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Cerro Tute, Santa Fe de Veraguas

Teníamos pensado ir a ver el anochecer en el Cerro Tute pero, en Santa Fe hay tantas cosas por hacer, que nos oscureció antes de darnos cuenta, así que al día siguiente nos encaminamos al Tute con la orientación de los taxistas, que nos recomendaron, a su beneficio, no subir Tute desde la calle de asfalto a pie, pues nos iba a tomar hasta 4 horas, así que nos podían llevar a la pata del cerro.

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En los años de 1502, el Español Cristóbal Colón llega a las Costas del Norte de Veraguas en donde fundó el primer poblado en tierra firme de América, el cual llamó Santa María de Belén. En 1557, se presume que Santa Fe fue fundada por el Capitán Francisco Vásquez. Los primeros pobladores eran autóctonos; sin embargo, cuando llegaron los españoles y los colombianos se produjo el mestizaje, donde se realizaron fuertes batallas antes de la época Republicana. Seguir leyendo Cerro Tute, Santa Fe de Veraguas

Balneario Las Trancas del Río Santa María, Santa Fe de Veraguas.

En Santa Fé hay tantos ríos como te puedas imaginar, son las venas del distrito. Y aunque agonizante, nos topamos con una parte del Río Santa María realmente bella. Y escribo agonizante pues este es uno de los tantos ríos en lista de espera para formar parte de una hidroeléctrica. Sí, así como lo leen, este hermoso río.

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Puede que su nombre se deba a que en el año 1502, Cristóbal Colón llega a las Costas del Norte de Veraguas en donde fundó el primer poblado en tierra firme de América, el cual llamó Santa María de Belén.

Pero no es que no haya sido intervenido, pues ya se han dado concesiones para sacar materiales de ahí, se encuentra amenazado por empresas constructora de carretera. Seguir leyendo Balneario Las Trancas del Río Santa María, Santa Fe de Veraguas.

Lo que jamás debes dejar al ir a una caminata ecológica.

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1. Agua

Durante la caminata debes tomar bastante agua para rendir lo mejor posible y no sentirte mal por estar deshidratado. Con una botella no es suficiente pues no sabes si el clima será caluroso o cómo reaccionará tu cuerpo al ejercicio. La cantidad de agua no es algo que debas pensar en sacrificar si es que te hace falta espacio. En todo caso, en las farmacias venden pastillas filtradoras de agua por si de pronto pasas por un río confiable puedas tomar esa agua y filtrarla.

2. Abrigo

El clima es impredecible y un hermoso día soleado puede convertirse en uno lluvioso de un momento a otro. No olvides empacar un sweter largo pero delgado o un impermeable para protegerte del viento o de una posible llovizna pero sin exagerar con el peso pues serás tu quien la cargará todo el camino. Abrigo impermeable en caso de caminatas a mas de 3000 msnm como el Volcán Barú.

The North Face EVOLVE TRICLIMATE, funciona para frío y lluvia

3. Botiquín

No puedes salir de casa sin un botiquín de primero auxilios en la mochila. Incluye cosas como alcohol, curitas, vendas, algodón, tijeras, gasas y esparadrapo. A este kit básico puedes aumentarle otras cosas que consideres necesarias.

Algo pequeño y más que suficiente

4. Bloqueador y repelente

Protegerse del sol debe ser una prioridad durante tu caminata. No olvides empacar bloqueador con un factor de protección solar alto y un bálsamo labial para evitar los labios cuarteados. Mete en la mochila repelente, especialmente si haces rutas en lugares con mucha vegetación.

5. Gorro y lentes oscuros

Además del bloqueador, complementa tu protección con un gorro y lentes. Los lentes no solo te servirán para cubrir tus ojos del sol sino también para impedir que te fastidie el polvo.

6. Cuchilla

Siempre es Útil tener una cuchilla pequeña dentro de la mochila si hay que abrir alguna bolsa, cortar alguna cuerda o usar en caso de un accidente.

7. Snacks

En toda caminata sea larga o corta es necesario llevar algo de comer. Es las rutas cortas, piensa en empacar cosas fáciles de cargar y ligeras pero que te den mucha energía como granola, barras energéticas, frutas, maní­, etc. Recuerda que no debes llenarte mucho para evitar molestias posteriores.

8. Linterna y Lighter o Fósforos en bolsitas ziploc.

Es mucho más Útil para caminatas largas pero nunca está de más tener uno a la mano.

9. Toalla

Hay algunas rutas que pasan junto a cascadas o lagunas en las que está permitido bañarse. Otro uso para la toalla es para secarte el sudor si es que te fastidia mucho al caminar.

Toalla de secado rápido.

10. Bolsas plásticas

Son indispensables para guardar los restos de comida o la basura durante toda la caminata pues, como senderista, no debes dañar la naturaleza ni dejar rastros. También puedes usarlas para aislar la ropa mojada o sucia que tengas y meterla sin problemas en tu mochila.

Chiguirí­ Arriba, Provincia de Coclé

Uno de los lugares a los que nunca me canso de ir es, sin duda, Chiguirí Arriba, un corregimiento del distrito de Penonomé en la provincia de Coclé, fundado en 1940. Entre sus elevaciones más destacadas están el Cerro Congal, con 992 metros; el Cerro Escaliche, con 866 metros; y el Cerro U, con 652 metros de altura.

Se dice que el nombre proviene de un cacique que dominaba estas tierras, llamado Chi Guirí o Guiro. Las comunidades viajan a través del río que lleva el mismo nombre, el río Chiguirí, que conecta tres localidades: Chiguirí Arriba, Chiguirí Centro y Chiguirí Abajo.

Chichibalí­ visto a lo lejos en el atardecer.

La razón por la que me gusta tanto este lugar es simple: el contacto tan especial que existe entre la naturaleza y los humanos es impresionante. Obviamente, tengo mi “secret spot” donde me quedo a pernoctar, y puedo asegurarles que la fauna que se puede ver en un solo día es increíble. A continuación, describiré solo lo que vi en mi última visita de dos días a Chiguirí.

Cascada Tavidá

Era carnavales y el hostal estaba abierto, obviamente fuimos a acampar con todo lo necesario. Pasamos una tarde tranquila, con un atardecer increíble, a casi un lado del Cerro La Vieja (404 msnm), con el sol ocultándose bajo las montañas de Penonomé. (Ya subimos cerro la vieja, aquí­ el link) https://www.enlodados.com/resena-pozo-azul-y-ascenso-al-cerro-la-vieja-cocle/

desde cima del Cerro La Vieja

Esa misma noche escuchamos sonidos extraños provenientes de un árbol de caimito. Al acercarnos sigilosos, pudimos distinguir en la oscuridad la forma de unos animalitos que se abalanzaban de un árbol a otro. Era una manada de monos nocturnos (jujuná), toda una familia que iba a cenar caimito justo encima de nuestra carpa. Nos observaban atentos con esos ojazos preciosos, nos veían asustados mientras comían y emitían su sonido particular. ¿Y adivinen? De pronto pasó un animalillo tan rápido que no pudimos distinguir si era un olingo o un cusumbí.

Nos fuimos a dormir mientras una rana descansaba sobre una planta del hostal, y los bichos llenaban la noche con sus sonidos, creando un ambiente fantástico.

A la mañana siguiente nos levantamos con ganas de caminar y fuimos a explorar detrás del hostal. Había un cerrito, primero pasamos una loma bastante inclinada, un alambre de púas, llegamos a un área llena de pinos con vista al Cerro La Vieja y no muy lejos, volaban unos gavilanes grises que denotaban estar disfrutando la mañana fresca y llena de rocío.

“El Cholo Guerrillero, Victoriano Lorenzo, durante la Guerra de los Mil Días, dejaba de vez en cuando a sus hombres para ir a ver a ‘La Vieja’. Así llamaban a la mujer que vivía en los montes coclesanos, donde el caudillo liberal iba a recuperar fuerzas para luego volver a la lucha. Según los habitantes de la región, de allí proviene el nombre del Cerro La Vieja o Cerro de La Vieja.”

Las paisanas graznaban y se lanzaban de un árbol a otro. Otras aves llenaban el ambiente con sus cantos, como el motmot, los ruiseñores y los carpinteros.

Bajamos la loma y regresamos a preparar el desayuno, pero frente a la cocina nos esperaban unos lindísimos monos tití, tan curiosos que no se movieron del árbol por un buen rato. Pudimos adelantar el desayuno mientras ellos permanecían en el árbol; estos sí se dejaron tomar fotos.

Compartimos el desayuno con “Aye Aye” y “Coronel”, dos perros amigos que siempre están en el lugar. Aprovechamos para descansar un rato y luego decidimos visitar alguna de las cascadas cercanas a Chiguirí Arriba.

Tomamos un bus y nos bajamos en el pueblo. Caminando, preguntamos dónde podíamos encontrar otra cascada, además de Tavidá, que es la más conocida en la zona. En el camino, nos topamos con un colarejo o tucancillo “rockero” (Collared aracari).

Encontramos un chorro pequeño y llamativo que, personalmente, me causó algo de miedo aunque no parecía peligroso.

En Chiguirí Arriba hay escuela, una iglesia católica y varias tiendas pequeñas. El transporte público pasa casi cada hora; son autobuses tipo “camión”, que parecen un arca de Noé.

La carretera hasta Chiguirí está en buen estado para cualquier tipo de vehículo. Los buses salen desde el mercado de Penonomé; la ruta está indicada en el post de la cascada Tavidá.

De regreso, decidimos cambiar la ruta. En vez de ir directo a Penonomé, esperamos una hora un 4×4 que saliera de Chiguirí Arriba hacia El Valle de Antón. Mientras tanto, vimos varias oropéndolas Montezuma. Al desistir, tomamos una “chiva” rumbo a Penonomé, pero esta se desvió por el camino hacia El Valle para recoger pasajeros. Justo atrás venía un 4×4 que toma esa ruta difícil, con piedras sueltas y tierra.

Al hacer señales, el 4×4 paró. El viaje al Valle duró una hora y fue increíble cruzar la cordillera, admirar el Cerro Gaital, las Tres Marías y otros cerros de Penonomé como el Congal, Chichibalí y Turega. La vista desde lo alto es impresionante.

En Chiguirí también puedes visitar el Mariposario Cerro La Vieja, creado por el biólogo Samuel Valdez. Cerca, en Loma Grande, está Pozo Azul y los chorros Las Pailas, accesibles solo en 4×4.

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Los Saltos de Filipina, Sorá de Chame

En mi experiencia, aventurarse en auto no es lo mismo que hacerlo sin él. Depender del transporte público en Panamá no es fácil y puede convertirse en una pesadilla o en una divertida aventura.

Desde la terminal tomamos el autobús hacia Chame sin ningún problema. Después de recorrer poco menos de 20 kilómetros, llegamos a Sorá, un pueblo de gente amable, rodeado de una exuberante belleza montañosa y con un clima casi siempre fresco y delicioso. Muy cerca de esta comunidad está el complejo de casas de campo “Altos del María”, al que solo se puede acceder con permiso si no eres residente.

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Cuentan que el lugar lleva ese nombre por el cacique Soró (que significa “viejo”), jefe de la región en la época de descubrimiento y conquista. Sorá es el corregimiento más grande del distrito de Chame y uno de los más bellos, con ríos pintorescos, encantadores saltos de agua y una magnífica vista de la ensenada de Punta Chame y su litoral, todo a más de 600 metros de altura.

Fuera del complejo residencial “Altos del María” se encuentran bellezas increíbles, como Los Saltos de Filipina. Nunca había oído hablar de este sitio, pero las fotos y la belleza escénica de Sorá nos motivaron a buscarlo.

Esperamos más de una hora por transporte, pensando que era por ser domingo, pero luego supimos que solo una familia presta ese servicio. Tomamos el transporte y, tras unos minutos por una calle sin pavimento, llegamos al punto de inicio para caminar un rato.

La vista fue grandiosa. Filipina de Sorá nos recibió con tonos verdes y azules, un lugar tranquilo lleno de aves semilleras, y de fondo, el cerro Chichibalí, que marca el límite entre los distritos de Chame y Capira.

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Descubrimos un salto de unos 7 u 8 metros, con buen caudal y poca profundidad, pequeño y casi “personal”. Sus aguas frías y el salto me dieron un masaje natural en la espalda. El agua estaba limpia, sin basura, lo que indica que cuidan muy bien este lugar, al que aún se puede acceder libremente. Más tarde supe que en este salto estuvo John Travolta haciendo rappel para una película filmada en Panamá llamada Basic.

Luego subimos una loma suave y llegamos a otra cascada, esta de unos 15 metros de altura, muy hermosa, con un pilón de agua fresca y fría.

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Seguimos el camino y encontramos otra cascada, más pequeña pero igual de encantadora. Para nuestra sorpresa, aún faltaban más por recorrer. En una bifurcación tomamos el camino de la derecha, que tiene nada menos que ocho cascadas. Se dice que sumando ambas bifurcaciones, hay un total de veinticinco caídas de agua.

Estuvimos ahí hasta no muy tarde, por el problema del transporte. Al regresar, vimos un pickup que se internaba en la montaña, no hacia Sorá. Decidimos caminar y más adelante nos topamos con cazadores furtivos y varios perros listos para cazar.

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Spilotes pullatus

Seguimos descubriendo que nunca dejaremos de explorar Panamá, con sus senderos y rincones llenos de secretos y leyendas. Solo hay que preguntar; los lugareños siempre te señalarán un lugar perfecto para visitar.

Anímense a tomar un bus en su tiempo libre; no es necesario gastar mucho. La felicidad no siempre está en la comodidad. A veces, basta con mirar desde la cima de un cerro o disfrutar la soledad de una cascada para encontrar momentos perfectos.

Buscar maravillas, perderse en el monte, caminar despacio y apreciar la belleza de cada rincón natural de este país.

Cascada La Gloria y Cascada La Tulivieja, Capira

Fuimos con mi prima postiza Roxana (nieta de la señora Tunina que menciono en el post de Bajo Bonito), ya que ella se dirigía a La Gloria a dejar un mandado; generalmente no existe transporte público hasta La Gloria así que los pobladores acostumbran caminar diariamente hasta llegar a sus hogares.

Pasamos varias quebradas, a decir verdad, bastantes. Vimos el cerro Chichibalí de Capira a lo lejos, por instantes nos rodeaba la neblina y nos serenaba la lluvia.

Nos topamos con muchas aves, pero la más característica fue la oropéndola, que con su canto alegraba el camino y nos advertía que cuidaba de sus nidos.

La Gloria

Ya el sudor se hacía presente y caminamos más rápido que de costumbre, aunque a pesar de nuestros esfuerzos, todo nos tomó 2 horas exactas, sin importar que nos habían dicho que el camino era solo una hora. Sinceramente, cuando hablamos de tiempo con la gente del campo nunca les creo, ellos caminan muy rápido y generalmente no poseen reloj o indicador del tiempo.

Nos percatamos de que bordeamos el río, de nombre Cirí Grande, que posee muchas caídas de agua y algunas cercanas a la vía principal. La gente de estos pueblos saben el valor del agua, y cuidan sus ríos como oro.

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En este lugar las casas están distanciadas unas de otras y separadas por hectáreas grandes de terreno que utilizan para cultivar víveres. La escuela primaria es nueva, pero antes de que existieran los niños debían caminar hasta Bajo Bonito para recibir clases.

La luz eléctrica en La Gloria es nula y la única manera de poseerla es mediante paneles solares que realmente es un recurso lejano, puesto que gran parte de las familias en esta comunidad son de bajos recursos.

Al terminarse la calle, entramos a un sendero mágico repleto de sonidos producto de la cantidad de aves que en él había, atravesamos una loma en donde el lodo era rojizo y formaba escalones hechos por los caballos. Llegamos a una casa “en medio de la nada” y digo esto porque era una casa grande, linda, con un patio extenso y llano, con una vista espectacular de las montañas.

Desde ahí caminamos quizás unos 15 minutos, topamos otra casa, ésta de madera en donde vive una hermosa familia, que hasta el día de hoy sigue siendo una “familia amiga” (2016) y atravesamos una quebrada que estaba detrás, cruzamos un alambre de púas, caminamos 3 minutos y allí estaba la Cascada La Gloria.

Nuestra recomendación es pagar a los dueños de la casa de madera entre 3 a 5 dólares de colaboración.

Si les digo cuanto mide, les miento. Para mi, y sin haberla medido, digo que quizás unos 70 metros. Realmente es una cascada escalonada, o sea que se puede subir con cuidado, arriba se encuentra la cascada La Tulivieja y otras más. Nos dedicamos a contemplar su belleza, embelesarnos con tan magnífica obra de la Naturaleza y bañarnos en sus frías aguas, que invitan al deleite.

El pozo principal es reducido, no es hondo, lo cual lo hace seguro. En la parte de arriba hay una poza mucho más amplia, pero para llegar allá las condiciones no son tan buenas y es mejor hacerlo en verano, un accidente ahí sería inminente. No dejo de pensar en cómo será la fuerza del agua en época de invierno, ¡de seguro imponente!

Al poco tiempo nos regresamos y nos quedamos un rato conversando con Mary Ovalle, la dueña y señora de esos terrenos, una mujer amable y carismática, nos ofreció guineos y nos mostró sus orquídeas. Compartimos el lunch con la familia, admiramos el paisaje, nos despedimos y caminamos de vuelta a Bajo Bonito, claro ahora nos tomó menos tiempo pues casi todas las pendientes eran en descenso.

Así es que… ¡una vez más! los invito a caminar Panamá… ¡hay tantos lugares hermosos por descubrir, tanto por recorrer! Si deseas que visitemos algún lugar especial de tu provincia, invitanos, y nosotros iremos con la mochila a cuestas a caminar, tomar fotos y mostrarlo al mundo por medio de ésta web. Es importante recalcar que lo que llevas, lo tienes que traer. Vive sin dejar rastro.

Valora lo natural, el agua, los ríos, piensa si realmente necesitas destruir una montaña, ¿porqué mejor no hacer turismo sostenible con un plan de capacidad de carga para no afectar su entorno? Ama tu país, que tan hermosos lugares tiene.

Fotos

Museo del Valle de Antón

Ubicado detrás de la Iglesia de San José. La admisión es de $1 por persona.

El arquitecto Julio Jiménez de Alba, amante de esta comunidad, elaboró el plano; el ingeniero Ramón Arias C. dirigió su ejecución; y el constructor Leonidas Rodríguez, junto a un grupo de jóvenes valleros, trabajó con amor y entusiasmo hasta su feliz culminación.

Se colocó la primera piedra el 3 de febrero de 1992 y fue inaugurado el 3 de julio de 1993, con la bendición del Arzobispo de Panamá en ese momento, Monseñor Marcos Gregorio McGrath, siendo madrina la vallera Abrahana Rivera de Valdés.

El museo está distribuido en seis secciones, donde se destacan las exhibiciones de Arte Precolombino, Arte Religioso, Etnografía de los siglos XIX y XX, Artesanía, Arte Pictórico y Geología.

Algunas de las piezas fueron donadas por familias descendientes de los primeros habitantes de El Valle. Según un manual sobre la historia del museo, la cerámica de Panamá está a la par de las mejores del continente americano.

Quien llega a El Valle de Antón y observa su mapa, se da cuenta de que está dentro de un volcán. El museo, fiel a su vocación cultural, busca dar a conocer más sobre el origen de este volcán, conforme a lo que hasta ahora revela la ciencia geológica.

A través de cinco murales, el visitante recorre los capítulos de esta evolución: la Deriva de los Continentes, la Creación del Istmo, la Formación del Volcán El Valle, la Formación y Drenaje del Lago, y finalmente, Fotos Aéreas de El Valle.

Este volcán es hoy un hogar. Desde hace once mil años, personas han vivido, luchado y prosperado aquí. Es un lugar de clima agradable y seguro, ya que no ha tenido erupciones volcánicas en miles de años.

Está abierto al público los domingos, en horario de 10:00 a.m. a 2:00 p.m. Si llega y está cerrado, el Sr. David Rankins, administrador del lugar, quien vive en la casa de enfrente, se acercará para abrirle.

Si va en bus, el pasaje cuesta alrededor de 5 dólares hasta el museo. Debe tomar un autobús de la ruta Panamá–El Valle desde la Terminal de Albrook.

El museo lo podrá ver entre la biblioteca pública y la iglesia de ese mismo lugar, en la vía central. A unos 500 metros después del mercado público.

Caminando el Parque Nacional Soberanía: Sendero de Plantación hasta Venta de Cruces (ida y vuelta a pie)

Aquel día no tenía ni la menor idea de lo que se me venía encima. Nos encontrarnos en la Terminal de Albrook a eso de las 6am y a las 6.30 ya estábamos comprando algo para desayunar y abordar el primer bus de Gamboa.

Antes de eso quisimos ir a buscar algo de comer para llevar, y como no queríamos perder el bus, ya que estos en fin de semana salen cada dos horas (2011), al pasar por una esquina vimos un señor vendiendo empanadas y de eso nos abastecimos, y agua.

Llegamos al Camino de Plantación a eso de las 8:30 am.

Escogimos entrar por Plantación y no por el lado de la carretera Forestal (donde está la verdadera entrada del Camino de Cruces), ya que en este último lugar es muy difícil tomar autobús.

Apenas entramos al Camino de Plantación vimos tres monos aulladores (Alouatta palliata) dándonos los buenos días. La entrada para nosotros fue 1$ por ser estudiantes. Para generales, la entrada es 3$ y extranjeros 5$.

Mono aullador.

El inicio de la caminata fue fresco, vimos muchas aves y algunos ñeques; hay bancas de cemento en el trayecto, al principio del sendero algunos árboles marcados con su nombre. Cuipo (Cavallinesia platanifolia), Barrigón (Pseudobombax septenatum), Nazareno (Peltogyne purpurea), Guayacán (Tabebuia guayacan).

Ave Plain xenops

Entre las aves que se dejaron ver a lo largo del recorrido estuvieron: el cuclillo faisán (Dromococcyx phasianellus) —¡nuevo para mí!—, el trogón colipizarra (Trogon massena), el tucán pico iris (Ramphastos sulfuratus), momótides (Momotus momota), loros coroniamarillos (Amazona ochrocephala), un Plain Xenops (Xenops minutus). Al inicio del sendero vimos un trepatroncos chocolate (Xiphorhynchus susurrans), varios hormigueritos alipunteados (Microrhopias quixensis) y a lo lejos, un saltador gorguianteado (Saltator maximus). También me pareció ver un mielero verde. Y, por supuesto, muchas tángaras, espigueros, semilleros, entre otras aves.

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Bordeamos una quebrada hasta donde termina el Camino de Plantación, que son aproximadamente 5 km, hasta llegar a un herbazal alto de paja canalera (Saccharum spontaneum), donde el bosque desaparece por un rato e inicia nuevamente en la señalización del Camino de Cruces.

Descansamos un rato en el punto donde se encuentra la intersección que separa ambos caminos. Comimos “algo” y, al poco tiempo, seguimos; no podíamos demorarnos demasiado en las paradas, ya que teníamos exactamente las horas del día para completar el recorrido de ida y vuelta. Observamos un rato el mapa y avanzamos.

Al entrar en el Camino de Cruces, no había un sendero marcado: lo que había era un revoltijo de hojas por todos lados, puestos de cazadores y un par de letreros que confirmaban que íbamos bien.

Aquí el bosque cambia: se vuelve más denso, en momentos te rodea de manera rotunda, invade la respiración con su olor a materia putrefacta. Más adelante, el bosque se cierra aún más; es una selva que deja de ser sendero para convertirse en paredes altas, con apenas un metro de espacio entre ellas para caminar. El suelo, cubierto de hojas, parecía dispuesto a sorprendernos con una serpiente en cualquier momento. Los monos, molestos y enfurecidos, nos trataban de lanzar sus excrementos y orina.

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Vimos aulladores, cariblancos (Cebus capucinus) y escuchamos monos tití (Saguinus geoffroyi). Nos topamos en variadas ocasiones con ñeques (Dasyprocta punctata), gato solo (Nasua narica), chachalacas (Ortalis cinereiceps) y hasta me pareció ver una liebre de monte.

Arboles de gran tamaño y con amplias raíces, tuvimos la dicha de ver el enigmático árbol de vela (Parmentiera cereifera), llamado así­ porque sus frutos asemejan a una vela de cera y el cual es difícil de encontrar.

Fruto del árbol de vela

La cantidad de insectos era infinita y estaban por todos lados, recostarse en el suelo significaba salir con quien sabe cuantos aguijones en el cuerpo, me mantuve en movimiento pues no quiero volver a saber de los tórsalos por un buen tiempo.

Llegó un momento en que me sentí agotada, la humedad estaba jugando con mis sentidos y con mi cuerpo, el sudor no se hizo esperar y estuvo presente en todo momento. Casi no nos detuvimos pues teníamos pensado llegar antes de las 1pm a Venta de Cruces.

La naturaleza se torna iracunda, desbordante de flora y fauna. Creo que en una próxima visita iré con más gente. Ya casi al final, logré ver que algunos árboles estaban marcados con cinta naranja, lo que ayudaba a no perderse.

Recuerdo que, siendo niña, escuché en las noticias que algunas personas se perdían en este sendero. Incluso recuerdo que todo un grupo de estudiantes se extravió junto a un profesor de un colegio privado, y pasaron una noche entera allí.

Había pequeñas quebradas y agua empozada, pero nada como para darse un baño o beber.

Para mi fue asfixiante pasar por ciertas partes en las que las paredes aparecían; recordemos que el Parque Nacional Camino de Cruces fue en la antigüedad un camino de la época de dominación española, Camino Real, que unía los núcleos de población de Panamá y Nombre de Dios, en Colón.

Passiflora vitifolia

Por allá, por el siglo XVI, en el año 1519, los colonizadores españoles terminaron de construir una ruta que unía el mar Caribe con el océano Pacífico. El camino era sumamente estrecho, hecho de piedras de distintos tamaños que aún se encuentran allí, enclavadas en la tierra, con una firmeza que ha desafiado el paso del tiempo.

En aquella época predominaba la esclavitud. Los primeros en ser utilizados como mano de obra fueron los pueblos indígenas nativos. Luego, los españoles introdujeron esclavos africanos, traídos desde distintos lugares del continente, a quienes se les trataba incluso peor que a las mulas. Se les encadenaba durante las largas horas de trabajo en el Camino de Cruces, donde los latigazos eran frecuentes ante cualquier descuido.

El Camino de Cruces era una vía tan común en su tiempo como hoy lo es la carretera Interamericana. Sin embargo, era sumamente estrecho; en aquella época medía aproximadamente metro y medio de ancho, con precipicios en algunos tramos y curvas peligrosas.

Era transitado en ambos sentidos: desde el río Chagres hacia la ciudad de Panamá y viceversa. Desde el pueblo de Chagres, se viajaba río arriba en cayucos, remados por esclavos de gran fortaleza física. No cualquier hombre podía realizar esa labor: quienes lo hacían poseían una contextura imponente. Se cuenta que, en muchas ocasiones, los indígenas eran asesinados por no cumplir con la exigencia física requerida. Los africanos remaban contra la corriente hasta llegar a Venta de Cruces. Desde allí, con la mercancía a cuestas o cargada en mulas, caminaban hasta la ciudad de Panamá, recorriendo una distancia de aproximadamente 60 millas.

El Camino de Cruces vivió una época de gran prosperidad al servir como ruta para el traslado de tesoros provenientes de Sudamérica —especialmente del Perú— hacia el Atlántico, donde eran cargados en galeones rumbo a España.

Recuerdo que mi profesora de historia me compartió un texto de un viajero procedente de Massachusetts, quien escribió:

“Exteriorizo el sentimiento unánime de los pasajeros, a quienes he oído expresarse, y es —diciéndolo con temor a Dios y por el amor al hombre, a unos y a todos— que bajo ninguna circunstancia vengan por esta ruta. No tengo que decir nada sobre las otras, pero no vengan por esta”.

Ya se imaginarán cómo debió haber sido el Camino de Cruces en su época de oro: imponente, extenuante y cargado de historia.

Mitad del camino. Finalización del Camino de Plantación.

Y claro, los ladrones no tardaron en enterarse del tránsito de oro, plata y joyas preciosas procedentes de distintos territorios colonizados en América que eran enviados a España. Estos maleantes se dedicaron a atacar a los viajeros que intentaban llegar al lado atlántico.

Sin embargo, con el declive del poderío español, esta vía fue perdiendo su uso y prácticamente desapareció, borrada por el paso del tiempo, el clima y la selva, que todo lo invade.

Desde Las Cruces hasta la ciudad de Panamá, el trayecto tomaba un día de viaje a lomo de mula. Cada mula se alquilaba por $15 diarios, sin incluir el equipaje. Debido a los continuos robos de oro y piedras preciosas cometidos por asaltantes, se formó una especie de milicia privada, dirigida por un antiguo militar llamado Ran Runnels. Este organizó un cuerpo bien entrenado que no dudaba en linchar a cualquier ladrón sin mayores contemplaciones. Fue esta medida extrema la que logró poner fin a la ola de asaltos contra los viajeros.

Imagínense la historia tan grande que tiene este lugar, incluyendo las batallas que seguramente se dieron entre viajeros y malhechores… ¿quién sabe cuántos habrán muerto allí?

Esas paredes, fuertemente construidas, aún permanecen intactas. Ni los bruscos cambios del siglo XVI hasta nuestros días han logrado derribarlas.

Y como todo en la vida, tuvo su final. Con la inauguración del Ferrocarril de Panamá, el 28 de enero de 1855, vino el abandono total del Camino de Cruces. Aun así, su memoria sigue viva por la enorme importancia que tuvo en el desarrollo de Panamá durante más de tres siglos. No olvidemos que incluso el pirata Henry Morgan usó esta ruta para cruzar el istmo y atacar la ciudad de Panamá.

Al llegar al kilómetro diez, me desesperaba. Necesitaba algo dulce que me diera fuerzas, comida, más agua… pero debíamos racionar la poca que teníamos, para poder tomar algo al llegar y al regresar.

Por momentos parecía que iba a llover, y sentíamos que se acercaban los aulladores. La selva nos hablaba. Las aves estaban por todos lados, pero no se dejaban ver, a pesar de que teníamos los sentidos agudizados y preparados para cualquier cosa.

Por otro lado, nos encontramos con varios letreros de la Policía Nacional que marcaban las fases del camino, ya que utilizan esta ruta para entrenamientos. Pudimos leer:
“Fase 2: No van muy lejos los de adelante si los de atrás caminan bien”,
“Fase 3: No se preocupen, algún día llegan”
y finalmente,
“Fase 4: Los felicito, llegar es la misión.”

Pensé: “Vaya, parece que estamos haciendo un entrenamiento de la Policía Nacional.”

Finalmente, vimos un letrero que indicaba que solo faltaba kilómetro y medio para llegar a Venta de Cruces, a orillas del río Chagres, y en cuestión de minutos… ¡llegamos!

Me tiré al suelo sin ganas de comer, solo quería agua. Intenté comerme una empanada, pero no me pasó por la boca: estaba fría y mala. Luego de refrescarnos un poco, movimos un tronco que estaba en la orilla, dejamos la mitad dentro del agua y la otra mitad fuera, y sobre él nos trepamos para enfriar nuestros cuerpos cansados. No podíamos quedarnos mucho tiempo; primero, porque en cualquier momento podía aparecer un cocodrilo, y segundo, porque debíamos caminar otras cuatro horas para regresar hasta la carretera de Gamboa.

Al frente veíamos el inmenso río Chagres, que parecía un mar bravío, y a lo lejos, el Hotel Gamboa Rainforest Resort.

El área de Venta de Cruces es apta para acampar —con mucho cuidado, eso sí— ya que, por su cercanía al río, seguramente es una zona de tránsito frecuente de animales. Vimos puestos de cazadores, lo que me indignó profundamente, pues esto demuestra que no se protege adecuadamente este sendero tan importante para la biodiversidad del parque nacional, que cuenta con más de 4,590 hectáreas paralelas a las riberas del Canal de Panamá.

Algo que notamos —por nuestra hambre— es que en todo el camino hay muy pocos árboles frutales. Incluso dijimos que volveríamos para sembrar algunos, ya que creemos firmemente que los árboles frutales en senderos transitados son de gran valor para los visitantes.

El valor de este parque es inmenso: histórico, geográfico, ambiental. Sin embargo, paradójicamente, es uno de los parques de los que menos estudios y conocimientos existen, a pesar de haber sido declarado zona protegida en 1980, mediante el Decreto Ejecutivo N.º 13 del 27 de mayo… hace ya mucho tiempo.

Cabe destacar que la dificultad del sendero es baja: no hay muchas pendientes ni grandes lomas. Sin embargo, es clave tener buena resistencia, ya que la distancia, el calor y la humedad te hacen perder muchos líquidos. Por ello es fundamental llevar reservas de agua suficientes y usar botas adecuadas para senderismo.

Parte del sendero hacia Venta de Cruces

Al caminar de vuelta me sentía más relajada. Ya sabía lo que me esperaba: la distancia, el clima, los peligros. Sinceramente, conocer todo eso me hacía sentir más segura. Decidimos acelerar el paso y tratar de regresar en tres horas y media, pero fue imposible. Me hacía falta comida y agua. Para que se hagan una idea: llegué a tomar agua recogida de las hojas, de la lluvia que había caído poco antes en algunas partes del sendero.

Íbamos en una maratón contra todo, desafiando al tiempo, tratando de llegar antes de las 6:00 p.m. a la carretera de Gamboa para poder volver a nuestras casas. Pero en ciertos tramos tuvimos que detenernos a descansar y comernos las empanadas malas. Aunque no estaban buenas, al final seguían siendo comida.

Al pasar por las quebradas, me detuve a lavarme la cara y los brazos, que estaban llenos de picaduras de bichos. Los monos cariblancos volvieron a aparecer, esta vez más enfurecidos que antes. Hacían sonidos extraños, como el gruñido de un perro cuando está peleando.

Cuando llegamos a la intersección del Camino de Cruces con el Sendero de Plantación, nos alegramos mucho: ahora solo faltaban cinco kilómetros más. Ya habíamos recorrido cinco anteriormente, lo que daba un total de casi 25 kilómetros caminados ese día por la selva tropical húmeda del Parque Nacional Soberanía.

El recorrido por el Camino de Plantación hasta la carretera de Gamboa, para mí, fue efímero. Mi única meta era llegar antes de que anocheciera, y así fue. Salimos del sendero a las 5:30 p.m., cansados pero felices por semejante hazaña.

De todos los parques nacionales de Panamá que he recorrido, este fue en el que más animales he visto.

La diversidad de plantas es fenomenal: un verdadero paraíso para cualquier botánico o amante de las plantas. También lo es para quienes se interesan en conocer, de cerca, aquello que han leído en los libros de historia de la República, sobre esa época de colonización tan importante para nuestra cultura.

Soberania-National-Park-Map

Les recomiendo enormemente formar parte alguna vez de una excursión a través del Camino de Cruces, que incluya un bote de vuelta a Gamboa luego de llegar a Venta de Cruces de modo tal que puedan disfrutar del sendero en su totalidad, prestando atención a cada cosa que en la selva se pueden encontrar.

Salto el Bejucal o Chorro de los Aizpruas y Río San Juan en Calobre, Veraguas

Luego de una visita a Santa Fe de Veraguas, tomamos la calle que conduce hacia Calobre, luego de salir de la iglesia de San Francisco de la Montaña.

El nombre Calobre se originó ya que así­ se llamaba un cacique del área. Este distrito está formado por doce corregimientos: Calobre, Barnizal, Chitra, El Cocla, El Potrero, La Laguna, La Raya de Calobre, La Tetilla, La Yeguada, Las Guías, Mojarás y San José.

En Calobre una de las principales actividades es la cosecha de la sandía, que en gran parte es exportada al extranjero, y es la mejor de Panamá gracias a la tierra algo árida de este distrito.

Justo en la carretera mucho antes de llegar a Calobre vimos un anuncio con imágenes indicaba qué lugares turísticos podíamos encontrar en este bello distrito: El Salto Bejucal, el Río San Juan, la laguna la Yeguada, los Sandiales y Los Pozos Termales de Calobre, tratamos de encontrar los que pudiéramos, nos interesamos sobre todo en encontrar los pozos de Calobre, pero al parecer estos son de difícil acceso.

Justo debajo de un puente estaba el Salto el Bejucal en el corregimiento de Tetilla. Es un imponente chorro de agua que iracundo rompía con fuerza con su caudal de invierno que hacía que el agua se tornara turbia, nadie estaba bañándose en él y no quisimos tomar el riesgo. Está rodeado de mucha vegetación y el lugar es muy bonito a pesar de estar justo debajo del puente.

Pocas personas conocen el salto ya que por su ubicación estratégica es muy difícil darse cuenta que se encuentra semejante maravilla. Tampoco hay ninguna señalización, recomiendo preguntar en la carretera luego de 30 minutos de haber salido de San Francisco de la Montaña.

Río San Juan

Al salir del Salto, seguimos en la carretera hasta ver el Rí­o San Juan, al que vislumbramos sólo desde un puente y el tiempo no nos dio para bajar.

Se apreciaban extrañas formaciones rocosas, quizás causadas por la erosión del tiempo y definitivamente una acción volcánica antigua. El Río San Juan forma parte importante de Calobre ya que sus aguas son desviadas hacia la quebrada las Lajas, que a su vez es el único afluente de la Laguna La Yeguada, para aumentar el volumen de agua utilizable hacia la generación de energía eléctrica.

Para llegar a Calobre se puede ir por dos rutas: desde Santiago, pasando por San Francisco de la Montaña y luego desviándose hacia Calobre, esto te toma un tiempo de 45 minutos. Si vienes por la carretera Interamericana puedes tomar la ví­a que conduce hacia el Jaguito en el Roble y esto te toma un tiempo de 1 hora y 20 minutos hasta llegar a Calobre. Desde la ciudad de Panamá es aproximadamente 3 horas y 15 minutos. Y como decía en la valla de carretera “Calobre es un paraíso por conocer”.