas y perros correteando en calles sin pavimentar, hasta cajeros automáticos y tiendas de artículos para el surf, en cada esquina.

Ese día conocí el centro de la Isla, un lugar tranquilo. Ya en la noche me fui al bar Wari Wari a tomarme algo y disfrutar del paisaje y el pasar de las personas.

Al día siguiente me quedé en casa, caminé por el pueblo. Andaba sola así­ que no me atreví­ a llegar muy lejos; pero el siguiente día no soporte y tomé un bus y me fui a dar un paseo por la Playa de Boca de Drago. En el camino, vi las casas de los indígenas, abandonadas en la miseria y llenas de niños con caras mustias. Del bus se bajaron unos 10 indígenas que iban a trabajar en los diferentes sitios turísticos de la isla.

Los autobuses se toman en el parque central y demora alrededor de una hora llegar a Boca del Drago.

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Después de pasar por una carretera que bordea la isla, llegué a Boca de Drago. Es el punto del archipiélago más cercano a tierra firme, con varias pequeñas playas y senderos arbolados. Cuando Cristobal Colón arribó a Panamá desde Costa Rica, el primer lugar que visitó fue Bocas del Drago, entrando por la que hoy es conocida como la Bahía de Almirante, por el canal que separa isla Colón de tierra firme.

Este lugar se aprovecha al máximo, es una de esas playas en donde ves el fondo de lo lejos, color verdoso claro, en donde los destellos del sol te hacen ver aún más sereno el océano, arena dorada, arrecifes donde poder disfrutar del snorkel o el buceo, y un lindo restaurante donde poder disfrutar de platos caribeños.

­Llegaron varios tours en lanchas de las cuales se bajaban extranjeros a la playa y se ubicaban a tomar el sol o a leer, vi a muy pocos bañarse.

El hospedaje en la isla es simple y natural. El Énfasis está en la naturaleza y la vida en concordia con la tierra. La comida es sencilla, pero abundante y la vida nocturna es relajada y generalmente consiste en mirar la puesta del sol y disfrutar de una cena sustancial o tomarte algunos tragos en los bares de surfers.

Bocas del Toro no es para todo el mundo. La gente amante de resorts sin duda se aburrirá de la vida nocturna tranquila y los hoteles sin servicios extra. Aunque ya hay discotecas donde los excesos son la orden del día.
Sin embargo, si está buscando algo diferente, un lugar que ofrece belleza natural, un estilo de vida serena y cortes, vida salvaje y deportes acuáticos sensacionales. Bocas podría ser ese lugar para ti.

Ya de regreso a la ciudad, salimos mamá y yo a eso de las 3 de la tarde de la isla, a esa hora no hay buses que vayan directo a la ciudad, así­ que un señor muy amable se ofreció a llevarnos hasta David, Chiriquí­, un viaje de mas o menos 4 horas, repleto de bellos paisajes, precipicios por los cuales comprendí los frenazos del bus cuatro noches antes. La carretera hacia Bocas del Toro estaba llena de derrumbes y calles por la mitad, tubos inmensos fuera de lugar.

El bosque en la carretera es hermoso y tupido, grandes elevaciones de cerros, hermosos ríos y claro está, la razón es que pasábamos por la Cordillera Central. En el camino también está la Represa Fortuna donde se puede disfrutar del bello paisaje. Llegamos a David y tomamos un bus a la ciudad.

Los Pozos Termales de Silla Pando.

A 12 km de Volcán se encuentra la entrada a los Pozos Termales de Silla Pando. Para llegar, es necesario ir en una camioneta 4×4, y aun así hay que maniobrar con cuidado.

Durante el trayecto se puede disfrutar de un cielo hermoso, un entorno montañoso, verdes pastizales y una gran cantidad de ganado de pura raza, tanto lechero como de carne de primera calidad.

Llevábamos 15 minutos de camino y aún no veíamos los pozos ni escuchábamos el río. “Qué raro”, pensamos. Pero más adelante nos encontramos con un grupo de trabajadores limpiando la hierba a machete, y les preguntamos si estábamos bien encaminados. Nos dijeron que aún faltaban unos 10 minutos más.

Nos dimos cuenta de que habíamos llegado al ver un pequeño letrero que indicaba: “Cuida los árboles”.

Divisamos de inmediato el primer pozo y nos dispusimos a encontrar los demás, ya que teníamos entendido que eran tres pozos. Sin embargo, caminamos bastante por las veredas del río y no encontramos nada más.

El río estaba devastado; se notaba que recientemente hubo una crecida de sus aguas. Había muchas ramas esparcidas por todas partes.

Decidimos probar la temperatura del río con los pies y ¡WOW! No lo soportamos. El agua estaba increíblemente fría.

Regresamos al pozo termal y decidimos tomar un baño en las aguas del río que pasan a un lado. Fue el agua más fría en la que me he bañado en toda mi vida. Temblábamos, y si nos movíamos dentro del agua, sentíamos cómo ésta penetraba en nuestra piel, como si tuviéramos calambres por todo el cuerpo. ¡Era algo increíble! Pero luego nos aclimatamos, y fue muy delicioso.

Nos metimos uno a uno al pozo termal. Estaba bastante caliente, tanto que yo no me atrevía a entrar. Evelin, Max y Alain se metieron primero y comenzaron a tratar de convencerme, pero para mí era demasiado caliente. Al final me convencieron y entré con cuidado. Al principio sentía que se me quemaba la piel, pero después de un minuto ya me había acostumbrado.

Ya en la tarde nos fuimos muy alegres y relajados. Tiempo después supe que los otros pozos están mucho más lejos, en un área indígena, y que están contaminados. Además, el área en general está bastante deforestada, sobre todo a causa de la ganadería. Cerca de ahí también había una hermosa cascada, que fue desviada para la construcción de una hidroeléctrica.

“El mundo no va a sobrevivir mucho más tiempo como cautivo de la humanidad.”
—Daniel Quinn

Rí­o Sereno, Chiriquí

Al atardecer de aquel día se nos ocurrió dar un paseo por la carretera que conduce hacia Río Sereno; yo no pensé que fuese a ser nada espectacular, pero a medida que avanzábamos se iban viendo espectaculares cerros, fincas, montañas, hermosa vegetación, clima templado y fresco, y partes cubiertas por neblina.

De repente, el cielo se tornó rosado, así que bajamos en la entrada de los pozos termales para disfrutar del paisaje, tomarnos fotos, y luego regresamos a Volcán esperando la mañana para completar el viaje a Río Sereno.

Río Sereno queda a 45 km de la comunidad de Volcán, dentro del distrito de Renacimiento. En el camino se disfrutan hermosas vistas: cerros repletos de vacas, la neblina increíble que cubre la calle y los alrededores. Alain tuvo que manejar con mucho cuidado, pues la carretera tiene muchas curvas. Todos en silencio disfrutamos de la belleza de este lugar.

En el trayecto vimos un pequeño chorro; bajamos un rato y luego seguimos, no sin antes tomar algunas fotos de unas vacas que parecían estar posando para nosotros.

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Más adelante vimos algunas fincas cafetaleras repletas de actividad y muchos Ngäbe-Buglé trabajando arduamente. Algunas de estas fincas son: Finca Hartmann, Finca Eleta y Café Durán.

Al llegar al pueblo de Río Sereno, fue bastante curioso sentir cómo el clima cambiaba radicalmente: de lo templado que habíamos sentido durante todo el camino, pasamos a un calor casi insoportable.

Lo primero que vimos al llegar fue un lago, una reserva de agua construida con fines agropecuarios que, según dicen, tiene una superficie de 70,000 m², y es un afluente del río Sereno.

Río Sereno es un pueblo tranquilo. Hay una pequeña calle de piedras sueltas por la que, caminando, puedes llegar a Costa Rica; de hecho, nosotros visitamos una cantina costarricense.

Allí los carros ya tienen placas de Costa Rica, e incluso pudimos percatarnos de que los lugareños utilizan más los comercios del lado costarricense que los de Panamá.

Ya de regreso, nos fuimos a los pozos termales de Silla Pando… pero eso ya es otro artículo.

¡Los Chorros del Valle de Antón!

Estando en el Valle, decidimos ir a conocer los chorros o cascadas más representativos. Por costumbre, debíamos ir al Chorro de las Mozas, le advertí­ a mis amigos que el río estaría bastante sucio, a lo que no hicieron caso: la típica necedad de verlo en vivo.

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En efecto llegamos y estaba muy sucio a lo que decidimos caminar por su orilla hasta ver los chorros, lastimosamente, muchos de los desechos del Valle de Antón han ido a parar ahí­ e incluso es utilizado para sacar materiales como arenilla y tierra.

Forma parte de las leyendas del Valle de Antón. Cuentan que aquí­ tres hermanas se suicidaron al mismo tiempo por el amor que sentían hacia el mismo hombre, amor que era ignorado por él, ya que había sido embrujado por la hechicera más grande del pueblo, y se dice que cada una de las hermanas se convirtió en un chorro, que ahora forman lo que es: El Chorro de las Mozas.

Cómo llegar: Tome la vía que conduce a Cabañas Potosí­ hasta el final y verás la entrada hacia Las Mozas, en este momento (2015) el lugar ha sido arreglado, limpiado y está bajo la administración de personas encargadas de mantenerlo en buenas condiciones, tiene un costo de admisión de 3$


Al salir no había transporte y decidimos caminar, en eso venía un carro transportador de caballos y se nos ocurrió sacar la mano y el señor conductor paró, subimos y juro que no es nada fácil viajar en ese transporte, los tres nos golpeamos en cada salto hasta llegar a una parada en la que tomamos un bus de ruta que nos dejó en La Piedra Pintada (fue muy divertido)

Subimos el sendero que ya conocíamos, pasamos por el Chorro el Escondido y seguimos el sendero que conduce a la India Dormida, pero al ver el Chorro de los Enamorados, no pudimos contener las ganas de darnos un vigorizante y frío baño.

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Chorro “El Escondido”.
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Chorro “Los Enamorados” estación seca.
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“Los Enamorados” visto desde arriba.
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Este sendero es de belleza exuberante. En él se pueden ver más de cuatro pequeños chorros, de los cuales los dos primeros son perfectos para darse un buen baño. Si sigues el camino, puedes subir a La India Dormida o llegar a las comunidades que existen detrás del cerro.

Existe otra cascada, llegando a la Piedra del Sapo, llamada “Cascada del Sapo”. Se le conoce así porque en su parte superior sobresale un petroglifo en forma de sapo o rana. Este petroglifo tiene un área de unos tres metros cuadrados y cubre toda la parte superior de la piedra.

El Chorro de los Enamorados es una caída de agua donde se practica rappel para principiantes. Es un poco profundo, así que hay que tener algo de cuidado. El primero en lanzarse fue Max, como siempre, el más osado. Luego me acerqué; quería sentir el chorro cayendo sobre mi cabeza… ¡masajes naturales nos ofrece la naturaleza!

Salimos del Sendero de la Piedra Pintada y otro señor nos llevó hasta el mercado, donde tomamos un bus El Valle – San Carlos. Ya era tarde y no había buses hacia la ciudad, así que en San Carlos tomamos un taxi “pirata”. Los buses desde El Valle de Antón hacia la ciudad de Panamá salen hasta las 6 de la tarde.

¡Visiten los chorros, les encantarán!

Un paseo por Volcán, Bugaba, Chiriquí

Vivir frente al Volcán Barú, levantarte y verlo todos los días, debe ser una experiencia magnífica. Es el punto más alto de Panamá y el volcán más alto del sur de América Central, con una altitud de 3,475 msnm, ubicado dentro de la Cordillera de Talamanca.

Se trata de un volcán dormido, localizado al sur de la división continental, en el oeste de la provincia de Chiriquí. Está rodeado por una fértil área de tierras altas, alimentada por los ríos Chiriquí y Caldera. Las ciudades de Volcán y Cerro Punta se encuentran en el lado oeste, mientras que Boquete se sitúa al este.

Volcán es un corregimiento del distrito de Bugaba, en la provincia de Chiriquí, República de Panamá. El nombre del corregimiento proviene del valle rodeado de montañas ubicado en las faldas del Volcán Barú.

Históricamente, Volcán fue poblado por las familias Duncan y Lambert, quienes, por su ascendencia suiza, influyeron de manera trascendental en la arquitectura de la región. En Volcán es posible encontrar diversos estilos de viviendas: cabañas, casas de madera, y construcciones de cemento, muchas de ellas con chimenea.

Por esta razón, al corregimiento de Volcán se le conoce en Panamá como “La Pequeña Suiza”, ya que en esa región se establecieron emigrantes provenientes de dicho país, quienes innovaron en la zona con su característico estilo de techos triangulados y construcción en madera, en lugar del tradicional cemento. Además, la similitud del paisaje con el del país europeo refuerza este apodo tan distintivo.

Los primeros pobladores de origen suizo se dedicaron a la ganadería, al cultivo del café y a la instalación de aserraderos. Inicialmente Volcán era un enorme valle conocido como Hato Volcán. Entre las maderas preciosas que despertaron la fiebre por la madera en Volcán podemos mencionar el Cedro, el Quira, Bambito, Guayacán, Baco (Magnolia), Ratón Colorado, Caoba, Mamecillos o Robles (Encinos), entre otras.

En la cima se puede ver el Océano Pacifico y el Océano Atlántico en un día claro y que a veces se forma escarcha, algo lógico pues se han reportado temperaturas de hasta 0 ºC.

En Volcán se puede visitar el Balneario La Fuente, un lugar que fue creado hace más de 20 años para la recreación de los lugareños.

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Gran producción agrícola.

En el pueblo hay innumerables hostales a buen precio. Puedes crear un circuito para visitar cualquiera de los magníficos sitios de los alrededores.

En alguna de nuestras visitas, inventamos quedarnos afuera de la casa, haciendo una barbacoa y tomándonos algunos refrescos, pero el frío no lo permitió, ya que era verano y la brisa nos obligó a entrar, que dicho de paso, estaba hecha a cabalidad con el clima, con techo de madera, pues de lo contrario la brisa no deja dormir.

Cerca de la casa de nuestro amigo Ruppie, nos fuimos a caminar a una de las fincas cafetaleras: La Florentina, solo a satisfacer nuestras ansias de sentir el clima, nos dispusimos a caminar lo más posible y nos topamos con unos hermosos pinos que parecían sequoias y un puente por donde pasaba el río Chiriquí­ Viejo con todo su poder. Unos caballos pastaban cerca del río y muy cerca de nosotros pasó un colibrí garganta rubí­ (Archilochus colubris). Pude disfrutar de ver innumerables veces los gorriones chiricanos a los que les dicen “Tio Chicho”. A nuestro lado, pasaban indígenas de la etnia Ngäbe Buglé.

Roberto( Ruppie) decidió irse a vivir a Volcán y aprovecha lo fértil de la tierra para sembrar gran cantidad de productos de los que se abastecen y venden una buena cantidad. Nosotros pagamos la visita ayudándoles a recoger las fresas! Jaja.

El eje de la economía se basa en la agricultura, ganadería y el turismo. Aunque podemos encontrar fábricas de embutidos que distribuyen sus productos a nivel nacional al igual que fábricas productoras de alimentos para equinos, truchas y aves. En Volcán hay de todo.

Volcán Barú visto desde Paso Ancho.

Bahía de Portobelo, Parque Nacional Portobelo

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Al mediodía de un día de semana, arrancamos para Colón con nuestro amigo Alain, proveniente de la Polinesia Francesa. Pasamos por las esclusas de Miraflores y nos detuvimos a tomar un par de fotos. Nos demoramos más de una hora y media en llegar a Sabanitas, ya que en ese tiempo la carretera hacia Colón estaba malísima y llena de cráteres, a causa de los grandes camiones… ¡Qué pena con Alain! Estaba consternado con el desorden del tráfico.

Pero todo mejoró cuando llegamos al Rey de Sabanitas. Ya después de ahí, ¡todo fue contento y hermosura! Empezamos a ver la costa, y Alain nos decía que esa parte de Panamá es muy parecida a su país… Más adelante vimos varios estuarios bajo puentes, algunas fincas con montañas a lo lejos y disfrutamos del paisaje de playa desde el auto.

Llegamos a la Iglesia del Cristo Negro de Portobelo, que encierra un silencio sepulcral, rodeada de imágenes antiguas, donde la devoción se remonta a los tiempos de la colonia, cuando se cuenta que un 21 de octubre de 1658 llegó a la playa de Portobelo la imagen del Cristo Negro. Solo son suposiciones, ya que todavía no se tienen referencias históricas precisas sobre este tema, pero por algunos cálculos intuitivos se puede decir que la imagen lleva en Portobelo más de dos siglos.

Nos contaron que hay varias versiones del origen de la imagen del Cristo Negro, entre las cuales podemos mencionar las principales:

La caja y la tormenta: Algunos cuentan que un barco que se dirigía a Cartagena de Indias, cada vez que intentaba zarpar de Portobelo, se desataba una violenta tormenta, obligándoles a regresar al puerto. En el quinto intento, la tripulación estuvo a punto de naufragar, por lo que decidieron aligerar la carga tirando por la borda una enorme y pesada caja que llevaban en su bodega. Luego de esto, el barco pudo navegar sin problema. Seguidamente, unos pescadores encontraron la caja y cuando la abrieron, vieron que era una imagen del Nazareno. La llevaron al pueblo y la colocaron en la iglesia.

La caja y la epidemia: Otra leyenda cuenta que unos pescadores encontraron una caja flotando en el mar durante una epidemia. Dentro estaba el Cristo, y lo colocaron en la iglesia. Casi inmediatamente, la epidemia se acabó y los enfermos se recuperaron rápidamente.

La equivocación de imágenes: Una tercera leyenda asegura que la Iglesia de Taboga (una isla del Pacífico) ordenó la imagen de un Jesús Nazareno a un proveedor en España. Por otra parte, la Iglesia de Portobelo le solicitó al mismo artesano una imagen de San Pedro. Se produjo una equivocación al enviar las imágenes, y el San Pedro terminó en la iglesia de Taboga y el Nazareno en Portobelo. Todos los esfuerzos para tratar de subsanar la equivocación resultaron infructuosos, pues siempre ocurría algo que impedía al Nazareno abandonar el pueblo. De esta manera, la comunidad interpretó las dificultades como un mensaje divino y desistió de la idea de intercambiar las imágenes. Incluso en los gozos dedicados a la devoción cantan: “En Portobelo te quedaste, como signo de tu amor…”.

Es lógico que todas estas devociones estén acompañadas de ciertos mitos que para la gente son como norma de vida. Por tal razón, las conferencias episcopales, los obispos de cada diócesis y, en casos más concretos, los párrocos, deben permanecer en silencio frente a los mitos del pueblo respecto a las devociones, que como tales son aceptadas por la Iglesia.

Salimos de la iglesia y nos dirigimos donde había una venta de molas, collares, pulseras y artículos hechos a mano por los indígenas kunas que emigran de San Blas hacia Portobelo para vender sus productos.

Vimos en otro punto de venta un mono cariblanco que estaba amarrado con una cuerda; nos acercamos para tocarlo y nos tomamos algunas fotos con el tan fotogénico animalito.

La Bahía de Portobelo fue descubierta por Cristóbal Colón el 2 de noviembre de 1502, durante su cuarto viaje a América. Está rodeada de fortificaciones que, en la época de la colonia —siglos XVI, XVII y XVIII—, fueron utilizadas para defenderse de los cruentos ataques de los piratas. Esto se debía al auge que tuvo la región por el oro, la plata y las mercancías que la corona española traía desde América del Sur.

Caminamos hacia el Fuerte Batería de San Jerónimo, donde se refugiaron los españoles durante los ataques del pirata Henry Morgan en junio de 1668. En ese entonces, Portobelo albergaba grandes riquezas que resultaron tentadoras para Morgan, quien antes de atacar Panamá —capital de la Castilla de Oro—, asaltó por sorpresa esta ciudad. Con una tropa de 460 hombres, logró tomar Portobelo. Hoy en día, el fuerte es patrimonio cultural y es utilizado por los lugareños para jugar fútbol, entre otras actividades.

Logramos entrar en uno de los calabozos, comúnmente llamados mazmorras, ubicadas justo debajo del Fuerte Batería de San Jerónimo. Al regresar del viaje, investigué un poco más sobre el tema y encontré que en el Fuerte de San Lorenzo, en la desembocadura del río Chagres, también existen mazmorras o galerías subterráneas en las cuales estuvieron recluidos personajes importantes durante la colonización española.

No logré encontrar información sobre quién estuvo encarcelado en el calabozo que visitamos, pero nos pareció impresionante estar allí, en el mismo lugar donde personas vivieron calamidades y sufrieron condenas. Curiosamente, al revisar las fotografías, notamos que en una de ellas, en la pared del calabozo, se distinguía la forma de un rostro: parecía un colonizador renacentista o un pirata, con bigote incluido.

Caminamos por las calles del pueblo hasta llegar a otro fuerte: Santiago de la Gloria. En el camino nos encontramos con una perrita muy cariñosa que se tiró al piso tratando de llamar nuestra atención.

Según se cuenta, Francis Drake decía que este fuerte superaba en artillería al famoso Castillo de San Felipe. Santiago de la Gloria está ubicado en la entrada de Portobelo, y desde allí las baterías defensivas tenían una vista estratégica para dominar a los piratas que intentaban invadir el puerto.

Al llegar al fuerte, se puede caminar entre las ruinas y los cañones, y observar la garita donde, según la historia, Morgan degolló al centinela.

Portobelo representaba para España un centro con mejores condiciones que Nombre de Dios, que hasta entonces había sido utilizado como base de operaciones en el Caribe.

Fue hermoso compartir nuestra historia con un extranjero que vive en uno de los países más bellos del mundo, y que para él, Panamá es un precioso rincón de Centroamérica. Es significativo, considerando que muchas veces nosotros mismos, quienes tenemos el privilegio de ser llamados panameños, no sabemos apreciar lo que tenemos.

Ascenso Cerro Picacho de La Laguna de San Carlos

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Cómo llegar

Conduce por la Carretera Interamericana hasta la entrada de la comunidad de Las Lajas de Coronado, un poco antes de llegar al Mall de Coronado. Hay un supermercado llamado “Las Lajas” y debes entrar por la carretera que se encuentra al lado del súper. En Waze puedes colocar: Laguna de San Carlos ¡y listo!

Si te aventuras en autobús, pide la parada en Las Lajas; ahí encontrarás los busitos que dicen “Laguna”.

Desde que vienes por la Interamericana, si prestas atención, puedes ver el Picacho. Justo antes de llegar a Coronado, si miras hacia la derecha, se ve una cadena montañosa; de esos cerros, el puntiagudo y más alto es el Picacho.

En el camino hacia la laguna también se puede observar. Su cima imponente tiene una altitud de 1,182.33 msnm y se encuentra exactamente en las coordenadas N8°37.648’ W080°02.839, dentro de la Cordillera Central.

Tuvimos la osadía de ir en transporte público. Una vez en el mini súper de la entrada de Las Lajas, esperamos unos veinte minutos que aprovechamos para conversar con personas que estaban en la parada. Algunos nos dijeron que subir el Picacho sería muy peligroso, que estaba lleno de serpientes, e incluso hubo quien nos comentó que vivía en las faldas del cerro y también se dirigía hacia allá. Nos preguntaron si teníamos experiencia subiendo cerros, pues el Picacho es muy alto y tal vez en su cima podría faltarnos el aire. En total, pensamos: ¡exageraciones de los lugareños!

Llegamos al pueblo de La Laguna, y el busito se adentró en el follaje de los árboles. Sentimos que estábamos cerca. El conductor nos señaló por dónde debíamos subir y fue entonces cuando, frente a nuestros ojos, apareció la laguna: grande, redonda y misteriosa. Una brisa helada recorrió nuestros cuerpos. El viento golpeaba los cerros y luego provocaba pequeñas ondas en el agua del inmenso lago de color verdoso.

Estuvimos media hora tomando fotos, admirando el lugar y organizando el ascenso. En eso, se nos acercó un señor trigueño y de estatura baja. Pensé que iba a cobrarnos alguna cuota, pero, muy por el contrario, nos preguntó cuáles eran nuestros objetivos en el lugar y nos contó varias historias acerca de la laguna.

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Nos dijo que el origen de la fuente que mantiene llena la laguna no ha sido determinado, pero se ha demostrado que sus tranquilas aguas albergan tilapia, sargentos, carpa común, entre otras especies de peces.

Una de las historias más significativas y misteriosas fue la de hace unos 30 años:

“Unos extranjeros llegaron a la laguna investigando su profundidad, fauna y flora. Para sorpresa de ellos, al entrar un buzo, se encontró con una cueva de la cual sacó un plato y un vaso de oro. Al salir a la superficie, le mostró a su compañero lo que había encontrado y este, emocionado, le pidió que regresara a buscar más piezas de esa vajilla de oro, pues seguramente habría muchos objetos más ¡de mucho valor!. Discutieron un rato el asunto y el buzo accedió a entrar de nuevo, pero lo que encontró fue la muerte, pues nunca más volvió a aparecer. Se perdió en las profundidades de la laguna… por su avaricia.”

Emprendimos nuestra caminata, y no habían pasado ni 15 minutos de subida cuando ya estábamos algo cansados. Caminamos un poco más y vimos a lo lejos extrañas formaciones de rocas gigantes. Íbamos en camino recto y, de pronto, un niño venía en dirección contraria. Nos dijo que estábamos en el camino equivocado. Nos pareció muy gracioso encontrarnos con él justo antes de habernos perdido.

Muy amable, nos indicó el camino correcto. Era un sendero confuso, pues no había manera de distinguirlo fácilmente; el monte estaba muy crecido. Llegamos a pensar que, nuevamente, estábamos perdidos. Sentimos algo de miedo, pues la hierba era alta, pero unos instantes después vislumbramos un sendero mejor marcado.

Subimos, nos arrastramos; el camino hacia el Picacho es una vereda angosta por donde solo caben los pies. Esa misma vereda puede desmoronarse en cualquier momento, por lo que se requiere mucha precaución.

Nos arrastramos durante 45 minutos hasta llegar a un claro inclinado desde donde pudimos ver el hermoso pico. Seguimos ascendiendo, ahora sobre pequeñas piedras sueltas, y en ese momento vi una serpiente. Advertí a mis compañeros, y Evelin entró en pánico, lo que nos retrasó unos 15 minutos mientras la convencíamos de continuar.

Llegamos a una gran roca desde la cual la laguna se veía pequeña en comparación con su tamaño real. Desde allí también vislumbramos Altos del María, y en el horizonte, Altos de Campana, la India Dormida, y la costa del Pacífico desde Punta Chame hasta Playa Blanca. Don Florentino nos dijo que en un día despejado incluso se puede ver el Lago Gatún.

Nos quedamos allí arriba aproximadamente una hora, merendando y disfrutando del paisaje. Admiramos lo bello de nuestro país desde ese punto, expuestos al aire y al cielo.

Subir toma alrededor de una hora y media, o hasta dos horas a paso medio. Una persona en buena condición física puede descender el cerro en una hora o menos.

Después de descansar, bajamos el cerro con algo de dificultad, incluyendo un par de caídas. Al llegar a la laguna, no pudimos resistir las ganas de darnos un baño, y así fue: nos metimos al agua con ropa y sentimos cómo la laguna nos quitaba todos los males.

No hay palabras suficientes para describir este ascenso más que ¡HERMOSO!
¡Atrévete a hacerlo! Pero siempre con mucho cuidado, y recuerda: no interfieras con la naturaleza.
No te lleves más que las fotos, baja tu basura y no molestes a los animales.

Aquel Hermoso Río: Balneario Las Huacas, Chame.

La verdad es que desde niña lo conocí por el nombre de “Río de Sorá”. Iba con mi familia unas dos veces al año, ya que un tío de esos postizos pasaba cerca del río al trasladarse a su trabajo en la Finca de Orquídeas Loma Linda.

Para llegar, se debe entrar por la calle que está después de la entrada hacia Altos del María (donde está un restaurante Pío Pío). Detrás de un minisúper están los autobuses, y si vas en carro, solo hay que seguir la calle. Después de pasar un puente de acero, hay que prestar atención hasta ver la entrada hacia “Hacienda Loma Linda”. Luego se cruza un puente sobre el río, el cual no aguanta más de 10 toneladas, ¡y listo! Allí está el río.

Recuerdo que al río llegaban las vacas a tomar agua. También que en algunas partes estaba bastante hondo. Me aprendí de memoria el lugar en el que había una gran piedra y, un poco más allá, una roca alta desde la cual los lugareños hacían sus clavados. Enfrente, un cerro muy frondoso adornaba el paisaje.

Regresé al mismo río nueve años después de la última vez. Aún sigue siendo bello, pero ya no hay tanta corriente. Hay que caminar bastante para encontrar los jacuzzis naturales. Hay más piedras de lo que recordaba, ya no hay vacas, y el cerro que se veía en frente está completamente seco y deforestado.

Aquel día nos fuimos Evelin, Max, Israel y yo hasta la entrada en Chame de lo que es “Altos del María”. Allí desayunamos algo leve y tomamos una chivita detrás de un minisúper. Media hora después ya estábamos en el puente sobre el río.

Yo era la guía, pero no recordaba muy bien el camino, así que andaba con mucha cautela. Pero al avanzar un poco más, recordé todo y preparé mi tienda de campaña. Recorrimos los bordes del río hasta que encontramos un charco perfecto para pasarla tranquilos. Más tarde acompañé a Max a hacer sus típicos clavados: de águila, clavado de ñeque invertido, entre otros 😀

También atrapamos gusarapos (renacuajos) en un recipiente de plástico, los observamos y luego los devolvimos a su hábitat.

Dimos una vuelta tratando de encontrar un lugar donde vendieran algo de comida, pero no hallamos nada, solo una pequeña tienda donde vendían enseres muy básicos.

A lo lejos se veían árboles de guayacán, ¡amarillitos!

De regreso, tuvimos que caminar un poco hasta encontrar una chiva (bus), pero fue una caminata fresca y agradable, disfrutando del paisaje del lugar, repleto de montañas, algunas casas de barro, el humo de los fogones… todo ese ambiente riquísimo.

Un lindo río para pasar una tarde tranquila en familia, ubicado en Buena Vista de Chame.