Lo prometido es deuda y quedamos con Menchaca en dar a conocer su hermosa finca, ubicada al final de Chicá, bajando la calle que conduce hacia Bajo del RÃÂo, a mano derecha.
Con paisajes chameros y árboles frutales, nos recibe ParaÃÂso Escondido, un sitio para pasarla relajado,àacampando o acostado en una hamaca, disfrutando de un sancocho o un arroz con guandú.
Abajo nos esperan las cascadas El Guabitoày la del Buey, que constituye un cañón de decenas de cascadas y charcos.
En la noche, amarre bien su casa de camping, pues el viento sopla fuerte. Imprescindible siempre una buena fogata, con ramas secas y fáciles de conseguir en los alrededores de la finca.
No olvides el chocolate caliente o el vino; los malvaviscos o picadas, pues el espectáculo nocturno te espera. Miles de luces del lado PacÃÂfico se encienden y apagan en un baile singular.
Allá a lo lejos, Coronado, con su ahora selva de cemento y acá abajo El Nanzal de donde salen de los ranchos, el humo de los fogones.
A pocos metros de la carretera, vía Colón, a unos 18 kilómetros de la ciudad de Panamá, se encuentra la Finca Agroforestal Las Conchas, un destino verde y cultural.
Su nombre proviene de la gran cantidad de conchas fosilizadas que se encuentran en la zona, evidencia de que el istmo de Panamá emergió del mar hace millones de años.
Hace 21 años (al 2020), los agricultores que trabajaban estas tierras de forma informal en la comunidad de Chilibrillo, corregimiento de Chilibre, decidieron organizarse con el objetivo de mejorar su producción y obtener mayores ingresos económicos a través del manejo sostenible de los recursos.
Es un paisaje hermoso, con un paseo extraordinario que además nos permitió conocer la Quebrada Las Conchas, un vivero de plantas medicinales, bohíos para reuniones y actividades, rica comida al estilo del campo, y la biodiversidad del Parque Nacional Chagres, la cual se aprecia en el sendero El Mochilero. Este sendero atraviesa el parque y llega hasta el Lago Alajuela, donde pudimos darnos un delicioso baño en sus tranquilas aguas.
La finca cuenta con 45.5 hectáreas de terreno. De forma colectiva, los 26 miembros de la finca trabajan unas tres hectáreas. Adicionalmente, cada uno dispone de una o dos hectáreas individuales en las que cultivan productos como maíz, ñame, yuca, plátano y guandú. También tienen tres hectáreas sembradas de bambú.
Actualmente, colaboran con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en la producción de semillas de maíz y frijol chiricano. Además, reciben el apoyo de la Fundación Parque Nacional Chagres, quienes fueron los encargados de invitarnos a conocer este sitio de gran interés.
Puente sobre Quebrada Las Conchas
Fósiles de cuando emergió el istmo de Panamá.
Llegando al Lago Alajuela al salir del sendero el Mochilero.
En cuanto al bambú, cuentan con 1,200 plantones, parte de un proyecto de desarrollo sostenible de doble propósito, que contempla la producción futura de artículos o artesanías con potencial económico.
Según los miembros de la finca, los plantones se venden a $2.50 cada uno, y ya han recibido visitas de personas y empresas interesadas en adquirirlos.
En los bosques de bambú guadua, el proceso de sucesión puede considerarse progresivo cuando el manejo del guadual permite mantener el equilibrio biológico. Por el contrario, si ocurre una alteración —ya sea natural o provocada por intervención humana—, puede iniciarse una sucesión regresiva que amenace con la desaparición total del guadual.
Para evitar ese deterioro, es fundamental conocer y diferenciar todos los elementos que conforman el guadual. Este conocimiento permite un aprovechamiento técnico y sostenible, entendiendo la dinámica del bambú dentro de su proceso productivo. Es, en esencia, una combinación entre el uso responsable de los recursos naturales y su preservación a largo plazo.
La visita
Fuimos con toda la disposición, ya fuese para disfrutar o para ayudar en lo que fuera necesario. Llegamos justo con la lluvia, y de inmediato, el señor Reginaldo nos guió para conocer la zona base antes de adentrarnos en el famoso Sendero El Mochilero.
Caminamos alrededor de dos horas a través de un bosque espeso y profundamente verde, donde nos encontramos con árboles enormes, entre ellos cuipos, barrigón y membrillo. Rodeados por estos colosos del bosque, el momento fue mágico. Confirmamos nuestra pequeñez ante la grandeza de la Madre Naturaleza.
La lluvia nos empapó el rostro mientras el bosque semicaducifolio nos envolvía. Cada 50 metros, otro gigante vegetal nos recibía con su sombra. Fue una experiencia inolvidable, donde la belleza del paisaje y la energía del lugar nos dejaron completamente maravillados.
Llegando al Lago Alajuela luego de una caminata de aproximadamente hora y media.
Luego de aproximadamente dos horas de caminata, llegamos al Lago Alajuela. Después de una amena conversación con el señor Reginaldo y los chicos de la Fundación Chagres, nos dieron el visto bueno para bañarnos en las orillas del lago. Los más valientes decidieron nadar hasta llegar al otro lado, ¡y lo lograron!
Durante el recorrido vimos animales como los reptiles anolis y perro sompopo (Corytophanes cristatus); aves como el motmot y el trogón, así como una gran cantidad de tángaras y reinitas vivientes en ese camino tan verde y casi fosforescente.
Al regresar nos esperaba un delicioso almuerzo compuesto por sancocho y arroz blanco, y luego pudimos refrescarnos en el baño ecológico, uno de los atractivos de la Finca Agroforestal Las Conchas.
¿Cómo llegar?
Por la vía Chilibre–Madden, antes de llegar a la represa, a mano derecha se encuentra la finca. Hay un letrero que indica la entrada.
Teníamos pensado ver el anochecer desde el Cerro Tute, pero en Santa Fe hay tantas cosas por hacer que se nos hizo de noche sin darnos cuenta. Así que al día siguiente, nos encaminamos hacia el Tute con la orientación de los taxistas, quienes —para su beneficio— nos recomendaron no subirlo a pie desde la carretera asfaltada, ya que tomaría hasta cuatro horas. En su lugar, nos ofrecieron llevarnos hasta la base del cerro.
En el año 1502, el español Cristóbal Colón llegó a las costas del norte de Veraguas, donde fundó el primer poblado en tierra firme del continente americano, al que llamó Santa María de Belén.
Más tarde, en 1557, se presume que Santa Fe fue fundada por el capitán Francisco Vásquez. Los primeros pobladores de la región eran indígenas autóctonos; sin embargo, con la llegada de los españoles y posteriormente de los colombianos, se produjo un proceso de mestizaje. Durante ese periodo, se libraron fuertes batallas antes de la llegada de la época republicana.
Se considera como tierra de grandes batallas importantes para el país. Es aquí donde los rebeldes caciques Quibian y Urracá libraron en sus montañas diversos combates contra los invasores españoles. Estas batallas alimentaron a la Guerra de los Mil Días; hecho que se dio en 1903, en la que el Cholo Victoriano Lorenzo ganó la batalla.
El Cerro Tute, como película de ficción engañándonos en la neblina de la tarde, simulaba ser un volcán humeante desde el Río Santa María.
Este cerro es muy conocido por los enfrentamientos que allí ocurrieron, los cuales culminaron con varias muertes. Hoy en día, esas personas son consideradas mártires.
Para llegar al Cerro Tute, debe prestarse atención a la señalización unos kilómetros antes de llegar a Santa Fe, cerca del hotel que lleva el mismo nombre.
Allá, en el año de 1959, y a la usanza del ejemplo cubano se formó el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) como reacción al dominio norteamericano. A imitación de los rebeldes de la Sierra Maestra, los miembros de MAR se trasladaron a Cerro Tute, donde pensaban establecer su Cuartel Central. Los cubanos, un grupo de guerrilleros de la capital y campesinos se alzaron contra la autoridad con el fin de derrocar al gobierno.
Tomaron sus armas y se internaron en el Cerro Tute, su Sierra Maestra panameña, inspirados por el deber impostergable de luchar por un cambio revolucionario que permitiera instaurar un gobierno legítimo, capaz de impulsar los cambios sociales que exigía el pueblo, extirpar todo vestigio del poder corrupto de las clases dominantes y la sumisión al imperialismo norteamericano. La generación del Cerro Tute es un ejemplo de coraje y dignidad. Como legítimos herederos de nuestros héroes Urracá, París, Felipillo, Bayano, Rufina Alfaro y Victoriano Lorenzo, prefirieron la muerte antes que aceptar las prebendas de los grupos de poder económico y político que sometían al pueblo trabajador.
El 3 de abril de 1959, un grupo de 20 estudiantes llegó armado al cerro, con la intención de luchar por la “liberación de la República”. Este movimiento es considerado el primero de su tipo en Panamá.
Los jóvenes simpatizaban con la Revolución Cubana de Fidel Castro y deseaban alzar su voz contra la injerencia estadounidense en el país, así como contra las injusticias del gobierno de turno. En su momento, Floyd Britton declaró que lo hicieron “cumpliendo con la patria y desafiando el poder de la oligarquía criolla y del imperialismo norteamericano”.
El grupo estaba conformado por: Óscar Navarro, César Jaramillo, Jaime Padilla Béliz, Eduardo Santos Blanco, Samuel Gutiérrez, Campos Labrador, Márquez Briceño, Luis Chandeck, Rodolfo Murgas, Rodrigo y Polidoro Pinzón, Rubén Urieta, Aurelio Ali Bonilla, César Manfredo y Eliseo Álvarez.
Un año antes de los hechos en las montañas de Santa Fe, este grupo se lanzó a las calles en protesta, siendo brutalmente reprimido por la Guardia Nacional mientras exigían mejores condiciones de estudio, bajo la consigna: “¡Más escuelas y menos cuarteles!”. También se manifestaban por otras reivindicaciones populares. La represión dejó cientos de detenidos y varios muertos, entre ellos el estudiante artesano José Manuel Araúz.
La Revolución del Tute duró apenas unos días y dejó un saldo de cuatro estudiantes muertos: Eduardo Santos Blanco, Rodrigo Pinzón, José Girón y Domingo García.
Los registros indican que los rebeldes llegaron al cerro el 3 de abril, tras obtener armamento y municiones. La Guardia Nacional llegó el 5 de abril. Al día siguiente, el 6, se dio el primer enfrentamiento, en el que hubo dos bajas. El choque provocó que el grupo se dispersara. Tres días después, el 9 de abril, ocurrió el segundo intercambio de disparos. Para ese entonces, el hambre, las malas condiciones y el desgaste físico habían afectado el ánimo de los combatientes. Posteriormente, la Guardia logró capturar a los estudiantes, que se encontraban diseminados en distintos puntos.
Una publicación de La Prensa en 2010 recoge las palabras del combatiente Isaías Chang, quien expresó que el fracaso del movimiento se debió al apresuramiento y la inexperiencia.
El profesor de Historia José Álvaro, en un artículo de opinión publicado por La Estrella de Panamá en 2012, escribió: “El levantamiento insurreccional de Cerro Tute constituyó una prueba para la juventud panameña, que demostró no temerle a la pérdida de la vida, si esta significaba transformar el estado caótico del país”.
Aunque cada año se conmemora la fecha con eventos en las tumbas de los caídos, el sociólogo veragüense Víctor Jordán declaró a La Prensa en 2010 que “se ha hecho muy poco por recordar esta gesta”, destacando que el grupo de jóvenes desempeñó un papel importante en la historia nacional en su búsqueda por la reivindicación de los derechos y libertades ciudadanas.
Se dice que la Guardia Nacional envió al capitán Omar Torrijos para dispersar a los revolucionarios. Solo tres militares resultaron heridos, entre ellos el propio Torrijos, quien en plena retirada fue alcanzado por una bala en los glúteos. Aquella humillación lo persiguió por el resto de su vida.
Por nuestra parte, nos encaminamos hacia el Tute con el señor Américo. Observamos cómo el taxi 4×4 subía por la cordillera hasta dejarnos a una distancia considerable del cerro. Desde allí, divisamos la cima y pensamos que sería fácil, ya que la calle de tierra llega prácticamente hasta lo más alto.
Caminamos a través de ella, confiados y tranquilos, con la vista fija en las enormes e inconfundibles rocas que se veían a lo lejos. Ese cerro que tantas veces había visto en fotos y al que le tenía un amor platónico. La brisa es un factor importante en este lugar; es tan fuerte que, a pesar de mis kilos, en varias ocasiones casi me lleva con ella. Me aferraba al suelo rocoso con miedo de que me levantara. En un momento, muchas piedras pequeñas se elevaron con el viento y me golpearon en los ojos. A pesar de llevar anteojos, no fue impedimento para ellas.
A mitad del corto camino, nos detuvimos a contemplar el paisaje que quedaba atrás. Desde tan alto, se puede ver toda la parte sur y este de Santa Fe. Los cerros van quedando a lo lejos, las calles se pierden, y se distingue cualquier movimiento en las montañas de abajo. Entendimos muy bien por qué la historia cuenta que aquellos “guerrilleros” se aferraron al Tute.
Cima del Tute.
Allá arriba, la vegetación es escasa. La deforestación causada por la colonización es la principal culpable. Este ya no es un cerro en el que se disfrute de la flora o la fauna; apenas algunos insectos juegan entre la hierba. Lamentablemente, es un cerro “pelao”. El sol nos golpeaba la cabeza con fuerza y daba la impresión de que esas rocas, allá arriba, eran un altar de piedras mágicas. Recordé la canción de Caifanes donde dice: “cada piedra es un altar”.
Me recosté en el suelo, entre la hierba que pica. De pronto, las nubes nos bañaron con rocío, el viento se hizo más fuerte y me aferré a la hierba. Las nubes, densas y frías, iban y venían en una danza espectral. Nos dejaron un manto de rocío imperceptible sobre el cuerpo. Nos tomó una hora llegar a la cima. Supimos que, cuando la carretera no estaba recortada, el ascenso podía tardar hasta ocho horas.
Rey se apresuró hacia la cima, repleta de rocas y precipicios, acompañada por la brisa que nunca cesó. Allí, si sufres de vértigo, no puedes avanzar. Es necesario atravesar un trillo espinoso. Allí termina el cerro: es el mismo filo de la montaña, cuya cima alcanza los 1,453 msnm.
Los guías locales han establecido senderos que conducen al visitante por el cerro Tute. Este fue declarado Sitio Histórico Turístico por el Consejo Municipal de Santa Fe en 1993.
Uno de los lugares a los que nunca me canso de ir es, sin duda, Chiguirí Arriba, un corregimiento del distrito de Penonomé en la provincia de Coclé, fundado en 1940. Entre sus elevaciones más destacadas están el Cerro Congal, con 992 metros; el Cerro Escaliche, con 866 metros; y el Cerro U, con 652 metros de altura.
Se dice que el nombre proviene de un cacique que dominaba estas tierras, llamado Chi Guirí o Guiro. Las comunidades viajan a través del río que lleva el mismo nombre, el río Chiguirí, que conecta tres localidades: Chiguirí Arriba, Chiguirí Centro y Chiguirí Abajo.
Chichibalí visto a lo lejos en el atardecer.
La razón por la que me gusta tanto este lugar es simple: el contacto tan especial que existe entre la naturaleza y los humanos es impresionante. Obviamente, tengo mi “secret spot” donde me quedo a pernoctar, y puedo asegurarles que la fauna que se puede ver en un solo día es increíble. A continuación, describiré solo lo que vi en mi última visita de dos días a Chiguirí.
Cascada Tavidá
Era carnavales y el hostal estaba abierto, obviamente fuimos a acampar con todo lo necesario. Pasamos una tarde tranquila, con un atardecer increíble, a casi un lado del Cerro La Vieja (404 msnm), con el sol ocultándose bajo las montañas de Penonomé. (Ya subimos cerro la vieja, aquí el link) https://www.enlodados.com/resena-pozo-azul-y-ascenso-al-cerro-la-vieja-cocle/
desde cima del Cerro La Vieja
Esa misma noche escuchamos sonidos extraños provenientes de un árbol de caimito. Al acercarnos sigilosos, pudimos distinguir en la oscuridad la forma de unos animalitos que se abalanzaban de un árbol a otro. Era una manada de monos nocturnos (jujuná), toda una familia que iba a cenar caimito justo encima de nuestra carpa. Nos observaban atentos con esos ojazos preciosos, nos veían asustados mientras comían y emitían su sonido particular. ¿Y adivinen? De pronto pasó un animalillo tan rápido que no pudimos distinguir si era un olingo o un cusumbí.
Nos fuimos a dormir mientras una rana descansaba sobre una planta del hostal, y los bichos llenaban la noche con sus sonidos, creando un ambiente fantástico.
A la mañana siguiente nos levantamos con ganas de caminar y fuimos a explorar detrás del hostal. Había un cerrito, primero pasamos una loma bastante inclinada, un alambre de púas, llegamos a un área llena de pinos con vista al Cerro La Vieja y no muy lejos, volaban unos gavilanes grises que denotaban estar disfrutando la mañana fresca y llena de rocío.
“El Cholo Guerrillero, Victoriano Lorenzo, durante la Guerra de los Mil Días, dejaba de vez en cuando a sus hombres para ir a ver a ‘La Vieja’. Así llamaban a la mujer que vivía en los montes coclesanos, donde el caudillo liberal iba a recuperar fuerzas para luego volver a la lucha. Según los habitantes de la región, de allí proviene el nombre del Cerro La Vieja o Cerro de La Vieja.”
Las paisanas graznaban y se lanzaban de un árbol a otro. Otras aves llenaban el ambiente con sus cantos, como el motmot, los ruiseñores y los carpinteros.
Bajamos la loma y regresamos a preparar el desayuno, pero frente a la cocina nos esperaban unos lindísimos monos tití, tan curiosos que no se movieron del árbol por un buen rato. Pudimos adelantar el desayuno mientras ellos permanecían en el árbol; estos sí se dejaron tomar fotos.
Compartimos el desayuno con “Aye Aye” y “Coronel”, dos perros amigos que siempre están en el lugar. Aprovechamos para descansar un rato y luego decidimos visitar alguna de las cascadas cercanas a Chiguirí Arriba.
Tomamos un bus y nos bajamos en el pueblo. Caminando, preguntamos dónde podíamos encontrar otra cascada, además de Tavidá, que es la más conocida en la zona. En el camino, nos topamos con un colarejo o tucancillo “rockero” (Collared aracari).
Encontramos un chorro pequeño y llamativo que, personalmente, me causó algo de miedo aunque no parecía peligroso.
En Chiguirí Arriba hay escuela, una iglesia católica y varias tiendas pequeñas. El transporte público pasa casi cada hora; son autobuses tipo “camión”, que parecen un arca de Noé.
La carretera hasta Chiguirí está en buen estado para cualquier tipo de vehículo. Los buses salen desde el mercado de Penonomé; la ruta está indicada en el post de la cascada Tavidá.
De regreso, decidimos cambiar la ruta. En vez de ir directo a Penonomé, esperamos una hora un 4×4 que saliera de Chiguirí Arriba hacia El Valle de Antón. Mientras tanto, vimos varias oropéndolas Montezuma. Al desistir, tomamos una “chiva” rumbo a Penonomé, pero esta se desvió por el camino hacia El Valle para recoger pasajeros. Justo atrás venía un 4×4 que toma esa ruta difícil, con piedras sueltas y tierra.
Al hacer señales, el 4×4 paró. El viaje al Valle duró una hora y fue increíble cruzar la cordillera, admirar el Cerro Gaital, las Tres Marías y otros cerros de Penonomé como el Congal, Chichibalí y Turega. La vista desde lo alto es impresionante.
En Chiguirí también puedes visitar el Mariposario Cerro La Vieja, creado por el biólogo Samuel Valdez. Cerca, en Loma Grande, está Pozo Azul y los chorros Las Pailas, accesibles solo en 4×4.
Uno de los científicos panameños que ha dado más aportes al estudio de la biodiversidad del país, fue sin duda Eustorgio Méndez. Él llevó a cabo esta colección, que al día de hoy, es una de las más completas de Centroamérica, resguarda 6 mil 500 especímenes vertebrados y más de 30 mil invertebrados, sin contar los artrópodos de este último grupo como los crustáceos y los arácnidos.
La Colección Zoológica Eustorgio Méndez (CoZEM), se fundó en 1957 por iniciativa del Dr. Eustorgio Méndez, debido a la necesidad de conservar en buen estado los especímenes recaudados durante las colectas de campo y proyectos de investigaciones realizadas en esa época, con la visión de que los mismos sirvieran como referencia a otros proyectos de investigación en temas de salud. El Dr. Méndez fue apoyado por el Sr. Miguel Morales, quien por más de 50 años ha sido curador en la colección.
Eustorgio Méndez, entomólogo y zoólogo panameño, fue quien se encargó de organizar la colección y trabajar por ella durante muchos años. Por eso, en reconocimiento a su labor, la colección lleva su nombre.
Dicha colección inició con las investigaciones de ecología médica a principios del siglo XX, cuando científicos estadounidenses y panameños empezaron a estudiar las enfermedades tropicales.
En nuestra visita, nuestro amigo zoólogo, Ángel Sosa, nos estuvo dando detalles de la exposición y su importancia como centro de investigación para científicos panameños y extranjeros. Pudimos notar colecciones de animales vertebrados e invertebrados tanto especies nativas como de otros países.
Hoy en día, esta colección es una de las más recurridas por investigadores de la fauna panameña. Supimos de buena mano que gracias a la colecta de especies nativas de roedores y a su estudio previo, fue posible una rápida investigación de enfermedades recurrentes en Panamá como el hanta virus; de no haber existido la colección, se habrían tardado mucho más tiempo investigando para encontrar una solución al problema.
Las muestras se guardan en frascos especiales para la conservación del material. Vimos muestras de muchas especies de aves, así como mamíferos, reptiles e insectos de colores increíbles, ordenados de una manera muy juiciosa. Fue curioso poder apreciar especies endémicas, y especies conservadas de animales como el cangrejo herradura o la serpiente marina, en formol, así como anfibios o reptiles que solo han sido colectados una vez y no vueltos a ver en el istmo. Fue interesante apreciar en tamaño real muchos de esos animales por los que sentimos curiosidad pero que son realmente difíciles de ver, como lo es el gato balsa o “tapacara”.
Cabe destacar que el tamaño del lugar es reducido, la colección estuvo hasta el año 1995 en el Instituto Conmemorativo Gorgas, en la Avenida Justo Arosemena. En 1996 fue trasladada a un edificio en Ancón. Allí permaneció abandonada durante dos años. En 1999 fue llevada al edificio 235 en Ancón y ahora se encuentra en el Parque Natural Metropolitano, ubicado en Avenida Juan Pablo II.
Una colección con un amplio contenido científico, una visita muy placentera. Gracias a Ángel por la invitación y por su paciencia para compartir muchos de sus conocimientos.
No duden en hacer su visita, están abiertos de lunes a viernes de 9am a 3pm. Recomendamos ir en grupos de no más de 5 personas.
En mi experiencia, aventurarse en auto no es lo mismo que hacerlo sin él. Depender del transporte público en Panamá no es fácil y puede convertirse en una pesadilla o en una divertida aventura.
Desde la terminal tomamos el autobús hacia Chame sin ningún problema. Después de recorrer poco menos de 20 kilómetros, llegamos a Sorá, un pueblo de gente amable, rodeado de una exuberante belleza montañosa y con un clima casi siempre fresco y delicioso. Muy cerca de esta comunidad está el complejo de casas de campo “Altos del María”, al que solo se puede acceder con permiso si no eres residente.
Cuentan que el lugar lleva ese nombre por el cacique Soró (que significa “viejo”), jefe de la región en la época de descubrimiento y conquista. Sorá es el corregimiento más grande del distrito de Chame y uno de los más bellos, con ríos pintorescos, encantadores saltos de agua y una magnífica vista de la ensenada de Punta Chame y su litoral, todo a más de 600 metros de altura.
Fuera del complejo residencial “Altos del María” se encuentran bellezas increíbles, como Los Saltos de Filipina. Nunca había oído hablar de este sitio, pero las fotos y la belleza escénica de Sorá nos motivaron a buscarlo.
Esperamos más de una hora por transporte, pensando que era por ser domingo, pero luego supimos que solo una familia presta ese servicio. Tomamos el transporte y, tras unos minutos por una calle sin pavimento, llegamos al punto de inicio para caminar un rato.
La vista fue grandiosa. Filipina de Sorá nos recibió con tonos verdes y azules, un lugar tranquilo lleno de aves semilleras, y de fondo, el cerro Chichibalí, que marca el límite entre los distritos de Chame y Capira.
Descubrimos un salto de unos 7 u 8 metros, con buen caudal y poca profundidad, pequeño y casi “personal”. Sus aguas frías y el salto me dieron un masaje natural en la espalda. El agua estaba limpia, sin basura, lo que indica que cuidan muy bien este lugar, al que aún se puede acceder libremente. Más tarde supe que en este salto estuvo John Travolta haciendo rappel para una película filmada en Panamá llamada Basic.
Luego subimos una loma suave y llegamos a otra cascada, esta de unos 15 metros de altura, muy hermosa, con un pilón de agua fresca y fría.
Seguimos el camino y encontramos otra cascada, más pequeña pero igual de encantadora. Para nuestra sorpresa, aún faltaban más por recorrer. En una bifurcación tomamos el camino de la derecha, que tiene nada menos que ocho cascadas. Se dice que sumando ambas bifurcaciones, hay un total de veinticinco caídas de agua.
Estuvimos ahí hasta no muy tarde, por el problema del transporte. Al regresar, vimos un pickup que se internaba en la montaña, no hacia Sorá. Decidimos caminar y más adelante nos topamos con cazadores furtivos y varios perros listos para cazar.
Spilotes pullatus
Seguimos descubriendo que nunca dejaremos de explorar Panamá, con sus senderos y rincones llenos de secretos y leyendas. Solo hay que preguntar; los lugareños siempre te señalarán un lugar perfecto para visitar.
Anímense a tomar un bus en su tiempo libre; no es necesario gastar mucho. La felicidad no siempre está en la comodidad. A veces, basta con mirar desde la cima de un cerro o disfrutar la soledad de una cascada para encontrar momentos perfectos.
Buscar maravillas, perderse en el monte, caminar despacio y apreciar la belleza de cada rincón natural de este país.
Fuimos con mi prima postiza Roxanaà(nieta de la señora Tunina que menciono en el post de Bajo Bonito), ya que ella se dirigÃÂa a La Gloria a dejar un mandado; generalmente no existe transporte público hasta La Gloria asàque los pobladores acostumbran caminar diariamente hasta llegar a sus hogares.
Pasamos varias quebradas, a decir verdad, bastantes. Vimos el cerro ChichibalÃÂ de Capira a lo lejos, por instantes nos rodeaba la neblina y nos serenaba la lluvia.
Ya el sudor se hacÃÂa presente y caminamosàmás rápido que de costumbre, aunque a pesar de nuestros esfuerzos, todo nos tomó 2 horas exactas, sin importar que nos habÃÂan dicho que el camino era solo una hora. Sinceramente, cuando hablamos de tiempo con la gente del campo nunca les creo, ellos caminan muyàrápido y generalmente no poseen reloj o indicador del tiempo.
Nos percatamos de queÃÂ bordeamosÃÂ el rÃÂo, de nombre CirÃÂ Grande, que posee muchas caÃÂdas de agua y algunas cercanas a la vÃÂa principal. La gente de estos pueblos saben el valor del agua, y cuidan sus rÃÂos como oro.
En este lugar las casasàestánàdistanciadas unas de otras y separadas poràhectáreasàgrandes de terreno que utilizan para cultivar vÃÂveres. La escuela primaria es nueva, pero antes de que existieran los niños debÃÂan caminar hasta Bajo Bonito para recibir clases.
Nuestra recomendación es pagar a los dueños de la casa de madera entre 3 a 5 dólares de colaboración.
Si les digo cuanto mide, les miento. Para mi, y sin haberla medido, digo que quizás unos 70 metros. Realmente es una cascada escalonada, o sea que se puede subir con cuidado, arriba se encuentra la cascada La Tulivieja y otras más. Nos dedicamos a contemplar su belleza, embelesarnos con tan magnÃÂfica obra de la Naturaleza y bañarnos en sus frÃÂas aguas, que invitan al deleite.
Al poco tiempo nos regresamos y nos quedamos un rato conversando con Mary Ovalle, la dueña y señora de esos terrenos, una mujer amable y carismática, nos ofreció guineos y nos mostró sus orquÃÂdeas. Compartimos el lunch con la familia, admiramos el paisaje, nos despedimos y caminamos de vuelta a Bajo Bonito, claro ahora nos tomó menos tiempo pues casi todas las pendientes eran en descenso.
Hace poco estuvimos haciendo camping en la Laguna de San Carlos con los estudiantes de la Escuela de Turismo Geográfico Ecológico de la Universidad de Panamá. Fue gratificante ver la emoción y la organización de la actividad, pues todo salió como lo esperábamos.
Lo primero que hicimos fue limpiar un poco el lugar, ya que la hierba estaba crecida. Luego armamos las carpas y las aseguramos. Esta vez, el precio por carpa fue de 5.00 dólares y la entrada a la laguna fue de 0.50 centavos por estudiante.
Nos fuimos a subir el cerro y empezamos el ascenso muy bien. Algunas jóvenes sintieron agotamiento, pero todos disfrutamos del ambiente y de la naturaleza. Fue muy gratificante llegar a la cima, pues todos estuvieron felices y conformes con la encantadora vista desde el Cerro Picacho. Incluso llegamos a una cima en la que Enlodados nunca había estado, a 1,082.33 metros de altura, que es la máxima del Picacho. Al parecer, este cerro se vuelve cada vez más interesante. La neblina nos cubrió y tuvimos que bajar apresuradamente, temiendo que comenzara a llover.
Durante el descenso, más de la mitad del grupo se resbaló. Las caídas formaron parte de la diversión del momento.
Al llegar nuevamente a la laguna, nos dimos un tremendo baño en sus frías aguas. Fue placentero, como siempre que se visita este hermoso lugar. A medida que atardecía, la neblina fue cubriendo más y más la laguna, hasta que llegó un momento en que desaparecimos dentro de ella.
Después cocinamos una deliciosa cena compuesta de pollo guisado, arroz con vegetales, plátanos, chorizos, ensalada… en fin, una algarabía de sabores que compartimos con entusiasmo.
Luego de contar los tradicionales cuentos de miedo, cada quien se fue a su carpa a dormir, aún con el susto en la piel. A la mañana siguiente, tomamos el desayuno y luego tuvimos partidas de fútbol e incluso voleibol en la laguna.
Más tarde nos despedimos de la gente de la laguna y nos encaminamos hacia Playa Corona para pasar la tarde.
Todo salió a la perfección. Nos divertimos, compartimos, y muchos adquirieron experiencia para los próximos campings… que, sin duda, serán muchos más.
Hace poco emprendimos una travesía hacia el Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera (PNGDOTH), un tesoro natural enclavado en las tierras altas de la Cordillera Central, en el distrito de La Pintada, comunidad de El Copé, provincia de Coclé. La entrada al parque se encuentra a pocos minutos después de pasar Penonomé, antes de llegar a El Caño, tomando el desvío por la comunidad de La Candelaria.
Este parque fue creado mediante el Decreto Ejecutivo N.º 18 del 31 de julio de 1986 y forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), con el propósito de resguardar la extraordinaria biodiversidad de la región central panameña. Además, su relevancia histórica es innegable: lleva el nombre del General Omar Torrijos Herrera, ya que en su interior se encuentra el Cerro Marta, donde se estrelló la avioneta en la que perdió la vida el general. Hoy día, este espacio también forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano.
El acceso se da por la carretera que nace en el kilómetro 167 de la Vía Interamericana, a la altura de la comunidad de La Candelaria. Desde allí se recorren aproximadamente 28 kilómetros hasta llegar a El Copé, y luego se continúa hacia el norte en dirección a la comunidad de Barrigón. Desde este punto, parte un camino empedrado de 5 km que asciende hasta el cerro El Calvario, ya dentro del parque. Este tramo final requiere vehículo 4×4 debido a sus condiciones.
Los buses solo llegan al Chorro las Yayas, enclavado en las faldas del parque. Pero es fácil contactar con los taxis 4×4. Generalmente por un costo aprox de 20$ el viaje.
La temperatura es muy agradable entre 18 y 29 grados.
Cubre una extensión de 25,275 hectáreas y dentro de sus límites se encuentran siete comunidades: El Potroso, Las Peñitas, El Tigre, La Rica, El Guabal, Río Blanco y Caño Sucio. En sus alrededores se encuentran los poblados de El Copé, Barrigón, La Junta, Cerro Hueco, Belencillo, Aguas Blancas, Bateales y Palmarazo.
Protege las cabeceras de los ríos más importantes de la región coclesana: río San Juan, el río Belén y el Concepción en la vertiente caribeña; y el río Grande, el río Marta y el río Nombre de Dios en la vertiente del Pacífico. En su territorio sobresalen los cerros Negro (1408 metros), Peña Blanca (1314 metros), Blanco (1192 metros) y Cerro Marta (1046 metros).
En el año de 1986 la superficie del parque era de seis mil hectáreas, sin embargo, la misma fue ampliada según criterios ecológicos en el año de 1996 a 25,275 hectáreas, con el propósito de incorporar tierras que requerían su conservación y protección.
Por seguridad, dejamos el auto y seguimos a pie.
Al llegar a el Copé vimos una primera entrada hacia el Cerro Marta, seguimos y encontramos otra entrada directo al parque. Fue un recorrido de media hora hasta llegar al Centro de Visitantes. Pasamos por la comunidad de Barrigón, también por la entrada del Chorro las Yayas, incluso pasamos sobre un riachuelo y unos minutos después estábamos en la oficina de control y monitoreo ambiental de Anam, en la cual no había nadie y nos tomamos el beneplácito de seguir, algo un poco extraño pues en este puesto laboran dos guarda parques por turno y es donde debe hacerse el pago de la entrada.
La vista era impresionante, se veía lo recorrido desde la carretera Interamericana, vastas montañas, un paisaje increíble en donde se puede apreciar casi todo el Copé y el Océano Pacífico.
Minutos después nos topamos con el responsable de Anam y nos dio el permiso de seguir, nos explicó de dejar el auto en el centro de visitantes en caso de subir al Cerro el Calvario.
Hicimos lo establecido y empezamos la caminata hacia El Calvario, que bien tiene su nombre pues subíamos y subíamos, nos demoramos aproximadamente 30 minutos hasta llegar a la cima. En el camino pudimos disfrutar de la diversidad de flora del parque. El cerro se encuentra a 912 metros sobre el nivel del mar y es unos de los pocos sitios donde en días claros se pueden observar los dos mares, y efectivamente tuvimos la dicha de ver el Mar Caribe y el Océano Pacífico. Ya que el sol era incandescente y radiante.
Fue impresionante ver la majestuosidad del Cerro Marta, en el cual cayó la avioneta en donde murió el general Omar Torrijos, motivo por el cual el parque lleva su nombre. A lo lejos vislumbramos las comunidades de Coclesito, San Juan de Turbe, Boca de Toabre incluso Coclé del Norte.
En la parte más elevada del parque, se desarrollan bosques pluviales montanos bajos y a medida que se desciende están los bosques pluviales y húmedos premontano, y los muy húmedos tropicales.
Se cree que de las 2 mil 604 especies de plantas y 552 especies de vertebrados terrestres que se encuentran en la provincia, la mayoría tiene presencia en el parque. Existe también una gran diversidad de especies endémicas o propias de estos bosques, unas 60 muestras han sido recolectadas dentro de la zona montañosa. Según los estudios científicos, el área se originó por la alternancia de las actividades volcánicas y sedimentarias que caracterizaron la formación del istmo de Panamá.
Monolena glabra
Se observan exuberantes helechos arbóreos, palmas, enormes árboles como el guayacán y jacaranda, musgos, muchas orquídeas, bromelias, heliconias, anturios, algunas plantas endémicas como la selaginelas, scheffleras, la emblemática Monolena glabra y el árbol copé, nativo del parque.
También posee la planta carnívora (Drossera capillaris) característica de los suelos pobres en nutrientes. Se encuentra la única zamia epifita en el mundo y sus hojas asemejan la de una palma.
Solo en aves se pueden observar aproximadamente 350 especies diferentes, el colibrí pico de hoz, por su diseminada presencia, ha sido escogido como ave símbolo del parque. El Ave Sombrilla (Cephalopterus glabricollis) que según la actualización de la Lista Roja de la UICN de Especies Amenazadas, de su estatus de ‘Vulnerable’ pasó a estar ‘En Peligro’; anualmente los observadores de aves se dirigen a este parque en busca de poderse encontrar con esta ave e incluirla en su lista de “lifebirds”.
Bajando del Calvario, toqué una planta con pelos urticantes. Después, llegamos al centro de visitantes, donde pagamos la entrada y disfrutamos de su mirador, patio y senderos.
Recorrimos varios senderos: el de la Rana (2 km), los Helechos (800 m, accesible) y el Cuerpo de Paz (2 h, más exigente).
Cerca del parque hay cascadas como Tife Alto y Bajo, que requieren logística y excelente condición física, pues Tife implica caminar más de 30 km.
Alto Tife
Personalmente hemos tenido la dicha de ver un jaguarundi detrás de la cabaña, también zarigüeya gris, ardillas enanas (Microsciurus sp).
Nos retiramos del centro de visitantes y fuimos directo al Chorro las Yayas a relajarnos bajo sus frías aguas.
Como leen y ven, el Parque Nacional Omar Torrijos posee todo en un solo lugar, es un sitio excepcional, lleno de vida silvestre, muy bien conservado, y esperando ser visitado.
Una guía de turismo ecológico en Panamá, dedicada a descubrir ríos, montañas, senderos y aventuras en la naturaleza. Ideal para los amantes del aire libre y la exploración rural.