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Cerro Sapo, San Carlos.

En los alrededores de la laguna de San Carlos hay varios cerros interesantes para hacer senderismo, algunos con más dificultad que otros. En esta ocasión nos enfocamos en Cerro Sapo, con el acceso más sencillo.

Cómo llegar


Coloca “Laguna de San Carlos” en waze. Si andas en transporte público, toma un bus de Coronado que te deje en la entrada de Las Lajas. Ahí­ mismo están los busitos que dicen Laguna. Te van a dejar en el inicio de una calle de piedra que debes caminar y justo antes de llegar a la laguna, a mano derecha se ve la entrada que inicia el camino, está marcada.

Empieza el ascenso y cuando llegas al primer claro arriba, miras a la derecha en donde está la entrada hacia Cerro Sapo.

De ahí­ en adelante el camino es plano hasta que te acercas a las enormes rocas que parecen dedos saliendo de la montaña.

La vista es hermosa. La neblina cubre por momentos al Cerro Picacho, que le queda en frente. Al caminar un poco más y acercarnos a las rocas, divisamos a lo lejos La Laguna de San Carlos, completa se ve desde este punto.

El día era perfecto porque había nubes y leve llovizna, realmente lo mí­o no es el sol. La brisa fría me pegaba de lleno en el rostro. Agradezco siempre la oportunidad de estar en lugares llenos de magia, donde uno ve la neblina venir encima.

Un perro apareció de la nada y me acompañó en el camino de regreso. Este es un cerro sencillo y nivel intermedio, se puede subir con niños. Solo prestar atención cuando hay mucha brisa en la cima.

Al bajar, me di un baño en la laguna, como había ido en día de semana, habían pocas personas, tenía la laguna para mi solita. (Entrada 1$ en día de semana)

Opinión: Muerte en Cerro Trinidad.

Octubre 28, 2019

Me llaman desde las faldas del Cerro Trinidad: una persona ha muerto. Corre el rumor de que cayó por un precipicio y no sobrevivió al impacto. Reviso redes sociales y ya habían compartido la noticia de la búsqueda.

Me preocupa de inmediato. La comunidad montañista en Panamá no es grande. Amigos de SINAPROC me confirman que eran extranjeros. Las versiones coinciden: una pareja subió el domingo, sin guía.

Él falleció, posiblemente por mordedura de serpiente —esto aún está bajo investigación—. Ella, al parecer buscando ayuda, cayó por uno de los varios precipicios del cerro.

No se trata de juzgar, sino de reflexionar.

Subir a un lugar como el Cerro Trinidad sin guía es un riesgo enorme. Hay zonas de escalada en roca y no existen senderos señalizados. Un guía no solo te orienta: si es profesional, sabrá asistirte, advertirte sobre zonas peligrosas, elegir la mejor ruta, mantener la calma, y actuar en caso de emergencia. Lleva botiquín, soga, arnés, mosquetón, casco, y sabe si hay señal o no. Además, conoce a los moradores del área y les avisa antes de subir.

Si es local, suele conocer bien el cerro, cobra desde $10 y, si algo pasa, sabe por dónde buscar ayuda. En casa lo esperan; si no regresa, lo buscarán. Esa red de seguridad puede marcar la diferencia.

No basta con un app, track de Wikiloc, Garmin o lo que dijo tu “amiguito”. Panamá, aunque pequeño, tiene una geografía compleja, y muchas rutas no son simples caminatas. Por ahorrarte unos dólares, puedes perder la vida.

Recuerden lo que decimos siempre en charlas de Turismo Rural: apoya la economía local. Hay guías con años de experiencia que organizan expediciones seguras, especialmente en verano.

Esto no es solo “senderismo”. Muchas rutas en Panamá son de baja montaña o barranquismo. Basta de vender atractivos como “gratis”, cuando lo que puede salir gratis… es perder la vida.

He visto demasiados casos de imprudencia. Personas que se arriesgan sin medir consecuencias, y que además ponen en peligro a otros.

  • “Voy adelante, ellos caminan muy lento” → Perdido.
  • “Nado hasta allá aunque no sepa nadar” → Ahogado.
  • “Cruzo el río aunque esté crecido” → Ahogado.
  • “Si él lo hizo, yo también puedo” → Caída.

Sí, Enlodados regaña. Sí, Mariel advierte. Sí, siempre insistimos que no debes ir solo. ¿Molesta? Quizá. ¿Te salva la vida? Probablemente.

La primera persona responsable de tu vida, eres tú.

Los accidentes ocurren. Pero de cada experiencia se aprende. Hoy, ya se habla de cerrar el acceso al cerro. Es momento de regular esta actividad.

Apoya la economía local. Y sobre todo, sé prudente.

Entrevista a Nariño Aizpurúa, más de un año en ascensos al Volcán Barú.

Nariño Aizpurúa nació en Volcán, Tierras Altas chiricanas. Lo conocí hace casi 10 años y, aunque apenas intercambiamos palabras, hicimos una gran amistad, al punto que cariñosamente le digo “papá”. Vi con admiración el crecimiento de sus hijos, a los que crió al filo de la naturaleza, en el arte de la escalada y rápel.

Actualmente lleva 360 ascensos al Volcán Barú y no conozco a nadie que lo haya subido más. Se caracteriza por su espíritu jovial y profesionalismo en el área de montañismo, senderismo, rápel y arborismo, además de ser líder scout desde hace muchos años.

Suficientes requisitos para hacerle una entrevista y aprender más de él.


1. ¿Cuándo fue la primera vez que subiste el Volcán Barú?

No tengo memoria realmente de cuándo fue (la fecha), sin embargo, recuerdo la primera vez que subí con un turista. Mis hermanos mayores no estaban para hacerlo, yo tenía 14 años y mi madre me dijo: “¡Dale tú, si tú conoces el camino!” Me pasé toda la noche “aprendiendo inglés” (risas). Al día siguiente, durante 5 horas, solo repetía: “FOLLOW ME”. En aquel “tour” gané 10 dólares… gasté más en lo que llevé de comida.


2. ¿Cuántas veces van?
Desde esa primera vez con turistas, llevo 360 veces registradas. Antes de eso no las conté.

La vez # 300

3. ¿Qué es lo que más amas del Volcán Barú?
Ser nada en medio de esas moles rocosas. Sentirte insignificante y comprender la magnitud del universo, donde el planeta Tierra es solo un grano de arena. Todo eso me lleva a sentir que soy parte de algo tan inmenso.


4. ¿Cuál ha sido tu experiencia más memorable?
¡Wooowww! Cuando un grupo de estudiantes ingleses me rodearon en la cima para darme una medalla por ser ese día la número 300 (¡yo no lo sabía!). La agencia de turismo les dijo, y ellos tomaron la iniciativa de celebrarme allá arriba. A raíz de eso… ¡pues seguí contando!

5. ¿Y la más peligrosa?
La vez que rescaté a una chica embarazada que pesaba 130 libras…
Desde el cable hasta el pueblo literalmente la “cargué” sobre mi espalda porque era urgente.


6. ¿Qué es mejor? ¿Lento y seguro o rápido y birrioso?
Recomiendo lento pero seguro. Con el tiempo aprendes que el éxito no está en llegar a la cima, sino en regresar sano y a salvo.


7. ¿Dónde aprendiste todo lo que sabes? ¿Rappel, arborismo, etc.?
Mis pininos con las cuerdas fueron en 1985 en el Instituto Militar General Omar Torrijos Herrera (Instituto Tomasito), donde me enseñaron a hacer un arnés improvisado y rappel solo con un mosquetón (equipo mínimo), y luego rappel táctico.

Esa fue la base que despertó aún más mi interés por las cuerdas, nudos y amarres. Luego continué practicando por mi cuenta y en 1988 se abrieron las puertas con los Boy Scouts, donde seguí aprendiendo y llegué a ser instructor hasta el año 2010. Ese año fui llamado para trabajar en la ampliación del Canal de Panamá en Gatún, Colón, y allí la compañía belga Jan de Nul me instruyó, calificó y certificó como trabajador de altura (“Alpinistas del canal”) y luego como instructor.


8. ¿Qué recomiendas a los principiantes?
Recomiendo interesarse en aprender de todo y observar su entorno, disfrutar la naturaleza, conocer su cuerpo y sus capacidades.

9. ¿Alguna leyenda personal o experiencia curiosa?
Muchas, pero una de las mejores experiencias —o la más impresionante para mí— fue el encuentro con un gran felino. Luego de verlo a los ojos, se desapareció entre la montaña; fue cuestión de segundos en los que quedé inmóvil y no dio tiempo ni de tomar una foto.


10. ¿Cómo logras estar casi siempre feliz?
(Risas) Nunca había pensado en eso. Quizás es como me ves tú, o quizás sea que, con el tiempo y siendo autodidacta, he aprendido a comprender que cada persona tiene sus creencias y su forma de ver el mundo. De repente eso me hace ver como una persona positiva o feliz.

Nariño al centro con camisa negra.

Cerro Marta y Chorro Tigrero. Parque Nacional G. D. Omar Torrijos Herrera.

Partimos de la ciudad de Panamá a eso de las 2 de la tarde, la marcha fue directo a Penonomé donde nos abastecimos de lo último necesario; en el Copé nos esperaba el gran Macedonio, guía local del Parque Nacional General de División Omar Torrijos Herrera.

Luego de esperar los todo terreno en medio de una tertulia torrijista, abordamos los autos y nos fuimos rumbo a la montaña. Ya caía la noche y los locales me decían que iban cuatro días de lluvia pertinaz.

En el camino, con un fondo de Ulpiano Vergara, le comentaba tantas cosas al conductor “Fulo” en medio de mi emoción, que bajó el volumen y empezó a hablarme de su preocupación por la deforestación, especialmente por la quema “de maldad” que hacen algunas personas en el área de los pinos. Ya oscurecía casi por completo y, en medio de la calle de piedras, saltaban conejos muletos (Sylvilagus brasiliensis) y aves motmot (Momotus momota) se escondían en sus refugios.

Llegamos a nuestro lugar de camping: una acogedora casa en medio del poblado de Santa Marta, que forma parte de El Copé, en El Harino, corregimiento del distrito de La Pintada en la provincia de Coclé.

Procedimos a armar el campamento y encender las parrillas, que al final resultaron ser tres, de las cuales todos comimos. Al mirar al cielo, el firmamento estaba estrellado; agradecí ampliamente, pues con esto, las probabilidades de lluvia al día siguiente eran pocas, y así fue.

Iniciamos la marcha a las 6:30 a.m. Teníamos una idea breve de lo que nos esperaba: 14.5 km de camino difícil, dividido entre el Cerro Escobal y el Cerro Marta.

Bajamos al río Tigrero, lo atravesamos e iniciamos el ascenso hacia el Cerro Escobal rumbo al mirador. Allí nos reencontramos, pues algunos se habían adelantado, mientras Macedonio venía con el resto del grupo. A mí me salió “El Francisco”; más de un año sin caminar como Dios manda… ¡vaya loma!

Bajamos Escobal y caminamos por un bosque de galería alrededor de un potrero que culmina en un valle desde el cual se veían claramente los cerros Marta y Juan Julio. En el potrero había un árbol de guaba —la naturaleza siempre provee.

Me la pasé conversando todo el camino con Macedonio. Me contó algunas versiones de lo que sucedió ese 31 de julio de 1981. Las siete personas a bordo, entre ellas el general Omar Torrijos Herrera, quien dirigió la dictadura militar de Panamá entre 1968 y 1981, fallecieron en el lugar.


Algunos cuentan que la avioneta dio varias vueltas en los alrededores hasta que finalmente se estrelló contra la “Nube de Hueso”, en el borde del Cerro Marta. Otros dicen que la primera explosión se escuchó cuando la avioneta sobrevolaba el área, y no en el cerro. Además, se menciona que se trató de una operación contra Torrijos, denominada “Halcón en Vuelo”, que habría incluido la colocación de un artefacto explosivo en una caja de sodas.

El clima no era bueno, pero el viaje era sencillo: apenas 15 minutos, con constante comunicación con la torre de control. Unos 12 minutos después del despegue, el capitán informó que el vuelo transcurría con éxito. Esa fue la última comunicación. El Cerro Marta tiene una altitud de 1,046 metros, y el avión cayó a 944 metros.

Los residentes de Coclesito reportarían haber escuchado, entre las 11:50 a.m. y las 12:05 p.m., dos estallidos provenientes de la cordillera.

Investigando, constaté que el piloto del FAP-205 habría intentado cruzar un cañón entre el Cerro Juan Julio y el Cerro Marta, cuando los problemas meteorológicos le hicieron perder visibilidad. Así, el ala izquierda del avión habría chocado contra un árbol, provocando que la nave girara hacia un lado e impactara en la ladera, en la parte más alta del cerro, que mide 1,046 metros. Por eso, la nave no quedó esparcida por toda la montaña.

La avioneta fue encontrada por los llamados “Macho’e Monte”, quienes, a pesar de haber caminado todo el día, no se detuvieron. Según la información de los campesinos, estudiaron dos variantes: escalar el Cerro Juan Julio, el más alto, o el Cerro Marta. Finalmente, por los indicios dados, optaron por el Cerro Marta. Empezaron el ascenso alrededor de las siete de la noche. Como se dice en Panamá, escalaron “en cuatro patas”, es decir, a gatas, utilizando pies y manos durante casi cuatro horas, hasta llegar a la cumbre. Llegaron a la cima alrededor de las 10:45 de la noche de ese sábado.

Existen varias versiones o “teorías de conspiración”, en las cuales se habla incluso de un posible asesinato, como relató el escritor John Perkins en su libro Confesiones de un sicario económico. En él se dice que el General Omar Torrijos Herrera habría sufrido este trágico accidente a causa de la agencia de inteligencia norteamericana (CIA), que se oponía a las negociaciones entre Torrijos y un grupo de empresarios japoneses liderados por Shigeo Nagado, quienes proponían la construcción de un canal a nivel por Panamá. El libro presenta una historia bastante creíble, respaldada por las creencias sobre cómo se tejen las intrigas en lo más profundo de las agencias de seguridad de las potencias mundiales, y permaneció durante siete semanas consecutivas en la lista de best-sellers del New York Times.

Ya por ahí Macedonio me decía que faltaban dos horas de camino, por escaleras, y eso me sonaba escalofriante, pues odio las escaleras; imagínense dos horas subiendo. Debido a esto, uno de nuestros amigos se deshidrató y fue necesario ayudarlo con su equipaje y suero rehidratante. Más adelante, una de las chicas sintió malestar en una de sus rodillas, por lo que también fue necesario apoyarla. Una quebrada nos invitaba a beber de sus aguas, y así lo hicimos: dulce y fresca agua de la montaña.

Pero todo el cansancio se nos olvidó cuando finalmente llegamos a los restos de la avioneta De Havilland Canada DHC-6 Twin Otter de la Fuerza Aérea de Panamá, con el código de identidad FAP-205; dicen que era la favorita de Torrijos, pues era capaz de aterrizar casi en cualquier lugar.

Un frío me recorrió el cuerpo, pero traté de controlarme. Estar frente a esa avioneta me traía sentimientos encontrados, pues, aunque no viví la época torrijista, mi infancia estuvo marcada por historias acerca de ella, contadas con mucho entusiasmo y añoranza por mi madre y mi padre.

Luego de ver la avioneta, subimos a la cima y ahí estábamos a 1,046 msnm, con vistas a las montañas adyacentes: Cerro Juan Julio, Cerro Buenos Aires, y a lo lejos, Cerro Orarí, Cerro Guacamaya, entre otros. A pesar de haber sido un día claro, no pudimos ver el Mar Caribe.

Celebramos la llegada a la cima, pues todos lo logramos y nos sentimos felices por ello. Compartimos merienda y disfrutamos de la vista y el paisaje despejado.

De regreso, me pegué a nuestro guía local, Samuel, y él me habló de la zamia que crece en el cerro, la única zamia epífita en el mundo (crece sobre árboles) cuyas hojas asemejan las de una palma. Es una sobreviviente de la Era Mesozoica, es decir, tiene unos 200 millones de años, por lo que se les llama “fósiles vivientes”. También vimos un trogón (Trogon massena), ranas (Dendrobates auratus, Silverstoneia flotator), entre otras especies. Samuel me contó que en tiempos pasados se veía la Rana Dorada (Atelopus zeteki), y que la última vez que la avistaron por esos lados fue en 2010.

El camino de regreso, a pesar de ser casi todo en descenso, fue duro para algunos senderistas que resentían las rodillas. A mí, en lo personal, me va mejor bajando, pero en el Cerro Escobal hay una parte con rocas sueltas y un sol tremendo que pega de forma vertical sobre la cabeza; estando destapado, podría causar un golpe de calor. Una de las chicas se lesionó la rodilla dos veces, por lo que fue necesario ayudarla a continuar, animarla a avanzar, y uno de los chicos incluso se ofreció a llevarla a cuestas un rato.

Subir el Cerro Marta no es fácil, y es necesario hacerlo con mucha agua y un buen desayuno a base de proteínas. Quien lo intenta debe tener excelentes condiciones físicas o, al menos, experiencia en senderismo para que la experiencia sea agradable y no una pesadilla. El señor Macedonio nos contó de personas que no tuvieron la misma suerte y tuvieron que salir del sendero a las 11 p.m. debido a las crecidas de los ríos Marta y Tigrero. Por ello, recomiendo ampliamente hacer este sendero sólo bajo condiciones naturales favorables.

A pesar de todo, hicimos el tiempo estipulado y, en horas de la tarde, llegamos al Chorro El Tigrero, donde disfrutamos de tan hermosa caída de agua que nos quitó el cansancio y nos devolvió las fuerzas para terminar el último kilómetro y medio en subida que faltaba.

Al final de la jornada, nos esperaba una sopa de pollo que revitalizó por completo nuestro espíritu y estómago. Salimos de día hacia El Copé, donde nos encontraríamos con nuestro transporte privado hacia la ciudad de Panamá.

La experiencia de haber subido el Marta fue sublime. Para mí, haber tocado el punto donde murió tan importante hombre, líder de nuestra patria, aún me pone los pelos de punta. Es una experiencia para contar a mi familia y un sendero que espero poder recorrer algún día con mi hijo.

Entrando al Parque Nacional G. D. O. T. H.
Todos en la cima.

Agradecemos a cada uno de los participantes por su ánimo positivo y entusiasmo contagioso. A nuestros excelentes guías locales, quienes conocen el área a la perfección, saben dónde se encuentra cada planta y hasta dónde duerme el jaguar.

¡No cabe duda de que fue una experiencia para toda la vida!

Ascenso Cerro Turega, Coclé

Hace un tiempo, estando por el área de Penonomé arriba y acampando en un hermoso sitio, vimos salir el sol por encima de unas enormes rocas de un cerro imponente.

Tiempo después conocimos sus faldas, en lo que fue un viaje rápido y carnavalero por el sitio, que nos ahuyentó al sentirnos un poco incómodos entre tanta multitud en estado etílico, frente a un chorro de aguas apacibles en medio de la montaña que, años más tarde, conoceríamos de verdad.


Algunos geólogos cuentan que el Turega es uno de los tantos domos o conos del volcán del Valle de Antón, un estrato volcán gigantesco. Aunque los factores erosivos lo han deformado, aún sigue siendo imponente.

Nos topamos con nuestra guía local, Vero, quien creció en las faldas del Cerro Turega y conoce de primera mano todo su entorno. Curiosamente, en su primera visita al cerro fue mordida por una serpiente equis, pero ni eso impide que mantenga su devoción.

La comunidad es muy celosa de su recurso natural. Para subir el cerro es necesario contar con guía local y solicitar permiso al líder del pueblo.

Es importante destacar que el sitio está en vías de convertirse en una reserva hidrológica, por lo que en el futuro estará protegido por leyes. Esto tiene sentido, ya que del cerro se desprenden caídas de agua estacionales visibles en época de lluvias, así como chorros permanentes que se pueden disfrutar todo el año.

El área protegida incluiría Turega y Cucuazal como Reserva Hídrica, debido a la gran cantidad de bosques con fuentes de agua y manantiales que abastecen a la población rural de Pajonal, Churuquita Grande y otros corregimientos.

De cada cerro —Sofre, Sofre Abajo, Aguela, Turega, Churuquita Grande, entre otros— nacen 9 acueductos.

El plan ya se lleva a cabo y esperamos pronto verlo publicado en la Gaceta Oficial de 2017, pues el Ministerio de Ambiente, junto con biólogos y representantes de la comunidad, unen esfuerzos para que sea una realidad y se pueda establecer una ley que proteja la biodiversidad, la cual se ve amenazada por potreros y ganadería.

Alguna vez leí que el cacique Turega era el padre de “Las Mozas”, de donde proviene el nombre del famoso chorro del Valle de Antón, y que su hijo era “Chigoré”, quien estuvo enamorado de “Zaratí”, hija de “Penonomé”.


Para ascender se deben pasar algunas quebradas y en el camino hay varios desvíos que, sin guía, es muy fácil perderse. La cima no sobrepasa los 800 msnm, pero el ascenso es exigente, pues en la última parte es necesario caminar con una inclinación de 45° durante un buen rato. Al llegar a la cima, por la altitud, la temperatura cambia de forma radical y aparecen las briófitas con su particular esplendor.

Tuvimos la dicha de ver los tres picos que lo coronan y estuvimos sobre dos de ellos. En el último pico hay suficiente espacio para descansar. Desde ahí­ se ve el Océano Pacífico, así­ como el parque eólico de Penonomé; además, se pueden divisar otros cerros.

De regreso los chicos aprovecharon para tomar un baño en el chorro de la comunidad y así nos despedimos de este sitio hermoso en medio de la sierra coclesana.

Gracias a todos los que nos acompañaron en esta aventura. A José, Verónica Soto y Mario Urriola por toda la ayuda prestada.

Frío en las alturas.

Las llanuras, la costa y el mar son las zonas más bajas de la Tierra y por lo general allí el clima es más caliente. Todos nos hemos dado que mientras más cerca estemos de un fuego, recibimos más calor. Por eso podríamos pensar que cuanto más cerca se está del Sol, más calor se debe sentir.

Si las partes altas o cerros de la Tierra, están un poco más cercanos al Sol, ¿por qué cuando subimos un cerro, nos damos cuenta que allí el clima es más frío? Muchos nos hemos hecho esa pregunta, sobre todo cuando eramos niños.

Es verdad que si la Tierra se acercara más al Sol recibiría más calor. Pero el clima de los cerros es más frío debido a otras razones.

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Finca Agroforestal Las Conchas, Chilibrillo.

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A pocos metros de la carretera, vía Colón, a unos 18 kilómetros de la ciudad de Panamá, está la Finca Agroforestal Las Conchas, un destino verde y cultural.

Finca Agroforestal Las Conchas tiene mucho que ofrecer, entre ellos su nombre que proviene de la gran cantidad de conchas, más bien fósiles, lo que nos indica que Panamá emergió del mar hace millones de años.

Hace 21 años(al 2020), los agricultores que trabajaban la tierra de forma clandestina en la comunidad de Chilibrillo, corregimiento de Chilibre, decidieron organizarse para sacarle un mejor provecho a la actividad y obtener mejores ingresos económicos.

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Cerro Punta, Tierras Altas

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La vista desde la cima del Sendero de la Fresa.

Cerro Punta es un sitio de ensueño, completamente diferente en clima al resto del país. Si llegas hasta la comunidad de Volcán, obligatoriamente debes visitar también las comunidades de Bambito, Nueva Suiza y, por supuesto, subir a Cerro Punta.

Nos encontramos con carreteras perfectamente pavimentadas, rodeadas de cultivos agrícolas. A 2,000 metros sobre el nivel del mar y con una temperatura que oscila entre los 15 y 20 grados centígrados, este sitio está rodeado de montañas densamente cubiertas de bosques. Cerro Punta es la villa más alta de Panamá y suele estar bañada por las nubes.

Sembradí­os en Cerro Punta.

Posee un terreno bastante accidentado, con pequeñas planicies, donde la mayoría de los pobladores habitan y es muy común ver casas a cierta distancia una de la otra, es un modelo que ha empleado el pueblo donde se ven las casas chicas y detrás terrenos grandes donde practican la agricultura (mayormente papa y hortalizas de clima templado).

Haras Cerro Punta

Desde la década de los ochenta, la agricultura se ha expandido tan rápidamente aquí que hoy se produce en esta región casi el 80% de los vegetales que se consumen en Panamá, y además se exporta una vasta variedad de flores. Esta explosión agrícola ha ocurrido a costa de los bosques de los alrededores, pero la población local está comenzando a comprender las consecuencias de la deforestación e intenta conservar los abundantes recursos naturales que aún existen, con miras a un desarrollo turístico como alternativa para mejorar el futuro de la región.

El río Chiriquí Viejo tiene 161 km de recorrido y desemboca en el océano Pacífico. Es una de las cuencas hidrográficas más importantes por su alto potencial ecológico y sus valiosos recursos naturales. En la parte del río que atraviesa Cerro Punta, la contaminación provocada por el mal manejo de agroquímicos y otros insumos agrícolas ha disminuido.

El cultivo de hortalizas y flores, la cría de caballos de carrera y la ganadería son las actividades económicas más importantes de la región. Aquí también podemos visitar el Parque Internacional La Amistad (PILA), cuyo nombre se debe a que sus límites se extienden a lo largo de la frontera entre Panamá y Costa Rica.

Las quebradas cerca de Finca Drácula.

Nos detuvimos en Guadalupe, un suburbio de Cerro Punta, donde hay pequeños locales ideales para tomar un café o un chocolate caliente. Visitamos “Jardín Mary”, un lugar que he frecuentado desde niña, cuando mi mamá me llevaba de paseo a Chiriquí. Allí se dedican a la venta de hermosas flores y deliciosos postres, especialmente fresas y moras, que ofrecen en jugos y en “duros”.

En este lugar también cuidan algunos animales rescatados, como perros, gatos, cerdos, e incluso una oveja negra muy linda y amigable. La visita a este sitio es maravillosa, ya que cuentan con una variedad de plantas de origen nacional, algunas especies introducidas y muchas otras que solo pueden verse en tierras altas o que han sido adquiridas en el extranjero.

Entramos a un café donde venden fresas en todas las presentaciones que puedas imaginar: con crema, con vino, con whiskey, con leche condensada, con chocolate. También ofrecen “duros” y batidos. El lugar cuenta con un mirador llamado el “Mirador de las Fresas”, desde el cual se puede apreciar una vista espectacular. Mientras subes, la temperatura va descendiendo, y en ocasiones es tan baja que puedes ver cómo sale vapor frío de tu boca.

A los lados del camino —hecho con restos de llantas recicladas— se pueden ver sembradíos de lechuga y mostaza. Ya en lo alto del mirador, al final del sendero, se alcanza a ver Haras Cerro Punta, conocido por sus hermosos caballos pura sangre. Gracias a las temperaturas que oscilan entre los 10 y 20 °C, los caballos desarrollan una mayor capacidad pulmonar, lo que les permite destacarse como algunos de los mejores del mundo. Estos pura sangre han ganado los grandes clásicos del país y premios de reconocimiento internacional, incluyendo el Clásico del Caribe.

Con las rosas del Jardín Mary

Desde el mirador también se pueden ver los poblados cercanos, incluyendo parte del caserío de Las Nubes y el Parque Internacional La Amistad. El costo para entrar al sendero es de 0.50 centavos, y quedamos encantados con tanta belleza: montañas cubiertas de neblina, aire fresco y un paisaje que invita a la contemplación. Estuvimos allí arriba por una hora, simplemente conversando y admirando el entorno.

En Guadalupe, a 2,197 metros sobre el nivel del mar, es evidente que la agricultura sigue predominando, pero el ecoturismo comienza a abrirse paso en la región. Muchos visitantes llegan para disfrutar y estudiar el clima, la flora y la fauna del Parque Internacional La Amistad. Al ser una reserva de gran extensión, permite observar especies endémicas y otras que se encuentran en peligro de extinción.

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Los jardines mágicos de las casas en Guadalupe, Cerro Punta son un encanto. De hecho nos topamos con una que todo su jardín era de rosas. Caminamos hasta el jardín de orquídeas Drácula, donde poseen este tipo de orquídeas del mismo nombre en particular.