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Cascada Bermejo, Santa Fe de Veraguas
Desde que empecé a tener conciencia del mundo circundante, se dio en mÃ, ese comportamiento inquisitivo natural llamado curiosidad por los bosques, formaciones de rocas y lo que en ese entonces eran grandes montañas. Pude haber tenido 5 o 6 años cuando, por vez primera, mi madre me llevó a conocer el valle de Antón y quedé prendada como cualquier niño de las charcas y anonadada de los colores magnÃficos de aquellos seres increÃbles, como aves del paraÃso, que habitaban en el NÃÂspero. De regreso a ese viaje, prácticamente babeaba viendo el paisaje circundante, y recuerdo claramente cómo me dije a mi misma que querÃa ser grande para poder subir esas rocas que décadas después entenderÃa que se nombraban peñones en Campana.

DescubrÃà Santa Fe de Veraguas en un reportaje de alguna revista que mi padre llevaba a la casa, y de inmediato dije: ¡carajo! Apenas tengo 13 y falta mucho para ser mayor de edad y poder caminar esos senderos¦ Uff! No saben cuánto me maldije cada vez que mis compañeros de escuela se iban “pal interior” y yo no podÃa pues simplemente no tenÃa familia en el interior del paÃÂs, pues es neta de Arraiján. El pecho se me achicaba cuando veÃa el Trinidad, jamás imaginarÃa siquiera que fuese a llegar a su cima.
Ahora, en mi década de los 20s, Santa Fe se ha convertido en mi Talón de Aquiles: prácticamente un sitio en el que me gustarÃa vivir.
Tiene todo: cerros, cascadas inmensas y otras personales, a pocos kilómetros de una costa virgen, con una gran producción de café además de orquÃdeas y con uno de los parques nacionales que abarca 5 biomas sobre las vertientes del PacÃfico y del Atlántico.
Cascada Saca Lágrimas/ La Mula, Chame
Navegando un dÃÂa por internet me encontré con una cabaña que alquilaban en Chicá, cerca del P.N. Campana, pequeñita y bonita; en el post habÃÂan varias fotos de la cabaña pero también habÃÂan fotos de unas cascadas que en mi vida, jamás habÃÂa visto.
Me propuse contactar al dueño de la cabaña, ya sea para alquilarla y por supuesto, también preguntarle cómo llegar a esas cascadas. Al mostrarle las fotos a mis compañeros, quedaron asombrados y no faltó uno que dijo ââ¬Åeso no es en Panamáââ¬Â. Realmente, nunca habÃÂamos visto ese lugar y no sabÃÂamos de su existencia, estando tan cerca de la ciudad de Panamá.
Asàque contacté a ÃÂngel, quien muy amablemente me comentó que éstas cascadas están muy cerca de los terrenos de su familia, casi que dentro y que muy poca gente sabe de su existencia, en efecto, de paso me invitó a conocerlas, asàque le pusimos fecha de cumpleaños al acontecimiento, su única advertencia fue ââ¬Åhay que caminar bastanteââ¬Â.
El dÃÂa fue un domingo bien temprano, nos preparamos para ir en la búsqueda del chorro. Esta vez me acompañaron Juan, Carlos y Anselmo.
Cerca del pueblo nos encontramos con ÃÂngel, al que seguimos hasta su casa, en donde dejamos el auto y él fue a preparar su caballo. La idea serÃÂa él en el caballo y nosotros a pie. Mientras esperábamos bajo la sombra de un árbol, un jovencito nos saludó y dijo que serÃÂa nuestro guÃÂa, que ÃÂngel nos alcanzaba más adelante.
Asàiniciamos la caminata, que empezó en bajadas resbalosas pero seguras. Un terreno fácil que a medida que avanzábamos se fue convirtiendo en lodo y el olor a materia putrefacta invadÃÂa nuestras narices. Pasamos algunos riachuelos y seguimos el camino que incluÃÂa pequeñas pendientes seguida de bajadas interminables lo cual nos puso a pensar en el regreso y la subida de esas lomas empinadas.
Por momentos pasábamos al lado de las vacas en sus potreros, se nos quedaban mirando tan curiosas, las habÃÂan jersey, cebú y angus. El lodo se incrementó y las vistas del paisaje se hicieron intensas. Nos detuvimos a tomar fotos de los cerros Buena Vista y El cerro Picacho, cuando en el camino apareció ÃÂngel a galope de un lindo caballo. Nos invitó a regresar a una cabaña no muy lejana en donde la vista era mucho más impresionante.
Subimos otra loma y llegamos a la hermosa cabaña de nombre ââ¬ÅHacienda Don Emilioââ¬Â, hecha en su totalidad de madera y en efecto, sobre una colina en donde la vista de los alrededores es fenomenal. Vimos varios de los cerros más representativos de Chame, como los ya mencionados, además del peñón de Buena Vista de Chame, cerro Los Monos, la Hacienda Loma Linda, dedicada al cultivo de orquÃÂdeas y con el larga vista vimos nuestro destino, el chorro ââ¬ÅSaca Lágrimasââ¬Â.
Al seguir el camino, nuevamente tuvimos que lidiar con el lodo casi movedizo porque sin cuidado nos podÃÂa llegar al tobillo. Al salir de esta loma, llegamos a una planicie rodeada de arbustos y árboles a los lados, como quien dice: el mismo monte. Salimos a un potrero que atravesamos hasta llegar a un árbol de mango. De ahàen adelante el camino se tornó más difÃÂcil, la hierba estaba muy alta y cortante. ÃÂngel me ofreció su caballo y asàcontinuamos por otro tramo, pasando al lado de las vacas que nos miraban con miedo. De entre los matorrales habÃÂan unos con espinas que con descuido, te podÃÂa destruir las manos; un árbol barrigón dominaba el paisaje y ya no tan lejos, con varios chorros que caÃÂan en picada, y escondido entre una pared de roca, el Saca Lágrimas.
ÃÂngel, el caballo y yo nos adelantamos mientras mis compañeros luchaban entre los matorrales. Al llegar a un bajo, dejamos el caballo suelto y seguimos a pie pues el camino se tornaba demasiado quebrado y ahora deberÃÂamos buscar la manera de llegar al chorro. Cuando los muchachos nos alcanzaron, vimos que estaban cortados en piernas y brazos por la maleza.
El camino se cerró por la hierba alta y los árboles putrefactos sobre el suelo, la humedad estaba intensa pero en frente estaba el chorro, ya estábamos ahÃÂ, solo faltaba saltar unas rocas y disfrutar.
SonreÃÂmos felices por haber llegado, y descansamos un rato antes de meternos al agua. Pudimos notar que grandes rocas se encuentran suspendidas sobre otras, como si hace mucho tiempo hubiese ocurrido un terremoto ào derrumbe que las hubiese puesto de esa manera. Me atrevo a decir que mide más de 40 metros de altura, hasta donde la vista alcanza, porque al verlo de lejos se nota que arriba de estas cascadas hay otras.
Según nos contaron, le pusieron ââ¬Åel Saca Lágrimasââ¬Â ya que la gente acostumbraba buscar camarones en el rÃÂo, pero en la parte alta de la cascada era donde más camarones habÃÂan y en la oscuridad de la noche, se hacÃÂa muy difÃÂcil subirla. Por supuesto que también por la dificultad para llegar al lugar caminando y aparte de eso por la forma de las caÃÂdas de agua.
Esta cascada también es conocida con el nombre “La Mula”, ya que, según dicen, allàuna mula se desbarrancó matando a su dueño, y asàlo conoce la gente de Buena Vista de Chame.
LÃÂneas de agua caÃÂan desde lo más alto formando pequeños pozos, el verde combinaba y las rocas gigantescas, me hicieron pensar en cuantas maravillas más como esta habrán. Nos cuentan que el caudal estaba bajo y que más entrado el invierno, la fuerza de la cascada se vuelve impenetrable y encantadora desde lo lejos.
Aprovechamos y nos dimos un baño en cada caÃÂda de agua, habÃÂa una para cada uno. Las aguas cristalinas se partÃÂan y refractaban los rayos del sol. Un perrito cazador nos acompañó toda la distancia y no paraba de ladrar sin razón aparente.
Ramsés, que nos habÃÂa guiado desde un principio nos contó que éste era su lugar secreto,ànos dimos cuenta de su agilidad caminando sobre las rocas, como si tuviese ventosas, saltaba de una a otra. Nos dijo que rÃÂo abajo habÃÂan unos buenos charcos, más grandes que estos para darnos un buen chapuzón y accedimos a caminar en busca de ellos.
AsÃÂ fuimos por la ribera del rÃÂo y en efecto nos fuimos encontrando con varios charcos y caÃÂdas de agua, por momentos preferimos arrastrarnos antes que caernos, las rocas resbalosas pueden causar un accidente fatal.
En una de las bajadas, uno de los compañeros prefirió tirar sus zapatillas barranco arriba para usar mejor sus manos, pero la zapatilla se fue rÃÂo abajo en un remolino de agua y más nunca apareció. La buscaron pero fue en vano, el rÃÂo se tragó la zapatilla.
Las inmensas rocas seguÃÂan despertándome dudas de cómo llegaron hasta ahÃÂ. Colosales, formaban escalones naturales que por momentos nos ayudaban a bajar. De pronto nos topamos con un chorro bastante alto, también de cascada escalonada y con unas lajas en el charco que semejaban placas de cemento y no más de 20 metros más adelante la Naturaleza nos calló la boca, una caÃÂda de agua inmensa detenÃÂa nuestra caminata por el rÃÂo, El Salto del Duende, àque según he escuchado pertenece a Buena Vista de Chame, y de quien sabe cuantos metros, pero muy alta, indicaba que hasta aquàllegábamos.
Nos acercamos al precipicio que me dio escalofrÃÂos, vértigo; un mal paso y nos ÃÂbamos abajo sin vuelta atrás. Ramsés ya iba bajando sosteniéndose de rocas, bejucos y ramas. Más tarde bajaron ÃÂngel y Carlos, pero solo lograron llegar hasta un lado del chorro, más no bajar al charco, ya que eso incluÃÂa mojar todo y al menos Carlos llevaba equipo fotográfico. El perro al ver que sus dueños estaban abajo, casi se tira por el precipicio para alcanzarlos pero Anselmo lo detuvo, yo aproveché ese tiempo y me sumergàen las aguas del chorro escalonado sin nombre. Queda pendiente visitar el Salto del Duende desde el camino de Buena Vista de Chame.
El regreso fue hasta cómico. Subimos por un camino que al parecer hace mucho tiempo no usaban, asàque estaba muy cerrado y a 45ð sobre el suelo. Salimos a un terreno lleno de helechos, cercano al potrero en donde pasé a caballo con la hierba cortante.
ÃÂngel nos instó a seguir mientras él esperaba a Ramsés que se habÃÂa adelantado a buscar al caballo que habÃÂan dejado suelto. Caminamos un poco y vimos el caballo amarrado y comiendo bajo un árbol, gritamos a ÃÂngel durante largo rato y nos sentamos a descansar hasta que apareció y seguimos loma arriba.
Esta vez se salvó Carlos, al que le dio un calambre y le cedimos el caballo. Ya cuando habÃÂamos dejado atrás las primeras lomas, nos topamos con una serpiente pajarera (Pseustes poecilonotus), que pasaba tranquila al lado de un potrero.
En total caminamos aproximadamente 3 horas desde Chicá hasta la Cascada Saca Lagrimas y nos tomó casi el mismo tiempo hacerlo de regreso.
Las lomas parecÃÂan interminables pero finalmente salimos a la calle pavimentada y degustamos unos deliciosos bollos de maÃÂz con agua bien frÃÂa, justo lo que necesitábamos.
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Gracias a ÃÂngel y Ramsés por guiarnos en esta expedición, que fue fenomenal. A Carlos, Juan y Anselmo por esas ganas interminables de caminar, de conocer y explorar. Valió la pena la caminata con muchas recompensas en el camino, otro lugar más de esos que casi nadie, además de los lugareños conoce, y que vale la pena compartir, aunque sea para saber que existen.
Yo accedàgustosa a mis deseos de caminar. Y ahora que es tan grande la felicidad de que disfruto, que ante el temor de perder la Naturaleza, ya que la dicha no es perpetua en este mundo, recurro a la preocupación por compartir esta pasión y ojalá y se transmita de buena manera a cada persona que me lee, que un dÃÂa no lo piensen mucho y empiecen su caminar.
Chorro Tavidá, Coclé
Serán 30 a 45 minutos en llegar desde Penonomé hasta el Cerro La Vieja, debe seguir prestando atención hasta ver un letrero que dice Entrada a la cascada. Con waze llegas también.
Si anda en sedán es mejor dejar tu auto en la entrada y caminar. En caso de que ande en 4×4 puede subir hasta llegar a una entrada cercada por malla ciclón.
Nosotros andábamos en sedán asàque caminamos y esto tomó unos 15 minutos hasta la entrada, allá nos detuvo un colaborador del Hostal del Cerro La Vieja, nos advirtió que no podÃamos entrar con cooler, a lo que le mostramos el interior sin bebidas alcohólicas. El trabajador nos dijo los parámetros muy amablemente: no dejar basura, mantenerse a orillas de no saber nadar, también nos dijo que no podÃan entrar grandes grupos o paseos. El costo para entrar es 5$ (2015).
Llamó mi atención el letrero principal que decÃa: “Reserva Tavidá, Reserva Natural PRIVADA, PROTÃGELA” el señor nos dijo que el hostal ecológico del Cerro la Vieja habÃa comprado 40 hectáreas en ChiguiràArriba que incluÃan el chorro Tavidá.
Pagamos y seguimos ahora por un sendero hecho por el hostal, unos 15 minutos más, vimos unas cabañas altas y en frente estaba el apretado dosel selvático que iluminó con una paz la piscina de agua al final del chorro. Contuvimos largamente el asombro frente a esta inusitada belleza.
Es el lugar perfecto para reponer fuerzas. Cargado de frescas sombras, abanicado por un suave e imperceptible viento y, el silencio lo hace un lugar irreal. Al estar en el mirador te caen grandes gotas del chorro. Desde ahàse ve la piscina verde perfecta rodeada de vegetación y una caÃÂda de agua de 30 metros. Todos corrimos a bañarnos bajo las rugientes aguas de la caÃÂda.
Nadamos, jugamos, subimos a la piedra bajo el chorro y nos sentamos a sentir los fuertes golpes del agua que pegaban como latigazos u hormigas picándonos las espaldas. Gritaba de emoción combinada con el dolorcito del agua pegándome en el rostro y espinazo.
Karla dio varios intentos en subir hasta que lo logró y después nos zurramos por las piedras hasta caer y nadar hasta mitad de la olla de agua. !Fue esplendido! 🙂
Chiguirà Arriba, también cuenta con lugares históricos como: Las Trincheras de Victoriano Lorenzo, que se encuentra en las faldas del cerro; además de los petroglifos que están rÃo abajo después de la cascada del Tavidá, donde verás huellas del hombre de hace 2000 años atrás. También hay un sendero de plantación.
Tips:
- La cascada Tavidá¡ que en lenguaje indÃgena significa “que da vida”.
- No lleves cooler.
- En época lluviosa, si el chorro está crecido no te dejarán acceder, por cuestiones de seguridad.
Ascenso al Cerro India Dormida
El cerro la India dormida tiene un aproximado de 860 a 900 m.s.n.m.
Iniciamos en ascenso por el sendero de la Piedra Pintada, al llegar a éste lugar se nos abalanzaron diferentes niños del lugar que ofrecÃan cuidar el carro o hacer de guÃas hasta la cúspide del cerro. Optamos por irnosm con un niño de nombre Dorindo de unos 10 años de edad que llevaba unos sacos llenos de mangos. Ofrecà mi ayuda para cargar los sacos pero al llegar a la piedra ya estaba cansada, podÃÂa pesar unas 25 libras. Nos turnamos Alain y yo para ayudar al niño hasta que el vió un familiar y se lo entregó.
Caminamos en medio del paisaje boscoso, pasamos por las laderas de varios chorros como Los Escondidos, el de Los Enamorados y el Salto del Sapo.
Dorindo iba delante de nosotros saltando sobre las piedras, agarrando algunas y tirándolas en los chorros, trepándose en los árboles; llevaba jeans, una gorra y zapatos escolares. Algunas partes estaban resbalosas e hicieron que casi cayéramos.
Llegamos a La Piedra del Sapo. Una señora venÃÂa bajando con los zapatos en la mano, su bolso en otra, vestida para trabajar. Dorindo en vez de seguir recto, tomo una trillo a mano izquierda y nos dijo que apenas estábamos en la mitad del camino; le pedimos disculpas por no poder ir a su ritmo y fue entonces cuando empezó a contarnos que él vive detrás del cerro y que camina este sendero todos los dÃas para ir al colegio y regresar a su casa, asà como la señora que venÃÂa bajando, camina todos los dÃas desde detrás de la montaña hasta llegar al pueblo a trabajar.
Subimos una loma de tierra muy empinada y ya faltaba poco, 5 minutos más y ya estábamos en medio de piedras sueltas y al frente del cráter del volcán extinto del Valle de Antón. Una hermosa y gratificante vista. Dorindo nos dijo que allá aparecÃan los duendes en el atardecer y que no debÃamos demorarnos mucho en la cima.
Estuvimos disfrutando del sol, tomando algunas fotos, almorzando algún trozo de dulce y conversando, me atrevà a preguntarle a Dorindo la peligrosidad de los otros cerros y me dijo que “el Cerro Gaital tiene leyenda de ser muy peligroso y que es el culpable de muchas mordidas de serpientes.”
Nos contó la historia de la India Dormida de la cual hay varias versiones: “Una india de nombre Piria, hija del cacique, esposa del Sol y protectora del astro y la llama de la vida, de la que estaba enamorado el guerrero Montevil, el cual le pide que sean amantes a lo que ella le dice que es la esposa del Sol y que su cuerpo y alma le pertenecÃÂan al astro y si él se acercaba se matarÃa. Al estar enamorado, el guerrero no comÃa, ni dormÃÂa pensando cómo acercarse a la joven, se le ocurrió la idea de ser cacique para tener el poder dentro de la tribu y lograr conseguir el amor de Piria. El padre de la joven estaba muy viejo y la tribu escogió a Montevil como su nuevo cacique. Ãste para ganarse el amor de Piria realizó grandes donaciones al templo. Como la india continuaba rechazándole, Montevil mandó cortar la cabeza de su padre. Una mañana mientras ella lloraba la muerte de su padre, el indio Montevil se le acercó con intensiones de violarla. Ella perturbada corrió y cayó cansada a la orilla de un acantilado. Cuando él se acercó vio como los rayos solares iluminaban el cuerpo de la india hasta convertirla en piedra, transformándola en un grupo de montañas. Al ver esto, el indio se desmayó, escuchándose un ruido como el que hace el agua cuando corre. El sol lo convirtió en ruido de agua fluyendo para que continúe sufriendo por el amor que nunca logró conseguir, por haber querido ser dueño de una de sus esposas.”
Existen otras versiones e incluso una novela, ya que esta montaña ha sido la inspiración de poetas y escritores.
Alguna otra historia cuenta que “Una bella doncella indÃÂgena hija del cacique Urracá, llamada Flor del Aire, se enamoró de un soldado español, de los que conquistaron la región. Su enamorado indÃgena, un fuerte y agresivo guerrero llamado YaraváÂ, al ver que ella no le correspondÃa por culpa del español, se suicidó frente a ella y su pueblo. Entonces ella decide olvidar a su enamorado español para no traicionar a su gente y se dedica a vagar por los alrededores llorando su amargo destino, y asàmuere, mirando el cielo en la cima de las montañas e inmortalizando su sentimiento. Queda la silueta grabada como gran sÃmbolo de su verdadero amor.”
En otra ocasión decidimos subir la India Dormida por los pies, es decir por el final y bajar por la cabellera, es decir los chorros y la Piedra Pintada.
Caminamos desde La Cruz, que está cerca de Altos de la Estancia, a simple vista resultaba un sendero no marcado y muy empinado, con una dificultad alta a causa de los precipicios con los que nos encontramos casi de inmediato, pero al aligerar el paso pudimos constatar que más adelante el camino estaba homogéneo y permitÃÂa seguir sin más problemas.
Nos encontramos en las pantorrillas del cerro y ya estuvimos disfrutando de magnÃÂficas vistas del cráter del Valle de Antón. Bajo un sol trepidante seguimos el camino y luego de casi una hora, nos encontramos en la cintura u ombligo de la India Flor de Aire.
Evelin se nos unió esta vez, casi acabadita de llegar del Norte y para ella fue un toque difÃcil regresar al hiking, pero la emoción, combinados con los lazos fuertes de amistad y el regalo tan grande que la Naturaleza nos entregaba, la hizo llegar sin problemas al final de la jornada.
En el camino nos topamos con unos chicos que habÃan subido por los lados de la comunidad del Hato es decir por “la cintura” de la India.
Nos desviamos un poco del camino y pasamos muy cerca de una cruz de madera en lo alto del cerro, en una parte que da con las comunidades que están detrás de la India Dormida. Luego de eso vino una bajada muy empinada que bajamos con todas las medidas de seguridad en mente y buscando la forma más adecuada, decidimos hacerlo por la parte derecha con mucho cuidado, luego escalamos y llegamos a la garganta de la India.
Divisamos la cabeza y en minutos estábamos ahÃÂ. Nos tomó 3 horas hacer el recorrido desde Altos de la Estancia hasta el Chorro los Enamorados de la Piedra Pintada, en donde terminamos dándonos un delicioso baño mientras los rayos del Sol caÃan, como acto de magia o regalo de Madre Natura.
El Cerro La India Dormida es uno de esos en los que no solo disfrutas el final, si no su recorrido, lleno de mitos, en donde no sabes si en cualquier momento te puede aparecer un duende o un elfo, y quien sabe si hasta el indio que cuida el tesoro de la Piedra Pintada, sus chorros están estratégicamente dispuestos a lo largo del camino, en un recorrido que puedes escoger: tres opciones para subir o bajar, el tiempo que quieres demorar y la vista que quieres disfrutar.
Tiempo:
- Por La Piedra Pintada, en buenas condiciones fÃÂsicas, puede tomarte una hora y media hacer el ascenso, casi lo mismo de bajada.
- Por La Cruz de Alto de La Estancia, toma de tres horas a tres horas y media dependiendo de tus condiciones fÃsicas; deberás tener especial cuidado en los precipicios, importante llevar zapatillas adecuadas, nada de “converse” ni “crocs”.
Una excelente actitud, llevar gorra y tener muchÃsimo cuidado si empieza a llover, en ese caso, No suba por favor.